Capítulo 10
Eran pasadas las 2:00 a. m cuando llamaron a Jodie y le dieron un inoportuno mensaje. Se vistió, aún medio dormida, y salió corriendo de su departamento. Conseguir un taxi a esa hora fue casi un milagro. Ella le indicó la dirección al chofer, y cuando el taxi se detuvo fuera de uno de los clubs más concurridos y modernos en Bournemouth, le pidió al taxista que la esperara cinco minutos. Sí, solo cinco minutos era lo que esperaba tardar. Cinco minutos para entrar, encontrar a su amigo y salir para poder volver a la tranquilidad de su cama.
Abyss era un club enorme, con dos pisos y una terraza privada. En la planta baja había una pista de baile en forma de diamante rodeada de mesas altas, sillones y una larga barra de bebidas, mientras que en el piso superior estaba ubicada la cabina del DJ, las zonas VIP y las salas privadas con balcones al exterior. La decoración era cautivante, una mezcla elegante de elementos contemporáneos y tecnológicos. Las luces de colores se movían por el lugar y el aire no estaba intoxicado de humo y olores rancios; mas bien una fragancia fresca y embriagadora lo envolvía todo.
Jodie nunca había visitado el club, pero no habría adivinado que su primera visita sería por razones ajenas a ella. Se acercó al primer barman que distinguió detrás de la barra y le preguntó por la persona que la había llamado. El hombre a su vez apuntó a otro barman, quien a su vez señaló al final de la barra, hacia unas sillas altas donde se distinguía el despojo de una figura encorvada.
—Noah... ¡Noah! —gritó sobre la música para que él la oyera.
Su amigo se quejó y levantó el rostro, confundido. Sus ojos estaban brillantes y desenfocados, y olía a alcohol.
—Jodie... —dijo con una sonrisa soñolienta cuando la reconoció.
—Noah, ¿sabes qué hora es? ¿Por qué bebiste tanto? —Apartó los rizos castaños que caían sobre su rostro e inspeccionó sus ojos, de un color muy parecido a los suyos, pero con un poco más de verde.
—Él... —susurró.
Jodie se acercó un poco más para escucharlo.
—¿Él?
—Él no me quiere —masculló con amargura.
Jodie frunció el ceño. Ella sabía que Noah era gay; él siempre fue honesto con ella al respecto. Lo que no sabía era que tenía una nueva pareja, o al menos un nuevo interés amoroso. Eso le preocupó, porque Noah siempre escogía a los peores hombres para tener un crush.
—No sabía que estabas saliendo con alguien...
—Él no está saliendo conmigo —masculló Noah. Quiso alcanzar un vaso medio lleno con algo que olía a madera quemada, pero ella lo apartó—. Jamás saldría conmigo.
Noah lucía triste y miserable. Giró para volver a enterrar su cabeza contra la barra, y se dio un fuerte golpe en la frente que le dolería al día siguiente. Jodie experimentó una ola de cariño hacia él y suspiró, acariciando sus rizos desordenados. Luego le pidió ayuda a un camarero y llevó a Noah al taxi. Agradeció que fuera casi inconsciente durante el trayecto, así no le causó ningún problema.
Ella lo ayudó a subir despacio las escaleras hasta su departamento, con temor a que fuera a caerse y se rompiera algo. Con sus últimas fuerzas, lo tumbó en el sofá y se acostó a su lado, sobre la alfombra. Cerró los ojos, pero el sueño no acudió a ella.
—¿Quieres hablar sobre este nuevo crush?
Noah no respondió, pero Jodie sabía que él tampoco estaba dormido. Después de un rato, su suave voz llenó el silencio:
—La verdad es que no es tan nuevo. Nos conocimos hace un año en una exposición en Londres. Él estaba acompañando a su hermana menor y fuimos a cenar, charlamos y pues... tuvimos sexo.
—¿Te acostaste con un desconocido? —dijo Jodie, al mismo tiempo que se sentaba.
Noah la imitó.
—Ya no era tan desconocido —replicó— y... ¡Y tú habrías hecho lo mismo!
Jodie soltó un gritito.
—¡No es cierto!
—Si Benjamin Wesley no hubiera sufrido el accidente y hubieras ido a aquella cita con él, también habrías hecho lo mismo. Te habría llevado a casa, le habrías invitado un café y habrías tenido sexo con él como si no hubiera un mañana.
La mirada de Noah la desafiaba a contradecirlo. Jodie apretó los labios y sintió que sintiendo una presión peculiar se instalaba en su pecho. Se cruzó de brazos con las mejillas sonrojadas y ni siquiera pensó en negarlo.
—¿Y qué pasó después? —cambió de tema.
—Luego no volví a verlo. No me dijo mucho de él, así que las posibilidades de encontrarlo eran escasas. Intenté convencerme de eso y no pensar más en él, pero no pude... —Sus ojos estaban casi desesperados y le sostuvo la mirada a Jodie—. Lo entiendes, ¿verdad?
