Sepulcro de otoño.



Carcome desde los adentros,
desde el crepúsculo,
como si una marchita imagen de corvas rosas
tratara de escapar asustada,
del destierro obligado
al que mis pensamientos
le ha renegado,
y trata de inmiscuirse
entre la inmensidad del mar.

¿De quién es la culpa,
si no es la mea culpa?

Si tus ojos hubiesen sido,
si mis raíces hubiesen estado,
tus dibuxos de memoria,
a mi mente habrían llenado.

Estrofas melancólicas,
que llegan divagando,
no serían las mismas que,
al coincidir con el rocío,
nos mirarían ensimismadas,
desconcertadas,
en el desastre ocurrido.

El caos de los tiempos antaños,
me han rodeado de soledad.
Seguro que a ti también,
¿olvida que os conozco?
a ti, a tu práctica, a tu ingenuidad.
A las mil y una formas de desdén
con las que me hacías sentir tuyo,
pero también me arrojabas,
dejándome dentro del abismo.

Duele desde las viseras,
arde con el ímpetu de mil truenos,
pero el alivio que con tu ausencia embargas,
cae en gracia de los momentos buenos.

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