13. Los secretos de Minho 🔞🔥
🔞AVISO: Capítulo largo +18. Lean bajo su responsabilidad. Si no les gusta este tipo de contenido pasen de largo. #NoMeReporten
🎶Banda sonora: Bambi - Baekhyun🎶(La rola más sexy del kpop junto con "Mmmh" y "Red lights")
—He confirmado que Jihyeon está traicionándome, necesito saber por qué y con quién está trabajando. —Su hermano se aseguró de decir traicionándome y no traicionándonos, porque las cuatro personas que estaban allí sentadas no eran más que vasallos en su reino.
—¿Qué ha pasado? —La voz de Mark era suave y amable.
I.N miró a los comensales con los que compartía una mesa baja en el reservado del restaurante japonés de lujo en el que estaban. Su hermano presidía la mesa, a su izquierda estaba Lim Namsik, su comandante. A su diestra Mark, como buena puta servil, demostrando su poder al alejar a I.N del lugar que por derecho le correspondía.
Junto a Mark estaba Minho, al final de la mesa, frente a él; con la cara un poco descompuesta por la afirmación que había escuchado. Archivó esa reacción para ahondar en ella más tarde, cuando los dos estuvieran a solas.
—En cuanto recibió las fotos terminó la transacción de los 2000 millones. Lo confirmaron justo hoy.
—¿Qué fotos? —preguntó Minho alzando un poco la voz y mirando desconcertado.
La habitación se quedó en silencio. En un silencio tan frío que I.N podía sentirlo en sus huesos.
—¿Perdón? —preguntó Dongyoon apoyando los codos en la mesa y apoyando el mentón en sus nudillos. Sus ojos amenazadores taladraron el entrecejo de Minho.
—¿Qué fotos le envió a Han, Dongyoon hyung? —insistió Minho, con la ira empezando a crepitar en sus ojos felinos.
—¿Cómo es que eso es tu asunto, Lee Minho? No recuerdo haberte dado permiso para hablar en ningún momento —La mirada de Dongyoon cambió de objetivo—. Yang Jeongin, ¿no puedes controlar a tus hombres?
Ahí estaba. Había tardado media hora en atacar, pero al final lo había hecho y públicamente, como más le gustaba humillarle. Ahora era un inútil a ojos de todos porque al imbécil de Minho le había picado la puta curiosidad sobre las fotos de la ardillita.
Miró a Lino, apretando la mandíbula en una mueca que pretendía comunicarle que la parca se acercaría a pasos rápidos si seguía por ese camino y el hombre bajó los ojos al nigiri de salmón en su plato, como un perro al que se le regaña por mearse en las cortinas.
—No volverá a ocurrir, Dongyoon hyung, Lee Minho sabe perfectamente cuál es su sitio —contestó I.N, sin dejar de mirar a su amigo frente a él.
—Eso espero, Yang Jeongin, estoy harto de que seas una decepción... Lo único que hacías bien hasta ahora era controlar a las ratas de los bajos fondos.
Eso dolió. Le dolió a él y también a Minho, porque el cuello de su amigo se tensó y vio la vena palpitante de su frente. Al fin y al cabo, Minho era una de esas ratas de los bajos fondos de las que hablaba su hermano, y el desprecio en su voz era estremecedor.
—¿Quieres decir a los soldados que hacen tu trabajo sucio? —preguntó I.N, envalentonado por la rabia.
—¿Mi trabajo sucio? ¿Acaso soy yo el que ordena que le vueles la cabeza a la gente sin contemplaciones? Esta no es una discusión que vayamos a tener aquí, Yang Jeongin, cierra la boca y no hables si no te pregunto directamente.
I.N tuvo el impulso de levantarse de la mesa baja en la que estaba sentado, apoyó las manos a los lados de su plato para ponerse de pie y largarse de allí antes de reventar la madera oscura en la espalda a su hermano.
—Ni se te ocurra levantarte, Yang Jeongin. Estás colmando mi paciencia —interrumpió Dongyoon. Abrió la chaqueta de su traje y sacó la pistola que llevaba en el arnés de su pecho. Del bolsillo contrario sacó un silenciador y, lentamente, lo ensambló al cañón del arma.
I.N respiró hondo, con las palmas aún sobre la madera. Minho frente a él miraba de forma frenética de la pistola a cada una de las caras de los comensales. El color cetrino que estaba adquiriendo la cara de Lee Minho le pareció excesivo: estaba siendo dramático sin razón alguna. Probablemente su hermano no sería capaz de matarle en un lugar público, ¿verdad?
Involuntariamente desvió la vista al hijo de puta que se sentaba entre su amigo y Dongyoon. Mark tenía la mandíbula tan apretada que no estaba seguro de que no se le fuese a saltar algún empaste. De repente, levantó la cabeza de la pistola e hizo contacto visual con I.N. «Mierda, esa mirada otra vez no».
El corazón de Yang Jeongin repiqueteó y sintió un calambre en el estómago, como si su presión arterial estuviera subiendo y bajando. Los ojos perfectamente delineados de Mark no se movieron de los suyos. I.N se fijó en el lunar del párpado inferior. «Qué cabrón», era indecente que fuera tan guapo y tan basura al mismo tiempo.
Dongyoon arrastró la pistola hasta el lado de Lim Namsik sobre la mesa y cogió los palillos para engullir una pieza de sashimi de salmón. Masticó lentamente mientras la mesa permanecía completamente congelada.
—Sik, si intenta levantarse dispárale —dijo de repente y los ojos de Minho y Mark se abrieron de par en par mientras inhalaban el aire con fuerza.
—¿Punto vital? —preguntó Lim Namsik tranquilamente, cogiendo el arma junto a él y quitándole el seguro.
—Primero incapacita —Hizo una pausa—. Deberías probar el sashimi, está exquisito.
Lim Namsik sonrió a Dongyoon y dio un asentimiento. Giró su cabeza y apuntó el arma contra las piernas de I.N, dobladas bajo la mesa, cogió sus palillos con la mano izquierda, porque su diestra estaba ocupada con el gatillo, y se metió un trozo de sashimi en la boca.
