37. Los hoyuelos
Seúl. 24 horas antes de la entrega.
—Hwang, te quiero en el aeropuerto a las diez de la noche.
—Algo podría salir mal.
—Eso será responsabilidad nuestra. Este es el fin para ti, tienes toda la documentación en la taquilla de la estación. Después vete directo al aeropuerto. Te recibirán cuando llegues al destino —Al otro lado del teléfono, Siwon suspiró pesadamente—. Lo has hecho muy bien. Te mereces una buena vida a partir de ahora. Intenta disfrutarla.
—Gracias —contestó Hyunjin—, por todo.
—Buena suerte. Nos vemos en la próxima vida —bromeó el chico antes de colgar.
—Espero que no —dijo él, cuando la llamada ya había terminado.
Sacó la tarjeta SIM y la tiró por el retrete. Metió el teléfono móvil antiguo en una bolsa y lo cubrió con un trapo. Golpeó dos veces con un martillo sobre el bulto. Las piezas sobrantes las tiró al cubo de la basura.
Entró al baño y se dio una ducha larga. No tenía prisa, se suponía que no debía ir a ninguna parte hasta el día siguiente. Cuando salió, metió en su bolsa de viaje algunas prendas de ropa. Se quedó mirando lo que había en su armario, la ropa de marca que sus jefes habían comprado para él ya no estaba. Esa pequeña habitación estaba a solo cinco minutos andando de la casa que la organización sí conocía, la de tapadera.
Hwang Hyunjin se vistió con un pantalón vaquero y una camisa hawaiana. Se puso la chupa de cuero sobre los hombros y salió del cuchitril en el que tendría que haberse quedado encerrado. Utilizando una mascarilla negra y un gorro, tiró la bolsa de basura a más de dos kilómetros de la casa. Estuvo cerca de dos horas deambulando.
Dio muchísimas vueltas antes de darse cuenta de a dónde lo habían llevado sus pasos. Enfiló la calle donde I.N tenía la mansión tratando de no pensar demasiado en el error que estaba cometiendo. En cómo acabaría descuartizado. En las posibles torturas que I.N infringiría sobre él si se enteraba de quién era.
La verja exterior estaba cerrada y se quedó mirando la puerta metálica, preguntándose porqué había acabado aquí, porqué sus estúpidos pies lo habían traído al único sitio que debía evitar a toda costa. Bajó la vista hacia sus zapatillas de deporte negras.
Quería golpear a Siwon. Quería gritarle que no podía apartarle ahora, que no quería irse, que no podía marcharse de Corea. Después de seis años tratando de sobrevivir en medio de un campo de minas, Hwang Hyunjin había acabado en la puerta del hombre al que iba a meter entre rejas al día siguiente. Estaba con el pie junto a la única mina que había sido marcada previamente.
—Si no te largas de mi puerta voy a dispararte. —Alzó la vista y lo vio, apuntando con su arma con el silenciador puesto, al otro lado de la verja.
Se quedó sin habla. Los ojos agudos le taladraban la cabeza y apretaba la boca con esa mueca que le marcaba los hoyuelos. Estaba desesperado por pinchar con su dedo la mejilla blanca, por besar esos labios que estaban tan malditamente prohibidos.
Se miraron y todavía era incapaz de hablar. Era incapaz de marcharse de allí porque ese hombre frente a él, separado por las barras metálicas, era lo único que quería ver. No quería marcharse, no quería una buena vida. Quería que esos hoyuelos fuesen lo último que viese antes de morir. Quería ir de cabeza al infierno enterrado en el cuerpo de I.N.
Le daba igual que le disparara, si lo hiciese justo ahora hubiese valido la pena. En realidad, cada maldito segundo de los últimos seis años valió la pena y no tenía nada que ver con el caso. No tenía nada que ver con desmantelar la mayor red criminal del país. Tampoco con meter al hijo de puta de Dongyoon en la cárcel. Había valido la pena por los hoyuelos de I.N.
—¿No tienes ni un poco de respeto por mí? —preguntó el otro de pronto—. Lárgate de aquí.
Se dio la vuelta, andando hacia la casa. Hwang se quedó mirando como recorría el camino de cemento hasta la puerta. Y su cerebro entró en una especie de trance en el que no fue del todo consciente.
Sigilosamente, amparado por la oscuridad, se coló en la casa del vecino y corrió hasta la parte de atrás para trepar al árbol que aquella familia siempre olvidaba podar. Cuando llegó a la rama más elevada, se descolgó para caer suavemente sobre el muro que separaba la propiedad de la de I.N.
De un salto, aterrizó entre los arbustos. Caminó hasta la piscina y fue directo a la cristalera trasera de I.N, frente al comedor. La abrió sigilosamente y dio un paso hacia dentro, deslizando la puerta en su lugar tras él.
—¿Estás riéndote de mí? —La voz mortal llegaba desde el lado derecho. El hombre le había estado esperando tras las cortinas, con las luces apagadas. Giró la cara para mirarlo, encontrando primero el cañón negro.
—¿Cómo sabías que iba a entrar por aquí?
—No es la primera vez que te cuelas en mi casa.
—¿Por qué no me dijiste que parase?
—Porque antes no me importaba.
—Ahora sí te importa —afirmó Hyunjin sin lugar a duda. Lo miró a los ojos y I.N se humedeció los labios con la lengua antes de apretar la boca—. No hagas eso —ordenó.
La cara de Yang Jeongin se transformó en una de sorpresa indignada, como si no pudiese creer que estuviera diciendo algo así cuando tenía el cañón de su pistola entre sus cejas. Y él quería que le disparase casi tanto como arrodillarse frente a él y chupársela hasta que se corriese en su garganta.
—No vuelvas a entrar a mi casa.
—Esta será la última vez. —De hecho, lo era.
—Márchate antes de que tenga que limpiar tu sangre de mis cortinas. —Bajó la pistola y la aseguró, lanzándola sobre el sofá despreocupadamente. Le dio una última mirada a Hyunjin mientras se daba la vuelta para marcharse.
Pero él no se lo permitió.
La mano izquierda de Hwang se cerró sobre el brazo antes de tirar con fuerza y estampar su espalda contra la pared. Se pegó a su cuerpo empujando contra las caderas de I.N. Él estuvo a punto de golpear, pero Hyunjin subió su diestra hasta la parte trasera de su cabeza y tiró del pelo para que la levantara.
Sus ojos furiosos se clavaron en los suyos, con el fuego ardiendo en las profundidades negras, incendiando todo a su alrededor. Respiraban pesadamente antes de que Hwang se atreviera a restregarse con más ímpetu. El hombre jadeó y Hyunjin deseó no haber traído puesta la maldita mascarilla para poder besarlo.
Los dedos helados de I.N se cerraron en su muñeca derecha como un cepo. Volvió a lamerse los labios y Hwang tiró más fuerte del agarre en su pelo.
