11. La pérdida de control
🎶Banda sonora: Drunk-dazen - Enhypen🎶
Estaba a punto de golpear a ese niñato. Estuvo a un maldito segundo de romperle la cara con sus puños. Y el hijo de puta de Mark había vuelto a interrumpirlo delante de todos.
Se levantó del sillón donde se había quedado, entre la putita de su hermano y el perro fiel de Han Jisung, y caminó hasta la cocina. Agarró con fuerza la encimera y cerró los ojos relajando su respiración. Era consciente de que lo que Mark hizo había sido lo correcto, pero aun así le golpeaba el orgullo. Ese imbécil no tenía ningún derecho a interponerse o a tocarlo. O a existir.
Sintió unos brazos rodearlo y un cuerpo más pequeño se pegó a su espalda. La cabeza descansaba entre sus omoplatos, justo debajo de su nuca. Apretó más fuerte la encimera tratando de no golpear a la persona que había detrás de él.
—Oppa... —La voz femenina ronroneó con la mejilla contra su espalda. Esperaba que no estuviese manchando de maquillaje su chaqueta azul marino porque iba a tener un problema—. Hacía tiempo que no te veía, me alegré mucho de que me invitaras.
I.N se dio la vuelta entre los brazos de la chica para verle la cara y sonrió falsamente. Trabajaba para la organización, de hecho, la razón por la que estaba en la fiesta era para ayudarlo a conseguir el teléfono de Changbin.
—Hola, preciosa, te ves increíble hoy. —De verdad se veía bien con ese vestido negro y esperaba que fuese lo necesario para traer de entre los muertos al mojigato que seguía sentado en el sofá.
—Oh... tú también te ves muy bien, oppa —Sonrió, coqueta, acariciando el pecho de I.N con sus dedos finos y cálidos—. ¿Por qué no tomamos algo en privado?
I.N consideró seriamente la oferta. Conocía a la chica desde hacía tiempo y se lo pasaban bien juntos, podría follársela y después mandarla con Changbin. Necesitaba liberar la tensión de su cuerpo de alguna forma.
La agarró de la nuca y se acercó a ella rozando sus labios.
—I.N —Mark lo llamó desde la puerta de la cocina interrumpiéndolos.
Lo miró y el agarre se apretó sobre la nuca de la joven inconscientemente. Ella gimió apartándose un poco y I.N la dejó libre. Miró a Mark con la ceja elevada y apreció durante un segundo cómo el hombre se lamía los labios despacio.
«Oh, joder», qué ganas tenía de matar al hijo de puta. Qué ganas de arrancarle la lengua y sacarle los ojos. Qué ansias por cortar cada uno de sus dedos con unas tijeras de podar oxidadas y sin afilar. Quería encerrarlo en el sótano de su casa y quebrar todos sus huesos. Torturarlo de todas las maneras conocidas y después arrojar su cuerpo a los cerdos.
—Preciosa, necesito un favor —dijo sonriendo suavemente mientras acariciaba la perfecta mejilla de la chica—, hay un chico en el salón, es bajito, pero grandullón, con muchos músculos y parece estar completamente fuera de lugar, como si le hubiesen obligado a estar aquí.
—El que estaba a tu lado, sí —afirmó ella devolviéndole la sonrisa.
—¿Te gusta, preciosa?
—No más que tú, por supuesto, pero se ve como un buen bocado.
—Bien, necesito que te comas ese bocado. Y necesito que en el proceso lo dejes seco y me traigas su teléfono móvil sin que él se dé cuenta.
La chica sonrió y asintió con una mirada pícara. I.N no pudo evitarlo y cayó sobre sus labios. Saboreó el gloss de sandía y abrió la boca para meter su lengua dentro. La agarró por la cintura, pegándola a su cuerpo mientras ella jadeaba aferrándose a sus hombros.
Sus manos bajaron al culo, levantándola contra él sin separar sus labios de los suyos, antes de que el carraspeo del incómodo espectador volviese a interrumpirlo. Se separó de la chica a regañadientes y le regaló una sonrisa con hoyuelos completamente tierna.
—Vamos, preciosa, cuanto antes lo hagas, antes podremos estar juntos.
La empujó suavemente con una ligera nalgada y ella salió con paso feliz de la cocina. La puerta volvió a cerrarse y oyó el clic de la cerradura. La música resonaba a través de las paredes, pero aquel espacio estaba vacío ahora. Solo dos personas permanecían, una a cada lado de la habitación.
—¿Qué coño fue eso con el joven maestro?
—Ahora no, Mark. —Se dio la vuelta y se sirvió una copa de güisqui, bebiéndola de un trago.
