Efímero rojo
Una pequeña gota roja
destaca entre la nada.
Mientras los pájaros se ocultan,
aquella señal de fuego se asoma
adornada de invierno.
Parece que la nieve le da la vida,
pero la realidad es su infierno.
Sin embargo, la rosa sigue ahí.
Brillando entre lo cálida
que parece la nieve.
Mientras la existencia le cuesta,
mientras la muerte le acecha,
se mantiene asequible,
serena durante la espera.
Tal vez el frío le hace sentir viva.
Tal vez solo le hace sentir.
Desde el ocaso,
la rosa lanza vistazos al cielo
y se pregunta si sus raíces
o sí su pedúnculo realmente le sostienen,
sí tendrá ya más cicatrices.
Como fiel en funeral,
ve sepultado lo que sería
el resto de la primavera.
Una pesadilla infernal.
Un sueño de miseria.
Pero se mantendrá ahí,
sin importar el arduo frío,
no el morado sombrío
que le invade los pétalos.
Qué tonta es la rosa,
qué masoquista su espíritu.
Qué efímero el rojo
que le mantenía la vida.
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