7. Las intervenciones

🎶 Banda sonora: Call on me — Josef Salvat🎶

El timbre sonó a las siete de la tarde. Jisung se había encerrado en una de las habitaciones en cuanto llegaron a la nueva casa mientras Changbin terminaba de organizar sus pertenencias en el dormitorio sobrante.

Se sentía profundamente ultrajado. Keunabeoji-nim envió a alguien a su antiguo apartamento y lo había vaciado en menos de dos horas. Changbin no era una persona particularmente acaparadora, pero pensar en que algún desconocido había tocado su ropa, sus libros y sus fotografías le ponía lívido. Cinco cajas pequeñas y dos maletas. Ese era el resumen de su vida. Todo lo que Seo Changbin tenía cabía en cinco cajas y dos maletas. Y alguien las había empaquetado por él.

Pensó en cómo se había sentido al llegar a aquel lugar. Cuando aparcó el nuevo coche en la plaza de garaje asignada se dio cuenta de que era bastante diferente a donde había vivido. Le gustaba el condo en el que solía residir; este era mucho más lujoso, con seguridad en la entrada y zonas ajardinadas con vallas alrededor. Era como una cárcel de oro, o así lo sintió.

Su amigo no había mediado palabra con él después del estallido en casa de los Han. Probablemente estaba a punto de echarse a llorar por la forma en la que apretaba los labios en el coche, de camino a su nuevo hogar. La vivienda que tendrían que compartir a la fuerza.

Nada más entrar a su nueva residencia, se dio cuenta de que el recibidor era más grande que el único baño que tenía en su antigua casa. Por supuesto, la enorme sala de estar con dos sillones grises de tres plazas, una mesa de café blanca y una televisión de a saber cuántas pulgadas era impresionante.

El segundo timbrazo sacó a Changbin de la ensoñación. Salió y observó que las cajas y maletas de Jisung tampoco estaban en la sala de estar. Se acercó al recibidor y abrió.

«Bien, esto solo podía mejorar». Felix estaba en la puerta, con sus enormes ojos clavados en él y su labio levantado con disgusto. Las ganas desesperadas de golpear al chico volvieron, como cada vez que le veía.

—Buenas noches, Changbin hyung. Jisung me está esperando —dijo con una sonrisa de suficiencia.

Empujó la puerta y con ella al hombre que solo estaba ahí mirándole. Se sacó los zapatos mientras Seo Changbin permanecía en silencio, cerrando con llave desde dentro. Había sido una orden directa, cerrar la puerta siempre que estuvieran en la casa y al salir de ella.

—¡Jisung, ya he llegado! —gritó el chico, andando hacia el pasillo que llevaba a las habitaciones.

Antes de que pudiese avanzar más de dos pasos la puerta de la habitación de Han se abrió y el chico salió. La ternura apretó el corazón de Changbin solo un poco cuando se fijó en su joven maestro con una camiseta azul cielo que le quedaba grande y un pantalón corto negro. Se había puesto las gafas, pero aun así no podía ocultar la hinchazón en sus ojos después de haber pasado la tarde llorando.

Felix se lanzó contra él y lo abrazó con fuerza, Seo Changbin se quedó allí, como un espectador de la vida ajena. Al fin y al cabo, así había sido siempre y así sería siempre.

En ocasiones como esta, le hubiese gustado acercarse a Jisung y darle un abrazo él también. Haber tocado en su puerta esa tarde cuando lloraba y consolarlo hasta que se sintiese mejor. Pero no lo hizo, porque él no podía hacer algo así con Han Jisung.

Los chicos se metieron en la habitación y Changbin volvió a la suya, dejando la puerta abierta. La gran cama tenía sábanas limpias cuando llegaron, toda la habitación estaba decorada en tonos grises y negros, era aséptica e impersonal, como una habitación de hotel.

