OVA 8| Madre Piedad


La ciudad estaba en completo silencio, o lo que quedaba de la ciudad. De los edificios quedaba solo las fachadas calcinadas pues el interior yacía completamente en cenizas, en las calles yacían los cuerpos de los habitantes y la chatarra de los tanques y los robots patton blindados podían relatar aquella batalla acontecida.

"Quería desear que aun estuviesen el Daitoteikoku en aquel lugar, quería mi libertad"

Pero la batalla acontecida ni siquiera parecía haber sido una batalla, este grado de destrucción solo podía haberlo hecho El Akira y por lo tanto Mikoto quería creer que Ryousuke debía estar cerca. Cuando llegaron finalmente a la base militar el semblante fue más que insatisfactorio. Solo quedaban las ruinas de los hangares y las armerías todavía brillaban con el fuego. Los cuerpos del ejército americano yacían tirados por toda la base y la chatarra humeante que había quedado de los aviones de combate que ni siquiera habían logrado despegar de las pistas.

John miró con asombro y se acercó no había edificio que yaciese todavía en pie dentro de la base, habían destruido todo y acabado con todos en el interior. Incluso la ceniza caía del cielo. A diferencia de Eugine, o Los Angeles, incluso Wheeler's Peak. Esto había sido diferente, este tipo de violencia desmesurada no era la forma tradicional de guerra del Daitoteikoku. O tal vez Mikoto estaba viendo por primera vez las secuelas a las batallas. Como Seiken difícilmente se quedaba en un solo lugar, tenía que volar de batalla a batalla.

--Se han ido. —dijo John. —Todos se han ido.

Mikoto se acercó al muchacho. Mikoto entendía lo que probablemente estuviese pensando John.

--¿Y ahora qué? —preguntó la chica.

--No sé. —respondió John. –Ya no se nada. Bozeman era donde había puesto todas mis esperanzas—respondió el muchacho.

--Entonces escucharon el sonido de las motocicletas y las camionetas. Mikoto y John se dieron la vuelta. Eran cinco motociclistas y tres camionetas. En las cajuelas llevaban hombres fuertemente armados. Y los motociclistas llevaban escopetas o semiautomáticas. Rodearon a los dos. John levantó las manos en señal de rendición, Mikoto hizo lo mismo, sabía que después de la batalla aparecían los saqueadores y bandidos para llevarse lo que quedase de valor en la ciudad.

Entonces de una de las camionetas bajo un hombre alto, de larga barba pelirroja.

--¿Son sobrevivientes de la ciudad? —preguntó el hombre.

Mikoto y John intercambiaron miradas.

--Karl solo míralos. —dijo una chica de cabello rubio. Que se encontraba sobre una de las motocicletas, la mujer tenía la mitad derecha de su cabeza completamente rapada mientras que el otro hemisferio con una larga cabellera. En sus manos una escopeta de bombeo la mujer tenía toda la pinta de motociclista. —Están muy asustados. Obviamente son sobrevivientes. —dijo la chica.

--Oh pobres criaturas. No tengan miedo. —dijo Karl. —Mi nombre es Karl Pearson. No les haremos daño, solo queremos ayudar. —dijo el hombre. –Somos Silverwind.

--¿Mercenarios? —preguntó Mikoto.

--Milicianos. —dijo Karl.

--Karl espera. —exclamó la motociclista. —Esa mujer es japonesa. Podrían ser espías, podría ser una trampa

--¡No, no lo es! —exclamó John. —No es japonesa

--¿Cuál es tu nombre hija? —pregunto el líder de la milicia.

Mikoto miró a John, El muchacho estaba desesperanzado, de aseguro sospechaba que Mikoto revelaría su verdadero nombre, el orgullo de un nombre de Seiken como Mikoto, un nombre creado por el imperio más glorioso del mundo...pero ella también quería vivir.

--Sharon. —dijo Mikoto. —Sharon Faraday.

--¿Y tú niño bonito? —dijo el hombre a John.

--John Castello. —respondió el muchacho.

--Bueno Señorita Faraday, señor Castello, vengan con nosotros. —dijo Karl-

--Muchas gracias, pero preferimos ir por nuestra propia cuenta. —dijo John.

--Oh, temo que eso no está a discusión Señor Castello. —dijo Karl, sus hombres levantaron sus armas y apuntaron a los dos.

--Después de todo hacía mucho que no cazábamos a un Lobo.—dijo el líder de esa milicia.

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