22. Los cuidados y la salvación 🔞🔥
🔞Aviso: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
🎶Banda sonora: Breathless - Caroline Polachek 🎶
Cuando sonó el intercomunicador Jisung saltó del sofá y abrió.
En ocasiones como esta, en las que recibía la mirada sospechosa de Changbin y Felix, era cuando se daba cuenta de que el estatus de su relación con Minho empezaba a ser más que "ser exclusivos". Mientras esperaba tras la puerta como un perro a su dueño, Jisung se percató de que se estaba enamorando de aquel chico.
Su vida a.M. (antes de Minho) se basaba en rascarse el picor con algún conocido o desconocido y desaparecer de sus radares rápidamente. Sin embargo, ahora solo pensaba en Minho.
El timbre de la puerta sonó y abrió con una sonrisa que se congeló cuando vio al chico. «Otra vez no, por favor», pensó, agarrando con fuerza la manilla de la puerta mientras el hombre entraba cabizbajo. Dio un paso hacia el salón y se encontró con las expresiones sorprendidas de Changbin y Felix.
Jisung cerró con un portazo y fue hasta el sofá enfadado. El polluelo no podía apartar la mirada de la cara golpeada de Minho y se llevó la mano a la boca. Él ya sabía que ese cabrón vestido con un traje que le quedaba como un guante no diría ni una palabra de lo que le había pasado. Pero la ira bullía en su sangre, desesperado por golpear él mismo a Minho hasta que decidiese contarle por qué demonios llegaba con la cara como si alguien le hubiese usado como saco de boxeo.
—Hyung... ¿qué ha pasado? —preguntó Changbin.
—Complicaciones... —contestó el chico y Jisung bufó en voz alta cruzando los brazos y girando la cabeza hacia la televisión.
—He dejado ropa sobre el escritorio de la habitación. Puedes ir a ducharte.
Por el rabillo del ojo, lo vio irse por el pasillo. Escuchó la puerta de su habitación cerrarse y se mordió el labio con fuerza aguantando un puchero infantil.
—¿Por qué le has hablado así? —quiso saber Felix, levantándose del sofá que compartía con su amigo y acercándose a él enfadado—. ¿Estás mal de la cabeza? Llega apaleado y tú lo tratas como basura. ¿Qué mierdas haces?
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué me tire a sus brazos como una dama desvalida? ¿Qué le consuele como si viniese de la guerra?
—¡Eres un gilipollas! —insultó Felix, empujándolo por los hombros. Jisung le miró indignado y le devolvió el empujón desde el sofá. Changbin interceptó a Felix pasando un brazo por su cintura. El chico cayó sobre su regazo y se giró para mirarle—. ¡Suéltame!
—Basta —dijo severamente Seo Changbin.
—¡No! Su novio acaba de entrar con la cara hecha papilla y él se porta como un imbécil.
—¡Deja de insultarme! Y de chillar —gritó Jisung, levantándose para enfrentarse a Felix. Changbin se levantó también, aún con el chico agarrado con fuerza por la cintura, y puso una mano en el pecho de Jisung, parándolo en seco.
—He dicho que basta. Los dos. —La voz grave le puso los pelos de punta y se dejó caer pesadamente en el asiento.
Miró a Felix, tratando de zafarse del brazo de Changbin mientras este lo mantenía en el aire como si no pesase nada. La imagen era tan estúpida que se echó a reír y ambos lo miraron desconcertados. Mierda, ¿cómo podía decirles a sus amigos que esto era parte de lo que Minho era? Ellos ya habían visto al chico golpeado, esta no era la primera vez. Pero cada una era profundamente desagradable.
—No es la primera vez que Minho llega así a casa, y no contará nada. Solo dirá que son complicaciones del trabajo. —Changbin se sentó y mantuvo a Felix en su regazo. No pasó desapercibido para Jisung como el agarre sobre su cintura pasaba de ser una contención a una caricia amorosa.
—¿Por qué lo tratas así? —preguntó Felix, apoyando su espalda contra el pecho de Changbin.
—No lo sé... me enfada que sea así... Me pone nervioso pensar que igual un día no vuelva y no puedo controlar mis reacciones... —confesó, respirando hondo.
La ansiedad le oprimía el pecho cuando no contestaba a sus mensajes por las noches. El hombre de los ojos felinos era para I.N lo mismo que esos empleados de seguridad que estaban todo el tiempo alrededor de sus padres. Era la gente que tendría que recibir el impacto si alguien trataba de dañar a sus jefes. Y esa mierda lo aterrorizaba.
Se sentía impotente ante la posibilidad de que Minho un día simplemente dejase de contestar al móvil. Cuando él dormía allí, junto a Jisung, nunca llevaban los teléfonos a la habitación porque Minho decía que no quería ninguna interrupción. Y él estaba de acuerdo en fingir que el mundo no existía cuando estaban juntos. Pero cuando salía por la puerta del apartamento después de dejar un suave beso en sus labios y poner su mano en la espalda de Jisung, no podía parar de pensar que era una despedida. Cada puta vez se sentía como un adiós.
—Ah... Qué mierda —gimió Felix, palideciendo. La mano del rubio fue sobre el brazo que Changbin tenía alrededor de su cintura y se quedó allí.
Escucharon la puerta de la habitación abrirse y Minho apareció con un pantalón de deporte gris y una camiseta negr, su pelo estaba seco. Se quedó en medio de la estancia de pie, mirándolos a los tres. Jisung se sintió como una auténtica mierda cuando vio, otra vez, esa mirada de cachorro desvalido. Estiró la mano llamándolo y él se acercó para sentarse a su lado.
—Te dije que no volvieses a aparecer en mi puerta como un perro abandonado bajo la lluvia —bromeó, acariciándole el pelo para ver de cerca los golpes.
