25. La sentencia de muerte

🎶Banda sonora: Zombie - The Cranberries🎶

Son Siwon amaba la estación de lluvias. Daba un color grisáceo a todo a su alrededor y era, en cierto modo, algo poético.

Llevaba lloviendo toda la semana igual que lo estaba haciendo ahora mismo. Conducía su coche nada llamativo hacia el lugar de encuentro y calculaba que tardaría unos 20 minutos en llegar a Incheon.

Repasó mentalmente el camino que debía seguir para llegar a su cita. Los GPS estaban prohibidos en operaciones como estas, igual que los teléfonos móviles. Ni él ni su contacto llevarían ningún dispositivo que permitiese el rastreo. Esta reunión no debería existir en ningún registro, como todas las anteriores.

Sonó una canción antigua en la radio y sonrió, la conocía. Le hacía pensar en Yongsun, aunque no sabía bien por qué. Había mejorado su relación con él, le llamaba de vez en cuando y habían quedado para tomar un café unos días atrás.

Se podría decir que lo estaba intentando. Pero no era verdad, Yongsun no estaba sanando. Siwon tenía la impresión de que nunca sanaría del todo. Él jamás se había enamorado de esa manera, como para que toda su felicidad dependiera de otro ser humano. Sin embargo, ahora tenía la prueba de lo peligroso que era permitir que alguien estuviese en su vida tan profundamente.

Yongsun tenía por delante un proceso de recuperación tan jodidamente largo y doloroso que Siwon dudaba que nada pudiese hacerle mejorar. El lado policía de sí mismo le hacía temer que un día encontrasen su cadáver con un tiro en la cabeza, o con las muñecas abiertas en canal en la bañera del apartamento que había compartido con Hayoon.

No había ido a su casa, Siwon todavía no se sentía preparado para invadir el espacio que los dos hombres compartieron durante años. Yongsun tampoco lo había invitado, ni a nadie. Mantenía todos los rincones llenos de recuerdos de Hayoon y no quería unos nuevos. De verdad le asustaba la posibilidad de que el chico se suicidara.

Dio un giro a la derecha y aparcó cerca del camino hacia el muelle, ahora cerrado. Esperó tranquilamente con la música de los años 90 en la radio. Su reloj de muñeca marcaba las 2 de la mañana en punto. En exactamente dos minutos alguien abriría la puerta. Se aseguró de apagar la luz automática del interior del coche.

A las 2:02 a.m. un hombre con una mascarilla y una gorra azul abrió la puerta del asiento trasero del coche de Siwon, entró y se sentó, con la gabardina empapada. Pensó que su coche quedaría hecho un asco después de esa reunión y no entendió por qué el muy imbécil no llevaba un paraguas.

—Estuvimos en casa de Han Jihyeon.

—Buenas noches para ti también —dijo y recibió una mirada aguda a través del espejo retrovisor. Los ojos de ese hombre siempre lo habían puesto nervioso.

—Como decía, estuvimos en casa de Han Jihyeon, Park está totalmente obsesionado con saber quién coño eres. Y ha amenazado a Jisung. Temo que quiera hacer algo contra él. Tienes que darle protección.

—No puedo hacerlo, si lo hago jodemos la operación y tú estarías en peligro —¿Estaba delirando? ¿Cómo coño iba a proteger al chico sin llamar la atención de Dongyoon?

—Me da exactamente igual lo que pase conmigo. Lo que quiero es que protejas a Jisung —insistió.

—Veamos, le pongo protección al chico, lo guardo en una maldita caja de seguridad y, ¿crees que Dongyoon no va a parar la entrega? ¿Crees que ese cabrón se va a arriesgar a meter 15 toneladas de cocaína pura en Corea si sabe que la policía está encima?

—Ya sabe que alguien va tras él, no ha parado la entrega, solo ha cambiado la fecha y el lugar.