En la única estantería había colocado sus libros y películas, un robot de juguete que Keunabeoji-nim le regaló al cumplir 10 años y cuatro portarretratos: una foto de su madre con él de bebé en sus brazos; una de él con su padre cuando se graduó en primaria; una de su padre, Keunabeoji-nim, Jisung y Changbin en el decimosegundo cumpleaños del joven maestro; y la última, el día de su graduación de la universidad, con Jisung y Felix flanqueándole, sonriendo.

Se echó a reír en voz alta de pronto, pensando en su propia suerte. La habitación era tan impersonal como lo era él mismo. Cuatro fotos para resumir 23 años. Changbin no tenía más fotos de cuando era pequeño o de sus padres juntos; su padre no había guardado las pertenencias de su madre cuando ella se marchó con un extranjero. Tampoco era un gran apasionado de la fotografía ni tenía redes sociales. Era consciente de que Jisung tenía alguna foto suya en su cuenta de Instagram y no le molestaba, pero nunca se había hecho un selfie.

Su vida era y sería eso: una serie de recuerdos que solo él mantendría, como la primera vez que fue al parque de atracciones con Jisung. La primera vez que fue a la playa porque Keunabeoji-nim lo llevó con su familia. El día que Jisung le presentó a Felix en la cafetería de la universidad. La noche en la que encontraron al pecoso en una fiesta y Seo Changbin comprendió que sería un auténtico peligro para la seguridad de Jisung y su propia tranquilidad.

No tenía fotos de esos días, aunque sabía que probablemente podría pedírselas a Jisung y las imprimiría para él; le avergonzaba estar tan desconectado de la vida real. «¿Por qué estoy pensando en esto justo ahora?», ah, cierto, porque salió del armario después de que su única familia lo hostigase para saber si era virgen. Y justo después se habían visto atrapados en una convivencia que ninguno de los dos quería.

Por muy cercanos que Changbin y Jisung fuesen, cada uno tenía su espacio. Y eso le gustaba. Cuando estaba solo en casa podía pasar el domingo entero en pijama. Podía dormir completamente desnudo si le apetecía en verano, con el frío del aire acondicionado mordiendo su piel. Podía comer fideos instantáneos casi a diario o ver las películas más malas de la historia del cine.

Cuando Changbin estaba solo, no sentía la imperiosa necesidad de sentarse con la espalda recta y tener las piernas preparadas para correr a donde sus señores indicaran. Sin embargo, aquí estaba, encerrado en un apartamento de lujo con Jisung y la pequeña alimaña que tenía por amigo.

Se llevó la mano a la cara y la frotó con fuerza. Se sentó en la cama, frente a la puerta abierta y dejó caer el cuerpo hacia atrás suspirando. Con el antebrazo sobre los ojos, gimió. «Dios santo, esto será un infierno», pensó, antes de escuchar una risita suave viniendo de la puerta.

Se incorporó rápidamente y vio a Felix allí, con una camiseta blanca y uno de los cortísimos pantalones que utilizaba para dormir. Definitivamente no era la misma ropa con la que había entrado a la casa, lo cual significaba que iba a pasar la noche allí.

—¿Qué? —le preguntó a la defensiva, poniéndose de pie.

—Nada, Changbin hyung, solo me ha sorprendido verte así.

—¿Así? ¿Cómo?

—Hmm... no sé, así. —Hizo un gesto con la mano para abarcar su cuerpo y la cama.

—¿Qué quieres decir?

—Cálmate, solo me ha sorprendido verte sin el corsé con el que pareces andar siempre... Casi fue agradable verte como un ser humano de verdad. Pero por supuesto lo has estropeado —Se dio la vuelta y se marchó hacia el salón. Changbin lo siguió.

Jisung estaba tumbado en uno de los sofás con su teléfono móvil en las manos, sonriendo. Se miraron un segundo, mientras Felix iba hacia la cocina.

—¿Te apetece que pidamos algo para cenar? No he comido nada en todo el día —dijo Jisung mirándolo desde su posición.

