Capítulo 16
Poppy no sabía adónde se dirigía.
Sus pasos torpes y precipitados la llevaron a través del jardín. Ya había anochecido y la luz de la luna proyectaba su sombra contra los arbustos, mezclándose con la luz dorada de los faroles que estaban a los costados del camino. Aun así, Poppy sentía que estaba caminando entre tinieblas.
En ese momento, su mente era un caos. Sus pensamientos y los recuerdos del pasado se repetían una y otra vez, como en un círculo vicioso y cruel. Tampoco tenía forma de controlar sus emociones. Ella era temor y vergüenza, era inestabilidad y desesperanza, era una respiración pesada y un corazón roto.
—¡Poppy!
Poppy escuchó el llamado, pero no se detuvo. Al contrario, intentó ir más deprisa, pero su cuerpo no cooperó: le dolían las piernas por el esfuerzo, tenía el rostro entumecido por el viento frío, su respiración estaba entrecortada y los latidos le resonaban en los oídos, casi ensordeciendo el ruido de sus pensamientos.
—¡Espera, Poppy! —pidió Jack, cada vez más cerca.
Llegó hasta ella y le sostuvo el brazo para frenar su huida. Poppy quiso soltarse, pero su agarre era firme.
Jack también tenía la respiración acelerada y se tomó un par de segundos para recuperar el aliento antes de hablar.
—Tenemos que dejar de hacer esto. —Se irguió frente a ella—. Que yo tenga que correr detrás de ti. No es bueno para mi reputación.
Poppy miró su rostro agotada.
—Jack, ahora no —dijo cuando su respiración también se estabilizó, aunque aún le era difícil respirar—. Quiero estar sola.
—Explícame eso de Savone.
Ella agitó la cabeza.
—No te incumbe —murmuró.
—Claro que sí. Todo el mundo parece saber lo que sucede menos yo. Me siento como un idiota —sentenció con frustración—. ¿Cómo voy a defenderte si no sé de qué se trata?
—Jack, no puedo con tus juegos en este momento —susurró, sintiéndose muy vulnerable—. Por favor... —Rogó con sus ojos que la dejara ir.
—No estoy jugando —declaró él—. Poppy, me importa. Quiero entender qué sucedió.
Jack no le soltó el brazo. Al contrario, deslizó la mano hacia abajo hasta sostener la de ella. Poppy se mordió los labios. El dolor en su pecho era incontenible y el nudo en su garganta parecía oprimir las palabras dentro de ella. No quería hablar del pasado, aunque sus pensamientos y emociones intentaran abrirse paso a través de su piel.
Y, en medio de una silenciosa batalla interna, Jack la observaba con los ojos empañados de una mezcla de calma, sinceridad y preocupación. Era la primera vez que la miraba así, pero Poppy no pudo ignorar la corazonada de esperanza que se extendió por su pecho, como un presentimiento que susurraba que todo estaría bien, que podía dar ese salto y confiar.
—Savone es una de las farmacéuticas más grandes del mundo y la líder en neurobiología. Yo solía trabajar para ellos.
—¿Cómo? —Jack se mostró confundido—. ¿También hacías mandados para ellos?
Poppy meditó sus palabras hasta que comprendió que él creía que ella siempre había sido la chica de los mandados o de los trabajos casuales.
—No, trabajaba en el laboratorio. Soy bióloga y tengo un postgrado en medicina e investigación animal.
Los ojos de Jack se agrandaron y se quedó boquiabierto por varios segundos. Su sorpresa no podía ser más evidente.
—¿Entonces por qué trabajas para otros? ¡Podrías estar ganando mucho dinero!
—Porque eso me habría costado mi humanidad —respondió con amargura. Bajó el rostro y sus hombros cayeron, como si estuviera sosteniendo un peso invisible.
—No entiendo —dijo Jack, dando un paso más cerca—. ¿Qué sucedió?
Poppy soltó el aliento y separó los labios, dejando que las palabras escaparan.
