17. Los destinos 🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

🎶Banda sonora: Hello stranger - Kai🎶(Kai hizo la banda sonora de todos los sabroseos)

Jisung llamó al ascensor. Changbin y su padre pasaban al menos quince minutos hablando en privado cada tarde, pero se estaba alargando.

Miró su móvil con una sonrisa. Minho había pasado a ser parte de su vida de una manera tan cómoda que a veces le asustaba. Se mandaban mensajes durante el día, a veces fotos de su almuerzo, de un café o de una galleta. En ocasiones, solo era Minho diciendo que le echaba de menos y poniéndole esa sonrisa boba en la cara, como ahora mismo cuando se había excusado por no poder cenar con él, hoy tenía trabajo.

Esa era otra cosa que había cambiado en la vida de Jisung. Ahora dormía acompañado al menos tres noches a la semana y despertaba temprano para ir a trabajar enredado en las extremidades desnudas de aquel hombre.

Changbin también lo había aceptado, estaba extrañamente cómodo a pesar del odio inicial. Jisung suponía que se trataba más de Changbin estando en sintonía consigo mismo que del propio Minho. Sin embargo, no podía decir lo mismo de Felix. El chico cada vez aparecía menos en su casa y solo compartía con él la hora del almuerzo. Felix no pasaba la noche con él ni siquiera cuando Minho no estaba. Cada vez que preguntaba, su amigo decía que tenía planes, pero la mayoría de las veces era mentira.

Tampoco tenía demasiado trato con su... ¿novio? ¿Minho era su novio? Podría decir que sí, hacían vida de pareja. Y él quería que su pareja y sus amigos se llevasen bien, al menos que fuesen cordiales. Pero Felix no hablaba apenas con Minho, era como si la presencia oscura del chico perturbase al polluelo.

En el fondo podía entenderlo, Minho era la razón por la que Han ya no tenía ganas de salir de fiesta. Parecía que se avecinaba el cisma que separaría su amistad, porque ahora era Jisung el que no quería seguirle el ritmo.

En realidad, Lee Minho había irrumpido en su rutina de una manera tan abrumadora que ahora ocupaba todo el aire alrededor. Se sorprendía a sí mismo pensando en Minho en los momentos más cotidianos, como ahora mismo, esperando al ascensor en la planta 29. Y tuvo una epifanía: si algún día desaparecía, quedaría un vacío con la forma de Minho en la vida de Jisung.

Las puertas metálicas corrieron hacia los lados y Jisung se sorprendió por la otra presencia dentro del cubículo. La sonrisa enorme en aquellos labios carnosos y rosados le tensó la columna. Recordaba al hombre, joder, ¿quién podría olvidar a un tipo así? El de metro ochenta de músculo enfundado en un traje Armani azul marino, el pelo negro cuidadosamente peinado y los ojos de un depredador: Park Dongyoon era inolvidable.

—Buenas tardes, Dongyoon hyung —saludó y el hombre agarró la puerta del ascensor, invitándolo a pasar.

—Buenas tardes, Jisung. Es un placer volver a verte —contestó con su voz grave y Jisung no pudo evitar el rubor en las mejillas. No era ciego, ese hombre era un puto monumento por mucho que él tuviese pareja—. ¿Subes o bajas?

—Subo, voy a ver a mi padre.

—Oh, entonces compartiremos unos segundos hasta la planta 30. Una pena que el viaje sea tan corto —Ah, mierda, la voz del hombre era como una invitación y Jisung tuvo que golpearse a sí mismo internamente para dejar de pensar en cosas sucias—. ¿Cómo has estado?

—Muy bien... El trabajo me mantiene ocupado —contestó Jisung, haciéndose el importante— Y, ¿usted, Dongyoon hyung?

—Dios, deja de tratarme tan formalmente y solo tutéame. He estado bien, Jisung, aunque ahora mucho mejor —Jisung no lo miró porque iba a sonrojarse más fuerte. «¿Está coqueteando conmigo?».

—Me alegro mucho —El ascensor se abrió y Jisung salió primero. Sentía que se asfixiaba en aquel cubículo—, ¿quieres que avise a mi padre de que estás aquí?

—Oh, iré contigo, él me está esperando y me temo que llego un poco tarde. —Bajó la mirada con aire avergonzado y Jisung sonrió asintiendo.

Caminaron juntos por el pasillo, con Jisung a la cabeza, hasta llegar a la puerta de madera del despacho de su padre. Tocó suavemente y escuchó la voz del hombre mayor invitándolo a pasar. Jisung abrió del todo y percibió el cambio en la energía repentino.

«¿Qué está pasando?».

—Padre... —Hizo una venia y miró de su padre a Changbin, confundido, el señor perdió el color mientras su amigo se levantaba del sillón como un resorte. El carraspeo a su espalda le recordó que traía un invitado y sonrió suavemente a Park Dongyoon, que le devolvió la mueca.

—Han Jihyeon-nim, es un placer volver a verle. Creo que he llegado un poco tarde. Me encontré con Jisung en el ascensor y estábamos poniéndonos al día —La mano de Park de pronto estaba en su espalda baja y Jisung se tensó, el contacto le pareció innecesario e invasivo, pero no se apartó por temor a ofenderlo.

—Eh... Sí, de acuerdo —contestó su padre atropelladamente— Seo Changbin, Jisung, podéis iros.

— Jisung, estaba pensando que tal vez podríamos ir a cenar y así conocernos un poco mejor, ahora que trabajas en Han Bank estaría bien que estrechases lazos con los clientes —invitó Dongyoon, con esa sonrisa predadora y la mano aún en su zona lumbar.

—No, tenemos un compromiso —contestó Changbin por él, evitando cualquier otra palabra y caminando apresurado hacia Jisung—. Vamos antes de que lleguemos tarde.

—Oh, está bien. Lo siento, Dongyoon hyung, tal vez en otra ocasión.

—Sí, habrá más ocasiones. Me ha gustado mucho verte.

