OVA 13.5|| Duelo Mexicano.


Los hombres y las mujeres continuaban gritando y aullando, un hombre con la mitad de cerebro y el doble de músculos era quien conducía la motocicleta, y la hacía derrapar en un círculo en la tierra, mientras, John era amarrado con cadenas y arrastrado como lastre por la motocicleta. Sentada sobre el cofre de una camioneta todo terreno se encontraba Alejandra Gutiérrez junto con sus guardias personales, la chica tenía un gajo de manzana que había clavado sobre la punta de su cuchillo de supervivencia utilizándolo como un pincho o un tenedor.

--¡Basta! —exclamó Alejandra, el hombre entonces frenó la motocicleta de golpe. John miró todavía mareado el cielo nocturno. Estaba lleno de estrellas esa noche, no recordaba la última vez que había visto un cielo tan estrellado...

"Desde Burma" había escuchado decir a una mujer. John entonces giró la cabeza, ahí estaba acostado junto a él una mujer de largo cabello rojo ensortijado y ojos verdes. La chica entonces movió su cabeza y los dos se encontraron. "Debió ser un duro golpe"

--Rachel. —respondió John.

"Tu motor se había quemado y caíste en medio del océano hacia una pequeña isla" al sur de Burma. "Arthur se volvió loco y nos mandó a todos a buscarte"

--Solo tu pudiste dar conmigo. —dijo John.

"Lo sé, aterricé mi avión en el lado sur de la misma isla y fui a buscarte, estabas en la playa sentado frente junto a una fogata, disfrutando de la vida" dijo la chica. "Me senté a tu lado y nos recostamos viendo las estrellas"

--Yo...yo te quería. —dijo John. —Yo te amaba...

"Lo sé, solo...solo me hubiera gustado que me hubieses dicho antes, antes de Wheeler's Peak" dijo Rachel y luego su grácil figura se desvaneció.

--¡Levántenlo! —exclamó Alejandra Gutiérrez. Y dos hombres más levantaron a John del suelo. –Juan, Juan, tienes muchas agallas para estar hablando de otra mujer justo en mi presencia. —dijo Alejandra.

--Oye, siendo sinceros. Tu sabías como era yo. —dijo John.

–Lo se. —dijo Alejandra y luego lo besó en los labios e inmediatamente le dio una patada en los testículos, John se retorció de dolor.

–Has desarrollado una serie de fetiches bien extraños desde la última vez que te vi.

--Muy gracioso, debería matarte aquí a hora mismo, justo ahorita, pero a diferencia de ti, yo si soy leal, leal a Marín, al código y a Los Lobos.

--Por favor dime que no hablas en serio, Ale, eres mejor que esto y lo sabes. —Dijo John. --Marín está loco, él no está tratando de ayudar a los demás, solo a sí mismo, Nos unimos porque queríamos ayudar a los que necesitaban ser ayudados. —dijo John.

--Si bueno, ¿dónde estuvieron ellos, cuando mataron a mi familia en México?

--Nunca antes hiciste nada por nadie más y ahora resulta que te sacrificas por un montón de gringos pendejos. Sabes que iré por ellos después de que termine aquí. —dijo la mujer.

--Solo si ganas. —respondió John.

--Bien... ¡Armen el anillo de fuego! —exclamó Alejandra. Y el resto de los lobos empezaron a vitorear y aullar. Dos hombres comenzaron a lanzar gasolina en un aro, sobre la tierra. Un hombre gordo con la cabeza rapada entró al círculo. con un pequeño cofre de madera. John y Alejandra entraron entonces y se reunieron con hombre del cofre.

--¡Las reglas son simples! ¡Dos entran! ¡Uno sale! —exclamó el hombre rapado y luego abrió la caja en el interior estaban dos revólveres cada uno. John y Alejandra tomaron un revolver cada uno El hombre entonces tiró el cofre al suelo y de su bolsillo derecho sacó dos balas, una para cada uno. Alejandra y John pusieron dentro del barril la bala. Y quitaron el seguro.

El sacerdote salió del circulo y luego pidió que encendieran el circulo. Los hombres entonces dejaron caer encendedores en la gasolina, el aro se encendió al instante. El hombre calvo entonces se dirigió a los demás miembros de la banda.

--¡Hermanos! ¡Hermanas! ¡Nos hemos reunido aquí para presenciar el duelo entre Alejandra La Leona Gutiérrez! –exclamó el hombre mientras tanto los demás miembros de la banda aullaban como señal de aprobación—Y este hombre. —dijo nuevamente el sujeto rapado, refiriéndose a John, sin embargo, la banda lo abucheó con fuerza.

--Se acabó Juan. —dijo Alejandra. Los ojos de esta brillaban ante la luz de las llamas. La chica puso su dedo sobre el gatillo del revolver. John hizo lo mismo. --¡Por cierto, Marín la tiene más grande! Entonces el tiempo se ralentizó y la chica levantó el revolver. Sin embargo, John lo levantó más rápido y disparó.

La bala impactó justo en la garganta de Alejandra Gutiérrez. Y la chica dejó caer el revolver al suelo y se sujetó la garganta, la sangre brotaba con fuerza. La chica trató de dar un paso, pero cayó y se prendió fuego cuando cayó sobre las llamas. Calcinándose ella misma.

