Capítulo 24

Poppy se mordió los labios y estudió el brillo divertido en los ojos de Jack. Cualquier otra mujer podría caer fácilmente en su trampa, pero Poppy sabía que estaba jugando con ella. Aunque su corazón continuaba su ritmo acelerado, intentó tener un leve control sobre sus emociones.

«Por estar a tu lado», había dicho.

—Estás mintiendo —replicó con una media sonrisa—. Porque recuerdo que estuviste dormido todo el viaje y solo despertaste para molestar para que te llevara a McDonald's.

Jack se encogió de hombros, sintiéndose descubierto.

—Soy un hombre con necesidades básicas —dijo con un guiño juguetón—. Y, en este momento, también tengo hambre. Así que no creas que te desharás de mí tan rápido.

Sus miradas se encontraron.

—Ven conmigo —pidió, más serio.

Poppy meneó la cabeza.

—Si quieres, tú... ven conmigo —declaró, cruzándose de brazos.

Si creía que iba a caer como las otras mujeres solo por su apariencia, su auto o por lo que pudiera ofrecerle, Jack estaba muy equivocado. No iba a dejarse influenciar por él sin cuestionarlo.

Jack alzó una de las comisuras de sus labios. Había un nuevo cariz desafiante en sus ojos. Sin mediar palabra, sacó su celular del bolsillo de su celular y marcó un número.

—Fred, ¿puedes enviar un conductor a recoger mi auto? —pidió muy tranquilo—. Estoy en Zuma, en Knightsbridge. Dejaré las llaves con la encargada.

El hombre le dijo unas palabras que Poppy no pudo escuchar.

—No, no estoy en una cita. —Jack puso los ojos en blanco—. Poppy está conmigo —añadió, unos segundos después.

Jack la miró.

—Fred te envía saludos.

Poppy sonrió y le devolvió el saludo al amable portero.

—Todo listo —anunció, guardando su celular—. Oficialmente te pertenezco el resto de la noche. Si no regreso y encuentran mi cuerpo en el Támesis, Fred se encargará de culparte con la policía a cambio de quedarse con mi auto.

Poppy rio en voz alta.

—No me tientes —repuso ella antes de caminar hacia su auto.

Ambos subieron juntos al Beetle y Poppy puso el auto en marcha mientras Jack se quejaba de que el asiento estaba muy adelante y solo tenía un pequeño espacio. Poppy tuvo que morderse los labios para no reírse cuando lo vio con las rodillas pegadas al pecho. Lo ayudó a mover el asiento y siguió conduciendo.

No estaba segura de adónde se dirigía. Quizás a Candem o Brixton, ambos eran barrios para un buen ocio nocturno. Sin embargo, había una pizzería que amaba en una calle de Soho, en West End. Y siempre era buen momento para comer pizza.

Aun así, decidió consultarlo con Jack. No le parecía que él fuera muy quisquilloso con la comida, pero quizá no le gustaba la pizza o no quería pizza en ese momento, lo cual sería muy extraño y lo haría incompatible con ella.

—¿Quieres comer pizza? ¿O tienes ganas de algo más?

—Unas flores de cerezo me vendrían muy bien —contestó Jack de forma sugestiva.

Un recuerdo de su noche juntos, de los labios de Jack sobre su tatuaje, saltó en memoria. Poppy se atragantó con su propia saliva y se detuvo de forma abrupta en un semáforo. Él rio ante su expresión entre avergonzada y reprochadora.

—No pude resistirme. Me la pusiste muy fácil.

—¡Ya deja de coquetear conmigo!

—¿Por qué no? —La voz de Jack se tornó suave y profunda—. ¿Acaso te pongo nerviosa?

Sus dedos atraparon un mechón suelto de su cabello y lo acomodaron detrás de su oreja. Su cuerpo de Poppy se puso rígido y sintió caliente la piel que él rozó.

—No soy otra de tus conquistas —masculló.

—Si fueras otra de mis conquistas, no estaríamos precisamente hablando en este momento.

Su mirada se volvió más reprochable.

—¡No seas descarado!

—Oh, claro, prefieres que sea un idiota —sentenció, cruzándose de brazos—. Así no te sentirás mal porque rechazaste mi confesión. Aunque déjame decirte que tú te lo pierdes porque si no me hubieras rechazado, me atrevería a decir que, en este momento, estarías sobre mi regazo, con esas preciosas piernas alrededor de mi cintura mientras te...

—¡Jack! —se quejó, aunque la imagen visual que evocó su mente la dejó sin aliento.

Jack esbozó una sonrisa amplia y presuntuosa, sabiéndose ganador de esa ronda de discusión. Poppy cerró la boca y apretó el volante con fuerza.