—Realmente es delicioso. Deberías comerlo también, Jeongin —El comandante puso un trozo de salmón en el plato de I.N manteniendo su enorme sonrisa y sin quitar el cañón de la pistola de donde estaba.
—Dongyoon hyung... —El susurro de Mark llegó lejano, ahora mismo, los oídos de I.N estaban prácticamente tapados por el miedo.
—No te preocupes, Sik no disparará si Yang Jeongin no se levanta —contestó Dongyoon dando un ligero toque en la mano de Mark, una caricia suave, como la de un amante—. Como iba diciendo antes de esta impertinente interrupción, necesito saber el porqué de la traición y también quién es la persona que ha dado el valor a Jihyeon para tratar de engañarme. ¿Habéis averiguado algo con el teléfono de Seo Changbin?
—El chico está metido —contestó Mark dando una mirada de reojo a I.N—. Jihyeon lo utiliza como espía de su hijo, pero ya nos lo imaginábamos cuando encontramos la aplicación de rastreo en el teléfono del joven maestro.
»Sus conversaciones por mensajería no son particularmente reveladoras, pero sabemos que Jihyeon y él mantienen reuniones a diario a la hora de la comida. Tuvieron una reunión este lunes, pero el viejo lo despidió y le dijo que él mismo lo llamaría. Desde entonces el chico almuerza solo, como esperando que el gran señor le llame.
—Todo un siervo leal —comentó Dongyoon pensativo—. Tenemos que presionar a Han Jihyeon, necesito saber quién es su contacto, necesito que os acerquéis más a Jisung y Seo Changbin. Aunque me preocupa que Yang Jeongin vuelva a joderla y acabe por matar a alguien antes de que podamos hacer las preguntas adecuadas.
I.N solo escuchaba; aunque quería gritarle a su hermano que era un hijo de puta y que si tuviese el valor suficiente de romperle el corazón a su madre sería a él al que dispararía en la cabeza. Cogió los palillos y se metió en la boca el trozo de sashimi que Lim Namsik había puesto en su plato.
Minho había dejado de comer y solo miraba fijamente la pistola que el hombre apoyaba despreocupadamente contra el muslo de I.N.
Lee Minho era un tanque de guerra, pero era jodidamente débil a veces. No le importaba romperle las piernas a una mujer que había jodido a la organización, pero cosía las heridas de I.N y Mark como un enfermero preocupado. Ese era el peor defecto de aquel hombre frente a él: a pesar de haber renunciado a su humanidad, seguía creando vínculos emocionales con la gente.
De repente, una bombilla se encendió en el cerebro de I.N y cerró los ojos rezando porque no fuese verdad. Necesitaba enfrentar a Minho cuanto antes. O acabarían todos muertos.
Un teléfono sonó en la habitación y Dongyoon contestó con algunas afirmaciones rápidas antes de colgar y dejar junto a su plato, perfectamente colocados, sus palillos y la servilleta.
—Continúa por ese camino, Mark. Buen trabajo —I.N vio como la mano de su hermano se posaba en el bíceps del idol y apretaba suavemente. Su sangre hirvió por la traición—. Yang Jeongin, espero que puedas dejar de ser tan imbécil y hacer algo bien por primera vez en tu vida. Sik, nos vamos.
Se levantó y Lim Namsik le siguió guardando en su espalda el arma y sonriéndole a I.N cálidamente. Salieron del reservado y cerraron la puerta tras ellos. Yang Jeongin trató de contener la necesidad de estampar el plato lleno de sushi contra la cabeza de Mark y después moler a golpes a Minho.
—Ahora vamos a hablar —dijo de pronto, en un tono de voz tan oscuro que percibió como sus dos acompañantes se tensaban.
Cogió una de las porciones de sushi de la mesa y se la metió en la boca masticando, joder, con el hijo de puta de su hermano y su comandante sentados allí no había podido comer nada. Y no iba a desperdiciar toda la comida que quedaba.
—¿De qué se supone que debemos hablar? —preguntó Mark elevando una ceja.
—Primero, cállate la puta boca, basura traidora. Todo lo que vayas a decirle a mi hermano me lo dirás primero. Si vuelves a intentar quedar por encima de mí, o desobedecer la jodida cadena de mando, ya sabes dónde voy a vaciar el cargador de mi glock. De hecho, no puedo prometer que no lo haga incluso si limpias mis putos mocasines con la lengua —Mark tuvo el juicio suficiente para quedarse callado, mirando a I.N—. Ahora, Lee Minho, explícame qué mierdas significa ese interés por las fotos de la ardillita.
Los ojos felinos se levantaron de la mesa y I.N vio la confusión. Definitivamente, Minho la había cagado, no sabía hasta qué punto, pero el gilipollas se había involucrado con Jisung y ahora iba a tener que sacarle los ojos. Mierda, no quería perder a la única persona en la que podía confiar.
—¿Qué quieres...?
Iba a hacerse el tonto y a dejarlo a él como un tonto. No le dio tiempo a continuar, la rabia explotó en su cuerpo y sus músculos y tendones reaccionaron más rápido de lo que el cerebro de cualquiera de los tres procesó.
Se levantó y subió encima de la mesa tan rápido que Minho no tuvo tiempo para esquivar el primer gancho que I.N lanzó directo sobre su cara. El chico se tambaleó hacia atrás y Yang Jeongin cayó sobre su cuerpo a horcajadas con el segundo golpe.
En el tercero pareció despertar y trató de agarrar a I.N de las muñecas. Probablemente no iba a golpearlo, era incapaz de hacerle daño fuera del cuadrilátero donde entrenaban. Su agarre férreo no sirvió de mucho cuando su frente golpeó contra la cabeza de Minho. La parte trasera del cráneo del hombre dio en el suelo con un ruido sordo y soltó un gemido lastimero.
