Capítulo 14
Si ver el castillo Richmorh de lejos era fascinante, verlo de cerca sería un experiencia que Poppy jamás olvidaría. Estaba segura de que cuando estuviera vieja y alguien le preguntara cuál había sido el lugar más hermoso que había visitado, recordaría ese momento y se quedaría sin palabras para describir el paisaje que la rodeaba.
Solo había visto un castillo así en la televisión, quizá por ello esa situación le parecía tan irreal. Se sentía en medio de una serie o libro de ficción histórica al estilo de Downton Abbey o Bridgerton. Había amado ver esta última, envuelta en una cobija, sobre su cama, el día de Navidad.
Pero ninguna escenografía de Bridgerton o algún pasaje de sus novelas favoritas podría haberla preparado para la realidad.
Poppy sonrió y condujo el Beetle por un sendero pavimentado a un costado de los jardines, hasta que divisó otros automóviles aparcados en el perímetro del castillo. Estacionó su pequeño auto junto a un convertible azul y abrió la puerta, ignorando a Jack que no paraba de dejarse. ¿Sobre qué? Poppy no estaba segura. Había dejado de escucharlo cinco minutos antes cuando había empezado a ser molesto.
Caminó un par de pasos y se detuvo. Se colocó una mano sobre los ojos para protegerse del sol y levantó la mirada para estudiar la fachada del castillo. De cerca era aún más imponente.
—¡Es espléndido! —dijo cuando Jack llegó a su lado.
Él tenía los brazos cruzados sobre su pecho y se había puesto sus gafas de sol. También estudió los alrededores, pero, al contrario de Poppy, su expresión era muy antipática. Ella estaba a punto de preguntarle qué era lo que le molestaba tanto, cuando una mujer salió del castillo.
—¡Oh, joven Foster, al fin llega! —exclamó emocionada, y acortó la distancia hacia ellos—. Su madre estaba preocupada por su paradero. ¡Qué alivio!
—¿Quién eres? —preguntó Jack.
—Soy Abby Carlton, guía del castillo y organizadora de la boda. Mucho gusto en conocerlo —agregó con un ligero acento escocés.
Poppy estudió a Abby con la mirada. Era una mujer con un aspecto sencillo pero muy pulcro. Debía de rondar los cincuenta años, pero se conservaba en forma. Su cabello rojizo, atado en una trenza, resaltaba su piel pálida y sus ojos grises. También tenía una sonrisa muy agradable.
—Vengan, les daré un recorrido rápido antes de llevarlos con Alina. Estábamos en medio de la última prueba del vestido cuando me informaron que teníamos nuevos invitados.
—El recorrido no será necesario, queremos... —empezó Jack hasta que Poppy hincó el codo en su costado para detenerlo.
—Nos encantará ver el castillo —afirmó ella con una gran sonrisa—. Gracias por el recorrido.
Jack le dirigió una mirada envenenada que Poppy respondió sin inmutarse. Si pensaba que iba a arruinar su primer recorrido por un castillo, estaba muy equivocado. Poppy iba a empezar otra discusión, pero él cedió y apartó la mirada. Mientras tanto, indiferente a la tensión entre ellos, Abby empezó la visita guiada.
Primero, recorrieron los alrededores del castillo.
—El jardín tiene una extensión de ciento ochenta hectáreas y forma uno de los paisajes diseñados más importantes de Escocia —dijo Abby.
Lo fascinante del paisaje no solo era el diseño simétrico del jardín, sino el paisaje de colores vivos. El jardín resaltaba con varios tonos de amarillo, rojos, rosas, púrpuras y blancos vibrantes de los rododendros y azaleas, flores muy famosas en las Tierras Altas; también había brezos y árboles variados. Otros caminos hacia el castillo estaban bordeados por una muralla alta de arbusto, como si fuera un laberinto.
