Capítulo 2.


Al llegar fuera de mi salón, golpeo la puerta y la voz del maestro se detiene y sus pasos se comienzan a escuchar, acercándose a la puerta. Retrocedo un poco cuando la puerta es abierta y el hombre canoso y de anteojos me mira. Rueda los ojos cuando se da cuenta que sólo soy yo.

—Hoffman, ¿por qué no me sorprende que llegue una vez más tarde a mi clase? —reprocha, dando un paso al lado para dejarme entrar— Lo vi llegar justo a tiempo para entrar a clases y aún se atrasa.... Que sea la última vez.

—Sí, señor. Gracias, señor. —le digo e ingreso rápidamente, sintiendo la mirada de todos mis compañeros sobre mí.

Voy hasta el fondo del salón y me siento en el pupitre de siempre. Sam y Tyler me miran desde sus puestos y ríen en silencio. Idiotas. Saco mi cuaderno del bolso y una pluma también. El maestro está comenzando a retomar su clase cuando golpean una vez más a la puerta, haciéndolo gruñir.

Mientras guardo mis anteojos y pongo en modo silencioso mi teléfono, escucho la voz del maestro pero no alzo la mirada. Pero cuando lo hago, me arrepiento de inmediato.

La loca de remate está parada junto al maestro y cuando me ve, sonríe de manera desquiciada. Ruedo los ojos, procurando que ella me vea.

—Ella es Serena Silver y ha sido trasladada desde la universidad de Boston. Espero que sean amables con ella y la ayuden en su primer día de clase —dice el maestro de Biología Celular y mira a la chica nueva—. ¿Dónde quiere tomar asiento? Le recomiendo sentarse en los primeros puestos porque...

La voz del maestro pierde fuerza cuando la loca de remate comienza a caminar, su mirada puesta en mí en todo momento. Cubro mi rostro y me arrastro por la silla intentando desaparecer para que ella no venga y se siente a mi lado.

Pero como mi día va como la mierda, la chica se sienta justo a mi lado y cuando la miro de reojo, veo que me está sonriendo.

—¿Qué? —cuestiono, de forma fría.

—Hola, nos vemos de nuevo. Soy Serena. Esto tiene que ser lo que todas las personas llaman "destino" —dice, y sonríe, enseñándome todos sus dientes.

Suelto un bufido y fijo mi mirada al frente, encontrándome esta vez con la mirada del maestro.

—Bueno, teniendo en cuenta que la señorita Silver ha decidido sentarse a su lado, espero que suba un poco sus calificaciones, Hoffman. —recomienda el profesor, haciéndome bufar otra vez.

Comienzo a escribir lo que está anotado en el pizarrón hasta que una respiración choca contra mi oído, haciéndome estremecer. Ladeo mi cabeza, encontrándome con el rostro de Serena demasiado cerca del mío. La aparto, empujándola con mi dedo índice por la frente, otra vez.

—Mantente lejos, demente.

—¿Cómo te llamas? ¿No me dirás tu nombre? ¿O tendré que preguntárselo al maestro?

—¿Me harías el favor de callarte?

—Nop.

Aprieto mis labios y arrastro mi pupitre lejos de ella, queriendo mantener la distancia. Escucho risitas y alzo la mirada, encontrándome con los idiotas de mis mejores amigos haciendo formas de corazón con sus manos, lanzando besos al aire y guiñándome los ojos. Pedazos de mierda.

*

Las siguientes horas de clase pasan relativamente normales. La mayor parte del tiempo tuve que estar arrancando de esa chica que está más loca que una cabra y lo demás me dediqué a dormir por los pasillos en mis momentos libres.

Cuando mi jornada escolar termina, voy hasta el casillero de Sam por mi casco y me despido de mis amigos. La cabeza está que me explota y necesito dormir un poco antes de que me termine de explotar el cerebro. Les prometo que en la noche nos veremos y cuando estoy a punto de ir hasta el estacionamiento, aparece la secretaria del jefe de la carrera de Medicina.

—Señor Hoffman, lo estaba buscando —ella informa, esbozando una pequeña sonrisa—. El señor Wood necesita hablar con usted. Por favor, acompáñeme.