—Entonces, ¿cuándo?
No respondió, porque no le debía ni un segundo de su tiempo a ese cabrón altivo y traidor.
Escuchó los pasos y sintió la mano en su hombro. Se giró agarrando la muñeca para apartarla, retorciéndola en un movimiento rápido. La otra mano de Mark fue directa al cuello de I.N y lo asió con tanta fuerza que pensó que le rompería la tráquea.
El hijo de puta sinvergüenza empujó a Yang Jeongin con su cuerpo contra la encimera, apretando los dedos alrededor de la garganta del hombre. Él afianzó su agarre en la muñeca retorcida y su otra mano subió para tirar de la que le asfixiaba.
—¿Cuándo, I.N? —preguntó acercándose más.
No podía hablar. Esa mano le impedía hablar y sentía que el riego sanguíneo no llegaba normalmente a su cerebro. Era dolorosamente consciente de que Mark no estaba utilizando toda la fuerza que tenía. Solo estaba demostrándole quién mandaba allí, quién tenía el poder para girar la situación a su favor.
Acercó la nariz a su mejilla y empujó con los dedos para hacerle ladear la cabeza. I.N trató de atacar su brazo para romperlo, pero el agarre en su cuello era tan invalidante que le hizo perder la concentración y la fuerza. No podía luchar contra él ahora. Necesitaba que lo soltase, necesitaba tenerlo lejos.
—Deja de apretar la boca o te asfixiarás más rápido —murmuró en su oído, con sus labios acariciando el lóbulo como una pluma.
I.N no quería ceder, no quería hacer ningún sonido de queja o súplica. En ese momento preferiría morir antes de darle el gusto al cabrón que lo aprisionaba contra el mármol.
Mark apretó su cuerpo bruscamente contra el de I.N. No fue una insinuación suave, no fue una broma coqueta, fue Mark moliendo contra la entrepierna de I.N mientras el hombre gemía en su oído y apretaba el agarre en su cuello.
El chispazo de excitación que lo sacudió le hizo poner los ojos en blanco. Lo recorrió de los pies a la cabeza concentrándose en su bajo vientre. Quiso apartarse, pero le era imposible moverse entre el cuerpo ardiente y la encimera que se clavaba en sus nalgas.
La lengua de Mark lamió la concha de su oreja y clavó los dientes en el lóbulo. I.N abrió la boca para respirar cerrando los ojos. Los dedos que estaban en su cuello se aflojaron sin apartarse y pudo tomar bocanadas de aire irregulares conteniendo las lágrimas que amenazaban con caer de sus ojos.
—Así está mejor... —La nariz del idol acarició su mejilla y sus labios se quedaron muy cerca de los de I.N—. Apenas puedo mantener el control cuando se te marcan los hoyuelos...
—Voy a matarte. Tarde o temprano te mataré —gruñó atropelladamente Jeongin y el agarre de su cuello volvió a fortalecerse.
Mark molió una vez más contra su cuerpo y esta vez fue incapaz de contener el suave jadeo que se escapó de sus labios abiertos. Vio la sonrisa de suficiencia en la cara del contrario por el rabillo del ojo y quiso llorar de rabia.
—¿Tienes ganas de matarme, I.N? —preguntó apartándose lo suficiente de su piel.
—Sí... —Fue lo único que pudo escupir antes de volver a jadear cuando el cuerpo onduló contra él.
—No lo creo... —bromeó el tipo—. Creo que tienes ganas de que te folle tan duro contra esta encimera que no puedas caminar en los próximos días.
Su boca se acercó a la de I.N y comprimió su garganta con los dedos. I.N sentía su cerebro pesado y la vista nublada por las lágrimas y la falta de oxígeno. Estaba perdiendo la fuerza en las manos y no podía saber cuánto estaría consciente antes de caer redondo en el suelo de la cocina.
—Quiero hacer un desastre contigo, pequeño... —gimió sobre sus labios.
El aliento caliente se le metió en la boca y sintió la lengua sobre su labio inferior. Se revolvió tratando de dar una patada, pero su atacante lo levantó, dejándolo de puntillas con sus pulmones ardiendo por la falta de aire.
—Sabes a sandía, es asqueroso —se quejó Mark y I.N hubiera reído si no fuese porque ahora mismo colgaba del brazo del hombre cerca de la hipoxia.
Se separó de él de repente y I.N tosió con fuerza doblándose sobre sí mismo, tratando de recuperar el aliento.
—Hablaremos —concluyó saliendo de la cocina.
I.N cogió el vaso sobre la encimera y lo estrelló con fuerza contra la puerta. ¿Con qué maldita autoridad se atrevía ese hijo de puta a hablarle así? Tosió un par de veces más antes de girarse y beber a morro de la botella de güisqui.
