Capítulo 20
Poppy se despertó con los suaves golpes en la puerta. Adormecida, se agitó sobre la cama e intentó cubrirse el rostro con el edredón para seguir durmiendo, pero no podía moverlo, estaba atascado.
Se quejó en un débil murmullo y abrió los ojos despacio. Pestañeó un par de veces hasta que se acostumbró a la luz y estudió el brazo musculoso extendido bajo su cabeza.
Poppy frunció el ceño, confundida.
«Oh, claro, es el brazo de Jack...».
Estaba acostada de lado con la cabeza sobre el brazo de Jack.
Conforme con su lógica somnolienta, Poppy sonrió y cerró los ojos.
Entonces un recuerdo se iluminó en su mente. Luego otro y otro más claro y explícito que el anterior hasta que...
Poppy abrió los ojos como platos y contuvo la respiración. Muy despacio, miró hacia atrás y se topó con Jack, que estaba profundamente dormido.
Más recuerdos de la noche anterior aparecieron en su mente y su rostro se calentó. Dio un respingo cuando escuchó de nuevo los golpes en la puerta.
Sus ojos se posaron en la entrada y tragó saliva. Los golpes suaves continuaron.
Sin saber qué más hacer, Poppy movió el brazo de Jack sobre su cintura y salió de la cama. Luego se enfundó su camisón y se apresuró a la puerta.
—¡Poppy, buen día! —dijo Avery con una sonrisa radiante—. ¡Vaya! Tu cabello... es salvaje.
Poppy se llevó una mano a la cabeza y, aunque no podía verlo, sabía que su cabello debía lucir como un gran nido enredado y enmarañado.
—Si, se pone así cuando no lo peino en las noches —titubeó avergonzada.
—Oh, es lindo.
Ambas intercambiaron una mirada. Avery continuó sonriendo y Poppy se aclaró la garganta, esperando la razón de su inesperada visita.
—¡Ah, sí! ¡Claro! —Se golpeó la frente—. No te vi durante el desayuno y no pude avisarte. Mi mamá contrató a un grupo de estilistas para tener ayuda con su maquillaje y peinado; también van a arreglar a algunas invitadas. Quería saber si quieres unirte a nosotras.
Poppy se sintió conmovida de que hubiera pensado en ella.
—Me encantaría. —Sonrió.
Avery respondió con otra sonrisa. Aunque, unos segundos después, su expresión se tornó un poco más seria y tragó saliva.
—¿Jack está contigo? —preguntó con suavidad.
Poppy separó los labios, sin saber qué decir, y le tomó unos segundos procesar una respuesta. Si decía que sí, Avery podría adivinar que Jack y ella habían dormido juntos. Y entonces le haría preguntas y diría algo así como que Libra y Escorpio tenían fuego y Poppy se moriría de vergüenza.
Necesitaba tiempo para meditar lo que había sucedido.
—No, no, Jack no está aquí —mintió en un balbuceo nervioso que la hizo sentir como una mala persona—. Debe haber salido a correr.
Avery se relajó un poco, aunque su semblante seguía siendo conflictuado.
—Quería hablar con él antes de la boda. Tú sabes... por lo que pasó ayer. Nos quedamos preocupadas cuando se marcharon. A veces puedo ser muy dura con él, pero es solo porque lo amo.
Enternecida por sus palabras, Poppy negó y se animó a tomar la mano de Avery en un apretón de consuelo.
—No te preocupes. Jack está bien —aseguró—. Ayer hablamos un poco y estoy segura de que las cosas se resolverán.
—¿Lo crees? —preguntó, y sus ojos brillaron.
Poppy asintió.
—Gracias, Poppy. —Avery se acarició el vientre abultado, más calmada—. Si ves a Jack, dile que Bram y los demás también están esperando que se una a ellos.
—Sí, sí, seguro. Cuando regrese —dijo con voz estrangulada. Mentirle a un alma tan pura le sentaba mal.
Avery se despidió después de darle instrucciones para que se reunieran en un rato. Poppy agitó la mano en el aire y congeló una sonrisa hasta que la otra mujer desapareció por el pasillo. Luego cerró la puerta y apoyó el cuerpo contra la madera con un suspiro profundo.
Un segundo más tarde, corrió hasta la cama.
—¡Jack, levántate! —dijo, sacudiendo su hombro—. ¡Ya es tarde!