Decidió ignorarlo y condujo hacia Soho. Ahora tendría que comer pizza como consecuencia de molestarla. También encendió la radio y puso su CD de favoritos a todo volumen. Aun así, Jack no se quejó. Se distrajo mirando hacia la ventana.

El viaje tomó menos de quince minutos.

A pesar de la hora, el ambiente en las calles de Soho estaba encendido, ofreciendo una mezcla ecléctica de restaurantes, vida nocturna y tiendas. Las calles Dean, Frith, Beak y Old Compton eran el epicentro de la zona con personas que estaban fuera de los pubs o bares o comiendo en los restaurantes pintorescos.

Poppy estacionó el Beetle junto a la fachada de Pizza Palace. Debía ser la única pizzería abierta después de las once de la noche, y esa era una de las razones porque era la favorita de Poppy.

El pequeño restaurante era un negocio familiar y estaba ubicado en la mitad de una cuadra de la zona. Tenía un escaparate de vidrio y una puerta con marcos blancos bajo un toldo de franjas rojas, verdes y blancas, mientras que el interior estaba decorado con un estilo italiano del pasado: manteles con estampado de cuadros en cada mesa, fotografías de los clientes y pósters de famosas películas italianas en las paredes blancas, ventiladores giratorios y una suave iluminación procedente de lámparas circulares en el techo.

Habían pasado varios años desde que Poppy había ido por primera vez, con su abuela, pero, aún así, el restaurante seguía igual. De alguna forma, eso le parecía confortante.

Poppy saludó a la señora Cleo, la dueña actual del restaurante, quien siempre estaba gestionando todo detrás de la barra principal. El dueño anterior, su padre, había sido amigo de su abuela. Por eso, siempre que salían de compras por Soho, ambas habían finalizado su paseo con un pedazo caliente y delicioso de pizza.

—Esta es mi pizzería preferida. Cada vez que tengo un mal día, vengo y ordeno una pizza —confesó, luego de sentarse en su mesa de siempre, junto al escaparate—. Venía con mi abuela desde que era una niña. Quizás por eso, me parece reconfortante.

—Nunca había venido —dijo Jack con una sonrisa de labios juntos—. Gracias por traerme.

Ella correspondió su sonrisa.

Unos minutos después, ordenaron. Luego de discutir por un rato cuál sería la mezcla adecuada de ingredientes para tenerlos contentos a ambos, Jack también ordenó un vino y se entretuvo sirviendo las copas mientras Poppy echaba un vistazo rápido a su alrededor.

Había un par de mesas más ocupadas, sobre todo con parejas o grupos de amigos. El ambiente era acogedor, tranquilo y vintage. Pizza Palace era opuesto al extravagante y costoso Zuma, y definitivamente Jack destacaba con su costoso traje a la medida. Sin embargo, eso no parecía molestarle o hacerlo sentir incómodo.

Cuando les llevaron la pizza, la boca de Poppy se hizo agua y se dio cuenta de que había estado hambrienta.

Fue una cena agradable. Quizá hubo un acuerdo tácito, pero hablaron de varios temas, menos de ellos. Eso hizo que Poppy se relajara, platicara con calma y riera con libertad. Hablaron de Alina y Bram y de su luna de miel. Sobre Avery y Quinn y su futuro bebé. Sobre el reciente nacimiento de los mellizos de Jodie y Wes. Sobre el entrenamiento de Jack. Sobre los trabajos más ridículos y raros de Poppy.

Era muy fácil hablar con Jack cuando se sentía en confianza; él se mostraba encantador, relajado e ingenioso. Poppy también se sentía animada y contenta. No lo admitiría en voz alta, pero aceptar la invitación de Jack había sido buena idea.

Además, aunque tampoco lo admitiría en voz alta, se sentía halagada de que hubiera estado esperándola, en lugar de marcharse con la pelirroja. Aunque le quedaban dudas sobre la razón de su cena, sabía que no podía exigirle explicaciones. Ellos no tenían una relación romántica, así que tendría que conformarse con la respuesta que le había dado.

Salieron de la pizzería después de medianoche.

Jack insistió en que dieran un paseo y Poppy accedió, enfilando hacia una de las calles de Soho. Era una noche fría. El viento le agitó un par de mechones sueltos contra sus mejillas y su cuerpo se estremeció. Su acción no pasó desapercibida para Jack. Él le ofreció su abrigo.

—Puedes aceptarlo o puedo abrazarte —amenazó ante su vacilación.

