Capítulo 36
Jodie podía escuchar los latidos resonando en sus oídos. Miró a Wes con fijeza y esperó a que desapareciera, pero no lo hizo. Al contrario, él se colocó a su lado en silencio y el ascensor arrancó. Pestañeó unas cuantas veces, pero él seguía ahí; alto, guapo y muy sexy.
—¿Eres real? —preguntó, hincando su brazo.
Wes le lanzó una mirada de soslayo.
—¿Cuánta champaña bebiste con exactitud?
Jodie se guardó el derecho de no responder y desvió la mirada, intentando fingir indiferencia. Aunque era imposible mientras estaba encerrada en un ascensor con aquel hombre que la enloquecía y que estaba junto a ella y no en una fiesta repleta de mujeres hermosas.
Cuando llegaron a su piso y las puertas se abrieron, ninguno se movió. Así que Wes hizo el primer movimiento: se acercó y entrelazó sus dedos, esperando que ella lo guiara; su piel hormigueó donde Wes la tocaba.
Ella trastabilló al caminar por el pasillo, pero Wes sostuvo su brazo e impidió su caída; fue una reacción rápida, como si hubiera estado esperando que sucediera en algún momento. Por supuesto que lo sabía, él la conocía mejor que nadie. Sabía que era un poco torpe cuando bebía. Ese pensamiento la hizo sonreír y, de pronto, ya no quería golpear su cabeza. Quería algo más que la hiciera sentir... satisfecha.
Ella abrió la puerta de su habitación. Una luz tenue iluminaba la estancia desde una lámpara junto a la cama. Jodie la dejó así; una luz fuerte lastimaría sus ojos y causaría dolor de cabeza.
—¿Cómo sabías en qué hotel me hospedaba? —preguntó ella, descartando sus joyas y sus tacones.
—Seguí el auto de Yves.
—¿Y no te extrañarán en la fiesta?
Wes se encogió de hombros.
—Son capaces de emborracharse sin mí —respondió mientras sus ojos seguían cada uno de los movimientos de Jodie.
Quizá era la tensión entre ellos o el whisky que terminó de hacer su trabajo, pero su cuerpo se calentó.
¡Estaba tan inquieta! ¡Todo su cuerpo bullía de emociones! Y Wes estaba a tan solo unos pasos, con su traje negro y sensual. Esperaba no estar mirándolo con una expresión vergonzosa en el rostro.
—¿También te estás hospedando en un hotel?
Wes mantuvo su expresión neutral, pero su mirada se posó en su rostro y se aproximó.
—No, es una casa privada.
—¿Y por qué no me llevaste allá?
—Porque ya no es tan privada y seguro iba a estar llena de periodistas y paparazzis merodeando por todo el lugar. No quería lidiar con ellos —sentenció, deteniéndose a su lado—. En este momento, solo puedo lidiar con una cosa.
Jodie levantó el rostro.
Sin zapatos, ahora volvía a perder su ligera ventaja en altura. La diferencia no era intimidante, jamás lo había sido, pero ahora era excitante. Estudió el espacio entre sus cuerpos y sonrió.
—¿Te acercas para volver a apartarte de mí? —Era una clara protesta por sus desplantes de esa noche.
Wes la miró a los ojos con calma.
—¿Y qué esperabas?, ¿que anduviera con una erección durante toda la fiesta? —dijo sin gracia—. Apareces con ese vestido, con ojos brillantes y labios rojos y me sonríes como si desearas que te arrinconara en algún lugar oscuro. Decir que deseaba hacerlo es quedarme corto. Estuve a punto de hacerlo. Tengo más de un mes sin tocarte y no soy de piedra, Jodie.
Ella tragó con fuerza ante su honestidad.
—Tampoco soy de piedra —susurró.
—Puedo verlo —repuso Wes con tono tenso, contemplando la forma en que sus pezones erguidos marcaban la seda del vestido.
Jodie se mordió los labios. El espacio entre sus cuerpos se desvaneció por completo.
—¿Ahora vas a besarme de forma apropiada? —lo provocó.
—Te besé antes, en la pista.
—Eso apenas fue un beso —replicó Jodie.