—Ahora mismo no sabe quién está tras él, no voy a arriesgarme a que lo descubra —Siwon miró por la ventanilla del coche a la oscuridad absoluta a su alrededor. Se quedaron unos segundos en silencio, con el golpeteo de la lluvia retumbando en la carrocería—. El día de la entrega saldrás del país. Estoy preparándolo todo.

—Tengo que pedirte un favor...

—No voy a poner la misión en peligro por ese chico —interrumpió, un poco enfadado, no quería que insistiese más sobre eso.

—No es eso, joder. Quiero sacar a alguien más.

—¡¿Qué?! —Son Siwon se giró para mirarlo, buscando algún tipo de broma en los ojos oscuros que se mostraban entre la gorra y la mascarilla. Pero no encontró nada más que una determinación que le dio miedo.

—Quiero sacar a alguien más. Necesito documentos falsos y que lo metas en el programa de protección de testigos.

—No voy a hacer eso. Estás jodidamente loco. No sé qué coño te está pasando, pero no me gusta. Hemos colaborado durante años y nunca te habías comportado así.

—Son, no voy a discutir contigo. Si quieres saber cuándo y dónde será la entrega vas a hacerme este favor.

Se quedó callado solo mirándolo. Este imbécil podía tirar por los aires su trabajo de los últimos años por un capricho estúpido. De verdad no sabía qué estaba pasando, pero entendió que debía ceder a sus estúpidos deseos.

—Yang Jeongin y Park Dongyoon están completamente descartados —contestó—. Si no fuera porque respeto la maldita ley yo mismo les volaría la cabeza a ambos.

—Está bien. Te haré llegar los detalles esta noche. Muchas gracias.

—No es como si tuviese alguna opción, cabrón —se quejó—. Una cosa más, es imperativo que los hermanos estén en la entrega.

—Estarán allí. Park no dejará esto en manos de nadie —contestó, poniendo la mano en la manilla para abrir la puerta—. Si le pasa algo a Jisung me aseguraré de hacerte responsable.

—¿Me estás amenazando?

—No, te estoy informando. Si le hacen daño al chico tú pagarás las consecuencias.

Salió y cerró la puerta demasiado fuerte. Siwon gruñó y golpeó el volante con las dos manos. Llevaba tanto tiempo obsesionado con agarrar a Park Dongyoon que tenerlo tan cerca le hacía perder los estribos fácilmente.

Sus compañeros en la comisaría le habían reprendido sobre eso. Siwon se estaba convirtiendo en una especie de caja de pirotecnia que explotaba a la mínima. Pero es que los pedidos de ese hijo de puta y sus amenazas le hacían querer partirle las piernas.

¿Estaba drogado? ¿Cómo coño iba a sacar a alguien de aquella organización? No había ni una sola persona inocente allí dentro. Sin embargo, ahí estaba, conduciendo de vuelta a Seúl pensando en cómo demonios hablaría con su jefe para contarle que ahora no había que sacar de Corea a una persona, sino a dos.

Tenía una semana de mierda por delante. No, no una semana, exactamente seis días y dos horas. Ese es el tiempo que le quedaba para preparar los documentos de salida de quien quiera que fuese y preparar hasta el más mínimo detalle para el día de la captura.

La operación era complicada, no solo por el tiempo que llevaba trabajando en ella, sino por la propia naturaleza de Park Dongyoon. El hombre era tan malditamente inteligente que había esquivado todos los intentos de la policía. Era consciente de que tenía gente comprada dentro, por eso solo él, su jefe y su informante sabían lo que estaba pasando realmente.

Todas las unidades que participarían el día de la entrega habían sido apropiadamente entrenadas, pero no tenían ningún conocimiento de cuál era la misión real. De hecho, creían que desmontarían una red de trata de personas que operaba en Incheon. En lugar de eso, acabarían rodeando un almacén en el puerto de Pohang y meterían al hijo de puta de Park Dongyoon en la cárcel.

