3. El mensaje🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

🎶Banda sonora: Mmmh - Kai 🎶

A las 4 de la tarde de aquel viernes el teléfono de Jisung vibró en su bolsillo.

"22:00"

Eso era todo, una hora y una ubicación que venían de un usuario de Kakao desconocido. Nada más. Reconoció el lugar, era una discoteca a la que había ido alguna vez, tal vez era algún tipo de fiesta. De pronto su corazón se apretó. ¿Será el chico de la fiesta?.

Se levantó y se dirigió al ascensor. Por un momento tuvo algo de miedo y remordimientos por abandonar de forma gratuita su puesto de trabajo, pero enseguida desechó ambos sentimientos y viajó hasta el piso 20. Era el hijo del jefe, de algo tenía que servir el título.

El concepto abierto del diseño de las plantas inferiores jugó un poco en contra de Jisung. Cuando salió del ascensor en la planta 20, buscando a Felix, algunos de los trabajadores más antiguos, los que le conocían, se levantaron para hacer una venia que él imitó incómodo.

—¿En qué podemos ayudarle joven maestro Han Jisung? —preguntó uno de los empleados.

—Estoy buscando a Lee Felix—contestó dando su nombre, no le diría al tipo que estaba buscando a la perra de su amiga para irse de fiesta esa noche.

Felix se asomó de un cubículo al fondo con una sonrisa desconcertada. Jisung caminó hasta él y susurró: —Necesito hablar contigo, vamos a una de las salas de reuniones.

El chico asintió y caminaron a la sala más cercana bajo la mirada curiosa del resto de la plantilla. Cuando entraron, Jisung se apoyó en la puerta mirando a su amigo y le acercó el móvil con la conversación de Kakao abierta.

—Mierda, ¿crees que es él?

—No sé, pero de verdad espero que lo sea. No había pensado en ese tipo en toda la semana, de verdad creí que nunca contactaría conmigo.

—Bueno, cálmate. Igual no es él...

—Vamos a ir esta noche —interrumpió recuperando su teléfono.

—A ver, sabes que me apunto a todas tus locuras, pero igual no es la mejor idea del mundo...

—¿Te ha poseído el espíritu de Seo Changbin? —le preguntó levantando la ceja—. Puedes hacer lo que quieras, pero yo voy a ir a esa discoteca esta noche a las 22:00. Si te apetece, vente a mi apartamento después del trabajo, cenamos y salimos de allí. Te prestaré ropa.

Los ojos de Felix brillaron ante la mención de la ropa. El chico amaba su armario y lloriqueaba por utilizar todo en cualquier momento.

—Está bien, bitch. Nos vamos de caza

La sonrisa cómplice calentó el corazón de Jisung. 

—Hemos llegado. —Jisung pagó al taxista y bajaron del coche.

Felix se movía emocionado mirando de un lado a otro. La camisa azul cielo Givenchy que había "tomado prestada" del vestidor de Jisung resaltaba esa cara angelical llena de pecas que el rubio utilizaba para sus oscuros propósitos. Jisung había escogido un vaquero negro con estampado de DSquared2 y una camisa oversize de la última colección de Prada, la perfecta combinación entre moderno y clásico.

Cuando llegaron a la puerta Jisung solo enseñó su American Express negra. Les abrieron paso con una inclinación de cabeza y Felix sonrió colgado de su brazo. Una camarera se acercó a ellos antes de que pudieran echar una mirada para buscar un lugar en el que establecerse.

—Acompáñenme, por favor —dijo dirigiéndolos a un reservado cerca de la pista de baile.

Estaban acostumbrados a este tipo de parafernalia. Siempre que Jisung enseñaba la tarjeta, las puertas parecían abrirse y los mejores lugares eran reservados para ellos. Cuando se sentaron, una cubitera con una botella de champán fue servida sobre la mesa con dos copas.

—Vale, y ahora ¿qué hacemos? —preguntó Felix bebiendo su segunda copa de champán—. ¿Esperar a que aparezca el misterioso hombre que mandó el mensaje? Un momento, ¿qué pasa si es una mujer?

Jisung se echó a reír con la copa en la mano: —En ese caso, podríamos hacer una buena amiga.

