Capítulo 30
Poppy estaba feliz y no podía ocultarlo.
En el refugio, varios colaboradores lo percibieron y mencionaron que lucía radiante o que su sonrisa era alegre y contagiosa. Ella no comentó nada al respecto, pero en secreto no podía evitar sentirse emocionada.
¿Quién hubiera imaginado que pensar en Jack como su novio le causaría tanta dicha?
Poppy se atrapó el labio inferior entre los dientes, ocultando otra sonrisa, mientras intentaba reparar una jaula del área de adopción. A su lado, Bobby sostenía una cinta de papel en el hocico, que a veces deslizaba hacia ella con la pata como si creyera que de esa forma podría repararla. Ella le acarició las orejas y continuó con su tarea, tarareando una canción.
Hana la encontró así y se cruzó de brazos. Su expresión era curiosa.
—¿Por qué estás tan risueña? —cuestionó.
Poppy fingió inocencia.
—¿De qué hablas? Actúo como siempre.
—¿Y esperas que crea que estás tarareando I Just Want to Be Your Everything, tu canción de amor favorita de los setenta, solo porque sí?
Hana levantó una ceja y entrecerró la mirada, como si así pudiera detectar mentiras.
—Presiento que hay algo que no estás diciéndome, pero que vas a contarme ahora mismo.
Poppy rio y ambas se acomodaron en el piso, en una esquina apartada del área de adopción, para hablar.
—Estoy saliendo con Jack —confesó, luego de una larga pausa para causar expectación.
—¿Recién? —replicó Hana, casi decepcionada.
—¿Cómo que «recién»?
Su amiga rio ante su perplejidad.
—¡Por favor, Poppy, llevan mirándose con ojos anhelantes desde aquel día en que anunció que sería benefactor! Así que no me sorprende. De hecho, llegué a pensar que se veían a escondidas.
Las mejillas de Poppy se calentaron.
—Te lo habría dicho —se quejó.
—Pues eso no lo sé —refutó Hana con una mirada suspicaz—. Pero lo que sí sé es que desde que llegó al refugio, Jack siempre estaba cerca de ti, haciéndote reír o enojar. Y, a pesar de que te quejaras de su presencia, tú parecías muy feliz. Y eso me hacía feliz —agregó Hana con una sonrisa cariñosa.
—Te quiero —dijo Poppy, sintiendo una sensación de calidez y nostalgia en el pecho.
—Y yo a ti —contestó su amiga—. Y por eso quiero más detalles.
Poppy le contó todos los detalles que Hana quiso mientras acariciaba las orejas de Bobby, que había recostado la cabeza sobre su muslo para descansar.
—¿Jack... te agrada? —preguntó Poppy al final.
Quizá era tonto, pero necesitaba conocer su opinión sobre él. Hana no era cualquier persona, era su mejor amiga. No quería que dos personas importantes en su vida se llevaran mal.
Ante la pregunta, Hana adoptó una posición seria, como si estuviera meditando su pregunta.
—¿En serio me estás preguntando si me agrada el hombre que nos ayudó a cerrar un trato casi imposible con Fusion Paws y a conseguir prótesis necesarias para asegurarles una vida más feliz a nuestras mascotas?
Poppy se rio. Sí, su pregunta había sido muy idiota.
—Estuve a punto de obligarte a besarlo ese día —comentó, uniéndose a sus risas.
«Yo estuve a punto de besarlo», pensó al recordar ese momento.
—Además, adora a Bobby. Si no fuera casi tuyo, ya lo habría adoptado.
—El sentimiento es mutuo —afirmó Poppy, acariciando la pata del can que tenía la bota ortopédica—. Bobby también se encariñó rápido con él.
Bobby la miró con sus ojos claros y le lamió la mano. Su corazón se conmovió.
—Mientras que a Gideon no le gustaban los animales —susurró su amiga entre dientes.
—Hana... —empezó Poppy con desaprobación.
—Está bien, está bien, no iré por ese camino. —Hana levantó las manos en un gesto inofensivo—. Solo diré eso.
Poppy esbozó una débil sonrisa y alejó de su mente cualquier pensamiento sobre el pasado.
—Por cierto, mis padres ya conocieron a Yves.
