4. La última advertencia

🎶Banda sonora: The Kill - 30 Seconds to Mars 🎶

I.N cerró un poco su chaqueta, hacía fresco, pero necesitaba aclarar la cabeza. Encendió un cigarro en el callejón y escuchó los pasos a su espalda. Mark se quedó parado detrás de él.

—¿Quieres subir al ático o vas a dormir a tu casa? —preguntó, dando una calada larga.

—¿Qué quieres hacer tú? —Mark contestó con una pregunta.

Lo miró por encima del hombro, conteniendo el temperamento que estaba por explotar. Quería partirle esa preciosa cara que tenía, coger un bate y golpear sobre él hasta que dejase de ser tan guapo, hasta que las cicatrices cubriesen su cara.

—No juegues conmigo, Mark. No estoy de humor —ordenó, tajante.

El chico más alto soltó una risita y caminó hasta encararlo. Cogió el cigarro que él se llevaba a la boca y se sentó frente a él, fumándolo. De verdad que en este momento sería capaz de matarle.

—¿Estás poniendo a prueba mi paciencia, Mark? Porque creo que eres consciente de la poca que tengo.

—Por supuesto que sí, jefe. Soy consciente de cómo puedes explotar... —I.N ladeó un poco la cabeza, preguntándose si ese cabrón tenía segundas intenciones en su comentario.

Sacó otro cigarro del bolsillo interior de su chaqueta y lo encendió. Estaba cabreado porque su hermano había vuelto a llamarle, por quinta vez esa semana, para apremiarle sobre el asunto de Han. Joder, ¿por qué es tan difícil que todo el mundo haga su puto trabajo?, gimió frustrado.

Mientras, el imbécil de Mark, vestido como un niñato, se fumaba su cigarro sin dejar de mirarlo divertido. Todavía no sabía por qué mantenía a ese tío a su lado; debería hablar con su hermano, tenía que buscarle otro sitio, lo quería lejos de él cuanto antes.

—¿Qué te pasa hoy? —preguntó por fin, tirando el cigarro al suelo y aplastándolo con el pie.

—No es de tu maldita incumbencia. Estoy de mal humor porque tendré que ir al otro lado de la ciudad a dormir.

—Oh, ¿el rey del infierno no quiere coger un taxi? ¿Quieres que te lleve? O, ¿prefieres venir a dormir conmigo?

—Estás a dos frases de firmar tu sentencia de muerte. —Se acercó y sacó la pistola que llevaba apuntando a la cabeza de Mark, que seguía sentado frente a él.

La mirada cansada de Mark se clavó en la de él. Todas, absolutamente todas las personas a su alrededor temían el temperamento de "I.N" Yang Jeongin. Todos tenían cicatrices para corroborar que no debían provocar la ira del hombre. Todos obedecían ciegamente, sin rechistar, sin discutir. O al menos así solía ser.

Desde hacía unos meses, Mark se había convertido en una persona distinta. Lo que antes fueron suaves "opiniones", ahora eran enfrentamientos abiertos cada vez que I.N daba una orden. Y, por otra parte, lo que había sido un coqueteo velado entre ellos, particularmente cuando estaban a solas, se había convertido en proposiciones directas.

Mark había pasado de ser cuidadoso, silencioso y eficiente a convertirse en un desagradable martillo percutor que le crispaba los nervios. Ahora solo había dos velocidades cuando estaba con él: quererlo en su cama o en un bidón de ácido.

Llevaba a su lado casi cuatro años, desde que empezó a asumir responsabilidades en la organización y su hermano mayor decidió asignarle algunos trabajos. Mark, Lee Minho "Lino" y I.N eran los que ejecutaban la ley. En realidad, Mark y Lino eran más sus "guardaespaldas" y consejeros que cualquier otra cosa.

No había mentido a Han Jisung: era algún tipo de empresario de la noche en tanto en cuanto era propietario de algunas discotecas en Corea. Pero su influencia iba más allá, igual que la de su familia. Su hermano Park Dongyoon, con el que ni siquiera compartía apellido, era el hijo de puta más desagradable del mundo y también destacaba en su trabajo.

Mientras él era serio y razonable, I.N actuaba como un meteorito cayendo en una habitación. Ambos asustaban a los demás por distintas razones. Por eso Yang Jeongin era el verdugo y Dongyoon el juez.

Tenían una relación curiosa. Dongyoon era 6 años mayor que I.N y aunque compartían el mismo padre y la misma madre, solo el mayor usaba el apellido paterno. Se podría decir que el temperamento de I.N y su físico eran absolutamente los de su padre, mientras que Dongyoon era una versión masculina de su madre.

