la muerte y su amante
Sobre el altar había una jovencita. Era menuda y bonita, con la mirada perdida y ansiosa. La melena le caía por encima de los hombros como rayos de sol, pero temblaba como un triste cachorro abandonado en mitad de una noche invernal. El cuerpo lo tenía enfrascado en un encantador vestido blanco que hacía resaltar su pecho, colocado perfectamente en su lugar, tal y como debía ser en una joven de su calibre.
El mar de sus ojos buscaba con desesperación algo entre la multitud. Al posar ella su profunda mirada en la entrada, pudo ver a un par de rezagados que acababan de presentarse, con los cabellos despeinados y sonrisas nerviosas en el rostro. Tras ellos se extendía una hermosa pradera atestada de flores blancas, donde la débil luz lunar lanzaba sus hermosos carámbanos blanquecinos.
La jovencita se lamentó en su lugar, enfriadas las mejillas por las perladas lágrimas que su desconsuelo había arrojado. ¿Acaso los cielos no sentían compasión por una pobre jovencita que había velado toda la noche con tal de ver a su amado hermano mayor? ¿Cómo iba ella a contraer matrimonio si el argentino de esos luceros la atormentaba cada noche? ¿Cómo iba ella a entregarse a un hombre sin saber si a su amado hermanito mayor no lo había consumido aquella albugínea deidad desventurada?
—¿No ha arribado Ajax todavía? —la novia dejó de lado toda formalidad y se lanzó a la dama de honor—. ¡Anoche juré haber visto a su caballo!
—No se precipite tanto, Nadezhda. ¿Tenía ese caballo un jinete? —a la jovencita se le descompuso la cara. Negó lentamente con su cabeza, alejándose cada vez más de su querida dama de honor—. Seguro que fue producto de su imaginación. Ajax está muy lejos de aquí ahora mismo, pero no se preocupe, él regresará pronto...
—¡Mentira, mentira! ¡Yo sé que él no va a regresar! —chilló la novia, completamente fuera de sí—. ¡Esa ramera ha tentado a mi hermanito y se lo ha llevado! ¡Esa puta fulana...!
—¡Relájese, señorita! ¡Tome asiento, tome asiento! —la dama de honor se le acercó corriendo. Las personas que habían venido a ver el casamiento se habían alterado tanto como la propia novia. "¿Qué está pasando?", preguntaban. ¿Por qué la muchacha estaba tan excitada? Las manos le temblaban, y los ojos rezumaban vesania—. Respire, respire. No se altere, que el novio la está esperando con ansias. ¡Debe comportarse como una señorita!
—¿Y dónde está mi hermanito, entonces? ¡Él ha de estar aquí hoy! ¡No puede celebrarse esta boda sin mi Ajax! —insistía la jovencita. El cuerpo le temblaba por la ira—. ¡Él me prometió que el día de mi boda estaría presente! Era lo único que le había pedido. ¡Y ni un triste deseo es capaz de cumplir...!
—Nadezhda, señorita, relájese.
—¡La próxima vez que esa fulana se me presente en sueños...! —farfullaba la muchacha.
¡Ay, como ella viera una sola vez más esos luceros argentinos!
♡
El cielo era un lugar candente y desabrido, saturado de odio y tensión. El canto de los mirlos en la lejanía no era suficiente para apaciguar la rigidez de los dioses, quienes intercambiaban palabras hipócritas, que eran más bien dardos envenenados disfrazados de dulces nubes. Ajax, prestigioso guerrero, apretaba sus labios tras La Zarina, mujer que lo había instruido y conducido a la cima de las áureas escaleras del honor.
—¡Su Majestad, Sublime Guerrero! —el recepcionista se inclinó con suma devoción—. ¡Síganme, síganme! Nuestros cocineros han preparado un banquete digno de su grandiosidad. ¡Van a salir de aquí encantados! Nuestra hermosa Makoto se ha dejado la piel para complacerlos.
El aire transportaba el exquisito aroma del banquete. Este se celebraría en el fastuoso invernadero de Venti, el dios de la libertad, el arte y la belleza, donde las flores aromáticas serían una dócil compañía.
Al llegar a la entrada, el recepcionista volvió a inclinarse. Un ángel de su rango no tenía permitido adentrarse en territorio de dioses, arcángeles, adeptus y venerados guerreros.
