Capítulo 33
Poppy entró en la lujosa cafetería en Belgravia y se sentó en la mesa más apartada. Un camarero se acercó a tomar su orden, pero ella solo pidió un vaso de agua. No estaba allí para comer ni para disfrutar el ambiente elegante.
Consultó la hora y esperó mientras sus dedos golpeaban la mesa con un ritmo inquieto. Sus ojos no se despegaron de la puerta hasta que Gideon entró.
—Poppy —dijo al verla.
Los labios de Gideon se extendieron en una sonrisa amplia que iluminó su rostro, atrayendo las miradas de más de una mujer presente en el local.
Poppy entrecerró la mirada, preguntándose cómo podía sonreírle así, como si nada.
Gideon se detuvo frente a ella y se desprendió de su largo abrigo, dejando a la vista un impecable traje gris que lucía costoso. Poppy no esperaba menos del nieto de un ex-banquero.
—Gracias por venir —dijo, ocupando el asiento libre—. Sé que esta siempre fue tu cafetería favorita, así que pensé que te gustaría que nos encontráramos aquí.
Poppy no respondió, a pesar de que sus palabras eran erradas.
Esa no era su cafetería favorita. Nunca lo había sido. Era su cafetería favorita. Poppy siempre había accedido a ir, aunque le incomodara el ambiente tan refinado, solo para hacerlo feliz.
—Me sorprendí cuando llamaste —continuó mientras estudiaba el menú forrado en cuero—. Estaba pensando en ir a verte al refugio en unos días.
Por supuesto que lo había llamado, no solo porque quería finalizar ese asunto con él, sino porque no había querido que apareciera en el refugio y causara otra entrada sorpresa como en la casa de su tía.
—¿Ya ordenaste? Disculpa el retraso, pero tuve que resolver unos asuntos en el trabajo y...
—Gideon, ¿qué estás haciendo aquí? —lo interrumpió, mirándolo fijamente.
Él levantó la mirada y Poppy lo enfrentó, manteniéndose firme, aunque su corazón latía con nervios.
—¿Estoy buscando un postre? —bromeó.
Poppy hizo una mueca. Él sonrió un poco divertido, aunque sus ojos grises no reflejaban nada.
—Ya no te parezco gracioso, ¿verdad?
—Gideon...
Él dejó el menú sobre la mesa y encontró su mirada.
—Quiero recuperarte, Poppy. Ya te lo dije antes. Quiero que volvamos a estar juntos. Quiero una nueva oportunidad.
Sí, él había dicho eso antes, pero Poppy todavía no podía creer que todo eso no fuera más que un juego. Debía serlo. Caso contrario, sería un acto aún más cruel que el haberse ido.
—¿Acaso esto es una broma? —soltó Poppy, considerando la situación con seriedad—. Porque no sé si recuerdas que tú me dejaste. Te fuiste, Gideon. Apenas me diste explicaciones. Tú...
—Yo sé lo que hice. Cometí un error.
—¿Un error? —se burló.
Poppy quería ser imparcial y mantener la calma, pero era difícil no querer reventarle el menú en la cabeza.
—¡Tú me humillaste! —lo acusó—. Íbamos a casarnos en menos de dos semanas. Me abandonaste y te casaste con otra mujer. Eso no fue un error. ¡Fue un acto despiadado y muy cobarde!
Gideon tragó saliva. Su rostro se tornó pálido y sorprendido, como si no hubiera esperado que ella reaccionara así.
Poppy desvió la mirada y calmó su respiración, ignorando las miradas curiosas a su alrededor. Gideon se recuperó rápido; su semblante se volvió sereno y sus ojos, amables.
—Sé que nada de lo que diga va a hacerte sentir mejor y que estás enojada y dolida por todo. Tienes derecho a estarlo, pero debes escucharme.
Poppy se cruzó de brazos, esperando con el cuerpo rígido y su genio pendiendo de un hilo.
—Nunca quise dejarte —empezó—. Nunca quise casarme con Peony, pero mi abuelo... Tú sabes cómo era vivir bajo su autoridad. Controlaba el banco, a la familia, a mí. Tuve que casarme con ella por política, pero nunca nos quisimos. Ahora que soy libre de mi abuelo y mi hermano tomó el control del negocio, todo ha cambiado.
