Capítulo 15

Poppy se cepilló el cabello y contempló su reflejo en el espejo dorado de cuerpo completo. Era la primera vez, en mucho tiempo, que vestía de forma elegante y se maquillaba para verse bonita.

Hana era siempre quien la ayudaba a arreglarse cuando era necesario. Sin embargo, para haberlo hecho ella misma, el resultado no estaba mal. De hecho, se veía muy bonita. Eso le sacó una sonrisa.

Se había puesto un vestido entallado de seda color perla con un estampado de puntos negros. Era una silueta muy simple, femenina y clásica: tirantes finos, escote en V, cintura marcada y una falda con corte abierto que le rozaba las pantorrillas. Lo había combinado con unos zapatos negros en punta con un tacón bajo.

Hana estaría orgullosa del resultado. Poppy debía agradecerle porque, gracias a su insistencia, había llevado varios vestidos que había desempolvado de su clóset del pasado y nunca se había deshecho de toda su ropa elegante.

Poppy dio un par vueltas y la falda de su vestido se agitó en el aire. Sonrió y frenó sus movimientos al mismo tiempo que Jack salía del baño de la habitación. Ambos se congelaron. Poppy sintió que se mareaba y su corazón se desbocaba, pero no pudo estar segura de si había sido por dar vueltas o por la visión de Jackson Foster en un traje de tres piezas.

Ella apostaría a que fueron las vueltas, pero eso no evitó que su mirada se deslizara por el elegante conjunto azul oscuro que se ajustaba a su figura y resaltaba el color de sus ojos.

O quizás el detonante de sus frenéticos latidos podía ser su forma de mirarla como si estuviera acariciándola despacio, empezando desde su frente hasta la punta de sus zapatos. Parecía querer aprender esta nueva versión de ella que, al parecer, también lo había desconcertado.

—¿Qué? —preguntó Poppy, sintiéndose muy consciente de sí misma.

Sus dedos temblaron un poco mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja.

Jack reaccionó y negó con la cabeza. Se aclaró la garganta y dijo, desviando el rostro:

—Te ves bien.

Poppy sintió que un rubor subía por su cuello y tragó saliva.

—También te ves bien —respondió antes de perder el valor.

Ambos apartaron la mirada y pretendieron revisar alguna falla en sus atuendos.

Poppy estudió su reflejo una última vez y sonrió, solo un poco satisfecha.

Si bien era cierto que no estaba allí por decisión propia y que no era realmente una pareja «oficial» de Jack, no quería causar una mala impresión, y le habría entristecido un poco que a él no le gustara su apariencia.

Juntos dejaron la habitación y siguieron las indicaciones que Alina les había dado antes. La velada se llevaría a cabo en uno de los salones principales del castillo, el Salón Dorado, y empezaría con un servicio de té al estilo inglés antes del atardecer.

Poppy tenía un sentimiento de expectación en el pecho, como una corazonada de que algo sucedería. Esperaba que fuera algo bueno como disfrutar de aquella primera noche en el castillo bebiendo té en medio de un paisaje de ensueño.

Esbozó una sonrisa mientras se acercaban al final de uno de los pasillos que conducía al salón cuando Jack la empujó contra una pared y apretó su cuerpo contra el suyo, ocultándolos detrás de un pilar.

Todo fue tan rápido que las palabras se atascaron en su garganta. Jack atrajo su rostro tan cerca que Poppy por un segundo desesperado creyó que iba a besarla. Sin embargo, él se movió y sus labios rozaron su oreja, como si fuera a contarle un secreto.

Poppy dejó de respirar mientras un estremecimiento descendía por su columna.

Para los ojos curiosos podría parecer que estaban envueltos en un abrazo apasionado. Y quizá esa era la intención de Jack, porque Poppy logró ver un destello de Alina de la mano de un hombre, pero, al verlos abrazados, se dio la vuelta y se apresuró a darles privacidad.

Ella no entendía qué estaba sucediendo.

—Mi madre... —susurró Jack en su oído, y el corazón de Poppy se disparó—. ¿Ya se fue?

Él se alejó un poco, esperando su respuesta. Sin embargo, estaba tan cerca que Poppy podía distinguir las diferentes tonalidades azules de sus ojos y sentir su respiración cálida golpeando sus mejillas.

Poppy asintió, sin sentirse capaz de hablar.

—¡Perfecto! —dijo él con una sonrisa casi victoriosa y la soltó tan rápido que Poppy sintió que se mareaba—. Vámonos.

Jack ni siquiera le dio tiempo a procesar lo que había sucedido: al ver que ella no se movía, le tomó la mano y apresuró sus pasos para que se mezclaran entre la multitud.