Abby los condujo por el camino central, desde donde se podía ver la fortaleza. El castillo era una gran edificación de dos plantas construida con piedra de color verdusco y gris. Tenía cuatro torres exteriores con techos cónicos que terminaban en un mirador y una cúpula en punta, formando un perímetro alrededor de una torre central de observación. Las ventanas tenían marcos blancos y había figuras de piedra repartidas por la fachada.
La entrada principal era sencilla comparada con el resto de la construcción. Un simple armazón de cristal con marcos blancos, dentro de una creación de piedra, también en forma puntiaguda.
Poppy subió los escalones hacia la entrada mientras estudiaba las estatuas decorativas y los arbustos en punta apostados a cada lado.
—El castillo de Richmorh ha estado en pie a orillas del lago Mor desde el siglo XV y tardó casi cuarenta años en construirse —dijo Abby, y los animó a entrar—. Es un castillo verdaderamente moderno, barroco, de estilo palladiano y gótico, arquitectónicamente adelantado a su tiempo.
Poppy coincidía en que el castillo era una obra maestra. La atención a los detalles era exquisita. No le sorprendió que hubiera tardado tanto tiempo en construirse.
Abby continuó explicando sobre la construcción del vestíbulo por unos minutos más. Luego se toparon con una pintura antigua que retrataba un barco a orillas de una costa tempestuosa y ella cambió su discurso hacia la historia del clan, desde que el jefe de la familia había llegado en una expedición real a las Tierras Altas.
—El castillo es, ante todo, un hogar familiar en el que la familia Maclean ha tenido el gran privilegio de crecer. Ha sido heredado de padre a hijo, por generaciones. El duque actual, Iver Maclean, heredó el título tras la muerte de su padre en 2001; y ahora combina sus funciones como duque, jefe del clan y terrateniente con una función de consultor de whiskies escoceses. Está casado con Meribeth Cunningham, tienen tres hijos y hoy viven en el castillo.
—¿Realmente es un duque? —preguntó Poppy, impresionada.
—Sí, es un título antiguo que también se heredó entre la familia —respondió Abby con una sonrisa.
—Genial —susurró Poppy para sí.
Aunque sintió la mirada juzgadora de Jack, ella lo ignoró.
Abby continuó:
—Hace unos años, Iver decidió abrir el castillo al público. Ahora es una atracción turística escocesa icónica. La historia a menudo se puede perder a través de los años, pero aquí en Richmorh, durante décadas, hemos hecho una crónica del pasado para compartirlo con las generaciones futuras.
Poppy asintió, conmovida por su visión.
—Eso es admirable y...
—¿Qué relación tiene Bram con el duque? —la interrumpió Jack, brusco.
—¡Oh, por supuesto! —Abby sonrió ante su tono—. Bram es el hermano intermedio de la familia. Antecedido por Iver y seguido por su hermana menor, Isobel.
Jack iba a seguir hablando, pero esta vez fue el turno de Poppy de intervenir. Le dio un pisotón y se colocó frente a él para desestimar su presencia.
—¡Abby, podemos continuar! —soltó animada.
La mujer correspondió su sonrisa y prosiguió con el recorrido.
Poppy tuvo que calarse la expresión adusta de Jack, pero decidió ignorarla porque, de nuevo, no iba a permitir que él se interpusiera entre ese recorrido y ella, por mucho que le desagradara estar allí, así que le enseñó una expresión burlona y lo dejó atrás.
Abby los llevó por la planta baja, que contenía una visión histórica de la familia. Visitaron varios salones como el comedor principal, con el brillo de la extravagante decoración y los colores del interior pintado a mano.
La armería contaba con una gran variedad de armas en exhibición, esculturas y piezas de arte de guerreros, y el impresionante escudo familiar en el techo central más alto de Escocia.
El salón de los tapices estaba exquisitamente decorado al estilo parisino y representaba los gustos más sofisticados. Allí destacaban las contraventanas pintadas con delicadas y finas pinceladas.
