Capítulo 24
La mañana del día de Navidad, todos se reunieron en la sala para intercambiar y abrir los regalos. Ya que iban a pasar Navidad juntos, ambos habían acordado comprar los obsequios para su familia entre ellos; Jodie había asegurado que no era necesario, pero él insistió, luego de que sus padres lo invitaran a quedarse en la casa durante las festividades.
—Aún queda uno —dijo Amelia y levantó la pequeña caja en su mano mientras leía la tarjeta—. Es para ti, Jodie.
La joven se sorprendió y lo aceptó. En la tarjeta solo estaba su nombre y la envoltura era de un papel de alta calidad. Sonrió y abrió el obsequio con delicadeza. Entonces, descubrió una caja turquesa con un listón blanco y el logo de Tiffany & Co. grabado en la superficie.
Eso delató al culpable. Era un regalo muy caro para venir de sus padres o sus hermanos.
—Wes...
Él estaba sentado junto a ella y uno de sus brazos descansaba sobre su hombro. Cuando su mirada lo buscó, una sonrisa nació en sus labios.
—Ábrelo.
Jodie asintió y sus dedos temblaron un poco de la emoción. La caja contenía una bolsita de terciopelo también turquesa. Jodie abrió el empaque y deslizó sus dedos sobre un delicado collar con un pequeño dije con forma de corazón, perfilado con diamantes diminutos.
—¡Es hermoso! —exclamó boquiabierta—. Pero... ya intercambiamos los anillos y no fueron tan costosos como esto. Debí comprarte algo más. Lo siento.
Wes negó con la cabeza y besó su cabello.
—Fue un regalo espontáneo. Lo vi y creí que te gustaría.
—¡Me encanta! ¿Me lo puedes poner?
Él asintió y tomó el delicado collar entre sus manos para colocarlo alrededor de su cuello. Jodie contempló el dije de corazón contra su pecho y se emocionó. Era perfecto.
—Gracias —dijo ella y se acercó para juntar sus labios.
La mañana avanzó y Jodie ayudó a su madre con los últimos detalles de la comida. Como era su tradición familiar, el almuerzo se sirvió a las doce en punto; pero antes intercambiaron los tradicionales crackers. Jodie observó el pequeño tubo de cartón envuelto en papel de regalo. Cuando todos estuvieron listos, tiró de los laterales hasta que se rompió; en el suyo había oculto un par de bombones, un mensaje navideño y una corona de papel de colores.
Todos se pusieron sus coronas de colores mientras comían. Su madre preparó una variedad de platos, que incluían pavo y pollo con mucho fresno, salchichas envueltas en tocino, repollo con bruselas, vegetales salteados y patatas asadas; y, de postre, tuvieron el tradicional pudín de Navidad con brandy. Jodie sabía hacer un buen pudín, pero el de su mamá era espectacular; lo preparaba casi un mes antes del día de Navidad, así todos los ingredientes reposaban y el alcohol alcanzaba un sabor fuerte.
Al atardecer, cuando el vino se terminó y su madre preguntó quién podía ir a comprarlo, Jodie fue la primera en ofrecerse. Aferró la mano de Wes y se marcharon. Lo primero que hicieron fue conseguir el vino y, cuando estuvo seguro en el asiento de atrás, disfrutaron de su inesperada, aunque breve, privacidad.
Cuando regresaron era obvio, en sus ropas y en sus rostros, que había sucedido algo más que comprar el vino con éxito. Jodie ignoró las miradas y se sentó con una sonrisa a comer una rodaja de pastel navideño con frutas y mazapán.
Pasaron el resto de la noche charlando, bailando y contando anécdotas vergonzosas sobre cada uno. Jodie se sentía feliz. Había vivido Navidades muy buenas, pero si tuviera que escoger una sería aquella, no solo porque ella estaba feliz, sino porque Wes también parecía estarlo. Estaba relajado; la sonrisa en su rostro era sincera y ojos brillaban con emoción y alegría. No cambiaría aquella Navidad por nada.