Jisung hizo una reverencia y salió de la habitación. Changbin anduvo apresurado y apretó el botón del ascensor. Cuando entraron al cubículo vio que pulsó varias veces en la planta del aparcamiento. Levantó la vista y vio a aquel hombre en su traje de Armani mirando hacia ellos mientras cerraba la puerta de madera. Una extraña desazón le recorrió cuando el elevador se cerró y empezó a bajar.

—¿Qué está pasando, Changbin? —preguntó directamente, mirándole. El hombre estaba pálido y sudaba.

—Nada.

— Una mierda. ¿Qué está pasando?

—Nada, Quokka, solo me encuentro un poco mal y tengo ganas de llegar a casa.

—Mentiroso. —Jisung agarró con fuerza el maletín y no dijo nada más.

Caminaron hasta el coche y se subió dando un portazo. Odiaba esta mierda, su padre tendía a tenerle en la sombra todo el tiempo. Changbin solo hacía lo que Han Jihyeon ordenaba. Cuando arrancó y salieron del aparcamiento dio un golpe fuerte en el salpicadero que sobresaltó al conductor.

—Vas a contarme qué coño está pasando o te juro por mi vida que te pongo esa orden de alejamiento que te prometí.

—Jisung...

—No, no trates de apaciguarme. No lo hagas. Estoy harto de ser el último en enterarse de todo lo que pasa. Dime de una vez quién es ese hombre.

—Es... es un cliente del banco —contestó crípticamente.

—Ajá, ¿qué más?

—Nada más. Es un cliente del banco, uno importante.

—¿Y por qué es un problema que nos invite a cenar?

—Te invitó a cenar a ti, Quokka. No a nosotros.

—Sigo sin ver ningún problema. Es un cliente del banco, tenemos que mantener una buena relación con él si es tan importante como para presentarse a esas horas en el despacho de mi padre.

—Es complicado.

—En ocasiones como esta te odio a muerte —sentenció Jisung, dándose cuenta de que no le diría nada.

Jisung miró hacia delante y no volvió a pronunciar palabra. Llegaron al apartamento que compartían y tiró sobre el sofá el maletín mientras aflojaba la corbata. Estaba tan enfadado que quería gritar. Su padre y Changbin siempre hacían eso; saber cosas que él no sabía, tratarle como un maldito niño pequeño cuando ellos tenían toda la información.

—Quokka... —le llamó el hombre desde la entrada mientras cerraba la puerta y dejaba los zapatos en el mueble.

—No, nada de Quokka. Estoy cansado. No quiero hablar contigo.

—Pero...

—He dicho que no. Estoy harto de esto —señaló con la mano entre los dos—. Me mantienes en la oscuridad como si fuese un desconocido. Nunca me cuentas nada de lo que hablas con mi padre cada tarde, no sé nada. Dios santo, esperaste todos estos años para contarme que te gustan los hombres y tuve que sacártelo a la fuerza —La mueca triste y avergonzada no mejoró el ánimo de Jisung—. Está claro que siempre seré el joven maestro Han Jisung para ti. Y tú siempre vas a ser mi carcelero.

Entró en su habitación y cerró con un portazo aguantando las lágrimas. Joder, necesitaba a Minho ahora mismo. Pero no le llamó, solo le envió un emoticono con un beso, se quitó el traje tirándolo en una esquina de la habitación sin cuidado y se metió entre las sábanas agarrando la almohada que todavía olía a su amante. 

A Changbin le picaron los ojos por las lágrimas. Quería desesperadamente contarle todo a Jisung, pero no podía. Dios, era tan doloroso sentirlo alejarse... No quería ser su carcelero, no quería ser su maldita niñera, quería que le diera un abrazo como el que le había dado en su habitación antes de ir a aquella fiesta.

En ocasiones como esa era cuando se percataba de lo solo que estaba en realidad. Jisung llamaría a Minho para tener su consuelo. Pero ¿él a quién llamaría? A nadie, porque nadie podía ayudarlo.

En su habitación gris miró a todas partes deseando estar en cualquier otro lugar del mundo. Qué jodida mierda era esto. Cielos, ni siquiera entendía lo que estaba haciendo ahora mismo, pero tenía el teléfono en la mano y había pulsado en el verde. Se llevó el dispositivo a la oreja mordiéndose el labio.

—Changbin hyung...—La voz sonó confusa al otro lado de la línea.

—Yo... —¿Qué debía decir? ¿Cómo hacer para no sonar absolutamente desesperado?

—¿Estás en casa? —preguntó el otro. Hizo un sonido afirmativo mientras suspiraba sonoramente porque ahora mismo no estaba seguro de que pudiese hablar.

Pitido. La llamada terminó. Las lágrimas se soltaron. Le había colgado.

Dejó sobre la mesilla de noche el teléfono y aflojó su corbata con la vista nublada. Se quitó la chaqueta del traje y la colgó con cuidado. Se limpió la cara con la manga de su camisa blanca antes de quitársela. También salieron los pantalones, que tendió con mimo de una percha.

Completamente desnudo entró a la ducha y se puso bajo el chorro. Pasó un rato allí mientras dejaba que el agua se confundiese con las lágrimas que no dejaban de caer. No quería seguir peleando con Jisung, no quería tener miedo de que pasase algo a cada momento. Verlo junto a aquel hombre, con su mano en la espalda, le hizo sentir por primera vez terror.

Sabía quién era Park Dongyoon. Y justo porque lo sabía, estaba temblando ahora mismo, pensando en lo cerca que había estado de Jisung, de hacerle daño, de llevárselo.

Salió de la ducha y se secó, se puso un pantalón de deporte corto y no se molestó en vestirse por completo. Cuando terminó de secarse el pelo, su teléfono vibró en la mesilla. Miró la pantalla sorprendido y contestó.

—Ábreme la puerta.

—¿Qué? —preguntó desconcertado.

—Que me abras la puerta del apartamento.

Changbin corrió como si su vida dependiera de ello. En cierto modo lo hacía. No tardó más de dos segundos en atravesar la casa. Agarró el pomo y tiró con fuerza, respirando agitado y conteniendo de nuevo el llanto amargo que se le atoraba en la garganta.