Changbin sintió un peso enorme salir de sus hombros repentinamente, y la tranquilidad casi lo hizo caer de rodillas. Se acercó con cautela al otro sofá y se sentó, aun vigilando a Jisung sin poder creer del todo que su amigo volviera a hablarle. Asintió, asustado de no poder realmente articular palabra.

—Felix se quedará a dormir hoy —dijo mientras miraba la pantalla del móvil, seguramente pidiendo la cena.

—¿Te parece bien? —La voz del pecoso llegó desde el otro lado de la sala. Se sentó directamente a su lado en el sofá y puso una botella de vino con dos copas y otra de agua sobre la mesa de café.

Changbin solo se encogió de hombros y el chico le pasó la botella de agua. Una sonrisa sincera iluminaba los enormes ojos de Felix. Le extrañó y le gustó en cierto modo que hubiese traído algo para él.

—Changbin, quería decirte algo —comentó Jisung incorporándose en el sofá para abrir la botella de vino tinto y servir en las dos grandes copas—, no estoy enfadado contigo, sé que estás igual de disgustado que yo por esta situación. No te culpo por lo que está pasando, siento haberte ignorado toda la tarde.

—Siento que estemos en esta situación, y siento no haber podido parar a Keunabeoji-nim.

—Tampoco creo que pudieses hacer nada contra él —suspiró Felix a su lado dando un trago de la copa. Changbin le miró agradecido, a pesar del odio que sentían el uno por el otro, el chico siempre había sido justo con él, como ahora mismo.

—Sabes cómo es mi padre, solo se hará lo que él ordene. Ahora... Hay otra cosa de la que quiero que hablemos...

El corazón de Seo Changbin tronó fuerte en su pecho y cerró la botella de agua apretando su mano alrededor del plástico. Se echó ligeramente hacia atrás en el sofá y Jisung se levantó para sentarse en el lado contrario al que estaba Felix.

—Espero que no te siente mal que haya hablado con Felix sobre... nuestra conversación en el coche... Antes de llegar a mi casa... No sé... No sé si entiendes de lo que hablo —tartamudeó Jisung, incómodo. Changbin solo quería que lo tragase la tierra.

—Estamos haciendo una gaynterventionhyung —interrumpió Felix de repente.

—¿Una qué? —preguntó confundido deseando que no fuese lo que creía que era.

—Una gay-intervention, una gayntervention. —Changbin notó sus mejillas enrojecer furiosamente y era consciente de que ahora mismo parecería un tomate.

La risa de Jisung lo avergonzó aún más y se tapó la cara con las manos, mortificado. Los dedos finos y pequeños de Felix se enredaron en su muñeca y tiró suavemente. Cuando Changbin cedió y bajó ambas manos sobre sus rodillas, sus ojos no podían apartarse de como ambos chicos, cada uno a un lado, le daban ligeras caricias de consuelo en sus antebrazos.

Era extraño ver esas manos perfectas, pequeñas y blancas sobre sus antebrazos anchos. Pero también era profundamente reconfortante y por un momento deseó no ser Seo Changbin, el empleado de Keunabeoji-nim Han Jihyeon, sino un chico normal pasando la tarde con sus amigos.

—Ambos sabemos lo jodido que es, hemos estado donde tú estás ahora, Changbin —dijo Jisung—. Entiendo que te forcé a decírmelo en el coche y no era en absoluto mi intención hacerte sentir mal al respecto.

—Entonces, ¿por qué parecías tan decepcionado? —Se armó de valor para expresar lo que sentía y escuchó la inhalación de su amigo.

—Solo me sorprendí, no me lo esperaba. ¿Con qué derecho estaría decepcionado si acababas de recogerme de la casa del tío con el que me acosté? —bromeó.

—No lo sé... Me pareció que te había decepcionado... No pienses que he querido mentirte durante estos años, simplemente nunca tuvimos una conversación como esa, Quokka... Quiero decir, Jisung —se corrigió a sí mismo rápidamente.

