12. Los cambios de opinión

🎶Banda sonora: All about love - Marina🎶

El sol golpeaba en sus párpados cerrados. Trató de estirarse, pero su brazo estaba aprisionado y hormigueaba. Movió los dedos de su otra mano, sintiendo la piel suave bajo sus yemas. El cuerpo caliente y desnudo del chico estaba acurrucado contra su pecho, de espaldas. Minho se había envuelto a su alrededor en algún momento de la noche y no se había movido más.

Acarició el hombro descubierto de Jisung. Se apartó un poco para admirar su nuca y sus omoplatos, haciendo un recorrido de toques suaves como una pluma.

Han se retiró y Minho fue capaz de liberar su brazo. Lo agitó un poco para que recuperara el riego sanguíneo y volvió a girar para admirar el perfil y la espalda del joven maestro que dormía a su lado.

Tiró de la sábana que lo cubría pobremente desde el pecho y continuó con el recorrido de sus dedos. La piel de Jisung era tan suave, tan perfecta...

Era significativamente más pequeño que él, aunque eran casi de la misma altura. Sin embargo, su cuerpo delgado tenía músculos bajo la piel. Su índice recorrió la columna vertebral, desde el cuello hasta el coxis, había marcas en sus caderas de la presión que los dedos de Minho habían ejercido esa noche. Se le escapó una sonrisa de suficiencia cuando el tour de sus manos pasó por allí.

Estiró la palma sobre la nalga izquierda descubierta y apretó un poco, solo un poco. Su culo era irreverentemente bonito. Estaba allí, mostrándose de forma descarada y Minho quiso darle un buen bocado.

Sigiloso se acercó a esa nuca que tenía ante él y olfateó. Todavía conservaba el olor de la colonia lujosa que utilizaba, completamente distinta a todo lo que había olido nunca. Ese olor que ahora vivía de forma permanente en sus fosas nasales. El aroma de las cosas que no podía tener.

Su mano subió con un nuevo itinerario que empezó en la cadera marcada y continuó en la cintura estrecha. Llegó hasta su costado y acarició la curva pronunciada. Sus dedos rodearon su brazo, sus bíceps se marcaban, aunque estaba relajado, tan masculinos y sexys...

Jisung se movió un poco y agarró su muñeca, tirando de él para pegarlo más a su espalda. Guardó su mano con recelo contra su pecho y Minho sonrió enternecido.

Dobló su brazo libre y apoyó su cabeza en la mano, elevándose sobre el hombro del joven para mirar su cara dormida. Su mano izquierda, aprisionada por las de Jisung, se abrió en el pecho sensible y lampiño del hombre y lo sintió suspirar.

El pelo se veía aplastado en algunos lugares y completamente despeinado en otros. Los labios se separaron para dejar salir un resoplido soñoliento. La carne rosada era como una invitación. Quería entrar en esa boca otra vez. Quería entrar en Jisung una y otra vez.

Podría quedarse allí para siempre. De hecho, rezó a un montón de entidades divinas para que le dejasen quedarse allí para siempre. Despertar con ese cuerpo cálido y delicado a su lado era algo que solo se había atrevido a soñar algunas veces.

Se sintió dichoso, como si la fortuna le hubiese sonreído por fin, después de tanto tiempo. Aunque las razones por las que estaba allí no eran las correctas, el simple hecho de tener sus extremidades enredadas con las de Jisung era suficiente para asegurar su felicidad.

Era sorprendentemente familiar estar así, no se sentía incómodo entre las sábanas blancas de algodón egipcio. De verdad quería quedarse para siempre. No porque las sábanas fueran suaves, ni por el olor del suavizante, ni por el lujo. Eso era una mierda comparado con el aroma de Jisung o el brillo de su piel bajo el rayo de sol que se colaba entre las cortinas abiertas del ventanal de la habitación.

Minho se tumbó del todo, con una mano aprisionada entre las de Jisung en su pecho y la otra pasando bajo su cabeza de nuevo, a pesar de la amenaza de adormecimiento. Su nariz se pegó a la cabeza ajena. De verdad necesitaba quedarse así para siempre.

La sensación de inquietud llegó de repente, cuando recordó cómo había llegado a donde estaba, no desde la fiesta, sino desde su vida. En un segundo estaba hipnotizado por la sensación del cuerpo de Han entre sus brazos y al siguiente estaba pensando en cómo la existencia privilegiada del joven maestro le había dado la posibilidad de oler a lujo. Mientras Minho había vendido su humanidad a cambio de un plato de comida y un techo para resguardarse.

