Capítulo 19.

Hace años pensaba que los labios de Alana Williams eran los últimos que besaría, incluso me burlaba de los demás por no tener una mujer como ella, yo era el maldito afortunado que tenía el corazón de Alana. Después del incidente y luego de entrar en ese pozo oscuro sin fin me dije que solo tendría aventuras de una noche. Tuve muchas, solo sexo ocasional, trataba de que mis labios no tuvieran nada que ver con alguna de esas mujeres.

Hasta ahora.

Stella me sujeta fuertemente de la camisa mientras devora mis labios como si no hubiese un mañana, yo no me quedo atrás e introduzco mi lengua en su cálida cavidad saboreando todo de ella, tanto que me hace delirar. Mis manos escurridizas pero, sabiendo lo que hacen, se escabullen por su espalda bajando delicadamente hacia el sur, justo en sus muslos, con un impulso ella rodea con sus piernas mi cintura, camino con dificultad hacia el sofá y me siento dejándola a ella sobre mi regazo. La presión en mi pantalón sabe que si no detengo lo que está pasando en este momento, puede que Stella Foster no salga de mi cama por los próximos tres días.

Reuniendo todas las fuerzas posibles, la alejo con delicadeza. Ambos respiramos como si fuese la cosa más difícil del mundo. Sus labios y sus mejillas sonrojadas por poco me hacen caer nuevamente en la tentación, pero me hablo a mí mismo.

No, no debo hacerlo. Aún no.

—¿Qué pasa?—pregunta ella entre jadeos.

—Te hice sonrojar.

Ella me mira atentamente, calmando su respiración en el proceso y sin más suelta una estruendosa carcajada. No quería que este momento se volviera incómodo, realmente quería que todo fuera natural y mi cerebro se conectó muy tarde con mi boca soltando la primera cosa estúpida para que no hubiera tensión de por medio.

Los ojos de Stella, brillantes—Tal vez por excitación o alegría—, me inspeccionan. Una bonita curvatura surge en sus labios; mi mente y mi corazón me dicen que esa es la mujer más hermosa que he podido conocer.

—Ese sonrojo no cuenta.

—¿En serio? Creo que nunca acordamos que tipo de sonrojo sería, solo debías estarlo por mi causa.

Sus linda perlas se asoman, acerca su rostro y picotea mis labios para después seguir sonriéndome.

—Tú mismo lo dijiste, debía ser por tu causa y si no mal recuerdo, yo fui quien te besó.

—No puedo discutir con esa respuesta—Acaricio suavemente su mejilla, todo mi ser queriendo decirle lo mucho que me gusta—. Eres hermosa.

—Entonces, si soy tan hermosa, ¿por qué nos detuvimos?

—Porque no quiero que pienses que esto es solo de una noche.

Desliza su mano por mi pelo, dejando que éste se enrolle un poco por sus largos dedos. Cierro mis ojos disfrutando de la sensación, ella me relaja, me hace sentir... vivo. Siento sus labios en mi oreja y la suave caricia que hace su respiración contra ella.

—No lo pienso, Blake—besa el lóbulo de mi oreja—, quiero esto.

—¿Por qué?

¿Realmente dijiste eso, Blake? ¿Quién en su sano juicio cuestiona a una mujer por querer tener sexo contigo?

—Uhm... creo que porque quiero—vuelve a besarme en los labios—, porque me excitas, porque no paro de pensar en ti, porque me llamaste mil veces para conseguir una cita, porque nunca te rendiste, por cada conversación que tuvimos, por cada sonrisa que me sacaste, porque eres tu Blake Anderson, Bam Bam, porque tú me estás volviendo loca y seriamente no sé si eso es bueno.

No necesito alguna otra palabra para reaccionar, vuelvo a besarla con ímpetu, como si fuera la última vez que la vería. Deslizo mi palma por debajo de su camiseta haciendo un suave recorrido por su columna vertebral mientras siento como ella desliza las suyas sobre mi abdomen, acariciándome con delicadeza. Cuando mis dedos hallan el broche de su brasier no lo pienso demasiado, tomo el borde de su camisa y la deslizo fuera de ella, para poco después dedicarme al molesto pedazo de tela que cubría sus pechos.