—Bueno... hoy no está lloviendo —contestó él y la risa estalló en la boca de Jisung. «Qué estúpido chico, ¿por qué me haces sentir estas estúpidas cosas?», pensó, viendo el golpe en el labio.
Changbin se levantó, bajando a Felix suavemente al sillón. El polluelo seguía con los ojos clavados en Minho como si fuese la primera vez que lo veía. Su cara pálida y su mueca triste le dieron un poco de pena a Jisung. Entendía que era difícil para él, Felix nunca había sido muy bueno tratando con el drama: él era el rey de la frivolidad y verse envuelto en esta mierda probablemente le estaba superando.
El más alto volvió y se sentó delante de ellos, en la mesa de café. Jisung, Felix y el propio Minho aguantaron la respiración mirando a Changbin con sorpresa. El hombre abrió el botiquín que había traído y diligentemente preparó lo necesario para curar las heridas. Jisung pensó que lo habían drogado y estaba en un viaje de ácido.
—¿Puedo, Minho hyung? —pidió permiso, con un algodón empapado en desinfectante señalando a la cara del aludido. El otro solo asintió.
Felix y Jisung asistieron a la escena más inesperada cuando Changbin curó suavemente los cortes en la cara de Minho. Después, untó algo de pomada antiinflamatoria y le dio al hombre un ibuprofeno y una botella de agua.
Terminó, cerró el botiquín y se levantó para llevárselo todo de nuevo a la cocina. Jisung sintió aquello como si su amigo le hubiese dicho que Lee Minho estaba invitado a su mesa por el resto de su vida.
—¿Qué coño acaba de pasar? —preguntó Minho, mirándolos.
—Eso mismo me pregunto yo —contestó Felix, con la mirada en la puerta de la cocina, donde su carcelero había desaparecido.
Changbin regresó. De nuevo, todo estaba extrañamente silencioso. Fue Minho el que se levantó y tiró de la mano de Jisung, llevándoselo a la habitación.
—Gracias, Changbin —dijo desde el pasillo en voz alta, antes de entrar en su dormitorio.
—De nada, hyung —respondió el chico.
Cuando Minho cerró la puerta tras él, se giró y frunció el ceño, porque no quería dejar pasar esa situación de mierda en la que había vuelto a meterle. Necesitaban hablar urgentemente. Necesitaba decirle que no estaba bien, que era una mierda que no pudiesen ser sinceros el uno con el otro. «Pero yo tampoco puedo ser sincero con él».
—¿Puedo besarte? —preguntó Minho, mirándolo fijamente. ¿Cómo iba a decir que no a esa cara? Joder, por supuesto que nunca podría decir que no.
Jisung acortó la distancia que les separaba y lo agarró, posando sus labios sobre aquellos en forma de corazón. Lo que empezó como un simple roce terminó con las bocas abiertas, devorándose, con la mano de Minho dentro de la camiseta de Jisung, incendiando la piel de su espalda.
Jisung le apartó suavemente, tomando aire y abriendo los ojos, tratando de centrar sus pensamientos que siempre acababan desbocándose cuando ese chico estaba en la habitación. Se tumbó en el centro de la cama, bajo el edredón azul cielo y Minho fue después. Apoyó la cabeza en el pecho de Jisung y él le rodeó con sus brazos. Le gustaba cuando estaba así, cuando Jisung sentía que también podría protegerlo, que no tendría que decir adiós cada vez que se besaban en la puerta de su casa.
—¿Me dirás que pasó esta vez? —preguntó enredando los dedos en el pelo mientras Minho restregaba su mejilla contra el pijama de Jisung.
—¿Puedes quitarte la camiseta?
—¿Me lo contarás si me quito la camiseta?
—Quiero sentir tu piel, me gusta cuando estamos desnudos.
—Pervertido —bromeó, con un golpecito en su hombro, aunque sabía que no estaba hablando de sexo y eso lo asustó un poco. Se quitó la camiseta, Minho hizo lo mismo con la suya sin que él se lo pidiera y volvieron a la misma posición.
Jisung podía sentir el aliento caliente del hombre sobre su pecho, su mejilla contra la piel, su pelo haciéndole cosquillas en el cuello y las clavículas. La mano de Minho subió y bajó perezosamente por sus costillas y su cintura, sin buscar nada más que el contacto.
—Así está mejor... Tu piel es tan jodidamente suave... No tienes ni una cicatriz.
—Tú, sin embargo, tienes muchas —Los dedos que paseaban por su torso se quedaron quietos—. Podrías contarme cómo te hiciste algunas... Por ejemplo, las de tu cara de hoy.
—Sinceramente... —Hizo una pausa restregando de nuevo su mejilla contra el pectoral de Jisung—. No tengo ni puta idea... Un tipo me agarró por la espalda y otro imbécil me golpeó en la cara. Me sacaron una foto y me tiraron al suelo. Cuando me levanté ya habían desaparecido.
—¿Así? ¿Sin más?
—Básicamente sí, así sin más... —Minho parecía avergonzado.
—¿No has pensado en ir a la policía?
—¿Para qué? ¿Para acusar a un par de imbéciles de haberme golpeado y huido?
—No sé qué tipo de vida llevas, pero en la mía no es normal recibir golpes al azar, Minho.
—Me molesta cuando dices eso... —se quejó—. Cuando dices eso de "no sé qué clase de vida llevas", lo haces a menudo. Y me molesta.
—Bien, lo siento, es simplemente la verdad. No sé en qué cosas andas metido —contestó.
—Ya, eso es lo que más me molesta —Minho suspiró y el aire rozó el pecho de Jisung enviando un escalofrío por todo su cuerpo—. Me gustaría decirte que soy contable, o que trabajo en una cafetería, pero no es así. Mi vida es complicada y tú me dijiste que no querías complicar la tuya —La mano sobre el costado se apretó en la cintura de Jisung—. Desearía haberte conocido en otras circunstancias.