Él se movió e intentó escabullirse bajo el edredón, soltando un gruñido. Poppy insistió.
—¡Levántate! ¡La boda es hoy! —pidió con desesperación—. Avery vino. Dijo que Bram y su séquito están esperándote, así que ya levántate y ve con ellos.
Jack descubrió su rostro y la miró sobre su hombro. Su cabello estaba despeinado y su expresión era somnolienta. Aun así, Poppy perdió el hilo de sus pensamientos por un latido. Ella tragó saliva y volvió a sacudir su hombro cuando él cerró los ojos.
—¡Esto es importante! —se quejó—. ¡Apresúrate! Y habla con Avery y tu mamá antes de la boda. ¿Estás escuchándome? —añadió cuando él fijó los ojos en ella.
—No, estoy recordándote desnuda. —Su voz era más grave y ronca por el sueño.
Poppy sintió calor hasta en la punta de los pies.
—¡Jack! —exclamó entre avergonzada y exasperada.
—¡Ya escuché!
Jack apartó el cobertor y se levantó de la cama, completamente desnudo. Poppy giró el cuerpo, clavando la mirada en el techo. No es que ella fuera una puritana —y considerando lo que había sucedido la noche anterior, habían visto suficiente el uno del otro—, pero la situación inesperada con Jack estaba sacándola de quicio. No podía lidiar con eso ahora.
—Esto es serio —reafirmó, dejando que se reflejaran la preocupación y la incertidumbre en su voz—. Es importante que hables con ambas. Tu mamá se casará hoy. Merece ser feliz, y no lo estará si cree que algo te molesta.
Poppy se mordió los labios ante la falta de respuestas de Jack.
Quizás estaba presionando demasiado. Tal vez estaba tentando su propia suerte al querer que Jack hiciera algo que no quería, aunque fuera lo mejor para él.
Poppy sintió su figura acercándose y su corazón apresuró su ritmo. Se mordió los labios con más fuerza cuando Jack se detuvo a su espalda y su respiración fue una caricia en su cabello y su cuello.
—Ya sé lo que debo hacer —susurró muy cerca de su oído.
Su respiración se redujo y los dedos de sus pies se encogieron con clara expectación. No hubo más palabras. Poppy solo dejó de contener el aliento cuando Jack entró en el baño y todo se quedó en aparente calma. Aunque su corazón y sus pensamientos no se mantuvieron así.
Prepararse para una boda tomaba más tiempo del que Poppy había imaginado. Alguien se había encargado de peinar su cabello indomable, de hacerle manicura y pedicura y de maquillarla de forma sofisticada y no con ese estilo básico que era lo único que Hana había logrado enseñarle. Incluso la habían ayudado a ponerse el vestido para ajustar los detalles finales de su apariencia.
Al observar su reflejo en el espejo de cuerpo entero, Poppy se había sentido hermosa y también había experimentado un sentimiento de nostalgia y culpa. Estos últimos días se había preocupado por su aspecto por primera vez en mucho tiempo.
El refugio y sus trabajos eventuales ocupaban casi todo el espacio de sus días, y Poppy no había encontrado un equilibrio entre su vida personal y su trabajo social. Aún mantenía contacto con el mundo exterior, pero era gracias a la insistencia de Hana y al cariño que sentía por su tía Kirsten y su abuela.
Sin embargo, la primera persona a la que había dejado afuera era a sí misma. Tenía que aceptar que muchas veces era injusta con sus propias necesidades. Tal vez era tiempo de que encontrara ese balance en su vida y se preocupara más por ella. Además, había sido agradable tener ayuda y dejarse consentir.
—Un tatuaje audaz.
Poppy giró el rostro al escuchar la voz de Alina. La mujer se detuvo a su lado, junto al gran ventanal por el que ella había estado observando el lago y las colinas.
—Si hay un problema con el tatuaje porque esté visible, puedo cambiarme de vestido —dijo Poppy mientras estudiaba su expresión para saber si estaba molesta.
Alina negó con la cabeza y una sonrisa estiró sus finos labios.
—Quizá haya un par de personas quisquillosas por aquí, pero Bram y yo estamos de acuerdo con eso —la tranquilizó—. Además, estás preciosa con ese vestido. Combina muy bien con tu tatuaje y el color de tus ojos.
Poppy sonrió y admiró la prenda.