»Te mentí antes: no volví por trabajo. Estoy aquí por ti. Siempre estuve enamorado de ti. Nunca he vuelto a ser feliz con nadie como lo fui contigo. Eras diferente, Poppy. Sé que aún lo eres. Y no he conocido a nadie como tú, lo que prueba el vínculo que tenemos. No puedo escapar de ti. Por eso volví, para intentarlo de nuevo.
Poppy se tomó un minuto para meditar sus palabras. Años atrás, ese discurso era justo lo que ella había esperado escuchar luego de que él milagrosamente regresara a su lado. Incluso había imaginado la forma en que estaba mirándola ahora.
Todo era igual a como ella lo había imaginado. Solo había un detalle: sus palabras no le provocaban nada.
—Gideon, esto es una insensatez —reafirmó Poppy, pasándose una mano por el rostro—. Han pasado años desde que estuvimos juntos. Muchas cosas han cambiado. No soy la misma de antes y...
—Estás saliendo con Jackson.
Poppy no dijo nada.
—¿Cómo lo conociste? ¿Cómo pudo convencerte de que estuvieras con él? —inquirió con frustración—. ¡Ustedes no tienen nada en común! Son polos opuestos. Pertenecen a estatus diferentes y tú...
—¿Y no soy suficiente para él, como no lo fui para ti?
—No iba a decir eso. Eres demasiado buena para él —sentenció con sus ojos brillantes—. Y tú si eras suficiente. Eres aún más increíble que antes. No solo sigues siendo hermosa, sino fuerte y compasiva. Incluso después de lo que escuché sobre Savone...
—No quiero hablar sobre eso —declaró, apretando los dientes—. No estuviste aquí. Fue mi batalla, no la tuya. Así que no es tu problema.
Gideon suspiró.
—Poppy, me gustaría que nada de esto hubiera ocurrido y sé que muchas cosas han cambiado, pero sigo siendo tu alma gemela.
Ella lo miró.
—¿Nunca te detuviste a pensar que todo lo malo que nos ocurrió pudo haber sido por la maldición?
—¿Ahora quieres culpar a la maldición por tu error? —replicó Poppy, irguiendo una ceja muy despacio.
—Claro que no, pero sabías que, tarde o temprano, ibas a perderme. Y lo hiciste, pero ahora volví y no me importa la maldición.
Poppy prefirió guardarse el detalle de que ya no existía la maldición. No era algo que quisiera compartir con él, y se dio cuenta de que hablarle de la maldición en aquel tiempo tampoco había sido una buena idea.
—Soy el hombre predestinado para ti, el único al que amarás por completo —declaró casi con solemnidad—. Estar separados no cambia nada. Seguimos teniendo ese vínculo especial que nos llevará de vuelta a cada uno.
¿Ahora era un romántico?
Poppy sonrió de lado.
—¿Este es algún tipo de chantaje emocional?
Gideon frunció el ceño.
—¡No, Poppy! —se quejó, mostrándose herido—. No estoy intentando manipularte. Solo quiero que aceptes que todavía sientes ese vínculo entre nosotros.
Poppy no respondió. Podía ser todo lo terca que quisiera cuando estaba molesta. Y él también lo sabía. Por eso Gideon exhaló despacio mientras se pasaba una mano entre los mechones rubios para empujar el cabello fuera de la frente. Luego sus ojos enfrentaron los suyos con un brillo casi taimado.
—Entiendo tu resentimiento, así que niégalo, si quieres. Pero... ¿podrás amar a Jackson, aún sabiendo que soy yo a quien perteneces, que soy yo quien te amará por siempre? ¿Crees que eso es justo para él, aunque sabes que nunca dejarás de amarme?
Sus palabras fueron como un balde de agua, pero en lugar de enfriar su temperamento, lo avivó.
—Esta conversación se terminó —masculló indignada, y se levantó.
Gideon sonrió sin gracia.