Poppy se enfundó el abrigo, murmurando un agradecimiento. La prenda le quedaba grande de hombros, pero la altura estaba bien. Además, estaba cálida y olía a él, a aquella clásica colonia masculina.

—Aún no has cobrado el cheque —mencionó Jack de improviso.

Ella meditó sus palabras. Había imaginado que tarde o temprano sacaría el tema.

—Te dije que no era necesario —repuso, bajando la mirada.

—¿Por qué? —inquirió Jack, y su voz se tornó seria—. Es el dinero que te corresponde por tus servicios.

Poppy hizo una mueca.

—Claro —soltó con sarcasmo—. Y diciéndolo así no se escucha peor.

—Poppy, no seas testaruda.

Ella frunció el ceño y su sangre se agitó.

—No soy testaruda —se defendió con frustración—. Ya te lo dije antes: aceptar el dinero no se siente correcto. Es como si me estuvieras pagando por haber sido agradable contigo. O peor... por haber dormido contigo.

—Pero teníamos un trato —insistió él, también frustrado.

Poppy comprendió que, si seguían así, acabarían discutiendo y no llegarían a ningún lado.

—Solo olvida el trato —pidió luego de un suspiro cansino.

Poppy sintió la mirada obstinaba de Jack sobre su rostro.

—Y si encuentro otra forma de devolverte el favor, ¿lo aceptarías?

Su pregunta llenó a Poppy de curiosidad e incertidumbre a partes iguales. Mientras pensaba en su respuesta, se mordió los labios. Aunque no había mucho que pensar. Ya se había negado a aceptar su dinero, así que lo mejor sería darle otra oportunidad para intentar quedar parejos.

—Sí —contestó con un nudo en el estómago.

Los hombros de Jack se relajaron y una ligera sonrisa agrandó sus labios.

—Entonces tenemos un nuevo trato.

Poppy asintió. Solo esperaba no arrepentirse de confiar en él.

Continuó su camino y Jack siguió sus pasos. Poppy recorrió la calle Dean con la mirada. Algunos locales ya estaban cerrados y otros empezaban a prepararse para terminar la jornada. En las aceras, predominaban las parejas caminando abrazadas o con sus manos unidas.

Poppy estudió la distancia entre Jack y ella. No era mucha. Solo tendría que estirar el brazo para aferrarse a él. No lo hizo, pero se sintió aliviada de que estuviera tan cerca.

Jack desapareció por unos instantes. Cuando regresó, le tendió un abundante ramo de flores envuelto en papel de seda y decorado con un listón blanco. Eran flores de lavanda, sus favoritas.

—Para ti. —Parecía un poco avergonzado—. Eran las últimas. Así no se desperdician —añadió, aclarándose la garganta.

Poppy contempló el ramo, inmóvil.

—O puedes rechazarlas —dijo Jack con fingida tristeza—. Igual como rechazaste mi confesión.

«Jamás lo olvidará», pensó. «Y me atormentará por siempre».

Poppy puso los ojos en blanco y aceptó su obsequio con un agradecimiento. El aroma de la lavanda le inundó los sentidos. Estas flores podían parecer un poco rígidas y adustas, pero había algo fascinante en su fragancia y en sus colores violetas según su tipo. Sin dudas era su aroma preferido. Jack debió de haber adivinado su gusto basándose en el perfume que utilizaba a diario.

Los labios de Poppy se alargaron en una tierna sonrisa y apretó el ramo contra su pecho con mucho cuidado. Era la primera vez que le regalaban flores en mucho tiempo. Iba a cuidarlo hasta que la última flor cayera.

—¿Quieres que te lleve a casa? —ofreció Poppy cuando regresaron al lugar donde el Beetle estaba aparcado.

—Es lo que esperaría. Me hiciste abandonar a mi bebé en un parqueadero y sabes lo que sucederá si Fred no me ve llegar a salvo.

Poppy rio y dejó el ramo de lavandas sobre el techo de su auto mientras buscaba sus llaves en el bolsillo de su abrigo. Sin embargo, en lugar de abrir la puerta, se dio la vuelta y apoyó el cuerpo contra el lateral del Beetle. Levantó la mirada al mismo tiempo que Jack acortaba la distancia entre sus cuerpos.

—Podrías quedarte conmigo esta noche... por la ciencia —dijo él con una sonrisa de lado—. Podríamos idear una nueva hipótesis y hacer algo de experimentación. O podría no suceder nada y quedarnos solo en lo teórico.

Poppy no pudo evitar sonreír ante sus palabras ingeniosas. Sin embargo, también sintió un nudo en su garganta y su corazón emprendió un ritmo alocado. Ella comprendía el significado implícito. Su lado apasionado e impulsivo le decía que fuera con él y aceptara el inexplicable magnetismo entre ellos. Sin embargo, su razón y su corazón roto la hicieron detenerse.