Para la boda, había seleccionado un vestido largo con corte recto y entallado, cuello alto y mangas ajustadas alrededor de los puños. Era una pieza con flores bordadas a mano en hilo metálico de platino, cristales de vidrio y cuentas de oro, plata y platino sobre una base de seda gruesa azul noche. Era muy recatado por el frente, pero la espalda tenía un diseño ovalado que mostraba su piel, desde los omoplatos hasta la parte baja de esta, enmarcando su tatuaje como si fuera una pintura.
Su tía Kirsten le había regalado ese vestido para su graduación de la universidad. Poppy sentía un cariño especial por esa preciosa prenda.
—Jack también tiene un tatuaje con flores de cerezo —continuó Alina, llamando su atención.
El tatuaje de Jack apareció en su mente, pero no solo pensó en el arte, sino en sus músculos definidos y en cómo lucía en su piel cuando se movía sobre ella.
—Lo sé —replicó Poppy, y una sensación de calor subió por su cuello.
Sin embargo, Alina parecía inmersa en un recuerdo y no notó su vergüenza.
—Es por su padre —dijo, y su voz sonaba enternecida—. Cuando Jack era pequeño, vivíamos en una casa con un jardín grande. Había muchos árboles y flores de distintas especies. Era el refugio secreto de Wilhelm. Él amaba la naturaleza y a los animales. Siempre pensé que, si no hubiera sido ingeniero de Fórmula 1, hubiera sido biólogo o botánico.
—¿El padre de Jack también formaba parte de la Fórmula 1? —curioseó Poppy.
—Sí. A veces solía llevarlo consigo al trabajo. Cuando Jack era un niño y quiso ser piloto, él lo entrenó.
Poppy asintió con interés y logró rellenar algunos de los espacios en blanco sobre la vida de Jack. La noche anterior, había sido la primera vez que Poppy lo había escuchado hablar de su padre y no podía evitar sentirse intrigada. Tenía la corazonada de que si conocía más sobre su padre, podría ayudar a Jack.
—Ven conmigo —pidió Alina, dirigiéndose hacia un pequeño baúl en una esquina de la habitación—. Creo que tengo algo que te gustaría ver.
Poppy obedeció y se sentó en un sillón alargado. Alina se unió a ella y acomodó un libro sobre su regazo. Cuando lo abrió, Poppy reparó en que no era un libro, sino un álbum de fotos. Su mirada escaneó las páginas y descubrió fotografías viejas de la infancia de Avery y Jack. No pudo evitar sonreír cuando vio una foto de Jack, apenas un bebé, corriendo por la playa con un bañador azul, un gorro de marinero y una pala de arena en su mano. Él estaba riendo, sus ojos azules grandes y brillantes, sus rizos desordenados guindados por su rostro, sus mejillas rojas y rechonchas.
—Jack era un niño muy alegre y cariñoso —dijo Alina, rozando la foto con sus dedos—. Era muy apegado a Wil, pero también me buscaba. Él le enseñaba de carreras y jardinería mientras yo le enseñaba modales, a cocinar y a hacer su tarea.
Había una sonrisa de añoranza en los labios de Alina, que contagió a Poppy. Esas fotografías contaban la infancia de Jack y Avery. También habían fotos de una versión más joven de Alina, de Quinn junto a Avery con uniformes de exploradoras y de un hombre delgado y con rostro afable y gallardo, que debía de ser Wilhelm Foster.
—Aquí están cuando Jack debutó como junior en la F1 —explicó Alina, señalando una fotografía donde aparecía Jack y su padre junto a un monoplaza en medio de una pista de carreras—. Jack amaba a su padre. Estaba demasiado orgulloso de ser piloto y honrarlo de esa forma.
Alina pasó la página y se detuvo en una fotografía donde aparecía toda la familia, jugando y riendo, alrededor de un muñeco de nieve. Era una foto preciosa. De alguna forma, evocaba emociones y transmitía tanto cariño y amor. Poppy sintió un escozor en el pecho.
—Fueron años grandiosos —hubo una pausa y Alina tragó con fuerza—. Y luego Wil enfermo.
—Lo siento mucho —murmuró Poppy también emocionada—. No tienes que decir nada.
Alina agitó su cabeza. Sus ojos estaban llorosos y su expresión contenía tanto afecto como dolor.