—Si te hubiera besado en la fiesta como quería, habríamos provocado un escándalo —sentenció Wes, estudiando su boca con intensidad.
Una de sus manos acarició su mejilla e inclinó su cuerpo hacia ella. Iba a besarla. Sin embargo, sus labios no la alcanzaron. Al contrario, se apartó en el último segundo y sus manos lo empujaron sobre la cama. Ante su expresión sorprendida, Jodie le regaló una sonrisa angelical. Luego se acercó con lentitud, levantando la seda de sus costados con los dedos. La abertura frontal de su vestido le permitió acomodarse con facilidad sobre su regazo.
Jodie mantuvo sus ojos en su rostro todo el tiempo y sintió pura satisfacción femenina al advertir cómo su mirada se tornaba tormentosa y descendía sobre sus pechos y sus muslos apenas cubiertos.
—Te deseo tanto que no puedo pensar en nada más —murmuró sin reservas.
La mirada de Wes se volvió más oscura. Casi podía sentir cómo la tensión emanaba de su cuerpo.
—Se supone que esa debería ser mi línea.
—Lo siento —respondió Jodie y se mordió los labios—. ¿Entonces quieres que me calle?
—No me atrevería a tanto.
Jodie sonrió con deleite. Expectante, inició su conquista y exploración, dejando que sus manos vagaran hacia arriba, sobre las solapas de la chaqueta de su traje. Ella soltó los botones y su sonrisa se agrandó al descubrir que no tenía un chaleco debajo, solo la camisa negra; ¡menos trabajo para sus dedos!
—Te veías muy atractivo esta noche, y no era la única que lo pensaba. —Ella arrugó su frente e hizo una mueca sutil—. Había muchas mujeres hermosas interesadas en ti, y sé que te estaban desvistiendo con la mirada.
—¿Y eso te pone celosa?
—¿Por qué me pondría celosa? —preguntó ella mientras sus dedos iniciaban la tarea tortuosa de desabotonar su camisa—. Solo estoy dando mi opinión. Y, además, ninguna de esas mujeres está aquí ahora. —Jodie lo miró a los ojos—. Es a mi quien estás viendo de esa forma con tu mirada oscura. Es mi cuerpo el que está sobre ti. Son mis dedos los que están desabrochando tu camisa. Será mi boca la que te besará y mi lengua la que lamerá cada curva de tu pecho. Así que dime, Wes, ¿por qué debería estar celosa?
Él no respondió.
Sus ojos no podían estar más oscuros y encendidos. A través de su respiración agitada, Jodie se daba cuenta de cuánto lo estaba excitando todo eso. Ella podía entenderlo; también se sentía tan excitada que el simple roce de la seda contra sus pezones la hacía querer desnudar sus pechos y acariciarse a sí misma.
Un calor inquieto latía en su centro y sentir a Wes entre sus piernas, duro y caliente, no mejoraba su situación. Que sus inhibiciones hubieran desaparecido por el alcohol tampoco era de ayuda, pero estaba volviendo todo más placentero para ambos.
No esperó una respuesta a su insinuante pregunta. Sus manos abrieron su camisa y revelaron aquel torso liso y esculpido que tanto le gustaba. Cuando lo tocó, su piel estaba caliente y sus músculos tensos. Ella sonrió y sus dedos ascendieron y descendieron con calma, acariciando, poseyendo. Disfrutó de la firmeza bajo sus manos y se estiró hacia delante, hasta que su cuerpo quedó alineado sobre el suyo, y sus labios se detuvieron a milímetros de su boca. Sus caderas ejercieron un poco más de presión y Wes contuvo el aliento; el fuego en sus ojos se avivó, imparable. Jodie dejó de moverse e intentó apartarse, pero él colocó un brazo alrededor de su cintura y lo impidió.
Sus miradas se encontraron, ardientes y desafiantes. Su agarre era firme y posesivo; su respiración rozaba sus labios. Wes no parecía querer dejarla escapar, pero ella aun podía moverse. Jodie hizo su siguiente movimiento de forma deliberada: separó las piernas y se frotó contra su erección. Esta vez, el gemido fue compartido por ambos. Ella sintió una descarga eléctrica recorriendo su cuerpo; el placer inundó sus venas. Se sentía tan bien, tan correcto, que no podía detenerse. Agitó sus caderas hacia delante y atrás, con movimientos lentos y profundos.
