2. Planta 29

🎶Banda sonora: Iron - Woodkid 🎶

Se ajustó la corbata y abrió la puerta entrando al edificio. Recibió una inclinación de los presentes y él saludó igual. Aunque fuese el joven maestro, Han Jisung no dejaría de tener buenos modales.

Una mujer bonita, en sus treinta, se acercó a él con una sonrisa y tras saludarle lo acompañó a la sala donde se reunían el resto de los corderos que entraban al matadero que era el mundo laboral. La emoción de los chicos estaba completamente injustificada, según Jisung. Él no quería ocuparse de la empresa de su padre, no quería formar parte de aquel juego de poder al que jugaba Han Jihyeon, pero ahí estaba, rodeado por una decena de estudiantes de último año que empezarían su pasantía ese mismo día.

Felix le sonrió desde el otro lado de la mesa y Jisung correspondió. Eso era lo mejor que tenía este periodo: poder compartirlo con el tarado de su amigo. A pesar de su frivolidad y lo despreocupados que parecían, Felix y él habían trabajado para tener buenas calificaciones, estaban entre los diez mejores de su promoción, aunque el pequeño era mucho más brillante que él. Su padre estaba orgulloso de eso y de ahí venía su permisividad alrededor de Felix.

El conglomerado de empresas que dirigía su padre era bastante extenso, pero su principal orgullo era el Han Bank. Las oficinas centrales del banco estaban en el distrito financiero de Seúl y formaba parte de la lista de las empresas más ricas del país. Y aquí estaban Jisung, Felix y otros ocho niños disfrazados de adulto, con sus trajes grises y negros, el pelo encerado y maletines vacíos en las manos.

—Ahora que estamos todos, empecemos con la formación —afirmó un señor de unos 45 años frente a ellos, presentándose como el director de Recursos Humanos.

Jisung contuvo varias veces los bostezos. Lo único en lo que podía pensar era en que llegase la hora de la comida y preguntarle a Felix qué había pasado el sábado después de que él hubiese tenido que marcharse con Changbin en el coche.

—Bien, en las carpetas está toda la información necesaria para la formación. Cada uno tiene asignado un puesto y también una persona que cuidará de ustedes. Espero que disfruten y aprendan todo lo necesario de esta empresa que es como una gran familia —concluyó el de recursos humanos.

Estuvo a punto de echarse a reír. Qué ironía que este hombre estuviese diciendo que el banco era como una gran familia cuando ni siquiera lo eran él y sus padres.

—Han-ssi —Escuchó su nombre y levantó la cabeza—, Seo Changbin-ssi será quién cuidará de usted.

Oh, sí, muy propio de su padre ponerle al cuidado de Changbin. Desde que eran pequeños el tipo parecía su guardaespaldas y ahora también sería su superior en la empresa. Miró al hombre moreno con una sombra de disgusto en el rostro y asintió hacia el director de recursos humanos.

Se preguntó cuál sería su departamento, no sabía si había sido comunicado en voz alta porque había perdido el hilo de la charla casi desde el principio. Cuando todos salieron de la sala, Felix caminó hasta su lado y sonrió: —¿Nos vemos a la hora de la comida?

—¿En qué departamento estás? —preguntó aún confundido.

—Estoy en Inversiones, es lo que quería —respondió, con los ojos brillando.

—Genial, polluelo, yo me iré a donde sea que mi padre haya querido meterme. —Jisung de verdad estaba aburrido y quería marcharse.

Se separaron en los ascensores, donde el pequeño siguió a una chica joven y sonriente que no paraba de hacerle preguntas. Sintió la presencia de Changbin a su espalda, cerca. Pulsó el botón para llamar a los ascensores y se subieron juntos a uno sin mediar palabra. En el piso 30 salieron a una gran sala de espera con algunos sillones y dos personas en un escritorio custodiando el pasillo forrado de madera que iba hasta el final de la planta.

Sabía dónde estaba, había estado allí un millón de veces. La planta 30 era la planta de dirección, donde su padre tenía el despacho. Así que dedujo que su padre le quería cerca, no tonteando en algún otro departamento en el que, Dios no lo quiera, pudiese aprender algo que de verdad le gustase.

—Han Jisung, es un placer volver a verle —Las dos personas tras el mostrador saludaron con una venia que él imitó.

—Igualmente —contestó, quedo.

—¿Han Jihyeon-nim está disponible? —la voz de Changbin sonó tras él y vio como la chica del mostrador asentía y dirigía con la mano a ambos hacia el pasillo, como dándoles permiso.