—Yo quería hablar de esto porque es importante, ¿no lo crees? —dijo—. Debes conocer cómo era Jack antes de que su corazón se rompiera. Solo así entenderás porqué es así, con sus actitudes cambiantes, con su personalidad reservada y cortante.
»La muerte de su padre marcó a Jackson de formas inimaginables. Mi hermoso niño se llenó de demonios, sombras y miedos. Se encerró en sí mismo, dejándonos fuera. Se escondió detrás de máscaras que le permitieron sobrellevar su dolor.
Poppy lo sabía porque había pensando lo mismo al conocerlo. Más allá de la máscara del hombre mujeriego, del tipo idiota, del chico problemático. Más allá de todas esas máscaras, ella había descubierto atisbos de un hombre herido, inseguro y exhausto. La noche anterior, ella había visto una versión de Jack, quizá la más auténtica y vulnerable, y aquello la había dejado sin palabras.
—Sé que está asustado y enojado —continuó Alina con tono confidente—. Sé que hay algo que lo carcome por dentro, que lleva años siendo su tormento, no sé qué es y está bien si nunca lo dice, pero quisiera que volviera a buscarme como cuando era un niño y me concediera la oportunidad de estar a su lado.
Poppy sostuvo su mano, dándole apoyo. Alina le dio un apretón de vuelta y sonrió.
—A veces me preguntó que haría Wil. Estoy segura de que él habría sabido qué decir para hacerlo sentir mejor.
Hubo un momento de silencio y tranquilidad. Cada una inmersa en sus pensamientos y recuerdos hasta que Poppy rompió el silencio.
—¿Crees que algún día podrías olvidarlo? —preguntó, pensando en el temor que Jack le había confesado.
Alina levantó el rostro y su expresión se tornó confundida.
—¿A Wil?
Cuando Poppy asintió, la mujer se rio en voz alta. No de forma burlona, más bien como si lo que acababa de escuchar fuera imposible.
—Claro que no, querida. Jamás sería capaz —aseguró, calmando su respiración y dejando ir su mano con una suave palmadita—. Jack se parece demasiado a él y Avery tiene su carácter. Está presente en cada memoria del pasado y permanecerá en cada paso hacia el futuro. Wilhelm era un buen padre, un hombre extraordinario y mi alma gemela.
«Alma gemela...».
Poppy le creyó porque sus ojos tenían un brillo especial, una mezcla de cariño y añoranza.
—No pensé que volvería a enamorarme. Wil no quería que estuviera sola, pero, por mucho tiempo, pensé que era lo mejor para mí. Y entonces conocí a Bram. Él también había perdido a su esposa y juntarnos nos permitió sanar. Pude encontrar de nuevo a mi alma gemela y estoy agradecida por eso.
«Wilhelm era su alma gemela. Bram es su alma gemela...».
Poppy frunció el ceño.
—Pero... ¿no solo tenemos un alma gemela en nuestra vida?
—Muchas personas piensan que solo tenemos una alma gemela o que nuestra alma gemela es nuestro primer amor, pero yo pienso que nuestra alma gemela es la persona que elegimos amar y que nos ama de vuelta.
—¿No te preocupa amar menos a Bram de lo que amaste a Wilhem?
Poppy sabía que era una pregunta muy intrusiva que no tenía derecho a hacer, pero, en lugar de enojarse, el rostro de Alina se volvió más cariñoso.
—Dime algo, Poppy, cuando amas a alguien y, no hablo de algo romántico, ¿acaso puedes medir la cantidad de amor que le das? ¿Puedes saber cuánto amas a cada persona que está en tu vida?
La joven negó con la cabeza.
—Exacto. Es lo maravilloso del amor. No se mide en cantidad, sino en emociones. Se mide a través del inexplicable pensamiento de saber que estarás bien si esa persona está bien, de la preocupación o el temor a perderla, de la felicidad que sientes al saber que existe y está a su lado, ¿no te parece?
Poppy abrió la boca para responder, pero nada traspasó sus labios. De pronto, se sentía aturdida e inquieta. ¿Podrían tener las mujeres de su familia más de una alma gemela?
Claro que no. Al menos, hasta ahora, ese no había sido el caso. Una alma gemela, un amor verdadero y un corazón roto. Eso era todo, y era más que suficiente.
Pero... Incluso si lo que Alina decía era cierto, Poppy no estaba segura de querer encontrar una nueva alma gemela. Si la primera le había roto el corazón, la segunda lo destruiría para siempre. Poppy no quería arriesgarse.