—¿Antes de complicarte la vida?
—Sí... —susurró pensativo—. Hubiese estado bien conocerte antes de complicarme la vida... —Jisung no sabía de qué estaba hablando, pero la voz del hombre se sentía tan derrotada que le dio pena. No era cómodo sentir lástima por él.
—Mi vida también es complicada —confesó—. Otros me arrastraron, pero no cambia el resultado. No puedes dejar de ser quién eres. No puedes avergonzarte de tener la piel llena de cicatrices. Igual que yo no puedo huir de lo que me ha complicado la vida.
La cabeza de Minho se movió. Se miraron unos segundos antes de que el mayor se incorporase para volver a besarlo, esta vez lentamente, como si quisiera memorizar cada recoveco de la boca de Jisung.
Su corazón cabalgó en su pecho con la mano de Lee Minho agarrándole la cabeza para acercarlo más. Sentía el pecho magro del chico contra el suyo, el calor de su piel contra la suya. Se besaron por un rato, sus labios simplemente reconociéndose, solo acariciándose el uno al otro.
—Estás a tiempo de echarme de aquí. Todavía puedes tener una vida sin que yo la complique más —susurró Minho contra sus labios, y Jisung sabía que no hablaba de su dormitorio, ni siquiera de su casa.
—Ya es tarde para eso. Soy lo suficientemente estúpido como para intentar salvarte, Minho. —contestó Jisung, volviendo a besarle.
Changbin sintió la anticipación incómoda en su vientre cuando Jisung y Minho salieron de la estancia. Se levantó nervioso y caminó hasta la cocina. Encendió el calentador de agua y dispuso lo necesario para preparar una taza de té caliente.
—Gracias, Changbin hyung —La voz de Felix llegó desde su espalda, pero no se giró. Sentía sus extremidades temblorosas, la sola presencia del chico a su alrededor elevaba su temperatura corporal un par de grados.
Dios santo, ¿cómo era posible que estuviera vibrando con solo tenerle en la misma habitación a solas? Hacía unos minutos, cuando lo agarró por la cintura comprobó con cierto placer como era capaz de rodearlo con un solo brazo. Y después, cuando lo sentó en su regazo y él solo se acomodó, pensó que podría morir de felicidad sintiendo el peso del chico sobre él.
—¿Por qué me das las gracias?
—Por curar al chico —contestó y su voz sonaba más cerca, como si estuviera tras su espalda—. Y por aceptar que esté aquí. Es importante para Jisung. Creo que se está enamorando de él...
—Sí... Yo también lo creo —El calentador terminó y colocó el agua con delicadeza dentro de una tetera—. ¿Quieres un poco de té?
—No... —La espalda de Changbin se tensó cuando sintió las manos pequeñas por encima de la camiseta. El calor se filtró hasta su piel y deseó estar desnudo junto a él. Felix lo abrazó por detrás, apoyando su cabeza en su nuca con una respiración profunda—. ¿Puedo confesarte algo?
—S-sí... —tartamudeó, cerrando los ojos para tomar aire y aclarar su cabeza.
—He estado pensando en ti... —dijo bajito, tan bajito que casi no le oyó. El corazón de Changbin se saltó un latido, o quince. Aplastó las palmas contra la encimera y Felix acarició con sus dedos su vientre.
Miró esas pequeñas manos sobre su camiseta y deseó ver el contraste de su piel contra la propia. Quería esas manos recorriendo los nudos de sus músculos, las quería bajando, alrededor de su polla que empezaba a llenarse de sangre ahora mismo.
Changbin se giró dentro de los brazos de Felix y su diestra se acercó tímidamente, como esperando el rechazo, a un lado de la cara del chico. Se veía tan malditamente hosca comparada con el polluelo, cubriendo su mejilla delicada y llena de pecas...
Los ojos de Felix se cerraron y se apoyó contra el toque. Lo abrazó más fuerte, pegando sus caderas juntas, con las manos en la espalda de Changbin.
—Yo también he pensado en ti —confesó, antes de besarlo. No sabía lo necesitado que estaba hasta que sus labios tocaron los del chico.
Changbin no entendía muy bien cómo había estado viviendo toda su vida sin besar a nadie. Tampoco cómo había sobrevivido a dos años al lado de Felix sin comerle la boca como lo estaba haciendo ahora, con los labios abriéndose, las lenguas juntas, la saliva intercambiándose.
Felix gimió en su boca y Changbin apretó el agarre en su nuca, ahora mismo quería beberse cada sonido que saliera de su garganta. Ladearon las cabezas, acomodándose, abriendo más sus labios, explorando en la cavidad ajena, como si fuese la primera vez que se besaban. ¿Siempre sería así? ¿Siempre que besara a Felix sentiría que era la primera vez que lo besaba?
Una de las manos del pequeño subió por su pecho y se enganchó a su cuello, enredándose en su pelo. Los dedos masajearon el cuero cabelludo de Changbin y apretó a Felix contra él, moliendo su creciente bulto contra el del chico.
Con sus labios aún unidos giró, y levantó al más joven, sentándolo en la encimera, lejos del juego de té. Con una de sus manos empujó el culo del chico contra él de nuevo y el joven se separó de su boca soltando un jadeo.
Changbin miró los labios rojos y brillantes. Era la primera vez que veía a ese Felix, con la luz encendida de esa manera. Y, quería ver más cosas de él con total claridad.
Quería bajarle los pantalones ahora mismo y enterrarse en su cuerpo bajo el fluorescente de la cocina. Quería ver claramente qué cara ponía cuando llegaba al orgasmo, de qué color estaban sus mejillas cuando embestía contra su punto dulce y soltaba ese gemido que había acompañado a Changbin los últimos días.