—Jodie...
—¿Ummm?
—Me vuelves loco —la voz de Wes sonó profunda y ronca por el deseo mientras la miraba—. Real y malditamente loco.
Sonrió, encantada y enternecida con su reacción.
—¿Es por el vestido? Creo que te gustó este vestido más de lo que quieres admitir —dijo de forma seductora, rozando sus labios.
Él negó.
—Este vestido es exquisito. No dejaste nada a la imaginación de los otros hombres —dijo mientras trazaba formas sobre su hombro—. Sin embargo, cuando te quite este vestido, seguiré deseándote de la misma forma.
Una de sus manos descendió por la curva desnuda de su espalda hasta apretar una de sus nalgas con fuerza. Jodie gimió contra su boca y atrapó su labio inferior entre sus dientes; lo mordió y succionó antes de soltarlo. Wes gruñó; era claro que estaba esperando que lo besara. Su frustración era casi palpable, pero continuó provocándolo y danzando sobre su cuerpo.
—¿En qué estás pensando?
—¿No puedes imaginarlo? —respondió él con tono tenso mientras sus manos aferraban sus caderas para guiar sus movimientos.
Ella se estremeció y le fue difícil concentrarse, sobre todo cuando él embestía con su sexo el lugar preciso entre sus muslos que estaba húmedo y sensible solo por él. Ese juego estaba convirtiéndose en una completa tortura, y quizá era hora de que Jodie dejara de jugar y sucumbiera a su necesidad.
—Wes... —gimió, casi como una súplica para que él entendiera que podía llevar aquel momento a algo más intenso para ambos.
Y Wes comprendió.
Una de sus manos se deslizó detrás de su cuello y acercó su rostro al de él. Sus respiraciones se enredaron. El perfume de su cuerpo alteró sus sentidos, y separó los labios, dejándose llevar. Solo un beso. Un beso y estarían perdidos. Solo un poco más. Sus bocas se rozaron, la electricidad recorrió sus cuerpos y entonces...
Sonó el teléfono.
Jodie se sobresaltó. El sonido estridente hizo que le doliera la cabeza. Wes intentó ignorarlo y besó las comisuras de su boca. Sin embargo, el aparato no se detuvo y él soltó una maldición, mientras ambos se separaban.
Jodie cayó sobre la cama y su mirada siguió a Wes hasta que contestó la llamada. No escuchó lo que estaba diciendo por qué su atención se desvió hacia su camisa abierta; apreció la forma en que sus abdominales se subían y bajaban con cada respiración. Esbozó una sonrisa perdida.
Estaba muy ebria. Su falta de concentración y el adormecimiento que sentía la delataban.
—Era de la recepción —dijo Wes, y Jodie dirigió su atención a su cara, aunque no a sus palabras—. Richard estaba bebiendo en el bar y se quedó dormido. Tengo que ir por él. ¿Estarás bien sola por cinco minutos?
—Perfecta —contestó, abrazando una almohada contra su pecho.
Wes descartó la chaqueta y abotonó su camisa, arruinando todo su trabajo. Ella gruñó y él esbozó una sonrisa de lado, antes de inclinarse y depositar un beso en su frente.
—Si vas a vomitar, hazlo ahora —dijo, antes de marcharse—. Porque cuando regrese, no voy a detenerme.
Jodie sintió sus mejillas calientes, al igual que el resto de su cuerpo. Suspiró y cerró los ojos.
—Es tan ardiente... —susurró.
Un segundo después estaba dormida.
~~*~~
Jodie se despertó sedienta y no podía recordar dónde estaba.
Tenía un dolor incesante en la cabeza y se sentía un poco mareada. Se sentó despacio y su mirada estudió de forma ausente la oscuridad hasta que su consciencia reaccionó. De pronto, fue consciente de muchas cosas a la vez. Primero, no estaba sola; Wes estaba dormido a su lado. Segundo, su vestido ya no estaba: ahora llevaba una camisa; sin duda la de Wes, ya que él lucía su reluciente torso desnudo. Y tercero, debía vetar el alcohol de su vida.
