Capítulo 34

Poppy analizó el rostro de Jack intentando saber si había creído en su historia o estaba a punto de acusarla de haber enloquecido. Ella le había relatado el mismo cuento que su tía solía contarle antes de dormir y que había escuchado a lo largo de su vida entre las mujeres de su familia.

—Debí decirte antes —dijo para llenar el silencio—, pero esta maldición ha traído mucho dolor a mi familia. Nos afectó a mí y a mi madre, y es la razón por la que no conozco a mi padre. No es algo que las mujeres Sinclair hablemos con otros, a menos que sea necesario.

Ella se mordió el labio cuando Jack continuó sin decir nada. Tenía una expresión pensativa y los ojos entrecerrados.

—Sé qué tal vez sea imposible de creer lo que acabo de decir, pero...

—Te creo —la detuvo con suavidad—. Solo estoy ordenando mis pensamientos. Dame un minuto.

Poppy asintió, jugueteando con sus dedos nerviosos mientras esperaba. No quería presionarlo. De hecho, no había esperado que le creyera. Cuando le había contado a Gideon, él había pensado que estaba borracha. Solo le había creído cuando una de sus primas confirmó la historia.

De pronto, Jack se levantó y empezó a caminar de un lado al otro frente a ella.

—Solo para confirmar... ¿Las mujeres de tu familia tienen la habilidad de encontrar a sus almas gemelas, enamorarse a primera vista, pero no pueden conservarlas?

Tenían —lo corrigió—. Jodie rompió la maldición.

Él entrecerró la mirada.

—¿Jodie y Wes? ¿Cómo lo hicieron?

—En cada ciclo de la maldición, nosotras representábamos al hombre a quien le rompieron el corazón, y nuestra alma gemela, a la mujer Sinclair que lo abandonó. De esa forma, aquella persona siempre terminaba marchándose. Sin embargo, para Jodie y Wes fue diferente. Él se enamoró antes de ella y tomó el papel del hombre, como en el cuento original. Jodie decidió quedarse a su lado y amarlo. Eso rompió la maldición y nos liberó, dándoles la oportunidad de tener un final feliz.

—¿Y ninguna otra mujer ha vuelto con el alma gemela que perdió?

Poppy negó, recordando las discusiones en las reuniones familiares.

Jack siguió caminando y su expresión se volvió aún más concentrada, como si sospechara que había algo que ella todavía no había dicho pero no pudiera discernir qué era.

—Dijiste que también te afectó a ti. ¿Eso quiere decir que ya conociste a tu alma gemela?

Poppy capturó su labio inferior y lo mordisqueó con nervios, presintiendo hacia dónde se dirigía Jack.

—¿Poppy?

—Sí —respondió, tragando saliva.

—¿Y por qué me lo cuentas ahora? ¿Qué tiene que ver todo esto con Gideon Saun...?

Entonces comprendió todo. Jack frenó su andar y sus miradas se conectaron en medio de un silencio tenso, asfixiante y casi doloroso. Al cabo de unos segundos, Jack esbozó una tenue sonrisa y tomó un largo trago de la botella.

—Por supuesto, él es tu alma gemela...

Poppy se estremeció. Era muy extraño oír eso viniendo de él, se sentía como un error. Incluso su voz sonaba mal, como miserable.

—¿La primera vez que viste a Gideon te enamoraste de él?

Aquella pregunta... Poppy no sabía si era más difícil para ella responderla o para él hacerla.

De pronto, ya no quería seguir hablando, pero Jack esperaba una respuesta. Ella asintió con una ligera cabezada.

—¿Él lo sabe?

—Sí.

«Aunque nunca debí decirle sobre la maldición».

—¿Por eso volvió?

—Sí.

Jack bebió otro trago de whisky y caminó de aquí para allá por varios segundos. Aunque su rostro era inexpresivo, las señales en su cuerpo delataban sus sentimientos. Poppy podía ver que algo le molesta y preocupaba.

—¿Entonces tú y Gideon son como Jodie y Wes?

—No —declaró ella con vehemencia—. Nosotros no somos como mi prima y su esposo. Su relación no fue sencilla, tuvieron altibajos, pero los resolvieron juntos. Mi historia con Gideon es diferente. Él rompió mi corazón y me dejó.

Jack encontró su mirada.

—También quiero oír esa historia —pidió.

Poppy suspiró.