—Ahora eres tú quien huyes —la acusó, manteniendo la compostura—. Acepto mi pecado, Poppy. Cometí un terrible error y la consecuencia, la peor tortura, será aceptar que estás con Jackson y ver cómo te lastima.
Poppy detuvo sus pasos y lo miró sobre el hombro, conteniendo la respiración.
—Eres inteligente, Poppy. Sé que sabes que Jackson Foster es un riesgo porque hombres como él están rodeados de mujeres, son seductores y tienen mala reputación. Tú no eres así. Eres especial. Solo te aferras a él porque te atrae que sea opuesto a ti. Eso te hace sentir viva, calma tu impulsividad, pero también te hace sentir insegura. Por eso sé que no le has dicho sobre nosotros.
Poppy apretó las manos. Quiso regresar y golpearlo, pero no quería darle la satisfacción de dejarle saber qué tan profundo se había metido bajo su piel con esa verdad.
Sin responder, dio la vuelta y se alejó.
—Cuando él te falle, yo estaré aquí —escuchó desde lejos antes de abandonar la cafetería.
Las palabras de Gideon, cada palabra, se repetían sin cesar en su mente mientras conducía el Beetle hacia Mayfair.
«¿Podrás amar a Jackson, aún sabiendo que soy yo a quien perteneces...? ¿...aunque sabes que nunca dejarás de amarme?»
Poppy apretó el volante con fuerza.
Gideon había ido demasiado lejos. Y, dijera lo que dijera, ella sabía que había intentado chantajearla emocionalmente. Caso contrario, ¿por qué arrojaría esas palabras en la cara de alguien a quien todavía alegaba querer?
Al menos ahora Poppy podía estar segura de que su temor a tener sentimientos ocultos por él no era más que el reflejo de sus inseguridades.
Porque Poppy Sinclair no quería a Gideon Saunders.
Y era claro que él estaba demente si creía que, fuera su alma gemela o no, ella iba a aceptarlo de vuelta, tragándose sus excusas, para volver a entregarle el corazón.
Tan solo la idea de que él esperara eso de ella hacía que su estómago se revolviera.
¿No entendía que ya no era la misma joven ingenua? ¿No se daba cuenta de que seguía lastimándola? ¿Cómo era posible que un alma gemela se comportara así? Poppy no lograba entenderlo.
«Sé que no le has dicho sobre nosotros».
Ella se mordió el labio inferior.
Aquello la había enfurecido porque Gideon tenía razón. Y no podía evitar sentirse frustrada y culpable, pero...
Eso no seguiría así por mucho tiempo.
—Buenas tardes, Fred —saludó Poppy al amable portero de Mayfair Hills.
—Señorita Poppy —replicó Fred con una sonrisa—. El joven Foster no se encuentra.
Poppy detuvo sus pasos hacia el ascensor, sorprendida.
—Jack dijo que iba a estar en casa.
—Ha estado saliendo antes del anochecer desde hace unos días. Aunque siempre vuelve solo y sobrio —agregó de inmediato como si pensara que había dicho algo comprometedor.
—Está bien, Fred —dijo Poppy, y le ofreció una sonrisa tranquilizadora—. Si no te molesta, lo voy a esperar aquí.
—¿Le gustaría un té?
—Por favor.
Poppy eligió el sillón más cercano a la chimenea y se hizo un ovillo, disfrutando de la calidez y tranquilidad del vestíbulo. Fred le ofreció una taza y Poppy tomó tragos cortos, agradeciendo el sabor dulce y el calor reconfortante en su vientre.
—Poppy.
Ella abrió los ojos y aquel murmullo se repitió mientras sus sentidos despertaban de a poco hasta distinguir el rostro de Jack.
—Te quedaste dormida.
Poppy lo miró, pero sus párpados pesaban y volvieron a cerrarse. Escuchó la suave risa de Jack y luego sus brazos la levantaron, acunándola con su cuerpo. Su rostro buscó el hueco de su cuello mientras él caminaba hacia el ascensor y después se desplazaba por su departamento.
Jack acomodó su cuerpo en el sofá alargado de la sala y se unió a ella. Poppy sonrió cuando él repartió besos por todo su rostro, dejando su boca para el final.