Se golpeó la frente con una mano mientras los recuerdos inundaban su mente. ¡No podía creer que se hubiera quedado dormida! ¡Podía haber tenido un encuentro maravilloso, íntimo y apasionado con el hombre de su vida y ella se había desmayado! Y lo que era peor, ¡luego de haberlo anhelado tanto después de un mes de separación!
No tenía remedio. Aunque... esta vez, no vomitó. Eso podría considerarse un avance.
Suspiró y salió de la cama con cuidado para no despertar a Wes. Se encerró en el baño y se sorprendió al ver su reflejo en el espejo. Estaba muy pálida y el escaso maquillaje que quedaba en su rostro estaba corrido. Su cabello era otro desastre. Resignada, se desvistió y tomó una ducha caliente. Luego se lavó los dientes, bebió agua y engulló una pastilla para el dolor de cabeza. Solo entonces, se sintió como una persona de nuevo.
Regresó a la habitación y consultó la hora; eran las 4:15 A.M. Volvió a la cama y se sentó. Sus ojos se posaron sobre Wes y lo observó dormir en silencio; contempló su rostro pacífico y la forma en que su pecho subía y bajaba con cada respiración. Jodie estiró su brazo y sus dedos apartaron un par de mechones cortos de su frente. El nuevo estilo le quedaba muy bien; ofrecía un aire más maduro, sin descartar su lado sexy.
Ella sonrió.
Dejó que sus dedos continuaran sus ligeros toques por su mejilla, su cuello y las ondulaciones de su torso. Recordó breves atisbos de aquella conversación provocadora que habían tenido y sus mejillas se encendieron. Sus inhibiciones no tenían límites cuando el alcohol estaba de por medio, pero no se retractaba de nada. No solo deseaba a Wes, sino que él merecía cada caricia o beso que ella pudiera ofrecerle. Jodie se lo debía porque había esperado todos esos años por ella, porque era su alma gemela y... porque era un buen hombre que había preferido dejarla dormir a satisfacer su propio deseo.
Ella soltó una risita y le depositó un beso en la mejilla; luego otro y otro. Muy despacio, acomodó su cuerpo sobre el suyo y prosiguió con el camino descendente de besos; su piel se sentía tibia contra sus labios y su perfume estaba en todos lados, cautivando sus sentidos. Esparció besos por su pecho y levantó el rostro al percibir que Wes se movía.
Al inicio, su expresión fue somnolienta y confusa. Después sus ojos se detuvieron sobre ella, a horcajadas sobre su cuerpo; su boca a escasos centímetros de su piel. Jodie le regaló una sonrisa y realizó un lento ascenso, esparciendo besos y demorando sus labios sobre su corazón. Acto seguido, sus rostros flotaron uno sobre el otro y admiró el verde brillante de sus ojos, que estaba agitándose y transformándose en un color más oscuro y apasionado.
Los labios de Jodie tantearon los suyos, apenas el fantasma de un beso. Hasta que él respondió a la presión de su boca. Todo pasó de un simple roce a un beso real de forma impetuosa. Wes hundió sus dedos entre sus cabellos y sostuvo su cabeza mientras sus labios adoraban su boca. Ella movió su rostro lo suficiente para alinear mejor sus labios y él gimió, dejando escapar un sonido necesitado. Su boca no era exigente, pero rogaba, y Jodie no podía soportar dejarlo rogar. Así que separó sus labios y lo dejó profundizar el beso. Su lengua buscó la suya de forma febril, como si necesitara probar cada parte de ella.
Wes se sentó y acomodó el cuerpo de Jodie sobre su regazo. Su boca buscó la suya con abandono y el beso se volvió lánguido y sensual. La sangre de Jodie se calentó en sus venas, igual que un fuego lento que despertaba y provocaba que se retorciera contra él, lista para pedir más, para devorar todo.
Cuando se apartó, Jodie jadeó, como si se hubiera quedado sin aire para respirar. Intentó besarlo de nuevo, pero el agarre sobre su cabello se lo impidió. Al contrario de un beso, Wes le hizo inclinar la cabeza hacia atrás, para que ella lo mirara. Era demandante, ardiente, y podía sentir la electricidad vibrar entre ellos.