Caminó hacia la última puerta del pasillo sin esperar a Seo Changbingbin. Dio dos toques suaves y la voz de su padre les invitó a pasar. Entraron juntos y Jisung miró fijamente la sonrisa que le daba. Han Jihyeon era un hombre de 57 años que se mantenía en la mejor forma que podía. Era alto y su piel seguía siendo clara y con pocas arrugas. Unas gafas pequeñas se apoyaban en su nariz para leer y la sonrisa, aunque sincera, siempre parecía fuera de lugar en su cara severa.

—Por fin estás aquí, hijo. Siéntate, hablemos de tus deberes para los próximos meses. —El hombre tendió la mano señalando una de las sillas delante del gran escritorio de roble.

El despacho estaba pasado de moda, forrado de madera oscura, masculino y sobrio, pero el gran ventanal a la derecha hablaba de modernidad, con una vista de los edificios del distrito financiero y, en la distancia, de la ciudad.

—Cuéntame, padre, cómo voy a aprender los entresijos del banco sin pasar por los puestos más bajos.

—¿Acaso quieres servir en la cafetería?

—¿Acaso vas a convertirme en director el primer día de mi pasantía?

—Jisung, cálmate —interrumpió Changbin, sentándose en el sillón junto a la puerta.

Él solo le miró con desprecio y volvió la vista a su padre, esperando una explicación.

—Estarás en el departamento de dirección, pero solo como asistente. Completarás tus prácticas igual que todos los demás, pero en la planta 29 —explicó calmado su padre recostándose en la silla—. Tendrás que cumplir tus funciones y tus horarios, tendrás los mismos deberes y derechos que el resto de tus compañeros y no habrá ningún trato preferencial. Seo Changbin será tu guía y también cuidará de ti.

Jisung bufó negando con la cabeza.

—Qué inesperado giro de los acontecimientos —ironizó.

—Abajo tienes una carpeta con tus deberes y tus responsabilidades. Puedes irte ahora. —El tono no admitía réplica, así que se levantó y se marchó.

La sombra de Changbin lo persiguió el resto de la mañana. No le preguntó absolutamente nada, pero el hombre estaba todo el tiempo a su alrededor. Jisung leyó algunos documentos que necesitaba entender, pero aún tardaría en ser realmente funcional en el trabajo. Cuando la hora del almuerzo llegó, se levantó de la silla, se puso la chaqueta del traje y bajó sin esperar a Seo. Rezó porque no se le pasara por la cabeza seguirle. Ahora mismo podría golpearlo si se le ocurría dirigirle la palabra.

Felix lo esperaba en la entrada de la cafetería con una sonrisa emocionada. Admiraba muchísimo eso de él. A pesar de ser una perra salvaje de la peor calaña, el chico de verdad amaba lo que estaba haciendo y era profesional como el que más. Además, estaba seguro de que sería un gran activo para el banco. Si de verdad dependiera de Jisung, ya estaría contratado.

—¿Cómo ha ido tu mañana, pollito? —preguntó cuando se sentaron en una mesa después de recoger su comida.

—Muy bien, realmente genial... ¿Dónde está el gorila? —Miró alrededor esperando encontrar a Changbin de camino a la mesa.

—No lo llames así. No vendrá, o eso espero

—¿Qué coño ha pasado para que no esté sobre ti como un guardaespaldas? —cuestionó el chico mirándolo confundido.

—Estoy harto de su mierda así que la barrí fuera.

—Vaya, esto sí que es una sorpresa, no pensé que fuera para tanto. —El pequeño removía los fideos con los palillos sin mirarlo.

—No te sientas mal, Felix, he tenido suficiente de la locura sobreprotectora. Le dije que si volvía a seguirme le pondría una orden de alejamiento.

Su amigo inhaló sorprendido y se llevó la mano al pecho con los ojos muy abiertos: —¿Qué dices?

—Lo que oyes. El sábado me jodió el polvo de mi vida y es probable que no vuelva a ver a ese caliente hijo de puta con el que bailé jamás. No sé ni su nombre ni como contactar con él, no sé nada.

—Bueno... —Felix sonrió con picardía mirándole—. Pero él sabe algo sobre ti...

—Oh, mierda, ¿lo hiciste? —preguntó dejando los cubiertos sobre la mesa.

—Por supuesto que lo hice, bitch. ¿Cómo te atreves a dudar de mí? Le di tu ID de Kakao antes de irme con un alemán al que conocí en la fiesta. Deberías probar a los alemanes, Jisung, los occidentales son completamente OTRO nivel de locura.