—¿Dónde estabas? —le preguntó, saliendo de su somnolencia—. Creí que estarías en casa.
Él la observó y detuvo sus besos a medio camino.
—Solo salí a resolver un asunto —respondió, aclarándose la garganta—. Algo de la escudería. Estos últimos días tuve que ir a unas pruebas.
—¿Todo está bien? —inquirió Poppy, preocupada.
Sabía que su trabajo era muy importante para él y que las cosas estaban mejorando. Quizá podría regresar a competir en la siguiente temporada. Jack lo creía y Poppy no quería que se decepcionara.
—Todo está bien —aseguró.
Poppy sonrió, conforme, antes de darle otro beso.
—¿Vienes del refugio? —preguntó Jack.
Poppy dejó de besarlo y tragó saliva. No podía mentir ahora. No quería mentir. Estaba allí para ser honesta.
—Me reuní con Gideon.
Ante su declaración, la mandíbula de Jack se tensó y sus ojos se oscurecieron. Poppy le sostuvo el rostro antes de que pudiera alejarse.
—Sé que no te agrada, pero tenía que hablar con él —aseguró con calma.
—No es que no me agrade, solo tengo la necesidad de golpearlo en la cara cuando lo veo.
Eso la hizo sonreír un poco.
—Entiendo que puede ser difícil, pero, por favor, no lo hagas.
Jack hizo una mueca antes de darle un último beso y levantarse para caminar hacia la cocina. Poppy se sentó y lo miró en silencio mientras él abría una cerveza que sacó de su nevera.
—De cualquier forma, me reuní con él y...
—¿Intentó convencerte de que le des otra oportunidad? ¿O te dijo que soy un mujeriego con muy mala reputación y que tarde o temprano te lastimaré?
Poppy pestañeó varias veces, perpleja e impresionada de que hubiera adivinado.
—¿Cómo...?
—Es muy típico de su tipo —respondió Jack con un encogimiento de hombros.
—¿Su tipo?
—El héroe perfecto —contestó, sin ocultar su desagrado—. Nunca aceptará que alguien que considera inferior se quede con la chica, incluso después de que él le rompió el corazón —terminó en un murmullo amargo.
—¿Cómo sabes que fue él quien rompió mi corazón? —preguntó Poppy con el corazón inquieto—. Puede haber sido algún otro.
Jack esbozó una lenta sonrisa, muy certera.
—Porque tuve la desgracia de conocerlo y convivir con él.
Su mirada se mantuvo sobre ella, hasta que Poppy lo admitió.
—¿No te parece tan pequeño el mundo? —continuó Jack, luego de darle un largo sorbo a su cerveza—. De todos los hombres, tenía que ser Gideon Saunders.
Poppy se mordió el labio inferior.
—¿Estás segura de que no quieres que lo golpee?
Ella negó. Jack resopló.
—Al menos dime que aclaraste las cosas y ya no tendremos que preocuparnos por él.
Poppy volvió a morderse el labio. Jack detuvo la botella a medio camino y bajó la cerveza.
—No me gusta esa cara —soltó y, esta vez, sonaba inquieto.
—Tenemos que hablar.
—Preferiría hacerte el amor en este mesón.
—Es importante —insistió Poppy con su tono más serio.
—Creí que amarnos físicamente y probar hipótesis también era importante.
—Jack...
—¡Ya escuché! —exclamó antes de darle la espalda y empezar a abrir los gabinetes de la cocina—. Espera, creo que tengo un whisky escocés para ocasiones especiales.
A Poppy no le gustaba tener que ponerlo en esa posición y provocarle inquietud, frustración o enojo, pero necesitaba ser sincera con él. No podía esperar. Tenía que ser esa noche o perdería el valor.
Sin dudarlo, se acercó y tomó su mano para llevarlo de vuelta al sofá. Sus ojos permanecieron sobre ella y le provocaron nervios, pero Poppy se tragó el nudo en la garganta y dijo:
—Para que entiendas todo, tengo que contarte una historia sobre una familia con una maldición muy peculiar.
Como respuesta, Jack destapó el whisky y bebió un largo trago.
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