Ella tragó saliva y asintió.
—Entonces nos volvimos a ver —continuó Noah con una sonrisa de lado que no era graciosa, sino triste y cansada—. Pasó hace dos meses cuando fui al Abyss con unos compañeros del colegio. Él estaba ahí, y lucía tan atractivo como siempre. Cuando intenté hablarle, él fingió que no me conocía.
Ambos se quedaron en silencio.
—Ahora mi estúpido cerebro no entiende que él no me quiere. Me enteré de que es el dueño del club, así que a veces voy a beber y a divertirme; otras veces voy con alguien más y otras... solo voy a verlo.
Jodie se estiró y tocó su mano.
—Lo siento.
Noah negó con la cabeza y se hicieron compañía en silencio hasta que él sonrió.
—Si no fuera gay, Jodie, me casaría contigo —dijo y ella se rio—. Hablo en serio. Y así tú tampoco tendrías que estar triste.
Ella intentó sonreír, pero le resultó difícil. Cada vez le era más difícil.
Ya había pasado un mes desde que Wes se marchó y Jodie lo extrañaba tanto que sentía que su corazón se saldría de su pecho e iría a buscarlo. A veces, él llamaba y podía hablar un rato y pretender que nada había cambiado. Otras veces, solo le enviaba algún mensaje para no molestarlo. Ella todavía no se había acostumbrado a las ocho horas de diferencia entre ciudades, así que eso tampoco ayudaba.
En ocasiones le gustaba jugar consigo misma y pretender que todo estaba bien. Sonreía, creaba nuevos pasteles y bailaba como si nada le doliera, pero sí dolía y su fachada se resquebrajaba. Entonces se terminaba deprimiendo aún más y deseaba ver a Wes hasta el punto en que nada podía calmarla.
Noah debió haber notado que algo no andaba bien porque acarició su mejilla y sonrió.
—Volverá, Jodie, ya lo verás. Y entonces estarán juntos y tendrán hermosos hijitos que coman dulces y les guste la F1.
Eso arrancó una sonrisa de sus labios y volvió a recostarse en la alfombra. Guardaron silencio un rato, hasta que Noah extendió su mano fuera del sillón y se la ofreció.
—Toma mi mano. Vamos a apoyarnos.
Ella sostuvo su mano.
—Gracias.
—Lamento haberte sacado de la cama tan tarde —agregó con tono arrepentido.
Jodie cerró los ojos.
—Para eso están los amigos, ¿no?
Los dos sonrieron y luego debió quedarse dormida porque, cuando volvió a abrir los ojos, el sol entraba por la ventana y ya era muy tarde. Se duchó, se vistió y volvió corriendo a la sala. Noah seguía dormido en su sillón, aunque Salem estaba sentado sobre su espalda, maullando cada vez más alto para recibir su comida de la mañana. Su amigo se retorció y peleó con Salem y la manta que lo envolvía.
Jodie lo miró antes de marcharse.
—Iré luego a desayunar —soltó él con un bostezo—. Ten mis tartaletas hechas.
—¡De acuerdo!
A pesar de que tardó en conseguir un taxi, Jodie no llegó retrasada. Fue una carrera extenuante hasta Little Paradise, pero era mejor eso a estropear su récord de buena empleada. Cuando Ada llegó y la encontró tendida en una banca del vestidor, sonrió.
—Mañana ajetreada, ¿no? —supuso.
Jodie suspiró y le explicó lo sucedido con Noah la noche anterior.
—¡Pobrecito!, ¡debió haber tenido el corazón roto! —exclamó Ada, apenada.
Jodie asintió.
—Solo espero que no lo haga de nuevo. Es peligroso.
Ada estuvo de acuerdo y salieron juntas del vestidor, después de ponerse el uniforme. Jodie entró en la cocina y saludó al equipo de Jimmy antes de instalarse en su espacio. Como le había prometido a Noah, empezó a hacer sus tartaletas preferidas —eran de frambuesa con chocolate blanco—, mientras bailaba y tarareaba una melodía que escuchó en la radio. También puso a hornear una ración de galletas de chocolate y menta, cuando Ada le avisó que Noah estaba afuera. Terminó de hornear y decorar las tartaletas antes de salir.
Noah estaba sentado en la barra y Ada estaba a su lado. Cuando se acercó, ambos tenían su atención puesta en una revista.
—¿Qué hacen? —curioseó Jodie—. ¿De qué chisme se están enterando sin mí?
Ambos se sobresaltaron al escucharla e intentaron esconder la revista.
—¿Qué sucede? ¿Qué es lo que no quieren mostrarme? —Sonrió—. El príncipe Harry ya se casó, no hay nada más que me pueda poner triste.