Suspiró con fuerza y se frotó el cuello con las manos. Otra vez tendría putas marcas. Su piel era como un lienzo para los moratones. A menudo el golpe más estúpido le dejaba una marca violácea durante días. Iba a tener que usar cuello vuelto. Le tocaba los cojones usar cuello vuelto.
El puño se estrelló con fuerza en la encimera y se arrepintió al instante. El dolor subió hasta el hombro haciéndolo temblar. Tenía que calmarse; debía buscar a Seo Changbin ahora mismo.
La chica que minutos antes estaba reptando a su alrededor ahora bailaba en medio de la sala con otras dos. Se acercó desconcertado y la miró sin decir nada. Ella se acercó a su oído: —Subió corriendo las escaleras hace cinco minutos y no ha bajado.
I.N gruñó exasperado. Fue al piso superior y buscó habitación por habitación. La luz del baño de la habitación principal estaba encendida y sonrió. Se acercó y abrió sin llamar. La mirada del hombre fue de auténtico miedo y estuvo a punto de echarse a reír.
—I.N hyung-nim... Discúlpeme, ya me marcho —se excusó tratando de huir, pero Yang Jeongin fue más rápido y cerró la puerta, apoyando la espalda en ella mientras lo miraba.
Seo Changbin dio dos pasos hacia atrás, hasta chocar torpemente con el lavabo a su espalda.
—¿Qué haces aquí, perro fiel? — preguntó, provocando.
—Necesitaba un poco de tranquilidad, pero ya me marcho.
—¿No te gusta mi fiesta? —I.N hizo un puchero exagerado mirándole.
El hombre estaba completamente aterrorizado y le pareció divertido. Se fijó en que había dejado la chaqueta negra con la que había llegado sobre el lavabo y ahora la agarraba con fuerza en un puño.
—No es eso, solo me sentí un poco abrumado por el ambiente, I.N hyung-nim —contestó bajando la cabeza.
—Una de mis amigas está muy interesada en ti... Hace un momento vino a quejarse de que la habías dejado sola mientras trataba de hablar contigo... ¡Qué grosero de tu parte!
—Ella es...—Yang Jeongin levantó la ceja mirándolo con interés renovado, de verdad esperaba que fuese capaz de defenderse—...insistente. Y yo no estoy interesado.
—¿No es suficiente para ti?
—No es eso lo que he dicho, simplemente no estoy interesado en ella.
—¿Tienes novia? —I.N hizo una pausa y el otro solo negó con la cabeza y sus mejillas enrojecieron.
Joder, no tenía sentido que un hombre así se sonrojara con una pregunta tan estúpida. Pero su piel estaba calentándose y veía el rubor bajar hasta su cuello y su pecho, que se mostraba entre las solapas de la preciosa camisa blanca que llevaba puesta.
—¿Por qué no te has quitado la chaqueta al entrar a la casa?
—¿Qué? —El hombre levantó la cabeza y lo miró desconcertado.
—¿Por qué no te has quitado la chaqueta al entrar a la casa? A veces creo que eres un poco lento, Seo Changbin...
A I.N empezaba a encantarle la expresión que hacía el chico cuando lo insultaba. Era, a todas luces, un pusilánime, pero algo dentro de esos ojos oscuros y estrechos le decía que estaba siempre a punto de estallar. Y Yang Jeongin era un maldito experto en poner a la gente al límite.
—Porque no quería —contestó secamente—. No veo cómo eso podría ser de su incumbencia, I.N hyung-nim.
Oh sí, eso era lo que estaba buscando, una pequeña veta que hiciera que el temperamento del hombre explotara. Necesitaba saber más de él, necesitaba conocer cada maldito punto débil que tuviese para utilizarlo en su contra.
—Oh, claro que lo es, ¿no lo has entendido aún? Todo lo que pasa bajo mi techo es mi asunto.
—¿No decía que esta no era su casa?
—Bueno, no vivo aquí, pero sigue siendo mi casa. Y no me gusta que me lleven la contraria, creía que había quedado claro en nuestro primer encuentro —Se acercó un poco más a él—. ¿Por qué no estás interesado en mi amiga? ¿Tienes otros gustos quizá? Podría presentarte a alguna de las chicas de abajo...
—No se ofenda, hyung-nim, pero mi ropa y mis preferencias no son de su incumbencia. Esté o no debajo de su techo. —Su voz era suave y apretó la mano que sostenía el abrigo mientras hablaba.
—¿Acaso te gustan los chicos, Seo Changbin? ¿Estás enamorado del joven maestro?