—Te he dicho que no puedo controlarme cuando haces eso.
—Y yo te he dicho que salgas de mi casa —El maldito provocador puso la otra mano en el pecho de Hyunjin y le agarró de la tela con fuerza—. Odio estas ridículas camisas hawaianas.
Soltó el brazo de I.N y se arrancó la mascarilla de un tirón. Sus dedos rodearon el cuello suave del chico y cayó contra sus labios entreabiertos sin esperar ninguna invitación. Cuando sintió su saliva, un gruñido retumbó en su pecho, bajo el puño de I.N.
Tantos años esperando y ahora era real. Abrió más la boca, metiendo su lengua invasora en la cavidad del contrario, que la recibió con un gemido. La mano fría en su muñeca apretó con más fuerza y él también presionó en sus agarres sobre el cuello y el pelo de I.N.
El beso se tornó desesperado, la lengua del chico empujó en su boca, asaltándole sin tregua. Los gemidos silenciados entre ambos retumbaban en sus oídos mientras empujaba al chico contra la pared. Quería clavarse dentro de él, quería follarle hasta que no quedaran más que cenizas de los dos.
I.N tiró de su camisa con más ansia, mientras el beso sucio borraba de un plumazo todas las veces que se habían roto la cara a puñetazos el uno al otro. Hwang casi enloquece cuando sintió sus dientes sobre su labio inferior, tirando con tanta fuerza que pudo saborear la sangre después.
Sus bocas se separaron un segundo, un maldito segundo en el que los dos tomaron aire antes de que la mano de I.N que estaba sobre su muñeca fuese hasta su nuca para atraerlo de nuevo. Acomodando sus cabezas ladeadas, el beso volvió a ser crudo, con las bocas abiertas y la saliva escapándose de las comisuras.
Hyunjin sentía su erección creciendo, reclamando atención y molió contra el contrario, que gemía en su boca. I.N le apartó de un tirón, empujándolo con ambas manos hacia atrás y él se quedó parado, esperando la explosión de ira, los puños sobre su cara.
Afianzó las piernas para defenderse del ataque que sabía que I.N preparaba. Cuando se puso en marcha, corriendo hacia él los cuatro o cinco pasos que les separaban, Hwang no se esperaba que saltara contra su cuerpo enredando sus piernas en su cintura y colgándose de su cuello.
Casi cayó hacia atrás antes de agarrarlo por las nalgas. Sus labios volvieron sobre los de Hyunjin chupando, lamiendo, mordiendo, conquistando cada maldito rincón. Los dedos de I.N sacaron el gorro tirándolo descuidadamente y se enredaron de forma agresiva en su pelo mientras el beso se intensificaba.
Sentía como toda la sangre de su cuerpo se concentraba en su entrepierna. Dio algunos pasos a tientas, con los ojos cerrados, tratando de recordar la distribución del salón de memoria. Acabó pateando una de las sillas de la mesa para apoyar a I.N allí y poder separarse para tomar aire.
Jeongin agarró ambas solapas de la camisa y tiró haciendo saltar los botones. Empujó la chaqueta y la camisa al mismo tiempo, metiendo sus manos heladas por los brazos y Hwang fue incapaz de resistirse. Con la mitad superior de su cuerpo desnuda los ojos del chico lo recorrieron mientras los dedos se cerraban en sus bíceps.
Agarró los antebrazos del chico y lo apartó de su piel de un tirón. Con movimientos poco precisos logró deshacerse de la camiseta que él traía puesta y lo tumbó en la mesa. El golpe de su espalda contra la superficie se acompañó de un gemido de dolor. Hwang cayó sobre el pecho musculado mordiendo un pezón, chupando como si le fuese la vida en ello.
Las manos ajenas volvieron a cerrarse en su pelo, con tanta intensidad que las lágrimas picaron ante el dolor en su cuero cabelludo. Pero no podía parar. Dejó ir el pezón con un ruido sucio y admiró el brote duro, la piel enrojecida y las marcas de sus dientes alrededor de la aureola. Decidió que debía igualarlos para guardar la simetría de ese cuerpo que ahora se respondía a su toque.
Rodó en la lengua la otra protuberancia mientras su mano subía por los muslos duros y acariciaban la evidente erección bajo el pantalón corto de deporte. Las caderas se movieron buscando más. Apretó por encima de la ropa mientras sus dientes tiraban sin piedad del pequeño pezón.
—¡Arg! ¡Más! —gimió el hombre.
Hwang se separó de su pecho y bajó por el vientre deliciosamente ondulado por los abdominales. Mordió junto al ombligo y chupó con tanta fuerza que I.N se retorció. Sonrió orgulloso cuando vio la marca en la piel blanca.
La mano derecha de I.N apartó de un tirón su pantalón y su ropa interior. Ante los ojos de Hwang Hyunjin, la polla dura y palpitante de su jefe se alzó esperando su toque. El más joven bombeó con su mano un par de veces y Hwang se humedeció los labios con anticipación. Antes de poder meterla en su boca, el pie descalzo de I.N le golpeó con fuerza en el hombro tirándole hacia atrás.
—De rodillas —ordenó, bajándose de un salto de la mesa y acercándose a él. Hyunjin obedeció. Jeongin se deshizo de su ropa interior y se paró con su miembro delante de su cara—. Abre la boca. —De nuevo, acató la orden.
El glande recorrió sus labios y se atrevió a acercar un poco la lengua para recoger una gota de líquido preseminal. I.N jadeó. Con su mano libre, acarició la mejilla de Hwang y su pulgar descansó bajo su párpado, donde tenía ese lunar tan llamativo.
—Esto es mejor de lo que había imaginado —gruñó el chico, metiendo la punta de su hombría en la boca de Hyunjin. Envalentonado, recorrió con la lengua la carne suave y húmeda, presionando sobre la pequeña hendidura, cerrando los labios alrededor y chupando con un ruido vulgar—. ¡Mierda! Voy a follarte la garganta.
Hwang Hyunjin no pudo decir que no porque el mástil ya empujaba contra su úvula un segundo después. Se aferró a los muslos duros de I.N mientras él, literalmente, le jodía la boca con tanta fuerza que pensó que se quedaría sin conocimiento.
El trozo de carne entraba y salía de su cavidad rápidamente mientras trataba de controlar el reflejo nauseoso. La saliva goteaba de su boca cuando el chico aflojó el ritmo y la profundidad, haciéndolo más fácil para él. Con los dedos hechos un puño sobre su pelo, lo sintió temblar cuando Hwang agarró el saco que colgaba bajo su miembro.
—¡Joder! —balbuceó, volviendo a empujar la cabeza de Hyunjin hasta que casi toda su polla estuvo dentro —. Ah, Dios, qué bueno eres.
Gimió en respuesta, vibrando alrededor de la vara caliente que le apretaba la garganta y I.N salió rápidamente fuera de él. La saliva caía por su barbilla y un hilo se había quedado entre la polla dura y sus labios.