Suspiro y asiento, ya que no me queda otra alternativa. La sigo en todo momento, preguntándome qué necesita el señor Wood. Llegamos al despacho del hombre y Jackie me dice que espere un momento. Un segundo después, ella está de regreso, diciendo que el hombre está listo para verme.

Ingreso a la oficina, viendo de inmediato al hombre sentado detrás de su escritorio. Cierro la puerta a mi espalda, mirando a mi alrededor, encontrándome con los cuadros institucionales que acreditan que el hombre está más que capacitado para ocupar el lugar en la universidad.

Él alza la mirada y sonríe —Chase, por favor toma asiento.

Le hago caso y me siento frente a él un poco incómodo ya que mis rodillas chocan con la tabla frontal del escritorio. Arrastro la silla hacia atrás antes de hablar.

—Su secretaria me dijo que quería verme. ¿Sucede algo?

—En efecto —dice, colocándose de pie. Va hasta la impresora que está en una de las esquinas de su oficina y regresa con una hoja. La deja frente a mí antes de tomar asiento—. Esas son las asignaturas que estás reprobando hasta el momento.

Mi boca se abre de la impresión y veo que Biología Celular y Anatomía Integrada son solo dos de las asignaturas que estoy reprobando. Suelto una risita sin poder creerlo y me rasco la cabeza, mirando al señor Wood. Mamá va a matarme...

—¿Realmente éstas son mis calificaciones? —le pregunto, anonadado.

—Claro. Tus notas han ido bajando y si sigues de esta manera, tu carrera se alargará un año más. Tú ya sabes cómo funcionan las cosas aquí, Chase, eres un chico listo. Mi pregunta es: ¿Qué está sucediendo en tu vida como para que descuides tus estudios de esta manera?

Me quedo en silencio porque solo puedo ver la imagen de mamá reclamándome por mis calificaciones. Abro y cierro la boca y al final, suspiro.

—Por favor, no le enseñe la boleta de notas a mis padres.

—Lo lamento, hijo, pero ya se las he enviado por correo.

—Demonios... —gruño en silencio, cerrando mis ojos con fuerza. Me coloco de pie y tomo la hoja con mis calificaciones—. ¿Eso es todo?

—Procura poner más atención en clases, Chase. Es tu futuro el que estás echando a perder, no el de tus padres. Ellos cumplen con pagarte la educación, ahora es tu deber salir adelante y surgir o ser un don nadie. Tú decides.

—Sí, señor. ¿Puedo retirarme ya?

El hombre asiente y yo huyo de su despacho, saliendo del establecimiento como alma que lleva el diablo. Ahora, lo que menos quiero es llegar a casa y encontrarme con mamá porque ella es capaz de matarme por las malas calificaciones.

Guardo la hoja en mi bolso y me coloco el casco cuando estoy parado junto a la motocicleta. Me subo en completo silencio y al momento de partir, Serena aparece frente a mí, haciéndome saltar.

—Hola, ¿adónde vas? ¿Puedes darme un aventón a casa? No vivo muy lejos.

—Pues camina entonces, floja.

Hago partir la moto y a lo lejos escucho la voz de Serena.

¡Nos vemos mañana, Chase!

*

Cuando me doy cuenta que no puedo seguir aplazando mi llegada a casa, estaciono la motocicleta en el garaje y me encomiendo a todos los santos existentes y por existir por un poco de protección. No quiero entrar y recibir un bofetazo de mamá o algo peor ya que ella me golpea con cualquier cosa que tenga cerca.

Quito el casco de mi cabeza y lo dejo a un lado de la moto antes de comenzar a caminar hacia la entrada. Tenebrosamente, la puerta está abierta y cuando colocó un pie en el interior, se siente como si estuviera pisando las puertas del infierno.

Me quito los zapatos y escaneo la sala y al ver que no hay nadie, cierro la puerta con cuidado, caminando de inmediato en puntillas, queriendo llegar a mi habitación.

—¿Adónde crees que vas?

Cierro los ojos con fuerza al escuchar la voz de mamá. Giro despacio, regalándole la mejor sonrisa que pude formular en segundos sólo para encontrarme con un rostro serio y un cinturón a su lado. Mierda.

—Mamá, no te había visto...

