Capítulo 21
La ceremonia se celebró antes del atardecer, al aire libre, en medio de la tranquilidad del jardín posterior.
Poppy nunca había planeado asistir a aquella boda. Sin embargo, le parecía irónico cómo había creados recuerdos que no se borrarían de su mente.
Recordaría a Jack caminando al altar junto a su madre, la expresión de amor y felicidad en el rostro de Bram al ver a Alina, el intercambio de votos que casi la había hecho llorar. Y recordaría a Jack, junto a ella, susurrándole que lucía hermosa mientras trazaba su tatuaje con los dedos como si lo conociera de memoria.
Algo había cambiado entre Jack y ella. Ahora él no solo la irritaba, también la desconcentraba, y eso era algo que ninguno de los hombres en su pasado había provocado. Además, lo que había ocurrido la noche anterior...
Ella se mordió los labios.
Con los hombres de su pasado, Poppy sí había sentido chispa, un poco de emoción, en menor o mayor medida. Pero lo que había sentido con Jack no había sido una chispa, sino un fuego voraz. Había perdido el control y solo se había sentido así antes con...
Poppy agitó la cabeza, una y otra vez, interrumpiendo ese tipo de pensamientos.
Caminó sobre el piso falso de madera y se deslizó entre las mesas hacia la barra de bebidas. Ordenó un vaso de jugo y mientras bebía, contempló el horizonte.
Poco a poco, estaba oscureciendo, pero el ambiente se mantenía iluminado gracias a las guirnaldas de luces que decoraban el techo de la carpa. La luz del atardecer combinada con los rayos dorados proyectaba luces suaves y brillantes sobre la decoración blanca y gris.
Como Poppy había esperado, el espacio bajo la carpa estaba decorado de forma exquisita con manteles bordados, flores conservadas, vajilla de porcelana, candelabros y sillas tapizadas. Además, había un buffet de comida y una pista de baile en forma rectangular.
Ella se movió entre los invitados y buscó a Jack. Luego de la ceremonia, se había realizado la sesión de fotos con la familia y los invitados y, después de eso, lo había perdido de vista.
Tras dar un par de vueltas, Poppy localizó su figura junto a Quinn. Ambos estaban de pie en una de las esquinas de la carpa, mirando los campos de flores del jardín. Sus labios se estiraron en una sonrisa y caminó hacia ellos.
—¿Cuál es tu relación con Poppy? —dijo Quinn, lo suficientemente alto para que Jack la escuchara sobre la música y el resto de las conversaciones.
Poppy frenó su andar de forma abrupta al escuchar la pregunta y se escondió detrás de un adorno de flores en un pedestal.
—¿Por qué me preguntas eso? —preguntó Jack con tono sigiloso.
—Solo responde —insistió Quinn—. ¿Estás durmiendo con ella o no?
Poppy abrió los ojos, alerta, y sintió el corazón en los oídos. De nuevo, no quería escuchar la conversación, pero siempre parecía inevitable que lo hiciera, y se estaba volviendo un mal hábito.
—No quiero hablar de eso contigo —evadió Jack, para su alivio—. Eres como mi hermana mayor, pero mucho más aterradora.
Quinn bufó.
—Es solo que ella no se parece en nada al resto de las mujeres con las que has salido.
—¿Qué tiene ella de malo? —inquirió él, y su voz se volvió un poco adusta.
Poppy se preocupó. ¿Acaso a Quinn le desagradaba ella? ¿Sería por lo que había sucedido con Savone?
—¡Ese es el punto! —exclamó la mujer, entre exasperada y divertida—. No tiene nada de malo. Lleva dos días aquí, pero ya me agrada. Es inteligente, amable, encantadora, divertida y tiene un carácter fuerte cuando se necesita.
—Sigue así y le diré a Avery —comentó Jack.
El cuerpo de Poppy se relajó y su corazón volvió a latir en paz. Quinn no la odiaba. Eso la hacía sentir aliviada porque la mujer le agradaba, sobre todo después de haber intervenido con Siena, aquella noche.
—El punto es que me sorprendiste —admitió con tono simpático—. Creí que traerías a alguna de esas modelos o actrices groseras e idiotas solo para molestar a tu familia.
—Entonces mi plan se fue al traste —exclamó Jack con humor.
Poppy escuchó que Quinn soltaba un suave suspiro.
—Solo no duermas con ella, así seguirá siendo nuestra amiga. Pero, si lo haces, no la lastimes. Es una buena chica.
