Capítulo 10: Recordando el pasado
EDWARD
Aquella mañana Violeta y Greg se habían ido a revisar las trampas y a colocar dos más, Flora se marchó al río para recoger agua en las botellas y me dejaron con Roma vigilando el campamento. Estaba sentado viendo cómo la chica se arreglaba su pelo castaño ondulado, luego me miró con sus ojos marrones y se ató el pelo en una coleta.
Roma vestía con un pantalón vaquero corto, zapatillas de deporte algo malgastadas y una camisa blanca con una estrella rosa en medio. También tenía una chaqueta de chándal pero la usábamos para llevar cosas.
–Oye, creo que debemos hablar sobre nosotros. –le dije una vez se acercó. Ella me miró con indiferencia y apartó la mirada, eso me dolió y sabía que era por mi culpa.
–No hay nada que hablar, tú decidiste tu camino y yo el mío.
–Lo sé, pero quiero empezar de nuevo. Quiero volver a ser tu amigo, Roma. –le pedí casi suplicando.
–Me lo pensaré.
Luego de decirme aquello ella se marchó al bosque para buscar leña para la noche. Me quedé pensando en lo tonto que había sido al hacerle aquello, Roma era una persona fantástica y no merecía haberla tratado así, espero que por lo menos pueda recompensar mis errores aquí en la isla.
–Hola, hemos vuelto. –anunció Violeta con una sonrisa. Detrás de ella venía Greg un tanto pálido, y en sus manos un conejo. –Hemos capturado dos conejos.
–Eso es genial. ¿Pero qué le pasa a él? –le señalé algo desconcertado.
–Sangre, había mucha sangre... –susurraba Greg con la mirada perdida.
–Uno de los conejos estaba muerto en la trampa, pero el otro lo ha tenido que matar. –me explicó dejando ambos animales en la mesa de piedra que habíamos hecho. –Y creo que se ha traumado de por vida.
–Ya veo. Roma está buscando leña y Flora ha ido a rellenar las botellas vacías. -–es informé.
Estuvimos hablando sobre algunas aficiones que teníamos cuando estábamos en la ciudad, al rato regresaron Flora y Roma juntas, al parecer se habían encontrado en mitad del camino. Roma felicitó a ambos por haber capturado a los dos conejos, luego preguntó quién se atrevía esta vez a despellejar el conejo.
–No lo va a hacer Violeta, tiene que ser uno de los que no lo han hecho.–dijo mirándonos a Flora, Greg y a mí.
–¿Por qué no lo puede hacer ella de nuevo? –preguntó Greg algo reacio a hacerlo.
–Porque si yo faltara o nos separemos por algo, tendrías que saber hacerlo vosotros mismos. –nos explicó Roma. Y en verdad tenía razón en lo que nos decía.
–Yo lo haré. –dije y ella asintió conforme.
Cogí el cuchillo que Roma había hecho con las tijeras de podar y comenzó a explicarme paso a paso cómo había que hacerlo. Los demás se habían marchado un poco lejos a excepción de Violeta, ella al haberlo hecho antes ya no le tenía tanto asco.
–Bien hecho, Eddy. –sonreí al escuchar el apodo que me decía años atrás. –Ahora será mejor cocinarlo.
Fuimos siguiendo las órdenes de ella para así aprender a cocinar en estas situaciones cómo estas, la verdad es que era muy buena profesora y de vez en cuando nos contaba alguna anécdota de su padre con ella cuando era más pequeña. Estábamos cocinando cuando Flora chilló al ver pasar cerca de ella una abeja, Roma siguió al insecto con la mirada y se quedó algo pensativa.
–Que miedo, creí que me picaría. –me dijo Flora abrazándome.
–Buen trabajo, Flora. Has descubierto que hay abejas en la isla. – le sonrió Roma, todos la miramos confundidos al no saber qué quería decir. –Si hay abejas por aquí significa que hay un panal, podemos ir a recolectar miel.
Seguimos a Roma a través del bosque hasta llegar a un claro donde había un gran tronco en el suelo, posiblemente estaría carcomido por termitas y al final hubiera caído. Nuestra líder agarró un palo y en la punta ató una planta que supuestamente haría de repelente para poder sacar la miel sin problemas.