Poppy dejó ir sus pensamientos y se distrajo cuando entraron en el Salón Dorado. Sus labios se separaron ligeramente mientras observaba la majestuosidad del lugar. Ni siquiera estaba segura de que se pudiera describir como un salón, porque esa palabra sonaba tan mundana y la visión frente a ella parecía salida de un cuento.

Desde lo alto de la amplia escalera donde ellos se hallaban, Poppy deslizó los ojos hacia abajo, por la planicie con pisos de porcelana y lámparas de cristal, hacia los altos ventanales abiertos que hacían de puertas para dar acceso al extenso jardín posterior con árboles bañados por la mezcla de luces del atardecer que estaban fundiéndose con el anochecer.

El nombre de Salón Dorado ahora tenía sentido. Todo en ese lugar era luminoso, brillante y tenía tonalidades doradas. Las lámparas, el mobiliario, la vajilla, las obras de arte, las alfombras... Todo. Incluso los invitados combinaban con la atmósfera áurea: los hombres, con sus refinados trajes, y las mujeres, con vestidos ceñidos o vaporosos, llenos de brillos, encaje y piedras preciosas.

Poppy vio a Alina entre los invitados. Junto a ella había un hombre alto, de aspecto distinguido, que debía de ser su prometido. No podía ver su rostro con claridad, así que tuvo intención de acercarse, pero Jack aferró su cintura y la llevó al lado opuesto del salón. Él estuvo de aquí para allá: se mezcló entre los invitados, deteniéndose a saludar y a platicar con un par de personas.

Jack llamaba la atención por donde iba. Los invitados lo reconocían y querían acercarse a él, por eso tendían a ignorarla. Sin embargo, Jack fue educado: la presentó y la incluyó en las conversaciones de forma natural.

Mientras se preparaba para la velada, Poppy había temido que se comportara indiferente o la dejara sola en medio de esas personas que no conocía, pero ahora se sentía aliviada y un tanto agradecida de que él se hubiera mantenido a su lado. No era que Poppy fuera una persona introvertida, pero sí podría ser tímida en ciertas circunstancias, como estar en una boda donde no era la invitada. Quizá por eso, a pesar de la buena intención de Jack de incluirla en las conversaciones, prefirió quedarse al margen.

En primer lugar, no había una historia preparada para «ellos», así que si alguien les preguntaba sobre su relación, estarían en un aprieto. Alina, Avery y Quinn parecían intuir que ella era la chica nueva de Jack. Sin embargo, él no la había presentado de esa manera ni Poppy había contradicho su suposición; así que no le quedaba más remedio que dejar que todos los demás pensaran lo que quisieran. La verdad era que le daba igual. Después de todo, no era una persona de la farándula y su trabajo concluiría al finalizar la boda. Luego Jack y ella no volverían a estar relacionados de ninguna forma.

Por otro lado, Poppy prefería pasar desapercibida; ser el centro de atención nunca había sido algo que le agradara. Jack, por supuesto, era todo lo opuesto: lucía muy seguro en ese ambiente siendo el centro de atención, atrayendo miradas femeninas a su paso y robando suspiros cada vez que sonreía. Era un seductor natural.

Poppy distinguió a Avery junto a Quinn cerca de las puertas del jardín y aprovechó que Jack estaba distraído para ir hacia ellas. Mientras se acercaba, Poppy no pudo evitar pensar que hacían una bella pareja. Estaban sentadas una junto a la otra y la cabeza de Avery estaba apoyada contra el hombro de Quinn mientras su esposa bebía té.

A pesar del ambiente de algarabía y movimiento a su alrededor, ellas parecían dentro de una burbuja de armonía: estaban hablando con calma, susurrándose palabras al oído y riendo con miradas brillantes. Poppy no quería interrumpirlas, pero cuando iba a darse la vuelta, Avery la reconoció, así que ella se acercó. Sin embargo, apenas pudo intercambiar un par de palabras con las dos antes de que Jack apareciera a su lado y volviera a adueñarse de su cintura.

—Jack, mamá quiere que conozcas... —empezó Avery.

—Después —la interrumpió él con una media sonrisa, y llevó a Poppy hasta la pista de baile que estaba a un costado del salón.

—¿Y si no sé bailar? —Poppy intentó sonar un poco molesta porque no le había preguntado, aunque, en realidad, se sentía nerviosa.

Jack la miró y le mostró una sonrisa de lado.

—Creo que confiaré en mi intuición.

En ese momento, la banda en vivo estaba tocando una melodía suave y las parejas se movían a un ritmo lento.