—Claro. Ahora siéntate, hay algo que quiero hablar contigo.

Suspiro y le hago caso de inmediato, sin querer hacerla rabiar más. Me siento lo más lejos que puedo y espero a que ella comience a hablar. No quiero mirar el cinturón que está a su lado pero me es inevitable.

—¿Reconoces esto? —me pregunta mamá, alzando una mano.

Miro la hoja que sostienen sus dedos y maldigo en mi interior al ver que son mis notas.

—Yo puedo explicártelo, mamá... —le digo, un poco atontado por el dolor de cabeza que comienza a incrementarse.

—Bueno, te escucho. Sólo quiero decirte que la mentira que me digas la pienses muy bien porque conozco todos tus enredos.

Abro la boca pero nada sale de ella. Sin embargo, decido ir por el lado sentimental y obligo a mis ojos llenarse de lágrimas.

—Sé que mis calificaciones no son las mejores pero te prometo mamá que las recuperaré, todas ellas.

Ella ríe de manera sarcástica —¿Por qué será que no te creo nada? ¿Será porque ya me lo has dicho antes? ¡Tu único deber en este momento es estudiar, Chase!

—Lo sé...

—Lo sabes, ¿y por qué no lo haces?

—No lo sé... —bajo mi mirada hasta mis manos y alzo la mirada justo cuando escucho como ella toma el cinturón—. Oye, tranquila, mamá...

—Quiero que desaparezcas de mi vista en este momento antes de que me olvide que eres mi hijo.

Corro fuera de la sala arrastrando mi bolso y cuando estoy en la seguridad de mi habitación, puedo respirar con normalidad otra vez. Dejo tirado mi bolso a un lado de la puerta y dejo la cartera y mi teléfono sobre la mesa de noche y lanzo mi cuerpo sobre la cama, soltando un suspiro. Necesito dormir aunque sea un par de horas.


***

—Creo que congelaré.

Sam y Tyler me miran estupefactos, sosteniendo las botellas de cerveza en el aire. Los tres nos encontrábamos frente al río Saint Lawrence, tomando un par de cervezas recargados en el coche de Sam. Todo está tranquilo a nuestro alrededor y es agradable porque no escucho los chillones gritos de mamá.

Después de mi siesta, me escapé de casa para salir un rato con los chicos pero me prometí a mí mismo llegar antes de que mamá se diera cuenta que no estaba en mi habitación como ella pensaba. Mañana tenía clases otra vez y una jaqueca en clases era lo menos que quería.

—¿Qué dices? —me pregunta Sam, atónito.

—Sí, creo que congelaré la carrera. No creo ser capaz de pasar el primer año. Estoy reprobando cuatro asignaturas.

Tyler soltó un silbido antes de beber de su propia cerveza. Enciendo un cigarro, dejando que mis ojos se pierdan en el agua que corre tranquila gracias a la corriente. La brisa golpea mi rostro y hace que mi cabello moleste en mi rostro.

—Tienes que pensarlo bien antes de hacerlo —aconseja Ty—. Tu madre enloquecerá cuando se entere.

—Por eso mismo quiero hacer esto. No me veo capaz de recuperar todo para el final del semestre.

—Siempre puedes pedir asesoría.

—¿Y a quién? —miro a Sam, alzando las cejas. Cuando termino de beber mi cerveza, tomo otra botella y la destapo.

—Escuché que la chica nueva es buena en Biología Celular. Podrías hablar con ella y ver si puede ayudarte a estudiar.

Me atoro con la cerveza y un poco del líquido escapa por mi nariz. Toso un par de veces y lo miro como si estuviera completamente loco. No quiero tener a esa chica psicópata cerca de mí porque me asusta. La sonrisa nunca abandona su rostro y es tan escalofriante que me dan ganas de pegarle un par de puñetazos para ver si su rostro tiene alguna otra expresión.

—Tienes que estar loco, esa chica me asusta. Es una loca de remate.

Mis amigos ríen.

—Entonces, tendrás que poner un poco de tu parte porque no creo que tu mamá te deje dejar la universidad después de haber gastado tanto dinero en las mensualidades.

Miro a Tyler y suspiro, cabizbajo. Él tiene razón.

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