Se había cuidado con la información que había dado. Los equipos no sabían qué día sería la entrega; en su lugar esperaban cada noche en la comisaría completamente preparados para salir si fuese necesario. Todo iba a salir bien, todo estaba atado, hasta el más mínimo detalle.

—Esto va a salir bien, los meteré entre rejas. No hay ninguna posibilidad de que esto salga mal —dijo en voz alta, mirando atentamente la oscura carretera mojada.

Volvió a pensar en cómo conseguir una salida limpia de Corea para una persona más, y no pudo evitar tener un mal presentimiento. Lo único en lo que podía pensar desde el funeral de Hayoon era en que, si tuviese la oportunidad, él mismo dispararía a Yang Jeongin. Ahora sentía que, de alguna manera, la muerte de Hayoon nunca sería vengada. 

Dongyoon bebió un sorbo del té verde humeante que tenía en la mesa. Repasó la lectura ante él, frustrado. No habían conseguido nada de Han. El hombre insistía en que no conocía a la persona con la que hablaba y empezaba a creerlo.

Tenía miedo de que algo saliese mal, el barco llegaría en unos días y él necesitaba estar allí, pero Han Jihyeon podía ser un problema. Las opciones que barajaba eran muy claras, o había estado trabajando para la policía o lo hacía para alguno de los imbéciles que pretendían meter las narices en sus negocios para sacar tajada. Y Dongyoon no pensaba permitir que nadie estropease el plan que llevaba tanto tiempo tejiendo.

La última baza que le quedaba para presionar a Han para contactar con su asesor era el joven Jisung. Dongyoon sonrió y buscó una de las fotografías del chico en su teléfono móvil. Era tierno de alguna manera y estaba seguro de que sería fácil quebrarlo. Y sabía que su padre se cagaría en los pantalones si se llevaban al niño y le daban una lección.

—Ha llegado Lim Namsik-nim. —Un empleado interrumpió sus pensamientos y Dongyoon recogió los papeles que había sobre el escritorio del estudio.

—Hazlo pasar —No pudo evitar la ligera sonrisa cuando Sik entró a la habitación—. Retírate y no nos molestes hasta que llegue el resto.

El empleado salió con una ligera reverencia y cerró la puerta tras él. Dongyoon miró a Sik de los pies a la cabeza. Siempre vestía como si viniese de una sesión de fotos, como ahora mismo, el traje azul de raya diplomática que se le ceñía al cuerpo como un puto guante. Imaginaba que los zapatos italianos estaban en la entrada y se preguntó si serían marrones o negros.

—¿Me necesitabas? —preguntó.

—Sí... —contestó Dongyoon, apoyando la espalda en la silla de cuero en la que estaba sentado dándole un segundo vistazo de arriba abajo—. ¿Hace calor?

—Hmm... No, más bien hace algo de fresco, la lluvia no ha parado. ¿Por qué?

—Entonces los botones de tu camisa deben haberse roto, no entiendo por qué la llevas abierta hasta el ombligo —ironizó.

—¿El tema de conversación es mi elección de ropa? —preguntó, levantando una ceja, sin perder esa maldita sonrisa.

—No te pases de la raya, Sik. Y abróchate la camisa —El hombre negó suavemente con la cabeza aun sonriendo, pero obedeció cerrando la prenda y sentándose en la silla ante el escritorio—. He decidido que le demos una lección al chico. Jihyeon no se va a ir de rositas con todo esto, me ha traicionado, se ha atrevido a conspirar contra mí y no quiere hablar.

—¿Por qué no lo coges a él? —preguntó mirándole directamente.

—Porque es más fácil conseguir al chico sin hacer un gran estruendo. Y nos asegurará que coopere con nosotros hasta nuevo aviso. Seguimos necesitando a Han Bank, por mucho que me joda.