Los ojos del hombre se clavaron en los suyos y vio cómo apretaba los dientes. Ahí estaba, había encontrado el lugar que buscaba. Dio un paso más, quedando a pocos centímetros de él. Su cuerpo rígido y tenso se enderezó, pero no asustó a I.N a pesar de ser significativamente más ancho que él.
—Entonces, ¿estás enamorado de Jisung? ¿Debo decirle a mi amigo que tiene algo de competencia? —Sonrió inocentemente y vio como los ojos del chico fueron un segundo a sus hoyuelos antes de dirigirse a la pared lejos de él.
—Se lo dije entonces y se lo repito, Jisung y yo solo somos amigos. No hay ni habrá nada más entre nosotros. No tengo ningún sentimiento romántico por él.
—Ah... Entonces, por eso no estás interesado en mi amiga. —Era una afirmación, pero él se lo tomó como una pregunta.
—Le he dicho que no siento nada por Jisung más allá de nuestra amistad.
—No, claro que no, pero prefieres las pollas —La cara del hombre se encendió y su piel tomó un tono que le recordó al zumo de tomate. La mano de I.N lo empujó por el pecho antes de que pudiera reaccionar y sonrió.
Changbin se había preguntado muchas veces en su vida la razón de su mal karma. En ocasiones pensaba que en sus vidas anteriores debió ser muy mala persona, quizá un asesino, un ladrón, un abusador. Esa era una de esas ocasiones.
La palma helada de I.N se estampó contra su pecho, que ardía por la vergüenza de saberse expuesto ante él. El empujón lo cogió desprevenido y tuvo que agarrarse al mármol del lavabo para no caer contra el espejo.
Era consciente de que no había cerrado la puerta con seguro y eso lo ponía más frenético. No quería que nadie entrase, no quería que nadie lo viese con esa camisa blanca que a duras penas lo cubría, con ese pantalón de cuero, con ese hombre tocándolo.
La mano fría acarició con una inesperada suavidad su pecho hasta colarse entre las solapas de la tela blanca y llegar a su hombro y sus clavículas. La piel de Changbin se erizó. Nunca, en su vida, había sentido la mano de otra persona tocarlo de esa forma. Y una parte oculta y miserable de él quería más de ese toque.
No se consideraba una persona particularmente exigente con sus estándares, diablos, ni siquiera tenía estándares. Pero era un ser humano y se excitaba como cualquier otro. Se masturbaba de manera regular, más como un trámite para liberar la tensión que como algo realmente sexual. No había tenido ese tipo de contacto físico con un hombre nunca, pero sabía que le gustaban los chicos desde mucho antes de saber lo que era el sexo.
Cuando tenía 12 años tuvo un enamoramiento secreto por uno de sus compañeros y no pudo evitar sentir vergüenza. No es que él mismo tuviese algo en contra de los homosexuales, entonces o ahora, pero había crecido en un entorno fuertemente tradicional. Al marcharse su madre, su padre fue lo único que tuvo como ejemplo. Y su padre sí tenía algo en contra de la homosexualidad.
Recordaba la cara de disgusto que ponía siempre que hablaban en privado sobre la delicadeza de Jisung. Incluso antes de que toda Corea supiese que Jisung era gay, Changbin y su padre ya lo sabían. Y su padre estaba horrorizado y asqueado del hecho.
A pesar de que el joven maestro fue sincero y abierto con Seo Changbin durante toda su vida, para él había sido imposible hablar sobre sus preferencias. De hecho, una de las razones por las que se rehusaba a mostrar interés en nadie era el miedo a ser expuesto. Tal y como lo estaba siendo en ese instante.
Su corazón latía rabioso cuando la otra mano de I.N tiró de las solapas de la camisa abriéndola más. «¿Por qué sus manos están tan frías?», se preguntó estúpidamente cuando las yemas se apoyaban sobre su pectoral izquierdo.
La respiración salía de forma irregular por sus labios entreabiertos y cerró los ojos con fuerza. No necesitaba ver a ese hombre convirtiéndolo en una masa temblorosa. Los dedos del chico rozaron su pezón y Changbin jadeó. Sus manos fueron directas a los antebrazos de I.N impidiéndole el avance.
Abrió los ojos para mirarlo fijamente, necesitaba entender qué estaba pasando, por qué el joven maestro I.N querría tener sus manos gélidas sobre la piel de su pecho. Se arrepintió en el momento en que sus pupilas se encontraron.
La media sonrisa de I.N era un ataque directo. Ese hombre disfrutaba humillándolo. Los dedos volvieron a moverse sobre el pezón y se estremeció de horror. La sonrisa en la boca del chico se ensanchó y ojos se convirtieron en dos líneas rectas.
