OVA 13|| El Regalo de los tiempos (Jikan no Puresento)
John giró la cabeza por última vez, se quedó viendo a Mikoto, y la chica se quedó viendo, ella sabía que no lo volvería a ver...Y ahí terminarían todas sus esperanzas de regresar con el Daitoteikoku.
--Sharon, La jefa, habla con ella...ella te dará la llave de la jaula. —dijo John. Aunque el muchacho quería sonar críptico y poético, había algo en su cara que no hacía que lo hiciera bien, tal vez porque era americano.
Dos de los bandidos de cada hombro y se lo llevaron. Alejandra Gutiérrez chasqueó los dedos, el resto de los Lobos bajaron sus armas y volvieron a la espesura del bosque.
--Bueno, hay que levantar el campamento e irnos de aquí. —respondió Karl, señores, señoritas apresúrense, guarden todo lo que puedan porque salimos en 2 horas.
--¿Piensan a abandonar a John? —Preguntó Mikoto.
--Señorita Faraday no tenemos ni las personas ni las armas para enfrentarnos a Los Lobos, lamento decirlo, pero tendremos que irnos. Pondremos un poco de civilización entre nosotros y esos bastardos.
--¿A dónde?—Preguntó Mikoto
--Michigan, tal vez. –respondió Karl. —Si fuera usted, señorita Faraday empacaría mis cosas, es parte de esta milicia después de todo..." Yo no quiero ser parte de esta milicia, yo me voy de aquí" Entonces Mikoto recordó aquello que había dicho John. Y miró hacia el camper, ahí estaba de nuevo aquella figura mirándole desde arriba. Pero sin pronunciar palabra. La sombra se alejó de la ventana, Mikoto fue entonces al camper, extrañamente la puerta no tenía seguro. El camper era como los demás vehículos recreativos lleno de comodidades, pero cuando subió al segundo piso pudo ver lo diferente que era. El suelo era una duela de madera, y había dos cojines en la duela, la luz del sol iluminaba las blancas paredes. Había una mesa de té y una mujer con una capucha sobre hacía la ceremonia del té.
--Ocha wo ikagadesuka? (quieres té)—preguntó la mujer y luego se quitó la capucha, su cabello era castaño con ojos vedes grandes, pero aun así rasgados.
--Anata wa...nihonjin desune... (Tú eres japonesa verdad)—preguntó Mikoto.
--Hai...koko ni, suwate kudasai, ima kara watashitachi, iro iro no hanasu wo shite imasu. (Sí, siéntate aquí por favor, a partir de este momento nosotras tenemos mucho de qué hablar)
--Supongo que sí. —respondió Mikoto y luego se sentó. --¿Quién eres tú?
--He tenido muchos nombres a lo largo de mi vida, Shady Belle, La jefa, Tsubasa no gin (silver wing).—dijo la chica.
--¡Tú eres Hakone Momioka!—exclamó Mikoto.—Tú eres una leyenda, ¡Es un honor estar en su presencia!—exclamó Mikoto y luego dio una reverencia.
--Por favor Mikoto, no me reverencies. --dijo la mujer.
--No puedo, el Daitoteikoku castiga con la muerte la insubordinación. —dijo la chica.
--No estamos en el Daitoteikoku. —dijo la mujer. No estamos en Japón, no tienes que seguir las costumbres aquí. —dijo Momioka.
--Está bien...--respondió Mikoto y volvió a reincorporarse. Momioka le sirvió el té verde en una taza. —Momioka-san, el imperio dice que usted murió en el combate durante la segunda Ola. —dijo la chica.
--Estoy seguro que sí dijeron eso. —dijo la mujer. —No morí la verdad es que yo...
--¡Fue capturada por estos...Estos...gaijins! —exclamó Mikoto. Interrumpiendo a Momioka.
--Relájate Mikoto, y deja que termine. Yo no fui capturada, yo deserté del Daitoteikoku. De las seikens y de todo. —respondió la mujer.