También conocieron el salón de los retratos y la sala de estar, con su notable colección de muebles y pinturas, donde se organizaban las principales exhibiciones de retratos y era posible seguir a la familia a través de la historia.
La visita favorita de Poppy fue al salón de porcelana y la biblioteca, cuya entrada estaba ingeniosamente oculta por un par de puertas dobles cubiertas con paneles de tapiz integrados en el diseño del salón. El espacio era el hogar de libros y una maravillosa colección de porcelana oriental y europea.
Poppy estaba atónita por la grandeza de cada habitación. Había techos abovedados con formas esculpidas, interiores pintados a mano y pisos de piedra o madera pulida.
El mobiliario no se quedaba atrás con su opulencia. Vio sillas tapizadas con diseños elegantes, lámparas de cristal guindadas del techo, candelabros de oro, alfombras con diseños intrínsecos y tapices bordados que reflejaban el papel de la familia en la historia escocesa y británica.
Los muebles eran exquisitos, de madera lacada, con diseños únicos. Unos lucían muy antiguos; otros, renovados. Había desde pequeños portarretratos en las mesas hasta cuadros enormes con marcos dorados en las paredes, que presentaban pinturas o retratos antiguos de hombres con aspecto severo y orgulloso, mujeres con vestidos vaporosos, de paisajes escoceses o de batallas.
—Este es un retrato de Yvaine, conocida como la Doble Duquesa —Abby señaló la pintura de una mística mujer con un vestido blanco—, después de sus matrimonios consecutivos con los duques de Richmorh.
—¿Hay fantasmas en el castillo? —preguntó Poppy, estudiando los detalles de la pintura.
—Por supuesto, como en toda Escocia. El castillo tiene una serie de fantasmas, incluida la Dama Gris, el Duque IV y una estridente sirvienta de cocina.
Poppy estaba embelesada; Jack fastidiado y aburrido, y parecía querer retorcerle el cuello por incitar a Abby a hablar. Poppy sintió un poco de remordimiento, pero no lo suficiente para detener el recorrido ahora que faltaba tan poco para terminar.
En el primer piso, visitaron la galería, que exhibía una recopilación de pinturas y artefactos históricos antes de pasar a la Sala del Clan, dedicada a la historia y el desarrollo de la familia, desde sus orígenes hasta la actualidad. Y cerraron la visita en el sótano, donde se encontraba la vieja cocina, un salón de té precioso y la tienda de regalos que estaba llena de souvenirs y recuerdos inusuales.
Abby estaba guiándolos hacia el ala de habitaciones cuando Poppy se percató de que no se habían topado con otros invitados, a excepción de otros miembros del servicio del castillo. Interrogó a Abby al respecto.
—¡Claro! Ahora los invitados están en actividades planificadas en el exterior, como recorridos por el lago o paseos a caballo por los alrededores.
Poppy asintió, sintiendo envidia. Si hubieran llegado antes, en ese momento estaría paseando a caballo.
—¿Todos los invitados se están hospedando aquí? —continuó, contemplando el pasillo extenso con una hilera de habitaciones contiguas.
—No, la familia e invitados más allegados están distribuidos en las habitaciones del castillo. Al resto de invitados los hemos ubicados en hoteles cercanos.
Poppy se emocionó. Al menos había tenido suerte en algo: podría quedarse en una habitación del castillo rodeada de todo ese esplendor e historia. Valía la pena el sacrificio de tener que ser la compañera de habitación de Jack.
—Ustedes estarán en el ala sur del castillo —continuó Abby, y esta vez se dirigió a Jack—: No esperábamos que trajeras compañía, pero estoy segura de que la habitación que tenemos reservada será adecuada para ambos.
Poppy le lanzó a Jack una mirada cargada de preguntas, pero, sobre todo, cuestionando por qué no le había dicho a nadie de ella. Sin embargo, él apenas se inmutó y respondió con un simple encogimiento de hombros antes de alejarse.
—¡Jackson!
El llamado vino desde detrás de ellos.
