Capítulo 34
El sonido del teléfono en la habitación la despertó. Estuvo desorientada durante varios segundos hasta que recordó dónde estaba y asimiló su situación. El teléfono seguía sonando y Jodie estiró su brazo fuera de la cama para alcanzarlo.
—¿Aló? —contestó adormecida.
—Buenos días, Jodie —saludó Richard—. Sé que te desperté, pero no quería que te quedaras dormida.
Abrió los ojos y se sentó con urgencia.
—¿Ya es tarde?
—Aún tenemos tiempo. La carrera empieza al mediodía, pero tenemos que llegar antes al circuito.
Ella consultó la hora en el despertador. Eran las 9:00 a. m. Se relajó; todavía había tiempo.
—Pasaré por tu habitación en una hora para desayunar juntos.
Se despidieron y Jodie salió de la cama para asearse con calma. Estaba terminando de vestirse cuando notó su celular sobre la mesita de noche. La pantalla estaba activa con nuevas notificaciones. Tenía unos mensajes de sus padres y varias llamadas de...
«Wes».
Su corazón se aceleró. Él había intentado contactarse con ella...
Quizá estaba buscando apoyo o calma para lidiar con los nervios de la carrera. ¿Qué habría querido decirle? ¿Qué habría necesitado escuchar? ¿Qué... ? ¡Qué importaba! Sea cual fuera la razón, Wes la había necesitado y ella... Ella... se había quedado dormida.
Jodie soltó una maldición y se golpeó la cabeza.
Devolvió la llamada enseguida, pero no hubo respuesta. Insistió varias veces, pero todos sus intentos fueron inútiles. Se dejó caer en la cama, dándose por vencida. Apretó el teléfono contra su pecho y rezó que todo estuviera bien, que la carrera terminara sin inconvenientes y Wes estuviera a salvo.
—Es normal que no responda su celular ahora, debe estar preparándose —Richard la tranquilizó cuando se encontraron—. Estará bien.
Richard sonrió y ella sonrió de vuelta aunque los nervios en su vientre la traicionaban. Apenas ingirió un bocado, temerosa de vomitar en medio de la carrera. Intentó con ejercicios de relajación para mantener la calma mientras Richard conducía hacia el circuito Albert Park. El trayecto duró apenas diez minutos y Richard no dejó de hablar en ningún momento; parecía querer distraerla y Jodie se lo agradeció, aunque solo escuchara atisbos de los que decía:
—¿Sabías que el Gran Premio de Australia es la primera carrera de la temporada 2019 de Fórmula 1? Está previsto que asistan más de trescientas mil personas. Mantente a mi lado para no perderte de vista...
—... es un circuito urbano de carreras. Son cinco mil trescientos tres kilómetros por vuelta. Cincuenta y ocho vueltas en total; trescientos siete mil quinientos setenta y cuatro kilómetros...
—... deberíamos comprar esas camisetas y las gorras. Siempre quise un guante de goma. ¿Te gusta este diseño?
—... ¿Has escuchado de Pole Position? Es la primera posición en la parrilla. Wes está segundo, pero eso también es muy bueno...
—... la mayoría de fans coinciden en que las mejores zonas para ver la carrera están en la primera esquina del circuito; yo siempre he preferido la tribuna Brabham en el interior de la vía. Tendremos una excelente vista. Llevo años sentándome en esa misma zona, desde que Giles competía...
—¿Tienes hambre? ¿Quizá un aperitivo antes de la carrera?
Jodie negó con la cabeza.
Se sentía aturdida.
Estaba sentada en la fila más alta del lado derecho de una tribuna llamada Brabham, con una camiseta y una gorra de la escudería de Wes que ni siquiera recordaba haberse puesto y su cabeza llena de números sobre vueltas y kilómetros.
—El tío de Wes... —empezó, intentando despejar su mente—. ¿Cómo era él?
Richard detuvo su parloteo incesante sobre carreras y la miró. Sus ojos se volvieron nostálgicos y su sonrisa se transformó en un gesto afectuoso.