Se detuvieron en la mitad de la pista. Jack aferró una de sus manos y deslizó el otro brazo alrededor de la cintura de ella, atrayendo su cuerpo hasta que la distancia entre los dos desapareció. A su vez, Poppy deslizó una mano hacia arriba, por su hombro, y se enredó en su cuello.

Era extraño pero, de alguna forma, Poppy sentía que sus cuerpos encajaban. Jack era más alto que ella, tal vez por más de diez centímetros, pero no lucían disparejos. Al contrario, sus estaturas eran casi complementarias. Si él inclinaba el rostro y ella levantaba el suyo quedarían en el ángulo perfecto para... mirarse.

Poppy intentó relajar el cuerpo y se dejó guiar por él, bailando al compás de la música. Tenía mucho tiempo sin bailar así con nadie; tal vez esa era la razón por la que su corazón estaba más agitado que de costumbre. Poppy hizo caso omiso, asentó la mejilla contra su hombro y cerró los ojos, ignorando su alrededor y reconociendo nuevos detalles como la firmeza de su cuerpo contra el suyo, el aroma de su colonia y la suavidad de su cabello contra sus dedos.

Había olvidado cuán bien se sentía estar así con alguien.

De pronto, en medio de su ensoñación, Poppy se sintió observada. Abrió los ojos y, por encima del hombro de Jack, recorrió el salón con la mirada. Entre los grupos de invitados no encontró nada fuera de lugar, hasta que sus ojos captaron un movimiento cerca del bar.

—Hay una mujer mirándome desde el bar —comentó muy cerca del oído de Jack—. De hecho, creo que nos mira desde que empezamos a bailar.

Jack cambió su posición, sin soltarla, y siguió su mirada.

—Oh, es Sienna —dijo con desinterés—. Solía perseguirme cuando éramos pequeños. Solo ignorarla.

Poppy frunció el ceño.

—¿Es tu exnovia?

—Claro que no. Es demasiado molesta —respondió Jack.

Poppy se quedó repasando en su memoria la imagen de la joven. Era atractiva, del tipo de mujeres que aparecen en revistas y desfilan por pasarelas cubiertas de brillo y glamour.

—¿Estás celosa?

La pregunta de Jack la tomó desprevenida.

—Es lo más ridículo que has dicho desde que nos conocimos —repuso, y su voz sonó un poco dura.

—¿Estás segura? —insistió con una mirada profunda.

—Jackson...

Ante el tono de advertencia, él sonrió y dejó ir el tema. Sin embargo, Poppy dejó que su mente le diera vueltas al asunto e intentara interpretar sus emociones desde un punto más racional.

¿Estaba celosa de él? Por supuesto que no. Es más, no le importaba en lo más mínimo con quién saliera, a quién le sonriera o a quién mirara.

¿Se sentía molesta, amenazada o triste al respecto? Ummm... quizá había una ligera punzada de incomodidad en su vientre, pero debía de ser hambre. No había comido nada desde el almuerzo y ya había anochecido.

En conclusión, no estaba celosa.

—Tienes una expresión muy curiosa —comentó Jack, llamando su atención—. No sé si estás muy concentrada pensando en algo o simplemente te desconcerté con mis habilidades de baile.

Poppy le mostró una pequeña sonrisa.

—Tus habilidades comunicativas están arruinando el momento.

—Claro que no —la contradijo, acariciando su espalda muy despacio—. Soy bueno en todo lo que hago.

Un estremecimiento descendió por su columna y, de forma instintiva, Poppy tensó el agarre alrededor del cuello de Jack. Él sonrió y un brillo juguetón se instaló en sus ojos. Poppy sabía que seguiría con su juego. O lo habría hecho, si la música no se hubiera detenido.

Salieron de la pista de baile al mismo tiempo que Alina los divisaba entre los invitados. Jack la vio y aprovechó que ella fue interceptada por otro invitado para excusarse y desaparecer. Poppy observó su partida fugaz, confundida. El comportamiento de Jack esa noche era tan irregular que no podría decir qué le sucedía.

—Poppy —dijo Alina cuando llegó a su lado—, ¿y Jackson?

—Creo que fue al baño —respondió sin certeza, mirando el camino por el que acababa de irse.

—Ah, está bien... Solo quiero que conozca a Bram. —Suspiró Alina.

Todo cobró sentido para Poppy: Jack no quería encontrarse con Bram y estaba huyendo. Y no solo eso, toda la noche había utilizado a Poppy como una distracción. No se había quedado a su lado por buena voluntad o había bailado con ella porque lo quisiera. Oh, no, sí lo quería, pero quería escapar.

