55. Donjuán
Fui a besarlo, pero un carraspeo me detuvo.
―Química, ahora ―ordenó el profesor Martín, entre serio y sorprendido.
Claro, a sus ojos, estaba ligando con el chico que me había dado una paliza. Era de lo más surrealista.
Nos pusimos de cara al libro de texto, hasta que dejamos de sentir las penetrantes pupilas de nuestro profesor en la nuca.
―Oye... ―susurré―, ¿qué haces en el instituto? Había oído que estabas expulsado.
Hizo una mueca.
―Estoy expulsado, pero hago trabajos penitenciarios. ―Me miró con un toque guasón.
―Así que... no estás aquí para ayudar voluntariamente al profe.
Mike resopló.
―Ni por asomo. Sabe que soy bueno en ciencias y él es más bien de letras, así que López le ha dado vía libre para martirizarme. Incluso llamó a mi padre para que no hubiera problemas. Claro está, no se lo ha tomado muy bien, pero no puede permitirse estar de malas con el insti, así que aquí estoy.
―No te veo muy afectado.
Sonrió de lado.
―Venir aquí implica no tener que hacerlo a las reuniones de mi padre. Así que, después de todo, se lo tengo que agradecer a ese gordinflón de nuestro director.
Reí.
―No lo llames así...
―Vale, chica buena. A nuestro corpulento y rechoncho director.
No pude reprimir una carcajada.
Una chica de otra mesa nos mandó callar y ya paramos. Si seguíamos así, tal vez el profe Martín nos echara fuera, o nos separara.
Cuando nos pusimos en serio, me di cuenta de que Mike era un excelente profesor de Química. No me extrañaba que lo hubieran seleccionado para este trabajo. Entendí todo a la primera.
Ahora entendía que no había mentido a mi padre, que de verdad quería dedicarse a las Ciencias en cuerpo y alma como profesión.
Al final, la tarde había sido más provechosa de lo que mis expectativas hubieran imaginado jamás.
Mike me acompañó a casa. Aunque esta vez no entró, pero sí nos dimos el lote. Debería estar pensando en qué podría pensar mi padre si me viera en esos menesteres, besando con una intensidad inaudita a un chico que hacía poco había conocido, pero la verdad es que no me importaba mucho.
Me despedí de él con la promesa de volver a verlo la tarde siguiente.
Al entrar en casa, hallé una sorpresa. Mamá estaba allí con un delantal y un plumero.
―¡Mamá! ―Tras la conmoción inicial, fui corriendo hacia ella y me lancé a sus brazos. Casi la tiro al suelo.
Ella cernió los brazos entorno a mí.
―Me gusta este recibimiento ―expresó tranquila.
―¿Tu presencia aquí quiere decir que vuelves? ―No pude evitar ilusionarme como un crío.
Mamá asintió levemente.
―Por el momento.
―¿Y papá?
―Ha salido ―murmuró separándose de mí.
Bueno, aunque no estuvieran del todo bien, que ella hubiera regresado era un milagro.
―¿Lo has perdonado? ―No es que quisiera echar leña al fuego, pero necesitaba saberlo.
Mamá me soltó y se puso a desempolvar la chimenea que había en nuestro salón, más de adorno que para otra cosa.
―Estoy aquí por ti, mi vida.
Eso era una respuesta muy vaga.
Sin embargo, ¿quería decir eso que papá le era indiferente?
―Vale. Sea como sea, me alegra que hayas vuelto. ―Dejé de insistir.
Iba a subirme a mi cuarto a llevar la mochila cuando me apeló.
―Nonni ―me detuve y me giré para mirarla―, ¿cómo es eso de que tienes novio?
Vaya... papá era un bocazas. Al menos sabía que habían hablado sin tirarse algo a la cabeza.
―Se llama Mike ―dije sin titubeos, no tenía sentido negarlo.
―¿Y qué más sabes de él? ¿Lo conoce tu hermano?
Uf, ya veía la avalancha de preguntas e intercambio de información que buscaba, y no estaba dispuesta a ello.
―Estoy segura de que papá te ha puesto al día.
―No tanto como me habría gustado. ―Me miró de soslayo.
Estuvo haciéndome algunas preguntas hasta que se hartó de mis contestaciones escuetas y monosilábicas, y luego me dejó libre para seguir ordenando la casa. Según ella, papá y yo la teníamos hecha un desastre.
***
―¿Entonces... ha vuelto por ti? ―me preguntó Mike al otro lado de la línea telefónica.
Yo me hallaba tumbada en la cama, mirando el techo. Estaba reventada.
―Eso dice ―contesté antes de un bostezo.
―¿Acaso lo dudas?
―No. Lo raro es que no hubiera venido antes. Pero estaba demasiado enfadada, me alegra que haya recapacitado. Pero ahora... quiere una ficha técnica de ti.
Mike rio.
―¿Y qué le has dicho?
―Que eres un mafioso ―solté.
Silencio al otro lado.
―Mike, era una broma.
Un suspiro.
―No es gracioso ―replicó.
―¿De verdad pensabas que le iba a decir a mi madre que vas a timbas ilegales con peces gordos?
―Shh... Calla, Nonni. No es seguro que hables de eso, aunque creas que no hay nadie, una palabra en falso y...
―Vale, vale, lo capto. ―Eché un ojo a la puerta. Estaba abierta, porque no me gustaba dormir con ella cerrada.