—Hace cinco años, me gradué de la Universidad de Oxford y Savone me contrató para cubrir una vacante de investigación en uno de sus laboratorios. Ellos conocían mi trabajo y sabían que mi especialidad estaba relacionada con los animales. Tuve buenas recomendaciones, sobre todo de colegas de mi madre.
—¿Ella también es bióloga?
—Ella era neurocientífica, una muy reconocida. Estudió por años el cerebro humano y sus investigaciones apoyaron el descubrimiento de tratamientos y drogas para enfermedades incurables.
—¿Era? —repitió Jack, trémulo—. ¿Acaso ella...?
—Murió cuando estaba en la universidad —aclaró Poppy con pesar.
—Lo siento mucho. Pero... suena como una mujer increíble —sentenció de forma torpe, pero a ella le pareció reconfortante—. De hecho, tú eres... ¡Vaya! ¿No lo ves? Debemos tener la misma edad y ya tienes un doctorado. ¡Debes de ser una genio, Poppy!
Poppy sabía que sus palabras intentaban animarla, pero no sintió nada. Al contrario, no pudo evitar pensar que su inteligencia no había traído nada bueno a su vida, solo había sido utilizada por sus conocimientos y su pasión.
—Savone también vio mi potencial —continuó—. Al poco tiempo de unirme, me colocaron como líder de un equipo de investigación para el desarrollo de vacunas, antibióticos y analgésicos para animales. Y yo... Nosotros...
Por un segundo, Poppy se detuvo y creyó que no iba poder seguir, pero sintió un apretón en su mano. Jack sonrió y ella tragó con fuerza.
—Dentro del laboratorio, hacíamos experimentación controlada en animales para probar los avances. No me sentía orgullosa de eso, pero era necesario para garantizar la efectividad de un tratamiento. Pensaba que todo estaría bien mientras recordara que los animales eran seres con sentimientos, capaces de sentir dolor, y controlaba las pruebas minimizando los daños y maximizando los resultados.
»Durante mi periodo allí, creamos vacunas, desarrollamos nuevos medicamentos y mejoramos los tratamientos para animales. Mi equipo de investigación obtenía los mejores resultados, así que Savone empezó a darnos proyectos fallidos de otros equipos. Ellos querían más, querían todo el dinero que pudieran obtener, incluso si eso implicaba desarrollar proyectos secretos saltándonos protocolos y haciendo una experimentación animal cruel y sin ética. Yo...
Su voz se cortó, empezó a llorar y sus labios temblaron sin control. La presión en su pecho aumentó.
—No era eso lo que quería. Yo no quería matar. —Sollozó—. Quería ayudar, sanar y salvar vidas, así que renuncié y amenacé a Savone con denunciarlos si seguían con sus proyectos secretos, pero no se detuvieron. Puse una demanda y fui a juicio. Yo tenía pruebas, pruebas sólidas, pero para ellos era solo un juego.
»Nadie quiso ayudarme, no tenía apoyo, así que me enfrenté sola a Savone y perdí. Eso me costó mi carrera, mi reputación, mi dinero y cualquier oportunidad de volver a trabajar en el campo. Pero lo peor fue sentir que había perdido mi humanidad. Mi ética y moral ya no valían nada.
—Poppy...
Ella negó con la cabeza. Si se detenía ahora, no se sentiría capaz de volver a exponer su corazón de esa forma.
—No regresé a Savone y abandoné mi carrera. Ya no quería ser la villana. Y, de cualquier forma, había perdido la pasión por lo que hacía, la esperanza de ayudar y salvar vidas. Fueron días oscuros en los que incluso olvidé cómo ser feliz. Hana, mi mejor amiga, se preocupó y me contó que había un refugio donde necesitaban ayuda. Ella insistió en que fuera.
Hana había insistido tanto que Poppy ahora estaba segura de que su amiga realmente había tenido miedo de perderla. Y su preocupación había sido su salvación.
