31. La entrega I
🎶Banda sonora: Titans - Major Lazer, Sia, Labrinth🎶
Seúl. Martes. 07:00 horas.
Han Jihyeon desayunaba en el comedor de su casa sentado junto a Eunji. Prefería este silencio en el que los cubiertos resonaban contra la vajilla que los gritos ensordecedores que habían intercambiado desde que le contara que Jisung estaba desaparecido.
Su teléfono vibró sobre la mesa y leyó el nombre de Changbin en la pantalla. Estuvo tentado a contestar la llamada, pero prefirió ignorarla como llevaba haciendo desde el domingo. No quería hablar con el chico, no quería tener que escuchar sus quejas lastimeras sobre la necesidad de implicar a la policía en todo esto.
—¿Otra vez Seo Changbin? —preguntó su esposa levantando los ojos del desayuno.
—Sí —contestó Jihyeon.
—¿Qué quiere ahora?
—Probablemente lo mismo que todas las veces anteriores, que avisemos a las autoridades.
—Seo Haeshin era bastante más listo que él, no sé de dónde ha sacado este chico su estupidez... Probablemente de su madre —comentó, con una ligera mueca de desprecio—. Todavía no entiendo por qué insistes en favorecerlo tanto.
—Porque ha sido capaz de proteger a Jisung todo este tiempo y es un trabajador leal.
—¿Proteger a Jisung? —La ceja de su esposa se levantó en una expresión irónica—. Ese incompetente es la razón por la que mi hijo está ahora en algún lugar sufriendo. Más vale que aparezca con vida cuanto antes o me aseguraré de que Seo Changbin pague las consecuencias.
—Anae... No hay necesidad de ser tan mezquina...
—No estoy siendo mezquina, tú también lo piensas. Pagas mucho dinero a ese chico para que mantenga un ojo sobre Jisung y la fastidió. Tu hijo podría estar muerto ahora mismo.
—Jisung no está muerto —Su voz se elevó un poco. Estaba frustrado, no quería volver a iniciar una maldita pelea con su mujer en torno a lo mismo—. Sabes que nos dejan verlo.
—Una imagen de una cámara. ¿Qué te hace pensar que no está muerto y esto estaba grabado?
—Tú misma lo has visto. Sabes que está vivo, deja de decir lo contrario.
Su esposa resopló sonoramente y volvió la cabeza a la comida.
Jisung no estaba bien, estaba en una habitación vacía, con la misma ropa deportiva, el pelo sucio y unas ojeras terribles. No le había visto comer, pero sí las botellas de bebidas en el suelo junto a él. Seguramente estaba volviéndose loco ahora mismo.
Jihyeon casi colapsa cuando Changbin llamó el domingo por la mañana. Si hubiese tenido al chico delante le hubiese roto una vara en la columna. Ese imbécil había dejado que se llevasen a Jisung.
Una hora después había recibido un mensaje en su teléfono con un enlace, al pinchar se encontró la imagen de Jisung en el suelo de una habitación. Se quedó mirando durante mucho rato hasta que percibió como el chico se movía, acomodándose un poco. Respiró un poco más tranquilo cuando se dio cuenta de que estaba dormido y no era el cadáver de su hijo lo que estaba retransmitiendo la pantalla del dispositivo.
Después de eso, le habían enviado un nuevo enlace cada tres horas, en todas las ocasiones Jisung estaba en distintas posiciones. Lo vio caminar, sentarse en una esquina, volver a dormir, despertar. Lo vio beber una botella de agua con la cara amoratada y con rastros de sangre en la boca y se asustó de verdad.
Eunji, sin embargo, insistía en que podían ser grabaciones, en que su hijo podría estar muerto. Y toda su ira estaba concentrada erróneamente en Changbin y en cómo su incompetencia y egoísmo habían provocado el secuestro. De hecho, una parte de Jihyeon también estaba decepcionada con el joven. Pero no quería pensar en que Jisung estuviera muerto.
Otra llamada hizo vibrar el dispositivo en la mesa de madera maciza y el identificador le dijo que era un número privado. Por supuesto, a esta sí contestó.
—Han Jihyeon-nim —saludó Park Dongyoon—, es un placer hablar con usted.
—Park Dongyoon-nim...
—Antes de que diga nada, sé que ha comprobado que su hijo está en buen estado y disfrutando de mis atenciones —Jihyeon se mordió el labio inferior aguantando las ganas de reventar el teléfono contra la pared de enfrente. Eunji soltó los cubiertos y le miró—. ¿No dice nada? Pensé que tendría muchas preguntas...
—Solo quiero saber cuándo va a volver Jisung... —dijo sinceramente, haciéndole una seña a su mujer antes de que empezase a hablar.