—Giles era muy parecido a Wes; no solo en su físico, sino en su forma de ser, en los pequeños detalles, en sus cualidades y actitudes. Había pasión en él, la misma que veo en nuestro muchacho. Por eso sé que estará bien.
Jodie sonrió.
—Le habrías agradado, Jodie. Era un gran hombre. Hay mucho de él en Wes.
Ella asintió y ambos se quedaron en silencio.
Recorrió la tribuna con la mirada. Todos los asientos estaban llenos, no solo en esa tribuna, también en las otras que alcanzaba a divisar. Había muchos espectadores. No se le había ocurrido pensar que tantas personas estuvieran interesadas en las carreras, pero se había equivocado. Las personas a su alrededor eran fanáticos; respiraban pasión y estaban vestidos con ropas y accesorios de los colores de su escudería favorita.
—Falta poco para que inicie la carrera —anunció Richard, consultando su reloj de bolsillo—. Dentro de poco estarán dando la vuelta de reconocimiento. ¡Mira, Wes está ahí!
Su corazón latió con fuerza. Jodie estiró su cuello y sus ojos escanearon la pista hasta que se detuvieron sobre él.
Y se quedó sin aliento.
Era la primera vez que veía a Wes con su uniforme de piloto y no a través de una pantalla o en una revista. No debió sorprenderle que luciera tan bien. Se movía en ese traje con un sentimiento de determinación y pertenencia. Además...
—Se cortó el cabello... —murmuró.
Sus largas ondas habían sido reemplazadas por desbaratados rizos dorados peinados hacia atrás. Su barba estaba recortada y prolija. Las facciones rectas y marcadas de su rostro estaban despejadas y su expresión era de pura concentración.
Ella tragó con fuerza, sin palabras. Sus ojos lo siguieron, casi hipnotizada. Wes lucía en calma; su postura era relajada y sostenía un casco en una de sus manos. Otro hombre se acercó e intercambiaron unas palabras. Wes asintió y caminó hacia su monoplaza.
Jodie sintió un inesperado pánico. Quiso bajar de la tribuna, correr hacia el alambrado y gritar su nombre una y otra vez hasta que sus miradas se encontraran y Wes supiera que ella estaba ahí. Quizá entonces, al ver su templanza, dejaría de sentir temor.
Pero no gritó ni Wes la vio entre la multitud. Jodie lo observó subirse al monoplaza y colocarse el casco y los guantes. La vuelta de calentamiento arrancó y todos los vehículos recorrieron el circuito hasta que regresaron a la línea de meta y se ubicaron en su posición correcta de la parrilla.
Este era el momento donde todo iniciaba y terminaba.
Mientras el semáforo de la carrera marcaba la cuenta regresiva, Jodie cerró los ojos y murmuró una última plegaria. Sus dedos se envolvieron por instinto alrededor del pequeño corazón que reposaba contra su pecho y lo apretó con fuerza.
El último semáforo rojo se apagó y la carrera empezó.
Nunca había presenciado el inicio de una carrera de forma apropiada, pero si le preguntaban su opinión, diría que eran los segundos más extremos y peligrosos. Casi se podía percibir la adrenalina y la tensión en el aire. El sonido era ensordecedor; la aceleración de los motores, el estruendo de las llantas sobre el pavimento...
Apenas eran los primeros tramos del circuito, pero dos vehículos colisionaron al intentar aventarse entre sí. El impacto fue tan fuerte que ambos monoplazas salieron de la pista y algunas de sus partes se desprendieron sobre la pista. Jodie soltó un jadeo y se cubrió los labios, estupefacta.
—Es más normal de lo que crees —comentó Richard al percibir su consternación.
Ella lo miró con ojos muy abiertos, que buscaron de inmediato a Wes. Se relajó un poco al darse cuenta de que él estaba bien. Los pilotos involucrados en el choque también lo estaban.