—Ya basta, I.N. —La mano de Mark rodeaba su bíceps, el hombre estaba de pie, junto a ellos, agarrándolo para que no hiciese papilla al tipo que seguía debajo de él respirando con dificultad.
—No me toques —Los agarres en su brazo y sus muñecas se hicieron más firmes. Mark tiró de él con toda su fuerza separándolo de un Minho aturdido y dolorido que no soltaba sus manos por temor a ser golpeado de nuevo—. ¡He dicho que no me toques!
Se removió, pero el idol agarró su otro bíceps y, desde su espalda, tiró de él levantándole en vilo contra su cuerpo. Sus brazos se enredaron como una camisa de fuerza a su alrededor y I.N pateó, atinando un golpe sobre el pecho de Minho, que seguía en el suelo tratando de entender qué diablos estaba pasando.
La prensa alrededor de su torso y brazos le hizo hervir la sangre. Quería matarlos a los dos por ser unos jodidos traidores, por abusar de su confianza, por ignorar sus órdenes.
—¿Soy un puto chiste para vosotros, hijos de puta? —gritó I.N, absolutamente impotente.
—No entiendo qué pasa, I.N...
—¿No entiendes qué pasa? Débil cabrón, por tu culpa vamos a acabar los dos en el puto fondo del río Han.
—¿Qué está pasando, I.N? —La voz en su espalda sonaba demasiado cerca.
—Tú no tienes nada que decir aquí, mejor vete a chupársela a mi hermano. ¡Suéltame y lárgate de aquí!
—No voy a soltarte hasta que digas qué coño ha hecho Minho, además de hablar más de la cuenta.
I.N miró a Minho fijamente. El chico se había incorporado, pero seguía sentado en el suelo, con la cara marcada de golpes.
—¿Te has enamorado de la ardillita, Lee Minho? ¿Has sido tan gilipollas como para caer por él?
—¿Qué estás diciendo, I.N? Estás loco —contestó el aludido, mirándole frenético.
—¿Sientes algo por él? —preguntó, después de un par de respiraciones profundas que lograron calmar su furia.
—¡Claro que no! —replicó rápidamente.
—Si Dongyoon hyung da una orden, sea cual sea, serás tú quien la ejecute, ¿entendido? Si Han Jisung tiene que morir, serás tú el que apriete el puto gatillo o me encargaré de destruir todo lo que aprecias en la vida, ¿entendido?
Minho lo miró durante unos segundos y asintió una vez apretando la mandíbula.
—Te he dicho que me contestes cuando te hablo, Lee Minho. ¡¿Has entendido?!
—Sí, señor.
—Ahora suéltame, basura traidora. No quiero veros a ninguno hasta el lunes. —Cuando Mark aflojó el agarre dio un empujón y salió de la habitación sacudiendo sus manos, con los nudillos rojos.
Jisung estaba en el sofá tumbado mirando la televisión. Felix se había quedado en casa a pasar la noche y ahora dormía con la cabeza apoyada en el regazo de Seo Changbin en el otro sofá.
Desde los últimos acontecimientos las cosas habían cambiado entre ellos. Felix y Changbin seguían siendo pasivo-agresivos el uno con el otro, pero cada vez que se quedaba en casa acababa con la cabeza apoyada en el regazo del mayor hasta que se iban a la cama.
Changbin había empezado a aparecer en pijama incluso cuando Felix estaba allí y aunque pudiese parecer algo sin importancia, Jisung sabía que sí la tenía. Las puertas seguían abriéndose y él estaba contento porque el corsé con el que vivía su hermano parecía estar desapareciendo.
Esa tarde llovía, así que solo se tumbaron en el sofá para ver cualquier cosa en la televisión. Jisung echó una mirada de reojo a Changbin y Felix y frunció el ceño cuando percibió los ojos del más alto lejos de la pantalla, clavados en el perfil del polluelo que respiraba pesadamente sobre su muslo. «¿Qué mierda?», pensó desconcertado.
El intercomunicador del apartamento sonó y los tres se sobresaltaron.
—¿Esperas a alguien? —preguntó Felix con la voz soñolienta mientras se incorporaba sentándose en el sofá.
Negó con la cabeza y se levantó acercándose al dispositivo. Encendió el intercomunicador y su corazón se saltó un maldito latido.
—Hola... —dijo el chico a través de la pantalla.
Jisung apretó el botón de abrir y miró a sus amigos en el sofá: —Es Lee Minho. Creo... creo que ha pasado algo.
—¿Qué? —Felix se levantó sobresaltado.
—No lo sé.
Changbin los miró a ambos y suspiró: —¿Quieres estar a solas con él?
La pregunta cogió por sorpresa a Jisung, no sabía que Seo Changbin fuese tan perceptivo o considerado, la mayoría del tiempo solo se portaba como un pedazo de hielo.
—Me iré a casa —añadió Felix—, probablemente se quede a dormir y no quiero oír tu espectáculo.
—Es muy tarde y las habitaciones están insonorizadas —informó Changbin tranquilamente, levantándose —. Nos iremos a la cocina hasta que se lleve a Minho hyung a la habitación.
Jisung no pudo hablar mientras su carcelero encabezaba el camino y entraba seguido por Felix a la cocina. Dos segundos después, unos ligeros toques sonaron en la puerta del apartamento. Respiró hondo tratando de calmar sus nervios y abrió con una sonrisa.
El Minho al otro lado de la puerta era uno nuevo. Uno que él no conocía y que le hubiese gustado no tener que descubrir. Su ropa formal estaba empapada por la lluvia, el pelo caía ralo a los lados de la cabeza y tenía algunos golpes en la cara que empezaban a tomar un tono granate.
—¿Qué mierda te pasó, Minho hyung? —gimió dejándole entrar.
El chico dio un paso dentro y se quitó los empapados zapatos negros de vestir. Sus calcetines estaban en las mismas condiciones, pero Jisung no iba a decírselo. El chico se enderezó y le miró intensamente, sin decir nada.
De pronto sus brazos lo rodearon y lo pegó a su cuerpo con fuerza. La nariz de Minho fue directa al espacio debajo de su oreja y le escuchó aspirar el aire allí, esnifando su olor como una droga.