Terminaron la primera botella entre carcajadas. Una camarera se acercó a la mesa y susurró al oído de Jisung.

—¿Serían tan amables de acompañarme? —preguntó con una sonrisa cómplice—. Los señores del reservado de allí les invitan a compartir su bebida.

Jisung levantó la cabeza buscando a donde señalaba la chica con la mano. Y lo vio. Su corazón golpeó con fuerza para llevar oxígeno a su cerebro, que parecía haberse detenido.

Felix tiró de su brazo y siguieron a la mujer. No podía apartar la mirada del hombre, que sonreía de medio lado con una ceja levantada y un montón de promesas sucias en sus ojos. Cuando llegó frente a ellos la camarera se retiró y no fue él quien habló. Fue el chico que estaba sentado en el centro del sofá de cuero negro semicircular el que se levantó y los saludó: —Nos alegra que hayan aceptado la invitación, por favor, están en su casa.

Ah, mierda, los tres eran guapos, de maneras distintas, pero increíblemente llamativos. El que había hablado tenía una sonrisa y unos ojos traviesos, como si escondiera un montón de secretos. Era igual de alto su hombre, aunque parecía más joven, y cargaba dos hoyuelos en las mejillas que le hacían ver tierno. El pantalón de cuero negro, la americana burdeos, la blusa blanca semitransparente abierta hasta el ombligo y el par de collares que colgaban de su cuello no parecían tan adorables.

Jisung no podía saber a ciencia cierta cómo de alto era el tercer chico que estaba allí, porque no se había movido de su posición, con los brazos estirados sobre el respaldo y una pose despreocupada. Iba vestido completamente de negro, con una chaqueta de cuero, una camisa y un vaquero con rotos en las rodillas. Hubiese dado la impresión de ser un motero si no fuese porque Jisung era consciente de cuánto costaba cada pieza de su ropa. Los moteros no suelen llevar Gucci.

—Soy I.N —dijo el de los hoyuelos. ¿I.N? ¿Qué tipo de nombre es I.N?

—Mi nombre es Jisung, y él es Felix —contestó dirigiendo una mirada rápida a su chico, esperando una presentación que no llegó.

—Sentaos, por favor. —I.N tenía ese tipo de tono modulado que no admitía discusión.

Parecía seguro de sí mismo y también parecía estar al cargo de ese extraño trío. La energía del chico le hizo pensar que seguramente sería un heredero como lo era él. Sonrió y tomó asiento junto al silencioso desconocido de la chaqueta de cuero.

Felix lo miró haciendo un gesto con la cabeza para que se moviese al lado del de los ojos felinos, pero Jisung acababa de decidir que se lo pondría un poco más difícil al hombre. I.N sonrió levantando una ceja antes de pasarle una copa de champán a cada uno.

—Espero que hayáis disfrutado de mi fiesta el otro día, qué pena que estuvieses allí tan poco tiempo —comentó relajando el ambiente.

—Oh, ¿fue usted quién la organizó...uhm... Sunbaenim? —dudó, el chico no parecía mayor que él, así que no sabía cómo debía hablarle.

Una sonrisa de medio lado surcó los labios del hombre y se echó hacia delante, apoyando sus codos en sus propias rodillas, para acercarse más a Jisung; supuso que para escucharle mejor. No pasó desapercibido para Jisung como se acercó al costado del chico de la chaqueta. Sus muslos estaban juntos y la mano izquierda de I.N rozaba la piel expuesta por el roto del pantalón.

—Sí, por supuesto que la organicé yo, dongsaeng —contestó—. Esta también es cosa mía. Por favor, habla informal, me haces sentir un anciano.

—Como gustes...—acordó Jisung antes de preguntar—. ¿Así que a eso te dedicas, I.N hyung? Eres algún tipo de empresario de la noche.

Un brillo pasó por sus ojos antes de que se girara hacia el chico de la chaqueta de cuero y sonriera peligroso. El otro tipo tragó saliva con fuerza y se lamió los labios mirando a los de I.N. Jisung casi se ríe en voz alta.

—Sí, algo así. Me aseguraré de invitarte a todas las que organice, a ambos —dirigió la mirada a Felix y levantó la copa para ofrecer un brindis—. Por todos nuestros futuros encuentros, Jisung.