—No creo que sea buena idea —murmuró, tragando con fuerza.

Jack asintió despacio. No parecía sorprendido con su respuesta, pero tampoco enojado. Sus ojos nunca abandonaron su rostro y su expresión se mantuvo serena.

—No puedo decir que no lo intenté —replicó con un encogimiento—. Pero estoy asombrado de mí mismo; me siento más intelectual. Es la primera vez que intento seducir a una mujer sin utilizar ninguna palabra sucia.

Poppy rio, echando la cabeza hacia atrás, ante su osadía.

—¿Quieres que lo intente de nuevo? —insistió, inclinándose más cerca—. ¿Pero con palabras sucias?

Ella negó, aun riendo, y Jack deshizo el espacio entre ellos hasta que envolvió a Poppy en sus brazos. Su abrazo fue repentino, pero ella no lo rechazó. Al contrario, también se aferró a él, sosteniendo su peso y disfrutando de la calidez de sus cuerpos unidos. Se sentía embriagada por el perfume de su piel y de su cabello. Se sentía tan bien que él estuviera tocándola.

Jack asentó su frente en la suya y su mirada se volvió más oscura y profunda. La piel de Poppy ardió y se sonrojó cuando él le rozó la barbilla con los labios; luego, la mejilla y la curva de la nariz. Poppy contuvo la respiración y cerró los ojos cuando la boca de Jack flotó sobre la suya, esperando.

Quizá no podría quedarse con él esa noche, pero ese beso, su beso... Ella lo necesitaba para poder lidiar con la incertidumbre de si iba a volver a verlo.

—¿Poppy?

Poppy se congeló.

Incluso en medio de la neblina de anhelo y los latidos de su corazón en sus oídos, reconoció esa voz, la reconocería en cualquier lugar, y su sangre se enfrió. Un espasmo de terror le recorrió el cuerpo mientras se negaba a aceptar que lo que estaba sucediendo era real.

Lentamente se separó de Jack y giró el rostro hacia la izquierda.

Entonces su peor pesadilla se hizo realidad.

Gideon estaba allí.

El hombre que había roto su corazón estaba frente a ella, observándola con una expresión imposible de descifrar.

Y, cuando Poppy pensó que nada podía empeorar, su mirada se desplazó hacia Jack y sus ojos se ampliaron con un brillo peculiar.

—¿Jackson?

Poppy dejó de respirar, intercambiando una mirada desesperada entre ellos.

¿Acaso se conocían? ¿Acaso eran amigos?

«¡Oh, no! ¡Por favor! ¡Esto no puede estar pasando!»

—Saunders —masculló Jack, dando un paso hacia atrás para encarar al otro hombre.

Ambos se estudiaron en silencio. La expresión de Jack también se había vuelto inescrutable, aunque sus ojos eran tormentosos y su cuerpo estaba rígido.

«¿Amigos? No».

—¡Vaya coincidencia! —exclamó Gideon, rompiendo el silencio—. Vengo de una reunión de compañeros del trabajo y estaba pensando en Poppy, pero te encontré a ti también. ¿Te ha ido bien en las carreras? —añadió con simpatía.

—Sí, no me quejo —contestó Jack de forma cortante.

—Aunque escuché que estuviste envuelto en un escándalo con una mujer casada —continuó Gideon muy impertinente—. Espero que eso no arruine tu carrera.

Poppy frunció el ceño y clavó su mirada en Gideon, de forma desaprobadora. Por el contrario, Jack apenas se inmutó.

—Estaré bien. No necesitas preocuparte.

Gideon dio un paso más cerca y Poppy quiso retroceder dos, pero seguía pegada al Beetle. Jack no retrocedió y ambos quedaron frente a frente. Gideon era alto, pero Jack le sacaba un par de centímetros.

Ambos hombres no podían ser más distintos. Gideon, con su cabellos rubios y sus ojos grises. Jack, con su cabellos castaños y sus ojos azules. Incluso su estilo de vestimenta era distinto, igual que su personalidad. Gideon, tranquilo y recatado. Jack, descarado y seductor.

—¿Cómo no voy a preocuparme? —replicó Gideon con una ligera sonrisa—. Convivimos muchos años juntos.

¿De qué hablaban? ¿De dónde diablos se conocían?

«¡Esto debe ser una pesadilla!»

Y, como si pudiera leer sus pensamientos, Gideon respondió.

—Jack y yo estudiamos juntos durante el colegio. Nos conocimos en Eton —explicó, dirigiéndose a ella como si fueran buenos amigos.