La declaración fue repentina y Poppy se sorprendió. Sabía que Hana llevaba semanas buscando el mejor momento para anunciarles su romance a sus padres.
—¿Y cómo te fue? —preguntó emocionada.
—Estoy segura de que mi mamá ya está buscando lugares donde celebrar nuestra boda.
Poppy chilló y le apretó la mano.
—¿Tan buena primera impresión le dio?
—Lo aman. No sé porque me sentía tan insegura —contestó Hana, poniendo los ojos en blanco—. Mi mamá le preguntó su fecha de nacimiento y mi papá lo invitó a conocer a mis abuelos.
—¿Pero ellos no están en Seúl?
Hana asintió.
—Mis padres siguen allá por su investigación. Estamos planeando un viaje en un par de semanas.
—¡Eso es extraordinario, Hana! —exclamó Poppy, sonriente—. También estoy feliz por ti.
El rostro de su amiga se dulcificó y su piel pálida apenas pudo esconder el sonrojo en sus mejillas. Sus ojos oscuros apenas lograban contener sus emociones.
—¿Qué hay de Haru? —curioseó Poppy—. ¿Ahora que volvió a Londres ya se conoció con Yves? ¿Le agradó?
—¿Que si le agradó? —Hana bufó—. Ayer tuvieron una sesión de jiu jitsu privada para entrenar. Haru dice que lo aprueba porque es el único de mis novios al que no ha podido darle una paliza.
Poppy rio y Hana la abrazó, pasando un brazo sobre sus hombros.
—Parece que el amor por fin nos sonríe —murmuró Hana, juntando sus cabezas.
—¿Estás asustada? —preguntó Poppy, luego de una pausa.
—Como no tienes idea.
Entonces se miraron y rieron.
Por la tarde, Poppy salió del refugio y condujo el Beetle hacia un supermercado en Mayfair. Ese día no tenía más trabajo, así que Jack y ella habían decidido repetir la velada de hacía tres noches y cenar juntos, pero esta vez en su departamento.
Mentiría si dijera que la idea no la ponía nerviosa. Cada vez sentía que podía resistirse menos a Jack.
Poppy esbozó una sonrisa y su tarareo volvió mientras hacía las compras necesarias.
—¿I Just Want to Be Your Everything? —escuchó detrás de ella.
Poppy se sobresaltó y giró el cuerpo para encontrarse con Yves. Él estaba vestido de forma informal, con unos jeans, una camisa celeste y unos tenis. Su sonrisa se agrandó, iluminando las facciones masculinas de su apuesto rostro.
—Esto debe ser una gran casualidad —dijo Poppy, luego de saludarlo—. Hoy estuve hablando con Hana sobre ti.
—Espero que cosas buenas —replicó con un guiño.
Poppy sonrió.
—Me contaron de tu sesión privada de jiu jitsu. No me imaginaba que supieras.
—Aprendí en la universidad mientras me preparaba como fisioterapeuta —explicó con humildad—. Mi padre decía que nunca sabría para qué podría usarlo, así que era mejor estar preparado.
—Pues tu padre tenía razón. Diste una muy buena impresión —declaró ella mientras se movían entre los pasillos del supermercado—. Los señores Baek puede que parezcan serenos y algo despistados, pero son muy perspicaces y confían en sus instintos. Aunque, si logras agradarles, serán las personas más amorosas y atentas contigo.
Yves estudió su rostro.
—Les tienes aprecio.
Poppy bajó la mirada, recordando el pasado.
—Me aceptaron desde el principio —declaró con una leve sonrisa que no hacía justicia al cariño que sentía por ellos—. Fueron muy buenos conmigo durante la escuela, el colegio y la universidad. Nunca me juzgaron o fueron indiferentes. Tuve suerte de conocer a Hana y a su familia.
Yves sonrió.
—Haré mi mejor esfuerzo —prometió.
Poppy se detuvo y lo miró fijamente.
—Sé que lo harás o, de lo contrario, quemaré el gimnasio —dijo con una sonrisa radiante.
El discurso de amiga protectora y peligrosa nunca estaba de más, aunque quisiera mucho a Yves. En lugar de tomarlo a mal, él echó la cabeza hacia atrás y empezó a reírse. Poppy se sintió más tranquila y continuó su camino.