Durante toda su vida vivió a la sombra de su hyung, pero trabajaban extrañamente bien juntos. Tenían caracteres tan diferentes que se complementaban, y su padre no había llegado a donde estaba siendo gilipollas, por lo que en cuanto Yang Jeongin fue lo suficientemente mayor, empezó a aprender "el oficio" de su hyung.

Además del exhaustivo entrenamiento físico que tuvo que realizar durante toda su vida, su padre le obligó a estudiar leyes y convertirse en abogado. Lo gracioso era que ahora lo único que hacía era romper las piernas de las personas que debían dinero u ofendían a alguien en la organización.

Mark se levantó y tiró de la muñeca que empuñaba su pistola, pegándola a su estómago y agarrándole a él de la cintura con fuerza.

—Dispara —susurró contra su boca y I.N revoloteó las pestañas tratando de concentrarse para no volarle el hígado de un tiro o meterle la lengua hasta la garganta.

Pasaron dos o tres segundos hasta que desapareció el zumbido de la sangre en sus oídos. La cercanía de Mark siempre provocaba eso, pero I.N no iba a acostarse con un empleado. Y menos con ese tío.

Tal vez Mark no lo sabía, pero I.N podía sentir el desprecio que le tenía. A pesar de ser como un barril de dinamita, era observador con la gente que tenía alrededor. Y Mark le odiaba casi tanto como le deseaba. Lo que no entendía aún era por qué el hombre se había empeñado en molestarle.

Lo empujó con fuerza y guardó el arma en la funda que llevaba en su costado.

—¿Qué mierda te pasa, Mark? ¿Por qué coño eres así de suicida?

El hombre volvió a mirarle a los ojos. I.N notó el músculo de la mandíbula apretándose. La luz tenue de la calle iluminaba a duras penas los ángulos de su perfecta cara.

—¿Qué está pasando, Mark? Contéstame —apremió y el otro suspiró sonoramente.

—¿Quieres que te lleve a casa?

—No cambies de tema y responde a mi pregunta. —El mayor se llevó la mano a la cara y apretó su sien con los dedos largos.

—¿Por qué marcaste tu reclamo sobre mí delante del niño rico? Las órdenes eran claras: cualquier cosa que podamos hacer para acercarnos, tenemos que hacerla —dijo de repente confundiendo del todo a Jeongin.

—¿Qué dices? ¿Qué reclamo? No inventes —contestó, pero su cuerpo se tensó.

—¿Por qué tú puedes coquetear con él, pero yo no? ¿Por qué tengo que ser tu perro fiel ante los ojos del niño rico mientras tú tonteas con él?

—Mark, no sé de qué mierdas estás hablando, pero te recomiendo que te calmes. —La amenaza estaba implícita en la voz de I.N, que notaba sus puños hormiguear.

—¿Por qué no me dejaste tomar una oportunidad con él? ¿Por qué te comportas como si no pudiese ser nada más que una de tus propiedades? ¿Por qué tú puedes follar con todo lo que se mueve y yo no? ¿Te gusta demostrar que te pertenezco?

—Es la última advertencia que te doy, Mark.

—Me importa una mierda tu advertencia, Yang Jeongin, como vuelvas a poner en peligro el trabajo por tu comportamiento infantil llamaré a tu hermano. No dejaré que me anules ni una vez más, no moveré la cola cada vez que chasquees los dedos, mientras le das tu polla a cualquiera que te apetezca.

El puño de I.N voló estrellándose contra la perfecta mejilla de Mark. No le dio tiempo a reaccionar antes de golpear de nuevo dos, tres veces. El hombre más alto lo empujó y I.N dio con su espalda en la pared del edificio. Se preparó para volver a reventar sus nudillos contra su amigo, pero la gran palma de Mark paró el puño y retorció su muñeca a su espalda, girándolo y estampando la frente de I.N contra la pared.

Con su mano libre, Mark le agarró de la nuca apretando su mejilla contra el ladrillo frío mientras su brazo era retorcido. I.N no iba a gemir de dolor, aunque estaba a punto de romperle algún hueso y su sien raspaba contra la cerámica.

—Suéltame ahora mismo, voy a matarte —gruñó intentando zafarse.

—¿Crees que voy a soltarte después de esa amenaza? —En una fracción de segundo alcanzó su otro brazo inmovilizándolo por completo.

La pierna de Mark fue entre las suyas abriéndolas y se pegó a su espalda apretándolo más contra la pared.

—Quiero que te quede clara una cosa, Yang Jeongin, eres mi jefe, pero no eres mi dueño. ¿Lo entiendes? —su voz era grave y estaba demasiado cerca de su oreja, el más bajo se concentró en esperar una debilidad para escapar de aquel agarre—. La próxima vez que se te ocurra hacer algo como lo que hiciste en la discoteca, piénsalo dos veces, porque te arrepentirás.