–Bien, me he acercado y efectivamente hay un panal dentro del tronco. Ahora sería ponernos en fila e ir pasándonos los panales, yo entraré. –nos comentó decidida.
–Es una locura y es peligroso, las picaduras de abejas son dolorosas. –le dije para evitar que entrara al tronco.
–Es cierto, Roma. Mejor consigamos miel de otra forma. –añadió Greg.
–No pasa nada, he pasado por cosas peores.
–Pero aún así, no queremos que te hagas daño. –dijo Violeta.
–Da igual el peligro, además he hecho cosas peores que esta. –nos comentó con una pequeña sonrisa.
Antes de que nos pudiéramos quejar, ella comenzó a acercarse reptando por el suelo y tiró el palo encendido cerca de la entrada. A los segundos todas las abejas comenzaron a salir y Roma nos ordenó que nos tumbamos en el suelo.
–No hagáis movimientos bruscos, eso las puede enfadar. Si estáis quietos no os harán nada. –nos explicó con su rostro serio. –Y ahora mismo están muy cabreadas.
Cuando todas las abejas se marcharon y sólo quedaron unas pocas, Roma entró en el tronco y nos pusimos en fila. Ella consiguió sacar cuatro panales, sonreímos y regresamos al refugio para evitar que nos picasen.
–¡Roma, te han picado! –señaló Flora al ver las manos de Roma llenas de picaduras.
ROMA
Al decir aquellos todos se volvieron para mirarme, comencé a decirles que no había de qué preocuparse pero Flora fue muy testaruda y me colocó un ungüento para las picaduras, que hice el otro día.
–Te esfuerzas demasiado, Ro. –me dijo preocupada al terminar de curarme. –No queremos que te sobre esfuerces por nosotros.
–Si yo no lo hago, ¿Quién lo hará? –le devolví mirándola con una sonrisa. –Ahora mi deber es cuidarlos, y será así hasta que regresemos a casa.
–Gracias. –me abrazó y noté una lágrima en mi cuello, solo pude seguir abrazándola hasta que se calmara.
Cuando regresamos vimos a Violeta y a Greg jugando al pilla pilla, ambas reímos divertidas y vimos cómo comenzaron a dar vueltas alrededor de nosotras. Literalmente no lo vi y Violeta se chocó conmigo por el lado derecho, ambas caímos al suelo y Greg nos miró preocupados.
–Lo siento, Roma. Ha sido sin querer. –se disculpó la pelivioleta.
–Tranquila, no te había visto. Literalmente. –susurré eso último pero aún así me escucharon.
–¿Cómo es eso de que no la has visto?
–Estoy ciega del ojo derecho. –respondí levantándome del suelo, Violeta hizo lo mismo y me miraron apenados. Con cuidado me quité la lentilla de color del ojo, revelando la pupila de color entre blanco y gris. –¿Veis?
–¿Pero cómo te ha pasado? –esta vez preguntó Greg.
–Es de nacimiento, al principio pensaron que era heterocromía. Pero conforme pasó el tiempo se dieron cuenta de que nací con un ojo ciego, es por eso que me puse una lentilla con mi color de ojos, para así disimularlo. –les expliqué volviéndome a colocar la lentilla en el ojo. –Pero esto no ha sido un impedimento para mí.
-¡Eres mi héroe, Ro! –Violeta me abrazó llorando.
Tras muchos abrazos y lloros por parte de todos, sobre todo Violeta, decidí ir a investigar por el lado contrario de la playa por la que siempre íbamos. Me quisieron acompañar pero pensé en ir sola, ya que iría más rápido.
Me adentre por el bosque hasta que comencé a caminar cerca de un acantilado donde abajo seguía habiendo playa hasta que se acabó. Tras un buen rato caminando llegué a una cala que tenía forma de C, había una pequeña playa donde en la orilla había un gran barco encallado.
Sonreí al verlo y bajé con cuidado por un camino algo escarpado que había, en el último momento me resbalé pero por suerte caí en la arena. Me sacudí la ropa y me metí en el agua hasta las rodillas, vi una escalera para subir y con cuidado comencé a subirme al barco. Debía ir con cuidado ya que todo el barco estaba oxidado y parecía de color marrón debido a eso, a parte de que no quería cortarme para no infectarme a causa de la herida.
