27. Los hermanos

🎶Banda sonora: Sorry- The Rose🎶 (Amo tanto The Rose...)

Las manos de Minho temblaban. Pudo abrir a duras penas la puerta del apartamento en Gwangjin-gu. Cuando cerró se arrastró por la pared, sentándose en el suelo con la respiración agitada.

No podía parar de llorar, no había podido hacerlo desde que se levantó de la cama que había compartido con Jisung. Cuando la pastilla le hizo efecto, Han se desmayó entre las sábanas, bajo el edredón que Minho quiso mantener sobre sus cabezas para siempre.

Pero no pudo hacerlo. La décima vez que lo llamaron por teléfono salió del fuerte de algodón y se vistió con la cara surcada por las lágrimas. Se marchó llevándose consigo el perfume y tres camisetas usadas, estuvo a punto de llevárselo a él, pero había sido un cobarde.

Mark y I.N aguardaban a dos cuadras del edificio y sólo dejó caer la tarjeta de acceso por la ventanilla del Range Rover y se fue. No se giró ni una sola vez. No comprobó si se llevaban a Jisung.

Llovía y Minho caminó durante horas hasta llegar a su casa. Seguía llorando, tirado en el suelo, calado hasta los huesos y empapando la entrada de su pequeña habitación. Lee Minho quería morir, esta vez de verdad.

Lloró tanto que hipaba de forma incontrolada. La ropa mojada estaba fría y se pegaba a su cuerpo, pero no tenía fuerzas para arrastrarse hasta la ducha. No tenía fuerzas para nada. Lo había hecho, había traicionado al hombre que era la cosa más bonita que tuvo nunca. Lo había entregado como una ofrenda para el dios sádico que era Park Dongyoon.

«Dios mío», sollozó. I.N iba a quebrarlo, iba a romperle todos los huesos. Destrozaría esa preciosa cara que ahora vivía de forma permanente en su cabeza. Pondría cicatrices en la perfecta piel de su cuerpo, lo haría gritar, lo haría llorar más de lo que Minho estaba llorando.

¿Duele físicamente cuando se rompe un corazón?

Apretó la mano en su pecho porque sentía que había dolor allí, como si no pudiese respirar. Tuvo muchos dolores de corazón en su vida, pero solo recordaba haberse sentido así cuando recogió el cadáver de Ari de aquella morgue.

La muerte de su hermana dolió tanto que todavía no podía recuperarse. Tenía pesadillas sobre ello de vez en cuando. Ahora sabía que las imágenes del cuerpo torturado de Jisung estarían en su cerebro para siempre, acompañando a su recuerdo de Lee Ari.

Golpeó el suelo con los puños tratando de encontrar consuelo. O dolor. Quería ambas cosas porque sentía que las merecía. Quería subir al edificio más alto de Seúl y lanzarse. Sus nudillos impactaron de nuevo contra la cerámica y gritó.

Había enviado a su novio a la muerte. Había matado a la primera y única persona de la que se había enamorado.

Minho estuvo presente en todos los encargos de I.N. Había sido una parte activa en el proceso de intimidar y amedrentar a gente, pero solo disparó a matar dos veces en su vida. Y le gustaba pensar que había sido en defensa propia.

La primera fue cuando apenas tenía 20 años y le voló la cabeza al asesino de su hermana. La segunda cuando una banda rival había tratado de matar a I.N. Minho mató a dos personas: a una por venganza y a otra para salvarle la vida al desgraciado que ahora tenía a Jisung escondido en medio de la nada.

La puerta del apartamento sonó y la manilla se abrió. Se sobresaltó un segundo y se puso de pie dispuesto a enfrentar a Yang Jeongin si era él el que estaba entrando ahora mismo. Pero no era él.

—Mierda —murmuró cuando el mohín triste de su hermano apareció. Se miraron el uno al otro en la oscuridad de la habitación.