Jack no dijo nada y Poppy consideró sus palabras. Por un lado, se sentía un poco conmovida de que Quinn se preocupara de esa forma por ella, a pesar de que apenas se conocían. Pero, por otro lado, se sentía intranquila.
¿Jackson Foster podría lastimarla?
Días atrás, Poppy habría dicho que no. Luego de ese fin de semana, no podía estar tan segura. Lo que sí sabía es que debía estar alerta si no quería terminar herida.
Poppy reaccionó cuando Quinn se despidió de Jack. Bajó la cabeza y se escabulló entre los invitados. No quería que él supiera que había escuchado su conversación, no quería hacer las cosas incómodas entre ellos. Así que tomó la dirección opuesta y regresó de nuevo a la barra, donde pidió un whisky.
—¿Estás disfrutando de la fiesta?
Bram apareció a su lado y le mostró una sonrisa amable. Él lucía muy simpático con un esmoquin negro y el cabello peinado hacia atrás.
—Sí. —Poppy le regresó la sonrisa—. Felicidades por la boda. Todo salió perfecto. La ceremonia fue muy bella.
—De cierta forma, debo agradecerte por eso.
Poppy pestañeó, confundida.
—¿A mí?
—Alina estaba muy triste por la discusión con Jack —explicó Bram—. Y sé que él estaba enojado. Debiste convencerlo de que hablara con ella. Gracias a eso, este día será muy especial. Te lo agradezco.
—Oh, no es necesario... —se apresuró a decir, sintiéndose avergonzada—. Solo escuché lo que Jack tenía que decir. En el fondo, es un buen chico. A veces necesita un poco de guía.
—Estar contigo le hace bien. Se lo dije a Alina esta mañana.
—Pero nosotros solo somos amigos.
La sonrisa de Bram se agrandó y un brillo peculiar apareció en sus ojos.
—No quise dar a entender algo. Solo dije que estar junto a ti le permite ser más él mismo, ¿no crees?
Poppy asintió con cautela. De alguna forma, presentía que había algo oculto en esa conversación que aún no podía identificar.
—Creo que confía en ti, eso es bueno. Según Alina, nunca se ha comportado así con nadie que no fuera de la familia y sus amigos más cercanos. Debes ser especial, Poppy.
Ella se tensó y, ante la seriedad de sus palabras, no pudo evitar bromear para aligerar el ambiente.
—¿Esta es la parte, como en las telenovelas, en que me pides que me aleje de Jack y deje de ir tras su fortuna?
Poppy rio, pero Bram permaneció serio.
—Esta es la parte en la que te pido que no le rompas el corazón.
La sonrisa se le congeló en los labios y ella tragó con fuerza. De repente, sentía un nudo en la garganta mientras sus miradas se cruzaban.
—Mi madre solía decir que los corazones se parecen a las ramas de los árboles —continuó Bram casi solemne—. Estas están conectadas a otras, formando una gran red; los corazones, también. Y si lastimas a una persona, crearás un efecto dominó que causará una herida imparable en todos los que estamos conectados a ella. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
Poppy asintió con la garganta seca y una presión en el pecho.
Si lastimaba a Jack, Alina y Avery también sufrirían. Y no solo ellas; Bram, Quinn, Yves, Wes, Jodie también lo harían. Terminaría lastimando más de un corazón.
Quería decirle que no lo haría, que nunca lastimaría a Jack adrede, pero de pronto no se sintió capaz de hacerlo. Además, se sentía nerviosa. ¿Por qué de repente todos sentían la necesidad de velar por sus corazones? ¿Primero Quinn y ahora Bram? ¿Qué era lo que otros veían que ellos no?
Ante su silencio, Bram sonrió y le apretó el hombro en una señal de afecto.
—Eso me deja más tranquilo —concluyó con una sonrisa—. Por favor, cuida de él.
Bram se despidió y Poppy lo siguió con la mirada hasta que desapareció entre los invitados. Se quedó junto a la barra y bebió su whisky en silencio mientras su mente repasaba ambas conversaciones.
De pronto, la música se detuvo y el presentador llamó a los novios a la pista para un nuevo baile. Poppy siguió al resto de los invitados y buscó a Jack entre la multitud. Primero localizó a Avery junto a Quinn; estaban abrazadas y sonreían.
No había rastro de Jack.