—Eres tan malditamente guapo que podía correrme solo con mirarte —confesó Yang, recogiendo el fluido de su cara y metiendo el pulgar en la boca de Hyunjin. Él lamió el dedo mirándole a los ojos, arrodillado ante él—. Estoy tan cerca.
—Córrete en mi boca —gimió, agarrando la polla y volviendo a llevarla profundo en su cavidad mientras resonaban los gemidos guturales de I.N.
La entrepierna de Hwang se apretaba contra sus vaqueros. Estaba tan excitado que pensaba que podría manchar sus pantalones sin tocarse. Las manos de I.N lo agarraron a ambos lados de la cabeza y se movió rápidamente contra él, entrando y saliendo de su boca, mientras él trataba de respirar por la nariz y relajar los músculos de su garganta lo suficiente.
Las embestidas se hicieron erráticas y Hwang apretó con fuerza las bolas del chico mientras se aferraba a una de sus nalgas. El hombre se corrió entre gemidos graves incomprensibles, temblando sobre su lengua, descargando en su garganta. Salió de él mientras aún chorreaba y sintió el calor líquido en su cara que le hizo cerrar los ojos.
Podía imaginar la imagen que daba ahora mismo: arrodillado, con la cara cubierta de semen y saliva, tragando todo lo que I.N había dejado dentro de su boca. Movió la mandíbula desentumeciéndola y vio a Yang Jeongin apoyar su culo desnudo en la mesa, aturdido.
—Esta es una buena imagen para guardar —jadeó, tratando de recuperar el aliento—. Joder, te ves como un puto sueño erótico con la cara cubierta de semen y los labios destrozados.
Hwang Hyunjin sonrió, cogió la camiseta ajena tirada y se levantó. Se desplazó hasta la cocina y abrió el grifo, mojando la tela. Se limpió la cara, aunque una parte sucia de él quería quedarse con los fluidos de I.N sobre él para siempre. Se enjuagó la boca antes de beber un gran vaso de agua y sopesó sus opciones.
Probablemente Yang lo echaría. Pero Hyunjin no iba a permitirlo, pensaba pegar al hombre contra la pared y follarlo sin darle tiempo a nada más. Quería hacerlo ahí, en la cocina, contra la encimera. Quería que saltara sobre él en el sofá, lo quería a cuatro patas en la cama. Necesitaba estar dentro de él en todas las posiciones posibles en todos los rincones de esa casa y tenían unas siete horas hasta el amanecer.
Escuchó la ducha en el baño que estaba cerca de las escaleras y pensó que era una buena oportunidad para escapar. Por supuesto, su instinto de conservación estaba totalmente apagado.
Bebió otro vaso de agua antes de volver al salón y servirse una copa de su mejor güisqui. Se sentó en el sofá, frente al ventanal. Tenía que marcharse, su obligación era salir de esa casa y nunca más mirar atrás.
La vida de Hwang Hyunjin había sido tan común que todos se extrañaban de cómo había acabado allí. Nació en el sur del país, con unos padres que lo habían ignorado durante toda su existencia. Con diecisiete años había huido. Estuvo durante unos meses participando en peleas clandestinas para ganar algo de dinero en Seúl, hasta que decidió entrar a la academia de policía. Después, siguió mejorando y ascendiendo. Acabó formando parte del equipo de operaciones especiales casi sin darse cuenta.
Dio un sorbo largo al líquido.
Si alguien hace seis años le hubiese dicho que iba a acabar ahí, ¿hubiese aceptado? En ese momento, como no tenía nada que perder, simplemente entró en la operación encubierta, empezando con el trapicheo menor. Pero sus superiores sabían que llamaría la atención rápidamente. Era consciente de que tenía una cara agraciada, era inteligente y tenía labia. Lo más importante era que Hwang Hyunjin no daba miedo. Podía colarse en los sitios más exclusivos con una batida de pestañas y un guiño.
Park Dongyoon lo mandó llamar cuando llevaba seis meses encubierto. Hwang se aprovechó de esa sensación de hipnosis que provocaba en la gente a su alrededor para acercarse a él lo más que pudo sin levantar sospechas. Y entonces conoció a I.N.
Yang Jeongin sí daba miedo. Era como si estuviera continuamente enfadado, como si cada minuto de su vida fuese una pelea contra los demás y contra sí mismo. I.N no tenía ningún lado suave, hasta cuando reía, asustaba. Además, ese hechizo que Hwang ejercía a su alrededor parecía no funcionar en él. Y todas esas aristas hacían que el corazón de Hyunjin repiqueteara excitado en su pecho.
Toda su puta vida pensando que era un sociópata incapaz de apreciar a nadie, aburrido de su propia existencia y con tendencias suicidas y de repente los hoyuelos de I.N volaron por los aires todos los esquemas de Hwang.
¿Hubiese impedido la muerte de Hayoon si hubiese estado más centrado? ¿Podría haber parado a I.N? ¿Podría haber evitado todo lo que Jisung había pasado? Nunca sabría las respuestas.
La estancia se iluminó y giró la cabeza hacia el baño: un I.N desnudo salía tranquilamente de allí, secándose el pelo con una toalla pequeña. «Que Dios me ampare», esa era una visión que no iba a olvidar jamás.
¿Hubiese dicho que sí si hace seis años le hubiesen advertido que ese chico iba a arruinarle la vida? Por supuesto que sí. Diría sí mil veces más por ver la sonrisa peligrosa que se dibujó en la cara de I.N en ese momento.
—Por un minuto pensé que te habrías ido, tal y como te ordené.
—Ya te dije que no estoy a tus órdenes. Y no hemos terminado.
—Ah, ¿no? —preguntó el chico irónico, con una ceja levantada.
—Tenía pensado follarte en cada habitación de esta casa —Se levantó dejando el vaso sobre la mesa de centro—, pero no sé si podrás resistirlo.
I.N respiró profundo y Hwang comprobó satisfecho como su polla volvía a llenarse un poco. Avanzó hasta él y el chico dio algunos pasos hacia atrás hasta chocar su trasero con una cómoda al lado del recibidor.
Hyunjin lo acechó hasta que se cernió sobre el cuerpo desnudo. Miró sus labios un segundo antes de besarlo de nuevo, devorando su boca como un animal hambriento.
El sonido de placer se ahogó en la boca de I.N mientras le agarraba fuerte por las piernas, sentándolo sobre la cómoda. Lo que sea que hubiese sobre ella cayó al suelo con un ruido estrepitoso que a ninguno de los dos les importó. Empujó, sintiendo la presión de la bragueta en su polla dolorida.
Los dedos fríos estaban en su nuca. Mordió el labio inferior de I.N antes de continuar por su mandíbula, hincando sus dientes en su cuello. El más joven meneó las caderas rozando contra su pantalón vaquero y apretó la cabeza de Hwang contra él.
