Capítulo 6.
—Repito mi pregunta, ¿quién eres y por qué me estas acosando?
No me gusta que piense que la estoy acosando, aunque dada las circunstancias yo también pensaría lo mismo. Vale, la he llamado en dos ocasiones y me quedo mudo apenas contesta. En mi defensa, ella me pone nervioso.
—Esa no es una sola pregunta así que deberías decir mis preguntas, en plural—trato de hacerme el listillo y por el resoplido al otro lado del auricular sé que no le ha hecho ni la menor gracia—. Oye, lo siento, no quería hacerte enojar.
—Pues me estás haciendo enojar más porque aún no respondes mi pregunta—Ella como es terca y orgullosa no utiliza mi corrección.
—Soy el padrino.
—¿El padrino?
—Blake Anderson—explico ante su todo de duda. Un jadeo se escucha y eso sin saber porque me hace sonreír, al parecer si se acuerda de mí.
—Blake Anderson—repite ella como si estuviera asimilándolo.
—Sí, Blake Anderson.
—Entonces, Blake Anderson, ¿cómo conseguiste mí número?
Oh, no pensé mi excusa sobre ello. Guardo silencio tratando de elaborar una pero con los nervios que me traigo nada sale.
—Yo...
—¿Sabes qué? No me importa saberlo. Solo te pediría el favor de que hables luego de que conteste el teléfono, es lo que una persona normal haría. Estaba pensando en serio que eras un acosador.
—Realmente lo lamento, Stella.
—De acuerdo.
Un silencio sepulcral se forma en medio de la línea. Se nota que ella no sabe que decir y yo estoy muy lejos de también saberlo. Mentira, yo sé lo que quiero y eso es invitarla a salir.
—¿Estás en Nueva york?—pregunto como si nada.
—Sí, ¿por qué?
—¿Crees... uhm... te gustaría... yo... quiero decir que...—mi tartamudeo no me deja terminar la oración.
—No tengo todo el día, Blake—aunque aquella frase sea mordaz su tono de voz no lo es, en realidad es un tono dulce.
Extraño.
—¿Te gustaría salir este viernes conmigo?—¡Genial, Blake, te daré una medalla por aquella invitación! Celebra mi conciencia por poder haber formado la pregunta.
El silencio al otro lado es ensordecedor, tanto así que verifico la pantalla para ver si la llamada se cortó, cuando veo que no es así digo su nombre y ella hace un sonidito indicándome que aún está ahí.
—No puedo.
Esas dos palabras derrumban la pared de esperanzas que me había hecho. Soy un tonto, después de cómo me trató era obvio que ella no iba a aceptar. Tal vez los ánimos que me dio mi papá me hicieron esperar demasiado. De pronto en el interior del jeep empieza hacer un calor atroz, tanto así que tengo que bajar y quedarme a un lado de él.
—Oh, entiendo—digo tranquilamente.
—Yo...
—No te preocupes Stella, entiendo.
—No, no entiendes—apenas logro escuchar su susurro—. Oye, Blake, si me gustaría aceptar tu invitación pero este viernes no puedo, estaré volando nuevamente a Montana por... asuntos personales.
—Oh, tal vez...
—Sí, puede ser otro día—Ella termina la idea por mí. La pared de confianza vuelve a reconstruirse bloque por bloque—. ¿Qué te parece el martes de la otra semana? ¿Un almuerzo, tal vez?
—Es una idea estupenda.
Y sí que lo es, algo muy informal que hará que nos conozcamos un poco más entre los dos. Tal vez pueda ver una versión dulce de la fría Stella Foster.
—Entonces nos estamos escribiendo. ¿Este es tu número privado?
—Sí, este mismo es—afirmo bobamente.
—Muy bien. Tengo que irme Blake... Uhm, que tengas un buen día.
—Igual tú, Stella. Y que tengas un buen viaje.
—Gracias, Blake.
Ella termina la llamada y yo no puedo evitar hacer un bailecito de la victoria en el medio del estacionamiento. Realmente, ¿qué edad tengo? ¿Diecisiete, dieciocho?