—Te quedaste dormida —su voz grave sonaba aún más ronca y profunda por el sueño. Jodie tragó con fuerza mientras su cuerpo vibraba con las ondulaciones de su voz.
—Lo siento.
—¿Tú lo sientes? —Wes sonrió y su agarre se suavizó un poco—. Yo creí que iba a morir cuando tuve que tomar la ducha más fría de mi vida luego de quitarte el vestido.
Ella se rio, no pudo evitarlo.
—Pudiste haberme despertado.
—¿Y arriesgarme a que me vomitaras encima? —bromeó él.
—¡Claro que no!
—Claro que sí —susurró Wes contra su oído, causándole un estremecimiento—. Además, te quería muy consciente para que pudieras sentir todo.
Como para probar su punto, sus labios se deslizaron de forma seductora por su cuello; su boca besó, mordió y succionó su piel con presteza. El pulso de Jodie se disparó y sintió que el deseo despertaba en lo profundo de su vientre; expectante, inquieto y desesperado por más. Todas las sensaciones convergían entre sus piernas, donde sus cuerpos se unían y ella podía sentir la prueba física de su pasión.
—No tienes ni idea de cuánto te extrañé —murmuró Wes y presionó su frente contra la suya.
—Yo también te extrañé. Lamento tanto todo lo que hice. No quería herirte. Debí escuchar y decirte...
Wes aferró su rostro y acalló sus palabras entre sus labios. Su brazo se envolvió alrededor de su cintura mientras atraía su cuerpo más cerca. Jodie se aferró a sus hombros mientras las manos de Wes iniciaban su propia aventura: sus dedos acariciaron sus muslos, subieron por sus caderas y trazaron sus costillas hasta envolverse en sus pechos sensibles. La presión de sus pezones erguidos contra la aspereza de sus palmas provocó que Jodie gimiera y sus caderas se contonearan con movimientos necesitados.
—Wes...
—Lo sé, cariño.
Ella se mordió los labios; esas simples palabras murmuradas contra su oído avivaron su anhelo. Wes dibujó un camino de besos por su cuello mientras sus manos abrían los botones de su camisa. Tembló cuando su cuerpo quedó expuesto a la temperatura fresca de la habitación piel se sentía caliente y muy receptiva.
Wes se deshizo de la prenda y Jodie lo abrazó, presionando sus curvas contra sus músculos. Él mordió su hombro; ella se retorció. Sus dedos dibujaron el perfil de sus pechos y Jodie arqueó la espalda. Su pulgar frotó su pezón en círculos hasta que su boca cayó como un bálsamo sobre su piel, que, en lugar de calmarla, llevó su deseo al límite.
El movimiento de sus caderas se volvió errático y casi desesperado. Una de las manos de Wes descendió por su vientre con la intención de tocarla, pero detuvo su avance antes de que pudiera alcanzar el pulso entre sus piernas.
Wes la miró.
—Si me tocas, será demasiado. Estoy lista —dijo entre suaves jadeos.
Ambos terminaron de desnudarse en medio de la penumbra, envueltos en un silencio interrumpido solo por sus respiraciones irregulares. La sensación de piel contra piel era maravillosa. Sus cuerpos rozándose, buscándose, era intoxicante y adictivo.
Jodie permaneció sobre su regazo, con los muslos separados. Wes sostuvo su cintura y alineó sus caderas para deslizarse en su interior. De su garganta salió un gemido de alivio y éxtasis. Sus labios se rozaron y Jodie notó que las pupilas de Wes se oscurecían mientras su cuerpo lo aceptaba. Él estaba caliente, firme y la colmaba por completo. Las paredes de su sexo se contrajeron a su alrededor, humedeciéndose un poco más con cada leve embestida. Los suaves sonidos que escapaban de sus labios eran una clara señal del placer que estaban sintiendo.