—¿Quién crees que eres? —escupió I.N, abriendo los ojos y mirándole con la cabeza girada.

Mark estaba cerca, demasiado cerca, sentía su aliento en la mejilla que no estaba aplastada contra el muro del edificio. I.N fue dolorosamente consciente de cómo el hombre lo estaba dominando con una llave, de cómo su calor se filtraba por la tela de la americana que llevaba.

—Yo no soy nadie, pero tu hermano sí, y le pediré permiso para castigarte como es debido.

—Ahora has excedido todos los límites, Mark. Mátame o te perseguiré hasta destruirte. No habrá una sola piedra en este planeta que no levante para encontrarte.

El cabrón en su espalda acercó su nariz a la piel de I.N, inhalando bruscamente para soltar un jadeo. Lo empujó un poco más contra la pared, apretando sus caderas contra el culo del chico, que cerró los labios en una línea fina.

—Cuando haces eso con la boca se te marcan los hoyuelos —susurró—, igual que cuando sonríes.

Sintió un tirón de excitación en el vientre. El cuerpo más alto lo cubría por completo. Cualquiera que pasase cerca del callejón junto a la discoteca podría verlos. No iba a tolerar una humillación así. No iba a endurecerse por tener a este imbécil inmovilizándolo contra una pared. No iba a dejarse engatusar. No iba a permitir que Mark pensase que era nada más que uno de sus subalternos.

—Suél-ta-me —dijo, enfatizando cada sílaba.

La boca de Mark se acercó a su oreja y recorrió sus curvas, acabando bajo su lóbulo y dejando un beso. I.N podía escuchar la respiración agitada del hombre, sentirla sobre él. Las manos de Mark apretaron con más fuerza sus brazos y molió la cadera contra su culo con un gemido bajo que lanzó una corriente a los pantalones de I.N.

—Cuando estás agitado te humedeces los labios continuamente, es como un tic nervioso —murmuró Mark, como en trance— Los mojas con la punta de la lengua y abres la boca para respirar más aire. Lo estás haciendo ahora... Siempre lo haces... Primero aprietas los labios en una línea y tus hoyuelos se ven tiernos, aunque estés preparándote para reventarle la cara a alguien, después golpeas...

I.N no sabía qué decir, no sabía qué hacer, no sabía cómo salir de esta o qué significaban esas palabras. El dolor en sus antebrazos apretados por sus dedos se intensificó cuando los dientes del otro chico agarraron el lóbulo de su oreja.

—Mi paciencia también tiene un límite, Yang Jeongin, y hoy lo has sobrepasado con creces. A partir de ahora, vigila tus pasos.

—¿Cómo te atreves a hablarme así, hijo de puta? De verdad estás determinado a morir esta noche y yo voy a...— jadeó sorprendido cuando le dio la vuelta bruscamente.

Sintió el golpe de la pared en la espalda y en el cráneo. Todavía agarraba sus brazos en aquella incómoda posición. I.N se removió tratando de zafarse antes de recordar por qué el hombre formaba parte de su círculo más cercano. Era un experto en el combate cuerpo a cuerpo. Antes de llegar a la organización había sido algún tipo de mercenario, llevaba desde los 17 años peleando.

A primera vista, podía parecer delgado y débil, con esa cara perfecta, esos labios rosados y el lunar criminal debajo de su ojo. Pero debajo de la ropa Mark tenía un buen puñado de músculos. Donde Minho era básicamente un tanque de guerra con una tolerancia al dolor sorprendentemente alta, Mark era rápido y ágil, siempre preparado para desmantelar a su oponente con golpes certeros.

Esas facciones descaradamente preciosas se acercaron a I.N hasta que solo fue capaz de ver la piel blanca. Sus pupilas capturaron la boca del hombre y subieron de nuevo a sus ojos, antes de detenerse levemente en el lunar.

—¿Tú vas a qué? — preguntó Mark con una mueca.

Ahí estaba otra vez, el desprecio que I.N percibía estaba en la cara del hombre.

La ira bullía en su interior entremezclada con la excitación. Quería golpear la mierda fuera de él, quería desquitarse hasta que sus nudillos estuvieran en carne viva, quería patear las costillas de Mark hasta escuchar los crujidos de los huesos. Necesitaba besarle, morder sus labios hasta hacerlos sangrar; lo necesitaba desnudo entre las sábanas de seda de su cama.

La lengua de su captor salió y rozó sus labios. I.N tuvo que contener el gemido que se construyó en su garganta, pero no pudo evitar que sus ojos se cerraran por el placer.

«Ring, ring, ring», el teléfono de I.N sonó y vibró en su pecho. Ambos se quedaron congelados dos segundos.

—¿Vas a soltarme o vas a coger tú mismo el teléfono? —preguntó recuperando la compostura.