—Todavía no sé por qué decidí acudir aquella tarde. Solo fui y compartí mi historia con Laurie y Adam. Luego pregunté si podía quedarme y ayudarnos. Ambos me abrazaron, y ¿sabes qué?, nunca he sido más feliz. Por primera vez en todos esos años de servicio sentía que realmente tenía un propósito. Me di cuenta de que era más feliz ayudando en el refugio que dirigiendo un laboratorio y recuperé mi humanidad al estar rodeada de aquellos animales heridos o abandonados, porque ellos nunca juzgan, no odian; solo aman sin condición. Y por eso, por ellos, por Laurie y Adam, para pagar mis pecados haría lo que fuera por mantener el refugio abierto. Aunque eso implique que otros hablen de mí o aceptar trabajos casuales o incluso ridículos como vestirme de payaso en fiestas infantiles sin tener una licencia.
Poppy desvió la mirada y volvió a intentar secarse el rostro, pero nuevas lágrimas reemplazaron las viejas.
—Poppy, no seas ridícula —dijo Jack muy serio.
Ella miró su rostro con grandes ojos brillantes de lágrimas, aturdida de que él dijera algo tan insensible ante su dolor. Pero, un segundo después, los labios de Jack se estiraron en una sonrisa boba.
—No existen las licencias para payasos.
Ella lo miró, desconcertada. En ese momento, su reacción natural debió haber sido enojarse porque él continuaba sin tomarse en serio el asunto; sin embargo, no se enojó porque Jack no se estaba burlando de ella. Al contrario, realmente estaba intentando distraerla de su pena. Aunque de una forma muy idiota.
Empezó a reírse en medio de las lágrimas, de manera entrecortada. Jack también se rio y le dio un apretón en la mano.
—Te reíste, ya no puedes seguir llorando.
Poppy sonrió, pero las lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas. De pronto, sintió como si aquella presión en su pecho cediera y tuviera que dejar escapar sus emociones de alguna forma.
—¡Dios, ya no llores! —musitó Jack, luciendo inquieto—. Te ves horrible —agregó en broma, y dejó escapar un lento suspiro. —Lo siento, soy muy malo para consolar a las personas.
Los sollozos de Poppy fueron arrastrados por el viento y avivaron la incertidumbre de Jack. Entonces él dejó ir su mano, pero buscó su cintura y atrajo su cuerpo para abrazarla despacio. Su postura era rígida, pero a Poppy no le importó. Cuando estuvo cerca, se aferró a él sin dudarlo y tomó el consuelo que su abrazo ofrecía.
Su pasado, los recuerdos, las palabras dichas, todo se precipitó sobre ella y la oscuridad a su alrededor pareció querer engullirla. Sin embargo, en ese momento Poppy sintió que podía llorar sin miedo o vergüenza porque los brazos de Jack a su alrededor se sentían como un ancla que impediría que se ahogara.
Poppy ocultó el rostro contra su hombro y lloró con agonía hasta que las lágrimas se secaron y los temblores en su cuerpo se detuvieron. Mientras tanto, Jack acarició su cabello y su espalda al ritmo de su corazón. Y cuando sus sollozos se convirtieron en una suave respiración, él susurró cerca de su oreja:
—¿Quieres que robemos comida de la cocina y luego nos escondamos en nuestra habitación?
Poppy sonrió.
La luz de la luna se filtraba por el ventanal y proyectaba un resplandor blanquecino sobre la penumbra de la habitación. Poppy estaba de pie junto a la ventana, mirando a través del cristal; un árbol se alzaba en la distancia.
La primera vez que llegaron a la habitación, ella se había sentido un poco decepcionada de que su ventana tuviera vista hacia la parte posterior del castillo y no hacia los jardines. Pero su desilusión había sido fugaz. En el jardín posterior, adentrado en el campo, había un árbol de flores de cerezo. Magnífico y solitario, rodeado de césped recortado y bañado de miles de pétalos rosados.
«¿Coincidencia o destino?», pensó Poppy mientras sus dedos rozaban el árbol por encima del cristal.
Apoyó el cuerpo contra el alféizar e hizo un paneo de la habitación. Al igual que el resto del castillo, parecía una estancia lujosa perteneciente a una mansión de la época victoriana, pero con un estilo escocés. Tenía el techo alto, el piso alfombrado y las paredes poseían formas talladas en relieve y estaban decoradas con candelabros. El mobiliario era igual de elegante: había sillones, veladores, lámparas de pie, pinturas con marcos dorados, almohadones, cortinas drapeadas, un escritorio, un taburete de pie de cama y sillas con altos respaldos dorados.