Felix siguió hablando sobre su conquista, pero él solo sonrió y rezó para que el chico le escribiese. Aunque, pensándolo bien, si Jisung estuviese en su pellejo no lo haría. El numerito que había montado "el gorila" había sido totalmente de novio celoso, él no se metería en medio de algo así, aunque le asegurase que solo eran amigos.

—¿Me estás escuchando? —La mano de su amigo ondeó frente a su cara y Jisung lo miró.

—La verdad es que no, estaba pensando...

—Pensando en el tipo de las afueras, seguramente —le interrumpió con una sonrisa—. No pasa nada, solo estaba tratando de restregarte por la cara que uno de mis compañeros de la oficina es totalmente tu tipo. Tú, sin embargo, estarás todo el día con el gorila carcelero.

—No lo llames así, Felix —reprendió, levantándose de la mesa—. Me voy, seguramente no te veré después, mañana comemos juntos, ¿vale?

—Claro que sí, Jisung.

Jisung subió a su planta y volvió al escritorio que le habían asignado. Su carcelero parecía haberse esfumado.

El hombre mayor se recostó en la gran silla de cuero y él hizo lo mismo en el sofá a la derecha de la habitación. Cogió los papeles que tenía delante, sobre la mesita de café y los releyó.

—Es muchísimo dinero, Keunabeoji-nim*.

*N/A: Keunabeoji ( 큰아버지)es tío en coreano. El "nim" es una partícula de respeto que se usa con jefes y superiores. Changbin le llama algo así como "señor tío"

—Lo sé. Y no, no hay ningún error, sé lo que estás pensado —contestó el hombre quitándose las pequeñas gafas de la punta de la nariz y dejándolas sobre el escritorio.

—¿Qué va a hacer?

—Lo que he venido haciendo hasta ahora, complacer a mis clientes sin poner pegas —Jihyeon suspiró pesadamente—. Por lo menos es lo que creerán.

—¿Qué pasará si se dan cuenta? Empiezan a cercarle, Keunabeoji-nim, usted es consciente de las amenazas veladas. Tengo miedo de que algo pueda pasarle.

Ambos se quedaron en silencio, con sus cerebros corriendo a toda velocidad, buscando soluciones que no existían. Trató de encontrar alguna alternativa. Esa cantidad de dinero levantaría sospechas, por muy bien establecido que estuviera el sistema.

—¿Por qué mi hijo no te dirige la palabra? —preguntó el hombre de repente.

—Está enfadado, pero se le pasará.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Fuimos a las afueras el sábado y estuvo a punto de cometer una de sus locuras. Solo le frené antes de que hubiese pasado a mayores. Y me amenazó con ponerme una orden de alejamiento.

La risa resonó en el despacho sobresaltando a Seo Changbin. Levantó la cabeza para mirar como el padre de Jisung se agarraba el estómago y se carcajeaba.

—Mi hijo puede llegar a ser una auténtica molestia, pero hay que reconocer que es valiente.

—Sí, eso es cierto... —No pudo evitar la sonrisa de medio lado al pensar en el chico.

Jisung nunca le había temido. Así como Seo Changbin era completamente consciente de su apariencia, el chico más delgado y débil siempre había tenido la fuerza necesaria para enfrentarlo cuando algo no le gustaba. Sabía que llegaría un día en el que el chico se opusiera a su sobreprotección, solamente no creyó que lo hiciera tan pronto.

Recordó que cuando lo conoció se quedó absolutamente impresionado con lo delicado y pequeño que parecía Han Jisung. Por semanas, tuvo miedo de jugar con él.

Tampoco ayudaba escuchar a los adultos hablar del chico: "El joven maestro no puede salir, podría enfermarse"; "El joven maestro no debe ensuciarse"; "El joven maestro no debe comer eso". A un Seo Changbingbin de ocho años, el joven maestro Jisung le parecía una obra de arte que no se podía tocar. Como uno de esos jarrones que decoraban la casa de Keunabeoji-nim Jihyeon y que su padre se aseguró de prohibirle tocar bajo pena capital.

Con el tiempo, Changbin había descubierto que, en realidad, el joven maestro Jisung era un niño travieso al que le gustaba jugar en el barro, columpiarse en el parque y comer las peores cosas que encontraba. El joven maestro Jisung se había convertido en donsaeng Jisung, gradualmente en Jisung y había terminado siendo Quokka siempre que estaban solos.

Igualmente, él había sido Changbin hyung hasta que dejó de usarlo y él no se lo recriminó. Ahora se sentía extraño utilizar ese tipo de títulos honoríficos entre ellos. Igual de extraño que se sentía que el chico llevase ignorándolo tres días. Y sabía que iba para largo, Jisung era testarudo como una mula.