—La salida es uno de los momentos más cruciales en la carrera —comentó Richard, inspeccionando los monoplazas destrozados—. Si haces una salida rápida y limpia, puedes adelantar posiciones. Sin embargo, también son los segundos más violentos porque todos tratan de imponerse. Un simple roce a la velocidad que van los monoplazas puede hacer que salgan disparados en el aire o pierdan partes valiosas de la carrocería.
Jodie se mordió los labios y desvió su atención a una de las pantallas gigantes, donde consultó la tabla de posiciones.
—Wes sigue segundo —observó.
Richard asintió.
—Sí. Fue una buena salida y logró acortar décimas valiosas hasta el primer lugar. Tendrá que mantener un buen ritmo y, en el momento indicado, deberá rebasar a su oponente.
Jodie tragó con fuerza. Después de presenciar aquella colisión, no parecía que adelantar a tu oponente fuera una tarea sencilla.
—¿Podrá conseguirlo? —inquirió, y detestó el rastro de duda y temor en su voz.
—Todo dependerá de la estrategia de su equipo —respondió Richard—. Desde la cabina de control, se comunican con Wes y pueden monitorear su rendimiento y el del monoplaza. Así definen qué tácticas utilizar con respecto a los otros competidores para adelantarlos en pista y asegurarse una victoria.
Jodie asintió, sin saber qué más decir, e intentó concentrarse en la carrera. Sin embargo, mirar la pantalla o esperar que cada vuelta se completara estaba ocasionando que se sintiera aún más ansiosa y exasperada.
Al final, cedió a la presión y desvió la mirada hacia el resto de los espectadores. A diferencia de ella, todos lucían animados pero en calma, disfrutando de la carrera con paciencia, como si ya estuvieran acostumbrados a la mecánica de la competencia. Incluso Richard parecía estar bien; estaba concentrado, pero su postura era relajada y pacífica.
Jodie no podía entenderlo. Ella apenas era capaz de seguir sentada sin comerse las uñas o tirarse de los cabellos. Se tragó un suspiro y estudió la pantalla. En ese momento, un vehículo con los mismos colores de la escudería de Wes, pero con otro número, estaba dando una vuelta en el circuito.
—¿Por qué ese monoplaza es igual al de Wes? —preguntó con curiosidad.
Richard siguió su mirada.
—Porque ese es su compañero de equipo. Su nombre es Jackson... —Él se rascó la mandíbula, pensativo, como si no pudiera recordar el nombre—. Jack..., Jack Foster. No es mal piloto, pero aún le falta más experiencia. Es uno de los más jóvenes que está compitiendo este año.
—¿Entonces son dos por equipo?
Richard la observó un segundo y luego sonrió.
—Veo que Wes no ocupa su tiempo juntos para enseñarte de Fórmula 1...
Ante sus palabras, sus mejillas se sonrojaron. Él soltó una ligera risa y su rostro enrojeció un poco más.
—Cada escudería tiene dos pilotos por temporada —explicó Richard con paciencia—; cada año renuevan un contrato o reclutan a nuevas promesas. Como sea... El equipo se forma por dos pilotos que compiten con posibilidades de ganar.
—¿Quiere decir que también compiten entre ellos?
—En términos generales, deberían tener una rivalidad sana en la que gana el mejor. Sin embargo, en ciertos casos, la decisión puede estar en manos de los mejores intereses de la escudería. Si cree necesario, podría obligar a uno de sus pilotos a ceder la carrera al otro si consideran que el segundo tiene más posibilidades de ganar.
Jodie frunció el ceño, confundida.
—Eso no parece tan justo.
Richard se encogió de hombros.
—Las carreras pueden ser un mundo muy complicado. Y los pilotos también son humanos. No hace falta decir que no siempre existe una rivalidad sana entre compañeros de la misma escudería; a veces solo quieres ganar y ser el mejor. Wes siempre ha mantenido una buena relación con su compañero, independiente de quién sea. Tiene una filosofía muy parecida a la de Giles cuando se trata de competir. Es muy competitivo, pero también es honorable y no dejará que otros digan lo que puede o no hacer. Cree en la competencia justa.
Jodie meditó sus palabras y algo debió revelarse en su rostro porque Richard tocó su hombro y le preguntó:
—¿En qué estás pensando, pequeña Jodie?