—¿Estás seguro? —preguntó porque ella no lo estaba—. Podríamos discutirlo después.

Él insistió. Dejó la botella en la mesita frente a ella y regresó a su lado. Bajo la determinación en su mirada, Poppy supo que no podría evitar ese momento. Soltó una lenta exhalación y dejó que su mente evocara el pasado.

—Gideon y yo nos conocimos en un campamento de verano cuando éramos niños. No sentí nada por él en ese momento, pero nos volvimos amigos a la distancia. A veces hablábamos por teléfono o chateábamos; y así empecé a desarrollar sentimientos por él mientras crecíamos.

»Pasamos cinco años sin vernos. Estaba a punto de graduarme cuando decidí que quería confesarle que me gustaba. Así que ideé un plan y lo invité a mi fiesta de graduación. Sabía que corría el riesgo de que me rechazara, pero... sentía que era lo correcto.

—Hubiera sido un idiota si lo hubiera hecho. —Ella lo miró—. Vi la foto, ¿recuerdas? Estabas preciosa esa noche.

Poppy experimentó una extraña punzada en el pecho. Podría haber sido causada por su cumplido o por la forma en la que lo dijo, como si se sintiera frustrado por no haber estado allí.

Para aliviar aquel malestar, continuó:

—Él fue y yo lo vi, en medio de la pista de baile de la discoteca y... —Poppy se encogió de hombros—. Supe que no tenía que preocuparme. Incluso aunque la maldición familiar fuera mi sombra, estaba muy feliz. No quería huir, quería elegirlo a él.

»Después de esa noche, tuvimos dos años buenos. No fue fácil. Mi mamá murió unos meses después y la familia de Gideon, su abuelo, se oponía a su relación conmigo. Pero ignoramos todo. Solo nos preocupábamos por nosotros. Y creí que nuestro amor sería invencible, por eso acepté casarme con él.

—¿Ibas a casarte con él? —No era una acusación; más bien, un reflejo casi desesperado—. ¡Pero si apenas eras una niña!

—Lo sé. Tenía veinte años. Pero luego de la muerte de mi madre, me sentía sola. Aunque mi abuela y mi tía estuvieran allí, me sentía a la deriva. Yo quería algo sólido, un ancla, y Gideon era mi alma gemela. Pensé que era lo correcto. Además, íbamos a vivir juntos y a tener una enorme familia. Era joven, ingenua y estúpida. Creí que como él ya había desafiado a su familia con el compromiso, todo estaría bien y tendría mi final de cuento de hadas, aun con la maldición.

—¿Qué sucedió?

Poppy enmudeció. Habían pasado años y, sin embargo, seguía sin ser fácil abrir su corazón sobre ese fragmento de su pasado.

—Dos semanas antes de la boda, estábamos cenando, cuando dijo que ya no iba a casarse conmigo. Estaba en shock. Después de todo el esfuerzo que habíamos hecho... No lograba entenderlo. Esa noche estaba lloviendo, pero, aun así, lo seguí y le supliqué que no me dejara, pero él dijo que yo no era suficiente, que para reparar las cosas debía volver a nacer en una familia rica y no ser huérfana.

Poppy todavía recordaba aquel momento. Y no solo estaba en su memoria, sino en el dolor apagado en su corazón. Esas pequeñas astillas aún escocían y mantenían abierta la herida.

—Luego desapareció. Supe que se había marchado a Canadá y, poco después, se casó con una heredera o algo así. En ese momento, acepté que no iba a volver. Empaqué todas sus cosas y las envié a su casa. Después no supe nada de él o de su familia hasta hace un par de meses que vi que su abuelo había muerto —concluyó.

—Y ahora Gideon está de vuelta —dijo Jack, enfatizando los hechos más recientes—. Divorciado y arrepentido por todo, esperando que vuelvas con él porque son almas gemelas.

Poppy asintió y ambos se mantuvieron en silencio, inmersos en sus propios pensamientos. Ella le echó una mirada de soslayo y estudió su rostro inexpresivo.

Su tía le había dicho que se preparara para una reacción positiva o negativa de su parte. Poppy había pensado que esa conversación iría mal en algún momento, considerando el lado impulsivo de Jack y su desagrado por Gideon, pero él parecía muy calmado al respecto. Sin embargo, Poppy no podía alejar el presentimiento de que algo no estaba bien.

