Capítulo 9

Narrador

El ruido de la puerta abrirse le hace alzar el rostro y observa a los dos hombres en trajes grises que ingresan. El manos libres en su oreja, gafas oscuras y el inconfundible tatuaje hacen que todo se quede en silencio. La música, limpieza de las mesas, bar y las risas cesan.

—Libre — habla uno de los recién llegados y esa voz les da entrada a tres hombres más.

Dos de frente, uno en el medio y dos detrás. Anoushka fija sus ojos en el hombre que va en el centro, no es un sitio que suelan visitar ese tipo de personajes.

—¿La señora Anoushka Borch? —pregunta el hombre el que va en el medio de todos —Mi nombre es Sergio Wells y vengo en representación del señor Estanislav Borch Romer.

Las noticias de la disolución de los cincuenta habían corrido como pólvora y con ello nació en Anoushka la esperanza de volver con él. Estanislav Borch Romer, volvería a Moscú y lucharía por ella contra Claude, le haría saber que era su esposa.

Ella se haría la difícil, por haberse olvidado de ella en estos quince años. Desde que supo del ataque sufrido y las bajas, vio cerca el día de su reencuentro. Mantuvo la certeza, Stan retornaría, pidiendo perdón, rogando le diera otra oportunidad ¿A qué otro lado iría sino a sus brazos? Era un hombre conflictivo y lleno de odio al que solo ella comprendía.

La confianza aumentó al verlo en el club, no creyó ni media palabra de la conversación que tuvo. La intervención de su hermano adoptivo fue muy apropiada, estaba segura, era parte de sus trucos. Los conocía a ellos y a sus juegos infantiles.

Stan jamás le buscaría reemplazo, y si de algo estaba segura era del amor que le profesaba. Se conocieron desde que ella contaba con diecisiete años en las calles y desde el primer día les fue imposible separarse. Apoyó cada paso que dio y le brindó consuelo. Hasta que ella pasó a prestar el servicio y no lo vio durante tres años.

Su reencuentro solo les demostró que estaban hechos el uno para el otro y se casaron. Stan la culpaba de infidelidad, lo cierto es que él tuvo sus fallas al no poder brindarle seguridad o compañía. Las veces que le exigió quedarse en Moscú y pelear por un puesto mejor, se negó. Según él no había otro lugar mejor que siendo el lame suelas de Hermes.

En este instante en que los cinco hombres preguntan por ella en el club. Ella nunca creyó que Stan tuviera tanto poder dentro. No lo parecía, pero ese abogado en particular era uno de más poderosos y conocidos por trabajar con Ivannov. Su labor en el fuerte era respetada y una larga lista de éxitos le precedía.

—¿Anoushka Borch? —preguntan por segunda vez.

Los abogados del fuerte son reconocidos y no por su vestimenta, que suele ser elegante, o por el lujo que los rodea. Si no por llevar con ellos cuatro escoltas, dos que le abren paso y dos detrás que se aseguran, todos mantengan distancia. Son seres intocables y gozan de cierto privilegio dentro.

Sobre todo, este que tiene en frente, sus honorarios suelen ser altos.

—Soy yo —dice dando un paso al frente, y sus compañeras varios en sentido contrario.

En cuestión de segundos y sin darse cuenta ha quedado sola en mitad del salón. El abogado avanza hacia una mesa dejando en la superficie un maletín negro y de su interior saca varios papeles.

—Firme encima de su nombre, al final de cada hoja —retira de su solapa una pluma dorada que le muestra desde lejos. —me pagan por horas, señora. —insiste al ver que no se mueve. —supongo que al señor Borch no le importara que mis honorarios suban un poco, siempre y cuando cumpla mi cometido.

—¡Adelante! —habla uno de los escoltas instándole a que avance.

No es una solicitud, esos tipos no son de pedir. Imponen órdenes que deben ser obedecidas sin oponer resistencia y no les importa de qué lado esté. Es decir, dentro o fuera de sus filas. Le cuesta reaccionar y tarda unos minutos en darse cuenta de que esperan por ella.

En un par de pasos toma la pluma y es el escolta quien le indica donde debe firmar. El abogado se ha alejado a un costado y mantiene una conversación por teléfono. Escuchar lo que dice le cuesta, pero lo logra en algunas ocasiones, aunque la firma le saliera fatal.

—El único lugar en que encontraras Margaritas o cualquier otro tipo de flores es en el cementerio Borch ¿Son para tu chica? —habla en medio de bromas —había olvidado esa boda... hay flores sintéticas que pueden cumplir ese rol... mencionar el cementerio fue solo una broma...

—Aquí también —la voz del hombre a su lado le hace dar un salto.

Dejo la pluma sobre el último documento sin firmar y observa a todos verla con pesar. Sus rostros parecen estar presenciando un ajusticiamiento y no un divorcio. No hay miedo en ella, solo odio que aumenta cada segundo que pasa. Así no fue como lo imaginó.

—Estamos esperando... —el hombre sacude sus hombros con la empuñadura de pistola. —no nos hagas perder tiempo, ni perderlo tú. —insiste.