Sus ojos se encontraron.
—En momentos como estos, siento que todavía hay muchas cosas que no sé sobre Wes —respondió sincera—. Él, compitiendo..., se siente casi como un extraño para mí.
Hubo una pausa silenciosa entre ellos hasta que Richard habló de nuevo:
—Jamás dejamos de conocer a las personas. Es así como el mundo funciona. Es así como las relaciones funcionan. Si pudieras conocer todo acerca de una persona en un tiempo determinado, ¿qué sucedería después de eso? ¿No te parece que sería aburrido y monótono?
—Tienes razón, pero no puedo dejar de preguntarme quién ha fallado; ¿yo, por no interesarme, o Wes por no involucrarme?
Richard sonrió.
—¿Y por qué crees que uno de ustedes ha fallado?
Jodie no respondió, aunque sentía un repentino peso en el pecho. Quizá ella sí se sentía culpable e inepta.
Richard señaló al frente con su mano.
—Esto que ves ahora, el circuito, la audiencia, la carrera, la victoria, representan al piloto. El campeón que todas estas personas quieren ver. El hombre que se pone el casco, conduce como un rayo y sube al podio a levantar un trofeo. Este es el Wes que ellos conocen. Pero tú..., tú tienes al hombre detrás de ese casco; a la persona que se saca el uniforme y regresa a casa, que no vive un espectáculo y que cree que lo más importante es tenerte y no ganar un trofeo. Ese el Wes que tú conoces. Su parte más humana y vulnerable te pertenece a ti. Te ha entregado la que considera que es la mejor versión de sí mismo y tú la has aceptado, con su pasado, sus traumas, su familia disfuncional y su trabajo peligroso. Así que yo no creo que ninguno haya fallado. En más, diría que se preocuparon por conocer solo lo más esencial. No te apresures, querida; para descubrir el resto, tienen toda una vida.
Su sonrisa se alargó, paciente y cariñosa, y Jodie se arrojó a sus brazos, transmitiendo su agradecimiento en ese simple gesto.
—Gracias —susurró.
Él acarició su cabello.
—Ni lo menciones. También me costó entender esto hace mucho tiempo.
Jodie lo abrazó con más fuerza.
No sabía cómo Richard podía hacerlo, pero parecía comprenderla muy bien; intuir sus emociones, descifrar sus pensamientos, compartir sus miedos. Era casi como si de alguna forma, hubiera estado en su lugar. O quizá solo era una persona muy empática. Sea cual fuera la razón, sus palabras hicieron que se sintiera menos incómoda y confundida en ese mundo al que Wes pertenecía. Había conseguido que el miedo a defraudarlo se desvaneciera.
Se separaron y Richard apretó una de sus manos.
—Ahora, miremos la carrera. Han superado la mitad de las vueltas. Muy pronto Wes tendrá que acelerar si quiere quedarse con la primera posición.
Jodie asintió.
En el fondo, sabía que Wes ganaría. Había vivido y sufrido mucho para llegar de nuevo a ese punto. Esta era una segunda oportunidad y Jodie estaba segura de que no la dejaría escapar. Wes no se rendía, él no era así.
Su atención volvió a centrarse en la pantalla. El tiempo avanzaba, las vueltas seguían disminuyendo hacia el final y Wes continuaba manteniendo su mismo ritmo. No dejó que nadie lo pasara, pero tampoco intentó aventajar a su contrincante. No lo entendía; ¿por qué no iba más rápido y lo superaba?
—¿Y ahora por qué se detiene? —preguntó exasperada—. ¡Solo le quedan dieciocho vueltas y estaba más cerca del primero!
Richard sonrió levemente ante su impaciencia.