—¿Qué tal una ducha caliente? —preguntó en un susurro, acariciando el pelo que goteaba en la parte trasera de la cabeza. El chico solo asintió.
Se apartó y cogiendo su mano lo llevó hasta el baño de su habitación. Minho se quedó de pie, mirando al suelo. Parecía un enorme gato mojado, con esa aura triste alrededor que oscurecía el ambiente.
—Vamos a echar esa ropa a lavar, ¿vale? —dijo suavemente, agarrándolo de la barbilla para que lo mirase—. Te buscaré algo mientras te duchas, utiliza mi albornoz cuando acabes y dejaré la ropa sobre la cama.
Jisung depositó un suave beso en los labios y una pequeña sonrisa asomó en la comisura de Minho. Se sintió como un triunfo.
Salió de la habitación cuando escuchó el agua correr, dejando sobre las sábanas blancas una camiseta y un chándal. Minho era algo más grande que él y estaba al día con la dotación de músculos necesaria para ser un dios griego, las ropas deportivas eran las más indicadas cuando su espalda tenía unos cuantos centímetros más de envergadura.
En la cocina, Changbin y Felix estaban sentados en la mesa, con una taza de té caliente delante.
—Creo que se quedará a dormir.
—Me iré a casa, Sunggie, solo saca mi bolsa de tu habitación —dijo Felix, levantándose y acercándose al fregadero para dejar la taza.
En el trayecto, pasó junto a Changbin, y Jisung asistió impresionado al espectáculo más extraño que había visto nunca: la mano de Seo Changbingbin rodeó con firmeza la muñeca del más pequeño y se miraron durante unos segundos en los que algo raro crepitó en la habitación.
—Es muy tarde, dormirás en mi habitación, yo dormiré en el sofá —dijo el espíritu desconocido que había poseído el cuerpo de Changbin. Fue más una orden que cualquier tipo de invitación porque había usado la voz de "deja de joder y haz lo que te digo" que acostumbraba a poner cuando Jisung y Felix estaban siendo unos imbéciles o haciendo alguna estupidez.
—No es nec-...
—No vas a irte ahora, está lloviendo y es muy tarde —La mano enorme de Changbin no soltó el antebrazo del chico más joven—. Dormirás en mi habitación.
El asentimiento de Felix fue casi imperceptible y solo entonces su carcelero dejó la mano que asía y se giró hacia Jisung con las mejillas ligeramente ruborizadas. «Muy bien, esto definitivamente no es normal», se dijo a sí mismo.
—Tal vez puedas llevarle un poco de té... —sugirió Felix y él asintió mientras llenaba una taza grande con el líquido caliente.
Antes de salir de la cocina con la bebida volvió la vista a los dos chicos que ahora no se miraban el uno al otro y percibió el rubor en Seo Changbin y la timidez en Felix. Una sensación extraña le recorrió pensando que tratarían de matarse cuando desapareciese. O tal vez acabarían follando contra la encimera. No supo cuál de las dos le asustó más.
Sacudió la imagen bizarra de su cabeza y caminó hasta la puerta de su habitación. Llamó como si fuera un invitado, porque quería darle un poco de espacio e intimidad a Minho a pesar de que estuvieran en su propia casa.
—¿Sí? —La voz del otro lado le hizo sonreír como un imbécil.
—¿Puedo pasar? —preguntó.
—Esta es tu casa, soy yo el que ha venido a ocuparla —contestó el chico abriendo la puerta con las mejillas sonrojadas y el pelo húmedo de la ducha.
—Te he traído un poco de té. —Entró dejando la taza sobre el escritorio.
—Muchas gracias, ¿me prestas un secador antes?
—Siéntate y bébelo antes de que se enfríe. Te secaré el pelo —Se miraron un segundo y Jisung reculó rápidamente—. Solo si quieres... Si no, puedo traerte el secador...
—Me encantaría que me seques el pelo —contestó aquel hombre con una sonrisa tan malditamente tierna que el pecho de Han se apretó con fuerza.
Fue a su armario y cogió el aparato enchufándolo junto al escritorio mientras el chico se sentaba en la silla de cuero y daba un sorbo largo al líquido. Jisung cogió la toalla que Minho llevaba en su cuello y trató de secar la mayor parte de la humedad con toques suaves.
Encendió el aparato y apuntó a la cabeza de Minho. Enredó sus dedos en el pelo moviéndolo suavemente. El aroma del champú llegó a su nariz y fue consciente de que Minho olía a sí mismo en lugar del jabón de avena. Un nosequé posesivo surgió en su mente mientras los mechones se movían cada vez más libres de la humedad.
Minho había terminado el té cuando Jisung consideró que su pelo estaba suficientemente seco. Apagó el aparato dejándolo a un lado y, sin poder evitarlo, enterró ambas manos en aquella melena sintiendo la suavidad entre sus dedos, masajeando el cuero cabelludo.
El gruñido grave de Minho y cómo echó hacia atrás la cabeza buscando más de ese contacto enviaron una pequeña señal a su polla empezando a despertarla. Jisung se mordió el labio inferior cuando Minho le miró desde donde estaba. Sus cejas oscuras se apretaron.
—Te dije que no hicieras eso... —Su voz bajó una octava mientras Han daba un paso atrás alejándose del hombre.
—No estamos en público —susurró, lanzando una sonrisa ladina.
Las cejas de Minho se fruncieron y devolvió la misma sonrisa levantándose de la silla, caminando lentamente hacia él. Se veía absolutamente peligroso, como un depredador enfilando a su presa. Jisung pensó en ese momento que quería ser comido por esa pantera.
Se debatió durante dos segundos. ¿Debería preguntarle a Minho por qué tenía golpes en la cara? O, ¿quizá esperar a después de lo que sea que quisiese hacerle? El chico decidió por él. Lo agarró de la muñeca y lo tiró contra su cuerpo.