Su piel se eriza y la sangre hierve cuando escucha el nombre de Akim. Aquel chiquillo asiático bastante problemático que siempre fue un grano en el trasero. El mismo que al verla dijo no gustar de ella, porque no era la mujer adecuada para Stan.

—¿Necesitas de alfombra roja? —pregunta otro retirando el arma de su cinto.

El abogado nota la disputa, pero no da señales de intervenir. Su caso es tan insignificante que hasta sus escoltas pueden hacerlo.

—Tengo derechos, —golpea los papeles con la palma de su mano y sintiendo a las chicas protestar en murmullos —fueron más de quince años de casados...

—No me hagas reír que tengo los dientes quebrados. —se mofan de ella —que en todos ellos te follaste a medio Moscú.

—Él no fue lo que se dice un santo...

Se cruza de brazos dejando claro no hará nada, pero tiene el oído puesto en el abogado. Hay solo dos maneras posibles para que Stan lograra que los juristas del fuerte y en especial los de Ivannov llegarán hasta allí. Pagan una deuda o el griego intervino, apuesta más a lo segundo.

Ese maldito griego fue el principal causante de su desdicha.

—Espero que no lleves a Mía...—la voz del abogado la obliga a regresar al presente —Es solo un consejo Borch. Me quedó claro que es tuya, eso no evita...

—¿Hicieron parte de los cincuenta? —pregunta de repente, pero ninguno de ellos dice nada por lo que continúa —o el griego pagó por sus servicios. —insiste —solo firmaré si me responden.

Se miran entre sí y uno de ellos se acerca al abogado, intercambian palabras. Wells, como aseguró llamarse, da excusa a quien tiene detrás de la línea y se dirige a ella.

—El señor Borch es mi apoderado, soy el encargado de su situación jurídica aquí y en América. Es todo lo que necesitas saber —habla el abogado desde el sitio en el que está.

—Firmas o le das el honor a Borch de quedar viudo —el hombre le sonríe al tomar la pluma y dejarla en sus manos.

No le cree ni media palabra, el Stan que conoce no era dueño de nada. Dado que cuenta con una idea de quien buscar para que le dé su ubicación, firma el último documento dándole la libertad que desea, pero no está dispuesta a hacerse a un lado.

No, sin antes cobrarle.

—Listo señor —el hombre interrumpe la conversación y el abogado sonríe tomando el maletín.

—Entrégale lo acordado.

Sin decir, otra palabra sale del club con tres de sus cuatro hombres. El cuarto fue el que le dijo donde firmar y permanece junto a Anoushka. Abre la billetera, saca un billete de 100 dólares que deja encima de la mesa.

—Es lo que solías cobrar —le dice viéndola de arriba abajo —imagino, que quien paga ahora eres tú. Me alegra que Borch, tenga mejores gustos. Una puta, vieja y con mañas no calza en su nuevo ambiente.

El día que decidió casarse con él o que le dio el sí. Stan contaba en su bolsillo con dos dólares, el resto se lo habían tomado la noche anterior. Prometió multiplicar ese dinero y darle la vida que siempre soñó.

Nunca cumplió, ella era una mujer de aspiraciones, él un conformista y sin visión. Ahora, le dicen que puede pagar los servicios de los abogados del fuerte y que posee negocios en América.

¿En qué momento ocurrió todo? El silencio se rompe cuando todos abandona el club. Las sillas se ruedan, la música regresa y el ambiente es el de costumbre. Anoushka, no puede regresar a lo mismo. El infierno es frío comparado con el fuego que crece en sus entrañas. Ese billete de 100us es una humillación y se lo hará cobrar.

Cien dólares era su cobro hace años, no lo hacía seguido y solo para no aburrirse encerrada sin hacer nada. Fue antes de volver a ver a Stan y que se convirtiera en su marido. Una vez lo hizo, cambió de vida y creyó en sus fantasías. Después de cinco meses de casados en lo que lo vio tres días, quiso entrar a su grupo.

Estaría cerca de él, era una buena idea. La forma de entrar era por el griego, esperó a que saliera del club y le siguió. Estaba nerviosa cuando le insinuó, fue enviada por uno de los chicos y dado que Stan hablaba con ella minutos antes, lo vio posible.

Solo que el hombre se negó a darle cabida en el grupo, en un acto machista. Le reclamó a Stan por enviarle a su amante y este no le corrigió, no le hizo reclamos, recogió sus cosas y salió de su vida para nunca más volver.

Stan nunca contestó sus llamadas o mensajes e hizo como si ella hubiera muerto. Ahora regresa y pide el divorcio, necesita saber los motivos y quitar de sus entrañas este fuego. Sobre todo, ver el rostro de la mujer que hoy ocupa su lado en la cama.

El grupo de empleados del club regresan a sus labores sin hacer preguntas. Algunas de ellas no perderán el tiempo y aprovecharon el momento para llamar a Claude. La reprimenda y castigo será la misma, si se queda o busca a la tal Mia.