Las manos menudas recorrieron su nuca y sus hombros mientras llevaba su boca al cuello del chico. Su piel se sentía cálida bajo sus labios y se atrevió a morder muy suavemente debajo de la oreja. El gemido de Felix sonaba tan cerca de su propio oído que sintió la presión de su erección, ahora completa, contra la ropa interior ceñida.
—Déjame bajar —jadeó el chico, empujándolo suavemente por los hombros. Se quedó quieto, con sus labios aún sobre el cuello del otro—. Relájate, no has hecho nada mal.
Seo Changbin no pretendía que el suspiro de alivio sonase tan alto, pero hizo reír a Felix mientras se apartaba de él. Se hizo un recordatorio mental a sí mismo: provocar las carcajadas del pecoso le daba una agradable sensación de felicidad que no quería dejar de sentir.
Felix bajó de un salto y empujó a Changbin contra la encimera frente a él. Tragó saliva cuando lo vio, tan sensualmente peligroso que podría volverlo loco. Las manos entraron por debajo de la camiseta que llevaba puesta y acarició suavemente su abdomen. Sus dedos rozaron apenas sus pezones y las caderas de Changbin se sacudieron involuntariamente.
La risa baja volvió a llenar el espacio en el que solo se escuchaban los jadeos ahogados del mayor. Quería quitarse la camiseta, quería quitársela a él, quería agarrarlo y sentirlo contra su piel de una maldita vez.
Insoportablemente despacio, las palmas de Felix bajaron por su pecho y acariciaron el borde de los jeans que llevaba puestos, yendo hasta sus muslos. Changbin no sabía qué hacer con sus manos, así que se agarró a la encimera como si fuese lo único que le sostendría si sus piernas fallaban.
Sintió el tirón del primer botón desabrochándose. Miró hacia su entrepierna, el chico maniobró el cierre y su índice jugueteó con la ropa interior. Changbin se mordió el labio conteniendo un sollozo de placer. Terminó con los botones y ahora los vaqueros colgaban flojos de sus caderas.
Felix se separó un poco y lo escaneó de los pies a la cabeza. Se ruborizó cuando el chico se humedeció la boca y acercó sus manos para abrir las solapas del pantalón. El más joven tragó audiblemente al mostrar el evidente resultado de las actividades anteriores bajo el calzoncillo azul de Changbin.
—Casi me olvido de lo grande que eres... —murmuró pasando sus manos por encima de la tela, apretando el tronco. Changbin solo pudo gemir y recostarse hacia atrás, afianzando las piernas mientras descansaba el culo en la encimera—. ¿Qué te parece si te la chupo?
Estaba tan en shock que solo fue capaz de abrir y cerrar la boca como un pez. Su cabeza estaba dando vueltas a miles de imágenes explícitas de lo que significaba la pregunta de Felix. ¿Tenía que contestar? Porque no creía que pudiera hablar ahora mismo.
El chico bajó su ropa interior y el pantalón solo lo suficiente para que su erección saltase libre. Changbin jadeó por aire, creía que se asfixiaría. Los dedos blancos se envolvieron alrededor de su asta y los movió de arriba abajo. Echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos.
Escuchó un ruido suave y lo siguiente que sintió casi le vuela la cabeza. La lengua húmeda del rubio lamió el glande haciendo círculos. La taquicardia le atacó tan fuerte que le temblaron las piernas.
—Abre los ojos, por favor —pidió, con su voz grave. Obedeció para encontrarse con la erótica imagen de Felix arrodillado frente a él, con sus manos en su polla y su lengua rozando la punta.
—Felix... —No pudo evitar gemir su nombre en voz alta.
La sonrisa traviesa fue un aviso al que Changbin debió prestar atención, pero no lo hizo, no podía concentrarse en nada más que en las manos sobre él. Hasta que Felix metió su longitud en su boca y su cabeza cortocircuitó.
La profundidad húmeda del chico le tragó más allá de lo que Seo Changbin creía que era posible. Sentía el calor alrededor de su miembro, la saliva mojándolo, la lengua golpeando contra la punta al sacarla...
Cuando la cabeza del chico empezó con un movimiento oscilante, una de las manos de Changbin se despegó involuntariamente de la encimera y se enredó en el pelo rubio tirando con un poco de fuerza. El gemido bajo retumbó en la garganta y sintió la vibración en su polla.
—¡Joder, Felix! —gruñó, apretando más la mano en el cabello. Él lo soltó por un momento, mirándolo desde su posición y Changbin tenía la imperiosa necesidad de fotografiar lo que esa cara estaba haciendo.
—Quítate la camiseta, no te pierdas esto —dijo, sonriendo otra vez como un pequeño íncubo.
Changbin soltó su pelo mientras el chico lo masturbaba. Se sacó la camiseta jadeando, tratando de pensar en cualquier otra cosa que no fuese la boca de Felix alrededor de su polla para aguantar, al menos, unos minutos más.
Pero, de nuevo, la suerte no estaba de parte de Changbin. Mucho menos cuando el movimiento de la cabeza se combinó con una de sus manos acariciando sus bolas, y la otra moviéndose en la extensión que no podía abarcar en su boca. Era demasiado, eran demasiados putos estímulos.
La lengua apretó contra la hendidura en su glande y ahogó un quejido bajo. Se mordió los propios labios, tratando de aguantar solo un poco más. El rubio metió la polla hasta su garganta; literalmente, sintió la presión alrededor de la punta y vio como prácticamente toda su longitud desaparecía entre los labios del chico.
Los dedos que estaban en su saco se movieron, ejerciendo presión en su perineo, tirando suavemente al mismo tiempo. Felix volvió a moverse a ese ritmo vertiginoso que le dejaba deshecho en gemidos. Sintió el orgasmo construirse en su bajo vientre, la corriente eléctrica recorriendo su columna vertebral.