Los ojos preocupados de Felix lo miraron directamente, escaneándolo de arriba abajo. Se apartó de la puerta en silencio y lo dejó entrar. El chico se sacó los mocasines negros, seguía con el pantalón gris y la camisa azul marino que había llevado hoy a trabajar.

—¿Estás bien? —susurró el chico llevando su pequeña mano al antebrazo de Changbin. Apretó los labios con fuerza. Sabía que estaba haciendo pucheros, pero era incapaz de hacer que su labio inferior dejara de temblar—. ¿Has discutido con Jisung?

Asintió suave y bajó la cabeza, una lágrima se precipitó contra el suelo. Con el dorso de su mano se limpió y sorbió por la nariz. Felix lo llevó hasta la habitación, haciéndose cargo de todo lo que Changbin no podía en ese momento.

No levantó los ojos de sus pies, incluso cuando escuchó el suave clic de la cerradura tras él. No podía mirarlo a la cara porque estaba profundamente avergonzado de haberlo llamado, de estar llorando como un niño, de las palabras que había dicho Jisung, del frío que la soledad dejaba en su interior, de haber llorado aún más fuerte en la ducha pensando que él le había colgado el teléfono.

Entonces lo abrazó.

El cuerpo ajeno se estampó contra su pecho. Las manos pequeñas estaban en su espalda y se movieron haciendo círculos mientras la mejilla del chico reposaba sobre su hombro.

Correspondió como si fuera lo único que podría salvarlo, envolviendo los hombros más estrechos en sus brazos, sintiendo la calidez del cuerpo derritiendo el hielo. El sollozo lastimero fue inevitable y cerró los ojos enterrando la cara contra el pelo rubio.

Changbin no era idiota. De hecho, era una persona normalmente considerada inteligente y rápida. Tenía algunos problemas para expresar sus emociones, pero se daba cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor. De un tiempo a esta parte, lo único de lo que podía darse cuenta era de Felix. Como ahora mismo.

La habitación impersonal volvió a llenarse de la presencia del pecoso. Se percató de que el hueco entre sus brazos tenía el tamaño exacto de Felix. El único era Felix.

El chico se separó y Changbin estuvo a punto de gruñir en protesta, pero limpió sus lágrimas con delicadeza, mirándolo directamente a los ojos y le regaló una sonrisa tan cálida que su corazón terminó de calentarse.

De hecho, algo se incendió dentro de él. Las pequeñas manos acariciaron sus mejillas mojadas apartando el rastro salado y fueron hasta el pelo moviéndose con un masaje calmante. Changbin no podía apartar sus ojos de la cara del chico, como si no le hubiese visto nunca, como si no hubiesen compartido mesa durante el almuerzo.

—Vamos a la cama —susurró y Changbin asintió.

Felix apartó el cobertor para él y lo empujó suavemente para tumbarlo. Lo arropó y le acarició la cabeza. Joder, nunca había pensado en lo bien que se sentiría que alguien lo arropase. No recordaba la última vez que su madre lo hizo antes de desaparecer y su padre no había sido una persona particularmente cariñosa.

Se alejó y Changbin se puso nervioso: —¿Te vas? No te vayas, por favor.

—No voy a irme, Changbin hyung —contestó—, solo voy al otro lado de la cama.

Rodeó el espacio y levantó los cobertores al otro lado, Changbin siguió sus movimientos, como si de verdad fuese a escapar si lo perdía de vista.

—¿Vas a dormir con esa ropa? —preguntó estúpidamente—. ¿No has traído nada para cambiarte?

—No lo pensé, salí apresurado de casa... —contestó tímidamente.

Había corrido cuando Changbin lo llamó. No lo dijo, pero estaba allí implícito. Su pecho retumbó hinchado. Sentía tantas cosas distintas al mismo tiempo que estaba a punto de echarse a temblar.

—Puedes utilizar algo mío, puedes utilizar todas mis cosas —Felix rio suavemente y Seo se dio cuenta de lo que había dicho y enrojeció—. Quiero decir...

—Está bien —interrumpió con un movimiento suave de su mano, como restándole importancia —. ¿Tienes algún pijama que no sea enorme?

—En la cómoda, en el primer cajón. Aunque creo que todos son igual de enormes.

Lo vio abrir aquel mueble y rebuscar, de espaldas a él. Quería verlo así cada noche. Quería que se quitara esa ropa y usase la suya. Quería verlo desnudo.

«Mierda, para, no pienses en eso».

Felix pareció satisfecho con una camiseta blanca y un pantalón corto parecido al que Changbin llevaba puesto. Fantástico, acababa de darse cuenta de que solo llevaba ese pantalón. Sus mejillas se pusieron calientes.

—Voy a... —Dejó la frase ahí mientras entraba al baño y entrecerraba la puerta.

Dirigió sus ojos al techo y pensó por un momento en cómo había llegado ahí. Conocía a Felix desde hacía dos años, llegó a la vida de Jisung cuando él estaba en el último año de la carrera y Jisung en el penúltimo. Una parte de él, una enorme, siempre había envidiado la relación de ambos.

En esa habitación, tumbado en la cama, esperando a que Felix entrase entre los cobertores para abrazarlo, se dio cuenta de que en realidad había odiado al chico porque, en el fondo, le gustaba un poco. Felix era adorable, delicado y parecía inocente, pero tenía esa actitud desenfadada que arrastraba a todo el mundo a sus planes.

Él mismo había dicho que Changbin y él solo orbitaban alrededor de Jisung, pero en realidad Jisung y Seo Changbin seguían a Felix. Aunque Jisung era increíble, único; Felix era una fuerza de la naturaleza. Un ciclón que arrasaba todo a su alrededor. Era un ser humano tan extraordinario que, a pesar de todos los problemas que traía, Changbin lo había tolerado a su alrededor. Lo había cuidado, se había preocupado por él. Y no tenía nada que ver con Jisung.