—Eso depende de usted. Esta noche pasaré a buscarle a las ocho, iremos a dar un paseo y estará presente en una transacción muy importante que tengo que hacer. No en vano es usted mi asesor financiero de mayor confianza... —La ironía sonaba como un filo siendo desenvainado y acercándose a su garganta de forma figurada y, probablemente, literal en algún momento.
—Haré lo que quiera, iré donde necesite.
—Muy bien... Si todo sale según lo previsto, Jisung volverá a casa pronto. Así que espero su cooperación.
La llamada terminó sin que Jihyeon pudiera decir nada más. Miró a su mujer, la ansiedad dibujaba cercos en su entrecejo.
—Era Park...
—Sé quién era. ¿Qué te ha dicho?
—Esta tarde vendrá a recogerme. Si todo sale bien, tendremos a Jisung aquí después de esta noche.
—Oh, espero que sea verdad.
—Debemos confiar en él, no tenemos otra opción.
—Jihyeon... —bajó el volumen un poco y agarró la servilleta de tela con fuerza entre sus dedos — ¿Qué pasa si sale algo mal?
—Nada saldrá mal.
—¿Qué pasa si algo sale mal? —insistió.
—No lo sé. No lo sé, Eunji. No tengo ninguna puta idea de qué hacer ahora mismo. Pero tenemos que confiar en él, porque tiene a Jisung en un maldito zulo desde hace más de 50 horas. Si la jodemos ahora, lo matarán.
Se levantó de la mesa poniendo el teléfono en el bolsillo de su pantalón y salió del comedor con un portazo hacia su despacho. Solo quedaba esperar a que Park cumpliese con su palabra, y eso era como aferrarse a un clavo ardiente cuando estabas a punto de caer por un precipicio.
Seúl. Martes. 08:00 horas.
Dio un sorbo al té verde y sonrió satisfecho.
—¿Por qué quieres que Han venga?
—Porque necesito que se mee en los pantalones cada vez que vuelva a pensar en joderme —contestó sonriendo al hombre que estaba tumbado en su cama despreocupadamente.
Odiaba con toda su alma que hiciese eso, que llegase a su maldita casa y entrase a la habitación como si fuese suya. Sik tenía esa manía de tumbarse en la cama aún vestido mientras él trataba de tomarse el primer té de la mañana con una bata sobre el pijama de seda.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó.
—No he podido dormir bien, estaba nervioso, así que vine para desayunar contigo.
—Aún no se sirve el desayuno. Lo sabes. Vete abajo a esperar, Sik.
—¿Por qué siempre me echas? Tu cama es súper cómoda, creo que podría dormir aquí un poco hasta que se sirva el desayuno.
—Con esa ropa inmunda que traes de la calle no dormirás en mis sábanas.
—Puedo desnudarme si prefieres, me duché antes de venir —le guiñó un ojo y Dongyoon frunció el ceño.
—Lárgate ahora —contestó.
Por el rabillo del ojo, lo vio levantarse y escuchó la puerta cerrándose tras él. Se levantó y arrancó las sábanas del colchón rápidamente, envolviéndolas en una bola antes de abrir la puerta y lanzarlas al pasillo. Sabía que no habría nada cuando volviese a salir, siempre había alguien del servicio preparado para esto.
Sik venía al menos una vez a la semana y se tumbaba en sus sábanas con ropa que traía de la calle y eso ponía completamente lívido a Dongyoon. La ropa con la que se salía de la habitación no podía ser la misma que se usaba para dormir. Eso era asqueroso.
Terminó su té de un sorbo y se metió en el baño para darse una ducha larga y cálida. No se esperaba lluvia para esa mañana, pero seguramente por la tarde el cielo volvería a nublarse. Le venía bien la lluvia, cuando llovía la gente era menos curiosa.
Estaba a punto de completar un hito en su vida. Ni siquiera su padre podría haber hecho algo como lo que Dongyoon estaba a punto de conseguir. A los 32 años se convertiría en una maldita leyenda. Estaba tan eufórico que casi había permitido a Sik comportarse como un imbécil.
Exactamente a las 8:55, bajaba las escaleras vestido con un traje de color azul marino hecho a medida. Sus pies enfundados en las zapatillas de andar por casa negras no hacían ruido, pero el servicio sabía que debía tener la mesa del porche trasero preparada para el desayuno a las 8:59, porque Dongyoon siempre desayunaba a las 9 de la mañana.
Sik ya estaba sentado en la silla de madera, con la camisa desabrochada, de nuevo, hasta llegar al ombligo.
—¿Tienen algún problema los ojales de tus camisas? ¿Necesitas que hable con tu sastre? —preguntó, sentándose a su lado, ambos mirando hacia el jardín trasero.
La risa de Sik llenó el ambiente unos segundos antes de que los trabajadores colmaran la mesa de alimentos y bebidas. Dongyoon se sirvió el café y dio un sorbo al líquido oscuro. Solo se permitía un café al día, a las 9:00 de la mañana, mientras desayunaba.