—¡Felix! —gritó mientras se corría. Trató de apartarlo a tiempo, porque no podía pronunciar ni una sola maldita palabra coherente. Pero el semen cayó sobre la cara del chico y Changbin creyó que su orgasmo duraría para siempre cuando vio eso manchando las pecas de Felix.
Sus piernas eran de gelatina y temía que si se soltaba de la encimera de la cocina se caería al suelo como un muñeco de trapo.
—¡Mierda! —gruñó de pronto, sobresaltando al chico arrodillado—. Estamos en la cocina.
Felix se echó a reír de nuevo, con carcajadas sonoras y Changbin quería pedirle que se callase, que bajase la voz, que se levantase y corriesen juntos a la habitación. Quería huir de la escena del crimen cuanto antes, pero todavía no podía moverse. La bruma del orgasmo le entumeció el cuerpo y era incapaz de ponerse en marcha.
Por suerte para ambos, Felix seguía en sus cinco sentidos. Con diligencia, subió los pantalones y la ropa interior de Changbin, él solo pudo agradecerle con una sonrisa. Seguidamente se limpió con un par de servilletas la cara y lo agarró de la mano arrastrándolo hasta la habitación.
El cierre del seguro en la puerta sonó como el pistoletazo de salida de una carrera. Felix le soltó, dejándolo allí, mientras se quitaba el pijama y tiraba las piezas sin cuidado de camino al baño. Antes de entrar giró la cabeza y le dio un guiño coqueto antes de bajarse el bóxer y lanzárselo.
¿Debía ir con él? ¿Era esto una invitación? ¿Podría quedarse esos calzoncillos para él? ¿Qué mierdas estaba pensando? Changbin sacudió la cabeza sin moverse de donde estaba. Todavía no podía recuperarse de su primer sexo oral. Y lo había hecho en la cocina, una cocina que compartía con Jisung. «Oh, cielo santo», ¿cómo iba a desayunar cada mañana en esa cocina? ¿Cómo entrar y no acordarse de la visión de Felix arrodillado entre sus piernas con su polla enterrada hasta la campanilla?
—¡Hyung! ¿Vienes o no? —Escuchó la llamada desde el baño mientras se encendía el agua y se puso en marcha. Changbin no se había quitado unos vaqueros más rápido en su vida. Casi tropieza en el camino hasta la puerta del aseo, tratando de sacarse la ropa interior.
El vapor empezaba a levantarse alrededor mientras el chorro golpeaba la cabeza de Felix. El chico abrió la puerta y le tendió una mano que él aceptó entrando a la gran ducha. El agua caía desde el techo en un golpeteo suave que se sintió relajante contra su piel.
«La luz del baño también me gusta», decidió Changbin, admirando la espalda de Felix. El chico aclaraba el champú en su pelo con delicados movimientos, las gotas de agua recorrían su piel perfecta. Una burbuja de jabón se escapó de su nuca, captando la atención de Changbin, bajó por su espalda musculada hasta sus nalgas, desapareciendo bajo aquel perfecto culo que parecía un melocotón maduro.
Changbin cayó de rodillas antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Felix jadeó sorprendido cuando sintió las manos de Changbin agarrar sus nalgas y apretar. Tenía que dar un bocado, era cuestión de vida o muerte, si Seo Changbin no hundía sus dientes en esas nalgas perecería.
Raspó la carne suave y mojada, chupando con fuerza. Felix gimió y el sonido hizo un eco erótico en el baño que mandó la cordura de Changbin a tomar viento. Quería escuchar más de esos ruidos. Quería verle correrse bajo la luz, quería tener a Felix deshecho en sus brazos, bajo el agua de la ducha.
Abrió suavemente las nalgas y pasó su dedo pulgar por encima del orificio fruncido escuchando el jadeo necesitado. Felix apoyó sus manos en la pared y abrió las piernas. Joder, era como si se adelantase a todos sus deseos, como si supiera exactamente lo que le iba a pedir en cada momento.
Volvió a chupar en una de sus nalgas, absorbió aquella carne tan fuerte que pudo ver la marca que dejó. Movió los globos redondos en sus manos y se maravilló con el rebote. Volvió su atención a la entrada y la acarició con sus dedos suavemente. Quería volver a estar ahí, quería entrar en él.
Entre las piernas abiertas de Felix vio sus bolas y las acarició muy suavemente. Agarró su polla y movió la mano encima, familiarizándose con el tacto. El agua no ayudaba precisamente con la lubricación y le dio un poco de miedo hacerle daño.
—¿Tú quieres...? —preguntó, dando un beso en la cadera y girando al chico hacia él. El asta de Felix era más pequeña que la suya, pero le pareció tan apetitosa que en ese momento se la hubiese tragado.
—Si quiero ¿qué? —preguntó el chico, apartando el flequillo mojado de la frente de Changbin.
—Eh... eso... —Notó como el rubor le cubría las mejillas y deseó tener un diez por ciento de la seguridad en sí mismo que tenía el hombrecillo frente a él.
—¿Que me la chupes? —Changbin asintió hipnotizado, como si Felix fuera el flautista de Hamelin y sus palabras sucias fueran la maldita melodía que lo dominaba—. Estoy desesperado por meterla en tu boca, hyung, pero no lo haré si no te sientes cómodo.
Changbin estuvo a punto de desmayarse. Felix tenía ese poder sobre él, no había duda. Cada palabra vulgar enviaba imágenes gráficas a su cerebro que le ponían la piel de gallina.
—¿Quieres chupármela, Changbin hyung? —continuó con un susurro oscuro, su mano agarró la barbilla de Changbin y acarició sus labios antes de meter el pulgar dentro de su boca—. ¿Quieres que la polla de tu dongsaeng te folle la garganta? —Changbin gimió ante las palabras y chupó el dedo del chico—. Oh, joder, hazlo por favor, hyung, por favor, chúpamela.