Sin embargo, lo que más llamaba la atención era la majestuosa cama con dosel. Estaba dentro de un armazón con columnas de madera talladas con diseños de flores y enredaderas. Incluía cortinas, varias almohadas y edredones que lucían tan suaves como pesados. Y, para el toque escocés, todo estaba tapizado con tela de cuadros azules y verdes. Muy patriota.
Poppy tembló cuando una corriente de viento se filtró por la ventana abierta. Se arropó aún más en su chal de lana y se apartó de la ventana. Sin saber qué hacer, dio vueltas por la habitación, estudiando los detalles en los que no había reparado a primera vista, mientras esperaba que Jack regresara de su nueva aventura a la cocina.
Luego de pedir algunos platos, habían regresado a la habitación para comer lejos del resto de los invitados. Sin embargo, al terminar, él había insistido en que necesitaban algo fuerte para terminar la noche. Poppy no estaba segura a qué se refería, pero él había escapado antes de que pudiera preguntarlo.
Un par de minutos después, Poppy escuchó que la puerta se abría y Jack entró sosteniendo una botella de alcohol y dos vasos.
—Una camarera me dio esta botella de Macallan Double Cask.
Poppy estaba segura de que debió de haber coqueteado con ella para recibir tal trato, pero no dijo nada. Caminó hacia la cama y se sentó sobre la alfombra, apoyando la espalda contra el cobertor. Jack se sentó a su lado y se concentró en abrir la botella de whisky.
Se entretuvo mirándolo. Él se había sacado la chaqueta y el chaleco del traje, se había abierto los primeros botones de la camisa y se había remangado las mangas. Poppy admiró la forma en que los músculos de sus brazos se flexionaban haciendo fuerza en la tapa de la botella. Jack se inclinó hacia adelante y algunos rizos de su cabello le cayeron sobre los ojos. Poppy quiso apartarlos, pero frenó su impulso y desvió la mirada.
Al final Jack destapó la botella.
—Definitivamente el whisky escocés es especial entre los whiskys —dijo satisfecho, luego de vaciar su vaso—. Tu turno, Sinclair. ¿Has bebido whisky escocés antes?
Poppy negó, pero eso no detuvo a Jack.
Poppy olisqueó el whisky y distinguió cierto aroma acaramelado en el que se apreciaba la manzana y la vainilla. Bebió un pequeño sorbo y saboreó el líquido suave y delicado que le dejó un sabor cítrico con un regusto final dulce y amaderado.
—No está mal —comentó, y Jack sonrió.
Continuaron bebieron en un silencio cálido y confortable. Poppy repasó en su mente los acontecimientos de esa noche y casi creyó que todo había sido solo un sueño.
Llevaba años sin encontrarse con alguien que relacionara su nombre con Savone y el juicio. Aun así, en el lugar y momento más menos pensado, su pasado había resurgido, tomándola desprevenida. Y lo que más había dolido, lo que más dolía, era que siempre habría alguien que hablaría a sus espaldas y la juzgaría por sus buenas o malas acciones.
Era agotador.
Poppy suspiró.
—Lo que dijo esa chica hoy, sobre qué había sido una idiota...
—No hagas caso. —Jack hizo una mueca.
Poppy negó con la cabeza y esbozó una sonrisa amarga.
—No es la primera vez que alguien opina así de mí. Muchas personas, sobre todo colegas, me llamaron idiota cuando decidí ir en contra de Savone. Yo lo tenía todo, ¿sabes?
Jack buscó su mirada.
—Tenía lo que muchos llamarían una vida privilegiada: un trabajo cotizado, un departamento envidiable en Westminster, un auto último modelo y la ropa más elegante y glamorosa. Era una joven admirada y odiada a partes iguales. Los científicos con más años de experiencia hablaban a mis espaldas, mientras que los más jóvenes me apoyaban por interés. Así que me llamaron por muchos adjetivos cuando renuncié e inicié la demanda.