Suspiró sonoramente y las luces de la habitación se apagaron. Levantó la vista para buscar a Felix en la oscuridad, queriendo verlo otra vez. Las luces del exterior le dejaron adivinar la camisa sobre los hombros del chico y los pantalones cortos. Era tan tierno que Changbin sonrió como un imbécil.

—No te rías, Gorila hyung, tus camisetas me quedan como un saco, no sé por qué compras ropa tan ancha —gruñó, entrando en la cama y tapándose.

—Te ves adorable —contestó, girándose hacia él sin pensar.

El chico emitió una risita y se tumbó boca arriba. Changbin se acercó, necesitaba volver a sentir el calor de su cuerpo. Felix estiró los brazos, lo atrajo contra su pecho y él simplemente obedeció, apoyando la mejilla contra la camiseta blanca, escuchando el palpitar en su interior.

Uno de los brazos de Felix, el que estaba bajo la cabeza de Seo, se enredó en su cuello y le tocó el pelo. Con el otro hizo formas aleatorias en el que Changbin utilizaba para abrazarlo.

Se encogió a su alrededor, buscando su contacto tanto como fuese posible. Dobló las rodillas en posición fetal hasta que las piernas de Felix estuvieron por encima.

—¿Qué ha pasado, hyung?

—Jisung me dijo una cosa hoy... algo que me merecía... Pero dolió tanto... —sollozó, pero esta vez se sentía protegido y ya no temía desmoronarse, porque tenía aquel muro de hormigón a su alrededor.

—Sabes que es así cuando se enfada...

—No —interrumpió—. Me dijo que él sería para siempre el joven maestro Han Jisung para mí. Y que yo siempre sería su carcelero. Y no es verdad... Jisung es mi hermano, es la única persona del mundo que considero mi familia... —explicó nervioso, no sabía por qué, pero necesitaba que le creyese.

—Lo sé. Soy consciente de ello y creo que él siente lo mismo —comentó con suavidad, mientras sus dedos seguían haciendo formas en el bíceps de Seo Changbin—. ¿Qué pasó para que dijese eso?

—Pasó algo con su padre y me acusó de mantenerlo en las sombras, de tratarlo como un niño y solo obedecer las órdenes de Keunabeoji-nim Jihyeon.

—Bueno, no es del todo incierto.

—Sé que no lo es Felix, no estoy tratando de justificarme... Solo necesito que entienda que todo lo que hago es para protegerlo. Keunabeoji-nim también es mi familia y él confía en que yo protegeré a Jisung por encima de todas las cosas.

—¿El padre de Jisung te pidió que lo protegieras?

—Sí, él solo confía en mí. Jisung está en peligro, por distintas razones. Por eso tengo que protegerlo. Tengo que hacerlo, porque somos una familia, Felix.

—Nadie usaría a su familia como escudo humano —La respuesta fue seca. Se quedaron en silencio por unos segundos—. Está bien, discúlpame. No debí decir eso... Deberías hablar con Jisung... Es una persona adulta, él puede entender.

Cuando las caricias se reanudaron, Changbin suspiró suavemente. Hablar con Jisung podría ser su mejor opción, aunque Keunabeoji-nim no estuviera de acuerdo, él tenía que saber a lo que se enfrentaban. Jisung merecía ser el dueño de su propio destino.

Levantó la cabeza y miró a Felix a los ojos. Los oscuros orbes del chico relucían con las luces de la ciudad que se reflejaban desde la ventana. En ese momento, teniéndole allí, habría sido capaz de hacer cualquier cosa que le pidiera.

Habría construido un puto ejército, habría atravesado un desierto sin agua, habría caminado sobre brasas ardientes si se lo hubiese pedido. Justo en esa cama, en ese instante exacto de aquella noche, Seo Changbin descubrió que su futuro ya no le pertenecía.

La respiración se le atascó en el pecho mientras compartían una mirada silenciosa. No sabía qué debía hacer. Solo sabía que la cara de Felix parecía un reflejo de la suya. Con sus dedos cálidos llegó hasta su mejilla y apartó los rizos rebeldes de la frente de Changbin.

Las mariposas revoloteaban en su estómago cuando la yema bajó desde su ceño hasta su nariz, como había hecho aquella noche. El dedo siguió su camino hasta los labios de Changbin y este, inconscientemente, besó aquel pequeño índice.

Hyung, voy a besarte —susurró Felix y tiró con su mano de la nuca de Seo Changbin atrayéndolo hacia sí —. Por favor, dime si quieres esto... Dime si quieres esto tanto como yo... —rogó contra sus labios.

Changbin nunca en su vida fue tan valiente como en ese momento; cuando eliminó los milímetros que los separaban, pegando sus bocas juntas. Sus ojos se cerraron y su pulso tamborileó, sintiendo las manos del más joven rodeando su cabeza para enredarse en su pelo.

Los labios de Felix eran suaves bajo los suyos, sabía a pasta de dientes. Seo Changbin pensó de forma aleatoria que debió usar el cepillo que él no había desechado desde aquella noche que durmió allí. Inclinó ligeramente la cabeza, una lengua rozó sus labios y gimió.

Lee Felix aprovechó el momento para meterse dentro de su cavidad y controló el beso. Changbin era, al fin y al cabo, inexperto. Sin embargo, al sentir el roce del apéndice caliente contra el suyo, algo primitivo se apoderó de él. Encontró su propio camino en aquel juego y se movió en la boca contraria, el jadeo de Felix fue como una recompensa.

La pequeña llama que ardía en su alma se había convertido en un incendio forestal. El beso se tornó más crudo cuando los dientes de Felix agarraron su labio inferior, tirando. No supo cómo, pero Changbin estaba sobre el chico ahora, apoyado en sus antebrazos, con el cuerpo acunado entre las piernas vestidas con esos pantalones que le quedaban grandes.

Volvió a besarlo, porque necesitaba más, nunca tendría suficiente de los labios del joven. Nunca se cansaría de ese intercambio de saliva, de los jadeos de ambos que resonaban en la habitación. El vientre de Changbin se sentía tenso y casi colapsa cuando las caderas del otro se menearon tentativamente contra él.