—¿Piensas matar al chico? —Esa era una buena pregunta. ¿Quería matarlo? No particularmente, no tenía nada contra él directamente, pero sí contra su padre.

Dongyoon era un hombre práctico, en este caso, lo más lógico era apretar las tuercas del viejo para conseguir su colaboración. Y también para darle una lección por haber intentado joder a Dongyoon. La tuerca más dolorosa para los Han era el único heredero.

—Después de la entrega lo decidiré. Es lo que merece Han, al fin y al cabo.

—¿Quién lo hará?

—Mark, Minho y Yang Jeongin, por supuesto. ¿No pensarás que dejaré esto en manos de alguien más? Por muy gilipollas que sea mi hermano, puede matar a un hombre sin pestañear —Sik pareció pensar en algo, miró por la ventana al jardín y se llevó la mano para mordisquear la cutícula de su dedo pulgar. Esa manía ponía a Dongyoon de mal humor—. Quítate la mano de la boca, las manos están llenas de gérmenes —ordenó, poniendo cara de disgusto.

Sik obedeció y volvió a mirarle: — Entonces, ¿cuándo lo harán?

—¿El qué?

—Darle una lección a Jisung.

Los dos toques en la puerta los interrumpieron. El mismo empleado se asomó y dejó pasar a Mark y a su hermano al estudio. El más alto sonrió. Dongyoon le señaló la silla junto a Sik y se sentó haciendo una reverencia.

Su hermano se quedó de pie, en medio de la habitación, como una figura de cera. Yang Jeongin era exasperante. Era estúpido e incontrolable y todavía no sabía por qué le había dejado formar parte activa de la organización. La cagaba continuamente y Mark tenía que limpiar los destrozos que dejaba atrás.

—Siéntate, Yang Jeongin —dijo secamente. El más joven se sentó en un sillón junto a la puerta. Dongyoon volvió su vista de nuevo a Mark—. ¿Puedo ofrecerte una bebida?

—No, estoy bien, gracias.

—Vayamos al grano —empezó Dongyoon—, ambos tenéis que estar en la entrega, no confío en que los colombianos no nos la jueguen con el cargamento, así que hay que comprobar cada caja que venga en ese barco antes de que entre a los camiones —Los tres asintieron en silencio y él continuó—. Los vehículos de distribución se llevarán el cargamento directo a los almacenes de Chiaksan. Mark, tú y Yang Jeongin tenéis que llegar a Chiaksan antes que la mercancía. Sik y yo seguiremos a los camiones.

—¿Para qué necesitas que estemos en el muelle? ¿No es más lógico que esperemos en Chiaksan?

—Estoy harto de decirte que te calles la puta boca y no hables si no te pregunto, Yang Jeongin —gruñó apretando los puños. Dios santo, ese imbécil no podía dejar de cuestionar sus planes. Quería golpearlo hasta dejarlo inconsciente, o matarlo—. Tú y Mark estaréis en la entrega, comprobaréis el contenido de las cajas y saldréis hacia Chiaksan. Sik y yo nos quedaremos para supervisar la carga en los camiones, pagar a los del barco y hablar con el contacto de Colombia.

—¿Los colombianos se quedarán? —preguntó Mark.

—Sí, es probable que se queden unos días en Corea, tendremos que ser buenos anfitriones —Mark asintió con una de sus brillantes sonrisas—. Por otra parte, Han Jihyeon estará en la entrega.

—¡¿Qué?! —exclamaron los tres al mismo tiempo. Sus dedos se crisparon, le ponía de muy mal humor que la gente lo cuestionara.

—Han estará en la entrega porque necesito un seguro de que no va a tratar de jodernos. Si alguien intenta parar la entrega, le volaré la cabeza yo mismo. Ah, sí —recordó de pronto—, quiero que secuestréis a Jisung —Yang Jeongin abrió mucho los ojos, pero no habló. Mark frunció las cejas—. Hasta el martes próximo, necesitamos quebrar al chico y hacer que Jihyeon lo vea todo. Todavía creo que hay algo que no nos cuenta y quiero saber qué es. Además, merece un castigo por haberme traicionado. ¿Alguna pregunta?