—Puedes llamarme Quokka, Changbin, solo no lo hagas en público. Y Felix no cuenta como público, es parte de esta mierda de pandilla que tenemos, ¿no?

—Aunque a ti no te guste, hyung, seguiré pegado a vuestro culo como una garrapata. Solo no se te ocurra romper las reglas —dijo Felix pasándole una mano por la espalda y apoyando su cabeza en su hombro.

Changbin se volvió a tensar, no estaba acostumbrado a las muestras de afecto físicas que Jisung y Felix compartían. No era parte de sus juegos extraños en las discotecas, no entendía cuál era el punto de restregarse públicamente. Tampoco agarraba la mano de ninguno de ellos y ninguno de ellos se colgaba de su brazo o le abrazaba.

Pero de pronto era distinto, el suave peso de la cabeza de Felix sobre su hombro mientras su mano hacía círculos cálidos en su espalda fueron como saborear algo que nunca había tenido. Los dedos de Jisung, al otro lado, se enlazaron con los suyos mientras daba ligeros golpecitos sobre el dorso. Estuvo a punto de romper en llanto como no lo había hecho en años.

—¿Qué reglas? —preguntó para sacarse las ganas de llorar y distraerse.

—Si uno ve una presa, los demás se retiran. No se roban las presas de los amigos, ¿entendido? —contestó seriamente Felix.

Changbin los miró absolutamente desconcertado, esa conversación era cada vez más extraña. Cuando puso una mueca rara en la cara, los dos chicos se echaron a reír con fuerza, con carcajadas escandalosas.

Jisung volvió al otro sillón y se tumbó, Felix se sentó en la alfombra apoyando la espalda en el sofá junto a sus rodillas y Changbin sintió de verdad la pérdida. La piel que había estado caliente bajo las atenciones de los chicos se enfrió, pero no su corazón.

—El pollo se refiere a que no intentes quitarle un ligue, aunque me parece que eso está fuera de toda discusión —dijo Jisung, encendiendo la televisión.

Bitch, ¿qué insinúas? —gritó Felix con fingido enfado, mientras se servía una segunda copa de vino.

—Ay, sabes que tú y Changbin no tenéis nada que ver. No creo que estéis en la misma liga, los tíos que se interesan en gente como él no son los mismos que se interesan en gente como nosotros.

—Eso es una idiotez, Jisung, puedes ligarte a quién te dé la gana, y yo también. Da igual lo caliente y misterioso que parezca el gorila, tú y yo podemos ganarle.

Las mejillas de Changbin volvieron a ponerse rojas mientras bebía de la botella de agua intentando calmar su agitación.

—¿Qué tipo de chicos te gustan, Changbin? —Ambos lo miraron directamente esperando una respuesta.

—No... no lo sé...

—Joder, hyung, esto está peor de lo que pensaba. Tendremos que salir para que te desfogues.

—No, no voy a salir a ligar en un bar. Eso no va conmigo —contestó tajante mirando al chico pequeño sentado junto a sus rodillas.

—Arg, qué aburrido —gimió dando un trago a la copa—. Después de esta salida del armario me esperaba una liberación épica y que acabases follándote a todo lo que se mueve, pero se ve que seguirás siendo el carcelero aburrido de siempre. Jisung, tendrás que seguir siendo mi sidekick.

Changbin estuvo a punto de contestar, pero el timbre de la puerta sonó y se levantó diligentemente, para abrir al repartidor de comida a domicilio. Mientras cenaban la conversación fue fluida y tranquila, entre bromas de los chicos, que estaban un poco achispados, y ese sentimiento que calentaba el corazón de Changbin al sentirse, por primera vez en mucho tiempo, parte de algo.