Las manos del chico bajaron de su pelo para acariciar su nuca, sus hombros y seguir el camino por su pecho, sus costados, su espalda. Felix estaba por todas partes y Changbin solo podía seguir besándolo, como si esa boca fuese la única fuente de oxígeno para sus pulmones.

Se aventuró a tocar él también. Uno de sus brazos se acercó al torso de Felix, aún cubierto por la camiseta, y rozó, sin llegar a establecer un contacto real.

—Puedes tocarme...Tócame, Changbin hyung —dijo el chico separándose de él y apoyando la cabeza en la almohada de nuevo. Obedeció, acercando su mano hasta posarla sobre la cintura estrecha del chico.

—Qui... quiero... podría... —tartamudeó, nervioso, porque no sabía cómo decirle que necesitaba quitarle la camiseta, que llevaba demasiado tiempo soñando con su piel desnuda—. Hmm... la camiseta...— balbuceó.

Felix agarró su muñeca y la metió debajo de la tela. Changbin podría haberse corrido en sus pantalones si no hubiese cerrado los ojos con fuerza al sentir el calor y la suavidad de la piel contra su palma. Movió la mano despacio bajo el tejido, tratando de memorizar cómo se sentía esa seda contra sus manos indignas.

Subió de su cintura hasta su pecho, cuando sus dedos se toparon con la pequeña protuberancia y Felix gimió cerrando los ojos, echando la cabeza hacia atrás. Changbin observó fascinado, acariciando con la punta de sus dedos aquel pequeño nudo de nervios, como la boca del chico se abría para jadear.

«Por todos los cielos», esa era una gran imagen para grabar en su memoria.

—Más... — exigió el chico y Changbin agarró el pezón con el pulgar y el índice, haciéndolo rodar con suavidad. El lloriqueo lastimero de Felix se acompañó con una ondulación de sus caderas contra el cuerpo que se cernía sobre él.

—Santo infierno —susurró Seo Changbin, incapaz de apartar los ojos del cuello de Felix mientras tragaba saliva.

Fue hasta aquel lugar directo, dejó un suave beso en su nuez de Adán y la aprobación en la voz del otro le dio alas. Tiró un poco más fuerte del pedazo de carne entre sus dedos y abrió la boca en el cuello que olía a perfume, chupando. El gemido en respuesta fue más gutural y la entrepierna dolorida de Changbin saltó con aprobación.

Las manos de Felix lo empujaron hacia atrás apartándolo y él miró confundido. Lee Felix se sacó la camiseta por la cabeza y volvió a atraerlo sobre él, pero Changbin quería mirar un poco más. Quería tatuar en su retina cómo se veía el pecho musculoso y delgado del chico sobre las sábanas, quería verlo cada vez que cerrase los ojos y también cada vez que los abriese.

Una de las manos de Felix fue a su nuca y tiró de él, bajándolo hasta que su boca alcanzó el cuello de Changbin, imitando lo que él mismo había hecho unos segundos antes. El beso húmedo sobre el pulso lo hizo temblar. Cuando la otra mano subió por su pecho y se apoderó de su tenso pezón no pudo evitar gruñir desesperado por más.

—¿Te gusta? —preguntó la voz gravísima junto a su oreja y la carne de gallina estalló por todo el cuerpo de Seo Changbin.

—Sí... —respondió, apretando los puños, apoyado de nuevo en sus antebrazos para no aplastar con su peso el cuerpo del otro chico.

La lengua de Felix recorrió su garganta y acabó en el lóbulo de su oreja, cerró los dientes allí y los dedos se movieron sobre sus pezones. Changbin creyó que perdería la cabeza. Gimió fuerte y molió su erección contra la entrepierna que lo acunaba, buscando contacto furiosamente.

Escuchó la risa sensual del chico en su oído antes de que sus índices y pulgares agarrasen los pezones del mayor, retorciéndolos casi dolorosamente mientras su lengua lamía la concha de su oreja y sus caderas se ondulaban contra él.

Definitivamente, Changbin perdió la cabeza.

Su mano fue directamente a la cintura ahora desnuda del chico y se metió bajo su espalda. Llegó hasta las nalgas cubiertas por el pantalón y levantó las caderas estrechas mientras él empujaba, embistiendo, restregando los bultos juntos. Los dos gimieron.

Solo podía pensar en ver completamente desnudo a Felix, en tocar su cuerpo. Volvió a moler contra él mientras la boca del chico se enganchaba a su piel de nuevo. Sabía que iba a correrse pronto, demasiado pronto.

—Felix... —gimió en el hueco del cuello del chico.

De pronto lo empujó con fuerza. ¿Había hecho algo mal? La ansiedad empezó a construirse cuando acabó tumbado sobre su espalda. Ambos respiraban entrecortadamente y Changbin estaba tratando de encontrar las palabras para pedir disculpas a Felix cuando él se revolvió a su lado. Estaba tan avergonzado que no podía mirarlo. Se llevó una mano a la cara tratando de controlarse cuando sintió un peso sobre su cuerpo.

Miró confundido y la visión que encontró lo hizo gemir de gusto. Felix estaba gloriosamente desnudo, sentado a horcajadas sobre las caderas de Changbin. «Oh, joder», esto estaba más allá de todo lo que nunca hubiese esperado.

—Pararé cuando me lo digas, ¿de acuerdo? —afirmó el chico mientras se cernía sobre él, con su boca acercándose peligrosamente a la suya. Lo besó suavemente—. ¿De acuerdo, hyung?

—No quiero parar —contestó, capturando sus labios otra vez para un beso húmedo y sucio. Felix se movió sobre él y el roce contra su longitud era insoportable.

—Tócame, Changbin hyung, me gusta cómo se sienten tus manos sobre mí. —El gemido que se le escapó fue vergonzosamente alto.

