CAPÍTULO 2: ESPERANZA

CAPÍTULO 2: ESPERANZA

Sebastian llegaba al cementerio vestido de luto. Sus gafas de sol pretendían esconder las lágrimas que supuestamente había dejado salir por la muerte de su “amigo”. Todo estaba planificado y sólo esperaban que saliera bien.

Lo primero que vio cuando llegó al lugar donde enterrarían a Cooper Anderson fue a un apuesto joven llorando desconsolado en los brazos de otro chico rubio. Eso no era bueno, podía suponer problemas.

Después del entierro muchas personas se acercaron a Blaine. Todos le dedicaban palabras vacías y faltas de sentimiento de verdad. Smythe notó que todo era muy falso y que el moreno no estaba para nada cómodo. Él prefirió quedarse esperando para ser el último en acercarse.

– Siento mucho lo que ha pasado. No me puedo creer que Cooper ya no esté aquí. – El castaño dijo cuando se acercó al ojimiel.

– Gracias.

El ojiverde comenzó a alejarse pero se volvió tras cuatro pasos.

– Por cierto, Squirrel... ¡Blaine! Lo siento, tanto escuchar a Coop llamarte así... Lo que quería decir es que, si necesitas cualquier cosa, puedes contar conmigo. Sé que Coop querría que te cuidara.

– Realmente conocías a Cooper, ¿verdad? ¿Cómo te llamas?

El más alto tuvo que esforzarse en reprimir la sonrisa que le había causado esa frase. Había conseguido llamar la atención de su víctima.

– Sebastian y sí, conocí a Coop, era un gran hombre... Si necesitas algo, llámame.

El ojiverde volvió a intentar alejarse pero el moreno lo detuvo. El menor estaba intrigado ya que pensaba que el castaño era la única persona que realmente amaba a su hermano y no estaba con él por el interés.

– No tengo tu número. No sabría como localizarte.

Intercambiaron sus números de teléfono antes de que se fuera.

***

– ¿Qué tal ha ido? – Preguntó Kurt cuando su novio llegó al hotel donde se alojaban. Habían tenido que mudarse a Westerville, Ohio. Seguían buscando una casa en el lugar. El ojiazul estaba tumbado en la cama.

– Mejor de lo esperado. ¡Me dio su número! – Sebastian estaba emocionado mientras se tumbaba en la cama. Hummel se acercó a él y lo besó.

– Sigo pensando que yo sería mejor para el papel de marido despechado y tú para el de amante.

– Tú te casaste con Chandler. Nosotros no cometemos delitos, por lo que no suplantamos identidades. Si alguien de su entorno te investiga, sabrá que te casaste y te divorciaste de esa cosa rara. – El ojiverde arrugó la nariz. – Podrían descubrirnos... Lo mejor es que no nos descubran.

– Eres muy temperamental. No creo que aguantes, necesitarás una paciencia que no tienes.

– Siempre te ha gustado que sea impaciente. – Smythe dijo rodeando a su amante con sus brazos y colocándose sobre él para besarlo y entregarse a él.

***

El móvil de Sebastian despertó a la pareja que descansaba tras su noche de pasión.

– ¿Diga? – El ojiverde preguntó con voz ronca.

– Sebastian, soy Blaine.

– ¡Blaine! ¿Puedo hacer algo por ti?

– Los abogados de mi hermano me han pedido que recoja unos papeles del apartamento de Cooper para empezar a solucionar todo. He intentado posponerlo pero no me han dejado. No creo que pueda ir sólo allí y Sam... Él no me puede acompañar. ¿Te importa? – A pesar de que el castaño no lo podía ver, se lo imaginaba sonrosado y con la mirada baja, totalmente avergonzado.

– Claro. ¿Nos vemos allí o te paso a buscar?

***

Blaine y Sebastian entraban en la casa que había pertenecido a Cooper y su esposa y que pronto sería del moreno. La cara del más bajo reflejaba el dolor que le producía estar allí.

– ¿Necesitas algo? – El castaño dejó las cajas vacías en el suelo y apoyó su mano en la parte baja de la espalda del menor.