Poppy se movió entre las personas hasta que logró distinguir el rostro de Jack. Estaba al otro lado del salón, detrás de un grupo, junto a la pista de baile. Sin embargo, al verlo, no se sintió más serena. Había algo en su expresión que hizo que Poppy se preocupara. Jack estaba observando a Alina, pero su mirada parecía muy lejana, perdida. Al terminar la música, él reaccionó y se apartó de los invitados, internándose en el jardín.
A Poppy le pareció que una cuerda invisible tiraba de ella. Por eso, sin dudarlo, lo siguió. Se abrió pasó entre los invitados y dejó la carpa atrás. La noche había caído, pero el jardín estaba iluminado por la luz de los pequeños faroles que estaban apostados a los costados de los senderos. La luna también proyectaba un resplandor blanquecino sobre los arbustos y los campos de flores.
Poppy perdió el rastro de Jack y giró el rostro, intentando orientarse. Tuvo una corazonada, y siguió el sendero que conducía hacía el lago. Se estremeció cuando una corriente de viento la atravesó, levantando los rizos sueltos de su cabello. Era una noche fría, pero Poppy se vio recompensada cuando distinguió la figura de Jack bajo el cerezo llorón.
Jack estaba de espaldas, pero giró hacia ella cuando la escuchó moverse sobre el césped. No se sorprendió al verla. Poppy se atrevió a acercarse, apartando una rama doblada que rozaba el suelo.
—¿Estás bien? —inquirió al cabo de unos segundos de silencio.
Él asintió y admiró los brotes florecidos de un intenso rosado. Allí dentro, bajo las ramas, el olor de las flores era casi embriagante, muy dulce.
—¿Qué haces aquí solo?
—Necesitaba un poco de aire. —Su respuesta fue corta, pero Poppy tuvo la sensación de que ocultaba mucho.
—¿Es por la boda?
Quizás todavía había algo que le estaba molestando. Sin embargo, Jack negó con la cabeza. Su expresión se mantuvo distante y su postura rígida. Algo le ocurría. Poppy se debatió entre preguntar o quedarse afuera. Sin embargo, la idea de regresar ahora que estaba allí le parecía absurda. Se acercó un poco más.
—Si no quieres hablar, está bien.
Jack observó su rostro.
—¿Estás tratando de usar psicología inversa conmigo? —preguntó, y su semblante se relajó un ápice—. Porque no podrías engañarme, soy muy listo.
Poppy le ofreció una sonrisa de labios juntos.
—Tal vez —admitió.
Sin embargo, no lo presionó. Permitió que el silencio se instalara entre ellos. No era incómodo. Al contrario, en ese momento se le antojaba reconfortante y liberador.
—Tuve un recuerdo sobre mi padre —contó con voz apagada, como si estuviera revelando un secreto—. Una memoria que había olvidado.
Poppy consideró sus palabras y recordó un fragmento de una conversación pasada.
«Confiaba en que ellas lo recordarían por siempre en mi lugar», había dicho.
—¿Te suele pasar muy a menudo? —preguntó Poppy, intrigada—. ¿Olvidar las cosas?
Él no se apresuró a responder.
—Algo sucedió hace un par de años —explicó, observando unos pétalos que eran arrastrados por la brisa—. Y no recuerdo la noche en que papá murió.
Muchas preguntas acudieron a su mente, junto a un sentimiento de tristeza e impotencia.
—Aunque, cuando pienso en el pasado, todo es muy borroso.
—¿Qué le sucedió? ¿Cómo murió?
—Cáncer de garganta —respondió Jack—. Hace nueve años. Estuvo bajo tratamiento por algún tiempo, pero al final no pudo vencerlo.
Poppy tragó saliva. El sentimiento de pena en su pecho se hizo más pesado.
—Lo siento mucho.
Su rostro permaneció inescrutable y ni siquiera se movió. Poppy creyó que la conversación había terminado e intentó darle privacidad, alejándose despacio. Sin embargo, sus palabras la frenaron.
—Tenía dieciocho años cuando ocurrió —empezó—. Una semana después de su muerte, tenía una competencia importante para saber si podía volverme piloto oficial. Larry, el CEO de la escudería, era amigo de papá, y quiso darme un poco más de tiempo, pero había cosas que incluso él no podía cambiar. Muchas personas habían puesto su atención sobre mí. Me había preparado por mucho tiempo para eso, así que competí.
»Recuerdo que aquel día terminé la carrera, pero, al volver al pit, perdí el control e impacté contra una de las barreras laterales. Me llevaron al hospital y, poco después, la escudería anunció que me encontraba en buen estado de salud, aunque no era cierto del todo. Pocas personas saben que, a causa de ese accidente, sufrí una pérdida de memoria.