Dejó las tartaletas junto a Noah y les quitó la revista. Ninguno dijo nada. De pronto, hubo tal seriedad y preocupación en sus rostros que se sintió inquieta y observó la portada. Era la típica revista con reportajes sobre famosos, consejos sobre relaciones y columnas de chismes. Estaba cerrada, pero había una página con una esquina doblada. Lo primero que vio fue la foto de Wes, luego el titular.
¿Amor con segundas oportunidades? Benjamin Wesley y Giorgia Madison, los atletas enamorados.
El inesperado regreso de la relación de estos famosos y candentes atletas está dando mucho de qué hablar en el mundo del deporte. Wesley, que ha estado fuera de la F1 desde hace varios meses a causa de una lesión en el fémur al inicio de la temporada, regresó a Los Ángeles para terminar su rehabilitación. Sería entonces cuando las chispas habrían vuelto a saltar con su antigua novia, Giorgia "Gigi" Madison, la campeona en gimnasia artística.
Según fuentes oficiales, Wesley y Madison se habrían reencontrado en una reunión de amigos en común. Ninguno de sus representantes ha confirmado el romance, pero ya se los ha visto juntos en varias ocasiones, como en la fiesta de beneficencia de los padres de Gigi y en salidas por la playa para entrenar. Aún hay muchas incógnitas: «¿Volverá Wesley a competir luego de la traumática lesión?». «¿Regresará a Inglaterra al final de la rehabilitación?», «¿o será esta nueva relación suficiente para dar un cambio en su vida y establecerse en Los Ángeles?». Aún es difícil saber a dónde los llevará este romance, pero les deseamos mucha suerte a esta hermosa pareja.
Jodie terminó de leer y bajó la revista mientras sus ojos se mantenían fijos sobre las fotografías de Wes y una hermosa morena: estaban tomados de la mano, en la playa, en un evento de gala. Se mareó y se apoyó contra la barra. La mano de Ada sostuvo la suya y le dio un apretón.
—Es solo una columna de chismes. No puedes creer eso.
Ella tragó con fuerza, intentando empujar el nudo que sentía en la garganta. Levantó la mirada y se encontró con los ojos preocupados y entristecidos de sus amigos.
—Sí, lo sé. —Sonrió y se encogió de hombros—. Son solo estúpidos chismes.
Noah y Ada asintieron con firmeza y su sonrisa se congeló en su rostro mientras contenía las ganas de vomitar.
~~*~~
Dolor: Sentimiento intenso de pena, tristeza o lástima que se experimenta por motivos emocionales o anímicos.
La verdad era que Jodie no estaba acostumbrada al dolor. Sí, había experimentado momentos dolorosos a lo largo de su vida, como con la muerte de su abuela; sin embargo, su infancia había sido feliz, su adolescencia común y los primeros pasos a la adultez estresantes. Pero aquel dolor que la invadía desde que conocía a Wes era inexplicable y aterrador. Cualquiera pensaría que ya estaba acostumbrada al sentimiento, pero no era cierto. Y cada vez... solo parecía empeorar.
«Son solo estúpidos chismes», había dicho.
Era casi ridículo e increíble la capacidad en que unos estúpidos chismes podían afectar y desmoronar la mentalidad de una persona.
No estaba segura de cómo llegó a casa esa noche. Su mente parecía desconectada de su cuerpo, como si estuviera bajo el efecto de un analgésico muy fuerte que le impedía sentir dolor o desmoronarse.
Había tanto silencio en el pequeño departamento que Jodie encendió la radio y los acordes de Sorry seems to be the hardest word inundaron la instancia. La canción era tan acertada que no se molestó en cambiarla. En su lugar, dejó su bolso en el suelo, activó los mensajes de la contestadora y se tendió en el sillón de la salita.
—Jodie, soy tu tía Mila. No has contestado ninguno de mis otros mensajes. Cariño, tengo el libro familiar en casa; creo que leerlo podría ayudarte en esta etapa. Todos hemos estado en tu posición, sabemos lo que se siente.
—Jodie, soy Kirsten. De nuevo. Sé que no hablamos hace mucho, pero quiero que sepas que me importas. Por eso debes dejar salir lo que estás sintiendo. Debes soltarlo o te consumirá. Tienes que...
En algún momento, dejó de escuchar los mensajes y se quedó mirando una mancha en el suelo. Un golpe en la puerta sacó a Jodie de su estado letárgico. Se puso de pie y se tambaleó hasta la entrada.
—¡Sorpresa! —exclamaron sus hermanos al verla.
Ella los miró como si fueran una ilusión. Parpadeó para despertar, pero ellos seguían ahí. Alistair, Ayden y Bryden sonreían y sus ojos brillaban con emoción.
«Debes dejar salir lo que estás sintiendo. Debes soltarlo o te consumirá».
Entonces esbozó una sonrisa mientras las lágrimas caían sin compasión por sus mejillas.
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