Estaciones.
La pequeña avanzaba por la arena de la playa, decidiendo refugiarse bajo un risco, en donde una parte de roca formaba un medio circulo. Estar bajo el sol podía ser agotador, incluso sí de un cangrejo se trataba. Además, pronto la noche caería. Rascó los granos color ocre, haciendo un hueco para adentrarse un poco, como si fuese alguna especie de nido. Inmediatamente, se dejó llevar por el sueño profundo.
***
Ya era de noche y por consecuente no había luz solar. La marea en la playa era apacible, pero durante unos segundos, esta comenzó a moverse con cierta brusquedad. Cuando por fin se calmó, de aquel enorme cumulo de agua, emergieron dos figuras, justo cuando el Sol salia para alumbrar otro día más.
El más alto, poseía unos ojos melancólicos de color turquesa, con una melena de color azul marino desordenada y su piel pálida como la espuma. Por otro lado, el chico más bajo tenia un cabello color aguamarina y unos bellos ojos grises, grandes e infantiles, de una piel lustrosa de color apiñonada.
Ninguno poseía ropas, puesto que en su verdadera forma, no les hacia falta. Sin embargo, tenían prendas para estas ocasiones, el problema era que no recordaban su ubicación.
Se acercaron a la cangreja, suponiendo que ella sabría.
—Cáncer.—Le llamó el más alto.
Se removió un poco, rehacía a despertar, pero no tuvo más opción, le seguían llamando. Ya con todos sus sentidos regresando, les miró.
—¿Sí?—Habló.
—¿Donde esta la ropa?—Preguntó el signo del pez.
—Siganme
La chica soltó una risilla, ambos eran muy distraídos, incluso llegaban a perder al otro de vez en cuando. Por suerte siempre se encontraban pues les era difícil estar separados.
Luego de encontrar las prendas entre unas rocas del risco, ambos signos se vistieron y colocaron la ropa de la chica en una bolsa de tela plata.
—¿Te llevó? —Preguntó Acuario a la cangreja de color gris brillante.
—Por favor. Quiero cambiar de forma ya estando ahí, es cuando más energía uso.
—Bien.—Se inclinó y la tomó con ambas manos.—Si te tiro, disculpa.
Los tres rieron y comenzaron con su viaje.
***
Ambos hablaban mientras caminaban por el claro lleno de pasto verde y flores. Aun era de noche y eso les daba ventaja de desaparecer del lugar sin llamar la atención.
—Hay que tener cuidado.—Dijo el toro mirando a su acompañante.—Debes evitar a los depredadores.
—Lo sé, no te preocupes. —Aseguró.—Espero no haber hecho mal los cálculos para el viaje.
—Nunca lo haces, Capricornio. Siempre llegamos a tiempo.
—Supongo. Es el equinoccio de otoño, espero que Libra no este nervioso.
—Estará bien, es él después de todo.
—También, espero que nuestras ropas estén en buenas condiciones.
—Cabrita, deja de pensar y solo disfrutalo ¿bien?
—Bien.—Resopló. —Esta bien.
***
Sin ninguna preocupación, caminaba entre las plantas amarillas y la tierra semiárida. Según él, se encontraría con su amigo en un rato más, para luego marchar al lugar donde los demás les esperarían.
—¡Ten cuidado!—Escuchó.
Se detuvo antes de plantar su pata en el suelo, evitando aplastar al escorpión de cuerpo vino.
—Idiota. Mira por donde caminas, Leo.—Se quejó el arácnido.
—No es mi culpa que seas un enano. —Declaró él predador con tono ególatra.
—Este enano podría matarte de un pinchazo.
—No si te devoro.
—Sí, sí, cómo sea, deberíamos irnos de una buena vez, no es como si estuviera a la vuelta de la esquina.
—Jum... Lo que sucede es que quieres ir pronto para verla de una vez ¿no?
—Callate, Leo.
Escaló por la pata del animal, para luego treparse sobre su cabeza y poder viajar ahí, pues si iba caminando, tardaría años en llegar.
—Anda ya.—Espetó el escorpión.
—Eres un dolor de cabeza.
—Buh. Cómo si estar contigo fuera estar en el Olimpo.
—Pues claro.
***
En saltos, bajaba las piedras de una pequeña cumbre hasta llegar a tierra plana. Debía bajar a aquel lugar cada cierto tiempo. Ignorando el edificio, se acercó a un hermoso roble.