Perpleja, Poppy observó su rostro con los labios separados. Tenía el corazón en la garganta y los latidos le retumbaban en los oídos. No podía creer que Jack hubiera tenido que experimentar algo así después de perder a su padre.
—¿No recuerdas nada de tu pasado?
—Recuerdo mi niñez y mi adolescencia. Según el doctor, mi lesión era transitoria y mi memoria debía volver por completo en un par de semanas. Sin embargo, la semana previa al accidente, no regresó. Al menos, no del todo. El doctor dijo que la memoria humana es selectiva y bloquea los recuerdos que más nos lastimaban para poder seguir viviendo.
«No recuerdo la noche en que papá murió». Sus palabras cobraron sentido.
—A veces tengo destellos de esos días. Imágenes sueltas de él en el hospital, tumbado en la cama. Algunas veces leía; otras, veía televisión o les contaba historias a las enfermeras. Hace un rato recordé cuando me dio las joyas de la abuela.
—¿Fue un buen recuerdo?
Jack enmudeció por un buen rato y Poppy se preguntó si estaba recordando.
—Me dijo que las joyas eran importantes, que debía dárselas a alguien especial —continuó con aflicción—. Y, aun así, no recuerdo dónde están. Avery tenía razón: extravié las joyas. ¿Quién sabe si las perdí durante esa semana o se las entregué a alguna mujer mientras estaba borracho?
—Jack...
—Aunque, en este punto, ya no importa. No puedo recordar nada: si me despedí de él, sí le pedí disculpas...
Sus ojos se toparon.
—Unas semanas después del accidente, el único recuerdo que volvió fue una discusión que tuvimos. Ahora sé que ocurrió después de hacerme ese regalo. Ahora comprendo que me enojé porque me entregó esas joyas. Debí presentir que el final se acercaba.
»Le dije que deseaba que muriera de una vez si ya se había rendido, que muriera porque ya no quería seguir sufriendo. Dije tantas cosas, Poppy... Cosas horribles. Porque estaba muy asustado y dolía mucho. Fui egoísta y cobarde. Deseaba que solo mi sufrimiento se acabara, aun cuando él era quien más sufría. Lo culpé por morir y lo culpé por vivir. ¡Era mi padre! ¿Cómo pude ser tan cruel?
Poppy se estremeció ante sus palabras. Había tanto dolor, tanta desesperación en ellas, que su propio corazón se sintió afligido. Sin pensarlo, se acercó a él y lo abrazó.
—Está bien. No pienses así —dijo como un mantra, como si de esa forma pudiera liberarlo de su aflicción.
—No puedo dejar de culparme —susurró contra su cabello—. ¿Y si murió por mi culpa? ¿Si se rindió por lo que dije? ¿Y si nunca le pedí perdón? ¿Y si murió creyendo que lo odiaba? —Su voz sonaba rota, desesperada y desesperanzadora.
Poppy aferró su rostro entre sus manos. Su expresión no era menos miserable: sus ojos azules brillaban con las lágrimas contenidas.
—No fue tu culpa —afirmó Poppy, intentando consolarlo—. Tu padre te amaba, Jack. Incluso si algo ocurrió y no pudiste disculparte, estoy segura de que te conocía tan bien que sabía que tus palabras no provenían de tu corazón. Además, existe el cincuenta por ciento de posibilidades de que sí te hayas disculpado. ¿Le preguntaste a Avery o a tu madre sobre el tema? Ellas pudieron estar presentes.
Jack negó.
—Me sentía avergonzado y culpable. No quería que descubrieran cómo me había comportado. No podía afrontar eso.
Una nueva pieza del rompecabezas que era Jack encajó en la mente de Poppy.
«Sé que hay algo que lo carcome por dentro, que lleva años siendo su tormento, no sé qué es y está bien si nunca lo dice...» «Hay asuntos que no quiero enfrentar y ver a mi madre o a Avery me hace recordar memorias del pasado que me asustan».
—Por eso te alejaste de ellas —declaró.
Él asintió. Y parecía tan avergonzado que quiso apartar el rostro, pero Poppy lo sostuvo, rozando su mejillas con sus dedos.
—No sé si alguna vez podré decirles. Podrían culparme y nuestra relación no se recuperaría jamás.