—¿Cuándo decidiste que querías hacer la demanda? —preguntó Jack, terminando otro vaso de whisky—. ¿Fue por alguno de esos proyectos secretos?
Poppy se quedó callada. Contempló el vaso entre sus dedos y agitó despacio el líquido.
—La versión oficial es que se trató de un proyecto que no quise llevar a cabo.
—¿Qué quieres decir? —inquirió Jack, arrugando la frente—. ¿No fue por eso?
Poppy bebió el licor de un solo sorbo, lo que le provocó un escozor en la garganta y en el pecho, pero detuvo el ligero temblor de sus dedos.
—Nunca le conté esto a nadie, pero hubo un accidente —confesó—. Mi auto se dañó y tuve que tomar un taxi para ir a la oficina. Cuando llegué, había una protesta contra Savone. Yo estaba caminando hacia la puerta principal, con mi atuendo impecable y caro, cuando alguien me arrojó basura.
Jack se tensó a su lado, pero no interrumpió su relato. Poppy se sintió agradecida porque, de nuevo, era uno de esos momentos en que se quedaría sin habla si se detenía.
—Lo recuerdo muy bien; puedo cerrar los ojos y recrear ese momento. Recuerdo que después fui a mi oficina, me lavé el rostro, y, al verme al espejo, vi a una mujer que no reconocí. Yo no había hecho nada malo, lo sabía, pero ¿realmente era inocente? —Poppy se acarició el pecho de forma distraída como si eso pudiera aliviar el dolor del recuerdo—. Ese fue el momento en que desperté. Tuve que estar cubierta de basura para darme cuenta de que, en el fondo, sí lo era.
—Poppy...
Sus labios se extendieron en una sonrisa triste. Ante sus palabras, su corazón dolió, pero, al mismo tiempo, sintió que compartir ese secreto hacía que aquella herida escociera menos. Ya no tenía que seguir aferrándose sola a un recuerdo tan penoso.
—Está bien —tranquilizó a Jack—. Cuando entré en el refugio, hice las paces con mi pasado. Me di cuenta de que la muerte de mi mamá y la ruptura que viví, me volvieron alguien que no era. No justifico mis decisiones, pero creo que todo hubiera sido diferente si no hubiera perdido a quienes amaba. En ese momento, admití que tenía el corazón roto y necesitaba lidiar con eso para encontrarme conmigo misma de nuevo. Además, me prometí que sería menos impulsiva y no dejaría que las habladurías de las personas me lastimaran. Hoy no debí perder el control, pero todo fue tan... inesperado.
Sus miradas se encontraron. Poppy detectó cierta oscuridad en los ojos de Jack.
—¿Por qué no continuaste peleando contra Savone? ¿Por qué te rendiste?
—No me rendí —respondió Poppy con firmeza—. Decidí dejar de luchar esa guerra imposible y permití que me quemaran. Y luego renací a una nueva vida, en la que estoy luchando por algo que vale la pena: ayudando a los animales y salvando sus vidas para evitar que necesiten a Savone.
Por eso Poppy debía salvar el refugio a toda costa. Era su hogar. Había sido su salvación, y ahora ella iba a devolver el favor.
Se sirvió otro vaso de licor y bebió hasta el fondo, dando por cerrado el capítulo desafortunado de aquel día. De nada servía seguir torturándose con el pasado y todo lo que había sucedido.
Soltó un suave suspiro y recostó la cabeza contra la cama. Sus párpados se cerraron, cansados, pero mentiría si dijera que no se sentía mejor después de esa conversación con Jack, incluso aunque había algo muy irónico en toda esa situación. Nunca había pensado hablar con alguien del incidente de la basura, pero le había revelado uno de sus secretos más profundos a un hombre que aún no estaba segura de si debía alejar o mantener cerca.
Pero, inesperadamente, se sentía bien, un poco más libre. Se sentía...
Se sentía un poco mareada.