—¿Cuándo? —preguntó su hermano en voz baja.

—Pasado mañana, el resto de los detalles os los dejo a vosotros. ¿Algo más?

—¿Podría hablar contigo a solas, Dongyoon hyung? —aquello lo cogió por sorpresa, no esperaba que Yang Jeongin tuviese ganas de seguir hablando y a él tampoco le apetecía estar en su presencia.

—Por supuesto. Mark, Sik, podéis ir al comedor, servirán el almuerzo en cuanto terminemos. —Ambos hombres salieron y se quedó solo con su hermano en la habitación. La energía crepitaba alrededor.

A menudo tenía que luchar contra la compulsión de golpear sin ninguna razón aparente a Yang Jeongin. Estar con él era una prueba en sí misma para su control. Por suerte para ambos, Dongyoon era bastante más inteligente que él y podía contenerse.

—No has nombrado a Lee Minho en ningún momento. ¿Sospechas de él? —preguntó su hermano.

—No he podido descubrir quién está filtrando información al contacto de Han, pero sinceramente no creo que Minho lo haya hecho. Es una rata callejera, no está relacionado con nadie y, lo más importante, la vida de su hermano lo es todo para él. Sabe lo que haremos si se sale del camino.

—Y, ¿por qué no tiene que estar en la entrega?

—Quiero que Lee Minho esté en Chiaksan desde el día anterior. No es muy listo, pero es leal a ti y los hombres lo conocen lo suficiente para temerle.

—¿Minho sí está capacitado para supervisar a los hombres en Chiaksan y yo no? —Dongyoon sintió que explotaba, se levantó de un salto y rodeó el escritorio. Vio como Yang Jeongin se encogía levemente en el asiento.

Lo levantó del sillón con una mano en la solapa de la chaqueta y la otra en el cuello. Sintió como sus manos frías se aferraban alrededor de sus muñecas tratando de apartarlo.

—Esta será la última vez en tu maldita vida que se te ocurre decirme algo así —Caminó dos pasos con el hombre aún en el aire y lo estampó contra la madera de la puerta del estudio. Oyó el jadeo de dolor y lo vio cerrar los ojos, apretando la mandíbula—. Hace años que no te toco un pelo, Yang Jeongin, no me pongas a prueba para que vuelva a castigarte como te mereces —Apretó los dedos en el cuello del chico un poco más y después lo soltó. Su hermano se llevó sus manos al cuello frotando, tosiendo y respirando con dificultad—. Ahora lárgate. Y que no salga nada mal o te mataré. Esta vez no tendré piedad.

Yang Jeongin salió del estudio sin decir una sola palabra, con la cabeza baja. Cogió sus zapatos en la entrada y se marchó. Vio el coche salir de la propiedad y se encaminó al comedor, donde sus hombres le esperaban conversando animadamente.

Dongyoon se planteó seriamente la opción de hacer desaparecer a su hermano después de que llegase la carga. Mark y Sik podrían hacerse cargo del trabajo que el chico hacía y darían menos problemas. Su padre estaría de acuerdo, a su madre podría mentirle, decirle que murió por fuego cruzado o algo así.

Si Yang Jeongin desaparecía de la ecuación, la vida de Dongyoon sería más sencilla. No tendría que lidiar con sus arranques de ira, no tendría que soportar su presencia alrededor, no tendría que obligar a Mark a vigilar al imbécil.

Sopesando sus opciones, llegó a la conclusión más práctica. El juez había firmado la sentencia de muerte de Yang Jeongin. Ahora solo faltaba buscar un verdugo.   

***

3/3

Solo quiero que recuerden que NADIE es lo que parece :)

¡Nos vemos en el infierno, navegantes!

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