Los labios de Minho cayeron sobre los suyos y Jisung perdió un poco el sentido. Las bocas abiertas entraron en una dinámica explosiva, como cada maldita vez que se besaban. Ese hombre siempre besaba como si fuese a exprimir hasta la última gota de su alma. Las lenguas se entrelazaron mientras las manos de Minho lo asieron por las nalgas elevándolo un poco.
Entendió la indirecta; su cuerpo respondió envolviendo las piernas alrededor de las caderas de Minho mientras él lo apoyaba con agresividad contra el cristal de la puerta del balcón. Probablemente estaba dando una suerte de espectáculo para los edificios cercanos y eso, vergonzosamente, lo encendió un poco más de lo debido.
Minho dejó su boca y bajó por su cuello, marcando con fuego su garganta. Jisung meneó sus caderas, desesperado por sentir algo de alivio en su apretada entrepierna.
Estaba a su merced cuando el depredador molió contra él, restregando sus bultos aún vestidos. El jadeo ahogado de Jisung fue inevitable y su cabeza golpeó con suavidad el cristal a su espalda mientras los dientes de Minho se cerraban en un lado de su cuello. Oh, cómo le gustaba cuando hacía eso. Estuvo a punto de derramarse en los pantalones solo con aquellos roces.
—Mierda, Jisung... —Otro movimiento duro de caderas—. ¿Cómo puedes ponerme así sin hacer nada?
Las grandes manos del hombre se deslizaron por debajo de los pantalones de pijama y clavó los dedos en la piel de sus nalgas empujándolos más juntos, como si quisiera tatuarlo en su piel.
Dio unos pasos hacia atrás y caminó hacia la cama aún con la boca pegada a su garganta, que sabía que tendría marcas al día siguiente. En lugar de dejarlo caer, Minho se sentó en el borde de la cama y Jisung ajustó sus rodillas para estar a horcajadas en su regazo.
Se regocijó de la libertad que esta posición le daba y lo empujó con fuerza para tumbarlo. Han bajó tras él para besarlo: chupando su lengua, frotándolas entre sí, con un beso sucio y descuidado, lleno de jadeos y saliva.
La mano derecha de Minho apretaba la nuca de Jisung contra él mientras la izquierda se movía entre ellos, colándose en los pantalones del joven maestro para acariciar por encima de la ropa interior la polla dura que casi gritaba por la liberación.
Se separó de él buscando aliento y le miró, cerniéndose sobre el hombre que respiraba pesadamente y se lamía los labios. Jisung bajó las manos al dobladillo de su propia camiseta y se la quitó enderezándose sobre él.
Los ojos de su amante le recorrieron de arriba abajo con una reverencia para la que no estaba del todo preparado. Las manos subieron por sus muslos aún cubiertos por el pijama para trazar el contorno de su cintura camino a sus costillas. Han rodó sus caderas sobre el regazo del hombre y el chico tumbado abrió la boca para jadear.
—Me voy a correr en los pantalones si sigues meneando el culo sobre mí de esa manera —gruñó, afianzando el agarre de sus manos.
—Y no queremos eso, ¿verdad? Hay otros sitios mejores donde puedes correrte.
Minho se incorporó para besarlo, con los dientes apretándose en su labio inferior. La mano grande rodeó el cuello de Jisung mientras se movían el uno contra el otro.
No podía seguir esperando; se zafó de sus manos y se levantó para desnudarse rápidamente. La mirada oscura de Minho no se apartó de su piel cuando su erección saltó libre fuera de su bóxer negro.
—¿Hoy no llevas Versace? —preguntó el chico de repente, mirando la ropa interior en el suelo.
—La medusa es para salir, Calvin Klein para casa, ¿no te gusta? —contestó agarrando su propia erección y bombeando perezosamente. Jisung no se refería precisamente a los calzoncillos. Los ojos del chico sentado en la cama estaban fijos en los movimientos de la mano con la se masturbaba—. Desnúdate.
Minho obedeció como un esclavo y Jisung no pudo contener el gemido de placer cuando vio su cuerpo emerger de la ropa prestada. Intentó acercarse a él, pero Han levantó una mano.
—Túmbate en la cama, voy a montarte.
—Oh, joder —gimió el visitante, dejándose caer hacia atrás y subiendo hasta tumbarse en el centro de las sábanas blancas.
—Sí, justo eso vamos a hacer.
Antes de subir a la cama se acercó a la mesilla de noche, sacó un bote de lubricante y un par de condones y los dejó junto a la cabeza de Minho, que observaba todos sus movimientos con la respiración errática.
Jisung se cernió de nuevo sobre aquel cuerpo pálido y dejó un suave beso sobre los labios rosados de Minho, emprendiendo un camino hacia el sur. Tras sus labios pudo ver reflejada la humedad que dejaba allí. Mordió en su pectoral y la mano del chico se enredó en su pelo agarrando con fuerza.
Se encontró con uno de los pezones rosados de su hyung y lo tanteó con un golpe suave de la lengua. La respiración del hombre se trabó. Sonrió y comprobó con deleite como aquel pequeño guijarro se enardecía en cuanto lo rodó en su boca. Los ruidos ahogados de Minho y la fuerza que ejercía el puño sobre su pelo confirmaron que el hombre era particularmente sensible allí.
Con una de sus manos trazó el costado contrario haciendo cosquillas hasta llegar a la línea V que se marcaba en su cadera. Acarició allí y rodeó el ombligo siguiendo con su dedo índice la línea de vello fina. Deliberadamente evitó el duro trozo de carne que goteaba junto a su mano mientras abandonaba los pezones sensibles para seguir el camino que sus dedos habían hecho previamente.
Dejó un beso húmedo sobre la cadera y Minho trató de empujar contra él, contorsionándose un poco. Jisung soltó una risita suave y levantó un poco la cabeza para ver como Minho abría los ojos y le miraba aturdido. Sin apartar sus ojos de los de él, su mano agarró la hinchada polla apretando un poco y observó como la cabeza de Minho caía hacia atrás mientras un quejido lastimero salía de aquellos labios en forma de corazón.