Dio dos pasos atrás dejándolo entrar y ambos se quedaron en silencio. Lo vio maniobrar por la pequeña habitación, quitándose los zapatos y dejando una mochila sobre el mostrador de la cocina.

Minho le puso una mano en el hombro, pero todavía no habló. Se giró y los ojos grandes y negros estaban llenos de reproches. El labio inferior tembló en un puchero y él hizo lo único que podía hacer en ese momento. Lo atrajo a sus brazos, agarrando su cabeza mojada por la lluvia para apoyarla contra su hombro.

Y su hermanito empezó a llorar. El llanto desconsolado hacía ruido, el chico mantenía la respiración agitada, agarrando con las manos la camiseta de Minho. De repente le golpeó el pecho con su pequeño puño y siguió llorando.

—¿Por qué coño hemos tenido que hacer esto? —gritó, enfadado, dando de nuevo en su pectoral, con fuerza—. ¿Por qué mierdas hemos tenido que hacerles esto?

—No lo sé. —Minho se atragantó con su propio llanto.

—¿Por qué no podemos ser felices por una vez? ¿Por qué no puedo odiarlos? —El chico temblaba de rabia—. ¡Maldita sea! Yo quería odiarlos... Yo quería odiarlo a él...

—Ya lo sé... —murmuró y le apretó contra su pecho mientras el chico recuperaba el aliento.

—Su padre mató a Ari... —Ahogó un gemido lastimero—. Y yo me enamoré de él...

—Joder, Felix... —Minho aplastó la cara contra el pelo húmedo. Tenía el corazón hecho jirones. No se recuperarían de esto.

Quería volver el tiempo atrás, quería apartar a su hermano de aquella locura. Quería que trabajase de algo normal, que no tuviera que estar relacionado con toda la organización. Pero la red de Dongyoon era tan inmensa que había terminado metido hasta el cuello.

Si pudiese, vendería su alma al diablo para sacar a Felix de esto. Cuando Dongyoon le mandó a llamar, se suponía que le pagaría por acercarse a Jisung y Seo Changbin. El deseo de venganza de Felix estaba más enconado que el suyo propio, él quería hacer sufrir a Changbin por los pecados de su padre.

Al principio lo hizo tan malditamente bien que casi le creyó. Felix intentó mover ficha y coquetear con Jisung, pero el chico no le correspondió y eso le dio a Minho una chispa de felicidad que ocultó bajo cien capas de oscuridad en su helado corazón.

Lee Felix entró en una dinámica vital con Seo Changbin y Han Jisung que le daba envidia. Su hermano era listo; se había graduado en la universidad. Como su propia vida, pero rodeado de lujos y extravagancias a las que ninguno estaba acostumbrado.

Felix era tan bueno que mantuvo su papel de forma eficiente, enviando reportes, informes y fotos cada vez que tenía que hacerlo. Minho estaba impresionado, pero también aterrorizado. Porque sospechaba desde hacía tiempo que no estaba trabajando, que de verdad era feliz fingiendo ser alguien que no era.

Y aquí estaba ahora, después de haber apartado a Seo Changbin de Jisung el tiempo suficiente para que I.N y Mark se lo llevaran sin matarlo. Esto no era parte del plan y sabía que Yang Jeongin iba a estar enfadado cuando no encontrase al hombre en el apartamento, pero Felix se lo había rogado, le había pedido salvar a uno de los dos.

Y Minho cedió a su petición y ahora recogía los pedazos en su apartamento. Felix llegó con una mochila tras haber abandonado la casa en la que había vivido por dos años. Ahora lloraba contra su pecho, golpeándolo, porque en el fondo Minho tenía la culpa de esto.

—¿Qué vamos a hacer ahora, hyung? ¿Cómo mierdas vamos a salir de esta?