Los gemidos bajos lo excitaban y sentía su sangre como si fuese lava concentrada en su polla. Necesitaba correrse. Necesitaba estar dentro de ese cuerpo duro, lleno de músculos y agresividad pulsante. Simuló una embestida y el mueble se tambaleó.
—Lubricante —dijo en el oído de I.N, mordiendo el lóbulo.
—En el baño —contestó.
Hwang se soltó, aunque era lo que menos quería hacer, y corrió como si su vida dependiera de ello. En el mueble del baño encontró varios botes de lubricante y una caja de condones. Se los puso en el bolsillo trasero del pantalón y volvió a salir.
I.N caminaba por la estancia tranquilamente, dejándose caer en el sofá. Ese pequeño cabrón tenía la energía de un emperador. Como si todo el mundo tuviese que estar a sus pies. Como si fuera el dueño de todo. Y Hyunjin se moría por tomar a ese tirano con problemas de autocontrol.
Se acercó a él por detrás y rodeó el cuello de I.N con una mano, ejerciendo presión. El chico jadeó y echó la cabeza hacia el respaldo, mirándolo desde su posición. Hwang apretó más fuerte la mano y vio cómo se masturbaba.
—No te toques.
—¿Quién te puso al cargo de esto? —preguntó el provocador, moviendo su mano más rápido.
—No juegues conmigo. Estoy en el borde —le soltó y caminó hasta rodear el mueble y sentarse junto a él, agarrándole de nuevo del cuello—. Por tu bien, obedece.
—Sabes que no voy a obedecerte, ¿verdad? —bromeó, con una sonrisa juguetona.
Las pupilas se agrandaron y las aletas de su nariz se ensancharon. Hwang agarró con fuerza la mano con la que se tocaba a sí mismo y la quitó de su miembro. Empujó por el cuello al chico contra el sofá, cerniéndose sobre él. I.N vibraba bajo su cuerpo y se humedeció los labios rosados y jugosos con la lengua.
—Vas a obedecer —Hyunjin subió la otra mano sobre su cabeza y agarró la muñeca inmovilizándola, para repetir la acción con la otra. Afianzó con su peso sus brazos bloqueando sus movimientos con una sola mano. I.N se removió, pero solo consiguió que sus cuerpos se frotaran entre sí y un gruñido ahogado saliese de la garganta del más alto—. ¿Quieres que saque una maldita brida?
—Te voy a matar —contestó, cuando Hyunjin usó su mano libre para bajar sus pantalones a duras penas y liberar su polla dolorida del confinamiento.
—Me parece bien, pero primero voy a follarte.
Hwang era consciente de que I.N no estaba intentando escapar. Podría haberse liberado de sus manos. Podría tirarlo del sofá de un empujón. Podría incluso morderlo tan fuerte como para hacerle retroceder. Pero no lo estaba haciendo.
Una parte de sí mismo estaba tan aterrorizada con esto que no podía pensar con claridad. El resto de sus funciones mentales estaban centradas en cómo el cuerpo de Yang Jeongin se sentía debajo del suyo. Se empujó entre las piernas del chico y ambos gimieron.
El sonido de la respiración entrecortada de I.N estaba deshaciendo cualquier control que pudiese tener. No podía pensar en nada más que en estar dentro de su cuerpo, era imposible que consiguiera ser suave con él.
Se miraron unos segundos, los ojos de I.N le recorrieron de nuevo la cara y volvió a parar en el lunar. No pudo evitar sonreír, al final, su cara sí que lo afectaba, solo que sabía disimular muy bien.
Volvió a meter la lengua en su boca agresivamente, tratando de obtener de él todo lo que fuese posible antes de tener que despedirse.
—Voy a metértela, I.N. Solo dime cómo de difícil me lo pondrás... —murmuró al separarse—... Dime si puedo soltarte las manos para joderte... O ¿vas a seguir fingiendo que no quieres esto? —Empujó su cintura, aplastándolo contra el sofá y le vio morderse el labio inferior.
— Suéltame...
—¿Intentarás golpearme?
I.N se lanzó contra su boca de nuevo, levantando la cabeza a duras penas, enganchando con sus dientes la carne de Hwang. Las lenguas volvieron a encontrarse mientras las piernas del más joven se enredaban en su cintura.
Y el fino hilo que sujetaba el control de Hyunjin se rompió. Se arrodilló entre las piernas del chico. Se colocó el condón y puso un buen chorro de lubricante sobre su mástil.
—No puedo esperar más.
—Fóllame de una puta vez —demandó, tirando de sus caderas con las piernas.
Hwang Hyunjin cumplió con sus deseos. Colocó su glande en el punto fruncido y empujó sin darle tiempo a nada más que a gemir abandonado. Sintió la presión asfixiante al instante, no podía moverse y observó, enterrado hasta la base dentro de él, como I.N mantenía los ojos cerrados y una lágrima se escapaba por su sien en el ojo derecho.
Se dejó caer sobre él, con los antebrazos apoyados a ambos lados de su cabeza y recogió la gota con el pulgar antes de lamer sobre sus labios. El chico respiró hondo debajo de él, moviendo suavemente las caderas para acomodarse.
Salió y volvió a entrar una vez y vio como el otro abría sus labios en un grito silencioso. Besó su mejilla, sobre uno de los hoyuelos, antes de seguir por su mandíbula y su cuello. Embistió de nuevo y mordió el cuello blanco, donde el músculo se tensaba.
—¡Joder! —gruñó el chico, antes de enganchar sus manos a los hombros desnudos de Hyunjin.
—Lo siento por esto... —susurró, antes de empujar contra él con fuerza.
Le escuchó gemir mientras sus uñas se clavaban en la piel de su espalda. El movimiento de sus caderas era casi automático, le resultó externo, como si otra persona estuviese obligándole a follar a I.N con toda la rabia que llevaba acumulando todos estos años.
Lo jodió sin cuidado, con el cuerpo moliendo contra él, chocando con la parte trasera de sus muslos firmes. Sus dientes volvieron al cuello, mordiendo hasta casi sacar sangre. Su cuerpo demandaba el daño que sabía que le estaba haciendo y I.N respondía con gemidos lastimeros, arañando su espalda, saliendo al encuentro de sus embestidas.
La tensión alrededor de su polla era como el infierno. Sentía como si fuera a arrancársela si seguía apretándole de esa manera. Pero no quería parar, no podía parar.
Una capa de sudor empezó a cubrirlo y el vaquero le molestaba, quería sentirle más, quería llegar hasta el fondo y quedarse allí. Se puso de pie y sacó sus pantalones y calzoncillos. Completamente desnudo dio un paso para volver a la posición, pero I.N fue más rápido.
Se levantó de un salto y lo empujó con ambas manos. Tropezó con la mesita y cayó sentado en el otro sofá. Vio el vaso que había usado rodar sobre la alfombra persa derramando el líquido sobrante antes de que el cuerpo del hombre estuviera sobre él.