Luego del Boxing Day*, Wes regresó a Londres mientras Jodie se quedaba con su familia hasta fin de año. También pasarían juntos el Año Nuevo en Cornualles, pero Wes tuvo asuntos que resolver con su padre.
Esos días fueron tranquilos. Jodie pasaba las horas leyendo en el estudio de su padre, veía un poco de televisión después de pelear con Ayden o Bryden por el control y salía a caminar por el atardecer con Darth. Wes había dejado al can con ellos para que no tuviera que sufrir el viaje de ida y regreso; además, todos adoraban a Darth. Incluso Salem se acostumbró a él; a veces solía erizarse y buscaba pelear, pero la mayoría del tiempo se mantenía tranquilo o indiferente.
Ahora que Wes no estaba, Darth dormía con ella y le hacía compañía la mayor parte del día. La acompañaba a todos lados.
Jodie aprovechó aquella última mañana del año para visitar la tumba de su abuela. Estaba sola y llevó un bouquet de flores. Se inclinó para limpiar un par de hojas secas que cubrían la lápida. Leyó el nombre grabado de su abuela y cerró los ojos, en tanto susurraba una plegaria. Luego acomodó las flores y se levantó.
—Lo encontré, abuela. Y es bueno, amable y valiente. Es hermoso —murmuró—. No quiero perderlo.
El viento que sopló fue la única respuesta que obtuvo.
—No quiero perderlo.
Jodie se quedó por un largo rato. Unas veces hablaba y otras mantenía un silencio solemne y nostálgico.
Cuando volvió a casa, Darth la recibió, lanzándose sobre ella y lamiendo su rostro con entusiasmo.
—No te preocupes, Darth. Tu papá no tardará mucho —le dijo Jodie con una sonrisa—. Ya debe haber salido de Londres y, cuando llegue, te llevaremos a la playa y comeremos ese algodón de azúcar de colores que tanto te gusta.
El perro ladró y retorció todo su cuerpo con emoción. Jodie acarició sus orejas y entró en la sala. Los gemelos estaban alistándose para salir, pero se detuvieron al verla.
—¡Al fin llegas! —dijo Bryden—. Tu novio llamó.
—Le dije que saliste —continuó Ayden—, así que pidió que lo llames.
—Sonaba urgente —terminó el otro.
—De acuerdo.
Ella se preocupó, pero esbozó una sonrisa ligera antes de dirigirse a su habitación. Sobre su mesita de noche, la pantalla de su celular reflejaba once llamadas perdidas de Wes. Sintió un nudo en la garganta y le devolvió la llamada, moviéndose de un lado al otro de su alcoba con pasos inquietos.
—Jodie... —ella escuchó su voz; parecía estar bien.
—¿Todo está bien? —inquirió, respirando con normalidad—. Creí que te pasaba algo...
—No, estoy bien —confirmó él, pero hizo una larga pausa antes de proseguir—. Es algo más...
El cuerpo de Jodie volvió a tensarse.
—No voy a poder regresar hoy. Los patrocinadores de la escudería ofrecerán un evento de caridad por Año Nuevo y debo estar aquí. Lo siento tanto. Fue algo inesperado. Mi padre me trajo la noticia esta mañana. Sabes que si no fuera importante, no me quedaría.
Jodie se sentó en la cama, intentando recuperarse de la tristeza y la desilusión que la invadió.
—¿Jodie? ¿Cariño?
Ella pestañeó, reaccionando.
—¿Y qué pasará contigo? ¿Pasarás Año Nuevo solo? Darth está aquí. Yo estoy aquí...
Wes suspiró.
—Lo sé. Estaba pensando en viajar luego de la fiesta, pero, aun así, no creo que alcance a llegar para medianoche y...
—Ni se te ocurra viajar en la madrugada —lo interrumpió ella con una chispa encendiéndose en su pecho—. Te lo advierto. Puede pasarte algo y lo lamentaremos más de que no estés aquí.
Ambos cayeron en un denso silencio. Escuchaban sus respiraciones tan cerca pero tan lejos...
—¿Estás enojada? —Wes se aventuró a preguntar—. No quería hacerte esto. Sabes que nunca...
—No estoy enojada. Lo entiendo; es tu trabajo, una obligación que debes cumplir. Es importante para ti.