Sus manos obedientes subieron por las rodillas a ambos lados de su cuerpo para ir después a sus muslos. Esas piernas suaves a su alrededor eran como dos bandas de acero ardiente. Felix estiró sus brazos, separándose de su boca y Changbin se atrevió a mirar hacia abajo. La erección del chico estaba allí, tan cerca de sus manos, con la punta sobre el vientre de Seo Changbin.

—Hazlo —ordenó el chico y él lo miró inocentemente confundido—. Oh, Dios, eres tan jodidamente tierno para lo grande que eres... —La mano de Felix estaba en su mejilla acariciando con suavidad, antes de enderezar su espalda. Agarró la mano derecha de Changbin y la llevó directa a su polla. El rubor estalló en la cara del mayor—. Hazlo, hyung, tócame.

Envolvió los dedos en aquel mástil caliente y subió y bajó tentativamente. Felix suspiró sobre él, moviendo sus caderas. No sabía lo que estaba haciendo, era la primera vez que tocaba una polla que no fuese la suya y estaba a punto de desmayarse en esa cama.

—Te masturbas normalmente, ¿verdad? —preguntó en voz baja. Changbin asintió mirándolo, tratando de llevar aire a sus pulmones—. Haz lo que te harías a ti mismo.

Agradeció la instrucción y tomó un poco de valor de donde no sabía que lo tenía para acariciar la longitud con movimientos más firmes. Empezó lentamente, tanteando, atento a las reacciones de Felix. Pronto estableció un ritmo que pareció gustar al más pequeño.

Aún con su mano en el tronco recogió una gota y la esparció con el pulgar en el glande, apretando un poco. Felix gimió y cayó con sus manos sobre el pecho de Changbin, atacando sus pezones de nuevo. Lo masturbó más rápido, azuzado por los jadeos roncos que soltaba el chico sobre él.

—Para —dijo de repente y Changbin se congeló—. Está todo bien, deja de mirarme con esa cara de cordero —bromeó, acercándose para dejar un beso en sus labios—. Espérame aquí.

Changbin asintió y lo vio levantarse. Se alejó de la cama y rebuscó en los bolsillos de sus pantalones. Su cuerpo esbelto y musculado se movía con gracia por la habitación, esta era otra imagen que quería grabar: Lee Felix desnudo en su dormitorio.

Ese hombre estaba tan malditamente seguro de sí mismo que no se molestó en cubrir nada. Las nalgas redondas le recordaban a los melocotones maduros y pensó que quería hincarle el diente. No podía apartar la vista de él ni cuando se giró con algo entre las manos que Changbin no sabía qué era.

Felix se puso una mano en la cintura y dio una vuelta sobre sí mismo sonriéndole ladino: —¿Te gusta lo que ves?

¿Cómo coño no iba a gustarle? Aquel era un sueño que no se había ni atrevido a tener. El torso plano, cubierto por la piel suave, sus caderas estrechas, los cuadrados de sus abdominales, los muslos prietos y las piernas largas, la polla que se erguía de una ligera mata de vello oscuro. Por supuesto que le gustaba lo que veía.

Se lamió los labios y apretó los puños a sus lados. Felix se rio y se acercó a él sensualmente. Cuando estuvo junto a la cama lo miró a los ojos: — Changbin hyung, ¿estás seguro de esto?

—Joder, creo que no he estado más seguro de nada en mi puta vida, Felix —contestó, con la voz tan grave como si hubiese tragado tierra.

—Nunca te había oído decir tantas palabrotas juntas —rio el chico antes de poner una mano sobre su pierna. Changbin se sobresaltó ante el contacto—. No tengo del todo claro si eres activo o pasivo...

—¿Qué? —Estaba tan abrumado que no sabía ni lo que estaba diciendo el otro chico. Si no dejaba de acariciarle el muslo de esa manera no podría contestar a ninguna de sus preguntas.

—¿Qué te parece si te desnudas?

Por supuesto que se desnudó, más rápido de lo que había hecho en su vida. Sentado en el borde de la cama se atrevió a estirar la mano hacia Felix, que aún estaba de pie. Su palma se posó sobre el muslo del otro y subió despacio pasando por la cadera y después la cintura. Quería agarrar sus nalgas, quería morderlas. Miró fijamente a Felix buscando algún signo de incomodidad, pero no lo había, solo sus labios abiertos y su lengua humedeciéndolos.

Llevó sus dedos hasta un cachete y apretó allí. Lee Felix se sobresaltó con un jadeo, pero no se apartó. Trepó de nuevo a la cama, empujando a Changbin hacia atrás y él se tumbó sin apartar la mano de aquel globo cálido.

Sobre sus manos y rodillas, Felix estaba demasiado lejos y Seo Changbin solo quería sentirlo por todas partes. Tiró de él demandando más contacto y el chico bajó más cerca. El primer roce de sus miembros juntos casi envió a Changbin al borde. Estaba tan malditamente cerca que podía sentirlo.

Felix hizo un sonido bajo y él ondeó sus caderas porque necesitaba más de esa sensación. Iba a correrse en cualquier momento, solo necesitaba dos roces más.

—¿Te has masturbado hoy? —¿Qué clase de preguntas eran esas? Changbin no entendía nada de lo que salía por la boca de Felix, pero negó con la cabeza—. Y esta es tu primera vez, ¿verdad? —Asintió ante el interrogatorio extraño mientras las manos del chico acariciaban sus pectorales y sus caderas empezaban un vaivén suave con sus pollas rozando una contra la otra—. Vas a durar poco. Pero creo que podrás con una sesión doble —afirmó, pegando su pecho contra el de Changbin. Se acercó a su oreja y mordió el lóbulo antes de susurrar en su oído—. ¿Qué tal si hacemos que te corras primero?

Changbin sintió su cerebro apagarse, echó la cabeza hacia atrás y agarró las dos piernas de Felix restregando con fuerza sus erecciones juntas, en un intento inútil de venirse de una vez por todas. El chico se rio suavemente y se arrastró sobre él, besando su cuello y su pecho.