La Zarina y su más fiel guerrero se adentraron en el invernadero tras apartar la fina cortina de seda que cubría la entrada. En el interior se encontraban ya todos los dioses junto a sus siervos, dispuestos alrededor de la mesa de forma estratégica para evitar enfrentamientos innecesarios.
—¡Su Majestad, Sublime Guerrero! —Makoto se acercó a ambos con una gran sonrisa en el rostro—. Bienvenidos, bienvenidos. ¡Los estábamos esperando con ansias! —la diosa los guio hacia sus asientos, siempre con esa ingenua sonrisa que La Zarina tanto odiaba.
—Mírala, se hace la buena y luego es la peor de todos. Tiene a su hermana haciéndole recaditos como si fuera una sicaria —le susurró la diosa en cuanto su compañera se hubo ido. Ajax asintió distraídamente.
Una preciosa joven había llamado su atención, y para él, eso era mucho más importante que las críticas de La Zarina. Ser un venerado guerrero no lo hacía menos interesado en el amor, y más difícil era hacer que perdiera el interés en mantener relaciones sexuales (apenas acababa de cumplir los dieciocho años, todavía estaba en esa época en la que anhelas algo de diversión).
Él seguía siendo un hombre y su deseo no desaparecería fácilmente. Es por eso que su corazón se detuvo por un instante en cuanto su mirada se encontró con aquella hermosa joven de mirada asesina.
El cabello era largo y tan oscuro como la mismísima noche; como el océano, tal vez. Era, también, tan fino como sus preciosas manos, elegantes y afiladas.
La piel era tan clara como la nieve y estaba completamente limpia de heridas, a diferencia de la morena piel del guerrero.
Y esos ojos, ¡ay, si existieran ojos más hermosos en el mundo, Ajax se negaría a creerlo! Aquellos luceros eran el abismo y el cielo al mismo tiempo, eran la vida y la muerte. Tan afilados como un cuchillo, presumían de lo extremadamente bien que lucían con el hermoso color rojo que los rodeaba.
—¿Quién es ella? —preguntó tras haber pasado un rato embobado, mirándola fijamente. Había tantos manjares frente a él, y sin embargo, ¡él solo podía fijarse en esa muchacha que echaba dardos envenenados cada vez que hablaba!
—Creo que es la hija de Ei, la diosa de la guerra. Es una consentida y una mimada —le contó La Zarina, al tanto de todos los cotilleos de los dioses—, así que olvídate de conquistarla. Y ni siquiera pienses en follártela. ¡Qué desgracia sería que mi más honrado guerrero se viera involucrado con esa fulana!
—Señora, no es usted quién para juzgarla. Vive alimentándose de los rumores... ¿No debería dejar de creerlos con tanta facilidad?
—¡No empieces a poner en duda mis conocimientos solo por una joven! Sé que estás en esa edad, pero, ¿no es más sencillo buscarse a una mejor? ¡Hay miles en la Tierra! —le gritó, exaltada. El guerrero le pidió, con toda la amabilidad que fue capaz de reunir, que bajase el tono—. ¡No seas tan terco ahora!
Muchos habían abandonados sus conversaciones solo para escucharlos discutir, ¡qué vergüenza! Aunque, por algún motivo, esa joven se negaba a darles una triste mirada.
—Cálmese, por favor. Le juro que me detendré. No tiene que preocuparse.
—Más te vale cumplir tu palabra. Porque como me entere de que hay por ahí una jovencita embarazada y esa es...
—¡Ya, ya, me ha quedado claro! —Ajax quiso poner punto final a la conversación. ¡Ya no había nada más de lo que hablar!
Sin embargo, esa insignificante conversación no fue suficiente para hacer que le quitara ojo de encima a aquella joven. Ya no era solo su belleza lo que llamaba su atención, sino lo extremadamente familiar que le era. ¿Por qué se le encogía el corazón al verla tan distante? ¿Por qué parecía conocer todas y cada una de sus expresiones?
—¡Ajax, mi querido Ajax! ¿Cómo te encuentras? —Venti le metió una patada que lo sacó de sus ensoñaciones. El pelirrojo contuvo la respiración e intentó no enfadarse.
—¿No estaba usted ocupado con otro invitado? —le preguntó. Hacía tan solo un par de segundos que había estado intercambiando palabras con Xiao, con quien parecía tener una relación un tanto extraña.