Cinco vasos tintinearon chocando entre sí y miró intencionalmente al hombre que estaba casi frente a él. El dios de negro al que había besado en las afueras seguía sin decir una sola palabra.

—Nosotros acabamos de empezar una pasantía en Han Bank, hyung —dijo Felix de pronto, con intención de entrar también en la conversación.

—Oh, sois universitarios entonces. ¿Ambos habéis entrado al mismo sitio? —I.N seguía siendo el único que hablaba de los tres.

Perdió completamente el hilo de la conversación, apenas contestaba cuando I.N le hablaba directamente. No podía dejar de mirar al chico que estaba allí silencioso, sonriendo de lado y clavando sus pupilas en él: desnudándolo. Porque, verdaderamente, Jisung se sentía desnudo, la anticipación le hacía moverse incómodo en el asiento, notaba el alcohol en la sangre ayudando a extender el rubor por su cuello y sus mejillas.

—Mark, pide otra botella de champán. Parece que estos chicos están sedientos —ordenó el hombre con los hoyuelos adorables mirando de reojo al chico de la chaqueta de cuero.

Este solo levantó la mano con una seña hacia atrás. Así que se llama Mark, pensó Jisung. Mark era, con diferencia, el más objetivamente hermoso de los tres.

¿Hermoso es una palabra que se pueda usar para describir a un hombre tan masculino? Pero Mark era verdaderamente hermoso. Le recordaba a los idols, su piel era blanca y tenía la nariz recta. Sus labios estaban llenos y rosados. Los ojos grandes se curvaban hacia abajo en el lagrimal, con pestañas tupidas y un pequeño lunar justo debajo de uno de ellos.

El cabrón era precioso de una manera demasiado irreal. Probablemente fuese modelo, actor o algún tipo de celebridad. Pero el aura a su alrededor era agresiva, como esas personas que no quieren ser molestadas. Mark ni siquiera participaba en la conversación. Sin embargo, Jisung notó cómo el hombre no perdía de vista a I.N. Su mirada siempre estaba fija en el perfil del líder de esa pandilla.

La mano de este último cayó sobre su rodilla con una caricia suave mientras le daba las gracias por obedecer lo que todos sabían que había sido una orden. Los dedos de Mark se crisparon ligeramente y por un segundo Jisung pudo ver la sombra de algo extraño en la cara del chico.

—Creí que el que te gustaba era el otro —susurró I.N muy cerca de la cara de Jisung.

—¿Qué? —preguntó él desconcertado.

—Pensaba que mi otro amigo era más tu tipo... —Su voz estaba perfectamente modulada para que solo ellos dos fueran capaces de escuchar por encima de la música que sonaba.

—Oh, sí... —confesó Jisung sin vergüenza—. Pero no soy ciego, hyung, y Mark es absolutamente hermoso.

—Sí que lo es... ¿Parece un idol verdad? —contestó I.N acercándose más a Jisung, que asintió levemente mirando al otro hombre de reojo—. Una pena que sea un gilipollas.

Jisung se echó a reír con fuerza apartándose un poco de I.N. Su cercanía física lo ponía nervioso a muchos niveles. El hombre parecía el tipo de ser humano que monopoliza no solo las conversaciones, sino también el espacio, la vida y el aire de todos los que había a su alrededor. Un tipo al que no podías decir que no. Un auténtico chaebol como padre quería que fuese, pensó Jisung un poco triste.

Por desgracia para Han Jihyeon, Jisung había terminado como un frívolo niño rico al que le gustaba restregar el culo en el regazo de desconocidos y odiaba las finanzas con toda su alma.

Todo un hijo trofeo

Su padre quería hacer de él un hombre de bien; no dudaba de las intenciones del viejo. Jihyeon tenía un plan trazado que incluía a Jisung dirigiendo el banco y después formando parte de la cúpula del conglomerado de empresas, una boda con una chica linda y algunos nietos. Sin embargo, aquí estaba el heredero de la fortuna Han, deseando subirse encima del hombre silencioso de traje negro para cabalgar hasta el amanecer.