—¿Qué vas a hacer con el chico entonces? —preguntó Sik, tomando una cucharada del cuenco de gachas de arroz y llevándola a la boca lentamente. Sus modales en la mesa eran una de las razones por las que eran tan cercanos.
Podría sonar estúpido, pero a Dongyoon le asqueaba que la gente comiese como bestias de carga. Prefería pasar la tarde en un maldito corral que compartir la mesa con gente maleducada. Nadie más que su círculo cercano era capaz de comer algo a su alrededor.
—¿Con Jisung? Todavía no lo sé, tal vez lo libere o tal vez mande a Yang Jeongin a matarlo y enterrarlo en el bosque. Depende de mi humor esta noche.
—¿Quién se queda en la cabaña hasta que sepas qué harás? —preguntó Sik. Dongyoon se dio cuenta de que no había pensado en eso. Y lo ponía de mal humor. Odiaba los flecos sueltos, lo ponía nervioso pensar en que había pasado por alto algo. Apretó la cuchara mirando a la mesa—. ¿Estoy preguntando demasiado? —La duda era cautelosa, Lim Namsik siempre sabía hasta dónde podía llegar.
—No, solo me preguntaba por qué coño no pensé en eso antes... —confesó abiertamente, mientras removía las gachas—. Creo que mandaré a Yang Jeongin. Así podrá ejecutarlo directamente si algo sale mal.
—Es una buena opción...
—Además, no me fío de Yang Jeongin estando alrededor de nuestros visitantes. Ese imbécil acabará jodiéndola y todo se irá a la mierda. Mejor que se vaya a la maldita cabaña esta tarde y se quede allí hasta que decida qué hacer con el chico —sonrió.
Lo cierto era que Dongyoon tenía un plan de contención para la policía, como siempre que tenía algún movimiento que implicase mucho dinero o mucha mercancía. Y la distracción era precisamente Han Jisung.
Si algo salía mal, por pequeño que fuese, a las 00:30 horas de esta noche la policía obtendría el vídeo de Jisung, una localización y una grabación de Seo Changbin llorando por teléfono mientras habla con su jefe sobre el secuestro del heredero del Han Bank.
Si la policía llegaba a la cabaña para salvar al jovencito y se encontraban con su hermano, era un mal menor. Yang Jeongin sabía cómo proceder, sabía que tenía que negar todo. Aunque dudaba que sobreviviese a un enfrentamiento con las fuerzas de la ley. Con el temperamento que tenía, lo más seguro es que tratase de pararlos y acabase acribillado a balazos. Una auténtica lástima para su madre, que tendría que organizar un funeral para su hijo más joven antes de que le diera nietos.
—¿Mandarás a Mark con él?
—No, a él sí lo quiero con nosotros en el muelle. —No mandaría a uno de sus mejores hombres a morir a manos de la policía.
—Entonces déjame que repase todo el plan contigo, luego llamaré a todos para trasladar las órdenes —Dongyoon asintió, esperando la recapitulación—. Tenemos que estar en Pohang a las 22:50 en punto. El barco habrá descargado todo el material de los contenedores en la dársena 46. Allí estarán los camiones esperando para que nosotros comprobemos todo el material. Tú y Mark haréis toda esa cosa de poner la sonrisa brillante y la cara bonita con los socios mientras cargamos los vehículos —Dongyoon se echó a reír con fuerza y Sik continuó conteniendo su sonrisa—. Los camiones salen con Mark a la cabeza y después de un poco de charla tipo "cómo está el tiempo por allá" te subes al coche y nos vamos cagando leches a Gangwon-do. ¿Correcto?
—Bueno, dejando de lado que has convertido una operación que ha tardado mucho en prepararse en un speech de dos minutos... —se quejó Dongyoon, moviendo la mano en el aire.
Diez segundos después el personal de servicio recogía la mesa mientras Sik solo se reía terminando su café.
—Está bien, perdóname por transformar tu gran golpe en el resumen de una mala película. ¿Avisarás tú a tu hermano?
Dongyoon apretó la mandíbula, no quería tener que escuchar la estúpida voz de su hermano en el teléfono, no quería escuchar ni una maldita queja. No necesitaba tener que pensar en Yang Jeongin ahora mismo, quería mandarlo lejos, que se quedara en la cabaña y no tuviese ni una sola oportunidad de joder el plan.
—Llámalo tú —contestó secamente antes de levantarse—. Ahora, fuera de mi casa si no quieres acabar en el fondo del río Han.
Entró y se encaminó al estudio a dar el último repaso a todos los datos que debía tener claros. No permitiría que nada saliese mal.
***
1/3
Empieza la recta final, navegantes. A partir de ahora será todo prisa, drama, tiros y locura.
¡Nos vemos en el infierno!
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