Los labios dejaron calientes marcas en las clavículas de Changbin mientras él movía sus caderas buscando su ansiada liberación. Las manos fueron instintivamente hasta las nalgas del otro y agarró con más fuerza, moviéndose contra su polla dura, hasta que una de las manos de Felix las envolvió juntas. Jadeó cuando la mano empezó a moverse.

De pronto, sintió la lengua sobre su pezón y el chico más experimentado aceleró el ritmo al que los masturbaba. Changbin creía que no podía sentir nada mejor que lo que estaba sintiendo. Y entonces, los dientes de Felix mordieron su pezón mientras apretaba su glande entre la palma de su mano y la carne de su propia erección.

Estalló con un gemido gutural, con los ojos hacia atrás y los párpados apretados. Su cuerpo se tensó, convulsionando, expulsando chorros de semen sobre su vientre. Vio las estrellas y el mundo pareció desaparecer por completo.

Cuando volvió a abrir los ojos, Felix tenía una sonrisa pretenciosa en la cara, aún a horcajadas sobre él. Changbin miró hacia el espacio entre sus cuerpos, a la polla como una roca de Felix, a la suya semidura, recuperándose del orgasmo, al desastre sobre sus abdominales.

—Yo... —intentó decir algo para no sentirse tan profundamente avergonzado.

—No, cállate —interrumpió el otro, meneando las caderas encima de él—. Eres un infierno de espectáculo cuando te corres, joder, casi me vengo solo con mirarte.

Changbin enrojeció girando la cabeza hacia un lado, pero no pudo evitar el suspiro de placer al sentir el movimiento. Acababa de correrse y volvía a ponerse duro, ¿cuál era su problema? Felix se estiró hasta la mesilla de noche y cogió un paquete de pañuelos desechables. Comenzó a limpiar sus fluidos y Changbin le agarró la muñeca.

—Yo... yo lo haré... —balbuceó.

—Déjame cuidar de ti —rogó, con una mirada sincera. Changbin no pudo negarse. Limpió su vientre y también el vello púbico en su eje, que estaba despierto de nuevo y preparado, aunque el cerebro de Seo Changbin estuviese aun recuperándose de los estragos de su primer orgasmo junto a otra persona —. ¿Crees que eres activo o pasivo, Changbin hyung?

—Yo... No lo sé... En realidad, estoy jodidamente nervioso y no entiendo la mitad de las preguntas que me haces.

—¿Quieres follarme, hyung? ¿Quieres enterrar esta enorme polla en mi culo? —Agarró el pene puntualizando la pregunta y estuvo a punto de correrse de nuevo solo con escucharle hablar de esa manera—. Dime, hyung, ¿prefieres que sea yo el que te folle a ti hasta que te olvides de tu apellido?

¿Por qué ambas opciones sonaban como algo por lo que Changbin se enfrentaría a una jauría de perros furiosos?

—¿Qué es lo que tú prefieres? —preguntó entre jadeos, porque Changbin no tenía ni puta idea de qué quería.

—Quiero sentirte bien profundo, te quiero dentro de mí...

—¡Sí! Sí, por favor... —¿Qué más podía decir si estaba a punto de correrse otra vez solo con imaginarse dentro de su cuerpo? Lee Felix le lanzó un paquetito sobre el pecho y Changbin miró el preservativo, él tenía otros tres sobres en las manos—. ¿Qué es... eso?

—Lubricante —contestó, abriendo uno de los sobres y esparciendo el contenido sobre sus propios dedos—. Llevo estos sobres en la cartera.

Changbin asintió ignorando la punzada de celos cuando se dio cuenta de por qué llevaba esos sobres de lubricante. El joven llevó las manos a su espalda y Changbin perdió el tren de sus pensamientos cuando procesó lo que estaba haciendo.

—Pu... —No entendía por qué no era capaz de hablar claramente, joder.

—Pide lo que quieras, hyung, tu dongsaeng te lo concederá —ofreció, moviendo sus caderas de nuevo con un suave suspiro de placer.

—Es... Dios, me da tanta vergüenza —farfulló Changbin, frotándose la cara.

—Soy yo el que tiene sus dedos en su culo, debería ser el avergonzado, ¿no crees? —Las palabras de Felix enviaban imágenes directas a su cerebro—. ¿Qué quieres?

— Quiero... ver... —susurró, cerrando los ojos.

La grave risa de Felix llenó el ambiente y sintió como el peso sobre él se iba.

—Abre los ojos —le dijo, y sonaba más lejos.

Entendió por qué: Felix estaba sobre sus manos y rodillas sosteniéndose sobre las piernas de Changbin, con su parte trasera apuntando hacia él, con ese culo como un melocotón ante sus ojos.

Los dedos de Felix llegaron allí y vio el brillo del lubricante por todas partes alrededor del pequeño orificio. Como hipnotizado, se sentó, incorporándose para estar más cerca, necesitaba un zoom de aquel espectáculo.

Sus manos fueron a las nalgas satinadas y las abrió ante él, mientras dos dedos entraban y salían de aquel agujero estirándolo, moviéndose como tijeras. Changbin entendía por qué estaba haciendo eso y, joder, quería aprender a hacerlo.

Tímidamente rozó con el índice de su mano derecha el perineo de Felix y vio la contracción en su polla que colgaba. Cubrió con su palma su bolsa prieta mientras sus dedos estiraron entre las nalgas, rozando los que Lee Felix metía y sacaba dentro de él cada vez más rápido.

El chico gimió cuando acarició esparciendo más el lubricante y se sintió más osado: —Enséñame...

Felix asintió agarrándole la mano, mojando sus dedos con el lubricante.

— Primero mete un dedo despacio, no fuerces la entrada porque podrías hacerme daño.

Seo Changbin apretó su índice contra aquel anillo de músculos. Cedió, entrando completo y escuchó el jadeo de Felix. Lo sacó y lo metió despacio, obedeciendo a las reacciones que el otro tenía.

—Usa otro sobre de lubricante y mete el segundo dedo.

—¿Cuántos dedos?

—Tres serán suficientes, estoy demasiado caliente y quiero que me folles de una vez.