Se recostó en el sillón escuchando la música y cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás. La segunda botella de champán no había sido del todo necesaria.

—Me voy a bailar —dijo Felix antes de que Jisung percibiese el movimiento junto a él en el sofá.

Sintió una mano sobre su cuello apretando ligeramente. Abrió los ojos sobresaltado y vio por el rabillo del ojo la cara de su hombre acercándose peligrosamente a la piel expuesta. Jisung agradeció a todas las entidades místicas que recordaba y jadeó cuando la nariz del hombre acarició su garganta.

—Es un placer volver a verte, Jisung —susurró esa voz espesa cerca de su oído—. Soy Lee Minho.

Llevaba deseando acercarse toda la noche, pero jamás, en su puta vida de mierda, lo confesaría. Cuando Felix se marchó a bailar y I.N hizo lo mismo llevándose a Mark, Lee Minho no esperó más para sentarse junto al chico que había estado en su cerebro toda la semana.

Jisung era un regalo para la vista. Tal vez no tanto como el hijo de puta de Mark, que jugaba en una liga muy diferente a la de todos, pero el chico era guapo. Y Minho quería enterrarse dentro de él hasta que se olvidase de su apellido.

Tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, la mano grande de Lee Minho quedaba bien sobre su cuerpo, sobre esa piel expuesta. Pegó su nariz a ese espacio caliente debajo de la oreja del chico e inhaló. Olía como huelen las cosas inalcanzables. A la vida que Minho no tenía, a la que nunca tendría. Su colonia probablemente costaba más que toda la ropa que había tenido en su infancia.

Cabrón con suerte. Sus dedos se crisparon y estuvo a punto de apretar ese cuello para asfixiarlo. En cambio, lamió hasta su oreja y metió el lóbulo entre sus dientes. El gemido necesitado de aquel príncipe fue directo a la entrepierna de Minho, que empezaba a apretarse contra el pantalón de traje negro.

—¿Dónde está el tipo grande del otro día? —preguntó dejando besos mojados sobre el cuello del chico.

—En casa —contestó secamente antes de morderse los labios.

Minho estuvo a punto de rechistar, pero esos prominentes dientes de ardilla agarraron la carne rosa y perdió el hilo. Giró la cabeza de Jisung y se estrelló contra sus labios con fuerza. No sabía lo que estaba haciendo, pero el chico correspondió a su beso asiéndose de sus muñecas. Le agarró a ambos lados de la cabeza abriendo la boca para sentir su lengua.

Una de las manos de Jisung viajó a su nuca apretándose más contra él. El sabor del champán se mezclaba con el güisqui que había bebido Minho, mientras sus lenguas se encontraban entre los dos. El beso sucio, no paró hasta que la saliva manchaba las comisuras de la boca de ambos. Se separó lo suficiente para mirar de los ojos del chico más joven hasta sus labios rosados brillantes por la saliva.

La pequeña lengua de Jisung paseó suavemente por encima de esos belfos y los incisivos blancos volvieron a apretar la carne. Es jodidamente irresistible, Lee Minho quería corromperlo de maneras feas y vulgares. Quería abrir la bragueta de su pantalón y verlo arrodillado, con esa boca alrededor de su polla, justo allí, en medio de la discoteca.

Minho casi rogaba por ver al joven maestro con el pelo pegado a la frente por el sudor, con las mejillas sonrojadas y su polla golpeando contra el final de su garganta. Quería hacerle cosas bajas e inmorales al príncipe Han Jisung.

—Vámonos de aquí —sentenció levantándose y tirando del brazo del chico en un tono que no dejaba lugar a una negativa.

Sorprendentemente, le siguió sin poner ninguna pega. I.N tenía un apartamento en el edificio de enfrente y él tenía la tarjeta de acceso. Salió de la discoteca con sus dedos alrededor del brazo del chico como un cepo. No quería que escapase, no volvería a cagarla como el viernes anterior.

Entró al edificio después de cruzar la calle y saludó con un movimiento de cabeza al portero. Minho llamó al ascensor, que se abrió inmediatamente. Cuando entraron, pulsó el último piso y esperó un segundo a que se cerraran las puertas para estrellar a Jisung contra el espejo trasero y devorar de nuevo su boca.