Cumplió la petición del más joven sin rechistar porque, ¿qué más podría hacer? Lamió la punta, como lo había hecho él antes, haciendo círculos alrededor de la piel enrojecida. Con la lengua acarició el cúmulo de nervios bajo el glande y el otro reaccionó agarrando su cabeza.
Changbin sonrió, tanteó recogiendo la humedad del tronco, lamiendo desde la base hasta la punta y de vuelta. Felix apoyó la parte superior de la espalda contra la pared y sintió que el agua dejaba de caer.
—Métela en tu boca, despacio, solo hasta donde te sientas preparado.
Seo era vagamente consciente de que no podría evitar el reflejo nauseoso, no tenía experiencia. Sin embargo, sentía la extraña necesidad de permitirle que embistiese en su garganta y tragar todo lo que saliese de esa polla que ahora entraba en su boca lentamente.
Una parte insegura de sí mismo necesitaba sentir que Felix disfrutaba del sexo con él. Quería hacerlo temblar de la misma forma que él temblaba con solo sentirlo a su alrededor. Se movió sobre la polla, abriendo la boca, jugueteando con la lengua en la punta cuando se apartaba.
Con su mano derecha agarró una de las nalgas de Felix mientras que con el índice y el pulgar de su izquierda rodeó presionando en la base del miembro. El chico gimió y se agarró de su pelo con más fuerza. No tenía la práctica, no podía igualar su ritmo, pero quería con todas las células de su cuerpo que se corriese dentro de su boca.
—F-... —tartamudeó, tratando de luchar contra la vergüenza de lo que quería decir —. Felix...
—¿Estás bien? ¿Quieres parar? —Changbin sonrió ante su preocupación y negó con la cabeza, moviendo la mano de arriba abajo en el eje.
—Yo...
—Puedes decirme lo que sea —sonrió suavemente, acariciando la mejilla de Changbin.
—Fóllame la boca —soltó de pronto. Vio cómo las pupilas del chico se dilataban y el agarre que mantenía sobre su pelo se endurecía. La polla en su mano tembló.
—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —insistió. Asintió dando un lametón en la punta—. Oh, joder... Abre la boca —dijo con un quejido de placer.
Changbin hizo exactamente eso. Abrió los labios y colocó su mano como límite para las embestidas. La polla dura de Felix entró en su boca de nuevo, primero lentamente, tanteando hasta dónde podía llegar.
Para animarle a continuar, los dedos de la mano libre de Changbin le acariciaron el trasero. Empujándolo contra él. Y entonces algo pareció desatarse dentro de Felix, algo oscuro que lo dejó temblando de placer.
Las manos en su cabeza lo afianzaron mientras el chico empezó a mover sus caderas en ese ritmo animal que había usado para chupársela a él. La saliva de Changbin goteaba y manchaba la mano que utilizaba para controlar la profundidad. Sintió como rozaba su campanilla y respiró hondo por la nariz.
La cadencia se volvió salvaje cuando Changbin presionó un dedo entre las nalgas de Felix. La polla entraba y salía de su boca, golpeando su úvula de vez en cuando, haciéndolo gemir, mientras su propia erección recuperaba el vigor. Quería tocarse a sí mismo, pero tenía las manos demasiado ocupadas sobre la piel del rubio.
Changbin utilizó su saliva que chorreaba de su boca mientras Lee Felix la follaba para mojar los dedos de su mano.
—¡Mierda, hyung! ¡Así! —gritó el chico cuando metió su dedo índice en su orificio hasta el primer nudillo. Felix abrió más las piernas, sin dejar de moverse contra su boca, con los gemidos creando una sinfonía vulgar al rebotar contra los azulejos del baño.
Metió el dedo más profundamente y utilizó el propio vaivén de las caderas de Felix para moverlo dentro de él. Le agarró ambos lados de la cabeza con un gemido gutural y Changbin creyó que se correría. Pero solo aumentó la velocidad a la que entraba y salía de su boca, golpeando su lengua, estirando sus labios con el grosor.
Estaba muriéndose, su propia polla palpitaba entre sus piernas, arrodillado en la ducha. Ni siquiera sentía frío porque su cuerpo estaba ardiendo. Movió el dedo dentro del canal estrecho de Felix antes de empujar el segundo.
—¡Sí, sí, sí! ¡Sigue haciendo eso! ¡Dios, sí! —jadeó Felix, perdiendo un poco el ritmo—. Mierda santa, Changbin hyung, tu boca... ¡Aaargh! —El mayor movió sus dedos dentro y succionó el glande haciendo un chasquido obsceno. No pudo evitar sonreír cuando el joven no pudo terminar la frase—. Voy a correrme, estoy cerca... tan jodidamente cerca —gimió, renovando los empujes mientras él movía sus dedos más rápido en su orificio.
Sintió como las piernas temblaron ligeramente y su canal se apretó de repente. La polla en su boca palpitó, antes de que Felix se tensase tratando de apartarse para correrse fuera. Changbin no lo dejó, con la mano que mantenía en la base de aquel trozo de carne agarró la cadera del chico fijándolo en su lugar y movió la cabeza tratando de igualar el ritmo que había llevado él.
—¡Me corro! ¡Me corro! ¡Apártate! —rogó entre gemidos lastimeros el chico. Pero no lo hizo.
El semen caliente y salado se estrelló contra el final de su cavidad y movió la garganta para no atragantarse. Felix se apartó de él con un tirón y terminó de correrse fuera, con las gotas cayendo sobre las rodillas y el pecho de Changbin. Respiraba tan pesadamente, que pensó que se iba a morir allí.
—¡Hyung! —se quejó de pronto—. Te avisé de que iba a correrme...
—Yo... quería... —Changbin enrojeció y se levantó del suelo, conectando el agua de nuevo.
Felix se quedó callado, mientras él trataba de ducharse de forma rápida, para salir de aquel cubículo acristalado que de pronto le parecía claustrofóbico.