Esto estaba fatal. Necesitaba marcharse antes de joderla. Pero I.N era una fuerza ineludible.
Ni en sus peores pesadillas habría pensado que estaba tan mal de la cabeza. Los dedos de la mano que estaba en su hombro se movieron a pesar de la restricción que Seo Changbin ejercía en la muñeca. Los sintió como un roce suave sobre el inicio de su cuello, donde latía su pulso descontrolado.
Se sentía como en una especie de bruma cuando la cara del chico empezó a acercarse a la suya. «¿Va a besarme?», se preguntó por un segundo cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás para evitarlo.
Para su sorpresa, los labios aterrizaron húmedos en el punto donde se unían sus clavículas. El calor que su aliento y su saliva dejaron en su cuello contrastaba con las frías manos que Changbin apretó inconscientemente contra su piel.
El cuerpo más bajo empujó entre las piernas y él le hizo espacio sin ser realmente consciente de lo que estaba haciendo. El calor se filtraba por sus pantalones de cuero. «¿Por qué sus manos siguen frías?», volvió a preguntarse.
—Suéltame o me dejarás marcas otra vez, Seo Changbin... —susurró sobre la piel de su cuello y Changbin se mordió el labio inferior con fuerza para controlarse.
—I.N hyung-nim... —susurró, asustado y confundido.
—Baja las manos ahora, Seo Changbin —ordenó con una voz que lo hizo temblar de nuevo.
Obedeció. No podría hacer absolutamente nada si I.N no se lo ordenaba. Dudaba de que pudiese salir de aquel baño, apartarlo o caminar si el joven maestro no le daba un mandato categórico. Joder, sabía que seguía respirando porque era una función automática.
Soltó las manos y las colocó de nuevo sobre el mármol del lavabo en el que estaba apoyado porque no sabía qué hacer con ellas. El que sí sabía qué hacer con las suyas era I.N. En menos de dos segundos su camisa estaba abierta y fuera de la cintura de su pantalón, las puntas del kimono colgaban a los lados y las palmas recorrieron de arriba abajo.
—¿Por qué insistes en esconder todo esto? —murmuró el mayor—. Contéstame, ¿por qué te escondes? —preguntó de nuevo, esta vez un poco más alto, con sus ojos clavándose en los de Changbin.
La saliva se le atragantó en la garganta y tragó duro: —No... no me gusta llamar la atención.
—Tsk —chasqueó la lengua y negó suavemente con la cabeza—. ¿Qué más escondes?
Las manos llegaron al vientre de Changbin y se agitó cuando rozaron el borde del pantalón. Los dedos finos burlaron al chico, yendo de un lado al otro, del ombligo al botón que cerraba el tejido de cuero, alrededor de la cintura, subiendo y bajando por su pecho.
—Te he hecho una pregunta, ¿tienes más secretos? —I.N susurró acercando su cara de nuevo a la piel de Seo Changbin y esta vez él no cerró los ojos.
Los labios se posaron sobre el pectoral izquierdo de Changbin, donde su corazón frenético golpeaba contra las costillas hasta doler.
El sonido de la puerta golpeando contra la pared estalló en la habitación y tenía los sentidos tan adormecidos que sus dedos se clavaron en el mármol. Cuando sacudió la cabeza fue consciente de que Mark apretaba la mandíbula y miraba con la ceja levantada la escena dentro de la estancia.
—Se suponía que tenía que mantenerte a salvo, grandullón —bromeó el que acababa de entrar en un tono plano.
Changbin se sintió tan mortificado por la vergüenza que se apartó de I.N como si tuviese una enfermedad contagiosa. Se miró a sí mismo por un segundo, con su pecho descubierto. Agarró ambas solapas de la camisa cerrándola torpemente y salió de allí como alma que lleva el diablo.
De nuevo, el karma que Changbin tenía golpeó cuando, al emprender el camino por aquel pasillo en busca de algún lugar donde esconderse, encontró de frente a su peor pesadilla: Felix lo miraba absolutamente desconcertado. Sus ojos lo recorrieron de arriba abajo y Seo Changbin estuvo a punto de golpearlo cuando la ceja del chico se levantó apreciativa.
Entró a la primera puerta que encontró abierta y trató de cerrarla, pero el chico empujó con una fuerza inesperada, abriéndola.
—¿Qué está pasando? —preguntó mientras cerraba la puerta tras él.
Fue incapaz de responder. Solo quería que la tierra se abriese y lo tragara. Se sentía profundamente avergonzado por lo que acababa de hacer.