De pronto, se sentía tan tonta por bajar la guardia cuando era obvio que Jack era demasiado egoísta para pensar en alguien más que en él.

—Poppy, ¿estás disfrutando de la velada?

Poppy se tragó el mal sabor de boca y esbozó una sonrisa. Después de todo, Alina no tenía la culpa de que su hijo fuera un idiota.

—Ha sido muy bella —dijo, y le agradeció la invitación.

La mujer correspondió su sonrisa y su rostro resplandeció con calidez y honestidad. Muy diferente a Jack.

—Alina...

Ambas se vieron interrumpidas cuando la mujer de antes, la chica del bar, se detuvo frente a ellas con una sonrisa un tanto mecánica para ser completamente sincera.

—Sienna —dijo la madre de Jack e intercambió un breve saludo con la recién llegada—. ¿Conoces a Poppy? Está acompañando a Jack esta noche.

Poppy se esforzó en sonreír de nuevo, aunque sentía la cara entumecida ante la mirada escrutadora de la otra mujer.

—Tu rostro me parece conocido —comentó Sienna, entrecerrando sus rasgados ojos verdes.

—No lo creo. No nos conocemos —aseguró Poppy un poco intranquila porque también tenía el presentimiento de haberla visto antes o, al menos, un rostro muy similar.

De pronto, Alina se excusó para ocuparse de un asunto relacionado a la cena y Poppy no tuvo más opción que quedarse atrás con la joven.

—¿Estás segura de que no nos conocemos? —insistió, tomándose el permiso de hacerle una evaluación exhaustiva de pies a cabeza—. Podría jurar que sí; y Jack nunca repite a la misma chica, así que no te he visto en otro evento.

Poppy la miró. Incómoda, se acomodó un mechón rebelde detrás de la oreja.

—¿Sabes, Poppy? —continuó Sienna con mucha confianza, como si se conocieran de una vida y no desde hacía cinco minutos—. Me sorprende que Jack te haya traído. No suele ir en serio con nadie; así que, si quieres un consejo..., yo no me haría muchas ilusiones. De cualquier forma, aunque es bueno en la cama, no es el hombre que quieres presentarle a tus padres, ¿no crees?

Poppy frunció el ceño. Por un segundo, creyó que había escuchado mal, pero la expresión malintencionada en el rostro de la joven y su risa adusta le dieron una respuesta.

—Lo que creo, Sienna —no pudo evitar la frialdad en su voz—, es que si Jack te gusta no deberías estar hablando así de él a sus espaldas.

Sus palabras la desconcertaron y Poppy estuvo segura de que iba a replicar algo grosero o inmaduro. Sin embargo, la voz de Avery se coló entre ellas, y nunca se sintió tan agradecida de no tener que seguir con una conversación.

—¡Poppy, ahí estás!

Poppy giró el rostro y vio a Avery acercándose. Quinn la seguía de cerca, con una sonrisa ligera de labios juntos y la mirada clavada en la otra mujer.

Avery le dio un saludo breve a Sienna y miró a Poppy con una expresión gentil.

—Hace un rato te fuiste tan rápido que nuestra conversación se quedó a medias. ¿Lo recuerdas? Me estabas comentando sobre el refugio de animales donde trabajas.

Poppy se sintió confundida, pero reaccionó rápido al percatarse de que lo que Avery le ofrecía era una vía de escape. Quinn le guiñó un ojo.

—Sí, sí, claro —Poppy le siguió la corriente—. Como les decía, el refugio está en Londres y es dirigido por Laurie Carter y su esposo Adam. Tenemos cerca de ciento cincuenta animales entre perros, gatos y otros animales pequeños. También contamos con el apoyo de un equipo especializado y un grupo de voluntarios.

Avery y Quinn se engancharon de inmediato a la conversación y a Poppy le pareció muy fácil hablar con ellas. Sienna permaneció cerca, pero mantuvo la boca cerrada todo el tiempo. Varios minutos después, Jack regresó y se unió al grupo. Poppy estaba enojada con él, así que intentó ignorarlo y mantenerse alejada, pero él insistió en quedarse a su lado, sin percatarse de su malestar.

«Quizás ahora solo quiere evitar que Sienna sea una molestia», pensó con amargura.

Aunque, viendo el lado positivo de su situación, con la llegada de Jack, más personas se unieron, interesadas en la conversación. Poppy se sintió cohibida en cierto momento, pero Avery tenía una forma muy natural de hacer hablar y reír a las personas. De algún modo, era igual de cautivadora que su hermano.