—Tú estás libre, nadie sabe sobre ti...—contestó y el lamento de su hermano contra su pecho le heló la sangre. Le agarró de las mejillas para que le mirase a los ojos. Tenía la cara hinchada y estaba hecho un desastre de lágrimas y mocos—. Tú te vas al sur, nadie sabe nada sobre ti. Te escondes un tiempo y después podrás hacer tu vida...

—Changbin sabe.

—¿Qué? —Minho observó detenidamente las pupilas negras de Felix buscando una mentira, un atisbo de broma, pero no lo hubo—. ¿Qué hiciste, Lee Felix?

Hyung...

—¡¿Qué hiciste?! —Le sacudió con fuerza, gritando.

—Le dije la verdad...

—¿Qué estás diciendo? ¿Estás loco?

—¡Tenía que hacerlo! Tenía que decirle la verdad. ¡Maldita sea! Tenía que ser sincero con él por una vez, solo una maldita vez, hyung. ¿No lo entiendes? Me duele el pecho como me dolía cuando murió Ari. Me duele tanto que me quiero morir. Me duele tanto que quiero largarme de aquí y correr hasta él. Quiero que me abrace, quiero que me ame. Quiero que me proteja de todo. Pero, sobre todo, quiero ser honesto con él... —gritó. Minho volvió a traerlo contra su pecho, apretando los puños en su espalda.

—¿Qué... qué le dijiste?

—Cuando la droga estaba haciendo efecto le dije quién era y él estaba tan confundido que empezó a balbucear idioteces —Ambos rieron con tristeza antes de que el chico volviera a llorar—. Le dije que eras mi hermano, que eres la única familia que tengo. Y entonces se puso muy nervioso, se puso tan nervioso que trató de levantarse, pero no podía. Creo... —sollozó—... Creo que sabía que lo había drogado... Joder... ¿Por qué no puedo odiarlo? —Minho dejó un beso suave en su frente y volvió a apretarlo contra él.

Había pasado toda su vida tratando de protegerlo, igual que lo había intentado Ari. Felix solo era un niño cuando se quedaron solos y lo único que habían querido era resguardarlo de todo: del dolor, de la pérdida, de la pobreza. Pero habían fracasado.

A pesar de que intentó alejarlo de los Park, Dongyoon le había utilizado para presionar cada vez que Minho había mostrado algún indicio de duda, por pequeño que fuese. Esa familia sabía perfectamente cuál era el botón que debían apretar para tenerlo de rodillas. Y esa debilidad estaba ahora hecha pedazos en sus brazos, tratando de entender por qué su maldito destino los llevaba siempre al mismo sitio.

—Tienes que irte de Seúl, Felix —dijo en un susurro.

—No voy a irme sin ti, hyung.

—Sí, te vas a ir sin mí, yo me esconderé todo el tiempo que pueda. Hasta que pueda ir a buscarte.

—Por favor...

—No, te vas a marchar de Seúl esta noche. Vas a coger un taxi hasta la estación de tren y cogerás el primero que salga a cualquier sitio que esté a más de 3 horas de aquí.

Hyung, por favor... No quiero irme solo —Minho vio como su labio inferior temblaba otra vez—. Por favor, no puedo perder a nadie más... Cuando I.N se entere de que Changbin lo sabe te matará... Por Dios, hyung, no me hagas decirte adiós a ti también.

—Felix... —trató de razonar con él, de buscar argumentos para enumerarlos, pero estaba demasiado cansado. Apretó la cara contra la coronilla de su hermano y lloró. Sentía que no había parado de llorar en horas, que su cabeza iba a explotar y que su pecho tenía un agujero relleno de hielo picado—. Vete a darte una ducha y hablaremos... —consiguió decir tras un rato.

El más joven asintió, separándose de él. Cogió algo de ropa de la mochila y se dirigió al baño. Escuchó el agua correr durante un rato mientras él mismo cogía de su armario un chándal negro para entrar cuando terminase.