Al estar completamente desnuda de la cintura para arriba me alejo, la observo con hambre. Tomo uno de sus pechos y acaricio con lentitud ese bulto color rosa que forma su pezón, ella suelta un gemido al contacto, levanto la mirada enfocándome en sus ojos llenos de promesas no pronunciadas.

—Eres una diosa.

Impresionantemente ella enrojece, la primera vez que una de mis palabras logra una reacción positiva en sus mejillas. Es ahí cuando todo se vuelve un borrón y poco tiempo después la tengo apoyada sobre la cama, ambos desnudos, besándonos, acariciándonos como sino hubiera un mañana. Estiro un brazo hacia mi mesita de noche, separándome un poco de ella, abro la gaveta encontrándome rápidamente con mi caja con calcomanías de Pedro Picapiedra, al parecer Stella se percata de ella porque la escucho reír aún debajo de mí.

—¿Por qué...

—Menos charla, más acción.

—Lo que usted diga, señor Bam Bam.

—¿Nunca superaras ese apodo, no?—pregunto mientras rompo el paquete de aluminio con mis dedos y envuelvo mi pene con el condón.

Ella niega mirándome divertida—. Nunca dejaré de llamarte de esa manera.

—¿Incluso cuando te lleve al borde del orgasmo?

—Eso es seguro.

—Pues creo que vamos a averiguarlo.

—Eres un...—No le doy tiempo de terminar su oración cuando ya me estoy sumergiendo dentro de ella—. Oh Dios.

Caliente, húmeda, apretada. Dios, joder, es perfecto. Empujo dentro, fuera, dentro, fuera, dentro y fuera, mi ritmo va aumentando poco a poco hasta tenerla suspirando y gimiendo mi nombre una y otra vez. Nunca pensé que escucharla decir mi nombre entre gemidos iba a ser tan gratificante, tan... emocionante. Stella Foster me está teniendo en cuerpo y en alma y no me estoy oponiendo a eso, porque no quiero, pero estoy muy claro que lo que sí quiero es a ella.

—Oh, ¡Blake!

Solo eso faltaba para que explotara, dejándome ir junto a ella, escucho mi ritmo cardiaco acelerado en mi cabeza y a su vez escucho como las respiraciones rápidas de Stella van disminuyendo lentamente. Me deslizo fuera de su interior y corro al baño como puedo, me deshago del condón y no pasa mucho tiempo cuando estoy dentro de las sábanas junto a ella. Atraigo su cuerpo desnudo al mío, dejando un beso en su frente. Apoya su cabeza sobre mi pecho y luego sus grandes ojos marrones están atentos en mi rostro.

—La primera cosa que me llamó la atención de ti fue la manera en que mirabas a Theo—masculla mientras traza con sus dedos mi pecho, aun mirándome a los ojos—, pensé "Diablos, este chico admira al idiota suertudo de Theo". Me parecía absurdo considerando que Theo es realmente un idiota, le quiero, un montón, pero tiene miles de defectos.

—Como todos los seres humanos.

—Y ahí está el Blake que me llamó la atención. Por más que una persona te haya hecho daño o se lo haya hecho a alguien más tú estás ahí para seguir contando las buenas cosas que esa persona pudo haber realizado.

—Mi madre era así—me encojo un poco de hombros restándole importancia—, me enseñó que siempre hay que darle segundas oportunidades a las personas, por más mierda que hayan sido.

—Y admiro eso de ti, solo que hay que saber escoger a quien darle esas segundas oportunidades, no queremos que haya terceras o cuartas.

—¿Por qué no?

—Porque el ser humano es egoísta y pueden aprovecharse de tu gentileza.

—¿Tú te aprovecharías de mi gentileza?

Stella se sienta en la cama, dejando sus pechos al aire, sin importar que la viera. Me encanta eso, algunas mujeres pueden ser tímidas en ese asunto, me parece absurdo considerando que ya le había dado una gran inspección luego del sexo.

—Podría hacerlo—ahora es turno de ella de encogerse de hombros.

Quiero dejar esa conversación atrás por lo que imito su postura sentándome frente a ella posando mi mano sobre su cuello y acariciando su labio inferior.

—Pasaron dos cosas importantes esta noche.

—¿A si, cuáles fueron?

—Te hice sonrojar—ella abre su boca para hablar pero apoyo mi dedo índice sobre sus labios—, shh, no puedes negármelo. Lo segundo es... que no pudiste mantener tu palabra.

—¿Y cuál palabra fue esa?—interroga divertida.