—Me gusta hablar con todos. Además, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. ¿Cinco años, tal vez? ¡Eso es demasiado para un humano! —Venti se puso en cuclillas junto a su asiento y apoyó ambos brazos en la silla—. ¿Qué, te ha llamado la atención Kunikuzushi? Es una persona complicada. Se dice por ahí que es mala yerba. Deberías tener cuidado.
—¿Y quién ha esparcido todos esos rumores? —Ajax frunció el ceño. Se negaba a creerlos.
—¿No has visto su actitud? ¡Hasta su mirada lo dice! Es veneno puro.
—Me niego a creerlo —insistió. El dios de la libertad arrugó la nariz.
—A Kunikuzushi le gusta mucho mi invernadero. Normalmente, después de cada celebración, merodea por la parte trasera antes de marcharse —Venti se puso en pie, dejando a la vista las blancas alas que había recogido en su espalda. En el cabello tenía algunos ornamentos dorados que no llamaban tanto la atención como el azul de sus trenzas—. Intenta comunicarte con él entonces.
Ajax asintió: —Muchas gracias, Venti —y tan absorto quedó en sus pensamientos, que ni siquiera notó el pronombre masculino que Venti había utilizado para dirigirse a la "hermosa jovencita".
El banquete fue algo acalorado, aunque no rozó el límite de lo desagradable. Fue, de hecho, mucho más tranquilo que años anteriores. Al menos, este año no se había dado ninguna batalla innecesaria. ¡Cómo se notaba que los dioses estaban ya agotados de seguir gobernando el mundo!
Al caer un oscuro manto sobre el cielo, los dioses comenzaron a retirarse con una rapidez inhumana. Las excusas volaban por aquí y por allá. ¿No sería más fácil abandonar sin tener que inventarse un motivo?
—¡Ay, qué peste! Ajax, Ajax, vámonos de aquí. No puedo soportar ni un segundo más en este lugar —se quejó la mujer. Ya había aguantado demasiado a lo largo de todo el día: inmundicias, rostros odiosos y conversaciones infructíferas.
—Señora, permítame permanecer un poco más aquí. Luego regresaré a casa, pero de momento, quiero disfrutar un poco más mi estancia en este lugar. ¡Mire qué flores más bellas! —exclamó, fingiendo estar sumamente interesado en aquellas fragantes y delicadas flores.
—¡Como sea! Te estaré esperando fuera —y dicho esto, se fue.
Ajax se acercó a hurtadillas a la parte trasera del invernadero. Unas guirnaldas cubrían la salida. Eran de un color blanco, tan claro como las nubes.
Con sus manos malheridas apartó las guirnaldas que le impedían ver el exterior. Tras ellas, se encontró con un amplio y colorido jardín, atestado de flores aromáticas. Los céfiros celestiales le revolvieron el cabello, impidiéndole, por un efímero instante, ver la hermosa figura de la joven que lo había embelesado.
—Perdone —la llamó. Ella lo ignoró—. ¡Kunikuzushi! —otra vez.
La joven volvió a ignorarlo. Ajax no se dio por vencido y se acercó a ella, con el corazón gritándole en el pecho. ¿Por qué sentía que había algo raro en aquella joven?
El cuerpo enfrascado en un vestido blanco era menudo y bonito. Envolvía la zona del pecho con indiferencia, aunque era sumamente delicado con el resto del cuerpo. Le daba un aspecto algo más dócil, haciendo un extraño contraste con su propio aspecto y actitud.
—Perdone —el pelirrojo tomó su mano. La joven fue forzada por la poca distancia que había entre ellos y esta vez tuvo que girarse. Parecía aterrorizada—, ¿acaso yo le conozco?
—¿Qué? —la muchacha frunció el ceño. Tenía la cara descompuesta—. ¿Qué estás diciendo?
Coronaron ambos al silencio durante varios segundos. Las flores a su alrededor cantaban en coro, inquietas ante el reencuentro de dos almas separadas durante milenios.
Las respiraciones parecían las tensas cuerdas de una guitarra que se enredaban constantemente. Ajax se acercó más a la joven, pero ella retrocedió.
—Tú eres el favorito de La Zarina, ¿me equivoco? "Sublime Guerrero", un capullo de remate, seguro. Un niñato que se cree alguien por chuparle los pies a una diosa —Kunikuzushi se deshizo de su agarre de un manotazo—. Mantente lejos de mí si no quieres acabar muerto.
—¡No! Necesito saber si te conozco de algo —insistió.
—No me tutees. Y ni te molestes en acercarte. No te quiero cerca de mí —la joven se negó a responder.