—Virgo—Le llamó. —, ¿todo bien?
—Estoy bien. Pronto llegarán los demás ¿no?
—Así es, pero puedes cambiar de forma de una vez.
—No, quiero esperar a los demás. Seria un tanto mal educado.
—Está bien, entonces.
El carnero escuchó un zumbido molesto cerca de su oído, cuando se giró a ver, se encontró con una libélula dorada.
—¡Hey!—Saludó el insecto. —¿Qué tal?
—Llegaste temprano.—Habló el árbol.—Eso es nuevo.
—Eso es porque Libra me estaba apurando.
—¿Donde esta, por cierto?
—Aquí estoy.—Dijo y apareció un búho blanco con las alas doradas. Se paró en el cuerno del carnero. —No podía llegar tarde, ¿cierto?
—Bajate de encima, como si no pesaras.
—Oh, Aries, se nota que me extrañaste.
—Lo hice, pero en serio, eres pesado.
—Bien.—Aceptó y se plantó en el pasto.
Unos cuantos minutos después, mientras los cuatro intercambiaban palabras cortas, escucharon unas pezuñas acercarse a donde estaban, instantes después, una yegua de piel castaña y cabello platino hizo presencia.
—¡Chicos!—Saludó con animo.—Tiempo sin verlos.
—Sí, han pasado unos cuantos meses.—Afirmó Aries.— Siempre luces animada en estas épocas.
—¡Porque es divertido! Aunque la espera me mata, lo saben.
Los demás asintieron. El tiempo pasó y los minutos se convirtieron en horas, cuando se dieron cuenta ya la noche había comenzado a caer. El cielo tiñéndose de diferentes tonalidades, con el Sol descendiendo y la Luna comenzando a brillar.
Cada uno de los signos llegó por su lado. Ya todos listos, fuera de aquel edificio de concreto viejo y al estilo griego, cada uno decidió tomar una forma humanoide, a excepción de Acuario y Piscis.
Aries se estiró con fuerza y luego desordenó su cabello blanco sobre sus ojos rojos como la sangre, con unas pequeñas imitaciones de cuernos en su cabeza. Esperó a los demás.
Virgo tomó su forma; cabello verde oliva largo como las hojas del roble, su tez ligeramente morena, con ojos rosas como las flores de un cerezo. Trató de levantarse, pero sus piernas le temblaron, estaban entumidas. Hubiera estampado su rostro contra el suelo, si no fuera porque Capricornio la ayudó.
El cabello de la chica del signo de la cabra, poseía un tono negro como el hollín, con rizos hasta la mandíbula, sus ojos eran castaños y relativamente pequeños, su piel apiñonada y su complexión grande, con unos pequeños cuernos sobresaliendo.
—¿Estas bien?—Cuestionó la pelinegra.
—Sí, gracias.—Sonrió feliz de verle a lo que la contraria sintió una calidez.—Sera mejor que entremos.
Capricornio asintió y le acompañó al interior, apoyándole sobre sus hombros hasta que la chica pudiera caminar con normalidad.
Cuando cada uno se transformaba, se encaminaban al edificio, dispuestos a ir a sus aposentos y vestirse, pues se encontraban completamente desnudos. Cuando ya estuvieron listos, estaban dispuestos a ir a la sala principal, donde el evento se llevaría a cabo.
La puerta del cuarto donde el chico carnero se encontraba se abrió. A penas se giró, una figura se le tiró encima, abrazándolo con fuerza. Después de su aturdimiento, respondió al gesto.
—Siempre haces lo mismo, Cáncer.—Dijo y separó un poco a la chica para verle.
Su cabello largo de un bello plata brillante, con ojos negros y grandes, profundos como un abismo incomprensible. Un poco ancha de caderas, con piel pálida y labios rojizos.
—Bueno, eso es porque hace meses que no nos vemos.—Sonrió ella.—Lamento decepcionarte, estoy segura que esperabas a Tauro.
—Callate.—Gruño apenado.—Eso es obvio, pero sabía que eras tú.—Le revolvió el cabello. —Sera mejor que vayamos ya.
***
—¡Leo, te he dicho que no agarres mis cosas!—Le reclamó Escorpio entrando a la habitación del mencionado.—Trae acá.
El joven de cabello ligeramente largo de color vino, de ojos negros y amenazantes, colmillos blancos y piel de un suave tono, le arrebató de las manos una especie de pasador dorado para el cabello.