Sin embargo, la parte racional de su cerebro lo golpeó con la amarga culpabilidad de haber mantenido un encuentro con el hombre que lo había insultado y tratado como basura. El mismo hombre que había tenido una pelea con el mejor amigo por defenderlo a él. «Dios, ¿qué está mal conmigo?». Se sentía terrible ahora mismo y solo quería echarse a llorar en su cama y despertar por la mañana sin la sensación de haber cometido el peor error de su vida.
—Changbin hyung, ¿estás bien? —volvió a preguntar el rubio frente a él.
Se tapó la cara con las manos porque no podía mirarle. Los dedos pequeños y finos se enrollaron en sus muñecas y dieron un suave tirón.
—Por favor, dime qué está pasando, ¿Jisung está bien? —Changbin solo asintió ante la nueva pregunta—. Y, ¿tú? ¿Estás bien?
Su garganta se sentía pesada, no sabía qué responder. Felix lo empujó suavemente hasta que se topó con algo detrás de sus rodillas y se dejó caer. Sentado en el borde del colchón, la mano del otro chico fue a su cabeza suavemente antes de separarse de él.
Se marchó de la habitación y Changbin se arrepintió de no haber contestado. Se sentía más vulnerable de lo que se había sentido nunca y descubrió, sorprendido, que no quería estar solo. Quería que Felix se sentara a su lado y le acariciase la espalda haciendo círculos mientras su otra mano pequeña y cálida se posaba en su antebrazo. Seo Changbin de verdad necesitaba un abrazo ahora mismo.
«¿Qué he hecho?», se cuestionó a sí mismo de nuevo apoyando los codos en sus rodillas. La puerta ante él se abrió y se sobresaltó. Felix entró con una sonrisa suave y una botella de agua en la mano. Cerró tras él y pasó el seguro.
—Changbin hyung, no sé qué está pasando, pero vamos a estar bien, ¿de acuerdo? Todo va a estar bien —dijo tendiéndole la botella.
El chico acercó una silla del escritorio y se sentó frente a él imitando su postura, con los codos sobre sus rodillas, mirándolo directamente. Seo Changbin agradeció internamente que hubiese vuelto, pero no sabía por qué.
—Hice algo horrible, Felix —susurró mirando al suelo.
—¿Has hecho daño a alguien, Changbin hyung? —preguntó el otro tranquilamente.
—No... es solo que... Dios, estoy tan avergonzado —Volvió a cubrirse la cara con las manos—. No sé cómo volveré a mirar a Jisung.
—Estás empezando a asustarme... ¿Pasó algo con su chico?
—¡No, claro que no! —se indignó—. Nunca haría algo así. Yo respeto las reglas.
Felix se echó a reír fuerte y le dio una palmada en su rodilla: —Bueno, entonces cuéntame qué pasa.
—Yo hice... algo... con un chico.
—Ah... —la cara sorprendida de Felix estaba ante sus ojos—. ¿Te acostaste con un chico? Estoy seguro de que a Sunggie no le importa eso, hyung, no te mortifiques.
—No me acosté con él... solo... solo fue algo como... ¡Arg! —gimió exasperado—. Tuve una especie de encuentro... sensual con... Dios, qué vergüenza...
—Deja de tartamudear, Changbin hyung, no estamos en 1930, los encuentros "sensuales" —Hizo las comillas con los dedos—, no son algo malo y nadie va a juzgarte. ¿Quién fue el afortunado que te sacó del cascarón?
No pudo evitar la sonrisa de sus labios, mientras trataba de ordenar sus pensamientos y confesarle a ese dolor en el culo que acababa de casi besar a I.N en el baño.
—I.N hyung-nim... —susurró.
—¡¿Qué?! —Felix lucía genuinamente sorprendido en ese momento, con sus enormes ojos abiertos del todo y la boca en forma de o.
—Sabía que no debía habértelo dicho....
—No espera, calma... —El chico suspiró y le agarró la mano a Changbin—. ¿Te forzó?
—No lo sé... Es decir... Yo no quería al principio y él insistió demasiado, y se puso tan cerca que me puse nervioso y no podía hablar. Y sus manos están tan frías, y me tocó... —Las palabras salían a trompicones de su boca y no sabía por qué estaba vomitando toda esa información vergonzosa.
—Dios, tengo ganas de matarlo ahora —escupió de pronto Felix.
—¿Qué? ¿Por qué? No lo hagas, Lee Felix, ese hombre da miedo, es peligroso y te hará daño. —Los dedos de Changbin tiraron inconscientemente de la mano que lo sujetaba.