Lee Minho supo de Jisung un par de años atrás. Dongyoon hyung llevaba tiempo sospechando de Han Jihyeon, así que necesitaban una amenaza que le hiciera entrar en vereda. Así es como funcionaba la organización: los acuerdos no se firmaban ante notario, se basaban en el terror a ser castigados si había una traición. Y la mejor forma de mantener a Jihyeon dentro del redil era tener control sobre su hijo.

Minho no tenía conciencia del momento en el que Jisung se convirtió en una obsesión. Siempre desde lejos, observaba la risa del chico que le levantaba las mejillas redondas. Tenía una extraña fijación por esa boca rosada con dientes de ardilla que ahora soltaba ligeros ronquidos ante él.

Lo que sí recordaba fue la primera erección que provocó: el día que lo vio jugando al baloncesto bajo el sol implacable del mediodía. Llevaba el flequillo echado hacia atrás con una cinta y se movía torpemente entre los oponentes. Minho observaba desde el coche, aparcado junto a la cancha, con las gafas de sol puestas y el aire acondicionado a 17 grados centígrados. Fue uno de los días que más cerca estuvo de él antes de conocerle.

El cuerpo delgado y esbelto se movía a trompicones por la pista y no podía dejar de mirar cómo la camiseta larga mostraba su pecho cuando se agachaba, como el sudor que mojaba los mechones de su pelo resbalaba por su cuello. El juego terminó y él no era consciente de quién demonios había ganado porque todo lo que podía ver era a Jisung sacándose la camiseta para secarse con una toalla parado a solo tres metros de la ventanilla tintada de Minho. Y su pantalón se apretó tanto que tuvo que marcharse de allí para no seguir mirándole.

Ahora, Lee Minho tenía entre sus brazos al único hijo de Han Jihyeon. Había estado sobre él, debajo de él, dentro de él y no había tenido nada que ver con la misión.

Apretó los dientes y cerró los ojos tratando de diluir la rabia que le nublaba la vista. Tenía que tratar de alejarse de él, al menos emocionalmente hablando. Jisung era el arma arrojadiza que Dongyoon hyung y I.N querían tener en su arsenal. No podía aferrarse a este misil, porque acabaría explotando de todas formas. Y él tenía personas que proteger.

«Levántate de la cama ahora mismo y márchate», se dijo a sí mismo. Pero justo cuando lo intentaba, Jisung despertó suavemente y giró lo suficiente para quedar boca arriba. Sus ojos hinchados trataban de enfocarse antes de mirar a Minho y esbozar la más dulce de las sonrisas. «No, no, no», gritó internamente. Quería ponerle una orden de alejamiento a esa sonrisa criminal que acababa de paralizarlo.

Como un pequeño gatito, Jisung se giró en sus brazos y lo encaró, colocando la cabeza justo debajo de la barbilla de Minho. Un sonido salió del chico que ahora lo abrazaba, con los labios contra su pecho, soplando aire caliente en la piel de los pectorales de Minho.

Los dedos de la mano derecha de Jisung acariciaron su espalda y dibujaron formas aleatorias allí mientras se acurrucaba más cerca de su pecho e inhalaba ruidosamente

—Me gusta el jabón de avena que usas —susurró contra su piel.

—A mí me gusta el olor de tu perfume —confesó en el mismo tono bajo.

—Estoy pensando en cambiarlo...

—¿Por qué?

—El de I.N hyung huele parecido...

Minho frunció el ceño confundido mientras enredaba los dedos en su pelo alborotado: —No es cierto, tu perfume y el suyo no tienen nada que ver.

—¿Tú crees?

—Por supuesto que lo creo. No cambies de perfume, Jisung, me gusta el que usas...

El asentimiento fue casi imperceptible y se quedaron en silencio por unos minutos. Los labios de Jisung se posaron en su pecho dejando un beso húmedo y el corazón de Minho se descontroló por completo atizando contra sus costillas.

—Tu corazón late tan rápido... —murmuró Jisung llevando su mano al centro de su pecho.

—Lo siento... —Aunque no sabía por qué pedía perdón.

—No me molesta, me gusta cómo se siente contra mi mano y cómo se escucha si apoyo la cabeza en tu pecho... Es algo como... correcto...

«Joder, no». Oficialmente Lee Minho acababa de ser desarmado y ya no podía hacer nada contra las palabras que salían de su boca: —Nosotros juntos... Se siente correcto.