Wes esparció besos por su cuello y acarició su espalda mientras dejaba que ella se acostumbrara a él. Sin embargo, a pesar de su separación, su cuerpo no parecía tener problemas para recordar. Jodie realizó un movimiento tentativo con sus caderas, pero no sintió incomodidad, solo placer. Y se mordió los labios, enviando un estremecimiento por su columna, cuando empezó a moverse.
Sus bocas se encontraron y se separaron entre respiraciones entrecortadas. Besó sus mejillas, su garganta, sus hombros. Wes sostuvo su cintura y guió sus movimientos hasta que ella captó el ritmo de sus embestidas. En medio de sus besos, sus dedos bajaron por sus costados, sus caderas y sus muslos, en una caricia sinuosa, hasta que su cuerpo quedó tendido bajo el suyo, sobre las almohadas.
Jodie persiguió su boca y se inclinó sobre él. La presión de sus pechos contra sus músculos fue enloquecedora. Sus pezones rasparon su piel y gimió; fue un sonido profundo y sensual que atrapó con su boca. Su lengua se escabulló entre sus labios y lo incitó, hasta que Wes respondió con la misma intensidad. Su beso se tornó voraz y carnal, enviando espasmos de electricidad hacia todas sus terminaciones nerviosas.
Ella solo dejó ir su boca cuando la necesidad de moverse le ganó, y asentó sus palmas sobre su abdomen, ascendiendo y descendiendo sobre sus caderas. Jodie marcó el ritmo esta vez, un ritmo más desesperado. Podía presentir su culminación latente y caprichosa. Todo su cuerpo estaba caliente y sensible, cubierto con una fina capa de sudor. Ambos se movían por instinto. Dar y recibir. Duro y rápido, dejándose llevar a la cima más alta y permaneciendo ahí por un latido.
Y luego otro.
Jodie no entendía cómo había podido privarse de esa intimidad, del deseo, de ese sentimiento tan fuerte y grato de amarse y entregarse por completo. Lo que sentía era inexplicable y especial. Era algo que solo podían construir entre ellos, entre sus cuerpos y sus corazones. Ella sostuvo sus mejillas y estudió su rostro. Sus ojos estaban oscuros y cristalinos. Podía percibir su deseo, intuir su final; ambos lo sabían.
Wes llevó una de sus manos entre sus piernas y excitó su clítoris. Jodie gritó, sintiendo cómo su cuerpo cedía al placer. Sus gemidos quedaron sofocados contra sus labios cuando Wes se sentó y la besó con rudeza. Sus dedos sostuvieron sus caderas con fuerza y la penetró rápido y profundo. Jodie perdió el control y mordió su cuello para ahogar otro grito. El orgasmo recorrió su cuerpo en suaves y temblorosas olas de placer.
Ella lo abrazó con fuerza, mientras sus embestidas se volvían duras e implacables. Su liberación llegó segundos después. El rostro de Wes se contrajo con algo que parecía más doloroso que placentero. Su cuerpo se tensó y gimió contra su cabello mientras sacudía sus caderas y se vaciaba en su interior. Se estremeció una última vez y luego se quedó inmóvil.
Ambos cayeron sobre las almohadas. Jodie presionó su rostro contra su cuello y suspiró. No estaba segura de cuánto tiempo transcurrió mientras estuvieron envueltos alrededor del otro; podrían haber sido solo segundos o años. Todo lo que Jodie sabía era que no quería moverse.
Sus cuerpos encajaban a la perfección, como la cerradura de una llave. No quería pensar más allá de la sensación de tibieza de su piel, el olor de su cabello o el latido de su corazón.
Wes besó su hombro, después el costado de su rostro, con roces lentos y delicados. Sus dedos trazaron la forma de la columna de Jodie hasta la piel delicada de sus nalgas.
—¿Un baño de burbujas? —susurró contra su oído.
Jodie sonrió y asintió.
Wes acomodó su cuerpo hacia un lado y salió de ella con cuidado. Luego abandonó la cama y se dirigió al baño. Jodie se estiró como un gato complacido mientras esperaba por él. Cuando regresó, la levantó en brazos y la acomodó en la tina de porcelana.
Entonces tomaron un baño.