—No lo haré. Tranquilo. De todas formas, Jisung no se enfadará contigo por eso. Si quieres contárselo estaré contigo, ¿vale? Me pondré de tu parte. Y si no quieres hacerlo guardaré tu secreto. —«Ah, joder», esa sonrisa tierna no era algo para lo que Changbin estuviese preparado.
—¿Puedo abrazarte? —¿Esa era su voz? ¿Era Changbin el que había dicho eso en voz alta?
El chico sentado en la silla se tensó momentáneamente y Seo Changbin deseó por décima vez esa noche que una grieta se abriese en el suelo y lo llevase hasta derretirse bajo las placas tectónicas. No sabía qué demonios le pasaba últimamente. No entendía por qué de pronto necesitaba un abrazo, él nunca había necesitado uno. Y esa noche estaba exigiendo el segundo.
—Sí —contestó Felix sacudiendo un poco la cabeza y volviendo a sonreír—. Puedes abrazarme siempre que quieras, Gorila hyung.
Felix se levantó de la silla y se encorvó pasando sus brazos por los hombros de Changbin, que continuaba sentado en el borde del colchón. El pelo le hizo cosquillas en la nariz cuando la cabeza se apoyó en su cuello. Seo rodeó el cuerpo del chico con sus brazos.
El pollito era delgado y cálido y tenía la necesidad de sentirlo más cerca. Tiró del chico contra su cuerpo enderezándolo, con los brazos enrollados alrededor de su cintura estrecha. La mejilla derecha de Changbin se apoyó sobre el pecho de Lee Felix y respiró hondo sintiendo el olor del suavizante y el perfume.
Su estúpido cerebro visualizó por un corto segundo cómo se sentiría la piel de Felix contra la suya si no hubiese ropa de por medio. «Estoy perdiendo la cabeza», pensó, pero no se apartó del agradable calor que desprendía el pecho del rubio.
—Así de mal estamos, ¿eh? —susurró bromeando el más joven mientras enredaba las manos en su pelo con caricias tranquilizadoras.
Changbin se encontraba tan confuso y débil que no sabía ni quién era realmente.
—Sí... —contestó.
Ninguno de los dos volvió a hablar. Las manos pequeñas no dejaron de enredarse entre las hebras oscuras del pelo de Changbin mientras el sonido del corazón retumbando en las estrechas costillas lo tranquilizaba.
—Dongyoon acaba de llamar. La fecha de entrega está acordada. Necesita el móvil de Seo Changbin cuanto antes.
I.N cogió la chaqueta olvidada sobre la encimera y rebuscó en los bolsillos. Levantó entre sus dedos índice y pulgar el teléfono mirándolo a través del espejo. Lo lanzó hacia atrás y Mark lo cogió y se lo metió en el bolsillo interior de la americana.
No podía hablar ahora mismo con él y deseaba que saliera del baño antes de que hiciera una locura. Era su segundo polvo frustrado de la noche. Los dos interrumpidos por el mismo hijo de la gran puta que ahora daba un paso hacia él.
Metió la mano dentro de su chaqueta despacio y sacó la Glock 26 de 4ª generación* que siempre iba con él, apoyándola en el lavabo, bajo su mano derecha. Volvió a mirar al hombre en el espejo y vio cómo sus ojos se alejaban de la mano que empuñaba el arma para recorrer su espalda y sus piernas. I.N estuvo a punto de meter una bala entre sus ojos.
*N/A: Una Glock 26 es una pistola común, bastante popular por su comodidad y calidad. Las de 4ª generación permiten adaptar la empuñadura al diámetro de la mano.
—Te dije que no quería estar en la misma habitación que tú si no estaba Minho. ¡Lárgate!
—No. —De verdad iba a matarlo, tendría que meter su puto cadáver en un bidón de ácido y esperar a que se desintegrara. No le apetecía tener que lidiar con el peso del cuerpo muerto de Mark. Aun así, agarró bien el arma y se giró para encararlo, aún sin apuntarle, solo como una amenaza.
—Te estás pasando, Mark. Estás colmando mi puta paciencia, de verdad. Lo que sea que tengas con mi hermano no te salvará de un tiro en la cabeza, te lo aseguro.
—¿Y arriesgarte a acabar muerto tú también? —preguntó apoyando casualmente la espalda en la pared junto a la puerta abierta y encendiendo un cigarrillo.
—Con gusto te veré en el infierno si sigues jodiendo mis planes.
—¿Qué es lo que acabo de joder, exactamente?
—¿Acaso no viste lo suficiente? El perro fiel es maricón, la chica no hubiese conseguido nada.
—Así que, ¿te sacrificaste por la misión? ¿Ibas a chupársela por el bien de la organización? —El tono irónico y ácido que utilizó justo antes de dar una calada al cigarro encendió la ira de I.N.
