03
Las cosas suelen ser espontáneas en la vida de Todoroki Shoto porque casi nunca encuentra específico interés en su ser o alguna cosa, y ahora de forma enérgica caminaba al comedor sólo porque habia quedado con Uraraka el comer pan dulce. Extraño, pero cómodo para él.
Cruzó el umbral de la puerta y con el rabillo del ojo logró mirar el cabello blanco de su madre cruzando detrás, el dolor en su pecho le hizo detenerse en seco, de nuevo esa dimensión desconocida trepaba por su cuerpo.
El aire se iba de sus pulmones, las paredes se extendían y el techo se deformaba causándole nauseas.
Abrió los labios para meter una gran bocanada de aire para no morir, el hielo parecía congelar sus pulmones y entonces...
Se esfumó tan rápido como el viento de otoño.
—¡Compré cuatro panes, seguro pensarás que son muchos o que soy una glotona, pero dos son para ti, pero, sí no quieres el tuyo no tengo ningún problema con comermelo! —, la enfocó incrédulo. Ahí estaba: ese asfixiante olor a café de Liverpool, ese rosa chillón en las mejillas, esas palmas gatuna sosteniendo con cuidado de no hacer flotar los panes. Si, ahí estaba ella, ahí está, el búho, el jodido búho mirándolo con esos enormes ojos como si pudiera ver a través de él.
El aire al fin recorrió toda su vía respiratoria. —¿Estás bien? —la voz lo hizo salir del frasco y pestañeó varias veces, se volvió consiente de su entorno y notó la atención que estaba recibiendo por su reciente ridículo espectáculo.
Ella se paró de puntas para llegar a mover el cabello de Shoto que cubría su mirada iracunda. Tragó por inercia al ver sus pupilas crispadas además de que su piel estaba helada.
—Vamos a la enfermería —sentenció empujandolo fuera de la cafetería.
Toda ésta ascena fue espectada por todos los alumnos en el comedor, unos sólo susurraban y otros tenían la boca abierta. Les causaba asombro pero de aquél morboso que ensucia la mente, preguntando sí él anhelado Todoroki compartía saliva con la tierna Uraraka. Con afán la mayoría miraron a Izuku Midoriya, quien sólo miraba intrigado la puerta con preocupación, pues para él es obvio que un alma tan caritativa como Ochako sólo tenía intensión de ayudar y jamás dudaría de ella, sumado a que ellos no podían ayudar a Shoto, pues había un enorme témpano de hielo que él mismo bicolor había sembrado frente a ellos.
—Íbamos a comer pan dulce.
Pretextos, pretextos y más pretextos, era lo que siempre decía Todoroki cada que iban rumbo a la enfermería;
—¡Podemos comerlo en la enfermería!
Eso no es nada romántico, pensó Shoto en su cabeza, abrió los ojos y recapituló una y otra vez esa frase:
—No sería nada cómodo —corrigió para él solo. Pero sentía calor ¿Por qué?
Pensó mejor, era el verano o quizá el otoño en sus mejillas, se dio la vuelta a mirar a Uraraka para esperar una respuesta a una pregunta que ni siquiera había pronunciado.
—¿Por qué te detienes? —refunfuñó mirando enojada la cara de Todoroki, le dolía el cuello de tanto estar mirando hacia arriba, era tan alto o ella demasiado baja?
Había verano y otoño en la piel de sus mejillas ¿por eso sentía ese calor, por haber pensado aquello, por mirar al búho a los ojos?
Sentía que sudaba. No podía quitar su mirada de sobre la de ella.
De un salto la chica se alejó avergonzada, roja de la pena y sudorosa de los nervios, luchando por no activar su torpe quirck ante emociones impredecibles.
Bendito todo ser sobre la tierra. Estaban frente a la enfermería.
—¡Todoroki-kun, ya llegamos, entra! —chilló señalando la puerta, abriendo de inmediato y entrando, todo se le estaba saliendo de las manos, sentía que todo le quemaba, se estaba convirtiendo en una mujer obscena y era lo último que le faltaba. No tenía tiempo para tortolear, tiene trabajo duro que hacer.
Shoto se sentó en la camilla, no le dio oportunidad de hablar y de inmediato le dio sus panes dulces, se sentó y comenzó a comer mirando el suelo.
—Has estado muy raro en estas últimas semanas —habló seria. No quería sentir que debía cuidarlo. —¿Pasa algo?
¿Pasaba algo? Se cuestionó abriendo el pan, olía demasiado azucarado, no le gusta el azúcar. Miró a Ochako.
—¿Qué hacías en mi habitación esa noche?
Ella apretó el pan nerviosa y lo miró acusatoria, —No me cambias el tema, todos te ven estar a punto de desmayar-
—Responde lo que te pregunto.
Y de nuevo esa neutralidad aplastante, se estaba enojando. Odiaba que tomara el control tan rápido, así que pensó en algo que no dejara más épice de curiosad. Lo miró a los ojos tan intensamente como pudo y tomó aire:
—Me gustas. Así que fui a cuidarte porque eres genial —ni un titubeo, sólo sus mentirosos labios, su cambiante mirada y su talento de actriz.
Se levantó rápido y salió de ahí, él no la siguió era de esperarse.
Corrió por los pasillos y se detuvo antes de llegar a su salón, había metido la pata en grande, ojalá ese lado muerto de él no echara de cabeza sus planes, miró por la ventana, ahí estaba Izuku, su objetivo más cercano y después buscó a Bakugou. Tres enormes puntos de apoyo muy difíciles de flanquear.
—Todoroki —murmulló mordiendo sus uñas.
Qué debía hacer, se quedaba sin tiempo.
Ay no, estaba nerviosa, temblaba y sudaba frío, alejó su pulgar de sus labios y sopló ante el ardor.
—¿Ochako-chan, pasa algo?
Frunció el seño y miró a Asui seriamente y después hacia el salón.
La rana no dudo en seguir la mirada de Ochako, y ahí estaba, ese bastardo hijo de puta astuto, con su mirada asesina analizando a ambas chicas. Bakugou Katsuki, tenían que sacarlo de la jugada rápido.
Era una lucha interna, como si dos arcaicos gatos estuvieran a punto de iniciar una pelea. Intercambiando miradas de advertencia.
¿Qué advertencias?
Entraron al salón y se fueron a sus lugares. Asui continuó normal sacándole plática a Yaoyorozu, Ochako lo intentó.
Al rato llegó Todoroki y ella ya no podía guardar la cordura, rogaba que no tomara cartas en el asunto. Lo miró de reojo y la mirada heterocromatica la esquivó.
¿QUÉ?
Lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné , lo arruiné, lo arruiné , lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné, mormullaba.
—Eres igual de rara que ese puto nerd.
Salió de su trance y no logró controlar la mirada inyectada de enojo que devoró a Katsuki.
Abrió de más los ojos y por inercia la comisura de sus labios, no esperaba eso de una estúpida como esa cara de pelota. Estaba anonadado. Recobró la compostura y volvió a mirar al frente.
—Perdón, definitivamente hoy no es mi día, Bakugou-kun —dijo nerviosa mirando su escritorio. Él la ignoró obviamente.
El agua estaba poniéndose muy turbia, miró a Izuku quien estaba mirandola en secreto, le regaló una enorme sonrisa, ganándose como respuesta un pecoso avergonzado color de las fresas.
Bien, manos a la obra, festejó la castaña en sus adentros.
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