—¿Tienes algún problema conmigo?
—¿Tienes alguna intención más allá de follarme? —la joven hizo una pausa—. No voy a aceptar los caprichos de un niñato. Además, no te hagas ilusiones. Soy un hombre.
Ajax no dio ninguna respuesta. Ni una palabra, ni un cambio de expresión: —No me importa —habló después de haber estado un rato en silencio.
—Que no te importa, dices —se rio Kunikuzushi—. Eres un capullo.
—¿Por qué te niegas a darme una oportunidad? —el joven se alejó de él.
—Porque no es mi obligación, Ajax —el pelirrojo abrió la boca y al momento la volvió a cerrar.
—¿Cómo sabes mi nombre?
♡
Ajax jadeó. Con sus manos acarició la cintura de la persona que había bajo él. En la zona de los lumbares refulgía un hermoso tatuaje de la marca de aquellos agraciados nacidos con el poder electro.
—Ajax... —lo llamó esta persona. Estaba sudando y no podía dejar de temblar—. Más... Avanza más.
—No seas tan apresurado, amor —le dijo Ajax, suspirando una risa—. Déjame ir a mi ritmo.
—Joder —se quejó. El pelirrojo se impulsó hacia delante, sacándole un quejido—. Solo haces lo que te interesa... Sé que no te importa hacerme daño. Tómame de una jodida vez, fóllame hasta que no pueda gritar otra cosa que no sea tu nombre. Deja de fingir que tanteas y haz aquello que tanto anhelas.
—Vaya, vaya... El hijo de la Shogun... Quién hubiera dicho que sería tan osado —el contrario respiraba con dificultad. Ajax sonrió—. Kuni, sabes que esto está prohibido, ¿no?
—Y a mí no me importa.
Ajax se sentó sobre su cama completamente alterado. El sudor frío descendía por su rostro.
No era la primera vez que tenía sueños húmedos relacionados con Kunikuzushi. Sin embargo, este era el primer sueño en el que tenían una conversación.
—¿Era un sueño, o tal vez un recuerdo? —le preguntó a la nada.
El aire entraba en su habitación a través de la ventana que había a su izquierda. Las flores que tenía colocadas debajo (cortesía de Venti), encima de su estantería, bailaban por cada sacudida del viento. Las cortinas blancas volaban junto a ellas.
Junto a los céfiros llegaba una dócil armonía que circulaba por el pueblo. Ajax estiró sus brazos antes de dejar caerlos a cada lado de su cuerpo.
Finalmente había terminado la última guerra en la que era partícipe. Por fin tendría un tiempo para poder descansar.
Ahora, cada día era tranquilo. Se levantaba temprano, y tras desayunar, iba a pasear por el pueblo donde se encontraba actualmente. Era un lugar agradable y casi despoblado, donde abundaba la naturaleza. Ajax nunca se aburría de estar allí.
—¡Childe, Childe! —lo llamó Lumine, una joven, rubia y hermosa, al verlo caminar tranquilamente.
El cabello dorado refulgía bajo sol, que ya había empezado a ocultarse. En la mirada dormían dos soles, que a pesar de ser duros y fuertes, siempre apreciaban con sumo cariño a Dainsleif, el hombre del que estaba profundamente enamorada.
La piel era morena y estaba llena de heridas, producto de sus trabajos en tierras extranjeras: —Ve al pozo a llenar este cubo, por favor. El imbécil de mi hermano lo echó a perder poco antes de llegar al pueblo y ahora se niega a volver.
—Es que al pobre lo tenéis de machaca —respondió el pelirrojo con una gran sonrisa en su rostro. La rubia le extendió el cubo y él lo aceptó—. Intentaré regresar pronto.
—Ten mucho cuidado. Ya sabes que cuando cae la noche...
—... la parca viene en busca de víctimas. Lo sé. Estaré de vuelta a tiempo —ella asintió y le entregó su amuleto de la suerte.
—Que el rey de Kaenri'ah te proteja.
Ajax se marchó del pueblo siguiendo un angosto camino rodeado de grandes y frondosos árboles. Había marchado tantas veces por aquel lugar que conocía perfectamente la zona en la que desembocaba.
El joven caminaba con la cabeza en alto y sin nada que temer. ¡No le temía a la parca, así que no pensaba flaquear! Él era un renombrado guerrero. Estas cosas no eran nada para él.