Una gota de líquido preseminal se escapó de la cabeza roma del mástil y Jisung la esparció con el pulgar tocando suavemente, mientras Minho agarraba las sábanas en puños y empujaba su cuerpo contra su mano.
—¿Estás bien? —susurró sobre la polla, riéndose de él. Minho contestó con algún tipo de gruñido incomprensible—. ¿Qué necesitas? —continuó Jisung, con un bombeo apretado de su mano en el grueso trozo de carne.
Los labios de Jisung rozaron apenas el glande, esperando, de verdad, una respuesta del hombre que sufría allí tumbado. Los ojos de Minho volvieron a abrirse y le miró apoyando los hombros en las almohadas.
— Hazlo, Jisung... —contestó, sin apartar la vista de los dedos de Jisung en la base de su polla.
— ¿El qué? —Levantó una ceja—. Dime lo que quieres.
— Qui... —Tragó saliva cuando Jisung se mordió el labio inferior a posta—. Quiero que me la chupes.
—Exígelo —ordenó Jisung y vio como los ojos de Minho brillaban antes de agarrar de nuevo la cabeza de Jisung y empujarlo contra su erección.
— Chúpamela. Quiero sentir tu garganta alrededor de mi polla.
Jisung obedeció. Abrió la boca y metió todo lo que pudo dentro. Notó en el fondo el sabor salado de las gotas de líquido. Con su mano rodeó lo que quedaba fuera y empezó con el movimiento.
Tragó la erección subiendo y bajando la cabeza, estableciendo el ritmo que quería, primero rápido, después lento. Recorrió con la lengua todo el mástil, apretando sobre la hendidura en la parte superior. La respiración de Minho era un desastre, los sonidos que salían de sus labios incendiaron la sangre de Jisung y volvió a llevar el miembro hasta la garganta.
La mano del otro agarró con más fuerza y empujó, jodiéndole la boca con desesperación. El vaivén de las caderas de Minho excitó a Han. Con sus dedos limitó la entrada hasta donde le era cómodo y le dejó hacer mientras con su otra mano masajeó sus bolas.
El gemido ahogado le hizo mirar hacia la cara del chico que yacía en la cama. Estimulado por la reacción de Minho, acarició el perineo mientras sus labios se cerraban sobre la punta de la polla y chupaba con fuerza.
Su hyung tiró de Jisung hacia atrás bruscamente, apartándole de su entrepierna.
—Joder tu boca es una delicia —El pulgar de la otra mano de Minho recorrió su labio inferior mientras el hombre se incorporaba para atraerlo a su cara y besarle con fuerza. Su mano todavía enredada en su pelo, controlando los movimientos de Jisung—. Boca abajo, ahora.
La demanda categórica se sintió como una descarga en su vientre. Obedeció tumbándose boca abajo y giró la cabeza para verle colocarse entre sus piernas. Sus manos agarraron sus nalgas con fuerza separando los cachetes y Jisung levantó el culo provocando.
El estallido de la tapa de la botella de lubricante se escuchó alto y su corazón empezó a latir como un tambor de guerra. El líquido frío cayó por la raja, pero las cálidas manos de Minho le acariciaron los muslos calmando el sobresalto. Cuando llegaron sobre los huesos de sus caderas tiró de él hasta que Jisung apoyó las rodillas levantando la parte inferior de su cuerpo.
Volvió de nuevo la vista hacia atrás y observó al hombre arrodillado tras él, con sus dedos acariciando su trasero y esparciendo por todas partes el lubricante. «Otra vez esa mirada», Jisung casi se echó a reír por la reverencia con la que Minho le observaba, como un devoto rezando a su deidad. Que el dios fuese precisamente el culo en pompa de Jisung lo hacía todo más ridículamente caliente. Porque él estaba deseando que le corrompiese de todas las formas posibles.
Los dedos presionaron sobre su orificio fruncido mientras su otra mano agarraba su erección y bombeaba suavemente. Jisung perdió el tren de sus pensamientos cuando un dedo entró en él y aguantó la quemadura suave respirando hondo.
—Estás tan apretado que podría correrme solo recordando cómo se siente estar dentro de ti —susurró Minho, dando una ligera mordida en su nalga mientras el dedo lubricado empezaba a moverse.
Su mano moviéndose en su polla y el segundo dedo que entró casi lo hicieron enloquecer. Contuvo los gemidos aplastando su cara contra la almohada mientras empujaba más el culo contra Minho. Dios santo, como lo deseaba. El cuerpo de Jisung era como una carga de C4 ahora mismo y las falanges que entraban y salían de su apretado orificio parecían el detonante perfecto para la explosión.
Tomó aire cuando un tercer dedo entró lentamente, Minho dejó su polla por un segundo para gotear un poco más de lubricante sobre aquel altar que ahora estaba adorando. Cuando curvó los dedos al salir, Jisung vio las estrellas por un corto segundo, ahogando un grito.
Aquello pareció envalentonar al otro, que empezó un vaivén incesante con su mano, buscando su punto en cada una de las embestidas mientras Jisung luchaba contra las ganas de correrse. Tenía que aguantar, quería que esto durase un poco más.
De pronto se sintió vacío y fue capaz de girar la cabeza y enfocar cómo Minho se arrodillaba y se colocaba un condón. Dejó caer más lubricante sobre su miembro enfundado y movió la mano sobre la asta un par de veces.
—¿Qué pasa? —preguntó, lamiéndose los labios y mirándole.
—Hazlo ya —contestó Jisung, agarrando las sábanas con anticipación. La risa coqueta de Minho le erizó la piel.
—¿El qué?
—Meterla.
—¿Meter qué? —Joder, se estaba vengando, pero Jisung no iba a ponerse tímido cuando estaba a cuatro patas en su cama con el culo en pompa lubricado y preparado para él.
—Meterme tu polla.
—¿Eso quiere el príncipe? —Las manos de Minho acariciaron el interior de sus muslos, estremeciéndolo—. ¿Quiere que meta mi polla en su culo, joven maestro?