—A mi también me dijeron que habías robado corazones —comentó.
Poppy le dio un breve vistazo, confundida, mientras evaluaba un par de zanahorias.
—Hablé con Avery hace un par de días. Quería saber cómo se había comportado Jack en la boda y, al parecer, todo salió bien gracias a ti.
Ella se sonrojó.
—Solo fui amable —aseguró.
—Estoy seguro de que hiciste más que eso, y te lo agradezco. Ya no sabía cómo ayudar a Jack. Él no me escuchaba.
Poppy detectó el desasosiego en su voz, igual que otros sentimientos. Por eso escuchó con paciencia.
—Wes y yo estábamos preocupados por él. Es un buen piloto, su talento es innato, pero estaba permitiendo que sus demonios se apoderaran de su vida. Se estaba saboteando a tal punto que terminaría arruinando su brillante futuro.
—Me esforcé por escucharlo cuando estuvimos allá —dijo Poppy con el corazón intranquilo—. No creí que confiaría en mí, pero me sorprendió.
—A veces solemos abrirnos con las personas que menos nos conocen porque son desconocidos que creemos que no nos juzgarán.
Poppy le dio la razón.
—Eres buena para Jack —sentenció con una ligera sonrisa—. Sé que es así porque lo he notado más tranquilo desde que volvió de Escocia. Ha estado más concentrado en su entrenamiento, ya no sale cada noche, no ha tenido un escándalo en semanas y está apoyando al refugio. Esta estabilidad es algo que necesita para poder sanar. Creo que enamorarse de ti es una de las mejores cosas que ha hecho.
—¿Cómo...? —preguntó con las mejillas calientes.
—Hana —respondió un poco divertido—. Tuvo que decirme la verdad cuando le dije que no le daría la dirección de Jack para que fuera a intimidarlo.
Poppy rio.
—Sé que pondrás sus pies sobre la tierra, solo no le lances pelotas u otras cosas a la cabeza. Tiene que estar en su mejor estado para competir.
—¡Él se lo merecía! —se quejó Poppy, riendo.
Diez minutos después, se despidieron en la entrada del supermercado. Yves tenía que recoger a Hana en la clínica veterinaria y Poppy continuó su recorrido. Antes de ir a Mayfair Hills, pasó por la farmacia para conseguir su medicación para control de natalidad. Tenía ese mes cubierto, pero nunca estaba de más estar preparada.
Hana le había recomendado una marca de pastillas luego de que Poppy le pidiera ayuda. Ella llevaba mucho tiempo sin utilizar un método anticonceptivo regular, pero sabía que era necesario para prevenir cualquier embarazo imprevisto. Además, siendo aún más sincera, en ocasiones, Jack y ella solían olvidarse de los condones. Por eso, lo mejor era ser precavida.
Poppy continuó hacia el departamento de Jack. Dejó el Beetle estacionado afuera y cargó su bolso y las fundas con compras. Fred le abrió la puerta y Poppy correspondió su sonrisa amable, luego de saludarlo.
—¿Usted y el joven Foster ya están saliendo? —preguntó, como en cada visita, mientras la ayudaba con las compras hasta el ascensor.
—No responderé a eso, Fred —dijo Poppy con una sonrisa secreta.
—Mi intuición nunca falla —declaró él con un guiño antes de que la puerta del ascensor se cerrara.
Poppy llegó al penthouse y observó la puerta al final del pasillo. Ella se acercó y tocó el timbre, mordiéndose los labios. Revisó su aspecto con un breve vistazo mientras una sensación de expectación y nervios se agitaba en su vientre.
Era la primera vez que estaría en el departamento de Jack, su espacio personal y privado.
Bueno, técnicamente ella ya conocía el lugar porque él se lo había enseñado por videollamada antes, pero, aun así, estaba emocionada. No por conocer el departamento, le daba igual cómo luciera, sino por compartir esa noche con él y...
Jack abrió la puerta y la imagen de él, sudado, ruborizado y sin aliento, vistiendo solo unos shorts deportivos, le robó la capacidad de pensar.
—Disculpa la demora, estaba haciendo ejercicio.