—Lo único que me preocupa son esos sueños... —murmuró. De su mente no se iban los recuerdos de su mundo onírico. La imagen de Kunikuzushi temblando bajo él mientras jadeaba era imposible de borrar.
Porque se sentía tan real que incluso podía sentir en su boca la cálida piel del más bajo contra sus labios. Podía sentirlo estremecerse por cada roce.
Podía sentir su aliento chocar contra su cuello...
—¿Quién anda ahí? —preguntó mientras cubría su cuello con la única mano libre que tenía. Ajax esperó. Sin embargo, al no recibir respuesta, se aburrió—. Anda que... Darme esos sustos para nada.
El pelirrojo siguió avanzando, esta vez por un sendero más amplio y orillado por hermosos tulipanes blancos. "Pronto será la boda de mi Nadezhda", pensó. "Estoy deseando regresar a Snezhnaya".
A lo lejos, vio un fulgor un tanto extraño. No era ese el lugar al que debía llegar.
—¿Qué es eso? —Ajax frunció el ceño.
Entre el peligro y le seguridad, Ajax siempre escogería lo primero. Le había prometido a Lumine que regresaría a tiempo, intacto a ser posible —aunque esa no era más que una promesa taciturna—, pero su alma de guerrero era mucho más fuerte que su responsabilidad cuando se trataba de otras personas.
Además, ¿qué importaba si no volvía nunca, realmente? Su estadía en aquel pueblo estaba destinada a ser temporal, así que no pasaba nada si lo abandonaba antes de tiempo.
El guerrero dejó caer el cubo al suelo y se acercó lentamente hacia aquella luz que parecía llamar su nombre. "Ajax", gemía. Era una voz rota, agotada, pero también anhelante. "Más... Avanza más", rogaba.
La imagen de su sueño pareció revivir frente a él. Era ese joven. Kunikuzushi, el hijo de Ei. Y lo estaba llamando a él.
Cuando finalmente alcanzó aquella dichosa luz, la imagen de su mundo onírico se desvaneció al completo, permitiendo que el océano de su mirada engullera una nueva imagen, tal vez mucho más placentera, pues para Ajax, había algo lujurioso en ver a un joven hermoso, desnudo, entrando en un estanque para deshacerse de toda impureza.
—¿Tu señora no te ha dicho nunca que es de mala educación espiar a alguien mientras se baña? Y da igual si en lugar de una señorita, es un señorito. Es una falta de respeto —el pelirrojo tragó en seco y desvió la mirada.
—¿C-Cómo me has descubierto?
Kunikuzushi no respondió de inmediato: —Soy capaz de localizar a las ratas en un instante.
—Oye, eso no es un halago muy bonito...
—No era un halago.
El pelirrojo se armó de valor y miró hacia el frente. Era un guerrero, así que debía afrontar la realidad y enfrentarse al enemigo. Incluso si ese enemigo era un hombre desnudo al que tenía muchas ganas de hacer suyo.
—No comprendo.
—¿El qué no comprendes? —preguntó Kunikuzushi, frunciendo el ceño.
—¿Por qué me tratas de esa forma? —Ajax empezó a acercarse al estanque—. Ni siquiera me has dado una oportunidad.
—No me hace falta dártela. Ahora, vete. Me gustaría bañarme con tranquilidad —le ordenó, señalando con su dedo índice el camino por el que había llegado.
El pelirrojo lo ignoró deliberadamente y se acercó al estanque. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca, se puso en cuclillas para poder sentirse más cerca de él.
—Recientemente he estado soñando contigo —le contó.
—No me interesa escuchar tus sueños de mierda.
—Un joven con un futuro brillante, hijo de la Raiden Shogun y hermoso... Con un cuerpo esculpido por los dioses, hecho a consciencia para encajar perfectamente con el mío —Kunikuzushi se estremeció.
—Serás desvergonzado... ¡Mira que contarle a un desconocido que tienes sueños húmedos relacionados con él! —en cuanto Kunikuzushi sacó su mano del agua para golpearlo, el pelirrojo la interceptó y apretó.
—Deja de mentirme. Sé que nos hemos conocido antes. ¿Por qué te niegas a aceptarme?