—Dijiste que nunca dejarías de decirme Bam Bam, incluso si te llevaba al borde del orgasmo y sin embargo, gemiste una y otra vez Blake.

Sus ojos divertidos me observan, muerde mi dedo que aún se encuentra posicionado sobre su labio y luego me sonríe pícaramente.

—Pues creo que deberíamos corregir eso, ¿no crees?

Y no dejo que pase otro minuto para tenerla nuevamente debajo de mi cuerpo.



Despierto algo confundido con el sonido de la licuadora en la cocina, observo como la ventana de mi habitación deja pasar los rayos del sol, fulmino con la mirada a las cortinas por no estar cubriendo el ventanal. Me doy vuelta quedándome recostado sobre la espalda y toma todo de mí para levantarme del colchón. Tomo unos calzoncillos limpios del armario antes de dirigirme a la cocina.

Lo primero que veo ahí son las rodajas de pan que están dentro de la tostadora y como si fuera un imán mis ojos se desplazan a ese precioso culo apenas cubierto por una de mis camisas del trabajo. Las hebras castañas de Stella están sueltas acariciando su espalda, su brazo se mueve con fuerza mientras bate algo en un bol, supongo que son huevos y lo confirmo cuando deja caer el contenido batido en un sartén caliente. Apaga la escandalosa licuadora que se encuentra a su lado y procede a servir su contenido en dos vasos de vidrio.

Me acerco cuidadosamente a ella, en silencio, abrazándola por la espalda. La escucho reír, haciendo que mi pecho se infle de orgullo por tener a una mujer como esa en mi cocina.

—Buenos días—digo abrazándola por la espalda y escondiendo mi rostro entre la curvatura de su hombro y cuello inhalando su dulce olor—. Hueles exquisito.

—¿Voy a tener que preocuparme con un fetiche raro de olores?

—Uhm... no lo sé, hueles demasiado bien, tal vez empiece a tener un fetiche raro de olores de Stella.

Ella se da la vuelta quedando encerrada entre mi cuerpo, brazos y la encimera de la cocina.

—Gracias por hacerme sentir tan especial anoche.

—No—niego con la cabeza—, fuiste tú la que me hizo sentir especial anoche. Puedo decir con seguridad que fue la mejor noche de mi vida.

—Eso es lindo de escuchar—besa rápidamente mis labios y luego me regala una hermosa sonrisa—. Ahora dame un permiso, hombre de la radio, debo terminar un desayuno.

—No tienes que hacerlo, ¿lo sabes?—informo mientras la libero de mi jaula humana.

Stella se acerca a la cocina y dándome la espalda dice—: Lo sé, pero quiero hacerlo.

Después de desayunar un maravilloso revoltillo con rodajas de pan tostadas y un jugo natural, volvemos a mi habitación para ver una película. Por primera vez desde hace seis años me reporto enfermo y Stella sigue mis malos pasos cancelando una reunión que tenía prevista para esta mañana, todo por quedarse conmigo.

Acaricio su espalda mientras vemos la tonta película de terror que no puede tener más efectos irreales que no causan ni un poco de miedo, incluso Stella ríe por algunas escenas que son obviamente muy mal elaboradas.

Una idea se me viene a la cabeza y no es hasta que los créditos de la peor película que he visto en mi vida empiezan a aparecer en la pantalla que me dirijo a Stella.

—Oye.

—Dime—Sube su rostro sobre mi pecho para verme a los ojos.

—¿Si vas a ser mi decoradora de interiores?

Ella rompe en carcajadas, se sienta sobre mí y me regala una mirada provocativa.

—Lo siento, Bam Bam, no me enrollo con clientes. Y, ¡Oh! Tampoco hago clientes con los que me enrollo.

¡HOLAAAAAAAAAAAA! 

Luego de que se venciera mi cuenta Netflix me puse a escribir y voilà, aqui está el capítulo. Por cierto, ¿una alma pura que me quiera prestar su cuenta de Netflix para terminar de ver una serie? ¿Nadie? Ay xD

Bueno, esta es una de las pocas escenas de sexo que alguna vez he escrito, acepto criticas constructivas xD ¿Qué tal les ha parecido el capítulo?

Capítulo dedicado a Mica, espero que te haya gustado <3 Recuerden que dedico a todos los que voten y comenten :)

Nos estamos leyendo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top