– Un poco de agua. Voy...

– No, voy yo. Quédate aquí o siéntate, no te preocupes. Yo te cuido, es lo mínimo que puedo hacer.

El ojimiel asintió con las lágrimas amenazando por salir de sus ojos antes de sentarse en el sofá. El más alto caminó directo a la cocina. Había visitado con Kurt una casa igual a esa y sabía que no habían reformado nada por lo que sabía donde estaban la cocina y el salón. Podía imaginarse cuál era el dormitorio principal pero no estaba seguro. Le llevó el vaso al más bajo y éste lo bebió entero de un trago.

– ¿Nos ponemos a recoger lo que quieres sacar de aquí? Cuanto antes empecemos, antes acabaremos. – Preguntó el ojiverde.

– Sí. Trae las cajas.

El mayor hizo lo que le había pedido mientras Anderson movía un cuadro de la pared para mostrar la caja fuerte. Introdujo una combinación y ésta se abrió. Allí había algo de dinero, joyas y documentos. Lo metió todo con mucho cuidado en la mochila que llevaba. Luego seleccionó varios objetos que formaban parte de la decoración, una foto familiar, un par de libros, una figura pequeña de mármol... Todo iba a una caja.

– Hay objetos más valiosos que estos... ¿Por qué has elegido esto? – Smythe sacó una caja de madera tallada.

– Muchas de esas cosas no valen cincuenta dólares para la mayoría pero para mí tienen un valor sentimental inmenso. Dinero... Eso tengo más del que jamás pueda gastar pero lo que busco es recordar el amor que mi familia me tiene... O me tuvo...

Sebastian dejó la caja y se acercó a Blaine para abrazarlo. El moreno se dejó consolar, se sentía bien entre esos brazos. No entendía como un chico heterosexual podía ser tan cariñoso con él pero no le importaba.

***

Kurt llegaba a la inmensa mansión en la que vivía Blaine Anderson. Había encontrado una oferta de trabajo y pensó que era la mejor manera de acercarse al moreno.

– ¿Kurt Hummel? – Un chico moreno de ojos azules preguntó.

– Sí, soy yo.

– Soy Elliot Gilbert, jardinero del señor Anderson. Si te acepta en el puesto, seré tu jefe.

– Encantado.

Se dieron la mano para saludarse y el más alto lo dirigió hasta el despacho del ojimiel. Después de presentarse el más bajo le hizo una serie de preguntas y le dijeron que le llamarían cuando se decidieran por un candidato.

Para su fortuna, Sebastian se enteró de cuales eran los mejores candidatos y consiguió hacer desaparecer toda la información sobre ellos, dejando a Hummel como la mejor opción. El plan marchaba según lo previsto.

***

Hunter llegó a la casa del cuñado de su hermana. Necesitaba hablar con él. Entendía que ella le hubiera dejado su parte de la herencia a él ya que ellos no tenían relación pero eso no implicaba que los problemas desaparecieran. Entre los dos debían dirigir tres empresas de las que eran propietarios al 50% cada uno. Después de un saludo cordial y de llegar a unos acuerdos sobre su situación empresarial, la conversación se volvió personal.

– Siento mucho lo de Cooper. Sé que estabais muy unidos. – El castaño comentó.

– Yo también siento lo de Maggie.

– Ella y yo no nos llevábamos bien, somos muy diferentes.

– Ella te quería, de verdad y quería lo mejor para ti. – Blaine le explicó.

– Lo sé, es sólo que... Me habría gustado no cometer el error de alejarme de ella. Ahora lo único que puedo hacer es encargarme de cuidar a su única familia viva.

– No tienes que hacerlo.

– Pero quiero hacerlo. – Clarington miró a Anderson. Si había algo que en ese momento pudiera hacer por su hermana, era encargarse de que la persona que había formado parte de su vida no sufriera. Él lo cuidaría y se encargaría de que nadie se intentara aprovechar de él, porque estaba convencido de que alguien intentaría acercarse con intenciones puramente económicas. Lo que él no sabía era que el peligro estaba más cerca de lo que creía...

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