«¿Cómo coño voy a convencer a Felix de que se marche?», pensó agobiado. Necesitaba saber que él estaba a salvo para poder seguir funcionando. Si su hermano estaba en peligro, no era capaz de razonar o actuar de forma lógica. Todo lo que hacía su mente era centrarse en los inminentes daños que podría sufrir.

Se acercó a la puerta y pasó la cadena, porque de pronto la ansiedad le apretó el corazón pensando en I.N apareciendo ante él con su glock y volándoles la cabeza a ambos. No le tenía miedo a la muerte, ahora mismo, quería morir. Pero Felix tenía que estar a salvo.

—Tu turno, hyung —informó su hermano en voz baja.

Minho obedeció, entrando en la estrecha estancia que no se parecía nada al lugar en el que había estado con Jisung horas atrás. Se duchó rápido, diligentemente. Apenas habían pasado unos minutos cuando salió. Felix estaba sentado en la cama mirando su teléfono móvil.

—Tienes que deshacerte de eso.

—¿Crees que puedo borrar de un plumazo los últimos dos años? ¿Acaso tú puedes borrar los últimos meses? —le preguntó, enfadado, agarrando el dispositivo contra su pecho.

Lo más triste de aquello era que era cierto, Minho no iba a poder borrar nunca de su mente a Jisung. No había podido evitar enamorarse de él, enamorarse de una manera obsesiva, tóxica e insana. Ahora era tristemente consciente de que lo último que le había dicho Jisung era que lo quería y nunca se sintió más indigno que en ese momento. No merecía el amor de ese hombre. No merecía que las últimas palabras que escuchó de su boca hubiesen sido de afecto.

—Te llevaste su perfume —comentó de repente Felix—. No tienes derecho a decirme que me deshaga de mis recuerdos cuando tienes su perfume en la bolsa.

—¿Si abro tu mochila no habrá fotos? —El labio inferior tembló otra vez, entre asustado y haciendo un puchero, como si temiera que Minho lo obligase también a tirar las imágenes—. Solo quiero evitar que nos escuchen, Felix. No pretendo que los olvides. Solo necesito que estés a salvo. —Estiró la mano hacia su hermano y él le dio el teléfono sin parecer seguro del todo, como si se estuviera desprendiendo de su posesión más preciada.

Minho no esperó, estrelló el dispositivo contra el suelo con todas sus fuerzas y lo vio hacerse añicos por todas partes. Lee Felix gimió sobresaltado y se mordió el labio inferior para aguantar el llanto. Recogió los pedazos y los metió en una bolsa de plástico antes de golpear unas cuantas veces más para asegurarse de que estaba inutilizable.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —preguntó Felix.

—¿Tranquilo? —Minho lo miró, su voz salió rota y desesperada—. ¿Tranquilo, Felix? Acabo de mandar al patíbulo a un inocente. He traicionado a Jisung. Acabo de matar al hombre del que estoy enamorado —Golpeó la encimera con el puño y apretó la mandíbula, tratando de no volver a romper en llanto otra vez—. ¿Tienes alguna idea de lo que hay en mi cabeza ahora mismo? ¿Te has parado a pensar en las ganas que tengo de meterme una pistola en la boca y apretar el gatillo?

Felix tragó saliva y se encogió, subiendo las piernas a la cama. Se veía tan pequeño. Su hermano siempre fue pequeño, con una cara inocente llena de pecas y los ojos enormes, se parecía tanto a Ari. Ari y Felix eran físicamente muy parecidos, mientras Lee Minho parecía no tener ningún lazo sanguíneo con ellos.

Su hermano, a pesar de todo, era un cabrón valiente que se enfrentaba a todo lo que apareciese. Su forma de sobrellevar el asesinato de Ari había sido la rabia. Había odiado profundamente a Seo Haeshin y también a su hijo Changbin, aunque no tuviese culpa. Felix no había estado con él el día que mató a aquel maníaco, pero se había enorgullecido de él cuando le confesó, casi roto, que había sido él quién había vengado a su hermana.