Cuando Avery expuso la idea de colaborar con el refugio y el resto de los invitados la apoyó, Poppy experimentó una sentimiento de dicha y alegría. Si esas personas con recursos realizaban donaciones al refugio, entonces no solo tendrían una oportunidad de salvar la propiedad sino de proteger y ayudar a más animales que lo necesitaran. Quizá podrían cumplir el sueño de Laurie de tener un segundo refugio para...

—¡Ya recordé de dónde te conozco! —exclamó Sienna de imprevisto, alarmando a todos—. ¡Tú eres Poppy Sinclair! ¡Eres la científica histérica del caso contra las farmacéuticas Savone!

Poppy dejó de sonreír y sintió que el suelo se abría a sus pies.

«¡Dios, por favor, no!», pensó como una súplica silenciosa.

—Yo... no... —intentó decir, pero sus labios temblaron.

Sienna avanzó un par de pasos entre los invitados, que estaban desconcertados, y la apuntó con un dedo.

—No trates de negarlo, sé que no me equivoco —agregó con la mirada desafiante—. Mi padre era parte de su bufete de abogados. Vi las sesiones. Además, ¿quién no te recordaría? ¿Ir en contra de Savone? ¡Actuaste como una idiota, y ahora finges como una hipócrita! Te haces la buena, la salvadora de animales, cuando sabes perfectamente lo que hacías.

Sus palabras fueron como un golpe que le dio de lleno en el rostro. Poppy no supo qué decir; parecía que una pesadilla hubiera cobrado vida y estuviera engulléndola por completo. Sus pensamientos la traicionaron y su control se resquebrajó bajo la presión de aquellos recuerdos dolorosos de un pasado al que ella le había dado la espalda.

En medio de la conmoción, la música se detuvo y el resto de las conversaciones se apagaron. La curiosidad empujó a más invitados a acercarse, y Poppy sintió las miradas sobre ella y escuchó el murmullo de las voces. En su desesperación, no estaba segura de cómo actuar. Sin embargo, fue Quinn quien se interpuso entre ella y la joven.

—Tú estás actuando como una idiota ahora, Sienna —dijo con hostilidad, y los susurros se detuvieron—. Savone lleva mucho tiempo encubriendo sus crímenes ilegales de forma descarada. Ella —señaló a Poppy— fue valiente, y Savone solo probó lo que siempre ha sido: una empresa corrupta y despiadada que arruina la reputación de todo aquel que se interpone a exponerlo.

Poppy buscó la mirada de Quinn y lo supo. Ella sabía sobre Savone, sobre ella. Probablemente también la había reconocido la primera vez que se conocieron.

«¡No, no, no, no...!»

Su cuerpo tembló y sintió ganas de vomitar. Le pareció escuchar la voz de Jack a lo lejos, pero fue eclipsada por el resto de la discusión.

—¿Qué es Savone? —dijo Jack—. ¿De qué están hablando?

Nadie respondió.

—¡No te metas, Quinn! —Sienna dio un paso más cerca de ella—. ¿Sigues molesta porque eras tan mediocre que no conseguiste ser la fiscal del caso?

Los ojos de Quinn se oscurecieron y soltó una risa baja y nada graciosa. Luego acortó la distancia entre ellas. Si bien Quinn no era tan alta como Siena, lo compensaba con un aura severa que tenía a los invitados conteniendo el aliento.

—¿En serio, Sienna? ¿Quieres hablar de personas mediocres como tu padre? Que no solo es mediocre, sino un abogado corrupto y despreciable. ¿O quieres hablar de ti? Eso te gustaría, ¿verdad? Sé que siempre sueles llamar la atención para ocultar tu patética existencia como actriz fracasada.

—De acuerdo, todos vamos a calmarnos —intervino Avery, colocando una mano en el brazo de su esposa para hacerla retroceder.

A su vez, Alina se acercó a Siena e intentó sostener su mano, pero la joven se zafó con un gesto brusco.

—Di lo que quieras de mí, pero eso no cambia el hecho de que ella es una mentirosa, una fracasada y una traidora —sentenció, fulminando a Poppy con la mirada—. Savone solo quiere cambiar vidas y te dio la oportunidad, pero tú te revelaste. Te creíste superior y fallaste. Mereces todo lo que te sucedió, y espero que te arrepientas por siempre.

Poppy le sostuvo la mirada y, en medio del silencio y las miradas de los invitados, tragó el nudo de su garganta.

—No sabes lo que dices —dijo con voz estrangulada—. Y no me arrepiento de nada.

El dolor en su pecho era tan fuerte y contener las lágrimas nunca le había parecido tan difícil, así que se acercó a Alina, murmuró una disculpa y salió corriendo por las puertas del jardín, refugiándose en la noche silenciosa con su corazón afligido.

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