—Sí, hasta el fondo, quiero que me la claves tan profundo que pueda saborearla.
Minho gruñó con aprobación y alineó la cabeza de su miembro en el agujero de Jisung. El primer empujón quemó como el infierno, pero respiró hondo relajándose mientras el hombre entraba lentamente.
Un centímetro a la vez, cruelmente despacio, Minho se enterró en él hasta que las nalgas del joven maestro estaban contra la piel del chico. Las respiraciones pesadas de ambos hacían eco en la habitación.
Minho salió despacio y volvió a entrar con la misma velocidad. Jisung se sentía miserablemente cachondo, pero le enterneció de algún modo que tuviese el cuidado necesario para no dañarle. Después de unos minutos de suavidad, se desesperó.
—Más —exigió, saliendo al encuentro de su embestida lenta—. Dame fuerte, más.
—¿Quieres más? —Puntuó su pregunta entrando con fuerza, tirando de las caderas de Jisung contra él hasta que sonó el chasquido de la piel golpeando contra la piel.
—Oh, sí —gimió.
Minho se convirtió de pronto en un martillo percutor. Los dedos clavados en la piel de las caderas de Jisung tiraban de él hacia atrás. Se clavaba tan profundamente en su interior que fue inútil tratar de contener los gemidos.
El ritmo criminal amenazaba con lanzarlo sobre el borde en cualquier momento. Los sonidos obscenos y masculinos que salían de la boca del hombre que follaba su culo le estaban haciendo enloquecer. Llevó su mano a su propia erección y acarició al ritmo de los embates.
El cuerpo de Minho se curvó sobre su espalda y sintió sus labios en su nuca. Los gemidos ahogados y descontrolados tan cerca de su oreja le erizaban la piel, mientras sentía su trasero siendo taladrado. Uno de los brazos de Minho se apoyó en la cama junto a su cabeza y la mano que aún estaba en su cadera empujó hacia abajo tumbándolo del todo en la cama.
El movimiento le hizo estremecer. La primera embestida en la nueva posición fue tentativa, en la tercera encontró el punto en el que debía golpear para tener a Jisung con los ojos en blanco y gritando por más.
La polla de Minho parecía tener un GPS para clavarse en su próstata cada vez que se retiraba. El entusiasmo y la precisión de sus acometidas le tenían temblando. Metió la mano bajo su cuerpo y apretó la base de su polla para no correrse.
La boca de Minho se cerró sobre el lóbulo de su oreja mientras bajaba un poco el ritmo, dándoles un descanso a ambos. Jisung estaba perdiendo la cabeza y era incapaz de articular una frase coherente. El hombre estaba ahora tumbado sobre su espalda, con todo el cuerpo sobre él y sus codos apoyados a ambos lados de la cabeza de Jisung.
—Quiero destrozarte... —susurró de pronto, con el aliento pegado a su cuello—. Quiero partirte y hacerte llorar de placer...
—Joder, hazlo —gimió Jisung moviendo el culo contra él—. Dame todo lo que tengas... Rómpeme, destrózame, arruíname...
La mano de Minho se cerró en su pelo y tiró hacia atrás ganándose un gemido lastimero. Golpeó con fuerza hasta el fondo dos veces y Jisung cerró los ojos con fuerza y vio puntitos blancos tras sus párpados.
—Más, por favor —rogó, desesperado por llegar—. Estoy tan cerca que puedo sentirlo, dame todo lo que tengas, por favor.
—Como el príncipe ordene —jadeó el hombre a su espalda.
Las caderas de Minho se empujaron con más fuerza que antes, más rápido. Jisung gimió, su polla frotándose contra las sábanas bajo su cuerpo mientras la de Minho perforaba su culo con renovado entusiasmo.
Se sentía tan lleno, lo estaba follando tan fuerte, tan despiadadamente, que se le atascó el aliento en la garganta. La cadencia adquirió un tinte asesino cuando Minho arremetió contra la próstata de Jisung sin piedad. Su mano fue bajo su cuerpo y no hizo falta más que un roce de los dedos callosos del hombre para que Jisung se corriese en las sábanas gritando su nombre.
El vaivén no paró ahí. Minho pegó su boca al cuello de Jisung y chupó mientras cabalgaba su orgasmo, apretando su cuerpo contra él, envolviéndole, eliminando cualquier pensamiento racional de la cabeza de Jisung con la polla castigadora que empalaba su culo sin tregua.
Tenía la sensación en su miembro hipersensible de que se correría otra vez en cualquier momento. A pesar de su descarga, su erección se mantenía mientras el mástil de Minho seguía clavado dentro de él.
Cuando los movimientos de las caderas de Minho se volvieron erráticos, Jisung supo que el chico iba a correrse. Apretó sus músculos internos y escuchó los gemidos fuertes del otro. Se metió dentro de él hasta la empuñadura de un empujón.
—¡Jisung! ¡Joder! —gritó, apretando la mano en el pelo del chico. Podría jurar que tuvo otro orgasmo, aunque nada salió de su polla.
El cuerpo caliente y agitado se dejó caer sobre él. Jisung jadeaba por aire, de verdad necesitaba respirar, aunque la sensación de tener a Minho encima extraordinaria. El hombre se apartó de él suavemente, saliendo de su interior.
Lo escuchó levantarse e ir al baño, volvió unos segundos después y se tumbó en la cama a su lado, con la mano recorriendo la espalda de Jisung. Él aún era incapaz de reaccionar.
—Príncipe, tienes que levantarte. Hay que cambiar las sábanas —susurró dándole un apretón en el hombro.
Jisung gimió una queja y se giró dejando su espalda contra el pecho de Minho. El chico lo acarició el costado, con sus yemas recorriendo el tatuaje, y dejó un beso en su sien.
Sabía que tenía razón. Trató de incorporarse para ir a la ducha y Minho lo ayudó. Caminó con pasos inseguros, aún mareado, hacia el baño.
—¿Dónde están las sábanas limpias?