Estaba a punto de sostener su mano cuando Jack se levantó de forma inesperada. Poppy le dirigió una mirada curiosa.

—Dame solo un segundo —pidió, y abandonó la sala.

Poppy se sintió confundida, pero no lo detuvo. Esperó, pensando que él podía estar en el baño o que había recordado que debía hacer una llamada importante. Al menos eso creyó hasta que escuchó la puerta cerrarse.

—¿Jack?

Quizá había imaginado el sonido y él seguía allí, en algún lugar.

Pero nadie respondió y, cuando Poppy buscó en el departamento, descubrió que estaba sola.

¿Se había marchado? ¿A dónde? ¿Por qué?

Poppy fue tras él y vio el ascensor en funcionamiento. Sin saber qué más hacer, bajó corriendo las escaleras para interceptarlo, pero cuando llegó al vestíbulo, Jack había desaparecido.

Poppy recibió la llamada a medianoche cuando estaba acostada en su cama, sin poder dormir. No reconoció el número, pero estaba preocupada por Jack, así que no dudó.

Era Piper, la relacionista de Jack.

«¡Oh, no!»

—¿Qué dices? —espetó Poppy perpleja cuando escuchó la razón de su llamada.

Poppy colgó, salió de la cama y se cambió el pijama por un par de jeans y un suéter de lana. Luego tomó su celular, las llaves y esperó en el vestíbulo, dando vueltas, inquieta y preocupada.

Diez minutos después, un mini cooper plateado se detuvo en su puerta. Poppy lo abordó y se encontró con el aspecto rígido de Piper. La mujer no dijo nada. Al contrario, le ofreció un celular antes de poner el auto en marcha. Poppy activó el video en el que se podía ver con claridad a Jack en medio de una pelea en la calle.

Su corazón dio un vuelco.

Ahora sabía por qué había desaparecido del departamento.

—¿Mucha gente lo ha visto? —preguntó con voz débil.

—Oh, sí. Alguien lo subió a internet hace como tres horas y mañana estará en todos los programas de farándula.

Poppy se preguntó cuánto terror y desesperación reflejaba su expresión porque el rostro de Piper se sosegó y se apresuró a decir:

—No tienes que preocuparte tanto. Este mundo funciona así. Estoy acostumbrada.

—¿Podrás arreglarlo? —preguntó Poppy, tragando con fuerza.

—Por supuesto. Soy muy buena en mi trabajo, por eso la escudería me contrató. Sin embargo, eso no quiere decir que no desee golpear a Jackson con un bate en la cabeza cuando su imagen iba tan bien.

Poppy se mordió los labios, sintiéndose responsable. «Es mi culpa», pensó. «No debí contarle todo de esa forma».

—Lo siento.

—No es tu culpa —garantizó Piper con un amago de sonrisa—. Este es Jack siendo Jack. Ha cambiado, pero sabía que tarde o temprano tendría un desliz. Así que no te agobies. A todos les sucede.

—¿Qué haremos?

—Su abogado está en Francia, así que yo me encargaré de sacarlo de allí. Habla con él. Si está calmado, me será de ayuda.

Poppy asintió.

El resto del trayecto fue en silencio. Poppy estaba inmersa en sus pensamientos mientras Piper hablaba por teléfono sin parar.

Cuando llegaron a la estación de policía, había un grupo de paparazzis cerca de la entrada. Poppy se inquietó.

—Necesitarás esto —dijo Piper, tendiéndole una gorra—. No es el mejor momento para descubrir tu identidad. Un chisme a la vez. —Le guiñó un ojo.

Piper se colocó unas gafas oscuras, estiró las arrugas inexistentes de su elegante traje azul y salió del auto. Lideró el camino, moviéndose sin vacilar y con vehemencia. Ignoró a los paparazzis y entró en la comisaría como si le perteneciera. Poppy se apresuró a ir detrás de ella, usándola casi como un escudo.

Para ser medianoche, el ambiente era activo en la estación de policía de Belgravia. Piper se acercó a la recepción y empezó a platicar con un policía. Ella le aseguró que se encargaría de la fianza y el papeleo, así que Poppy siguió a otro oficial para poder ver a Jack.

Su estómago parecía dar vueltas, sentía náuseas y un nudo en la garganta que solo empeoró cuando se detuvo frente a dos celdas contiguas y reconoció los rostros de ambos hombres frente a ella.

Jack y Gideon le devolvieron la mirada.

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