Lo soltó y dio dos pasos rápidos hacia atrás, como esperando que I.N atacara, pero no lo hizo. Sacó el móvil del bolsillo y deslizó el botón verde. El imbécil de su hermano no le dejó ni contestar antes de lanzarse a gritar y gruñir.

—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué coño no contestaste antes?

—Yo también me alegro de hablar contigo, Dongyoon hyung. Siento no tener el móvil pegado a la mano en cada momento del día.

—Te he llamado varias veces durante la semana y no has contestado, ¿estás burlándote de mí?

—Dios me libre —bufó I.N, sin apartar la mirada de Mark, que encendía un cigarro—. He estado ocupado.

—Una mierda, Yang Jeongin, una puta mierda. Quiero algo, lo que sea, cuanto antes. Estoy seguro de que ese hijo de puta va a robarnos, necesito poder demostrarlo. —Dongyoon nunca lo llamaba por su apodo, nunca había escuchado la palabra "I.N" de sus labios. Para él siempre era "Yang Jeongin", como colocando entre ellos un muro de granito.

—Estoy trabajando en ello...

—Deja de decir esa mierda—le interrumpió con un gruñido—. Quiero acceso a sus sistemas, quiero putas pruebas, el niño solo es útil si puede darnos algo. Si no, quiero que lo hagas desaparecer.

—Como digas, Dongyoon hyung. Ahora mismo está con Lee Minho en el pent-house. Si todo va según lo planeado, tendremos algo en unas horas.

—Más te vale, Yang Jeongin.

—Espera, hyung —dijo antes de que su hermano colgase—. Necesito que nos encontremos en algún momento los próximos días. Es por un asunto distinto.

—Está bien, te mandaré un mensaje cuando esté libre. No te distraigas, Padre está esperando por los resultados, no nos decepciones.

— Sí, Dongyoon hyung.

Colgó y guardó el teléfono en el bolsillo de la chaqueta de nuevo. Sacó un cigarro y lo encendió mirando a Mark, que terminaba el suyo y lo tiraba al suelo. I.N barajó por unos segundos las probabilidades de éxito de Lee Minho en su tarea y estaba seguro de que lo conseguiría.

Mark dio un paso hacia él de nuevo y I.N volvió a estrellar su puño en la mejilla amoratada del tipo. Lo agarró de la cabeza y lo bajó contra la rodilla, golpeando con fuerza en la nariz. Mark cayó al suelo con la cara ensangrentada, mirándolo como si pudiese desollarlo vivo con los ojos.

—En tu puta vida te atrevas siquiera a pensar que tienes alguna posibilidad contra mí. Esta es mi última advertencia, lo siguiente será un tiro entre las cejas. ¿Te ha quedado claro?

El hombre no contestó, escupió en el suelo a su lado sin mirarle. I.N le agarró del pelo y giró su cabeza para que le enfrentase. Ahora, con Mark en el suelo, debajo de él, sintió que todo volvía a su sitio, al orden natural de las cosas.

—¡Contéstame cuando te hablo! ¿Te ha quedado claro? —gritó con la cara muy cerca de la del hombre.

—Sí —murmuró el otro.

—Sí, ¿qué?

—Sí, jefe.

I.N lo soltó bruscamente, recogió del suelo el cigarro que había encendido antes de atizar a Mark y se lo puso en la boca. Sacudió la chaqueta y echó a andar hacia el edificio. Era su puta casa, así que se quedaría allí, le importaba una mierda si el pequeño niño rico se ponía tímido.

Cuando llegó, las luces del apartamento estaban apagadas. Dejó los zapatos en la entrada, junto a los de Lee Minho y los de Jisung. La puerta de la segunda habitación estaba cerrada, entró a la propia y cerró con seguro desde dentro.

Se desnudó sin encender las luces. Entró al baño y llenó la inmensa bañera. Se miró en el espejo un segundo, alumbrado por las luces de la noche de Seúl. Tenía marcas de dedos en los antebrazos que sabía que se pondrían negras en unas horas. Los nudillos de su mano derecha estaban enrojecidos y con un pequeño corte.

La nariz de Mark sería un problema, su preciosa cara había acabado golpeando con fuerza contra la rodilla de I.N. Se rio suavemente recordando la cara del imbécil en el suelo, lleno de sangre y desconcertado. Había tentado a la suerte y lo iba a pagar muy caro. 

***

¡Buenas, navegantes!

Tengo que confesar desde ya que I. N es mi personaje favorito de esta historia. AMO al rey del infierno que creé.

¿Qué les parece? ¡Quiero teorías y opiniones!

¡Nos vemos en el infierno! (Pd: esta despedida nació, precisamente, de esta historia)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top