El chico gimió agarrándose a sus hombros. Sus lenguas volvieron a chocar y el sonido de la saliva chasqueando entre sus labios excitó aún más a Minho. Molió su erección contra la entrepierna del otro arrancándoles gemidos que retumbaron en las paredes del ascensor.

El timbre suave avisó que habían llegado al ático y se separó. Solo había dos puertas en ese piso. Beneficios de ser el músculo de un tipo como I.N desde hacía años: tenía acceso a sus residencias siempre que él lo permitiese.

I.N era el dueño de varias discotecas de la zona, por eso había alquilado el pent-house de este edificio. Su jefe, Mark y él eran conscientes de que esta noche llevaría al joven maestro a la cama, así que le había dado vía libre para utilizar su tarjeta de acceso. Agradeció mentalmente al hombre, porque estaba a punto de desnudar al chico en medio de la discoteca.

Abrió la puerta y arrastró a Jisung dentro. No le dio tiempo de admirar las vistas, caminó decidido hacia una de las dos habitaciones que había en el apartamento y entró. Era la que él compartía con Mark cuando se quedaban aquí, nunca, jamás, debía entrar en la habitación de I.N sin que este estuviese a su lado.

Tiró de la camisa rosa de Jisung por encima de su cabeza y la lanzó al suelo. Miró por un momento su pecho plano; era delgado y su piel era perfecta, ni una mancha, ni una cicatriz. Lo empujó a la cama haciéndole caer de espaldas mientras se deshacía de su americana y empezaba a desabrochar los botones de su camisa negra.

El chico respiraba entrecortado entre las sábanas de color gris, apoyado en sus codos. Le miraba lamiendo sus labios de vez en cuando, escaneando con sus pupilas todos los movimientos de Lee Minho. Desabrochó lentamente, fijándose en cómo el pecho del chico subía y bajaba cada vez más rápido.
La erección se apretaba contra los jeans negros del príncipe y Minho salivó pensando en cómo gemiría si se la metía en su propia boca. Sonrió de lado provocando: —¿Te gusta lo que ves?

—Todavía no estoy seguro de si me quedaré con el producto, me gustaría probarlo primero —contestó el chico con una mirada lujuriosa, sorprendiendo a Minho.

Se echó a reír, porque no esperaba que el pequeño príncipe pudiese ser así de salvaje. Desabrochó el cinturón y se bajó el pantalón de un tirón. Su erección era visible a pesar del bóxer negro y los ojos de Jisung fueron directos allí. De nuevo, esos dientes delanteros apretaron los labios del chico y Minho estuvo a punto de perder la cabeza.

Se subió a la cama gateando sobre el joven maestro y acarició el costado del hombre con cuidado. Joder, definitivamente, las manos ásperas y pálidas de Minho contrastaban perfectamente con aquel torso. Y eso le excitó.

Su pulgar rozó el pezón rosado del chico que jadeó suavemente removiéndose. Minho lo miró un segundo maravillado por sus mejillas sonrojadas y sus labios entreabiertos. Bajó su cabeza y absorbió el otro pezón en su boca mientras pasaba su dedo, por el contrario. Jisung tembló debajo de él y se frotó contra la rodilla de Minho, colocada entre sus piernas.

Agarró con los dientes el nudo de nervios en el pecho del chico y le escuchó gemir. Se aventuró a apretar el otro pezón entre su índice y su pulgar tirando ligeramente. El corazón de Jisung tronaba contra sus costillas y Minho podía sentir el eco en su boca que succionaba de forma avariciosa el pezón. Cambió al otro cuando la marca enrojecida de sus acciones brilló.

Jisung jadeaba debajo de su cuerpo, moliéndose contra su rodilla de forma desesperada, buscando un toque más directo. La boca de Minho bajó por su vientre delgado y suave, dejando suaves mordidas y besos con los labios abiertos cerca del ombligo, sobre los huesos de sus caderas, cerca de sus costillas.

Se incorporó sobre su mano izquierda mientras con la derecha trataba de abrir el cinturón que el chico llevaba puesto.

—Échame una mano aquí —le dijo y Lee Minho escuchó su propia voz demasiado desesperada para su gusto.