Escuchó a Jisung aspirar el aire y quedarse en silencio, tenso entre sus brazos. Se arrepintió por unos segundos, pero ya no podía hacer nada para volver atrás.

—¿Tienes que trabajar hoy? —preguntó Jisung, apartándose un poco de su pecho y mirándolo a los ojos. Minho negó con la cabeza porque no estaba seguro de no cagarla de nuevo si decía una palabra más estando en una situación tan jodidamente vulnerable—. ¿Quieres que pasemos el día juntos? —Las mejillas de Jisung enrojecieron un poco y pareció tímido por un segundo.

—Sí, claro que sí — respondió sonriendo, más contento de lo que debería.

I.N iba a matarlo. Iba a desollarlo y colgar su piel al sol para secarla y hacerse unas botas. Solo después de que Dongyoon hyung destruyera todo a su alrededor. Ambos iban a deshacerse de él y a hacerlo sufrir cuando se dieran cuenta de lo que estaba pasando con Minho.

Pero no importó una mierda porque Jisung le devolvió la sonrisa y vio cómo sus mejillas regordetas se inflaban. Y vio los dientes de ardilla en esa boca deliciosa. Minho besó su sonrisa y rezó por ser capaz de apartarse de él cuanto antes. 

Keunabeoji-nim Jihyeon iba a caer sobre Changbin como una plaga. Se había despertado más tarde del mediodía por primera vez en muchos, muchísimos años. Después de leer la nota sobre la mesa, comió algo ligero y aprovechó para cambiar las sábanas de su habitación y hacer la colada. Había buscado su teléfono para llamar a Jisung y confirmar que todo estaba bien. Pero su móvil no estaba. Joder, tampoco estaba la chaqueta que había llevado puesta.

En la fiesta de la noche anterior, después de su colapso mental, Felix lo instó a salir de la habitación tras una hora de silencio cómodo en la que había acabado con su cabeza sobre el regazo contrario. No se había pronunciado ni una palabra hasta que el más pequeño recibió el mensaje de Jisung y salieron.

Minho hyung se había quedado a dormir y Changbin no se quejó, procuraba cumplir sus promesas y prometió más libertad a Quokka. Por lo tanto, tampoco se había molestado cuando leyó la nota sobre la mesa. Pero cuando intentó contactar con él para comprobar si estaba bien, entró en pánico al darse cuenta de que no tenía su teléfono móvil.

Cogió su ordenador e intentó hacer una videollamada a Jisung, pero no contestó. En el tercer intento desistió y llamó a Felix. El polluelo contestó, pero solo vio negro.

—Es una videollamada, Felix, aparta el teléfono de tu oreja.

La mueca desconcertada del chico apareció en la pantalla. Estaba en una cama de sábanas azules, con el pelo revuelto y la cara soñolienta.

—Dios santo, Lee Felix son casi las dos de la tarde, ¿por qué estás durmiendo aún?

—Ah, déjame en paz, Gorila. ¿Qué quieres?

—Anoche me dejé la chaqueta en casa de I.N.

—¿Y qué?

— Que mi teléfono móvil estaba dentro y necesito recuperarlo.

Felix se frotó los ojos en la pantalla y apartó un poco el teléfono, ahora solo podía ver el techo de la habitación. Cuando volvió a enfocar el dispositivo, estaba sentado. Changbin se fijó en el pecho descubierto que ya no tenía la sábana encima y se sonrojó un poco.

—Y, ¿qué se supone que debo hacer? —preguntó, un poco más despierto.

—Jisung está por ahí con Minho hyung y no coge mis llamadas, necesito que intentes llamarlo tú porque no sé si no contesta porque cree que voy a hacerle volver o porque le ha pasado algo...

—Cálmate, hyung, intentaré llamarlo ahora, ¿de acuerdo?

Babe... —Una voz grave y desconocida sonó tras Felix y éste giró la cara a su espalda sorprendido — ¿Con quién hablas?

—Ah... Será un momento... —contestó Felix confundido antes de volver la cara a la cámara de nuevo —. Voy a llamarlo ahora, volveré a contactar contigo en un rato.

—¿Estás bien? —preguntó Changbin antes de que colgara.

Estaba preocupado por el chico, ese pequeño pinchazo que le hizo fruncir el ceño era solo preocupación, nada tenía que ver con Felix despertando semidesnudo en la cama de un hombre. La alimaña asintió a la pantalla y colgó, pero envió un mensaje con su ubicación y una instrucción clara: Si no te he llamado en quince ven a buscarme.