A cada paso que daba se escuchaba cómo chirriaba y se oía un sonido metálico, a parte de ese sonido se podía escuchar las olas del mar y a alguna gaviota. Investigué por arriba encontrándome con una cuerda, la cual me enrollé al cuerpo y decidí bajar a los camarotes.
La escalera también estaba oxidada y le faltaban algunos escalones, por lo que tuve que bajar con cuidado para evitar romper alguno. Había un olor a humedad mezclado con el hecho de que este lugar había estado cerrado desde hace mucho tiempo, el suficiente cómo para que el barco entero se oxidará.
Todo estaba con algunas telarañas, mucho polvo y algunos cristales rotos. Encima de una mesa encontré unos prismáticos, los limpie un poco por encima y comprobé si podía ver con ellos, sonreí y lo até a mi cintura para llevármelo.
Bajé de nuevo al siguiente piso donde estaban los camarotes, habían muchos y supe que si encontraba algo que nos pudiera ayudar no podría llevarlo yo sola, regresaría al refugio para pedirle a alguno que viniera conmigo.
Justo al final del pasillo vi una puerta cerrada con una inscripción en ella: Capitán. Supongo que sería el camarote principal, abrí la puerta y esta chirrió lo bastante cómo para que se me pusieran los pelos de punta. Al entrar me sorprendí al ver lo que encontré; el esqueleto del capitán estaba sentado en la silla, con las manos sobre un mapa.
Estaba nerviosa por haberme encontrado un esqueleto de alguien que estaba vivo, pero recordé que hay que temerle más a los vivos que a los muertos. Me acerqué con precaución y observé todo lo que había sobre la mesa: un mapa ilegible, una brújula, un catalejo y una foto de una mujer con una niña en sus brazos. Sentí lástima por él, probablemente murió aquí sin poder regresar a su casa con su familia.
–Capitán Frederic Evans. –leí en su placa cuando la limpié un poco.
Seguí mirando por su habitación en busca de algo más que nos pudiera servir, abrí el armario y encontré una manta en buen estado, tenía polvo pero nada que un buen lavado en el río no pudiera solucionar.
Cargué con la manta en los hombros, revisé el resto de los camarotes y encontré una caja de herramientas, al abrirla estaban todas las herramientas bien ordenadas, además de que habían clavos y más cosas.
La dejé ahí ya que regresaría con alguien para llevármela, al salir de nuevo a cubierta me di cuenta que era de noche, la tarde se me había pasado volando. Regresé a la cocina, y con una linterna que me había traído me alumbré.
Cené algunos insectos que pasaron volando y luego me fui al camarote del capitán, de todos ese cuarto era el más limpio. Sacudí las sábanas y me tumbé, le di las buenas noches al esqueleto y me dormí.
VIOLETA
–¿Por qué no regresa Roma? -preguntó Greg muy preocupado. –Dijo que no tardaría.
–¿Y si le ha pasado algo? –siguió Flora, igual o más preocupada.
–No creo que le haya pasado nada, ella es la que más sabe de supervivencia. Los que debemos preocuparnos somos nosotros, sin ella no sabemos nada. –añadió Edward con tranquilidad.
–Escuchad, yo también estoy preocupada pero no creo que ahora vayáis a salir en plena noche a buscarla, ¿verdad? –sonreí divertida, era noche cerrada debido a que las nubes tapaban la luna. –Seguro que mañana regresa cómo si nada.
–Esperemos que tengas razón, Vio.
A la mañana siguiente desayunamos los restos del conejo que capturamos ayer, de la nada oímos una voz bastante conocida y vimos a Roma acercarse a nosotros con una manta en los hombros, una cuerda y unos prismáticos.
Flora y yo fuimos corriendo hacia ella para abrazarla, Roma nos recibió algo sorprendida pero aún así intentó abrazarnos. Greg se unió a nosotras y le dijo que estábamos muy preocupados por ella, ya que anoche no regresó.
–Lo siento. Encontré un barco abandonado en una cala cerca de aquí, y perdí la noción del tiempo investigando. –nos explicó, dejando a un lado del refugio todo lo que encontró. –Hay más cosas que nos podrían servir, pero necesito que alguien venga conmigo.