Poppy volvió a recorrer su cuerpo con la mirada y tragó saliva. De pronto estaba siendo demasiado consciente de él y de su propio cuerpo.
—¿No me saludas? —dijo Jack con una sonrisa provocadora, cruzándose de brazos y apoyándose contra el marco de la puerta.
Ella cerró la boca y se aclaró la garganta.
—¡Traje los ingredientes! —balbuceó sin sentido.
Se hizo un espacio entre él y la puerta cuando se dio cuenta que Jack no se movería solo para molestarla. De esa forma, sus cuerpos se rozaron de forma inevitable y sintió un estremecimiento bajar por su espalda.
Poppy hizo su mejor esfuerzo para actuar con normalidad. Podría haber quedado deslumbrada con el lujoso departamento si la imagen de Jack, con sus músculos definidos y su piel dorada, no se repitiera una y otra vez en su mente.
¿Cómo podía ser tan sexy y ardiente, y sonreír así, con ese brillo incitador?
De alguna forma, su sentido de orientación todavía servía; encontró la cocina. Empezó a desempacar las compras mientras intentaba calmar su agitado corazón y recordaba aquellos días en que él no era más que un incordio en su vida.
Su mente repitió la imagen y evocó otras de él en la cama, sobre ella, debajo de ella, besando su piel, tocándola con sus manos fuertes... Los latidos de su corazón se descontrolaron y retumbaron en sus oídos y en otras partes de su cuerpo.
No era posible que una mujer adulta reaccionara así ante un hombre que le gustaba, ¿o si?
—Traje los ingredientes —repitió cuando Jack se acercó a la cocina.
—Ya lo dijiste —replicó él con suavidad, y Poppy sintió una dulce punzada en el vientre.
Poppy evitó mirarlo, nerviosa, distrayéndose con el diseño del mesón de granito.
—Tengo que empezar ahora si queremos comer un solomillo Wellington antes de que caiga la noche. Tarda tres horas en hacerse. ¿Puedes creerlo? ¡Es una locura! —continuó, ahora abriendo los gabinetes sin saber qué estaba buscando—. Es igual de peculiar que el origen de su nombre. Es un poco controversial porque no hay versión oficial, pero la más conocida es que el nombre es un homenaje al gran general irlandés del ejército británico y más tarde primer ministro, Arthur Wellesley, primer duque de Wellington, el héroe de la batalla de Waterloo.
Se calló, pero solo porque se quedó sin aire.
—¿Terminaste de hablar del solomillo? —dijo Jack cuando sus ojos encontraron.
—Sí —contestó, recuperando el aliento.
—Eres sexy cuando eres nerd. —Jack sonrió y un brillo excitante cruzó por sus ojos oscuros—. ¿Tenemos sexo ahora o después?
El retumbar de su voz grave y profunda envió un pequeño escalofrío de lujuria a través del cuerpo de Poppy. Ella se agitó, inquieta, comprendiendo que no podía engañarlo.
—Ahora... sería ideal.
Jack se acercó y sostuvo su cintura para presionar su cuerpo contra la pared.
—Buena elección —murmuró contra su cuello.
Poppy se tensó. Jack olía a aquel aroma fresco y amaderado de su colonia, pero debajo de eso su piel estaba cálida, húmeda y sudorosa.
—Necesitas una ducha —dijo solo para molestarlo—. Pero si me lo pides amablemente, tal vez te acompañe.
Jack gimió.
—Me vas a matar, cariño —replicó con sus manos descendiendo por sus caderas—. Arriba.
Él enganchó sus piernas alrededor de su cintura y la levantó con sus manos, debajo de su trasero. Poppy se aferró a sus hombros mientras él la llevaba al enorme cuarto de baño. Luego la soltó y se dio la vuelta para comenzar la ducha.
—Desvístete —dijo por encima del hombro—, a menos que no te guste esa ropa y quieras que te ayude.
Poppy se mordió los labios y se quitó la ropa con movimientos casi mecánicos. Aunque por la expresión de Jack casi parecía que estaba haciendo un striptease.
La anticipación apretó su estómago.