Se frotó los ojos con fuerza y cogió por decimoctava vez los papeles para tratar de entender qué pretendía hacer el señor Han con todos esos movimientos extraños.

Keunabeoji-nim, siento insistir, pero esto es demasiado peligroso. ¿Por qué no habla con su contacto? Dígale lo que está pasando, dígale que no puede seguir desviando el dinero.

—No, Changbin, no voy a hacerlo. Voy a seguir con el plan.

—Está poniéndose en peligro.

—Eso no me preocupa. Solo necesito que controles a mi hijo, que no se salga ni un centímetro de la línea. Eso es lo único en lo que debes pensar. Ahora vete, es tarde y el edificio debería estar vacío.

—Por supuesto, Keunabeoji-nim —Se levantó e hizo una reverencia antes de marcharse.

Salió de la oficina mordiéndose la lengua. Quería insultarlo, gritarle en su cara, decirle que dejase de atosigar a su hijo hasta la saciedad. Que dejase de obligarlo a hacerlo. Odiaba ser el maldito brazo ejecutor de todo lo que su padre quería de Jisung. La mayoría del tiempo se sentía realmente como un carcelero.

Era incómodo comportarse así con alguien a quien quería de verdad. Jisung era, al fin y al cabo, una de las pocas personas en el mundo que realmente le importaban. Y también lo más cercano a una familia que tenía desde que había muerto su padre algunos años atrás.

El ascensor paró en la planta 20 y Changbin apretó con fuerza la mandíbula. Hoy, definitivamente, no es mi día de suerte. El chico de cabello rubio levantó una ceja con desprecio y entró colocándose delante de él, dándole la espalda.

—Parece que el prisionero se ha liberado y ha dejado al gorila desempleado —murmuró.

—Buenas tardes, Felix —contestó cortante—, espero que el día no haya sido demasiado duro.

—Oh, no lo ha sido. Disfruto mucho de mi trabajo. Pero agradezco la preocupación, le hablaré bien de ti a Jisung, Changbin hyung. —El chico giró la cabeza y sonrió inocentemente.

Seo Changbingbin estuvo a punto de partirle la cara. Apretó los puños conteniéndose al ver ese brillo travieso en los ojos de Felix. El bienestar de ese ridículo chico no era su asunto. Ni siquiera le caía bien. Lo toleraba porque a Jisung le gustaba pasar tiempo con él.

Por eso aprendió a convivir con ese ser que tenía la boca demasiado grande y los pantalones demasiado sueltos para mantenerlos sujetos a su cintura. No recordaba la cantidad de veces que había tenido que salvarle de acosadores o abusadores. Tampoco la cantidad de veces que le había dicho que sería la última vez.

El ascensor paró en la recepción del edificio y el chico salió dejándole allí. Changbin continuó en el cubículo hasta el aparcamiento subterráneo preguntándose en qué momento haría algo con sus pensamientos inadecuados sobre ellos.

Sacudió su cabeza y olvidó esa pequeña debilidad. Ahora mismo, lo único que debía procesar era la manera de volver junto a su Quokka cuanto antes. Así se lo había ordenado Keunabeoji-nim y así debía hacerse.

—Necesito un poco de tiempo, no puedo joder estos movimientos de la manera en que quieres que se haga

—Han Jihyeon, con todos mis respetos, no puedo dejar que haga lo que su cliente quiere. Las cosas se han complicado, están moviéndose. Sabe que no puedo darle más información, solo aténgase a las órdenes que se le han dado.

—Esto es una sentencia de muerte si se enteran —gimió en voz baja Jihyeon.

—No se enterarán si hace bien su trabajo, ¿verdad? —contestó el tipo al otro lado de la línea telefónica—. Tengo que colgar. Volveré a contactar con usted pronto.

Jihyeon escuchó el pitido repetitivo que anunciaba que su llamada había terminado. Dejó el teléfono en el doble fondo del cajón de su escritorio y lo cerró con llave. Esta situación empezaba a superarlo.

El poderoso Han Jihyeon estaba absolutamente aterrorizado ahora mismo. Y estaba tan metido en el barro que ya no podía salir.

***

¿Cómo lo ven, navegantes?

Estos capítulos pueden resultar confusos, pero tienen muuuuuucho sentido para conocer a los personajes. 

La portada y los separadores son de mi hermana DaraSwan que, por cierto, también escribe estupendamente.

¡Nos vemos en el infierno!

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