—Espera, déjame que piense... —Cruzó los brazos y llevó el cañón de la pistola a su barbilla dando golpecitos, como si estuviese de verdad intentando pensar en algo.
—¿En qué?
—Trato de averiguar en qué momento se convirtieron en tu asunto las pollas que me meto en la boca —contestó, moviendo el cañón de la pistola distraídamente.
La boca del mayor se apretó y su postura pareció tensarse. Terminó el cigarro y lo lanzó al retrete sin moverse de su posición. Por supuesto, cayó dentro.
—¿Y bien? ¿Acaso mi hermano te encargó vigilar dónde la meto? ¿De repente se interesa por mi pureza? —rio fuerte ante lo ridículo que sonaba aquello saliendo de su boca.
I.N no recordaba la cantidad de gente con la que había follado. Era abiertamente bisexual y a nadie en la organización le importaba lo que hiciese siempre que cumpliese con su trabajo.
Su ocupación principal era controlar y gestionar a los matones, era el domador de los perros de presa de la mafia. Debía hacer que los hijos de puta más crueles y despiadados del país le obedecieran. Tenía que ser lo suficientemente aterrador como para conseguir doblegarlos. Y I.N sabía muy bien como ser aterrador. Por eso su trabajo siempre se cumplía. Y él podía seguir jodiendo en cualquier lugar con quién le diera la gana.
—Clona el teléfono. Voy a buscar a Seo Changbin antes de volarte la tapa de los sesos —Guardó el arma en el arnés del pecho y emprendió el camino a la salida, pasando al lado del hombre. No intentó impedirlo y cuando llegó a la habitación, I.N sacó del armario un ordenador y lo puso sobre la cama —. Cierra la puerta con seguro cuando...
—Ponte algo de pomada en el cuello —interrumpió el hombre de pie, detrás de él—. Y no vayas a buscar a Seo Changbin.
I.N apretó los puños de nuevo y se giró para mirarlo fijamente.
—Déjame entender algo... ¿ahora tú me das órdenes a mí? —Levantó una ceja interrogativamente y se cruzó de brazos.
—Debo velar porque no tires por la borda nuestros progresos.
—Me tienes realmente curioso, Mark, ilumíname: ¿cómo podría afectar al trabajo follar con el perro fiel?
Mark abrió la boca y volvió a cerrarla, unos segundos y I.N vio el desprecio en sus ojos: —Podrías joderlo...
—Oh, no lo voy a joder, voy a dejar que él me joda —interrumpió I.N, lamiéndose los labios y sonriendo—. Voy a ir buscarlo, meterlo en una habitación y le pediré que haga un desastre de mí.
Mark se lanzó contra él agarrándole de las solapas de su chaqueta y acabó con su espalda estampada contra la puerta de la habitación. Las manos de I.N fueron directas al tejido de terciopelo sobre el pecho del contrario, apretando.
—Nunca te he dicho esto y te lo voy a decir una única vez: no me acuesto con subalternos —dijo, mirándolo directamente a los ojos, con la respiración agitada por la explosión.
—¿Qué hay de la chica de la cocina? —preguntó Mark.
El mayor no era capaz de enfocar sus ojos en un solo punto. Sus pupilas se movían de los labios de Yang Jeongin a sus hoyuelos, de allí a sus ojos, a su pelo, a su cuello. De repente, se sintió violentamente escrutado por la mirada del hombre, que no era de desprecio, sino de algo mucho más peligroso.
Reflexionó un segundo y encontró una buena excusa: —Ella no está bajo mis órdenes directas. Solo me hacía un favor.
—Qué suerte que yo tampoco lo esté, ¿verdad?
«Oh, no, esto no puede estar pasando», I.N entreabrió los labios mirándolo, su corazón empezó a acelerarse. Una de las manos que estaba en su chaqueta subió para llegar a su nuca. Adivinó las intenciones antes de que lo hiciera y lo empujó con tanta fuerza que el cuerpo alto y delgado de Mark trastabilló hasta caer sobre la cama.
—No vuelvas a tocarme. No voy a acostarme con la puta de mi hermano. Que te quede claro. La próxima vez te castraré de un disparo y no tendrás nada que mantenga el interés de Dongyoon hyung.
Salió de la habitación dando un portazo y escuchó el sonido del cierre de seguridad. Por lo menos sabía que el gilipollas sería capaz de clonar el teléfono en menos de media hora.
***
2/3
Este capítulo, aunque no lo parezca, es importante para la trama. Hay muchas personalidades enfrentadas aquí, ya ven, navegantes...
Sin más, me despido.
Nos vemos en el infierno
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