—Alina —Abby interrumpió su conversación—, Jack está en la puerta. Quiere hablar contigo y con Avery.
Al escucharla, Poppy levantó la mirada hacia la entrada. En ese salón solo seguían Alina, Avery, Quinn y ella. El equipo de maquillaje y peinado y el resto de los asistentes se habían marchado hacía un rato.
—Dile que pase —sentenció Alina, guardando el álbum de fotos.
Su voz sonó calmada, pero Poppy pudo identificar un rastro de nerviosismo en su rostro.
Cuando él entró en el salón, Poppy recorrió su figura en una discreta inspección. Con aquel traje azul oscuro de tres piezas, Jack lucía más alto, imponente y muy atractivo. Sus rizos cortos estaban peinados hacia atrás, acentuando su rostro sereno de profundos ojos azules, facciones rectas y una mandíbula marcada cubierta de un atisbo de barba.
Él se detuvo en el centro del salón y su mirada también buscó a Poppy. Sus ojos se oscurecieron, provocando una corriente eléctrica en su vientre.
—Me retiraré para que puedan hablar —anunció Poppy, queriendo darles privacidad.
—Puedes quedarte —repuso Jack—. No voy a tardar.
Poppy cuestionó su decisión con la mirada, pero él asintió sin dudarlo. Luego observó a su madre y a su hermana, quienes se habían juntado frente a él, en un silencio expectante.
—Probablemente no sea el mejor momento, pero quería hablar sobre la discusión de anoche —dijo, y Poppy detectó un ligero tono de vacilación en su voz—. Sé que quizás están esperando una disculpa por todo lo que dije, pero eso no sería muy propio de mí, ¿no?
Jack esbozó una ligera sonrisa que no era divertida, más bien era amarga y contenía un rastro de arrepentimiento.
—Al contrario, lo que quiero decir es que, todo este tiempo, podría haber sido un mejor hermano, un mejor hijo —admitió— y podría haber causado menos problemas y escándalos.
—Jack, yo... —Avery empezó, pero él levantó una de sus manos para detenerla.
—Está bien, Avery. Lo sé. No quisiste decir esas cosas, ni yo tampoco. Pero tienes razón: me alejé y fui injusto con ustedes porque tenía miedo de que fueran a olvidar a papá.
—¿Cómo podríamos olvidar a papá? —inquirió Avery, perpleja—. ¡Es papá! No hay un día en que no piense en él.
—Lo sé. Soy muy idiota. No puedo evitarlo —dijo, encogiéndose de hombros—. Solo quiero que sepan que estoy haciendo mi mejor esfuerzo y que estoy agradecido de que estén a mi lado.
Jack tragó saliva y exhaló como si hubiera estado conteniendo el aliento hasta soltar aquellas palabras. Al verlo más relajado, Poppy también pudo respirar tranquila.
—Casi lo olvido —dijo Jack, buscando a Alina—... Mamá, quiero que seas feliz. Y lamento no tener aquí las joyas de papá, pero tengo esto...
Jack sacó un objeto del bolsillo de su pantalón y lo sostuvo en el aire.
Poppy entrecerró la mirada y logró distinguir el accesorio. Era un prendedor, circular y de tamaño promedio, que decía «La mejor mamá del mundo», junto a un dibujo de una muñeca rubia con brazos y cuerpo de palito. Eso le arrancó una sonrisa.
Jack se acercó a su madre y enganchó el botón en la tela de su vestido, justo sobre su corazón, mientras Alina lo observaba con ojos llorosos.
—No llores —musitó él, limpiando con sus dedos una lágrima escurridiza de su mejilla—. Sé que estás tomando una buena decisión y papá estaría de acuerdo.
—Oh, cariño... —murmuró, envolviendo a su hijo en un abrazo—. Te amo tanto...
Avery se unió a ellos poco después, murmurando disculpas y quejándose de que por su culpa se arruinaría su maquillaje. Poppy se mantuvo en silencio y se abrazó a sí misma cuando la intimidad del momento le provocó una opresión en el pecho. Quizás eran celos o melancolía. Cuando su mente se llenó de pensamientos de su madre, su corazón se entristeció lleno de nostalgia y anhelo.
—Bueno, ¿vamos a seguir llorando o a celebrar una boda? —intervino Quinn con su brutal honestidad.
Todos sonrieron.
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