—Tú también eres importante. Puedes decirme si esto te molesta o...
«No quiero ser una carga para ti».
—Lo sé —dijo Jodie, tragándose la desilusión—. Estoy bien. Si puedes, llama a Yves; así no estarás solo esta noche.
—Lo haré. Dale un beso a Darth de mi parte. Te veré mañana.
—Adiós.
«Te amo».
Jodie colgó y se dejó caer sobre las almohadas. Sus ojos se posaron en las estrellas de su techo, tristes y apagadas sin la oscuridad, mientras sus dedos sostenían el corazón brillante que descansaba contra su pecho. Suspiró y repasó la conversación con Wes. Su primer impulso fue sentirse miserable. Era su primer Año Nuevo con Wes y no podían estar juntos. Casi parecía una mala treta del destino o... de su maldición.
Su segundo impulso fue conformarse y esperar a que Wes llegara al día siguiente. Aunque no pudo evitar sentirse triste al pensar que él estaría solo; ni siquiera Darth estaría a su lado.
Y luego su tercer impulso fue...
Jodie se levantó y bajó corriendo las escaleras, de vuelta a la sala.
—Papá, ¿crees que la vecina se haya marchado?
Su padre, quien estaba sentado en una butaca cerca de la ventana, alzó la vista y miró hacia la calle.
—Está preparando su coche. ¿Por qué?
Sonrió.
—Me voy a Londres —anunció.
Luego de eso, todo se volvió un caos en la casa. Jodie le pidió a su vecina que la llevara; la mujer viajaba cada Año Nuevo a Londres a visitar a su hermana y sus sobrinos, así que aceptó. Así que regresó rápido a casa y preparó su bolso de viaje mientras Amelia la ayudaba a alistar a Darth y su madre empacaba una parte de los platos que había cocinado para la cena de esa noche.
Jodie dejó a Salem para el final.
Bajó con el transportador del felino en su mano y lo buscó por la sala. Llamó su nombre varias veces hasta que el gato salió casi a regañadientes de debajo de la butaca donde estaba su padre.
—Salem, es tu última oportunidad —advirtió ella—. ¿Vienes o te quedas?
Por respuesta, Salem trepó al regazo de su padre y estiró su cuerpo antes de acostarse. El hombre rio y acarició sus orejas. Ella resopló.
—Estaba jugando, Salem. Debemos irnos ahora.
El aludido no se inmutó ni un poco; más bien parecía fingir que dormía.
—Déjalo —dijo Dare, bajando su equipaje—. Amelia y yo lo llevaremos a Bournemouth en nuestro camino a Londres.
—Gracias.
Jodie se despidió de su padre y le dio un beso en la cabeza a Salem, aunque él maullara inquieto. También se despidió de su hermano y Amelia. Los gemelos no estaban, pero prometió llamarlos. La última en despedirse fue su mamá.
—Lo siento por irme de esta forma —se disculpó.
Su madre la abrazó con fuerza y besó su frente.
—No te preocupes. Ten cuidado y llama cuando llegues a Londres. Te amamos.
Se marchó junto a Darth. Dejaron Cornualles después del mediodía. Victoria, su vecina, era una mujer soltera de treinta y pico de años; vivía con sus padres y hermanos en la casa de al lado desde que Jodie estaba en el colegio. Habían tenido pocas oportunidades para interactuar, pero Jodie sabía que era una mujer simpática, agradable y muy talentosa; escribía libros para niños y a veces solía toparse con su nombre en las listas de libros más vendidos.
Ambas mantuvieron una conversación cordial y agradable. Jodie mencionó parte de la razón de su inesperado viaje y Vicky habló de la historia de uno de sus nuevos libros. El viaje continuó. Entre conversación y conversación, el tiempo se fue volando, y llegaron a Londres poco después del atardecer.
En invierno, las tardes eran más cortas en Londres y empezaba a oscurecer a las 16:00 p. m. Sin embargo, el horario comercial solía ser el mismo durante todo el año, así que Jodie todavía tenía de dos a tres horas para ir a alguna tienda y comprar lo que hiciera falta para la cena.