****

Ha tenido que pagar mucho dinero para que le dieran el lugar en que se han hospedado. El que se casa es Noah, aunque nadie supo decirle con quien, el dato más extenso era que estaba embaraza y sufrió un atentado hace un par de semanas. Aseguran, no es del mismo ambiente y es extrajera. A ella debería haberle bastado eso para devolverse. No fue así, verlo acompañado hizo que las mariposas que solía existir al verle se convirtieran en abejas.

De quien, si averiguó y mucho, fue de Stan.

"—Has visto suficiente." Le dice su sentido común al verlo a él acompañado de una mujer rubia y un perro. Le es imposible despegar los ojos de la mujer, que viste ropa sencilla, pero costosa. Él, por su parte, es el de siempre, la ropa no es suntuosa y el auto rentado.

Nada en su apariencia le dice que su estatus social ha cambiado. Todos aseguran lo contrario. Tras el asalto que trajo la tragedia a su grupo, los vivos fueron indemnizados. Algunos se les dio la oportunidad de retiro y Stan fue uno de los que quiso salirse.

La chica luce nerviosa, mira a todos lados atemorizada. Se abraza a sí misma y se frota los brazos, un acto que él nota. Retira su americana e intenta cubrirla, ella puede imaginar la pequeña disputa que está presenciando. Ella con las mejillas sonrojadas y él con un brillo en sus ojos.

Basta un guiño y una sonrisa para que ella acabe cediendo. Verlo a él, tomar sus manos y hasta sonreírle, le hace arrugar el corazón. Llenándose de todo la autoestima que sabe aún conserva, gira sobre sus talones al verlos cruzar rumbo a un parque.

Se detiene al ver frente a ella a un desconocido, detrás de él a Claude. Él primero le sonríe, el segundo por su parte tiene rostro enojado y muchas ganas de golpearla.

—Aquí estás —le dice en un tono bajo y hasta una sonrisa —Solo debí seguir el dinero que ibas obsequiando.

—No tienes ni puta idea de lo que me hizo pasar —se defiende —ese hijo de puta merece que descargue el arma contra ambos.

—Hay algo mejor —le interrumpe — necesita de tu ayuda —señala al hombre y este afirma.

—Claude, me asegura, eres de las pocas que conoces a Estanislav Borch.

—Fue mi esposo...

—Jamás viviste con él por lo que sé —se burla Claude—habrá trato si me demuestras lo conoces más que eso.

—Lo conozco desde mis diecisiete y no te diré mi edad —se apresura a decir y el individuo sonríe.

—Me basta con eso ¿Les apetece una copa?

Ambos sonríen, él se hace a un lado indicándole avanzar. Está acostumbrada a caminar al lado de su hombre, no delante o atrás. Stan se lo enseñó.

—Te advierto, no volverás con él si me das todo lo que quiero.

—No es mi deseo —le interrumpe sosteniendo su mirada para luego ver a Claude—mi sitio es Moscú, al lado de Claude.

—Quiero saber, virtudes, defectos, fallas, puntos débiles, pasado. —la seguridad con la que habla le hace aceptar el trato estrechando sus manos —Claude, ya cuenta con la mitad del dinero.

Guarda silencio hasta que llegan a un bar, piden la mesa más alejada posible y esperan a que le entreguen las bebidas. El rostro de Claude es difícil de descifrar, ya tuvo un arrebato de cólera cuando le dijeron que Stan estuvo allí y que ella le buscó.

Libera el aire de sus pulmones sintiendo que se juega la vida por lo que dirá. Si el desconocido frente a ella se va feliz y llena los bolsillos de Claude, habrá obtenido un pase de cortesía.

Es posible que no le golpee.

—El único punto débil que posee él y Nikolái es Akim Borch —habla jugando con la copa que no pretende tomar.

—Creí que era Mía —Anoushka niega y el hombre duda —¿Akim Borch?

—Le dio el apellido a él y a Nikolái, tiene cuarenta años y sus dos hermanos 35 y 30. El único punto débil de Stan es ese chico, si deseas hacerle daño... será por Akim, de otra manera no obtendrás nada. —sigue — ¿Deseas causarle daño? —saca un cigarro de su bolsa y el hombre le da fuego —Akim es la respuesta, pero asegúrate, no sepa que fuiste tú o estarás en problemas. Los Borch son difíciles de cazar y vengativos, es su esencia.

—Tiene algo que me pertenece. La mujer que le acompaña.

Guarda silencio al escuchar eso y sonríe al encontrar una solución. Solo hay una manera en que Stan se aleje de ella y no la busqué jamás. Sin derramar sangre o usar la violencia.

—Tengo una idea... —empieza —la recomendación es la misma. Asegúrate que no sepa que fuiste tú o tus hombres o estarás acabado. —le advierte —eso en el remoto caso que la chica le interese.

Y ella ha visto que es así, todo el comportamiento de hace unos minutos lo dice. Incluso el acto de traerla a Moscú y mantenerla alejada de sus hermanos, hablan de lo especial que es para él.

—Te escucho...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top