I.N se sentó a horcajadas sobre él, volviendo a empalarse.
Observó en trance cómo echaba la cabeza hacia atrás, con la espalda arqueada y las manos sobre los hombros de Hyunjin. Su sangre corrió a una velocidad vertiginosa cuando el tirano empezó a saltar sobre su mástil.
Sus movimientos eran precisos y Hwang los siguió. Vio el placer en su cara, en su boca entreabierta, en los ojos cerrados, en los músculos de sus brazos tensos. Le agarró de la nuca con una mano mientras la otra se anclaba a su nalga derecha con el perverso placer de saber que tendría marcas de sus dedos.
Atrajo al hombre para besarlo. Quería mantener contra él esa boca maldiciente, quería morder esos labios hasta hacerlos sangrar. La saliva se escapaba por sus comisuras y sus lenguas se lamían vorazmente mientras el culo de I.N seguía subiendo y bajando sobre su eje.
Le agarró por el cuello apretando y se separó de su cara. Hyunjin se movió con más fuerza, taladrando las paredes de su recto con vaivenes brutales. Tomó su cadera mientras perforaba aquel orificio. I.N gimió a duras penas.
Le agarró de la muñeca y sus manos, de repente, ya no estaban frías. El calor se filtró desde el brazo con el que constreñía el cuello de I.N. Vio como su otra mano bajaba entre sus cuerpos y agarraba su propia polla.
Golpeó más fuerte. Quería romperlo, quería joderlo hasta que llorase. Quería hacerle sufrir tanto como él había tenido que sufrir. Quería descargar toda su rabia en ese cuerpo que cabalgaba sobre sus piernas. Quería cerrar la mano y romperle la tráquea. Quería besarlo hasta que estuviesen secos. Quería esconder para siempre ese cuerpo de la vista del mundo. Lo quería para guardarlo, para mantenerlo a su lado, para calentar sus manos heladas con el calor del sexo animal.
I.N volvió a gemir, masturbándose más rápido y Hwang Hyunjin respondió acelerando el ritmo, enganchando su cintura con más solidez. Entraba y salía del chico vigorosamente, con una violencia más propia de un enemigo que de un amante.
Su jefe se corrió, poniendo los ojos en blanco ante él, con todo su cuerpo tensándose. Su semen salpicó el vientre de Hyunjin y sus paredes se apretaron tanto a su alrededor que pensó que no podría volver a follar nunca. El sonido ahogado de la voz del chico le envió casi al borde, pero siguió moviéndose sin pausa.
Soltó su cuello y lo atrajo sobre su pecho, mordiendo las marcas rojas que sus dedos dejaron debajo de la mandíbula de Yang Jeongin. El cuerpo más pequeño pareció perder algo de la tensión y se dejó hacer. Hwang no paraba sus embestidas, sintiéndolo temblar a su alrededor atravesando aún los ecos del orgasmo.
Los gemidos de Jeongin se mezclaban con sus propios jadeos y apretó los dientes poco después, cuando sus caderas se trabaron. Se corrió en el condón dentro del culo del hombre más peligroso de la tierra. Hwang Hyunjin había firmado su carta de suicidio sobre I.N y nunca había estado más feliz de nada.
Respiró contra la piel cubierta de sudor, con la mejilla apoyada sobre el hombro del otro. Todavía sentía los ecos del éxtasis y sabía que no podría ponerse de pie en un rato.
Recorrió la espalda húmeda desde sus nalgas hasta la nuca y de vuelta. La violencia había bajado y ahora era como un sonido lejano, como el motor de los coches que pasaban por la calle. Todavía esperaba que Yang cogiese la pistola que había a su lado en el sofá y le disparase.
La risa del chico empezó como un murmullo y terminó en carcajadas contra su pecho. Hyunjin se tensó, I.N daba miedo cuando se reía. Gruñó cuando sintió la presión de los músculos internos en su miembro blando, se retorció un poco para sacarla con un sonido de chapoteo vulgar. El chico gimió sobre él.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó. Se miraron unos segundos y los hoyuelos estaban tan cerca que tocó uno con su dedo índice. La mueca del chico se contrajo un poco, pero no dejó de sonreír.
—Esta mierda —contestó, señalando el desastre entre ellos. Hwang Hyunjin no entendió dónde estaba la broma, pero solo se encogió de hombros. Temía preguntar más y crisparle los nervios.
Sus palmas bajaron y se posaron en los muslos duros a ambos lados de su regazo. Lo miró a los ojos, miró esa sonrisa peligrosa, con los labios inflamados, las marcas rojas en su cuello. Sus manos siguieron acariciándolo. No era suficiente, nunca iba a serlo.
No había terminado de correrse y ya quería tenerlo otra vez. Quería volver a entrar en su cuerpo musculado. La lujuria cruda lo golpeó cuando I.N se mordió el labio inferior conteniendo un suspiro en el momento que sus dedos rozaron la polla sensible que colgaba entre ellos.
—Te voy a dar cinco minutos para que descanses a partir de este momento. Después voy a volver a follarte —afirmó, agarrando ambas nalgas y apretando. I.N frunció el ceño cabreado y sus manos llegaron al cuello de Hyunjin.
—¿Qué te hace pensar que voy a dejar que lo hagas? —Los dedos volvían a estar frescos y se cerraron en torno a su garganta. La parca había llegado para cobrar su deuda y él no podía estar más dispuesto a morir.
—Si me vas a estrangular al menos déjame entrar en tu culo. No creo que haya una mejor manera de morir —le pidió sinceramente, con una sonrisa hechicera y una batida de pestañas. El chico levantó una ceja y le agarró del pelo tirando hacia atrás.
Sintió sus labios en su cuello. I.N se levantó de pronto, dejándolo tan frío como se habían sentido sus manos.
Hwang se quitó el condón usado mientras su erección despertaba de nuevo ante la visión del tirano de pie, completamente desnudo, con toda la extensión de piel blanca llena de sus marcas. Mierda, ojalá la vida le hubiese dado la oportunidad de joderle mucho antes.
—Vete a darte una ducha —dijo, con una mirada críptica—. Y lárgate de mi casa después.
Lo enganchó de la muñeca antes de escapara hacia las escaleras y la retorció tras él, inmovilizándolo. I.N respondió lanzando su cabeza hacia atrás y alcanzando su mejilla en un golpe. El dolor lo dejó un poco mareado, pero no soltó la llave que le mantenía con la espalda pegada a su pecho.
Yang Jeongin se revolvió tratando de zafarse, pero las manos de Hwang Hyunjin se convirtieron en grilletes enganchando sus dos brazos a su espalda. Lo oyó gruñir tratando de escapar, pero no soltó ni una de sus maldiciones.
Con sus dedos largos agarró las muñecas juntas y golpeó con sus piernas tras las rodillas de I.N. El chico cayó sobre la alfombra con un jadeo. Hyunjin buscó a tientas sus pantalones y ató con una brida los antebrazos unidos en medio de su espalda.
