01
Si había una palabra que describía a Todoroki en ese momento era miserable.
Despertó confundido tendido en la cama de un hospital, enfocó el suero que estaba en intravenosa mientras caía lentamente, le dolía la cabeza que estaba llena de vendas y estaba rodeado de curitas y gasas en toda su piel. Si, miserable, así se sentía, derrotado y cansado.
Suspiró rendido para después escuchar el click de la puerta, por favor no, pensó. La primera cara que vio fue la de Izuku, victimario como siempre, creyendo que es el centro del mundo y por eso toda responsabilidad le concierne, ahí,disculpándose por no ser suficiente.
Después casi todo el salón ya estaba dentro, mirándolo con lástima y preocupación exagerada. Tantas voces al mismo tiempo lo estresaron un poco y más la de Izuku dándoselas de protagonista.
—Lo siento, Todoroki-kun si solo fuera más fuerte...
Y el discurso lo hizo respirar pesado.
Sólo ese minuto más de exhalación hizo a Ochako enfocar al bicolor con aquellos ojos de búho que de vez en cuando intimidaban a Shoto. Ni un segundo duró en no meterse entre él y Deku con esa personalidad entrometida de siempre.
Agitó las manos con energía y nerviosismo —yo digo que deberíamos dejarlo descansar, no es así? —Izuku la miró sorprendido y todos voltearon a ver a Tenya, quien acomodó sus lentes afirmando.
El delegado de la clase a hablado y todos salieron en un segundo.
—Ochako.
La voz neutral y helada hicieron a la chica detenerse en seco y voltear con una enorme sonrisa fingida, estaba nerviosa, a pesar de que Todoroki era muy soñado por todas y andaba siempre en sus labios jamás tuvo contacto directo con él hasta ahora. —¿S-si?
De nuevo esos enormes ojos de búho indagando sin vergüenza sobre su rostro lleno de vendas. —Gracias.
El leve rosa avivó sus mejillas, la sonrisa fingida se fue y se sustituyó por una pequeña y sincera. —No te preocupes.
A lo lejos el llamado de Izuku la hizo despedirse con la mano, antes de cerrar la puerta Shoto miró su espalda, marcada por una playera ridícula de un gato en el espacio, muy pequeña para su cuerpo, se quedó en su mente ver que tenía más músculo de lo común en una mujer, gajes de pelear cuerpo a cuerpo.
Bajó un poco más la mirada y de inmediato la desvió.
La puerta se cerró y el silencio volvió a su sitio.
Miró sus manos y se recostó cómodamente.
El recuerdo cruzó su mente como si lo estuviera viviendo de nuevo;
Su confusión lo hizo caminar chueco, sabía que aún no estaba listo para ver a su madre. Claro que no había sanado aún, que tu madre queme la mitad del rostro no se olvida de la noche a la mañana, ni en un año o dos, ni en tres, ni en diez, quizá nunca.
Pero ahí estaba, haciéndose el valiente como le enseñan a los héroes.
Entró tranquilo aunque por dentro colapsaba, creía que forzandose a eso podría salir de esa penumbra, pero no.
En cuanto esa mirada insípida color gris se posó sobre él, pudo ver el terror, la angustia y la culpa.
Ella obligada sonrió, fingiendo no mirar el rojo en su cabello bicolor, fingió acariciar su cicatriz con benevolencia. Y ahí fue donde el delgado cristal lleno de fracturas explotó en un segundo, donde ella no aguantó más la repulsión y se alejó como si mierda tocara, como si fuera el ser más sucio sobre el mundo. Intentó no darle importancia, intentó, porque cuando ella procuró reparar su error intentando de nuevo tocar esa llaga, tragando su asco y repudio. Él simplemente no lo toleró, su quirck se activó y la mano de su madre estaba al rojo vivo.
Se atrevió a mirarlo con miedo
¿Por qué? Si quien la dañó fue su padre, no él. Incluso aquel viejo cerrado había comenzado su redención, se estaba esforzando en enmendar sus errores y ella, estaba ahí, atrapada en un iceberg del pasado. Su corazón se llenó de puro odio, el vapor helado emanaba de sus labios.
¿Por qué se sentía tan traicionado?
¿Por qué ella estaba llorando del miedo?
¿Por qué, si es su madre?
El amable sonido del hielo dilato las pupilas grises y empujó la fría piel en el estómago de aquel iceberg grisáceo, conforme la daga congelada nacía y crecía haciéndose más gruesa por consecuencia regaba en el suelo y cama más sangre.
Era irónico, la sangre de su madre era caliente, tanto, que en contraste con la tarde soleada y el calor, emanaba un ligero vapor.
El escenario era obscuro, sólo la luna iluminaba una pequeña parte de la habitación. Estaba recargado en la pared, mirando a su madre muerta.
Muerta, la idea le rechinó y acercó su mano al rostro. Si, muerta.
Había asesinado a su madre.
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