Jisung apagó las luces y buscó durante 25 minutos en la televisión, hasta que Felix le dijo que era un buen día para volver a ver Semantic error. Changbin sabía vagamente de qué iba la serie, porque los chicos hablaban de ella a menudo, pero nunca prestó demasiada atención.

En su cabeza no paraba de pensar en que de verdad quería estar así para siempre. No quería volver a trabajar el lunes y que Jisung recordase que, en realidad, sí que era su carcelero. No tenía ganas de que Felix volviera a ser mezquino y odioso. Quería compartir el tiempo con ellos de la forma en la que estaban ahora. Han en un sofá, mirando la televisión, mientras él y el chico más bajito compartían otro.

Cuando el primer capítulo de la serie avanzó, Felix cogió un cojín y lo puso sobre las piernas de Changbin sobresaltándolo. En el tercer capítulo, sin que Seo Changbin se hubiese movido ni un milímetro, Jisung bostezó ruidosamente y se levantó del sofá.

—Podéis quedaros, por fin he conseguido que Changbin empiece Semantic error, no voy a perder la oportunidad.

Cuando estuvieron los dos solos, Changbin se preguntó si iban a empezar a tirarse mierda a la cabeza como hacían siempre que Jisung no miraba. Pero no sucedió. Tampoco cambiaron la posición en la que estaban, con Felix apoyado en su regazo y él sentado rígidamente en el sofá.

En el quinto capítulo, dio una cabezada y se dio cuenta de que era hora de ir a la cama. El chico más pequeño dormía en el sofá, en posición fetal, con una mano agarrada a la rodilla de Changbin y la otra bajo su mejilla.

«¿Qué es apropiado en estas circunstancias? ¿Debería cargarlo hasta el cuarto de Jisung? ¿Debería despertarlo?», se preguntó incómodo. Parecía haber descubierto un nuevo tipo de interacción con el chico, pero no tentaría a la suerte. Lee Felix y Seo Changbin estaban destinados a odiarse a muerte, pero también a compartir espacio vital, en tanto en cuanto ambos orbitaban alrededor de Jisung.

Zarandeó suavemente al pequeño chico por el hombro y le oyó gruñir en voz baja, quejándose por ser despertado.

—Vete a la cama.

—Déjame en paz...

—Felix —Llamó pellizcando su mejilla llena de manchitas, se sintió suave y cálida bajo sus dedos—, me voy a la cama, te dejaré aquí si no te levantas.

—Hpmf... —gruñó de nuevo, girándose al otro lado, sin abrir los ojos.

—Idiota molesto, te dejaré aquí entonces —susurró agarrando el cojín en el que estaba apoyado el chico mientras lo levantaba suavemente, poniéndose de pie y depositándolo después en el sofá.

El chico se quedó allí. Changbin se metió en su habitación y se puso un pantalón corto deportivo y una camiseta vieja. Se cepilló los dientes y se dirigió a la cama. Antes de entrar en ella se sintió culpable por el muchacho que dormiría en el sofá sin una almohada apropiada o una manta.

Salió y encontró a Felix de frente, a punto de entrar en la habitación de Jisung. Se miraron por unos segundos en silencio.

—Así que despertaste...

—¿Cómo no me voy a despertar después de tus zarandeos? —contestó enfurruñado echándole una mirada de arriba abajo—. Ese estilo te queda mejor que el de robot estirado, hyung. Me voy a la cama.

Entró a la habitación de Jisung y Changbin volvió a la suya cerrando la puerta. Mierda, podía lidiar con un Felix imbécil y odioso, no con uno que hacía cumplidos. Esa noche Seo Changbin soñó que no era Seo Changbin.

Entrar a aquella casa era complicado. Las manos que siempre tenía frías le sudaban profusamente y trataba de encontrar el punto en el que el latido de su corazón se estabilizara. Respiró hondo y llamó al intercomunicador que había fuera. La gran verja se abrió con un chirrido metálico desagradable que sonaba como una marcha fúnebre en los oídos de I.N.