—Joder, ¿qué coño haces?
—Te dije que iba a darte cinco minutos para descansar y tú decidiste que no los necesitabas.
—Suéltame ahora mismo, hijo de puta.
Hwang empujó por la nuca al chico contra la mesita de café. Se colocó tras él y acarició toda la extensión de piel expuesta, desde sus hombros a sus nalgas, pasando por encima de los brazos restringidos. Sintió la piel de gallina bajo los dedos y el sonido ahogado cuando agarró las bolas.
Abrió las nalgas ante él y escupió un salivazo en el agujero estrecho antes de meter dos dedos de golpe. El cuerpo sobre la mesa tembló cuando estimuló su próstata. Con su mano libre recorrió el perineo y alrededor del saco que empezaba a tensarse de nuevo. Su polla se llenaba, colgando entre sus piernas. Hyunjin tenía el cuerpo tan tenso, con tantas ganas de volver a enterrarse allí, que goteó líquido preseminal sobre su propio regazo.
—Joder, que me abran en canal si esta no es la mierda más erótica que he visto en mi vida —gimió mordiendo una de las nalgas redondas antes de lamerla.
—Te mataré...—El gemido ahogado interrumpió la retahíla inútil cuando metió un tercer dedo. Folló el agujero de I.N con sus falanges, mientras su otra mano fue a su polla y lo masturbó tortuosamente despacio—. Joder... —se quejó, con una contracción de caderas.
Exploró concienzudamente el orificio estrecho donde acababa de estar hacía pocos minutos. Se maravilló por el calor y la presión. Sus yemas se curvaron por todas partes, había estado tan desesperado por sentirlo que se convirtió en una cuestión de vida o muerte saber qué le gustaba a I.N.
—¿Quieres que te folle, I.N? ¿Quieres que vuelva a romperte el culo? —susurró en su oído, con todo su cuerpo sobre la espalda del hombre. No contestó, solo cerró los ojos con la mejilla sudada restregándose contra la mesita de café—. Tal vez quieres que pare... sí, a lo mejor quieres que deje lo que estoy haciendo y me marche...
Los ojos afilados se abrieron y lo miraron, la rabia y la lujuria entremezcladas en sus pupilas brillantes. Yang se mordió el labio inferior y sonrió de medio lado, mostrando su hoyuelo. Y Hyunjin se dio cuenta de que por mucho que creyese que estaba dominándole, siempre sería el puto esclavo de I.N.
Se apartó de él y buscó en su pantalón un preservativo que se puso diligentemente. Después dejó caer un poco de lubricante sobre su asta y volvió a ponerse detrás del culo más sensual que había probado nunca.
Apretó la punta y entró de un bandazo, sin esperar a nada. El gemido bajo y grave de I.N lo hizo estremecer. Santa mierda, el cabrón seguía apretado como una prensa. Empujó un par de veces superficialmente acomodándose a la posición.
Tener a I.N a cuatro patas delante de él era una fantasía cumplida, como todo lo que había hecho esa noche en esa casa en la que no volvería a colarse más. El pensamiento dejó en sus papilas gustativas un sabor amargo de tristeza que no le gustó. Empujó con demasiada fuerza y afianzó su mano en el hombro del chico.
Los gruñidos guturales eran cada vez más ruidosos. Hwang no pudo evitarlo, era completa y absolutamente imposible ver el culo de aquel tirano hijo de puta y no querer azotarlo. La primera bofetada cayó sobre la nalga izquierda con un sonido que le puso la polla más dura.
—Que... ¡¿Qué coño haces?! —se quejó.
Golpeó de nuevo la piel tierna de su cachete y el chico gimió en voz baja, como si estuviera sorprendido por el placer que estaba sintiendo. La mano derecha de Hwang le agarró por los antebrazos unidos por la brida para embestir con más fuerza. La izquierda dio el tercer golpe sobre la piel y se maravilló con la reacción del cuerpo de Yang Jeongin.
El chico gimió, con las piernas temblando y sus músculos internos apretando la polla de Hwang. Acarició la nalga caliente, con las marcas rojas de sus manos. Ojalá pudiese tatuarse en su piel, ojalá pudiese follarle cada maldito segundo del resto de su vida.
Ese tinte amargo con sabor a tristeza le hizo apretar los dientes. Lamió sobre la nuca del chico, recogiendo las gotas de sudor allí, gimiendo junto a su oído cuando su recto ondeó apretándole el miembro. Necesitaba besarle otra vez, necesitaba beber su saliva, comerse sus labios. Mordió en la parte trasera del cuello con demasiada fuerza y I.N se quejó con un gemido.
—Dios, como me gusta estar dentro de ti. —Suavizó el ritmo de sus embestidas, saliendo por completo de él antes de volver a entrar hasta la empuñadura.
El culo de I.N se sentía caliente como una estrella y su polla ya estaba dentro de su campo gravitacional. Ahora quería arder con él en esa tormenta de fuego hasta que solo quedasen sus huesos calcinados.
—Por favor... —Oyó el quejido lastimero y levantó la cabeza para mirarle preocupado. La cara contraída con la mejilla sobre la mesa se sintió como un ataque directo.
—¿Qué pasa? —le preguntó en un susurro, con sus labios sobre su pómulo.
—No puedo más... —confesó.
—¿Quieres que pare? —Dejó un beso suave sobre la sien húmeda y el chico negó con la cabeza.
—Haz que me corra, por favor... —Joder, el ruego sincero lo dejó sin defensas.
I.N rogando para correrse era algo para lo que no estaba preparado. No esperaba la sumisión, esperaba la lucha descarnada, no el sollozo bajo cuando embistió contra el fondo de su culo. Agarró con los dedos la brida y tiró para romperla. Lo quería malditamente libre, quería esas manos gélidas por su piel ahora mismo.
Salió de su interior y lo tumbó boca arriba en la alfombra persa. La piel blanca de I.N relucía entre los tonos rojos del textil. Un íncubo, el príncipe del infierno.
Acarició con reverencia los muslos prietos. Dejó un beso suave sobre la rodilla antes de acomodarse entre las piernas. Volvió a alinear su mástil contra el punto fruncido y empujó. Los dos suspiraron, Hyunjin se sintió en el cielo de nuevo.
Se cernió sobre él, apoyado en sus antebrazos, con su boca tan cerca de la de I.N que sus labios se rozaban cuando embestía. Lo besó, porque era imposible tener esos dulces rosados al alcance y no darles un bocado.
Se tragó un gemido del chico cuando cambió el ángulo de sus embestidas para apuñalar su próstata. Las palmas de las manos subieron por su espalda, apretando los músculos allí, clavando las uñas cortas. El pinchazo de dolor animó a Hyunjin y movió las caderas más rápido.
—Por favor... —gimió de nuevo.