Se despidió de Vicky en la Estación de Victoria y esperó con Darth cerca de la entrada hasta que Yves apareciera. Jodie lo había llamado en mitad del viaje y le había pedido ayuda para llegar al departamento de Wes, además de que mantuviera su visita en secreto porque era una sorpresa. Él también se mostró sorprendido, pero accedió y le indicó que se quedara en aquella estación de ferrocarriles.
Esperar era todo lo que ella podía hacer.
Había visitado Londres en ciertas ocasiones, pero no conocía muy bien la gran ciudad. Ayden y Bryden tenían un departamento en Camden Town, mientras que Amelia y Dare vivían en Bloomsbury, una de las zonas culturales de Londres. Contando un par de lugares turísticos, eso resumía todo lo que conocía. Ni siquiera estaba segura de en qué lugar estaba ubicado el departamento de Wes; él lo había mencionado un par de veces, pero no podía recordarlo y, aunque lo hiciera, no tenía la llave para entrar.
—¡Jodie Sinclair, la dama hermosa de los dulces!
Jodie reconoció la voz y se dio la vuelta para encontrarse con Yves. Él se veía igual que la última vez: alto y musculoso, con su cabello y barba castaña y sus brillantes ojos azules. Darth ladró al verlo y él se acercó para abrazarla.
—Ha sido un tiempo sin vernos —dijo ella con una gran sonrisa.
—Créeme, tu novio lo prefiere así —replicó Yves, acariciando las orejas de Darth—. No le gusta compartirte.
Jodie sonrió y Yves cargó su bolso de viaje mientras le daba indicaciones para que lo siguiera. Ella caminó con Darth a su lado mientras intentaba no distraerse con la hermosura y elegancia de ese barrio.
—¿Es tu primera vez en Belgravia?
Ella asintió. Había oído de Belgravia, uno de los barrios más costosos y prestigiosos de Londres, al igual que Mayfair, pero nunca había tenido la oportunidad de visitar ninguno. Estaba impactada con el lujo de las residencias y los edificios que encontraban a su paso.
En menos de cinco minutos de caminata, Yves se detuvo frente a un edificio moderno con estilo asimétrico y paredes de cristal.
—¿Es aquí?
Él asintió y se dirigió a la entrada. Había un hombre y una mujer en el vestíbulo detrás de un escritorio alto de madera oscura.
—Cinda, John, buenas tardes de nuevo —saludó Yves—. Ella es la señorita Jodie Sinclair y es huésped del señor Wesley.
Ambos correspondieron a su saludo y Jodie murmuró un suave «Buenas tardes». El hombre sonrió mientras la mujer la estudiaba con curiosidad. Jodie se apresuró a caminar detrás de Yves y subieron al ascensor. Las puertas se abrieron en el noveno piso y él le mostró el resto del camino.
—No necesitas una llave, solo la clave.
Él volvió a ingresarla y ella la repitió para no olvidarla. Luego entraron y se quedó boquiabierta mirando alrededor.
Jodie siempre pensó que el departamento de Wes en Bournemouth era elegante y lujoso, pero ahora... ahora sabía que no era cierto. Este departamento era igual de grande que el otro, pero tres veces más lujoso. Todo era blanco y pulcro. El techo alto, el piso luminoso y paredes completas de cristal en lugar de ventanas. La vista era maravillosa.
—¡Y Wes creía que lo encontrarías detestable! —comentó Yves con una débil risa.
Jodie se acercó al ventanal de cristal y contempló la ciudad. Después siguió recorriendo el departamento. El lugar tenía un diseño de concepto abierto, así que la sala, el comedor y la cocina compartían un espacio amplio y tenían una decoración exquisita. Luego había un largo pasillo que conducía a un cuarto de lavandería; un estudio, un cuarto de huéspedes y, al final, la alcoba principal.
Dejó su bolso de viaje sobre la enorme cama. La habitación también tenía un enorme ventanal y se podía ver la ciudad, pero las persianas estaban cerradas. Era una alcoba amplia, con el mobiliario tradicional y un baño que la dejó sin palabras. Aparte de la ropa en su clóset y algunos accesorios en el baño, no había nada destacable que indicara que él vivía en ese lugar; no fotografías, artículos muy personales, nada.
