19. Resaca


De los dos, Mike fue el primero en poner los pies sobre la Tierra. Yo me hallaba muy lejos, volando en mi propia fantasía, centrada en nuestro largo beso.

―Nonni ―pronunció ahogado―. No, vas a arrepentirte de esto. ―Una expresión de horror asomó a sus ojos.

Yo reí, creo que hasta hipé. Aunque me molestaba que nos hubiese interrumpido, no podía parar las carcajadas.

―¿Por qué iba a hacerlo?

Hizo un mohín, volviendo a ser el Mike de siempre.

―Porque estás borracha como una cuba. ―Se levantó conmigo en brazos.

Solté un gritito aferrándome a su cuello; no me esperaba aquel movimiento por su parte.

―Cariño, creo que va siendo hora de encontrar a tus amigos. ¿Con quién has venido? ―preguntó dejándome en el suelo.

Mis pies inestables trastabillaron un poco. Él me tomó de la cintura, estabilizándome.

―Cuidado, amor.

―Que no me llames.... ―aleteé una mano, restándole importancia―. He venido con Elena, Tania y Ana.

No hizo falta que fuéramos a buscarlas. Ellas aparecieron por sí solas.

―¡Nonni! Me cago en todo, pensábamos que te habías ido, hace un buen rato que te has marchado ―me regañó Tania.

Volví a reír. Joder, no sé por qué todo me hacía tanta gracia.

Tranqui, tronca ―le solté―, estoy aquí con mi amigo Mike, el que me mete en líos. ¿Te acuerdas de los globos que cayeron sobre...?

―Vale. ―Mike me interrumpió, girándome de la cintura hacia mis amigas y quedando a mi espalda pero sin soltarme todavía, como si temiera que fuera a caerme. Luego carraspeó antes de dirigirse a ellas―: ¿Podéis cuidarla, chicas? Está pasada de copas.

Las tres se dedicaron una mirada confusa.

―Yo me cuido sola, soy una chica responsable ―dije indignada.

―Seguro que sí, cielito ―contestó Mike, condescendiente―. Chicas, lo digo en serio, si no estáis bien, os acompaño a casa.

―Lo estamos, de verdad ―repuso Elena acercándose a mí―. Nos vamos a casa de todas formas. ―Me cogió la mano y tiró de ella.

Aquel momento hubiera resultado un poco tenso de no ser porque a mí me la repampinflaba todo.

―Bien, toda vuestra. ―Mike me dejó libre, aunque tenía la ligera sensación de que no se quedaba muy tranquilo.

―Adiós, Mike ―me despedí de él, toda feliz.

Él elevó una mano para despedirse también. Se quedó observándonos con gesto adusto hasta que las puertas de metal del ascensor bloquearon su imagen.

***

Mi cabeza.

Ay, Dios, mi cabeza.

Puse una mano sobre mi frente, intentando refrenar las ganas que tenía de vomitar. Aun con los ojos cerrados, todo me daba vueltas.

―Pero si es la bella borracha y durmiente ―dijo alguien a mi lado.

Abrí un ojo vagamente.

Entraba luz a raudales, ¿dónde coño estábamos, en una playa desértica o qué? ¿Por qué todo brillaba tanto y yo tenía tanta sed...?

Cuando enfoqué mejor y adapté mi vista a la claridad, despegué el otro párpado. La persona que había a mi lado era Elena.

Me desperté de golpe y me incorporé más rápida de lo que me creía capaz de ser en ese momento.

―¡Elena!

Estaba delante de mí, con los brazos cruzados y, pese a ir en pijama, tenía un aspecto increíble.

Sus labios torcidos me sugirieron que algo grave ocurría.

―Sí, Elena ―apuntó solemne.

Miré en derredor, obviado su tono fúnebre.

―¿Por qué estoy en tu casa?

Compuso una mueca sarcástica.

―Estabas ebria cuando llegamos a casa, no podía permitir que tu madre te viese así. Ahora mismo me gustaría matarte, pero no quiero dejar de verte aún porque tus padres te manden a suiza al internado ese.