Un aclaramiento de la garganta hace que deje de hacer el ridículo, me encuentro con los ojos divertidos de mi padre, me acerco a él envolviéndole en un abrazo. Creo que gracias a él me armé del valor suficiente para hablarle.
—Uy, creo que Bam Bam tiene una cita.
—Papá, por lo que más quieras, no me llames así.
Ingreso a la emisora con mi rostro neutral aunque éste va cambiando a medida de que voy avanzando. No me gusta decirlo pero, soy el niño consentido del lugar. Sonrío hacia algunas personas, la recepcionista del edifico, los vigilantes e incluso a los bedeles de la emisora. La señora María, una inmigrante mexicana quien trabaja humildemente como bedel deja la escoba a un lado para lanzarse a mis brazos, muy felizmente la recibo, María es la luz de mis ojos y sin duda alguna daría mi vida por ella. Antes de trabajar aquí estaba en las calles en condición de indigente, nadie le quería dar empleo por su avanzada edad, además ella aún no comprendía el idioma. Todas las mañanas la veía a una cuadra de mi edificio muriendo de frío hasta que vi que un idiota trataba de robar un pequeño bote de sopa que alguien le había regalado, no pude quedarme de brazos cruzados e intervine, desde ese día se convirtió en parte de mi vida.
—Mi niño, te extrañé un montón.
Afortunadamente, luego de tres años de clases pagadas de inglés, ella ya lo domina perfectamente. Es algo por lo que estoy muy contento, ella ahora tiene un pequeño apartamento y un trabajo con buena paga, lo que le permite enviarle un poco de capital a su familia en la república mexicana.
—María de mis ojos, yo también te he extrañado demasiado.
—Dime que en ese viaje tuyo conociste a una bonita chica—Siempre me salía con lo mismo, me separo de ella y la miro directamente a los ojos.
—¿Por qué tanto afán para conseguirme una pareja?
—Porque quiero verte feliz, mi niño.
—Yo soy feliz.
—Está bien, no tocaré más el tema—Ella suspira mientras niega con su cabeza—. ¿Cómo estuvo la boda?
—Muy bonita, Theo te manda saludos, por cierto.
María fue otra de las invitadas para la boda de Theo y Sammy pero no asistió debido al trabajo, ella necesitaba cada centavo de su sueldo y aunque yo me ofrecí a pagarle todos los días que no estaría en su puesto de trabajo, ella lo rechazó totalmente.
—Estoy tan feliz por el niño Theo.
—¿Cómo van las cosas por la emisora?
—El ogro no deja de estar malhumorado, de resto las cosas van muy bien—río por aquel comentario.
El ogro es Richard, el socio mayoritario y director de la emisora, la mayoría del tiempo está con su ceño fruncido. Ahora empiezo a considerar que puede ser familiar de Stella, puede que no esté muy lejos de la realidad.
—¿Ha despedido a alguien en el poco tiempo que he estado afuera?
—A Fran, pero él regresó a las dos horas porque el ogro no sabía usar la impresora, poco después lo volvió a contratar.
Típico.
—De acuerdo, iré a hablar con él—beso su dulce mejilla—. Nos vemos luego, hermosa.
—¡Me sonrojas, mi niño!
Sonrío mientras me alejo de ella, camino por los pasillos saludando a algunos técnicos de sonido y locutores conocidos hasta llegar a la oficina de Richard Mason. Doy tres golpecitos en la puerta a pesar de escuchar los muy habituales gritos que llegan a mis oídos. Cuando se me da la orden abro la puerta encontrándome con la escena de que Fran está siendo regañado por quien sabe qué cosa. No entiendo como ese chico sigue volviendo, o es que tiene una paciencia increíble o es que es un masoquista.
—¡Lárgate, no quiero seguir viendo tu cara!—chilla Richard en su silla de oficina—. ¡Y la próxima vez no uses Arial número doce en mis documentos! ¡Fuera!