Bajó la mano entre sus cuerpos mientras su boca recorría la línea de la mandíbula y el cuello lleno de marcas. Sus labios se cerraron sobre un pezón al mismo tiempo que agarró la polla sensible y golpeó con ímpetu dentro del canal estrecho.
Los gemidos desesperados llenaron la estancia, una sinfonía mezclada con los sonidos de succión de la boca de Hwang sobre el pezón y el chasquido de la piel contra la piel en el punto en el que los cuerpos se unían.
Los dedos de I.N estaban sobre su pelo y tiró. Sintió el culo apretarse alrededor de su eje. Y tenía las manos ardiendo ahora, tan calientes como el centro de la tierra. El canal estrecho palpitó y le dio una descarga de placer tan brutal que su mano presionó con fuerza inconsciente el glande del chico.
— Ah... ¡Joder! —lloriqueó el hombre, convulsionando en la alfombra, con la columna de su cuello expuesta como una ofrenda para la ávida boca de Hwang Hyunjin.
Movió sus labios del pezón al punto junto a la nuez de Adán, y masturbó al hombre mientras se corría, con embestidas cortas contra la próstata de I.N. Sintió apenas unas gotas de líquido salir de la polla sobrestimulada y cansada del chico antes de colapsar sobre su cuerpo en busca de aire.
Se obligó a sí mismo a empujarse fuera del cuerpo desmadejado de Yang Jeongin y se dejó caer a su lado con su hombro golpeando la alfombra. Agarró a tientas un cojín grande del sofá y levantó despacio la cabeza del chico, antes de apoyarse en él también.
Contempló el perfil del emperador tumbado boca arriba, que respiraba entrecortadamente. El corazón latió despierto contra su pecho. Hacía tanto tiempo que no se sentía así...
Se arriesgó a acercarse más, pegándose a su costado, poniendo una mano sobre los abdominales duros de I.N. Una de las manos del chico se posó encima de la suya, pero no como una amenaza, no para apartarle. Simplemente acarició el antebrazo y llegó hasta el dorso de su mano.
Hyunjin abrió los dedos para enlazarlos con los de Jeongin, sin apartar la vista de la cara del chico, que parecía dormitar con la boca entreabierta. No quería dejar de mirarlo nunca. Su interior se sentía como un maldito campo de batalla, con sus deberes como policía peleando con las ganas desesperadas de entregarle a I.N hasta el último rincón de su ser roto y defectuoso.
—¿Era tu amigo? —preguntó el chico de repente, con un susurro ronco.
—¿Qué?
—El chico: Chul, el chico de la cabaña... ¿Era tu amigo? —se le heló la sangre por unos segundos—. ¿Le conocías de tu vida antes de entrar a la organización?
—No entiendo... —confesó, porque en realidad no entendía qué coño estaba diciendo.
—¿Es por eso que la tensión ha escalado tanto entre nosotros? ¿Porque el chico al que maté era tu amigo? —Los ojos de I.N estaban ahora fijos en los suyos, con un gesto relajado, nada propio del hombre que era como un barril de pólvora la mayoría del tiempo.
—No...
—¿Vas a seguir mintiéndome después de lo que ha pasado? ¿Podrías ser sincero conmigo por una vez? —Ah, mierda, sonó tan roto, tan jodidamente inconsolable... La mano libre de I.N, la que no estaba enredada con sus dedos, subió hasta su mejilla y le acarició con suavidad—. Lo siento... Siento haberle disparado.
—¿Sientes haberle matado o lo dices porque crees que era mi amigo? —le desafió, porque no sabía hacer otra cosa.
—Siento haberte hecho daño. Ese hombre no me importaba... Pero provocó que me hicieras pasar un infierno estos meses.
—Si crees que era mi amigo, ¿no me convierte en un traidor?
—Sí... —Asintió y miró al techo, alejándose de sus ojos. Hwang le vio apretar la boca y admiró el hoyuelo que era visible para él, grabándolo a fuego en su memoria—. Estoy cansado...
—¿Quieres que te lleve a la cama?
—¿Vas a marcharte ya?
—Llevas echándome todo este tiempo y ahora temes que me vaya.
—Porque sé que esta será la última vez que te cueles en mi casa... —afirmó, cerrando los ojos.
El frío se filtró por los huesos y sus dientes estuvieron a punto de castañear. Se aferró con más fuerza al vientre musculoso y pasó el brazo bajo el cuello de I.N, atrayéndolo contra su piel. Sus manos se estaban enfriando también.
—Cuando estás muy excitado, tus manos se calientan... —recordó en voz alta. Recibió la risa suave del chico—. No me molestan tus manos frías... Nunca lo han hecho. Incluso cuando las has usado para hacer daño.
—¿Puedo contarte un secreto? —Hyunjin asintió, pegando su boca en el hombro pálido y dejando un beso allí—. Estoy cansado de pelear contra todo... Llevo tanto tiempo así que no sé vivir de otra manera... Y ahora me he quedado solo y no quiero estar así de roto...
Su pecho dolió con algo desconocido. Ese amargor triste volvió a su boca. Sabía cómo se sentía, sabía lo que era existir en medio de una especie de conflicto armado constante contra uno mismo y contra el entorno, porque los últimos seis años de su vida habían sido precisamente eso.
Lo empujó para girarlo contra su cuerpo. La cabeza de I.N se apoyó en su brazo y su frente descansó contra su hombro. Hwang acarició la espalda suavemente, sintiendo la respiración del chico contra el pecho. Maldita sea, no podía manejar esta versión del hombre. No podía dejar más cosas de sí mismo en aquel salón, sobre la alfombra persa.
—Ojalá hubiésemos vivido diferentes vidas —dijo, porque no sabía qué coño hacer para consolarlo.
—No quiero que mi hermano le haga daño a Minho. Ni a Felix... —comentó contra su pecho —. No quiero que Dongyoon hyung le haga daño a nadie más. No quiero que nadie tenga que vivir la vida que yo he vivido... Por eso no le conté lo de Changbin... Ni lo que pasó ayer en la cabaña...
—¿No temes que yo se lo cuente?
—Hace tiempo que sé que tu lealtad no está con ninguno de nosotros —Hwang creía que tenía que ser verdad, se convencía de que su lealtad no estaba con nadie de esa organización de criminales—. Pero sé que aprecias a Minho, que te preocupas por él. Minho es una jodida buena persona... De verdad no quiero que tenga que vivir toda su vida huyendo...
—¿Qué intentas decirme?
—Que cuides de él y de Felix. Que te asegures de que mi hermano no podrá hacerles nada.
—No puedes pedirme eso...
—Sí puedo hacerlo —Volvió el borde afilado a su voz y el chico se separó de su cuerpo para mirarle a los ojos, con sus narices rozándose—. Y tú vas a obedecerme por última vez. Porque me lo debes.
—Te he dicho que no estoy a tus órdenes.