—No hace falta un doctorado para abrir un cinturón —contestó Jisung abriéndolo diligentemente y sacando sus pantalones con suaves movimientos de cadera.

Minho lo vio serpentear debajo de él, sacando su propia rodilla de entre sus piernas para hacerle el trabajo más rápido. Jisung era delgado comparado con él y un poco más bajo; el chico estaba a miles de kilómetros de lo que era Minho. Agarró el elástico del bóxer y casi se echa a reír de nuevo.

El príncipe Jisung era un caso aparte: llevaba ropa interior Versace, con hilo dorado incluido. ¿Cómo puedes ser tan exagerado?, pensó.

Por ignorante que fuese Minho de todo ese mundo de los lujos, prácticamente vivía con I.N y el tipo era adicto a esa mierda de la ropa de marca. De hecho, era él quien costeaba los trajes que Minho debía usar cuando trabajaba. En cualquier caso, todo el mundo conocía a La Medusa. De nuevo pensó en que igual esos calzoncillos costaban lo que un camarero ganaba en un mes y apretó los dientes con rabia.

En este momento, justo ahora, podría matar a Jisung y no habría consecuencias. Bien, las habría, pero podría manejar el enfado de I.N y su hermano por joder el plan. Ellos le ayudarían a hacerle desaparecer. Minho quería hacerle desaparecer.

El chico delgado de piel blanca brillante se movió sensualmente y subió sus manos por sus brazos hasta enredar sus dedos en el pelo de Minho mientras él solo le miraba, asiendo aún el elástico de Versace. Ejerció una fuerza para la que no estaba preparada y cayó de nuevo contra sus labios.

Jisung tiró suavemente de su pelo mientras su otra mano acariciaba sus hombros. Bajo sus dedos, en cualquier lugar que rozaba, aunque fuese mínimamente, sintió un hormigueo. Las ganas de matarle desaparecieron, opacadas por el deseo que bullía en sus venas y recorría cada rincón de su cuerpo y su mente. La lengua del príncipe en su boca mientras sentía la piel de su pecho pegada al suyo le fundió los fusibles.

Tiró por fin del Versace y lo dejó caer sin cuidado mientras bajaba también su propia ropa interior. Echó el vistazo de rigor y se sorprendió al ver el tamaño del chico, estaba bastante bien dotado, casi como él.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó desde la cama imitándolo, levantando una ceja.

—Eres grande, me gusta. —Minho se humedeció los labios mientras Jisung sonreía orgulloso.

Volvió sobre él y la boca de Jisung no devoró la suya, sino que bajó a su cuello con un exigente tirón de su pelo. Definitivamente, ese jovencito es algo para tener en cuenta.

Cuando empezó con este trabajo, tanto tiempo atrás, Han Jisung era solo un niño rico despiadado y frívolo, pagado de sí mismo, delicado, estúpido y, según su juicio de mierda, también uno de esos tíos que se tumban en la cama y se comportan como vírgenes tímidos, aunque hayan sido follados por decenas de hombres.

Pero este era otro Jisung, uno para el que Minho no estaba esperando. Los dientes de ardilla se cerraron sobre la carne entre el cuello y el hombro y no pudo evitar gemir cerrando los ojos.

Volvió a abrirlos cuando la mano de Jisung se cerró sobre su asta. Mierda, casi se corre. Literalmente, tuvo que apretar los dientes y un puñado de sábanas grises en sus manos al sentir la mano agarrarlo fuerte. El chico bombeó mientras su boca iba hasta su oreja y mordía suavemente el lóbulo.

Minho fijó la mirada en el suelo de la habitación con la ropa tirada de cualquier forma. Por un segundo, cortísimo, pensó que la ropa del joven maestro Han Jisung nunca se había visto más bonita que en el suelo de esa habitación. Ese bóxer Versace le quedaba bien al príncipe, pero estaba aún mejor en la alfombra, al lado de la camisa negra de Minho.

Otro gemido se le escapó cuando Jisung le tiró entre sus piernas. En el momento en que su cuerpo cayó sobre él, supo que estaba perdido, al menos esa noche. Sus erecciones se frotaron y, otra vez, tuvo que apretar las manos en las sábanas a ambos lados de la cabeza del muchacho. No estaba preparado para este Jisung demandante, que exigía y tomaba lo que quería.