Entró a pie, recorriendo la calzada hasta la puerta principal, su hermano ya lo esperaba allí.

—¿No has traído el coche?

—Buenos días, Dongyoon hyung. Vine en taxi —contestó haciendo un wai.

—Está bien, entra.

Obedeció siguiendo a su hermano hasta salir al jardín trasero. Se sentó frente a él en el cenador. En la mesa entre ellos encontró un gran desayuno; supuso que el servicio lo acababa de servir hacía poco porque todo parecía caliente y humeante, aunque no había visto a ninguno de los trabajadores en el camino.

—Vayamos al grano, Yang Jeongin —Ahí estaba su hermano recordándole que su relación de sangre no les acercaba ni un poco—, ¿qué has conseguido?

—Hemos clonado el teléfono de Han Jisung y Minho instaló anoche una aplicación espía de control remoto. Tenemos acceso a la cámara, el micrófono, los archivos y la ubicación del aparato.

—¿Había algo en el teléfono que fuese significativo? —Dongyoon sirvió una taza de café y se la acercó a I.N sin dirigir los ojos hacia él, ignorándolo como si fuera uno de los cientos de subalternos que tenía a sus órdenes.

Él miró sobre la mesa y agarró el azúcar, no le gustaba el sabor de ese endulzante, prefería la miel, pero no se lo diría a su hermano por temor a parecer desagradecido.

—Tiene instaladas dos aplicaciones del Han Bank, una como cliente y otra que suponemos que es para sus funciones como trabajador. Minho y yo hemos pensado que esta segunda será más útil para nosotros. He traído el ordenador para que los expertos lo revisen.

—Yo mismo lo revisaré —Dongyoon metió la cuchara en el caldo. El hombre sopló un poco antes de llevarse la sopa a la boca y sonreír complacido.

—En cuanto a los archivos, estuvimos revisando todas sus fotos, no tiene nada significativo. De hecho, no tiene ni una foto con sus padres. No estamos seguros de que el chico esté enterado de los negocios del padre...

Dongyoon lo miró directamente a los ojos y I.N sintió una gota de sudor frío recorrerle la espalda. El corazón tronaba en su pecho y necesitaba mantener la calma para no colapsar ante el terror que su hermano le provocaba.

—¿Crees que es un inocente cordero, Yang Jeongin? ¿Te has encariñado del chico?

Miró a su hyung desconcertado, tratando de encontrar una respuesta que no provocase un caos: —Por supuesto que no, Dongyoon hyung. Es solo una impresión.

—¿Te lo follaste, Yang Jeongin?

—¡¿Qué?! —exclamó abriendo mucho los ojos sorprendido—. No, por Dios, claro que no.

—¿Cómo conseguiste su smartphone?

—Minho lo hizo. Yo crucé algunas frases con él, pero el chico tenía su objetivo fijado desde la semana pasada. No me acerqué a él más de lo necesario y tampoco le di ninguna información que pudiese comprometernos, Dongyoon hyung.

—Ten cuidado, Yang Jeongin, no te desvíes ni un centímetro del camino. —I.N asintió, sincero, y eso pareció aplacar a su hermano.

Comieron en silencio durante algunos minutos; aunque tenía el estómago cerrado, se obligó a pasar un poco de arroz por la garganta para no ofender.

—Tengo algo más, hyung —recordó de pronto—: Seo Changbin.

—¿Qué pasa con él?

—Lo primero es que creo que es más de lo que aparenta. Según la información que tenemos de él, dedica su vida a perseguir a Jisung. Al principio pensamos que tenía algún tipo de relación amorosa con él, pero ambos lo negaron. Sin embargo, había una aplicación de rastreo oculta en el teléfono del joven Han. Sospechamos que el "guardaespaldas" es también un espía del padre.

—Interesante, pensé que era un pusilánime, pero tu teoría podría ser cierta. Necesitamos acceso a su teléfono también, lo quiero vigilado.

—Hablaré con...