–Voy yo, siempre he querido ir a algún lugar abandonado. –dije con una sonrisa.
–Si no te has dado cuenta, ya estás en un lugar abandonado. –habló Edward con voz aburrida. –Esta isla.
–Muy gracioso. -–e saqué la lengua, y los demás rieron.
–Por mí bien si quieres venir, lo único es que quiero que sepas que hay un esqueleto en el barco.
Cuando dijo eso reinó el silencio durante unos minutos, Roma se cansó de vernos la cara de espantados y fue a beber agua. Las ganas de ir al barco habían menguado en cuestión de segundos, Greg reaccionó y él también quiso acompañarla.
Al final fuimos todos, unos por curiosidad y otros para ayudar a Roma. Cuando llegamos al barco nos sorprendió el estado en el que se encontraba, Roma entró al agua y subió por unas escaleras que habían, nos avisó de que estaban muy oxidadas y tenían el riesgo de romperse, así que subimos uno por uno.
–¿Y el esqueleto dónde está? –preguntó Edward recorriendo la cubierta con la mirada.
–En el segundo piso, pero será mejor dividirnos para buscar mejor. –comentó Roma adentrándose al primer piso.
–Ella al parecer no conoce el miedo, parece un robot. –susurró Flora siguiéndola.
–A mí no me extrañaría, siempre está seria y rara vez sonríe. –murmuró Greg al lado mío.
–Que sonría no significa que esté feliz, puedo estar feliz sin tener que sonreír. –le dijo Roma al moreno, sonriendo de manera victoriosa.
–Te ha cerrado pero bien la boca, Greg. –pegué una carcajada sin ningún pudor.
Bajamos con cuidado por las escaleras, estas chirriaron haciendo que me pusiera nerviosa, ¿Quién me manda a mí bajar a un barco abandonado en medio de una isla? Pero bueno, todo sea por sobrevivir y llegar a casa cuanto antes.
–Bien, vosotros id de dos en dos, yo iré por mi cuenta al sótano. -nos anunció.
–¿Irás sola, Ro? –pregunté algo temerosa. –¿Y si te pasa algo?
–Es un barco abandonado, no creo que me pase nada.
–De todas formas, yo voy contigo. –dijo Flora acercándose a ella. –Me siento más segura si voy con ella, ¿vale?
–¿Ok? –susurró Edward sorprendido.
Al final Flora se fue con Roma, y nosotros tres decidimos ir a dar una vuelta por la cubierta ya que Roma ya había revisado el primer y el segundo piso, a falta del sótano. Entre unas cajas divisé un mango de madera, al tirar de él observé que se trataba de un hacha, algo oxidada pero estaba segura de que Roma le encontraría algún uso.
–A Roma le va a encantar el hacha. –dijo Edward divertido, con una cuerda entre sus manos. –He encontrado una cuerda.
–¡Chicos! –gritó Greg, al otro lado de la cubierta.
Dimos la vuelta y vimos a nuestro amigo con una gran sonrisa, vimos que cogida a un amarre estaba una pequeña barca de madera, era una de esas de salvamento por si acaso ocurría algo. Los tres nos alegramos y quitamos la sábana que cubría la mitad, estaba algo carcomida pero parecía resistente.
–Yo que tú no lo haría. –dijo una voz detrás nuestra, justo cuando Greg se iba a meter en la barca.
–¿Por qué no, Roma? –preguntó Greg algo molesto. –Siempre nos dices qué hacer, tal vez puede que esta barca nos salve y lleve a casa. Me voy a montar.
–Luego no digas que no te avisé. –dijo Roma con aburrimiento y desdén.
Greg se montó en la barca, esta se movió un poco al estar suspendida en el aire pero no pasó nada. Él la miró con una sonrisa llena de orgullo, alzó sus brazos al aire y el suelo de la barca de rompió haciendo que nuestro amigo cayera al agua. Nos acercamos a la barandilla para verlo y Greg nos miró sorprendido desde el agua.
–¡TE LO DIJE! –gritó Roma, yendo a la escalera para marcharse.
Lección aprendida, mejor hacerle caso a Roma o preguntar antes su opinión.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top