Poppy giró el rostro para ver a una mujer sonriente acercarse a ellos. Era delgada y casi tan alta como Jack, muy bonita y elegante con ese traje blanco entallado a la medida. Poppy intuyó quién era aun sin presentación por el parecido entre ellos. Su largo cabello lacio era de la misma tonalidad castaña que el de Jack y sus ojos azules eran una copia.
—¡Cariño, por fin llegas! —dijo, atrapándolo en un abrazo apretado.
Al inicio Jack se mostró sorprendido y se quedó en blanco, pero se recuperó rápido. Su semblante se relajó, aunque su postura se mantuvo tirante.
—Hola, mamá —dijo con voz rígida.
Se separaron y ella buscó a la guía con una sonrisa.
—Abby, está bien, yo me encargo desde aquí.
—¡Perfecto! Revisaré que las decoraciones hayan llegado.
Abby se despidió de todos y se retiró, dejándolos solos en medio del pasillo. La madre de Jack miró a su hijo y acarició su rostro.
—Estaba preocupada. Hablé con Larry hace algunos días y me dijo que estabas suspendido por el escándalo con esa mujer. También comentó que estabas molesto con él, pero que debías entender que es el CEO y no tu niñera. ¿Estás bien? Sé que debe de ser difícil para ti.
Jack se aclaró la garganta y Poppy, que hasta ese momento había sido una espectadora en silencio, sintió aún más curiosidad. No dejaba de escuchar sobre el escándalo. Quizá debía empezar a prestar más atención a ello.
—Mamá, ahora no... —Buscó a Poppy con la mirada—. Te presento a Poppy.
La atención de la mujer cayó directamente sobre ella por primera vez y, de pronto, Poppy se sintió nerviosa. Sin embargo, la madre de Jack sonreía con cordialidad.
—Lo siento mucho, Poppy. Es un placer conocerte —dijo, acercándose para darle un beso en la mejilla—. Soy Alina, la madre de Jack. Puedes decirme Alina, que no te dé pena.
—Mucho gusto, Alina. Soy Poppy Sinclair.
Alina sonrió y Poppy correspondió su gesto con una sonrisa igual de sincera, que calmó sus nervios.
—¡Vaya que eres bonita! —Evaluó su rostro sin ser invasiva o descortés—. De casualidad no serás una actriz o una modelo novata, ¿verdad?
—Mamá... —empezó Jack con tono desaprobatorio.
Su madre levantó las manos en el aire.
—Solo me aseguro. —Rio.
Jack puso los ojos en blanco.
Alina se acercó al costado de Poppy como si estuviera contándole un secreto.
—Ya nos ha pasado que Jack trae compañía y las chicas suelen enojarse si no las reconocemos. La última modelo debutante fue una pesadilla.
—¡Mamá!
Poppy se rio y la otra mujer prosiguió:
—Desde ese momento siempre hago una investigación previa. Espero no haberte ofendido, Poppy.
—No, está bien. No soy modelo o actriz. Realizo trabajos por encargo para otras personas y soy colaboradora en un refugio de animales.
—¡Oh, eso es maravilloso! —dijo Alina con alegría—. El padre de Jack también amaba a los animales y siempre...
—Mamá, es suficiente —cortó Jack con brusquedad.
El ambiente se volvió tenso y el silencio se extendió incómodo. Jack apartó el rostro con una expresión hermética, mientras que Alina enmudeció y su rostro se desencajó por unos segundos antes de sonreír de forma titubeante. Poppy contempló la escena, entre aturdida y irritada de que él se comportara de modo tan grosero con su madre, aun cuando ella solo estaba siendo amable y simpática.
—Este es un lugar hermoso —comentó Poppy para aligerar la tensión—. Es mi primera vez en un castillo.
Alina la miró y pareció advertir su intención porque su sonrisa se volvió más dulce.
—Estoy segura de que Abby ya les dio el recorrido por el lugar. Espero que la habitación también sea del agrado de ambos.