—No — interrumpió secamente—. Lo haréis tú, Minho y Mark, nadie más debe saber que tenemos el ojo sobre Seo Changbin.

La mención de su compañero hizo que I.N apretara la cuchara en su mano: —Sobre Mark...

—Me llamó. Esa es otra de las razones por las que quería hablar contigo, Yang Jeongin —Respiró hondo bajando los ojos al plato que empezaba a enfriarse para no cruzarse con la mirada de Dongyoon—. Él tiene mi absoluta confianza. Sabes que la presencia de Mark a tu alrededor no está sujeta a discusión. Tu temperamento te traiciona la mayor parte del tiempo y ese hombre es el que debe limpiar la mayor parte de tus desastres.

—Mark se excedió en sus funciones. Me desafía en público y cuestiona mis órdenes, Dongyoon hyung.

—Probablemente porque pierdes la cabeza y eres incapaz de controlar tus impulsos.

—Eso no es cierto —contestó elevando el tono, la agresividad asomándose en su voz.

—He dicho que la presencia de Mark no está sujeta a discusión, Yang Jeongin —Su hermano se limpió los labios con una servilleta de tela en suaves toques tranquilos y el temperamento de I.N pareció estallar.

—No soy un maldito niño pequeño, Dongyoon hyung.

—¡Pues deja de comportarte como tal! —Las grandes manos de su hermano golpearon la mesa haciéndola temblar. Un vaso de agua cayó al suelo destruyéndose en pedazos mientras la garganta del más joven se cerraba—. ¡Deja de ser un niñato caprichoso, Yang Jeongin! ¿Acaso no has entendido cómo funciona todo esto? ¿Crees que tienes alguna posibilidad de que te dejemos trabajar a tus anchas después de lo que hiciste?

—Pero, Dongyoon hyung...

—... Has sobrepasado con creces el límite de errores permitido en esta familia. Padre y yo hemos aguantado tu impulsividad y tus explosiones. Tu carácter te juega malas pasadas cada vez que tienes que hacer un trabajo y cruzaste la línea el día que metiste una bala entre las cejas del policía sin consultarle a nadie. Si no fueras hijo de mi madre estarías en el mismo agujero que el agente Hayoon. —Su hermano se levantó de la mesa, dando por terminado el desayuno.

I.N apretó los labios con fuerza conteniendo las ganas de gritar, de quejarse, de luchar con él. Pero nunca podría contra Dongyoon. La sensación incómoda se asentó en su estómago y se arrepintió del café y las escasas cucharadas de gachas de arroz que había tomado. Estaba a punto de vomitar.

Respiró por la boca conteniendo las náuseas mientras seguía a su hermano para atravesar la casa de vuelta a la puerta principal. Dejó sobre el mueble del recibidor la mochila con el ordenador de Minho y salió con la cabeza baja.

—Quiero que continúes vigilando a Han Jisung y también a Seo Changbin. Recuerda que es tu tarea, nadie debe saberlo además de Mark y Minho. ¿Te queda claro? —I.N asintió sin mirar a su hermano—. Mark estará en tu casa mañana. Estuviste a punto de romperle la nariz, así que arregla tu ofensa y honra el honor de tu familia.

—Por supuesto, Dongyoon hyung. Gracias por el desayuno.

Se marchó de allí apretando los puños dentro de los bolsillos de su chaqueta de traje negra. Su temperamento ardía con fuerza y estuvo a punto de subirse a un taxi para ir a matar a Mark. Sin embargo, se contuvo. Mandó un mensaje a Minho diciéndole que se verían el lunes por la tarde y se dirigió a su casa.

***

1/3 (Por petición popular)

Por favor, no saquen a sus amigos del armario a la fuerza, navegantes. En vez de eso, ofrezcan un lugar seguro, donde puedan ser ellos mismos, donde puedan estar en pijama y comer ramen.

¡Nos vemos en el infierno!    

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