—¿Dónde está Wes? —preguntó Jodie, regresando con Yves.
—Con su padre. De hecho, estábamos aquí hasta hace poco. Vino a cambiarse de ropa para esta noche. Sabía que estarías por llegar, así que dije que lo vería en el evento. Nos marchamos al mismo tiempo.
Sonrió emocionada. Pensaba sorprenderlo con la cena y su presencia y la de Darth.
Jodie entró en la cocina y empezó a desempacar la cena que su madre había enviado. Yves se acercó hasta el mesón y se sentó frente a ella.
—Espero que tu sorpresa lo anime. Cuando nos encontramos antes, creí que iba a arrancarle la cabeza a alguien. Estaba furioso por tener que quedarse, sobre todo porque, en el fondo, sabía que no todo era culpa de su padre. Si la escudería organiza una fiesta de Año Nuevo es lógico que él esté presente. Se saltó varios eventos menos importantes, pero con este no podía, no debía.
Jodie asintió.
—Después de todo, trabaja para ellos, y eso lo obliga a mantenerse presente. Con la lesión y su viaje a Estados Unidos, ha estado mucho tiempo ausente de los asuntos que rodean su imagen. La escudería es permisiva en ciertos asuntos, pero Wes tiene más obligaciones que cumplir, además de subirse a un monoplaza y dar vueltas en un circuito.
—¿Por qué me estás diciendo todo esto? ¿Por qué lo estás justificando? —inquirió Jodie, deteniéndose para mirarlo—. No estoy enojada con él o por este imprevisto.
Él esbozó una ligera sonrisa.
—Lo sé. Si estuvieras enojada, no te habrías hubieras tomado la molestia de dejar a tu familia en Año Nuevo y venir hasta aquí. Sin embargo, estoy seguro de que te sentiste triste cuando Wes te dijo.
Jodie no lo negó ni confirmó. Yves continuó:
—Te menciono esto porque la vida de Wes, su carrera entera, tendrá muchos imprevistos, ausencias e incidentes que te causarán una tristeza tras otra; y, cuando te des cuenta, estarás molesta y amargada a causa de algo que creíste haber aceptado y comprendido.
Ella lo miró, preguntándose cuándo aquella conversación trivial se había convertido en un tema que aceleraba su pulso e inquietaba sus pensamientos.
—Eres una chica con un corazón de oro, Jodie. Me agradas y sé que eres buena para Wes, por eso no seas sumisa con tus sentimientos. Wes comentó que, al llamarte, parecías contener tus emociones.
Negó de inmediato, aunque sabía que estaba mintiendo, incluso a sí misma.
—Si te sientes triste o algo te molesta o preocupa en algún momento, habla con Wes —le aconsejó Yves—. No te digo que lo presiones o crees conflictos innecesarios entre ustedes, solo sé transparente cuando sea necesario. Su familia pretendió estar bien por mucho tiempo, pero no eran más que sombras y secretos. Él no es uno de los hombres más expresivos y abiertos, pero sé qué quiere cuidar de ti y que no quieren que caigan en ese mismo juego.
Yves no agregó nada más, pero sus palabras se deslizaron por la piel de Jodie, dejándola expuesta y vulnerable. Sentía que esa conversación iba más allá de pretender y ocultar emociones, iba directo a sus secretos.
—No quiero ser una carga para Wes —susurró Jodie—. No quiero ser un problema más entre todo lo que está viviendo ahora.
Ambos se sostuvieron la mirada.
—Jodie, nadie es una carga para nadie cuando amas a esa persona. Es tu apoyo, tu pilar, el lugar al que regresas luego de haber tenido un día devastador. Por eso, ese pilar debe mantenerse íntegro y saludable. Fuerte y sincero. Tú eres ese pilar para Wes; has estado a su lado todo este tiempo y lo has hecho bien. También puedes apoyarte en él; lo resistirá, es más fuerte de lo que crees.