—Solo una vez—Dijo él. —, prestamelo.
—No, puedo conseguir uno para ti.
—Amargado.
Escorpio aprovechó el enorme espejo con marco ocre de su amigo. Se miró en el y retiró el flequillo de sus ojos, echándolo hacia atrás.
Leo seguía arreglando su vestimenta. Su cabello rubio con algunas raíces negras, sus ojos de un tono similar al ámbar, su piel bronceada, su complexión grande y sus labios ligeramente negros en el interior.
El signo de agua permaneció un tiempo sentado en la cama, esperando a que el de fuego terminara de arreglarse.
—Zeus, tarda años.—Murmuró.
Esperó eternos minutos, o por lo menos así le pareció que fue. Cuando ambos ya estuvieron listos, se retiraron en dirección a la sala, encontrándose en el camino con la chica del signo de la cabra.
Leo le saludó con una sonrisa encantadora, muy común en él y ella sólo asintió. Por otro lado, Escorpio y ella se miraron un segundo, luego, le desordenó el cabello, sabiendo que esto le molestaba y Capricornio le pellizcó el brazo con fuerza. Estaban alegres de verse pues ellos tres eran algo parecido a los mejores amigos, aunque ninguno decía nada en voz alta, realmente expresarlo no era lo suyo.
Los tres caminaron por los largos pasillos de mármol y concreto, con diversas plantas creciendo por el lugar y algunos adornos como bustos de algunos Dioses.
Llegaron a la sala donde algunos otros esperaban. El piso lustroso, una mesa de caoba a un costado, con sillas del mismo material con colchones rojos aterciopelados y diversos alimentos sobre el material, sin embargo, nadie estaba sentado, todos aguardaban a los demas signos principales en estas ocasiones.
—Seria divertido.—Dijo Sagitario mirando a la otra chica.
—Esta bien, Sagi, pero nada de lugares muy calientes. —Respondió Géminis.
—Bien, iremos a un lugar que te gustará.
La signo de aire sonrió ante esos ojos purpuras oscuros llenos de curiosidad que le gustaban, tan llamativos como el cabello rubio y tez ligeramente morena, de cuerpo esbelto.
Ah, cómo había extrañado a esa chica.
Géminis era casi como un ángel a ojos de la sagitariana. Su cabello lacio y bien arreglado, corto de tono rubio, su piel nívea, de cuerpo delgado y ojos verdes, de facciones suaves.
Tenía uno de sus brazos alrededor de sus hombros, apegadas la una a la otra, hablando amenamente de un plan de viaje que las incluía a ambas. La de ojos púrpuras prefería viajar sola, pero también probaba cosas nuevas, llevar acompañante no sonaba tan mal, aunque le preocupaba que Géminis se cansará de cambiar formas. Entre su forma real y su forma humana. Les drenaba algo de energía.
—Tardan mucho.—Gruñó Capricornio hastiada porque sus compañeros no aparecían.
—Probablemente ya vienen para acá. —Dijo Piscis con sus ojos grises clavados en la chica de cabello negro. —Se paciente.
—Sí—Agregó Tauro.—, quizás están terminando de vestirse.
Capricornio asintió levemente ante la voz del chico que era como su hermano. Él poseía cabello corto y negro, de unos grandes ojos castaños llenos de amabilidad, con una sonrisa tranquilizadora, de piel morena y facciones masculinas, con unos cuernos sobresaliendo de su cabeza. A plena vista, lucían similares y eran muy unidos. Eran familia.
Esperaron aún más, hasta que por fin, vieron un cabello dorado rizado y corto, unas pestañas curvas y sus ojos del mismo tono, su piel blanca, alto y fornido, entrar al lugar, con Aries y Cáncer tras ellos.
—¡Ya era hora! —Se quejó Sagitario.
—Es culpa de Libra.—Respondieron los otros dos al unísono.
—¡Uy! Disculpen.—Habló el rubio. —Tenia que arreglarme para mi momento.
—Ay, Dioses.—Farfulló Acuario con diversión. —Exageras.
—Da igual.—Interrumpió Virgo con tranquilidad.—Ya es hora.
Los cuatro signos con ropas distintas a las de los demás, asintieron y se acomodaron donde no había muebles, solo el piso limpio bajo una cúpula de vidrio, dejando a la vista el cielo nocturno, con la Luna llena brillando en todo su esplendor. Lucia grande y majestuosa.