Su sangre se calentó y observar la forma en que la miraba la enfureció más. ¿Acaso creía que esto era una plática amena para honrar el pasado?

—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió sin rodeos.

La mirada de Gideon se centró en ella. Las líneas de su rostro se suavizaron y sus ojos grises se volvieron menos intensos.

—Hace unos días volví a la ciudad por asuntos de trabajo y quería verte. No pensé que te encontraría esta noche, pero me alegro de haberlo hecho. Han pasado muchas cosas desde la última vez que nos vimos. Estoy en un nuevo puesto de trabajo, me divorcié de Peony. Si estás de acuerdo, podríamos encontrarnos y platicar... por los viejos tiempos —concluyó con ojos brillantes.

Poppy enmudeció. No por la sorpresa de verlo o porque no hubiera entendido lo que estaba diciendo, sino por la desfachatez de pedirle que volvieran a verse.

—¿Quieres verme? —espetó Poppy con una risa que, poco a poco, empezaba a desvelar un rastro de histeria—. ¿Por los viejos tiempos?

Gideon asintió, solemne.

—Por supuesto, por los viejos tiempos...

Poppy susurró esa frase una y otra vez, entre dientes, intentando mantener la calma. Sin embargo, un segundo después, estaba aporreando su cabeza sin piedad con el ramo de flores.

Ambos hombres reaccionaron al mismo tiempo, Gideon intentó protegerse el rostro con los brazos mientras Jack la sujetaba de la cintura para hacerla retroceder. Poppy luchó contra su agarre, pero cuando no pudo librarse, arrojó los tallos desbaratados sobre su cabeza con todas sus fuerzas.

—¡Eres un imbécil, Gideon Saunders! —exclamó furiosa ante su expresión herida—. ¡No vuelvas a acercarte a mí!

Jack la soltó y Poppy se alejó con paso enfadado, dejando a ambos hombres atrás.

El viento frío contra su rostro la ayudó a serenarse porque se sentía tan enojada que sus dedos temblaban sin control. Se mordió los labios, frustrada y aturdida, y pensó en lo que acababa de suceder. Todavía le parecía irreal, pero no podía seguir engañándose. Gideon había vuelto, irrumpiendo como si nada en su vida y desbaratando su control.

¿Por qué? ¿Por qué había regresado ahora? ¿Cómo se atrevía a hablarle y sonreírle cuando había roto su corazón de la forma más cruel? ¿Qué más quería de ella cuando ya lo había tomado todo?

Poppy se detuvo a media calle y levantó el rostro al cielo. La luna impasible parecía burlarse de los encuentros inesperados entre amantes.

Su rostro cayó y llevó una mano al pecho, sobre el corazón.

«Esto no es lo que imaginé».

Años atrás, cuando él apenas se había marchado, Poppy había recreado una y otra vez el momento en que volverían a verse. Había imaginado que sería un momento feliz, que se sentiría tan extasiada de verlo, que las heridas de su corazón roto se restaurarían por el poder del amor y todo volvería a estar bien.

Nunca habría imaginado que el dolor en su corazón se volvería insoportable. Que el resentimiento sería tan profundo que ni siquiera podría mirarlo a la cara. Que la tristeza empañaría su alma, amenazando con asfixiarla...

—Poppy... —susurró Jack, detrás de ella.

.... Que su corazón se sentiría dividido.

Ella miró sobre su hombro y contempló el rostro de Jack, que lucía tan perdido y lleno de preguntas. Él mantuvo silencio, y eso provocó que Poppy se sintiera nerviosa y avergonzada. ¡Qué desastre! Jack no debería haber presenciado nada de eso. No debería estar allí con ella, en ese momento. Verlo hacía que se sintiera aún más confundida.

—Lamento lo de las flores —se disculpó—. Las eché a perder.

—Creo que tuvieron un buen final. —Sonrió él y encogió los hombros.

Poppy tragó saliva. El silencio llenó el espacio entre ellos. La tensión era casi palpable mientras ambos se enfrentaban con la mirada.

—No puedo responder las preguntas que tienes —soltó, adelantándose a su curiosidad—. No quiero hablar de eso ahora.

—Guardaré mis preguntas para otro momento.

Poppy estaba a punto de contestar, cuando su celular sonó.

Era Hana. La voz de su mejor amiga no era calmada como siempre. Sus palabras se atropellaban, sin lógica, en medio de lo que parecían sollozos.

—¿Hana? —dijo Poppy, preocupada—. ¿Qué sucede?

—¡Es Laurie! —exclamó de forma ahogada—. ¡Sufrió un ataque cardíaco y está en el hospital!

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