Aunque fue más que un baño rutinario. Las burbujas, sus pieles resbaladizas y la necesidad latente en sus cuerpos fue todo lo que necesitaron para volver a entregarse. Al final, el agua fría los obligó a salir de la bañera y a volver a la cama. Jodie se arrimó contra su costado y trazó las líneas de su abdomen con las puntas de sus dedos.
El cielo estaba empezando a aclararse a través de las persianas, pero ellos se mantuvieron en la penumbra, envueltos en el calor de sus cuerpos y en medio de un silencio confortable.
—Desearía quedarme en esta habitación para siempre.
Wes rio.
—Suena como un buen plan —coincidió—. ¿Cómo fue tu viaje?
—Agotador. No tenemos que volver a Londres. Podríamos comenzar una nueva vida en Australia.
Otra risa vibró en el pecho de Wes.
—No tenías que venir hasta aquí. Me sorprendiste —dijo—. Pero no me malinterpretes; cuando te reconocí en la multitud, fue una sensación indescriptible.
Sus miradas se encontraron.
—Quería estar aquí —murmuró Jodie—. Me comporté como una idiota y necesitaba que supieras que no iba a dejarte.
Wes apartó el cabello de su rostro y besó su frente.
—Gracias.
Sus labios se rozaron entre besos y Jodie sonrió. De pronto, recordó algo que no había tenido oportunidad de decirle antes:
—Por cierto..., conocí a tu madre.
Sus rostros se apartaron y la expresión de Wes se tensó.
—Lo siento.
—¿Por qué te disculpas? —preguntó Jodie confundida.
—Siempre lo hago con anticipación por si dijo algo indebido —susurró Wes.
—La mitad de lo que me dijo fue indebido y la otra mitad enigmático.
Él suspiró.
—Es una mujer difícil.
—Sí, lo noté, pero ella... te quiere —murmuró Jodie—. Creo que lo hace.
El semblante de Wes se suavizó un poco.
—Quizá podrías ir a visitarla cuando regreses —sugirió Jodie—. Ella sabía quién era y dejó claro su interés en conocerme un poco más.
—Lo pensaré —accedió Wes—. Nuestra relación no es tan mala como con mi padre, pero tampoco es buena. Es más... inexistente. Ella siempre estaba ocupada con su trabajo, con sus pinturas, con su arte... Yo nunca encajé en esa vida, así que no solía tener tiempo para mi. Además, siempre fue distante y un poco fría; es una mujer muy hermética. Quizá algo de eso saqué de ella. Nunca fue muy abierta con sus sentimientos y jamás quiso a mi padre. Son muy diferentes, por eso no comprendo por qué se casó con él. En realidad, creo que a quien quiso alguna vez fue a mi tío.
Jodie escuchó todo con atención y calma, pero cuando asimiló su declaración final, no pudo evitar mirarlo boquiabierta.
—¿Hablas en serio? ¿Te refieres a que estaba enamorada de él?
Wes asintió.
—Luego de que murió, mi madre se volvió inestable. Bueno, aun más inestable. Incluso llegué a creer que quizás mi padre no era mi verdadero padre.
Sus labios se separaron un poco más, pasmada. Una de sus manos cubrió su boca.
—Lo siento, es solo que estoy muy sorprendida. Te pareces mucho a tu padre y...
—No lo conociste, pero mi tío también era muy parecido a mi padre. Eran casi como hermanos gemelos, pero con una mejor actitud —explicó Wes—. En ese momento, luego de su muerte, estaba devastado y muy confundido. Tenía dudas y no me dejaban estar tranquilo, así que me hice una prueba de paternidad de forma discreta.
El corazón de Jodie se aceleró. No podía creer lo que estaba escuchando.
—Sin embargo, resultó que mi padre sí es mi padre. Lo cual fue un alivio, aunque no lo creas, porque amaba a mi tío y no quería que su imagen se viera empañada por un secreto.
Jodie respiró en paz de nuevo, pero su curiosidad saltó.
—¿Alguna vez le preguntaste a tu madre cómo se sentía?
—No era necesario. Siempre supe que ocultaba algo en la forma hostil en la que se dirigía a él.
—¿Y tu tío nunca dijo nada?
Wes negó.