--Te dije que había practicado. —respondió John.

--¡Mierda no!. —exclamó el hombre rapado. --¡Mierda y ahora que la ola viene en el peor momento!

--¿Qué cosa? —preguntó John.

--¡Mátenlo, maten al bastardo que mató a nuestra líder! —exclamó el hombre rapado, entonces John se dio la vuelta los hombres habían comenzado a desenfundar sus armas. John dejó caer el revólver y cerró los ojos, su historia había acabado.

Entonces se escuchó un silbido y un haz de luz azul brillante recorrió el cielo nocturno, grandes rayos de energía azul cayeron del cielo, como si fuese munición de ametralladora. Los Lobos comenzaron a correr frenéticamente.

--¡Seiken! —exclamó una de Los Lobos. La mujer entonces descendió, los Lobos comenzaron a disparar su munición, pero esta revotaba sobre el escudo de energía de la mujer. La mujer volvió a extender sus alas de energía y una segunda ronda de ases de energía volvieron a desatar el terror, al final no quedó nadie en pie, un par de Lobos habían comenzado a correr al bosque. La seiken descendió de la tierra hacia John.

--¿Por qué te tardaste tanto? —preguntó John

--Borra, esa mueca de tu rostro. —dijo Mikoto. —Solo lo hice para saldar mi deuda.—dijo la chica, tú me salvaste una vez ahora yo te salvé.

--Gracias Mikoto.—respondió John.—En serio gracias.

La chica entonces se acercó a John y lo golpeo en el estómago.

--Debiste de haberme dicho lo que estaba pasando. —dijo la chica.

--No pensé si me creías que la líder de los Silverwings era una Seiken retirada. —dijo John con voz a penas inaudible.

--No, no iba a creerte, pero, de todas maneras, eras el único en quien podía confiar allá. Dime porqué John, porque te ibas a sacrificar, por ellos, ¿por mí? —preguntó Mikoto.

--Yo no tengo una promesa que cumplir. —respondió John. —No tengo a donde regresar, ni a quien regresar. Por esa razón lo hice. Los Blaze Angels se han ido quien sabe a dónde. O tal vez ya hasta estén muertos.

--Bueno, sea como sea, no podía permitir que murieses aquí...

Entonces los dos escucharon un jadeo, era el hombre rapado, quien estaba tratando de escabullirse de la reciente masacre reptando por el suelo. John entonces se acercó a él y lo garró por el cuello de su camiseta.

--¡Adónde vas!

--Piedad, por favor piedad...--dijo el hombre.

--¡A que te referías con que la siguiente ola llegará pronto! —exclamó el muchacho.

--¡No me hagas daño! —exclamó el hombre rapado. John le dio tres puñetazos en el rostro.

--¡Habla! —John iba a darle otro puñetazo, pero el hombre se asustó y comenzó a hablar.

--California. —dijo el hombre rapado. —En el convoy que robamos días atrás había una caja de transmisiones japonesa, los convoyes iban a California para asegurar el terreno para la siguiente oleada. —dijo el hombre.

--¡Crees que me tragaré esa mierda! —exclamó John y luego volvió a amenazarlo. –California está bajo el control japonés desde hace años.

--¡No!, no todo, el sur de California todavía está libre. —dijo el hombre desesperado. John volvió a golpearlo, pero entonces Mikoto detuvo el puño de John.

--John espera...--dijo Mikoto. –Puede que tenga razón.

--¿Qué? ¿Tú sabías de la Ola?

--No, eso no, se suponía que el KwonMing atacaría desde Alaska y el Daitoteikoku descendería la quinta ola por el norte. —dijo Mikoto. —Pero...si el norte ya no fuera viable, entonces tal vez California.

--¿California? ¿quieren asegurar la costa oeste para un continuo tráfico de naves entre el imperio y América.—dijo John.

--Suena muy posible.

--Y los ataques en Nevada, Idaho, Oklahoma y Montana solo un señuelo para evitar la liberación de los estados ocupados en la costa oeste...--pensó John. Entonces John soltó al hombre rapado quien se levantó y se fue corriendo hacia el bosque. –Bueno, que estamos esperando tenemos que ir. —dijo John, Tenemos que avisarles los californianos deben saber que allá será donde caiga la siguiente Ola. —Entonces John tomó a Mikoto por el brazo, pero la chica no se movió.

--John. No puedo, no puedo ir contigo. Yo no iré en contra del Daitoteikoku. —dijo la chica.—Me salvaste, por esa razón te salve, nada más. Pero yo soy y seguiré siendo leal al imperio japonés. No los abandonare, por esa razón debes huir John, vete lejos, a la costa este si es necesario, lo más lejos posible de la quinta ola. –Dijo Mikoto.

--No puedo, sabes que no puedo. –dijo John.

--Pues yo no iré contra el imperio, contra mis amigos. —dijo Mikoto.

--Lo sé...entonces este es el adiós. —dijo John.

--Supongo que sí. —dijo la chica.

John se dio media vuelta y comenzó a caminar.

--Espera John...Yo, cuídate allá. —dijo la chica.

--Igualmente Mikoto. –respondió el muchacho y continuo caminando.

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