Minho tenía los sentidos sobrecargados: las manos de Jisung estaban por todas partes, sus uñas raspando ligeramente, sus erecciones se rozaban entre sí con una fricción deliciosa, la voz del chico colmaba sus oídos con su respiración agitada, el olor de su caro perfume se estaba impregnando en su pituitaria. Minho pensó que todo lo que sentiría en su piel, todo lo que escucharía y todo lo que olería a partir de ese momento, sería a Jisung, para el puto resto de su vida de mierda.

—¿Estás bien? —La pregunta llegó como un eco lejano y tardó un segundo en ubicar que se la hacía a él.

— ¿Qué? —contestó con una pregunta porque era incapaz de ordenar sus pensamientos sintiendo como se retorcía debajo de su cuerpo.

— Que si estás bien... pareces un poco... ¿incómodo?

Vale, esto era completamente inesperado. El chico estaba preguntándole a él si estaba bien. ¿Tan mal lo estoy haciendo, joder?, se reprendió. Sacudió la cabeza con una sonrisa y lo miró lamiéndose los labios, levantando ligeramente una ceja. Sabía que funcionaba, siempre funcionaba.

Jisung le devolvió la sonrisa y volvió a besarlo, como para confirmar que su cabeza estaba en su sitio. Minho tomó el control entonces, se separó de él lo suficiente para abrir el cajón de la mesilla de noche y sacar un bote de lubricante y una tira de preservativos que dejó junto a ellos.

De rodillas en la cama, entre las piernas de un Jisung completamente desinhibido, se encontró a sí mismo con su mano áspera subiendo por el muslo delgado del chico. Apretó con fuerza cuando llegó a la cadera y vio cómo su polla se movía ligeramente. Bajó la boca siguiendo el camino que había hecho su mano, con besos húmedos y mordidas alrededor, sin llegar a tocar el miembro duro.

—Joder, haz algo o me voy a tocar yo mismo —gimió atormentado Jisung levantándose sobre sus codos para mirarle.

Minho sonrió y agarró la erección para meterla en su boca, tragando lo máximo posible. El gemido ahogado que salió de Jisung le envió una descarga directa a su propia polla, tensándola más, si eso era posible.

Pasó la lengua por el glande enrojecido de Jisung y vio cómo se dejó caer en la cama con la boca abierta y las manos a los lados. Cuando empezó su cabeza con un ritmo rápido una de las manos de Han llegó a su cabeza y se enredó en su pelo, sin apretar, era como si necesitase algún estímulo externo que le recordase dónde estaba.

Minho soltó la erección un segundo, lo que tardó en coger la botella de lubricante y embadurnarse los dedos de la mano derecha. El más joven le miraba por debajo de sus pestañas con la respiración agitada. Recuperó el asta de Jisung y la metió en su boca mientras acariciaba con sus dedos alrededor de su entrada.

Aumentó el ritmo mientras metía un dedo suavemente. Escuchó el siseo bajo del chico, pero abrió más las piernas, como dándole permiso para continuar. Cuando metió el segundo dedo, tras un rato, el muchacho lo separó de su polla con un tirón de pelo.

—Voy a correrme si sigues chupándomela. O una cosa o la otra, las dos no. —La mirada oscura, sus labios rojos por las mordidas y los besos, y el pelo alborotado le dieron un aire distinto al joven maestro.

Minho movió los dedos mirándolo directamente, conectando con sus ojos, entrando y saliendo con fuerza de él. Los dígitos exploraron su interior mientras con el pulgar presionaba suavemente el perineo y Jisung jadeó con fuerza ondulando su cuerpo.

—Vale, vale, vale —dijo desesperado—. Por favor, no tan intenso, o no voy a durar nada.

Minho soltó una risita y siguió deslizando sus dedos evitando estimular demasiado, solo preparándolo para meter su polla dentro. Un tercer dedo entró y usó más lubricante para facilitar el movimiento. El chico, tumbado en la cama, se deshacía; con los pezones duros, su miembro aun manteniendo la erección y los ojos cerrados con fuerza.