—Siempre se mostró indiferente, creo que por el bien de todos. Además, si hubiera tenido ese tipo de sentimientos por ella, me habría dado cuenta. Al contrario de su relación con Richard.
Jodie volvió a quedarse boquiabierta. Por un segundo, se preguntó por qué no habían tenido antes esta conversación. Aunque ahora que meditaba todo, las piezas empezaban a encajar, sobre todo en sus conversaciones con Richard.
—¿Él y Richard eran pareja?
Wes se encogió de hombros.
—Supongo. Nunca dijeron nada al respecto, pero tampoco fue necesario. Ante todos los que conocían, siempre fueron mejores amigos, y creo que querían que siguiera siendo así. Ambos eran muy reservados con su vida privada; y Richard puede ser muy simpático, pero sigue prefiriendo vivir con un perfil bajo. Aunque nunca dijeron nada, sé que mi tío lo amaba. Él era amable y simpático, pero no era muy apegado a la gente; sin embargo, siempre estuvo a lado de Richard. Cuando murió, la mitad de su testamento quedó a su nombre.
Asintió comprensiva. Ahora tenía sentido por qué Richard comprendía tan bien su relación con Wes: él sí estuvo en su lugar. Por supuesto que entendía lo que era amar a un piloto.
—¿Crees que tu madre lo sospechaba?
—Sí —respondió Wes sin dudar—. Richard y ella no se soportan. Estoy seguro de que siempre le molestó que lo prefiriera a él.
—¡Vaya, esto sí fue muy inesperado! Te agradezco que lo compartieras conmigo.
Wes sonrió.
—Créeme, aun con aquella maldición, tu familia siempre fue más normal que la mía.
Jodie sonrió de vuelta y, por un segundo, se permitió pensar en lo que sucedería ahora, en lo que debería suceder.
—Me preguntó si ahora todo estará bien. Me refiero al resto de mujeres de mi familia.
—Esperemos que sí. Ya no hay más maldición. Se acabó. Esta vez, me elegiste y yo esperé. Nos amamos. Y creo que estaremos bien.
Ella guardó silencio.
—Hace algunas noches, tuve un sueño —comentó Wes—. Estaba en un lugar donde jamás he estado y había un pájaro volando sobre un árbol; lo hacía con movimientos armónicos entre las ramas, sobre el lago junto a las raíces del árbol, sobre mí... Parecía muy feliz, y era hermoso de ver. Y luego solo voló lejos, hacia el cielo. Entonces me desperté.
Jodie esbozó una pequeña sonrisa.
—Creo que era el hombre del cuento. Creo que estaba despidiéndose —razonó—. meditó—. Quiero creer que su corazón roto se reparó y al fin pudo ser libre y feliz.
Wes asintió y ambos guardaron silencio, uno solemne. Luego Jodie sostuvo su mano y la apretó. Su mirada estudió su rostro apuesto y soltó una risita.
—¿Qué ocurre?
—Espera a que te vean en las reuniones familiares. Serás el centro de atención. Todas querrán hablar contigo y hacerte preguntas. Y se pondrán de tu lado y dirán que yo fui la villana que... ¿Me estás escuchando?
Jodie se percató de que su atención ya no estaba puesta en sus palabras. La sábana que cubría su cuerpo se resbaló y ahora sus pechos estaban al aire. La mirada de Wes entibió su piel y el fuego en su vientre se extendió hacia sus extremidades.
—No estás escuchando —lo acusó.
Sus ojos verdes se oscurecieron.
—Tienes razón —admitió él y se estiró para acariciar su vientre y las curvas de sus pechos.
Jodie rio y separó las piernas, aceptando su peso confortable sobre ella. Sus brazos abarcaron la anchura de sus hombros y lo abrazaron.
—Creí que ya habías tenido suficiente de mí —susurró contra sus labios.
—Jamás podré tener suficiente de ti —confesó Wes, y sus miradas se enredaron—. Creo que por eso las almas gemelas están juntas para toda la vida.
Su corazón brincó en su pecho.
—¿Para siempre?
—Para siempre —afirmó Wes.
—¿Todo a cambio de todo?
—Todo a cambio de todo.
Y sellaron su promesa con un beso.
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