—Porque es necesario. Sabe que esos neumáticos le han permitido mantener el ritmo, pero también que ya están desgastados y no podrá ir más rápido. De hecho, debió cambiarlos hace varias vueltas, pero me parece que no quería agrandar más la distancia con los segundos que pasa en la parada en pit. Creo que su equipo alargó el momento lo más que pudo como parte de su estrategia. Ahora él tiene neumáticos nuevos y más ligeros que le darán mayor velocidad cuando se calienten, mientras que el primer competidor no ha realizado ninguna parada; sus neumáticos deben estar desgastados y sabe que detenerse ahora pondría su posición en peligro.
Jodie separó los labios mientras asimilaba toda la explicación; las piezas cobraron sentido. Regresó la mirada a la carrera.
—¿Crees que el primero se detenga?
—Ummm..., creo que intentará ganar con su condición actual —contestó Richard—. Si se arriesga a detenerse, Wes podría pasarlo y no podrá hacer nada hasta que los nuevos neumáticos se adecuen.
Jodie se mordió los labios. Estaba a punto de empezar a gritar.
Wes había descendido un puesto, pero recuperó su posición muy rápido. El marcador de segundos de diferencia entre el primer y segundo lugar se acortaba cada vez más. Jodie sentía que su corazón se saldría de su pecho. Estaba sentada al filo del asiento, pero la sensación era abrumadora, como si pendiera de un hilo.
—Creo que intentará pasarlo ahora —murmuró Richard, mirando la pantalla.
Él no se equivocó.
Jodie tenía grabado el circuito en su memoria. Sabía que esa zona tenía ciertas curvas que podían darle ventaja, pero que también podían ser peligrosas. Un rápido destello del accidente hace un año acudió a su mente, pero empujó el recuerdo lejos y se concentró en Wes.
Cuando intentó superar a su contrincante por primera vez, rebasando por fuera de la curva, no logró alcanzarlo; ni siquiera en la segunda o tercera oportunidad. Jodie se preguntó qué debía estar pasando por su cabeza. Estaba tan cerca, solo un poco más. Podía conseguirlo.
En la siguiente vuelta, la rivalidad entre el primer y segundo lugar ahora tenía a todos expectantes. A tan solo trece vueltas del final, el destino de la carrera podía cambiar por completo.
Jodie volvió a buscar a Wes en la pantalla. Él estaba casi a la par del monoplaza de su oponente; tomaba las curvas con rapidez, pero mantenía una distancia segura. Sin embargo, en una de las curvas más pronunciadas, en lugar de utilizar la misma táctica de antes y rebasar por fuera, esta vez empleó el interior de la curva.
La distancia lateral entre ambos monoplazas se volvió casi inexistente. Sus llantas se rozaron y Jodie temió lo peor. Dejó de respirar esos segundos hasta que los vehículos se apartaron y recuperaron el control, manteniéndose en una sola pieza. Había sido una maniobra arriesgada y peligrosa, pero sin riesgos; nada habría cambiado.
La carrera continuó, pero esta vez la diferencia era que Wes llevaba la delantera.
—¡Oh, por Dios! —dijo emocionada—. ¡Está en primer lugar!, ¡está en primer lugar! ¿Y ahora qué?
Richard rio.
—Ahora debe mantenerse en esa posición por las últimas doce vueltas.
Jodie sintió escalofríos.
—Oh, no. Siento que voy a desmayarme de los nervios... —murmuró aterrada.
—Él estará bien —aseguró Richard.
Ella suspiró y se mordió las uñas. Cada vuelta hacia el final fue un completo suplicio. Todo parecía decidido, pero ella no podía estar segura de nada.
«Cinco vueltas».
Su cuerpo se agitó en el asiento, sin poder calmarse.
«Tres vueltas».
No podía con tanta presión. Jodie estaba enloqueciendo. Era demasiado para ella. Ya no quería mirar.
«Solo dos vueltas».
No podía no ver el final. Así que se obligó a hacerlo, pero no dejaba de hiperventilar. Solo quería que se acabara y abrazar a Wes con todas sus fuerzas.
«Una vuelta más».
Su corazón latía a mil por hora. Su cuerpo estaba temblando. Esta vez, fijó su mirada en la línea de meta. En cualquier instante, Wes cruzaría esa línea y entonces todo habría terminado. Él estaría a salvo. Nada era más importante.