Changbin gimió apretando la mano izquierda en su nalga antes de tomar otro sobre de lubricante y abrirlo con la boca. Lo dejó caer en la hendidura y lo vio chorrear vulgarmente alrededor del dedo que seguía dentro de Felix. Lo sacó y movió el líquido alrededor del orificio.

Volvió a entrar con un segundo dedo y empezó a sacarlos y meterlos mientras Felix gemía con la cabeza apoyada en las sábanas junto a los pies de Changbin. Movió los dígitos dentro buscando su próstata con ondulaciones suaves cuando entraba y salía.

—¡Justo ahí! —gruñó el chico cuando Changbin acarició el nudo de nervios. Sonrió para sí mismo, orgulloso: después de todo no era tan inepto.

Con el ego inflado, metió el tercer dedo y se aseguró de golpear de vez en cuando ese punto que hacía que los gemidos de Felix sonaran como un quejido y que le hacía apretar los músculos alrededor de sus falanges.

—Ponte el condón y túmbate en la cama —la orden fue clara. Sacó los dedos a regañadientes de aquel caliente lugar y se acostó. Recogió el preservativo y se lo puso con cuidado.

Felix volvió sobre él y con su mano dio dos sacudidas llenas de lubricantes a su polla dolorida, enfundada en el condón, antes de dirigirla hacia su agujero.

—Agarra la base de tu polla y presta atención, no quiero que te pierdas ni un solo detalle.

Changbin decidió que amaba esa sonrisa traviesa de Felix, porque por primera vez no significaba problemas para él. Obedeció sus órdenes y miró con atención como la cabeza de su eje desaparecía dentro de él.

Sin embargo, no pudo conservar su atención cuando sintió el calor ardiente envolvero. Su cabeza cortocircuitó y si no fuera porque Felix se quedó inmóvil, se hubiese corrido de nuevo. Le costaba respirar, su pecho subía y bajaba tan rápido que pensó que se le pararía el corazón. Sus manos se clavaron en las caderas ajenas y apretó los dientes cerrando los ojos.

—¿Estás bien? —preguntó Felix acariciándole la mejilla. Él asintió a duras penas, tratando de no derramarse en el condón—. Voy a moverme... Me gusta jugar rudo, pero iré despacio si estás abrumado, ¿vale?

—Rudo.

—¿Qué?

—Rudo. Lo quieres rudo, quiero dártelo rudo.

Felix gimió removiendo las caderas en círculos y Changbin apretó con más fuerza los muslos suaves. Entonces empezó el juego rudo. Felix subió y bajó cabalgándolo tan intensamente que Changbin sentía sus piernas temblar bajo el chico.

Sus caderas se empalaban tan fuerte que el sonido del choque de la carne se escuchaba casi tan alto como los gemidos de ambos. Y Changbin no podía soportarlo. Salió al encuentro de sus embestidas ondulando sus caderas sobre la cama, buscando más, queriendo más.

Las uñas de Felix se clavaron sobre su pecho y Changbin lo atrajo contra él para besarle. Tenía la imperiosa necesidad de meter la lengua dentro de su boca, de probar su saliva de nuevo, de tragarse todos los gemidos que él le estaba proporcionando. Sus labios se movieron furiosos mientras las caderas de Seo Changbin ajustaban el ritmo a las de Lee Felix.

Volvió a elevarse con la espalda recta sobre él y Changbin llevó sus manos a su pecho, agarrando los pequeños pezones rosados en sus dedos. Felix gimió echando hacia atrás la cabeza y perdió el ritmo ligeramente.

Changbin se movió más rápido cuando escuchó aquella especie de gemido grave parecido a un alarido. Bajó su mano por el vientre plano y tenso y agarró la polla que goteaba sobre su estómago. Le masturbó siguiendo el vaivén de sus caderas, memorizando cada maldita expresión de placer del chico sobre él.

Changbin quería morir así, con Felix cabalgando sobre sus caderas y su polla enterrada hasta el fondo de su culo. Quería que lo último que viese fuese a ese dios sensual, que lo último que tocaran sus manos fuese el asta dura y goteante del hombre.

El chico aumentó el ritmo de sus saltos y apretó los dedos que Changbin tenía alrededor de su polla, moviéndose erráticamente.

—¡HYUUUNG! —Felix se corrió, derramando su semen por todo el pecho y el vientre de Changbin. El mayor sintió los músculos de la cavidad presionando alrededor y se vino en el condón abandonando por completo todo pensamiento racional.

Seo Changbin perdió el conocimiento por unos cortos segundos. Cuando recuperó el juicio Felix jadeaba sobre él tratando de respirar. Tiró de él contra su pecho y lo besó con tanta fuerza que el chico le apartó con un jadeo.

—Deja que me recupere un poco... —pidió el rubio.

—Sí...

—¿Estás bien? —Changbin asintió—. ¿Qué tal una ducha cuando recuperemos el aliento, hyung?

—No sé si mis piernas son funcionales ahora mismo... ¿Me llevarás?

La risa cálida de Felix y el peso de su cuerpo sobre él eran las nuevas cosas favoritas de Changbin. Hacer reír a este hombre era casi tan placentero como estar clavado dentro de él.

Felix se levantó con un quejido y se dejó caer pesadamente a su lado. Changbin se quitó el preservativo y lo puso en la mesilla de noche sobre un pañuelo, antes de coger un puñado y limpiarse el pecho.

—Parece que hoy todo el mundo se me corre encima —bromeó estúpidamente, aún sin oxígeno en el cerebro.

Las carcajadas de Felix lo dejaron tan anonadado que solo pudo mirarlo mientras el chico se agarraba el estómago. Confirmó todos sus pensamientos anteriores, esa risa valía más que cualquier cosa en el mundo. Seo Changbin quería que esa risa fuese la banda sonora de su vida. 

***

1/3

Navegantes, este capítulo es eterno, como todos los que son JOT. Pero también es de mis favoritos, espero que lo hayan disfrutado.

Nos vemos en el infierno

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top