Jodie lo observó por unos segundos. Luego salió de la cocina y se arrojó a sus brazos. Yves se mantuvo inmóvil, sorprendido, pero luego le devolvió el abrazo y acarició su cabello.
—Considera mis palabras —le dijo él—. Es solo un consejo de una lección que aprendí hace mucho tiempo.
—Gracias por todo. Eres un buen amigo.
No solo se sentía agradecida por sus palabras, sino porque siempre estaba apoyando a Wes. Durante la rehabilitación, en el viaje, en el tratamiento actual, ahora... Ella estaba feliz de tener a alguien como Yves él en su vida.
Se separaron y ella esbozó una sonrisa brillante antes de regresar a la cocina. Yves se levantó.
—Me iré ahora, antes de que tu novio comience a llamarme como si yo fuera su cita.
Ambos rieron. Yves se despidió, pero, antes de marcharse, Jodie se encontró expresando algo que había permanecido permaneció en sus pensamientos:
—Yves..., ¿tú perdiste a alguien?
Él se detuvo de forma abrupta. Su expresión era inescrutable y la miró en silencio, pero, al final, cedió.
—Mi madre se fue y nos dejó cuando se dio cuenta de que estaba desperdiciando su vida con un hombre que pasaba más tiempo cuidando de otras personas que de ella —contestó con calma—. En su honor, decidí seguir los pasos de mi padre; porque la decisión de quedarse o irse ni en la profesión que escojamos, sino en lo que somos y en lo que otras personas puedan aceptar de nosotros.
Jodie asintió, dándole la razón. Y Yves se marchó.
Un buen rato después de su partida, su conversación seguía dando vueltas en su mente. Él tenía razón en muchas cosas; tocó algo sensible en ella. Pero lo peor era sentir esa incertidumbre de no saber si ella podía ser el pilar que Wes él necesitaba; se estaba aferrando a esa idea, pero la duda seguía presente.
El timbre de su celular rompió la burbuja de pensamientos. Jodie habló con su madre y dijo que todo estaba bien, que terminaría la cena. Con ese propósito, buscó su cartera y salió del departamento para ir en busca de las cosas que le hacían falta.
No se arriesgó a alejarse mucho por temor a perderse y no volver a encontrar el edificio. Además, el cielo oscureció, indicando que quedaba poco tiempo antes de que las tiendas cerraran. Sin embargo, encontró una tienda de conveniencia a un par de cuadras y consiguió todo lo que necesitaba.
—¡Darth, volví!
El can se levantó de su cama circular en la sala y trotó hacia ella. Jodie sonrió y se dirigió a la cocina.
—¡Prepararemos la mejor cena de Año Nuevo!
Su madre había enviado pavo relleno y una ensalada de patatas asadas, así que Jodie se encargó de hacer dos guarniciones más que incluían arroz y vegetales. Como postre, Jodie optó por una receta sencilla de un dulce de bizcocho enrollado y con relleno de mermelada de frambuesas.
Cuando todo estuvo listo, puso la mesa y la decoró con la vajilla que encontró y unos individuales navideños que había comprado en la tienda. Sonrió satisfecha y comprobó la hora. El reloj marcaba media hora después de las diez.
La pantalla de su celular se activó con una notificación. Era un mensaje de Yves.
«No puedo encontrar a Wes. Creo que ya se marchó. Lamento no haberte avisado antes. Feliz Año Nuevo».
Jodie estaba releyendo el mensaje cuando escuchó la puerta abrirse. Por un segundo, pensó en salir corriendo a la habitación; todavía no se duchaba ni peinaba, ni siquiera se había puesto su atuendo nuevo. Pero no pudo hacer ninguna de esas cosas, ni siquiera ocultarse. Darth saltó del sillón y fue a recibir a Wes, al mismo tiempo que sus miradas se encontraban.
*Boxing Day (26 de diciembre) en Reino Unido: Es una de las fechas con más historia para los ingleses. Significa literalmente "El Día de las Cajas" y sus raíces se remontan al siglo XIX, cuando los sirvientes podían visitar a sus familias, cargados de paquetes de regalos (boxes o cajas) y las sobras del banquete del día anterior.
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