Felix tendía a complicar la vida de Seo Changbin. Era impulsivo y caprichoso, hacía locuras todo el tiempo y se acostaba con muchos, muchísimos hombres. Algunos terminaban bien, otros no lo hacían tanto.

Normalmente era Jisung el que rogaba a Seo que fueran a buscarlo cuando quedaba atrapado con algún imbécil que se creía con derechos que Felix no le había dado. Y él por supuesto obedecía porque Jisung lo pedía, ¿verdad? De repente no tenía tan claro que esa fuese la razón real.

La llamada entró cinco minutos después, en los que Changbin se había levantado para ponerse un pantalón vaquero oscuro y una camiseta negra, preparado para salir corriendo.

—He hablado con él, efectivamente creyó que ibas a regañarle por salir de casa. —Había risa en la voz del polluelo y eso tranquilizó al chico.

—¿Qué ha dicho del teléfono?

—Minho hyung llamó a I.N hyung para que lo busque y te lo lleve esta tarde. Dice que llegará en unas tres horas —Su alma dejó su cuerpo por unos segundos, porque enfrentar a I.N era aún peor que enfrentar a Keunabeoji-nim. Tragó duro y Felix le miró a través de la pantalla—. Voy a ir a darme una ducha y después voy a tu casa, ¿vale? No vas a estar solo con él.

—No quiero que venga aquí —respondió rápidamente—. Vuelve a llamar a Jisung, dile que avise a I.N hyung-nim que yo iré a la casa a buscarlo.

—¿Quieres que te acompañe?

—Por favor...

—Bien, iré a darme una ducha, pasa por mi apartamento en una hora.

Lo miró y asintió suavemente. Felix cortó la llamada con una sonrisa cálida. «Dios santo, Seo Changbin, eres un hombre adulto, compórtate como tal», se dijo a sí mismo.

Changbin era un chico tranquilo, siempre lo había sido. Keunabeoji-nim Jihyeon solía decir que era como un anciano en el cuerpo de un niño pequeño. Después creció, se entrenó y sus hombros eran más intimidantes, sin embargo, nunca había sido una persona agresiva y solo hacía uso de su cuerpo para proteger a Jisung y, más tarde, a la pequeña alimaña que tenía como amigo.

Era muy consciente de sí mismo, pero I.N, siendo bastante más flaco que él, lo hacía sentir débil y vulnerable de una manera desagradable. No quería enfrentarse a ese hombre a solas nunca más, aunque sonase cobarde.

Se puso una sudadera negra y cogió las llaves del coche pensando en que fue absolutamente estúpido guardarlas en los pantalones de cuero mientras dejaba el teléfono en la chaqueta. Si ambas cosas hubiesen estado juntas se habría percatado de que salió medio desnudo de aquella casa. Pero le apremiaba tanto marcharse de allí que no se dio cuenta de que dejaba todo atrás.

Cuando llegó a la puerta del edificio donde Felix rentaba su apartamento, él ya le esperaba en la acera. El chico se subió al coche con la cara seria y se puso el cinturón del asiento del copiloto.

—Bien, vamos a recuperar tu preciado teléfono... —dijo mientras Changbin arrancaba y ponía rumbo al norte de la ciudad.

—¿Bien anoche? —preguntó de repente, sin ser consciente de dónde había salido ni lo que quería decir exactamente. Tampoco entendía por qué necesitaba desesperadamente que dijese que no había sido para tanto.

—¿Ah? —Por el rabillo del ojo vio cómo Felix lo miraba confuso. Al parecer, él tampoco comprendía muy bien a qué venía ese comentario—. Ehm... Sí, supongo.

—Pensé que te irías a casa cuando nos marchamos.

—Bueno, me fui a una casa... Aunque no fuese la mía —bromeó tranquilamente Felix.

—Ya veo... — Le salió más oscuro de lo que había pretendido. Changbin solo estaba preocupado por él, por el amigo de su mejor amigo. No tenía ninguna otra motivación extraña.

—¿Qué te pasa hoy, Gorila hyung?

Su estúpido cerebro le estaba jugando una mala pasada. Hasta ese momento, no había sentido el fuego de la ofensa cuando Felix lo insultaba. Ahora mismo, Changbin se sentía dolido, más que enfadado.

En su dinámica anterior, cuando Lee Felix era sólo el imbécil amigo de Jisung que no se despegaba de él ni con agua caliente, los sobrenombres eran como parte de su interacción. Él lo llamaba cosas feas y Changbin se refería a él como alimaña, pero nunca permitía que esas estupideces le afectaran.