Fran pasa por un lado mío regalándome unos ojos en blancos, yo contengo mi risa. Fran a pesar de todo le da gracia el asunto.
—¡Blake Anderson, mi empleado estrella!—exclama con su inusual tono de voz.
Richard no habla... él grita. Sinceramente pienso que tiene problemas auditivos.
—Hola, Richard.
—¿Cómo te encuentras? ¿Cómo estuvo la boda del traidor, se habrán cumplido mis deseos y la novia lo dejó plantado en el altar?—pregunta con deje de rencor en su voz.
—Que feos deseos, Richard.
—Ese hijo de puta algún día pagara las que me debe.
Ustedes se preguntarán, ¿qué le debe Theo a Richard? La respuesta es una camisa de los Yankees de Nueva York firmada por todo el equipo del ochenta y nueve que se encontraba en una venta de garaje y que Theo tuvo la oportunidad de comprar por diez dólares. La cosa es que Richard había visto la camisa primero pero no pudo comprarla porque estaba esa día algo atareado, se lo comentó a Theo y pues... la compró para él. Ahora Richard le hace la vida imposible a Theo cada vez que lo ve.
—Pues hasta ahora él está muy bien, ama a su esposa y según ambos están practicando en hacer un bebé—digo hacia el molesto Richard—. Deberías ser feliz, puede que te conviertas en tío.
—No quiero tener nada que ver con Brown y menos si es una pequeña personificación de él.
—De acuerdo, le mandaré tus buenos pensamientos—menciono irónicamente. Decido cambiar de tema—. Escuché que has despedido a algunas personas.
—Es mi día a día, muchacho. No quiero hablar sobre algo que hago todos los días con diferentes personas.
—¿Lo harías conmigo?—inquiero curioso ya que él nunca me ha amenazó con despedirme.
—¡Por supuesto que no! ¡Eres mí empleado estrella! ¡La emisora no sería lo mismo sin ti!
Entrecierro mis ojos. Sí, soy el consentido de la emisora y por ende también soy el de Richard, pero él nunca—en serio jamás—, haría tantos elogios en una misma oración.
—¿Qué quieres?—tenía que preguntarlo, este señor quiere algo de mí.
—¿Yo?—La manera en que exagera esa palabra de dos letras me hace sospechar aún más—. Nada, Blake.
—Quieres algo—aseguro.
Veo como las pupilas de Richard se agrandan y disminuyen en varios ocasiones, él está nervioso. Eso significa que el favor que me va a pedir es gigante.
—Mira Blake, los ratings van de mejor en mejor. Los radioescuchas está emocionados con los programas que hemos creado y en los que tu trabajas son los más aclamados por ellos—No tenías que decirlo, Richard, eso ya lo sé. Pienso—. Todos están consiente que tu produces Good Morning, New York y que eres el técnico de sonido de It's better with music, así que se me ocurrió algo...
—Tus ideas son muy malas.
—¡Hacer una encuesta en las redes sociales!—exclama él ignorando mi comentario. Mis manos empiezan a sudar.
—¿Qué preguntaron?
—Fácil, que si les gustaría escucharte en el programa nocturno...
—No.
—Un noventa y siete por ciento dijo que si, Blake.
—No—vuelvo a negar.
—¿Sabes lo bueno que sería eso para la emisora, para tu vida profesional, Blake?
—¡He dicho que no! Punto y final—me levanto de mi asiento y camino hacia la salida antes de que Richard me llame—. ¿Qué?
—Solo piénsalo, ¿sí? Te daré todo el tiempo que necesites. Pero es tiempo que dejes ese mal día en el pasado Blake Anderson, no quiero que eches a perder toda tu carrera.
—Aún sigo ejerciendo.
—Pero no lo que amas, Blake. Si no haces lo que amas nunca serás feliz.
Esas palabras duelen, y más porque ya es la segunda vez en la semana que me las dicen.
¡Y aquí estamos con el otro capítulo! Espero que realmente les guste.
Recuerden que va un poquito lento al principio para darle forma al libro ;)
Nos leemos el próximo jueves :)
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