—Porque tú fuiste el primero que mintió, Ajax. Me prometiste que volverías con vida. ¡Y sin embargo, lo único que recibí cuando abrí los portones del palacio fue un triste brazo tuyo! "El señor Ajax ha muerto honorablemente en el campo de batalla", ¿morir honorablemente? ¿Qué se supone que es el honor, Ajax? —le gritó, alejando la mano que lo sujetaba de una sacudida—. ¿Qué cojones se suponía que era el honor para ti, y por qué era más importante que el hombre que estaba dispuesto a entregarte toda su vida? —Kunikuzushi se alejó de él y retrocedió hasta encontrarse en el otro extremo del estanque—. Ni siquiera fuiste capaz de llevarme al altar. Eres ridículo —se rio con desdén—. ¿Y ahora te atreves a volver a acercarte? ¿Ahora me cortejas? ¡Mírate, vuelves a ser un sucio guerrero consumido por su honor!
Los recuerdos de su antigua vida fluyeron en su mente. No eran nítidos, pero podía reconocer a Kunikuzushi en ellos. Su voz, su hermoso rostro... Él estaba ahí.
—Si abandono la guerra y me marcho contigo, ¿me perdonarás? —preguntó, de forma casi inconsciente.
Algo en el interior de Kunikuzushi saltó: —Sabes quién soy y lo que significan esas palabras ¿no?
—Estoy dispuesto a aceptar todo lo que venga de ti, Kuni.
La muerte dudó antes de acercarse al guerrero. Le extendió sus brazos, todavía anhelantes de amor y destrozados por la pérdida, invitándolo a unirse a su parsimoniosa danza. El pájaro que tan felizmente la acompañaba con su canto, yacía muerto sobre la rama. Las flores ya no eran hermosas, las luciérnagas habían sido devoradas por el albor.
Sin embargo, la muerte seguía tan hermosa como siempre.
Su Kunikuzushi seguía tan hermoso como siempre.
—¿Desde cuándo tienes todo este poder, Kunikuzushi? —Ajax se dejó llevar por sus brazos mortales y le preguntó, perdido en la belleza de su rostro.
—La vida decidió convertirme en la nueva parca tras la muerte de mi amado. Me prometió otra oportunidad, aunque nunca me dio detalles —contestó él—, y ahora anhelo hacerte mío, Ajax. Esta vez vendrás a mi mundo y haré lo que quiera contigo.
—¿Tratarme tan mal como me estabas tratando hace unos minutos? —se burló.
Los amantes danzaban sin melodía, húmedos. La piel desnuda chocaba contra la tela de la ropa y los alientos calientes se enredaban constantemente.
—Voy a mantenerte junto a mí por el resto de la eternidad, Ajax —el pelirrojo sonrió. Su mirada estaba henchida de amor.
Se encontraba en un estado extraño. Sabía quién era, pero al mismo tiempo se desconocía completamente. Su yo del pasado rasgó los recuerdos de su yo presente y los mezcló. Seguía siendo Ajax, pero al mismo tiempo, era otra persona completamente nueva.
—Tienes permiso a tener todo de mí, Kuni. Supongo que te debo una disculpa por todo el daño que te hice —murmuró, aún algo confundido.
—Ajax... Realmente eres mi Ajax... Has vuelto —Kunikuzushi acarició su rostro. Ajax cerró sus ojos y se recostó sobre la mano de su amado.
—Soy tu Ajax... Siempre he sido él.
La muerte cerró sus ojos y rozó los labios de su amante con los propios. Suaves, cálidos... Llenos de vida, anhelantes de amor. Los había extrañado tanto; había echado tanto de menos a su Ajax, que su añoranza devoró completamente toda su ira y decepción.
Esta vez no pensaba dejarlo marchar.
Explicación rápida de la escena inicial
(era lo único que creía necesario aclarar).
El inicio es una escena del futuro, o mejor dicho, presente. Todo lo que hay escrito después, es el pasado.
Tras su reencuentro con Ajax (cuyo final quise dejar abierto a libre interpretación), Kunikuzushi empezó a mostrarse en los sueños de la hermana menor de Ajax como una mujer de luceros argentinos (ojos plateados). Lo destaco porque, a ojos de Nadezhda, es su rasgo más llamativo.
Ella sabe que esos sueños son un aviso. Esa “puta fulana” es una diosa que ha tentado a su hermano y se lo ha llevado a su reino para alejarlo de su vida humana e insignificante. Por eso, ella da por hecho que su hermano ha decidido cortar todos sus lazos y entra en pánico, culpando incluso a su hermano por lo sucedido.
P.D. Ni siquiera se le pasa por la cabeza si él está vivo o muerto porque no sabe que esa deidad es la propia muerte.
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