—Estaremos bien. Gracias.
Jack no dijo nada. De pronto, parecía desconectado del momento, demasiado lejano. Poppy quería decirle algo, empezando porque debía disculparse con su mamá por su actitud. Sin embargo, se mordió la lengua y caminó detrás de Alina, quien se ofreció a llevarlos a su alcoba.
—No se preocupen por el equipaje, ya debe de estar en la habitación.
Alina se detuvo cuando se toparon en el camino con otra mujer que salió de una habitación con puerta roja. Era era más joven y tenía un aura reservada. Su cabello era oscuro y estaba corto, apenas por debajo de los hombros, que llevaba peinado hacia un costado. Su piel era muy pálida y su rostro fino, en el que resaltaba sus ojos grises azulados y unos finos labios rojos. También vestía de forma elegante: un clásico traje negro con lentejuelas que se ajustaba a su contextura delgada.
Ella recorrió a todos con una mirada penetrante y silenciosa. Al final detuvo sus ojos sobre Jack y se acercó hasta quedar a un par de pasos frente a él. Jack también la miró fijamente, inclinando el rostro. Incluso con los zapatos rojos de tacón que llevaba no era tan alta como él, pero Poppy sentía un aura muy poderosa en ella.
—¡Así que al final decidiste aparecer! —exclamó con un tono que contenía la misma cantidad de respeto como de burla—. Casi aposté que no vendrías.
—Lamento desilusionarte —respondió Jack, irguiendo una ceja.
—No me has desilusionado, Jackson. Hace unos días leí unos chismes muy interesantes sobre ti. Cuando pienso que has alcanzado la cúspide de tu reputación, siempre te superas a ti mismo.
Ella sonrió y, aunque claramente estaba burlándose de él, Jack no replicó. Poppy estaba impresionada con esta mujer.
—¡Jack!
Otra mujer salió de la habitación.
—¡Avery!
Ella se lanzó hacia él, con su prominente vientre de embarazada. Al contrario de la mujer de tacones, Avery era bajita y tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras abrazaba a Jack, quien parecía inseguro de qué hacer.
Cuando se separaron, Poppy se percató de que la mujer era muy hermosa. Su rostro era ovalado, con pómulos marcados, labios gruesos y ojos azules; su cabello, largo y ondulado, de un suave castaño oscuro. Era bajita y menuda, aunque su vientre abultado la hacía destacar.
—Jack vino con alguien —intervino Alina, dirigiéndose a las dos mujeres—. Ella es Poppy Sinclair.
—¿Y no es modelo o...? —empezó la más bajita.
—No, ya le pregunté —contestó Alina casi con satisfacción por su buen trabajo.
Poppy sonrió.
—Mucho gusto —replicó, sintiéndose nerviosa de nuevo.
—Bienvenida, Poppy —dijo la mujer embarazada—. Soy Avery, la hermana mayor de Jack. Y ella es Quinn, mi esposa.
¡Oh y oh! Jack tenía una hermana mayor y Quinn era su esposa. Ahora todo tenía sentido. Avery era igual de atractiva que Jack, pero con una personalidad más alegre y dulce, como la de su madre. Y Quinn era su cuñada, lo que explicaba por qué no había respondido a su provocación.
—Mucho gusto, Poppy —dijo Quinn, y sus ojos escrutaron su rostro con interés y un brillo inquietante.
—Me gusta tu cabello —halagó Poppy, aunque se sintió un poco incómoda por su examen.
Quinn estiró sus labios rojos al sonreír.
—Por cierto, esta noche habrá una reunión de bienvenida para los invitados —anunció Alina—. Una mezcla de té de la tarde con una cena.
—Jack, finalmente podrás conocer a Bram —agregó Quinn, interesada—. ¿No estás emocionado?
Jack no parecía para nada emocionado y Poppy, que de nuevo era una simple espectadora, comprendió que esta boda no solo sería una aventura sino toda una novela dramática.
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