Aries y Cáncer estaban en la izquierda, mientras Libra y Capricornio estaban del lado derecho. La chicas sujetando a los hombres por el brazo. Las parejas mirándose frente a frente, a unos cuantos metros de distancia. Esperaron un segundo mientras Géminis, Escorpio y Sagitario se disponían a tocar algunos instrumentos para el baile del cambio de estación. El baile de equinoccio otoñal.
Cada cambio de estación, los cuatro signos cardinales, aquellos con quienes empezaba la primavera, el verano, otoño e invierno, hacían aquel baile, llevando a cabo la transición del clima. Se llevaba a cabo todos los equinoccios y solsticios, siendo cuatro en total. Los 12 signos se debían reunir en aquel templo de la tierra, como se le conocía, y conversaban sobre cosas diversas. El resto del año, permanecían separados, solo lograban verse dos o tres días.
Los tres signos comenzaron con una canción, medio improvisada, medio ensayada, era melodiosa, era nostalgia pero con cierto toque de energía.
Los cuatro signos empezaron su baile. Libra y Capricornio bailaban juntos, avanzando para acercarse a la otra pareja. Estiraban sus brazos, se movían a los lados, él le daba una vuelta, etc. Ya de espaldas, la pelinegra se dirigió en dirección contraria a donde Aries iba, ambos estirando sus brazos, con las manos entrelazadas con su pareja de baile, luego, se soltaron, dejando así a Cáncer y el rubio cara a cara.
Verano y Otoño.
Se miraron un segundo antes de colocar sus palmas juntas, una contra la otra. Sus brazos estaban estirados, pero poco a poco cortaron la distancia. Después, sus manos se movieron y se posaron en el pecho del contrario, sobre el corazón. Palpitando de manera rítmica, como si trataran de sentir el alma del otro. Libra tomó la mano de la chica de ojos negros, le obligó a dar un giro, la atrajo a él, llevando su mano libre a la parte central de su abdomen, mientras la mano de ella estaba sobre la del chico. Se mecían de un lado al otro al ritmo de la música que seguía.
Las plantas comenzaron a tornarse de un tono rojizo y naranja, cayendo secas y el suelo perdiendo vida. El aire siendo más rudo.
Sus cuerpos siempre estaban demasiado cerca cuando danzaban. Como si el espacio personal no existiera. En parte representando la fusión de ambas épocas del año.
La ropa de ella lucia como el mar, ondeando con colores azules y brillantes como el verano. El vestido ligero y sin mangas, con unos largos listones negros moviéndose con cada paso, con cada acto, sus zapatos similares a sandalias color arena. Casi podían oler la sal del agua y el calor de la estación.
La ropa de él era una especie de saco cerrado, largo sin mangas, acompañado de unos pantalones. La parte superior era roja y anaranjada en el borde. El pantalón era de un amarillo suave y llevaba unas botas cafés. Los colores eran cálidos y les hacían sentir cómodos, como una llama dentro de ellos.
Los demás signos disfrutaban ver el espectáculo, les aprecia algo muy hermoso y profundo.
Cáncer se alejó, deshaciendo el agarre, para luego dar pasos rítmicos al rededor del chico, llevando su manos desde su pecho hasta la ancha espalda de él. Le dio un empujón pequeño y Libra se giró. Siguieron con pasos que muchas veces hacían y otros que surgieron al momento.
Ya por el final, ambos frente a frente, parte de su cuerpo se dirigía al otro, mientras el resto de este, se alejaba. Sus manos se entrelazaron a la altura de sus rostros, con los ojos clavados en los del contrario.
La musica paró.
Los demás aplaudieron con una atisbo de emoción, mientras los otros dos signos respiraban cansados.
El Otoño llegó.
—Hora de la comida.—Habló Aries, señalando la mesa con alimentos.
Su ropa era similar a una camisa larga, con un corte en la parte trasera inferior, dándole mayor movimiento, sus pantalones cortos, arriba de los tobillos, con unas botas cafés. La parte superior era negra, pero tenía manchas de diversos colores brillantes y alegres, la parte inferior era verde oscuro. Parecía la Primavera.
—Como siempre, esperamos que disfruten.—Agregó Capricornio.
Su vestido era largo, de manga larga, de color blanco y aterciopelado, con algunos adornos color azul cielo y menta en el dobladillo de la falda. Casi lucia como hielo moldeado. Sus tacones eran azules y eran pequeños botines con cordones negros. Sin duda era como la nieve de Invierno.