Era diferente. Todo a su alrededor lo era. La energía en la cabina del vehículo se notaba pesada y apretó las manos en el volante.

—Deja de llamarme así.

—¿Prefieres Carcelero-ssi?

—No. Prefiero que me llames por mi nombre y dejes de faltarme al respeto.

—Sabes que no puedo, hyung, es superior a mis fuerzas.

Los ojos grandes y marrones de Felix brillaron cuando hizo un puchero, fingiendo inocencia. Changbin tragó duro y volvió la vista a la carretera mientras trataba de llegar a aquella casa cuanto antes.

Lee Felix tenía ese tipo de cara inocente que engañaba a todo el mundo, pero Changbin lo conocía demasiado bien. Era salvaje y profundamente impulsivo, utilizaba esas facciones de polluelo para sacar provecho de las situaciones, pero con él no funcionaba. Bueno, al menos hasta ese instante, en el que deseó no haberlo llamado para no tener que verlo haciendo un puchero con los labios abultados.

«De verdad estoy perdiendo la cabeza». 

Han Jihyeon encendió su ordenador en el despacho de la planta 30. Era sábado, pero no era raro que estuviese allí un fin de semana. En su bandeja de correo electrónico había una foto de Jisung con un hombre en una discoteca.

Se había acostumbrado a las extravagancias de su hijo, inevitablemente no podía hacer otra cosa más que tragar y callar. Todavía tenía la esperanza de que esa fase rebelde desapareciera y acabase por casarse con alguna buena mujer. Sin embargo, allí estaba la prueba de su indiscreción.

En la foto, Jisung tenía los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, su cuello rodeado por la mano de un hombre. La dirección del remitente la conocía, era uno de los hombres de Park Dongyoon. El texto era conciso: ¿Cuántos millones de wones vale Han Jisung?

Jihyeon estuvo a punto de colapsar. Buscó a tientas en el cajón con doble fondo con las manos temblando. El sudor se filtraba por el cuello de su camisa y estaba empezando a hiperventilar. Tiró del nudo de la corbata que le aprisionaba la tráquea y llamó cinco veces al número de teléfono, pero nadie contestó.

Empezó a desesperarse cuando no devolvían su llamada, así que agarró su teléfono personal y llamó a Jisung, quién, sorprendentemente, se dignó a responder en el tercer tono.

—Buenas tardes, padre —dijo frío al otro lado del teléfono.

—Jisung, hijo, ¿estás con Changbin?

—Sí.

—Ah... bien... ¿Todo está bien?

—Sí, padre. ¿Tú estás bien? ¿Madre está bien?

—Sí, sí, estamos bien. Solo quería saber de ti. Quizá tú y Changbin podrían venir mañana a casa...

—No —Su hijo lo interrumpió secamente sin dar más explicaciones—. Tengo planes mañana. Y estoy ocupado ahora mismo.

Jihyeon escuchaba ruido de fondo, por lo que interpretó que Changbin y él habían salido a algún sitio y se sintió tentado a ordenarle que volviera a casa cuanto antes. Pero sabía cómo terminaría. En cambio, se despidió y cuando cortó la llamada mandó un mensaje a Changbin haciendo precisamente eso: ordenarle que volviesen a casa.

Volvió la mirada a la pantalla del ordenador y abrió el correo que acababa de llegar con el mismo remitente. Era otra foto de Jisung, vestido con un jersey suave de color gris y un vaquero, hablando por teléfono con la cara seria. Por un segundo no procesó lo que estaba viendo, hasta que leyó el texto: Una pena que esté ocupado mañana. ¿Cree usted que Han Jisung vale 2000 millones de wones?

El hombre mayor palideció dejando caer las manos sobre el escritorio. Trató de llamar unas veinte veces más con el teléfono que ocultaba en su escritorio, pero nadie respondió. El hombre de Park Dongyoon estaba tan cerca de Jisung como para haber escuchado su respuesta.

Tomó una decisión más empujada por la desesperación que por la razón. Realizó las transacciones que faltaban para entregar en la cuenta de destino los 2000 millones de wones que había estado reteniendo. Cerró el ordenador y rezó para que el nuevo enemigo que acababa de conseguir fuese un poco menos peligroso que Park Dongyoon.

***

3/3 ¡Saludos otra vez, navegantes!

Acaban de transferirse 2000 millones de wones que pertenecer a los Park, ¿cómo creen que resultará?

No sé si escuchan las canciones, pero al principio de cada capítulo pongo una. Esta es el himno de los protagonistas y una de mis canciones favoritas<3

Nos vemos en el infierno

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