No pensó en que tal vez el polluelo no quería que hiciese eso. Tal vez no quería que se tragase eso. Pero Changbin había querido probarlo, y, cielos, no se arrepentía de nada.
Abrió la puerta de la ducha y se envolvió en el albornoz azul colgado tras la puerta apresuradamente. Cogió una toalla pequeña y secó su cabello, de espaldas al muchacho. Lo oyó salir de la ducha y le alcanzó el albornoz blanco que estaba doblado en el armario y otra toalla.
—¿A dónde vas con tanta prisa? —preguntó, agarrándole la mano antes de que saliera del baño. Lo miró a los ojos y volvió a ver la chispa lujuriosa en esos orbes que parecían tan falsamente inocentes—. No hemos terminado —«No, esa sonrisa otra vez no». Era la sonrisa de los problemas.
El chico dejó sobre el lavabo la toalla y el albornoz y le miró completamente desnudo, apoyando la cadera en la superficie. Su entrepierna empezaba a cobrar vida de nuevo y la de Changbin estaba como una maldita roca desde hacía unos veinte minutos.
—En mi bolso hay condones y lubricantes... —empezó a decir.
—No es necesario —interrumpió Changbin saliendo de la habitación. Corrió a su mesilla de noche y volvió igual de rápido al baño, poniendo junto al lavamanos las dos cosas con una sonrisa tímida—. Estoy surtido ahora.
—Insisto, cada vez que me quedo contigo a solas me sorprendes más. —El chico se colgó de su cuello para atacar sus labios de nuevo.
Changbin agarró los muslos y lo sentó sobre el lavabo. Felix le devoraba la boca, lamiendo, chupando, mordiendo. Los jadeos retumbaban mezclándose con el chasquear de la saliva. El chico desabrochó la bata de Changbin y tiró de ella para quitársela de los hombros. Él la dejó caer en un atillo a sus pies.
Los labios demandantes de Felix bajaron por el cuello de Changbin y se le cortó la respiración cuando vio la imagen en el espejo. La espalda tallada por los músculos de Felix estaba allí, reflejada en el cristal, mientras su cuerpo lo acunaba entre sus piernas. Distinguió el chupetón en la nalga y su polla dio un tirón de placer.
Felix giró la cabeza con curiosidad y sonrió al reflejo en el espejo, guiñando. Joder, no debería ser legal que un chico fuese así de sexy. No era justo, le tenía temblando con un puto guiño.
Lo empujó un poco hacia atrás y se bajó de la superficie para darse la vuelta. Aquella imagen era aún mejor e hizo gemir en voz alta a Changbin. El chico bombeó un par de veces su polla semidura mientras restregaba sus nalgas contra él.
—Fóllame —rogó mordiéndose el labio, apoyando los codos en el lavabo mientras elevaba el culo para rozar la erección de Changbin.
Felix abrió la botella con un clic. Dejó caer sobre su propia raja el lubricante y Changbin admiró como aquella sustancia espesa cubría el espacio. Con los dedos, la extendió y aventuró su índice de nuevo dentro del chico, ganándose un jadeo.
—Por favor, ya, fóllame ya —rogó, meneando las nalgas contra su mano.
—Todavía no —contestó Changbin, con una determinación que no sabía de dónde había sacado.
Una parte de él quería enterrarse en aquel canal estrecho, pero necesitaba ver la cara de placer de Felix en el espejo. Necesitaba poder estar lo suficientemente centrado como para memorizar todas las expresiones y sabía que, si empalaba su polla en aquel lugar, cualquier atisbo de pensamiento racional se iría al carajo.
Metió un segundo dedo, moviéndose dentro muy despacio, torturándolo. Felix jadeaba buscando más, más contacto, más velocidad, pero quería verlo. Sus falanges se movieron en tijeras dentro del chico mientras observaba detenidamente cómo cerraba los ojos cuando entraba y expulsaba el aire bruscamente cuando salía de él. Se puso el condón con la otra mano, solo para estar preparado.
Aumentó la velocidad y vio cómo fruncía el ceño, mordiéndose el labio inferior; sus mejillas pecosas estaban de color rosa y el pelo mojado goteaba por su cara y su espalda. Cuando estuvo satisfecho de todas las caras de Felix que estaba descubriendo, curvó los dedos dentro, buscando el lugar que había evitado.
Lo encontró rápido, y vio como el rubio abría los ojos enormes y contenía la respiración. Acarició muy superficialmente, lo suficiente para que el otro fuese consciente de lo que estaba haciendo. Cuando el aliento de Felix se aceleró, Changbin movió sus dedos más fuerte, más rápido, con golpes más certeros sobre su próstata.
Y encontró justo lo que buscaba: el chico echó la cabeza hacia atrás, con los ojos en blanco y aquel gemido quejumbroso resonando. Seo no podía esperar más.
Sacó los dedos y chorreó más lubricante sobre su erección enfundada en el condón. Empujó contra el pequeño orificio sintiendo como las paredes cálidas lo apretaban como una prensa de fuego. Se enterró dentro de él hasta la base y ambos gimieron ruidosamente.
Changbin bajó sobre la espalda del chico y dejó un beso con los labios abiertos sobre su hombro. Felix tenía una sonrisa a través del espejo. Se movió hacia atrás saliendo casi completamente antes de volver a entrar.
—Por favor, deja de torturarme y dame duro, sé que puedes hacerlo... Joder, sé que puedes romperme —rogó el chico, mirándolo en el reflejo.
Puso una mano en el hombro y la otra en la cadera y respiró hondo antes de dar la primera estocada. Se clavó hasta el fondo de un golpe. Y entonces empezó el verdadero espectáculo. Entraron en una dinámica explosiva en la que Changbin empotraba con fuerza a Felix contra el lavabo, con los gemidos resonando por todas partes.