Y sin embargo ahora, viéndolo en esa cama, abrazándose a sí mismo con la cabeza apoyada en las rodillas, Felix parecía un niño perdido. Y en cierto modo lo era, estaba tan perdido como él.

—Siento haberte hablado así... —se excusó, acercándose a la cama y sentándose a su lado—. Solo necesito que entiendas que no estoy tranquilo. Que probablemente nunca pueda recuperarme de esto. Y que tienes que irte lejos de aquí, cuanto antes.

—No voy a marcharme, hyung... No voy a abandonarte y no voy a dejar que me abandones.

—Felix, por favor —suplicó, levantándose de nuevo, algo alterado—, Changbin va a buscarte, y te encontrará.

—Me da igual. Lo que sea que nos pase a partir de ahora, nos lo merecemos.

Minho no pudo contestar. «¿Cómo convences a alguien que se ha dado por vencido de que siga luchando?». No tenía la respuesta porque ya en su cabeza estaba preparando el plan para subirse a la torre de Seúl y lanzarse.

Agarró su bolso para sacar la ropa sucia y vio el perfume y las tres camisetas usadas de Jisung. Las acercó a su cara y olió, con lágrimas otra vez en su cara. Humedeció la tela sin querer mientras escuchaba el sollozo bajo de su hermano a su espalda.

De pronto, algo hizo un ligero clic dentro de él. No podía hacer esto. No podía dejar que Dongyoon y I.N matasen a Jisung.

—Felix, tienes que marcharte.

—¿Qué? —susurró.

—Te marchas esta noche. Voy a sacar a Jisung de allí, pero necesito que estés lo suficientemente lejos como para poder hacerlo sin preocuparme por ti —le contestó, acercándose y agachándose ante la cama.

—¿Qué estás...

Toc, Toc, Toc. Los toques suaves en la puerta los tensaron. Felix lo miró aterrorizado, con esos enormes ojos abiertos de par en par y una mano en la boca, conteniendo su grito. Minho se puso un dedo en la boca y señaló el baño con la otra mano mientras agarraba la pistola de la mesilla de noche.

Su hermano corrió al servicio sin hacer ni un sonido mientras él se desplazaba por la habitación igual de silenciosamente. Ambos sabían ser malditamente discretos cuando querían. Minho se acercó a la puerta y puso el oído contra la madera. No escuchó ninguna voz.

Otros tres toques. El corazón de Lee Minho se desbocó. Escuchó el susurro de las herramientas contra la cerradura, él había puesto la cadena, así que tenía una posibilidad antes de que el visitante inesperado entrase en su casa. Todavía podía darle a Felix el tiempo suficiente para huir si le pegaba un tiro en la pierna a quien quiera que estuviese antes del amanecer tratando de colarse en su apartamento.

El mecanismo de la cerradura cedió y Minho apuntó la pistola a las piernas del intruso antes de que este empujara la madera hasta el límite de la cadena.

Y casi disparó.

—¿Qué coño quieres? —gruñó, apuntándole con el arma.

—Salvaros.

—No me jodas, te envía Dongyoon hyung.

—Créeme, si me hubiese enviado Dongyoon hubiese prendido fuego al edificio contigo dentro —Minho se asustó—. Ahora, ábreme la puta puerta. Voy a salvaros.

—¿También a Jisung?

—Sí...

Minho respiró hondo y empujó la puerta. Cuando quitó la cadena rezó a todos los dioses que conocía para que no hubiesen enviado a aquel hombre a deshacerse de él y su hermano.

***

2/2

Es la gran revelación, aunque no es tan grande porque muches de ustedes ya lo sabían, estoy orgullosa de mis navegantes por ser tan inteligentes, aunque me jodan el plot twist HAHAHAHAHA

Lo dejo aquí porque así la espera será más dura y todo será más dramático JAJAJA

Les amo, nos vemos en el infierno       

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