—En la cómoda —Su voz sonó como un graznido y se aclaró la garganta antes de continuar—. En el tercer cajón.
El hombre gloriosamente desnudo sonrió acercándose al mueble: —Ve a la ducha, yo las cambio.
Jisung asintió y entró en el baño para limpiarse. El agua caliente cayó por su cuerpo adormeciendo aún más sus músculos, que parecían de gelatina. Evitó su pelo y se frotó con el jabón con olor a flores que siempre compraba. Se limpió a conciencia los restos de su encuentro y maldijo en voz baja por el dolor que sabía que vendría.
Cuando terminó admiró en el espejo su cuello marcado. Minho apareció tras él, apoyándose en el marco de la puerta que había dejado abierta.
—¿Dejas la puerta abierta siempre que te duchas?
—No me pareció necesario cerrarla cuando acabas de follarme hasta la garganta. Literalmente —bromeó, mirándolo, mientras terminaba de secarse. El tipo que tenía los hombros más amplios del mundo y la cara llena de golpes se sonrojó como un colegial—. ¿Mala noche?
—No desde que llegué a esta casa.
—Bien, entonces, ¿mala tarde?
—Algo así.
Jisung caminó hacia él y lo besó en los labios. Lo empujó suavemente y fueron juntos a la cama recién hecha. Se tumbó completamente desnudo y agarró el cobertor para taparlos cuando Minho se acostó frente a él. Fuera el cielo parecía estar cayéndose. La lluvia golpeaba repetitivamente la cristalera del balcón mientras la oscuridad cubría todo.
La mano de Minho fue hasta su mejilla y lo acarició tan suavemente que casi le hizo llorar. Su mano llegó hasta su nuca y se arrastró el espacio que los separaba para apretar el cuerpo del joven maestro contra él en un abrazo.
Una sensación agridulce se instauró en el corazón de Jisung. Minho tenía ese extraño poder, le volaba la cabeza con un beso desgarrador y al segundo siguiente lo abrazaba como si significara todo para él.
Pero no significaban nada el uno para el otro. Es decir, llevaban unas semanas viéndose demasiado a menudo. Comiendo juntos, cenando juntos. Esta era solo la segunda vez que Minho dormía en su casa y Jisung no sabía nada de él. Ni siquiera le había preguntado si tenía pareja antes de besarlo.
—Hyung, ¿tienes novio? —preguntó de repente contra su pecho.
—¿Qué?
—¿Que si tienes novio, pareja?
—Ah, no, claro que no —aclaró con una risa suave—, no me acostaría contigo si tuviera pareja, Jisung...
—Vaya... Es bueno saberlo. No quería ser una gata rompehogares —contestó, con un suspiro sonoro.
La risa de Minho era aguda y un poco tímida, como si no estuviera muy acostumbrado a usarla. Le gustaba hacerlo reír siempre que podía.
—¿Vas a decirme qué te pasó?
—Cosas de trabajo...
—Ah... ¿Eres el guardaespaldas de I.N hyung?
—Ehm... Sí, se podría decir que sí.
—Entonces, ¿fue atacado?
—¿Qué? No, claro que no.
— Y, ¿por qué tienes la cara llena de golpes?
Cuando Minho no contestó, Jisung se quedó en silencio también. Había algo oscuro alrededor de Lee Minho, I.N y Mark. Los tres tendían a ser crípticos con sus respuestas, particularmente Mark, teniendo en cuenta que había cruzado dos frases con el hombre.
Que Minho llegara a la puerta de su casa mojado por la lluvia y con la cara decorada por los puños de alguien le apretaba demasiado el corazón. No quería respuestas a medias ni misterios extraños, a Jisung no le gustaba complicarse la vida.
Sin embargo, estaba ahí, entre los brazos de un hombre que tenía cicatrices y una maleta repleta de secretos. Cerró los ojos aspirando el olor de su propio jabón en la piel de Minho. No olía como él cuando lo llevaba, o como Felix. La reacción química en su piel era más exquisita, aunque seguía prefiriendo el olor a gel de ducha de avena.
—Entiendo que no nos conocemos lo suficiente, pero no quiero complicarme la vida —susurró Jisung y los brazos de Minho se apretaron a su alrededor—. Solo quiero que entiendas que, si me dejas fuera de esto, no puedo ayudarte. Y si no puedo ayudarte no es justo que aparezcas en la puerta de mi casa como un animal abandonado.
—Lo entiendo... —Su voz sonó rota y sus brazos se soltaron un poco.
—No te estoy echando, Minho hyung —aclaró y sintió el suspiro de alivio que soltó el chico—. Lo que trato de decir es que me gustaría poder ayudarte, pero si no quieres ayuda no me compliques la vida. No sé si las personas que te golpearon vendrán detrás de mí. No sé si te merecías esos golpes. No sé las razones por las que te los dieron. No sé a qué se dedica tu jefe exactamente. Diablos, ni siquiera sé si fuiste a la universidad, o dónde vives.
—Nadie vendrá tras de ti, nadie. No lo permitiría.
—¿Y las demás preguntas?
—Sí, me merecía los golpes. Las razones son complicadas. Mi jefe tiene empresas de ocio nocturno. No fui a la universidad. Vivo en Gwangjin-gu.
Jisung suspiró negando suavemente. Las razones complicadas le preocupaban, pero entendió, por el tono del chico, que la conversación había terminado. Dejó que sus ojos se cerraran, al fin y al cabo, estaba profundamente cansado.
—Lo digo en serio —comentó en un susurro—. No permitiré que nadie venga por ti. Nadie te hará daño. Te lo dije, voy a protegerte.
—¿Me vas a proteger de ti?
Nadie más habló esa noche y, sorprendentemente, durmió de un tirón protegido por esos brazos que Jisung sabía que ya le habían complicado la vida.
***
1/4 (¡Hoy subiré cuatro para celebrar el Día del Libro!)
Navegantes, este capítulo es infinito, pero todos los que son 🔞🔥 me salen larguísimos.
Nos vemos en el infierno
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