Sentía sus músculos tirantes, vibrando y tensándose, mientras cavaba en aquel culo del que no quería salir nunca. Quería verle así cada día del resto de su vida, quería esa expresión que tenía ahora mismo. El calor alrededor de su polla enviaba descargas eléctricas por todo su cuerpo.
Felix se enderezó, pegando su espalda al pecho de Changbin. Él lo agarró por el vientre, estirando la palma contra sus abdominales marcados, disfrutando del reflejo que le devolvía el espejo. Golpeó más lento, pero más fuerte y profundo, con embestidas más certeras, hasta que encontró el punto.
La mano derecha de Felix se envolvió sobre su propio miembro que aún no estaba duro y se masturbó ante los ojos voraces de Changbin, que no podían apartarse de aquel cuerpo gloriosamente desnudo, abandonado al placer entre sus brazos.
Mordió la nuca suavemente, esa sensación primitiva volvió a dominarlo. Se movía tan brutalmente dentro de él que el más joven solo podía jadear. Las puntas de los pies del chico apenas tocaban el suelo mientras lo mantenía suspendido sobre su polla dura como un mástil.
—¡Oh, Dios mío! —gimió Felix, tirando la cabeza contra el hombro de Seo con los ojos cerrados. Ese ímpetu extraño que había poseído al más alto le hizo agarrar uno de sus pezones y tirar de él, rodándolo entre sus dedos—. ¡Argh! —gritó cuando le mordió el lóbulo y renovó las embestidas.
—Córrete, Felix, estoy cerca y tengo que ver cómo te corres antes de hacerlo yo —jadeó en su oreja, toda la vergüenza desaparecida. Apretó más un pezón y lamió su cuello.
Vio en el espejo como la mano del chico sobre su polla se movía más rápido y cómo sus piernas temblaban ligeramente. Lo folló con más brío, con su mano apretada contra su cuerpo mientras la otra torturaba su pezón.
—¡Córrete para mí! —ordenó en su oído. Y, para sorpresa de ambos, Felix se corrió salpicando el lavabo, temblando en los brazos de Changbin.
—¡Hyuuung! —gimió.
Los músculos se ciñeron alrededor de su polla y él apretó los dientes, atravesado por la imagen sensual de un Felix completamente devastado por el placer. No pudo continuar mucho más, se corrió en el condón enterrando la cabeza en el hueco del cuello del chico.
Ambos colapsaron sobre el lavabo con la respiración pesada. Changbin todavía sostenía del vientre a Felix porque temía que el chico se cayese al suelo si le soltaba.
—Tengo que volver a la ducha —gimió el más joven, aún con su miembro enterrado profundamente dentro de él. Changbin salió despacio, aunque escuchó el gemido de dolor.
—Vamos a por otra ducha —susurró Changbin, enderezándolos a los dos.
Se quitó el preservativo y lo tiró en la papelera sin soltar al chico. Changbin lavó suavemente el cuerpo de Felix. Sentía que si lo dejaba solo, caería al suelo. Las manos más pequeñas le acariciaron los brazos y sonrió tiernamente.
Salieron de la ducha y lo secó con toques suaves antes de ponerle el albornoz blanco. De nuevo, quería ver a Felix así cada día, cada noche, cada mañana, cada puto segundo. Se acercó a la cómoda para buscar un pijama, pero él lo interrumpió: —Vas a dormir desnudo, Changbin hyung.
Se tumbaron bajo las colchas sin ropa, con el pelo aún algo húmedo. Y Changbin reptó hasta abrazar a Felix. La espalda del chico estaba contra su pecho, y sus nalgas de melocotón descansaban contra su regazo.
—No creas que no he visto lo que has hecho en mi culo —comentó, acariciando el brazo que Changbin tenía sobre sus abdominales.
—Ehm... Lo siento...
—Deja de pedir perdón por todo. No le debes nada a nadie, ni siquiera a mí. —Su voz tenía un ligero tono molesto que preocupó al mayor.
—No te enfades, pollito —susurró acariciando con su nariz detrás de su oreja—, te debo muchas cosas.
—No... —suspiró y echó el cuello a un lado para darle más acceso—. Lo que hago, esto que estamos haciendo, no es un favor. No tiene que devolverse, no es una deuda —Changbin se quedó callado, apretando el cuerpo más delgado. Odiaba este tipo de conversaciones y tenía la impresión de que Felix no volvería nunca a estar en esta cama con él si cometía algún error—. Estar contigo no es un favor. Estar contigo es un privilegio. Para cualquier persona.
El corazón de Changbin dejó de latir y pensó que sería definitivo. Que iba a morir allí. No sabía qué decir, nunca había sabido reaccionar a los cumplidos. Ese chico que se acurrucaba en sus brazos le había hecho correrse con tanta intensidad que todavía le temblaban las piernas y ahora afirmaba que estar con Changbin era un privilegio.
—No tienes que decir esas cosas, Felix...
—No. Sí tengo que decirlas. Eres importante, hyung, eres importante y estar contigo es un privilegio. Da igual si soy yo o cualquier otro. No antepongas a nadie. Tú tienes que ser lo más importante para ti... —La voz era baja y sonaba tan triste que Changbin se preocupó.
—¿Pasa algo que yo no sepa?
—No... no pasa nada... Solo... Gracias.
—¿Por qué esta vez?
—Por cuidar siempre de todo el mundo, hyung...
—De nada, Felix. Gracias a ti también.
—¿Por qué?
—Por recoger mis pedazos y recomponerlos.
El chico se giró en sus brazos y lo besó. Enterró la cara bajo su barbilla y Changbin le escuchó sollozar ligeramente hasta que se quedó dormido. Solo entonces cerró los ojos.
***
3/3
Aquí está el monstruo de 7600 palabras, como siempre, el sabroseo es más largo que cualquier otro capítulo
Nos vemos en el infierno, navegantes!
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