Debí de poner cara de espanto, porque ella se relajó un poco y se sentó a mi lado, más tranquila.

―Elena... ―No sabía qué decir. Aparté las mantas y me senté con las piernas hacia el suelo; estaba en su cama. ¡Pues sí que debía de haber ido mal!―. Lo siento...

―A ver, una noche mala la tiene cualquiera, pero es que nunca te había visto así. Solo decías «Mike, Mike. Te perdono, te perdono» e insistías en volver con él. Al final llamé a mi hermano para que nos recogiera porque no sabía si podríamos meterte en un taxi.

―¿A tu hermano? ―inquirí escandalizada.

Elena asintió.

―En serio, Nonni, nunca te había visto así. Jamás voy a permitirte volver a beber tequila.

Ni yo tampoco. Me acordaba de algunas cosas, tenía muchas imágenes borrosas en mi cabeza. Una de ellas se antepuso a las demás, eclipsándolo todo: yo levantando un dedo hacia Mike y recorriendo su mejilla con la yema.

Otro recuerdo se cruzó como un rayo sobre ese.

El beso; yo había besado a Mike.

Muerta de la vergüenza, me puse las manos sobre la cara.

―Ay, no, no, no, no... ―gemí compadeciéndome de mí misma. ¿Qué había hecho? ¿¡Qué cojones había hecho!?

―A ver, Nonni, tampoco voy a dejar de ser tu amiga por esto, tranquila. Solo que desfasaste un poquito, pero a mí también me ha pasado y me habéis cuidado, lo que pasa es que tú siempre has sido la comedida de todas...

―No es por eso ―la corté quitándome las manos del rostro―. Es por Mike: ayer me lancé hacia él y acabé metiéndole un morreo.

Los ojos de Elena se expandieron en una muestra de horror.

―¿Te liaste con Mike?

Asentí, con las mejillas ardiendo.

Elena estalló en carcajadas.

―Madre mía, Nonni, fue una noche redonda, joder. ―Siguió riendo.

Entrecerré los ojos. La hubiera pulverizado con la mirada de haber podido.

―A mí no me hace gracia ―espeté con disgusto.

Ella se tranquilizó un poco mientras se quitaba una lágrima de los ojos.

―Digas lo que digas, es buenísimo; no creía que la noche, en tu estado, te habría dado para tanto. Cuando volví de dar una vuelta con Piqui, no te vi. Estas dijeron que llevabas un montón de rato por ahí y subimos al ático a buscarte. Cuando te encontramos estabas con Mike, pero parecía más una niñera que un ligue. Además, te reías como una histérica de manicomio. ―Se dio un toquecito en la mejilla con el índice mientras el azul de sus ojos me valoraba―. Pensándolo bien, un tornillo igual sí que te falta. Después de haberme machacado con tus advertencias sobre él, vas y te enrollas con Mike.

Volví a hacer una mueca.

―Sí, estoy para que me encierren, porque ni siquiera sé por qué lo hice ―aseguré pensando qué iba a pasar cuando él y yo nos viéramos en persona. Decidí dejar ese asunto a un lado por el momento―. Por cierto, ¿quién es Piqui?

―El chico con el que me fui a dar una vuelta, memoria de pez.

Ah, claro, el que me había dicho que fuera al despacho del director; ya se me había olvidado que habíamos coincidido con él.

―¿Y qué tal? ―Prefería centrarme en la experiencia de Elena antes que en la mía, tendría muchas cosas que explicar y mi mente no procesaba aún a qué frentes me tendría que enfrentar; Mike era uno, por descontando. Luego estaba Pablo, al que esperaba no haberle soltado alguna perla estando borracha, porque de él sí que no me acordaba, además de que teníamos una conversación pendiente. También estaban mis padres, a los que no había avisado de que me quedaría a dormir fuera y esa sí que iba a ser una buena factura que pagar.

A partir de ahora, estaba jodida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top