Volví a bostezar.
―Creo que es hora de irse a dormir... ―me indicó.
―Sí, pero antes... ¿no piensas invitarme a la fiesta del viernes?
Resopló.
―Mi hermana y sus tontadas.
―¿No vas a ir?
―Sí que iré, la tengo que controlar.
―¿Y...yo? ―inquirí alzando una ceja, de repente el sueño se me estaba pasando.
―¿De verdad tienes ganas de ir?
―Es una fiesta, en tu casa ―señalé―. Un momento, ¿estará tu padre?
―No, claro que no, si no, ni se le ocurriría hacerla. Pero habrá un montón de desconocidos que acabarán borrachos y tirados por el césped a la espera de que una grúa los recoja. Sin embargo..., si te apetece, claro que puedes venir. La tortura a tu lado siempre es mejor que solo.
Me eché a reír.
―Eres un exagerado.
―No has visto lo mismo que yo... Solo estuviste en una y te fuiste bastante pronto.
―Sí, y empapada, ¿por culpa de quién?
Mike rio.
Me parecía estar a mucha distancia de aquel tiempo donde me sacaba de mis casillas.
―Culpable ―confirmó―. En fin, buenas noches, Nonni. Nos vemos mañana y... te quiero.
Sonreí de manera involuntaria.
―Yo también te quiero.
La idea de pasar una tarde de estudio ya no me desagradaba.
De hecho, estaba bastante feliz pensando en que por la tarde vería a Mike.
―¿Estás tarareando? ―inquirió mi madre desde el umbral de la puerta.
Yo estaba metiendo mi libro de Química en la mochila.
―Sí, un poco ―afirmé enrojeciendo.
No se me daba bien cantar, e intentaba mantener oculta esa afición mía.
Las comisuras de los labios de mi madre se irguieron hacia arriba.
―¿Tiene algo que ver cierto chico misterioso? ―preguntó con un destello intrigado en los ojos.
Mis mejillas se arrebolaron un poco más.
―No... Solo me apetece. ―Cerré la cremallera, sin mirarla a los ojos y me cargué la mochila a un hombro.
―Papá me dijo que hacía tiempo que no te veía tan feliz. Tal vez tenga ganas de conocer a ese donjuán tuyo.
«Donjuán», repitió mi mente, en alerta felina.
Había hecho los suficientes trabajos sobre esa obra de Zorrilla como para saber a qué se refería, aunque lo camuflara con una expresión afable en el rostro. Era como si hubiera dicho «casanova» o... «mujeriego».
―Es un buen chico ―lo defendí por instinto.
―¿Quién ha dicho que no lo sea? ―preguntó ella en una réplica, mirándome con las cejas alzadas.
Puf, tener a mi madre interesada en mi vida amorosa era peor que tenerla interesada en mi vida escolar. Esto era nuevo, pero si se ponía tan intensa como con el instituto... ¿a dónde podría llevar esto? Para ella, tener novio implicaba olvidarse de las tareas de clase, descender en las notas y despedirme de mi prolífero futuro como médica.
―Solo digo ―contesté un poco evasiva.
Su postura, con los ojos cruzados y la mirada inquisidora, no hacían otra cosa más que ponerme nerviosa.
―Yo también, solo digo, que podría conocerlo. Soy tu madre ¿no? Su suegra, ya que nos ponemos.
Abrí los ojos como un pez.
«¿Suegra?». ¿Acaso pensaba que iba a casarme o algo así?
―Mamá, nos estamos conociendo.
Arrugó el ceño.
―¿Eso quiere decir que es pronto para que lo conozca? Te recuerdo que tú misma le insististe a tu padre para que se quedara a cenar el otro día.
Resoplé a la vez que ponía los ojos en blanco y me dirigía a la puerta.
En esa ocasión estaba enfadada, y además, nos había pillado en casa, a punto de desnudarme para ser exactos. En ese instante, solo vi a Mike como un flotador al que aferrarme en medio de una marea porque no deseaba estar con mi padre a solas.
Me dirigí a la puerta sin contestarle y ella me bloqueó el paso.
―¿Por qué no quieres que lo vea? ―preguntó claramente a la defensiva.
―Ya veo que papá y tú habéis hablado mucho ―repliqué cambiando de tema.
Eso pareció enfurecerla.
―Creí que pensaba que querías que volviera.
―Sí, pero no quiere decir que te metas en mi vida.
Aquella respuesta la dejó descolocada.
―Entonces, ¿a tu padre sí y a mí no?
―No se trata de eso.
―¿Y de qué? ―preguntó explotando un poco.
Sabía que su instinto controlador estaba detrás de aquella petición.
―Pues se trata de que no quiero que lo asustes o lo espantes.
Abrió la boca, estupefacta.
―¿Te avergüenzas de mí? ―casi graznó haciendo la pregunta.
Señor...
Apreté los párpados un segundo antes de abrirlos.
―No, pero por ahora... estamos bien así. Déjame salir, llego tarde al estudio.
No se apartó pero yo la esquivé y me colé hacia la salida de mi cuarto.
―¿Por qué te han pedido que des esas clases?
Compuse una mueca ahora que la tenía a la espalda. Si ella supiera...
―Me viene bien ―dije sin más.
Si se sorprendió ante la respuesta, no dijo nada, y yo tampoco la miré. Aproveché el momento para desaparecer escaleras abajo.
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