—Jack, tienes que confiar en tu familia —enfatizó Poppy—. No tienes que hablar con ellas ahora, pero deberías abrir tu corazón en algún momento. Si quieres sanar, debes dejar ir ese mal recuerdo. No te culpes por lo que no puedes cambiar. La vida es muy corta para maltratarnos así. Al contrario. Aférrate a ese cincuenta por ciento de posibilidades y crea nuevas memorias. Piensa en una despedida tan hermosa que logre aliviar tu corazón roto. ¿Lo intentarás?
Sus manos resbalaron por su rostro y Poppy acarició su pecho, justo sobre su corazón. Quería intentar aliviar su dolor, hacerle entender que no estaba solo. Jack le sostuvo la mirada. El azul de sus ojos estaba tormentoso, empañado de sombras y amargura. Poppy no podía saber qué reflejaba su propia mirada, pero esperaba que encontrara apoyo y esperanza. Al final, él tragó con fuerza y se inclinó hacia ella, juntando su frente con la suya.
—Lo intentaré —susurró.
Poppy sonrió y lo abrazó. Jack también se aferró a ella. Con sus rostros tan cerca, sus alientos se mezclaban y pudo sentir la calidez y la firmeza de su cuerpo.
Era un momento íntimo y efímero. Solo ellos, en aquella jaula de pálidas y frágiles flores rosadas con aroma a primavera.
El tiempo pareció ir más lento mientras él compartía su dolor y ella brindaba su consuelo. Poppy sintió una profunda sensación de paz interior.
De pronto, un recuerdo llegó a su mente. Sin pensarlo, empezó a entonar Chiquitita de ABBA. La suave melodía dejó sus labios hasta que poco a poco fue subiendo el tono de su voz.
—¿Qué haces? —preguntó Jack, separando su rostro.
—Estoy cantando para que te sientas mejor —respondió Poppy con tono obvio.
—¿Y crees que Chiquitita me hará sentir mejor?
—¡Pues claro! —dijo convencida—. Es una de mis canciones favoritas. Mi abuela la cantaba cuando estaba triste.
Jack se apartó, negando con la cabeza.
—¿No te gustó? —cuestionó con reprobación—. Porque no podemos ser amigos si no te gusta ABBA.
—¿Ya somos amigos? —replicó Jack, encarándola con un amago de sonrisa.
Poppy meditó la respuesta, mordiéndose los labios.
—Sí, pero amigos muy peculiares. A pesar de la primera impresión, hemos compartido algunos de nuestros secretos más profundos.
Jack la observó. Parecía querer decir algo, pero no logró despegar los labios. El viento sopló y una lluvia de pétalos cayó sobre ella, enredándose en su cabello. Jack se acercó despacio. Sus dedos descendieron por sus rizos al apartar los delicados pétalos y trazó su tatuaje, que estaba al descubierto. Una corriente eléctrica la atravesó y sus pezones se marcaron contra la tela de su vestido.
Poppy no pudo ocultar su reacción, Un nuevo silencio se instaló entre ellos, pero esta vez era expectante y sensual. Su corazón empezó a latir desenfrenado; y, cuando Jack puso su atención en sus labios, ella dejó de respirar. Inquieta, se aclaró la garganta y retrocedió un par de pasos, poniendo distancia entre ellos.
—Regresemos —sentenció con una sonrisa nerviosa—. Tu familia debe de estarse preguntando dónde estamos.
Empezó a alejarse y pareció como si estuviera huyendo de él. Una sensación amarga se instaló en su vientre.
—Me gustas.
Las palabras llegaron a ella con la dulce brisa.
—¿Qué? —dijo con los labios entumecidos.
—Me gustas, Poppy —repitió Jack con firmeza.
—Oh...
Poppy no supo qué más decir y se sintió como una tonta.
Ese momento debía ser el sueño de cualquier mujer. Parecía una escena sacada de una clásica película de amor, con ambos en ese lugar secreto mientras los pétalos rosados danzaban en el viento a su alrededor; con Jack, su rostro apuesto, su mirada luminosa y sus rizos cortos agitados por la brisa mientras esperaba una respuesta a su confesión; y con ella, tan idiota, que solo había podido decir «oh...».
—¿«Oh»? —repitió Jack con una sonrisa divertida—. Espere algo más ingenioso de ti como: «Ni en tus sueños, casanova» o «Sal de mi vida, charlatán».
Poppy esbozó una débil sonrisa.
—Lo siento —dijo, tragando el nudo de su garganta—. Es solo que no sé qué decir. No he estado en esta posición en mucho tiempo.
Él se acercó y deslizó las manos en los bolsillos de su pantalón. Su postura era relajada, y eso le transmitió un poco de paz a Poppy.