--¿Desertaste? no, no es posible...Fuiste la Seiken más poderosa que el Daitoteikoku tuvo, nos enseñaron sobre ti y tus hazañas en la academia, ¿por qué razón desertarías?
--Esta guerra...no tiene sentido. —respondió Momioka.
--¡Los americanos nos insultaron! —exclamó Mikoto. —Ellos fueron los que lanzaron las bombas en Hiroshima y en Nagasaki.
--Mikoto, eso fue hace más de 100 años. Pero nosotros no olvidamos, cada batalla, cada victoria y cada derrota. Entiendo lo que quieren decir, Yo estuve en el programa mucho antes que tú, antes cuando el Daitoteikoku aun consideraba al KwonMing como ciudadanos de segunda. Yo creía en el Daitoteikoku. En serio creía de verdad. Peleé por el Daitoteikoku, sangré por el Daitoteikoku, maté por el honor del imperio. Conquistamos Oregón para el imperio.
--¿por qué te fuiste? —preguntó Mikoto.
--Estuve ahí en el área limítrofe entre Idaho y Oregón donde los colonos habían establecido la nueva zona de ocupación. Los colonos japoneses habían estado soportando durante meses los avances de las milicias y las incursiones americanas. El Gran Comandante había enviado a mi equipo de Seikens para asegurar la zona de un posible conflicto. Por supuesto yo estaba molesta, después de todo eran Jibunjins, no eran ni serían nunca nada en la vida, lo más bajo de los estratos del Daitoteikoku. Pero igual fuimos porque ese era mi deber. Pero cuando llegamos la situación era peor de lo que esperábamos. No eran milicias a lo que nos enfrentábamos sino a la tercera división de la costa oeste de los Estados Unidos. Habíamos pedido ayuda Y el Gran Comandante seguía insistiendo en que nos apoyaría. En tres días, que enviaría fragatas y Tetsunins. Pero solo estábamos nosotras, 15 seikens. Y un puñado de jibunjins contra miles de soldados americanos. Durante tres días me bañé en sangre de todos los hombres que asesiné. Hasta que llegó el cuarto día, pero no llegó nadie en nuestro apoyo, los americanos se retiraron y nosotros pensamos que habíamos sobrevivido, pero no era cierto...Los americanos solo se habían retirado para poder lanzar las bombas. 15 bombas de hidrogeno. A lo largo del área limítrofe. Yo fui la única que sobrevivió a las bombas. Solo porque había salido a buscar a una división de infantería que estaba cerca de la zona. Ahí me di cuenta de la verdad. Al Daitoteikoku nunca le importó si vivíamos o moríamos. El Gran Comandante había retirado todas las tropas estacionadas en la ciudad de Eugine para iniciar la invasión al estado de Washington.
--Lo que pasó...no lo puedo creer. El Daitoteikoku, no haría eso, todos vivimos por el honor y la gloria del imperio, morir por la victoria no es un error. —respondió Mikoto.
--Cuando vamos a la batalla vamos a sabiendas de lo que puede pasar. Mis hermanas seiken y yo sabíamos que podíamos morir, pero ni siquiera nos dieron la oportunidad. Todo fue acabado. —respondió Momioka. –Tardé mucho en darme cuenta de la verdad. —Incluso ahora me arrepiento de no haber hecho algo...incluso yo no puedo escapar de mi destino final...
--¿Qué quieres decir?—preguntó Mikoto.
Momioka entonces se desabotonó la blusa, aunque su cuerpo aun estuviese tonificado y fuese atractivo por la manipulación genética, en medio de sus senos, el cristal que activaba sus habilidades de seiken se encontraba cubierto por un liquido violeta. Y grandes y negras venas recorrían su torso.
--Estoy muriendo Mikoto. El cristal me está matando lentamente. Incluso después de rebelarme, mi destino ya fue dictado por el Daitoteikoku.—dijo la mujer.
--¿Qué rayos?
--Lo sé, en ese entonces no sabía que los cristales envenenaban el cuerpo, pero tampoco esperaban que el tiempo de vida de las seikens fuera tan largo.—respondió Momioka.—Sí no te matan en la guerra, te mata el veneno y si sobrevives a él, entonces te empieza a enloquecer.—dijo la mujer.—Tu amigo, John, él quería darte esto cuando lo dejamos ir, pero yo le dije que no.