Se sentaron y comenzaron a conversar entre todos, poniéndose al corriente, animados por su encuentro. Algunos felices de ver a sus hermanos, amigos y/o amantes. Por lo menos a aquella persona que les aceleraba el pulso.
—Siento que hago mal tercio.—Aseguró Cáncer sentada entre Aries y Tauro.
—Es que lo haces.—Concordó Acuario con voz burlona.
—Al rato se darán duro, no te preocupes.—Intervinó Libra.—Eso cualquiera lo sabe.
—Lo sé pero se lanzan miradas entre ellos y yo aquí en medio.—Se quejó la chica de cabello plata.—Es raro.
—Ya, mujer.—Le dijo el carnero.—Eres mi hermana, aguantalo.
—Y si me cambio de lugar, estaría...
—No. Nada. Hace mucho que no te veo. Mocosa, aquí te quedas.
—Pero...
—Cáncer, está bien, no molestas. —Le sonrió el taurino.—Luego ya podre ponerme al corriente donde me quede con él.
—¡Tauro!
—Ay, pillos.
—Y luego Piscis y yo somos los jariosos.—Se quejó Acuario.—¡Ash!
—Ustedes dos siempre están teniendo sexo cada que pueden. Al cabo ustedes no se ven cuatro veces al año.
—¿El amor?— Inquirió Piscis cohibido con un leve sonrojo a lo que Cáncer sonrió enternecida por la pareja.
—Nombre, pero si fueran Leo y Libra—Acuario exhaló. —, la vez pasada ni me dejaron dormir.
—Mentira. —Bufó el rubio de aire.—Tu cuarto esta hasta el fondo del templo.
—Imagínate, cómo debía estar la cosa para que se escuchara hasta allá.
—Bueno, ya.—Interrumpió Capricornio un tanto incómoda. —No tengo por que enterarme de eso.
—Pienso lo mismo —Agregó la chica de pelo verde junto a Leo. —, sus intimidades no me importan en lo absoluto.
—Por lo menos si tenemos algo, no como cierta persona —Comentó el signo de fuego mirando de reojo a su amigo escorpión.—, que no lo intenta con cierta otra persona.
—Cierra la boca, Leo, o te arrancaré el cabello.
—Sólo dilo, todos lo sabemos, menos ella pero se nota que hay algo.
—Leo...
—Ay, que drama.—Se burló Sagitario. — Tranquilo, hombre.
Escorpio suspiró hastiado. Se pasó una mano por el cabello, desviando la vista de la chica con grandes ojos púrpuras y clavándola un segundo sobre Cáncer, quien miraba como los demás conversaban sobre otra cosa, cambiando rápido el tema.
Aries relató una historia pequeña sobre cierta guerra que presenció, por otro lado, su mejor amigo y pareja, le miraba con suma atención. De la misma manera en que se mira algo interesante y único, porque eso era para él.
Era difícil, para la mayoría, estar separados durante mucho tiempo y decidían aprovechar el tiempo tanto como les fuese posible.
Géminis nunca podía seguirle el ritmo a Sagitario por más de dos horas, así que sus caminos se separaban y no se veían durante meses. Al final se quedaba vagando alrededor de Libra y de vez en cuando visitaba a Acuario, pero no muchas veces.
El rubio tampoco se encontraba con Leo, sus hogares estaban muy distanciados y eran totalmente diferentes. El león estaba en un lugar árido, donde el Sol quemaba con cierta intensidad, por otro lado, el chico que era normalmente un búho, vivía en un lugar frío y nublado. El signo de fuego no podía ir allá, ni el de aire podía permitirse ir donde él. Malditas diferencias, pero era algo que unía más a todos los amantes.
Capricornio no vivía muy lejos del templo donde Virgo estaba generalmente como un bello roble lleno de vida, sin embargo, no podía ir a verle, siempre estaban mezclándose con un rebaño del lugar y así pasar desapercibidos. A pesar de todo, no podían admitir lo mucho que una se extrañaba a la otra, porque se adoraban, de una manera especial.
No solo era difícil eso, permanecer lejos de quienes consideraban sus hermanos. Para suerte de Tauro, la pelinegra estaba con él en todo momento, o por lo menos la mayoría del tiempo, al igual que Libra y Géminis, ambos rubios eran muy unidos. A diferencia de otros, como Aries y Cáncer, quienes se apreciaban mucho como familia, o Leo y Sagitario, eran inseparables. Casi, si no fuera por sus diferentes hogares. Era muy complicado.