—Yo nunca he estado en esta posición —comentó él—. No te lo dije porque quisiera obtener algo de ti. Solo sentí que, si no lo decía en este momento, no lo haría jamás; lo negaría, al igual que todo lo demás. Además, querías honestidad de mi parte. —Jack se encogió de hombros—. No estoy seguro de cuándo pasó, pero lo que sí sé es que cuando te veo me siento aliviado.
El corazón de Poppy se alborotó.
—Hay algo en ti que me hace ser honesto y vulnerable. Te llevaste todos mis secretos. Me asustas. Me confundes. Solo puedo pensar en ti. Y, aun así, no puedo arrepentirme de haberte pedido que vinieras conmigo.
Poppy lo miró con ojos brillantes. Su respiración se redujo a nada.
—No estoy intentando engañarte. No estoy mintiendo.
Ella tragó saliva.
—Lo sé —dijo porque su mirada no mentía.
—Y está bien si dices que lo de anoche fue un error y que no quieres involucrarte conmigo por mi reputación.
Poppy cerró los ojos y suspiró. Se sentía perdida en medio de una tormenta de emociones, pero estaba segura de una cosa: que no se arrepentía de nada.
—No fue un error y no hay nada de malo en ti. A pesar de lo que diga la gente, de lo que hayas hecho, eres una buena persona.
Dicho eso, bajó su rostro y sintió un peso en sus hombros que, luego de todos estos años después de perder a su alma gemeral, no había desaparecido y hacía dudar su corazón.
—Lo siento, Jack —se disculpó, reuniendo todo su valor—. Es solo que... esto es inesperado, y no sé si es el mejor momento para mí.
Poppy se sintió como la villana, traicionera y egoísta, porque no había pasado ni una hora y ya estaba rompiendo la promesa que le había hecho a Bram.
—Lo siento —repitió una y otra vez, sintiendo un dolor en el pecho.
Jack le puso una mano sobre la cabeza y la obligó a mirarlo.
—Deja de disculparte —soltó con voz muy suave—. Ya te dije que no quería obtener algo de ti; solo necesitaba admitirlo. Sabía cuál sería tu respuesta, y está bien. Al menos, sé que no estás viendo a otra persona. Y puedo confiar en que no vas a volver con aquel amor del pasado que rompió tu corazón. Y creo que, a pesar de todo, no me odias. Quizá sí te parezca irritante pero, después de la noche anterior, podría decir que estoy casi convencido de que no me encuentras espeluznante y desagradable, ¿verdad?
Poppy asintió.
—¿Y tenemos química?
Otro asentimiento.
—¿Y también te gusto, aunque sea un poco?
Sus miradas se desafiaron y la tranquilidad en sus ojos le transmitió la templanza suficiente para admitir sus propios sentimientos.
—Sí.
Los labios de Jack se ampliaron en aquella sonrisa de labios juntos que Poppy sabía que no usaba para seducir, sino cuando algo le hacía feliz.
—Entonces eso es todo lo que necesitaba saber —replicó—. Esto es muy sencillo. Simplemente me gustas. No sé qué tipo de riesgo conlleva que te guste alguien, es la primera vez que me sucede. Pero, de cierta forma, me alegro de que seas tú.
Poppy se mordió los labios.
—Yo mismo me considero un riesgo, un problema que quizás tú no estés dispuesta a tomar. Ahora o nunca. Lo entiendo. Sin embargo, incluso si este momento no es el mejor para ti, es un alivio saber que también sientes algo y que lo que te detiene no soy yo, sino porque todavía te duele.
Ella enmudeció y su mente trajo unos recuerdos del pasado que provocaron que su corazón roto se inquietara. Una lágrima rodó por la mejilla de Poppy y Jack la limpió con el pulgar.
—Soy egoísta e idiota, pero no voy a apresurar a alguien que no está lista; incluso si tengo mucha curiosidad por lo que estoy sintiendo. No voy a presionarte, Poppy. Así que podemos volver a ser lo que dijiste antes: simplemente dos amigos muy peculiares. Volvamos a eso por ahora. ¿De acuerdo?
Los ojos de Jack le pedían ese voto de confianza.
—De acuerdo —se obligó a decir aun cuando se sentía tan confundida y perdida.
Se sentía dividida entre el pasado y el presente, entre sentir o protegerse, entre el recuerdo de su alma gemela y Jack, el hombre que se estaba metiéndose bajo su piel.
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