Entonces Momioka puso sobre la mesa un pañuelo de tela blanca, y luego descubrió el interior. Era el cristal de Mikoto. Su llave a la libertad, ahí frente a ella la esperanza de regresar a su hogar, con Yaya, con el resto de sus hermanas seiken y con Ryousuke.
-- Hace cinco años que resolvieron el problema con los cristales.—dijo Mikoto. –Ya deberías saber eso...¿Por qué razón decidiste guardar mi cristal?
--Eres la primera seiken que ha visto como los americanos pelean por lo que tienen, has sido capaz de sacrificar tu vida por seres a los que el Daitoteikoku considera inferiores. Tu puedes ser la esperanza que le de vuelta a esta guerra. miles han muerto en ambos lados, el Daitoteikoku te dejó morir, ni siquiera envió una patrulla de reconocimiento a buscarte.
--Eso no lo sabes... "Ryousuke si me buscaría, después de todo lo prometimos, nos lo prometimos, si no ha podido hacerlo es porque ha estado muy ocupado, pero definitivamente me buscará"
--Has peleado lado al lado con los americanos, has visto como son ellos, ¿podrías ahora entender la razón por la cual ellos continúan peleando hasta la muerte?
--John me había dicho, que los americanos peleaban porque ya no tenían nada que perder. —respondió la chica.
--Cierto, ellos entienden cual será su destino si pierden la guerra.—respondió Momioka. –Pero la guerra no está perdida. Aun se puede ganar, si tú nos ayudas.—dijo la mujer.
--No iré en contra del Daitoteikoku.—respondió Mikoto.
--Mikoto...El Daitoteikoku no está bien, esta en lo incorrecto.
--El Daitoteikoku tampoco es el monstruo que crees que es. Los gaijins que viven bajo las zonas dominadas no son maltratados.
--Pero no son libres.—respondió Momioka.
--Libertad, A veces la libertad, está sobrevaluada. La libertad te hace incontrolable y frustrado por la incertidumbre de la vida. Por esa razón agradecemos que el Imperio nos haya dado nuestros destinos a cada uno de nosotros.
--La libertad, no es un error. Tu amigo John lo entendía cuando decidió sacrificarse por todos y tú lo entendiste cuando decidiste salvar a la niña.—dijo Momioka.
--Yo, yo creo que no era justo nada más. Una niña no puede contra un hombre armado–respondió Mikoto y luego tomó el cristal de la mesa. Y lo insertó en su espalda baja. Un haz de luz azul brilló en los ojos de la chica. Luego se levantó de la mesa y se dirigió a la salida del camper.
--Tu amigo John, lo más probable es que muera, y entonces habrá insultado tu honor. Como mujer, y como seiken.—respondió Momioka.
--Eso es lo que él quisiera.—dijo mikoto con una sonrisa en el rostro y luego salió del vehiculo recreativo. En el exterior estaba Karl guardando todos los lastres en las cajuelas de los vehículos pesados.
--¡Que estás haciendo! ¡Tenemos que irnos!
--Tenemos que salvar a John.—dijo Mikoto.
--¿Salvarlo?
--John se sacrificó por todos ustedes. no merece morir simplemente así como así. –dijo la chica
--Lamento lo de John, pero es obviamente una trampa, Los Lobos están esperando que vayamos a caer justamente en ella. –respondió Karl.
--¿No lo vas a ayudar, él esta peleó por ti, por todos, y solo lo dejarán morir?—preguntó la chica.
--Hay gente, que no puede ser salvada.—dijo Karl.—Si tanto te preocupa puedes ir tú. Pero la milicia no te acompañará.
--No necesito que me acompañen, yo puedo sola con esto.—dijo Mikoto y luego un par de alas azules de energía rompieron la camisa de franela que utilizaba. Todos se quedaron impactados la chica entonces dio un gran salto en el aire y se fue volando en el cielo.
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