La cena prosiguió hasta altas horas de la madrugada. Piscis estaba ya muy borracho, incluso había perdido la cuenta de cuantas copas de vino había estado tomando. Tenía un leve sonrojo en su rostro y decía cualquier sandez que se le venía a la mente.
—Entonces—Soltó una risilla.—, Acuario estuvo siendo acosado por un delfín durante todo el día.
—Que casual.—Río Géminis con Sagitario haciéndole coro.—¿Por qué no te dejaste querer?
—Porque no, luego Piscis me mataba.—Aseguró el chico de cabello azul.
—Eso puedes apostarlo.—Le señaló el pez antes de dejar caer su cabeza sobre el hombro de Escorpio.—Se siente bien estar con todos. Realmente los extrañaba.
—Ahora es cuando se pone sensible y llora.—Habló Capricornio y eso es lo que sucedió.—Lo sabía.
Escorpio soltó un suspiro cansado y le dio unas palmadas toscas al chico en la cabeza. Discretamente, alejó la copa del chico, evitando que este volviera a beber.
—Creo que ya es muy tarde.—Bostezó Virgo con notorio cansancio.
—Algo, quizás ya es hora de volver cada quien a sus habitaciones—Agregó Tauro.—, así todos tratan de dormir aunque sea un poco.
—No aguantan nada.—Declaró Leo con una sonrisa de prepotencia. El rubio de los airé asiente de acuerdo con él.— Yo podría quedarme despierto durante mucho tiempo más.
—Bien por ti, pero no todos somos animales nocturnos.—Escorpio espetó, clavando sus ojos negros con los ambas de su amigo.— Dormir no suena tan mal.
Y como por arte de magia, Piscis perdió el conocimiento, estampando su rostro contra la madera de la mesa de manera estruendosa, llamando la atención de los demás signos. Pronto, leves ronquidos salieron del chico de cabello aguamarina. Algunos soltaron risas divertidas.
—Bien, ese es el toque de queda.— Bromeó Acuario, levantándose de su asiento para acercarse donde el pez.—Creo que sí debemos dormir.
—Sí—Habló Cáncer e hizo comillas con los dedos, hablando de manera sarcástica.—, porque todos vamos a dormir.
Todos miraron al signo del león y al signo de aire rubio. Estos se percataron de la atención de todos sobre ellos y sin problema alguno, señalaron al taurino y al ariano, desviando sus miradas a ellos. Sabían lo que todos pensaban, sabían que ellos tenían en cuenta lo que harían y no eran los únicos, puesto que el toro y el carnero tenían la misma idea y no era dormir. El pelinegro se sonrojó levemente mientras sonreía con inocencia, tratando de pasar desapercibido, mientras el chico de cabello blanco miraba cohibido a otro lado.
Ignorando todo eso, Acuario tomó en brazos al signo del pez para luego marcharse de la sala en dirección a las habitaciones y así dejarle dormir con tranquilidad. Los demás le siguieron, igualmente decididos a ir a sus habitaciones o a la habitación de su pareja.
Cáncer caminaba junto a Escorpio, arrastraba los pies con fatiga, realmente quería ir a su cama y dormir un buen rato hasta que la luz solar hiciera presencia. Se detuvieron frente a la puerta de ella y a ambos se miraron.
—Nos vemos luego, es bueno queda estemos aquí.—Dijo ella con una sonrisa.
—Supongo. —Respondió él.— Estoy bien con verte.
La chica de cabello plata se acercó y un sonrojo hizo presencia en su rostro por la idea que cruzó su cabeza. Le plantó un rápido beso en los labios antes de entrar corriendo a la habitación, dejando a Escorpio perplejo fuera de ahí. Nunca pensó que fuera correspondido.
***
Capricornio miraba a la chica de cabellera verde en silencio, pero realmente quería decir algo. Virgo le miró antes de entrar a su habitación por completo. Le hizo una seña de que entrara con ella, sabía que la chica cabra quería dormir juntas y no veía ningún problema con ello. Entendió el gesto y se acercó. En silencio se acomodaron sobre el colchón de la cama, se acurrucaron contra la otra y sin más, decidieron dormir pacíficamente por ese día.
Estar en compañía de los demás era ameno y querían que el tiempo se detuviera. Las estaciones eran complicadas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top