Jodie se cubrió el rostro con las manos, pero espió entre sus dedos. Contuvo la respiración y escuchó el latido de su corazón retumbando en sus oídos. Los últimos segundos fueron insoportables, los más largos y cortos en toda su vida.
Cuando terminó, Jodie se levantó de un salto y empezó a gritar eufórica. El resto de los espectadores estaban observándola como si hubiera enloquecido, pero no le importaba. Estaba muy feliz y emocionada y... y quería llorar. Richard se colocó a su lado y se abrazaron. También había una sonrisa en su rostro.
—Puedes bajar e ir a la zona de entrevistas. Wes estará ahí junto a su equipo.
—Pero tú...
—Ve —insistió Richard—. Estoy seguro de que estará feliz de verte.
Jodie asintió y le ofreció una gran sonrisa antes de abandonar la tribuna. Corrió todo el camino, siguiendo a los demás fanáticos que también descendían de las tribunas. Su corazón se aceleró cuando distinguió su figura.
—¡Wes! —gritó, intentando abrirse paso entre la multitud.
La gente se estaba acumulando contra las vallas bajas de seguridad; Jodie se escabulló hasta llegar al frente. Su mirada se posó en Wes mientras se acercaba al resto de su equipo y se abrazaban entre vitoreos y aplausos. Yves estaba entre ellos y ambos compartieron un fuerte abrazo. Él se quitó el casco y Jodie estudió su expresión. La sonrisa de felicidad en sus labios hizo que su corazón casi explotara de alegría.
Un hombre se acercó a él y susurró algo en su oído. Wes asintió y se separó del equipo. Dirigió un breve saludo a los fanáticos y avanzó, alejándose de ella. Ella no podía permitirlo. Así que, entre los vítores del público gritando su nombre, solo se le ocurrió una idea para intentar llamar su atención.
—¡Jodie Sinclair! —gritó y ocultó su rostro bajo la gorra.
No alcanzó a ver si Wes escuchó su voz, pero lo supo cuando las personas a su alrededor empezaron a vitorear con más entusiasmo. Vio que sus botas se detenían frente a ella, al otro lado de la valla.
—¿Jodie? —inquirió, y su voz sonaba confundida y vacilante.
Ella levantó el rostro despacio y sus miradas se encontraron.
—Hola —dijo sin saber qué decir—. Te sorprendí, ¿verdad?
Su rostro se iluminó con una sonrisa y continuó hablando ante su expresión desconcertada.
—¡Estuviste grandioso, Wes! ¡Estoy tan orgullosa! ¡Ganaste! Te lo mereces. Fue... fue... Bueno, no estoy segura de qué más decir. Sigo tan nerviosa que siento que mi corazón va a estallar. Incluso creí que me desmayaría y me tiemblan las manos, pero...
—Jodie... —la interrumpió, pero ella no se calló.
—¿Qué sucede? ¿Te duele algo? ¿Te sientes mal? ¿Estás mareado? ¿O es tu pierna? ¿O tu cabeza? ¿Quizá náuseas o... ?
Wes no respondió, pero se inclinó y la besó. Jodie soltó un jadeo sorprendido, y respondió por instinto. Quiso acercarse un poco más, pero la valla seguía entre ellos como un obstáculo. Wes se apartó y la ayudó a escalar hacia su lado. Luego, sin importar dónde estaban o quiénes pudieran verlos, la atrajo a sus brazos y envolvió su cuerpo en un firme abrazo. Jodie le mostró una sonrisa radiante que él correspondió con ojos luminosos.
—¿Entonces estás feliz de verme? —Ella se sostuvo de sus hombros.
—Sabes muy bien que sí —susurró él.
Ambos compartieron una sonrisa y Wes volvió a unir sus bocas en un tierno y cálido beso. Sus labios eclipsaron todo, acallando el ruido y las voces a su alrededor. Era la sensación más maravillosa y perfecta del mundo, como si regresara a donde pertenecía luego de un largo, confuso y cansado viaje.
Al fin estaba en casa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top