—Lo sé, si estuvieras a mis órdenes no saldríamos de mi habitación en una semana —sonrió, con las facciones volviendo a relajarse ante los ojos atentos de Hyunjin—. Si estuvieras a mis órdenes estaríamos lejos de aquí, lejos de la organización, lejos de mi familia... Lejos de Dongyoon hyung. Si estuvieras a mis órdenes esta no sería la última vez que te veré...
El chico se acercó, con los ojos cerrados y lo besó tan suavemente, con los labios simplemente reconociéndose, que Hwang tuvo que contener las lágrimas. Ese era el beso más triste que había sentido nunca.
Era como si, de repente, el diamante duro y lleno de aristas que era I.N hubiese caído contra el suelo y se hubiese convertido en miles de pedazos, como si estuviese verdaderamente roto. Yang Jeongin se había rendido y eso le dolía tanto como saber que le dejaría solo enfrentándose a todo lo que llegaría.
—¿Quieres que te lleve a la habitación? —preguntó, cambiando de tema para alejar la visión de ese hombre sufriendo a manos de cualquiera. El chico negó con la cabeza.
—¿Puedes quedarte un poco más? —¿Cómo se suponía que iba a decirle que no? Asintió mirándole y la puta sonrisa más sincera que había visto nunca le llenó la cara. Y sus hoyuelos arrasaron como un huracán dentro de Hwang Hyunjin.
—Sí, me quedaré un poco más...
I.N se acomodó contra su cuerpo, con las manos hechas puños entre ellos y su cabeza en el hombro de Hyunjin. La respiración acompasada sonó relajada en el silencio de aquel salón en el que había follado el cuerpo musculoso y duro de Jeongin. El salón donde el hombre folló la cabeza de Hwang hasta hacerle perder el norte.
—¿Me dirás tu nombre? —susurró.
—Sabes mi nombre, I.N...
—No, tu nombre de verdad. No "Mark", sino el nombre por el que te llaman los que tienen tu lealtad —La voz sonaba soñolienta, como si sólo faltase un segundo para que cayera dormido. Hwang rezó porque fuese pronto. No pensaba en nada más que en escucharlo su nombre salir de sus labios rosados—. ¿Me lo dirás? —rogó otra vez, con ese tono que era tierno y le estaba jodiendo las pocas defensas que le quedaban.
—...Me llamo Hwang Hyunjin... —contestó cerrando los ojos, apretando su cara contra la coronilla de I.N.
—Qué nombre tan bonito... —murmuró distraídamente—. Estás a salvo, no voy a decirle nada a nadie... —dijo I.N. Dejó un beso perezoso en su mandíbula y Hyunjin lo trajo a sus labios, acariciando su mejilla, saboreándolo una vez más, sabiendo que sería la última—. Ha sido un placer conocerte por fin, Hwang Hyunjin.
Su corazón retumbó rabioso contra su pecho, sus manos temblaron sobre la espalda pálida y caliente y sintió las palmas frías de I.N abrirse contra su pecho. Los latidos estaban en sus oídos, en sus dedos, en su estómago. La sangre pulsando por todas partes en una carrera desesperada por controlar la ansiedad.
I.N se durmió entre sus brazos cuando no había pasado ni un minuto. La cabeza de Hyunjin estaba librando la batalla más dura de su vida. Pero se permitió disfrutar del contacto unos minutos más, como si fuesen personas distintas.
Después de mucho rato, cuando los ronquidos suaves de Yang eran lo único que podía escuchar, se levantó de la alfombra y colocó al chico suavemente en el sofá, cubriendo su cuerpo desnudo con una manta. Se dio una ducha, se puso el pantalón y la ropa interior y buscó su camisa.
Era inútil usarla porque no tenía ni un solo botón, así que cogió la cazadora de cuero y se la echó encima, subiéndose la cremallera. Salió por la puerta de la terraza, calzándose las zapatillas de deporte y huyó por el muro trasero, por donde había entrado tantas veces.
Caminó durante un rato y sacó el teléfono móvil de la organización del bolsillo. Marcó el número conocido y esperó a la voz adormilada y grave.
—Namsik, tienes que sacar a I.N del muelle.
—¿Qué dices?
—Que apartes a I.N del muelle, mándalo lo más lejos que puedas. Mándalo con Jisung.
—Jeongin se cargará al chico.
—No lo hará. Saca a I.N del puto muelle.
—Te vas a meter en un lío, Mark... —rio el hombre.
—¿Qué es lo que quieres a cambio?
—Que me lleves tú mismo al aeropuerto. No quiero ni un puto truco. Estoy colaborando, me prometiste inmunidad.
—No, te dije que podrás vivir tu vida lejos de aquí y que nadie te perseguirá. Y acordamos que saldrías del almacén por tu cuenta cuando llegue el momento.
—Ya, bueno, pero no habías pedido que salvase a tu novio. Así que creo que ahora tengo la ventaja. Si quieres a wJeongin lejos de la acción me sacarás de la redada tú mismo sano y salvo.
—Trato hecho —contestó, tras unos segundos de reflexión.
—De acuerdo, Mark.
—Gracias...
—No me las des, será tu cabeza la que pidan tus jefes cuando no puedan encontrar al chico... Parece que la lealtad del agente encubierto ha cambiado... —Las carcajadas del hombre resonaron en su oído y colgó bruscamente.
Le daba igual todo: la operación, que Siwon cayese sobre él como una plaga. Le importaba una mierda lo que pudiesen reclamarle o decirle. Lo único que le importaba ahora mismo, lo único por lo que respiraba tranquilo, era porque I.N no estaría en ese almacén con él al día siguiente.
Mierda, gimió para sí mismo. Verdaderamente, la lealtad de Hwang Hyunjin estaba ahora con ese hombre que dormía en un sillón. Acababa de salvar a un asesino de ser detenido.
—Lo siento, Hayoon... Espero que puedas perdonarme... —susurró en voz baja.
¿Hubiese dicho que sí hace seis años si supiese que iba a traicionar la memoria de un compañero caído? Sí, hubiese dicho mil veces que sí solo por saber que los hoyuelos de I.N volverían a mostrarse, aunque no fuese él quien los viese.
FIN.
¿O no?
Nos vemos aquí:
***
Este era el final original de la historia, navegantes, esta mastodonte tiene casi 9000 palabras de suciedad y tristeza que estuve escribiendo durante más de un mes. Es súper necesario para entender la trama, pero quería terminar con esta guinda.
En cualquier caso, tienen suerte, cuando escribí este fic hace muchos años, terminaba aquí. Pero, para sorpresa de nadie, después de unos meses recuperé la inspiración y HICE UNA SEGUNDA PARTE. Porque a mí me encantan los finales felices y este era jodidamente triste.
Muchas gracias por estar aquí conmigo, por leer y comentar y por acompañarme. Espero que podamos seguir viéndonos en la segunda parte que ya está publicada: Estación de lluvias 2: Otoño
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