Jack también se sacó la ropa y, al contrario de ella, como siempre, él estaba cómodo con su desnudez. Así que fue el turno de Poppy de mirarlo. La visión de él, duro y listo, vació su mente, dejando nada más que un intenso deseo. Sin embargo, fue su mirada ardiente lo que la hizo cruzar la habitación para besarlo. Sus bocas se fusionaron y su erección se presionó contra su vientre.
—Ducha —gruñó contra sus labios—. Ahora.
Sin dejar de besarse, se metieron a tientas en la cabina de la ducha, y Poppy suspiró de felicidad ante la cascada de agua tibia en todas direcciones que le relajó los músculos. Su mano activó el dispensador de jabón y luego pasó sus dedos por el pecho de Jack, rozándole el pezón. Él aspiró aire con fuerza. Y a Poppy le gustó esa reacción, por eso repitió el movimiento en el otro lado, disfrutando de la forma en que el agua descendía por su tatuaje.
Jack trazó una hilera de besos por su cuello y apretó las manos alrededor de su cintura cuando ella terminó de lavar su cuerpo.
—Date la vuelta —murmuró.
Poppy se giró y él la atrajó contra su pecho. Su mano izquierda se posó en su vientre para mantenerla en su lugar mientras la otra se deslizaba por su cintura con suavidad. Jack rodeó uno de sus senos, pero ignoró el pezón. Poppy gimió y se aplastó contra él.
La mano sobre su vientre viajó hacia abajo, entre sus muslos. Él deslizó un dedo sobre su clítoris al mismo tiempo que le pellizcaba el pezón. Eso fue todo lo que Poppy necesitó. Había estado al borde desde que lo había visto, que cayó en el orgasmo sin previo aviso.
Ella se estremeció y su respiración se calmó mientras Jack la sostenía. Después cerró la ducha, la levantó en sus brazos y se dirigió al dormitorio. Poppy alcanzó a apartar el edredón y parte de las sábanas antes de que él la dejara caer en medio del desorden restante. Jack descendió sobre ella, todo músculos firmes y malas intenciones, y reclamó su boca en un beso feroz, que le arrancó un gemido, mientras sus lenguas se entrelazaban.
Poppy separó las piernas y movió su mano hacia abajo, sobre el abdomen de Jack, para acariciarlo una, dos veces. Él gimió; sus ojos brillaron, y entonces nada importó excepto donde sus cuerpos se encontraban. Primero se frotó contra ella, antes de deslizarse dentro, centímetro a centímetro. Jack estaba caliente y duro y Poppy se apretó a su alrededor mientras él la penetraba hasta el fondo con un gruñido. Luego empezó a moverse: se retiró y regresó a ella con movimientos controlados, una y otra vez, hasta que golpeó en algún lugar que hizo que las estrellas explotaran detrás de los ojos de Poppy.
—Sí. —Suspiró, mordiéndose los labios con fuerza—. Haz eso. Por favor.
Como si sus palabras lo hubieran desatado, Jack se movió dentro de ella con abandono. Cada golpe la llevaba más y más alto hasta que se aferró a su espalda solo para permanecer anclada a él.
—Poppy, ¿qué necesitas? —dijo contra sus labios, con la respiración entrecortada.
—No lo sé —se quejó.
Se sentía tan caliente, excitada y necesitaba... necesitaba...
Poppy deslizó una mano entre sus cuerpos y paseó un dedo por su clítoris todavía sensible.
Estaba cerca, pero no del todo allí.
Gimió y su espalda se arqueó.
Jack se inclinó sobre su oído y susurró todas las cosas que quería hacerle a continuación. Su lenguaje obsceno y su voz gutural lo consiguieron. Poppy se dejó arrastrar por el sublime placer, gritando su nombre.
Él la siguió al instante. Su cuerpo se puso rígido, gimió contra su garganta y sus embestidas se volvieron duras y erráticas hasta que colapsó sobre ella, respirando con dificultad. Poppy envolvió sus brazos a su alrededor y le acarició el cabello de forma perezosa.
—Eso fue maravilloso —dijo Poppy, una vez que recuperó la habilidad de hablar.
—Eso fue solo la primera ronda, cariño —dijo Jack con una sonrisa que hubiera derribado cualquier barrera de su corazón si todavía existiera—. Solo mejora desde aquí.
Poppy rio y, poco después, él demostró que tenía razón.
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