—Jodie tampoco puede tolerar bien el alcohol —comentó Jack cuando Poppy le dijo—. ¿Es de familia?
—Quizá sí, quizá no —repuso Poppy, y sonrió cuando la imagen de su prima apareció en su mente—. ¿Sabes? Jodie es tan bella y Wes es tan atractivo... Apuesto que sus bebés serán hermosos.
Jack arrugó la frente y sus labios se torcieron en una mueca.
—Wes es bastante promedio, a mi parecer —la contradijo—. Ya está envejeciendo —agregó, ignorando el hecho de que su compañero tenía apenas treinta y tres años.
Poppy abrió los ojos y contempló el perfil de Jack mientras vaciaba otro vaso con sorbos cortos.
Sintiéndose audaz, Poppy dejó escapar algo que había estado escondido en el fondo de su mente.
—Te gusta, ¿verdad?
—¿Wes? —Jack la miró de reojo—. Definitivamente no es mi tipo. Muy musculoso.
Jack rio con su broma, pero Poppy no.
—Jodie —susurró. Jack no respondió, por lo que ella continuó, con una sonrisa débil—: No sería una sorpresa; Jodie es tan linda y tiene aquella dulzura innata que roba corazones. Creo que ni siquiera el destino quiso ser cruel con ella y permitió que rompiera la maldición.
—¿De qué hablas?
Poppy negó con la cabeza y volvió a cerrar los ojos.
Estaba bien si él no quería responder. Poppy ni siquiera sabía por qué había sacado el tema y si le importaba. No era asunto de ella y...
—No es lo que piensas —empezó Jack. Su voz era tranquila—. No estoy enamorado de Jodie. Ella me gusta, pero no de una forma inapropiada.
Jack dejó el pequeño vaso entre ellos y Poppy lo miró en silencio, intentando encontrar alguna pista que le indicara que mentía.
—Te lo dije antes: Jodie siempre ha sido buena conmigo. Cuando suele llevar dulces a los entrenamientos, siempre me toca el más grande o soy el primero en recibirlo. También interviene cuando Wes se enoja conmigo. Y, cuando me enfermo, ella me envía medicina o comida casera. Jodie es como una mamá oso. Te cuida y se preocupa por ti, aunque no lo quieras.
Poppy reconoció el cariño en su voz, pero también un rastro de nostalgia. Y, aunque sintió curiosidad, prefirió no preguntar.
—Es cierto, Jodie será una buena madre —coincidió con una sonrisa risueña.
Poppy dejó ir el tema y se tambaleó hasta ponerse de pie. Se recostó sobre el filo de la cama y Jack giró para mirarla. Con él, sentado en el suelo, y ella acostada con la mejilla pegada al edredón, sus rostros quedaron al mismo nivel.
—¿Poppy?
—¿Qué?
—Muéstrame tu tatuaje —pidió en un susurro grave y profundo.
¿Su tatuaje? ¿Qué tenía su tatuaje? ¿Por qué quería verlo?
Poppy meditó sus preguntas y frunció el ceño. Si bien no se sentía con la capacidad de razonar al cien por ciento, sabía que desnudarse frente a él era una mala idea.
—Tengo la satisfacción de informarte que tus técnicas de seducción no funcionan conmigo ni siquiera cuando he bebido alcohol.
Jack rio. Seguramente se burlaba de ella.
—¿Entonces no me lo mostrarás?
Sí, definitivamente se burlaba de ella. O quería burlarse. No había otra razón para su interés.
—Podría mostrarte —respondió Poppy casi adormecida—, pero luego tendría que matarte.
Eso le arrancó otra risa. Fue un sonido grave, bajo y embriagador. Él no tenía derecho a que su risa sonara tan bien. Él no tenía ni idea de lo que podía provocar o...
Poppy bostezó y cerró los ojos, dejándose arrastrar por el cansancio. Debió de estar soñando cuando entreabrió los ojos y creyó ver el rostro de Jack muy cerca del suyo, con sus labios separados por apenas un suspiro.
Sí, debía ser un sueño... Un loco y estúpido sueño. ¿Por qué querría Jackson Foster besarla?
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