— Oh, joder, vamos, hazlo ya —gruñó.

—¿El qué, pequeño príncipe? ¿Qué quieres que haga? —Minho volvió a subir por su cuerpo, apoyando su mano libre junto a su cabeza.

—Follarme hasta la inconsciencia —susurró el otro sobre sus labios.

Minho sacó sus dedos de Jisung y se puso un condón todo lo rápido que pudo. Cubrió su polla dolorida de lubricante y se acercó a la entrada del chico, empujando.

Y entonces, justo en ese segundo en el que la cabeza de su pene entraba en Jisung, Minho debió pensar fríamente y darse cuenta de lo que acababa de pasar. El joven maestro le había dado una orden y él había obedecido como un perro amaestrado. Pero no lo hizo, Minho no pensó en que él debía ser el que daba las órdenes, él debía ser el que tuviese a Jisung rogando.

Al contrario, en ese justo instante, Lee empujaba suavemente clavándose dentro del niño rico dándole gracias al universo por dejarle probar un bocado de Han, por pequeño que fuese.

Esperó unos segundos cuando llegó a la empuñadura y sintió las nalgas cálidas contra su piel, hasta que el movimiento de caderas del chico le apremió a moverse. El ritmo fue suave, muy suave, totalmente distinto de lo que él solía hacer. Por alguna razón de mierda que no se paró a pensar le aterrorizaba la idea de darle una mala sesión de sexo a Jisung.

Jisung le agarró del pelo y conectó sus miradas con ese salvajismo casi anacrónico en el fondo de sus pupilas: —Dame más fuerte, no voy a romperme.

Obedeció sus órdenes de nuevo. Sus embestidas se convirtieron en un martilleo constante en el que ambos gemían desesperados. El interior de Jisung apretaba la polla de Minho como si quisiera que durase menos de diez minutos. Sus dedos apretaron los pezones del universitario mientras su boca bajaba a sus clavículas y su cuello dejando besos, mordidas, marcas. El tiempo se estiraba y se acortaba, la percepción del espacio había cambiado para Lee Minho cuando el aroma del lujo volvió a inundar sus fosas nasales.

Sabía que se correría pronto, y quería que él llegase antes. Se arrodilló en la cama y cogió al chico por la cintura levantando sus caderas sobre su regazo mientras su cabeza aún descansaba en la cama. Golpeó más fuerte, más rápido, más duro, mientras Jisung jadeaba y pedía más con las manos hechas puños en las sábanas.

Los minutos pasaban mientras Minho recorría con sus manos el pecho encorvado hacia atrás del chico. Su mano subió hasta su cuello otra vez y lo agarró suavemente, solo dejándole saber que su mano estaba ahí, que podría hacer con él lo que quisiera. Jisung le miró en medio del placer, con el pelo pegado a la frente por el sudor, con su mano derecha agarró la muñeca que se asía a su cuello y la apartó bajándola a su propia cadera. Con la izquierda agarró su polla y bombeó de forma rápida.

Lee Minho entendió el mensaje y apretó el ritmo, dándole con todo lo que tenía, cavando en su culo hasta donde le era posible, estimulando su próstata y dejando marcas rojas de sus dedos en el final de sus muslos.

—¡Joder, me corro! —gritó, sacudiendo su mano más rápido—. ¡Me corro, Minho hyung!

Vio el chorro salir disparado sobre el pecho del chico mientras gritaba su nombre y perdió por completo el control de su cuerpo. Los espasmos de Jisung apretaron su polla y folló el culo del joven maestro hasta que se corrió, algunos minutos después de él, apretando la mandíbula y enterrando la cabeza en el cuello del chico.

—Creo que quiero ampliar el periodo de prueba...— susurró el más joven.

***

Empieza lo sabroso bien rápido.

Ya lo dije, pero lo repetiré, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ni siquiera escribí esta historia pensando en ellos, solo he hecho una adaptación de las porquerías que escribí.

Como pudieron notar, hay cambios de edad, por ejemplo, en I.N, era necesario para la historia, pero el resto está adaptado a las descripciones reales de los personajes. Espero que me perdonen esa licencia poética.

 #NoMeReporten

¡Nos vemos en el infierno, navegantes!

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