10. Los abrazos

🎶Banda sonora: How'm I Doing - Eric Nam🎶

—Por favor, te lo ruego.

—No creo que sea lo más oportuno. Sabes que tu padre está preocupado, no deberíamos salir.

—Pues quédate.

Keunabeoji-nim me matará si te dejo salir sin acompañarte.

—No soy un niño —se quejó—. Te estoy rogando que vengas conmigo, estoy contándote todo. Estoy siendo jodidamente sincero contigo y lo único que haces es negarte. Llevo toda la semana trabajando diligentemente, no me he quejado de tener un carcelero, no he hecho ningún maldito berrinche.

—Lo estás haciendo ahora. —Changbin bajó el libro que estaba leyendo en el sofá y lo dejó sobre la mesa de café.

—¡Porque no quieres acompañarme! ¡Y tampoco quieres que vaya solo!

—Es una fiesta, Jisung, has ido a miles. No pasa nada porque te pierdas una de vez en cuando.

—Minho hyung me invitó. Nos invitó a los tres.

—No seas llorón, Quokka.

Jisung gruñó fuerte dando un pisotón en el suelo y caminando hacia la cocina. Se sirvió una copa de vino y la bebió completa antes de rellenarla y volver a salir. Aquello estaba siendo más difícil de lo que pensaba. Había quedado con Minho en una hora y media y estaban bastante lejos de la ubicación que le envió por Kakao.

—Jisung... ¿Felix irá? —preguntó el chico.

—Sí, irá —No era verdad, pero se le ocurrió una idea de mierda, estaba comportándose como un adolescente y no podía hacer otra cosa si realmente quería que Changbin le llevase—. Me espera allí en una hora y media y si no voy estará solo.

La mirada de su amigo cambió y pareció algo incómodo. Sabía que el sentido de la responsabilidad de Changbin no le permitiría dejar tirado a Felix. Aunque todavía no tenían una buena relación, era protector con él porque sabía que era importante para Jisung. Y, como una maldita rata, Jisung lo utilizó a su favor.

—Joder, Quokka —gimió el hombre levantándose del sofá y caminando hacia su habitación.

—¿A dónde vas? Estamos hablando.

—Voy a ducharme y a vestirme. ¿Hay algún tipo de etiqueta en la fiesta?

—¡SÍ! —gritó Jisung levantando el puño en señal de victoria.

—Entonces, ¿qué debo ponerme?

—¿Me pides consejo sobre moda? ¿No tienes tu uniforme de carcelero limpio?

—No tientes a la suerte o no saldremos —contestó con rabia antes de entrar a su habitación.

—Ve a la ducha, yo escogeré tu ropa y la dejaré sobre la cama. ¿Trato?

—Está bien, pero no entres con la copa de vino.

Jisung bebió de dos tragos la copa y la dejó sobre la mesa del comedor mientras Seo negaba con la cabeza riéndose, como si tratase con un caso perdido. Cuando el chico entró al baño, Han abrió su armario.

Toda la ropa era aburrida y parecía la misma que usaría para trabajar. Rebuscó entre las perchas y los estantes hasta que dio con una bolsa colgada. «Ah, sí, joder», casi gime de gusto cuando sacó un pantalón de cuero sin estrenar.

Recordó cuando Felix y él lo eligieron para regalárselo. Jisung lo sacó del envoltorio y lo sacudió un poco, esto sí era algo que Changbin debería llevar puesto. A pesar de toda su aura de aguafiestas, era guapo y tenía un cuerpo bien construido.

Dejó el pantalón de cuero sobre la cama y fue corriendo a su habitación. Escogió una blusa blanca con corte de kimono que mostraría más de lo que nunca había enseñado y la llevó a la cama. Estaba seguro de que le quedaría muchísimo más ceñida que a él, pero eso le daría un extra al look.

Cuando estuvo satisfecho de su decisión, salió cerrando la puerta de la habitación y se vistió en la suya, agradeciendo haberse duchado antes.

—¡NI HABLAR! ¡ESTO NO VA A OCURRIR! —El grito de Changbin lo sobresaltó y corrió a su habitación.

El chico llevaba su albornoz azul y miraba horrorizado la ropa sobre la cama. Jisung se rio y le dio una palmada en el hombro.

—Vístete para triunfar, Changbin.

—No voy a ponerme esto. No, me niego.

—No seas llorón —dijo imitando su tono de voz.

—¿En qué maldito universo he acabado teniendo que ponerme un pantalón de cuero? Un infierno, Han Jisung, no voy a ponerme esto. ¿De dónde has sacado esa camisa?

—Es mía, pero te la presto. —La sonrisa en la boca del más joven era enorme.

—Muchas gracias, pero no. No pienso salir así.

Porfi, Changbin, hazlo por mí, porfi, porfi, porfi. Puede que hoy conozcas a alguien, quién sabe, habrá mucha gente en esa fiesta, puede que sea tu momento.

—No estoy interesado en esas cosas.

—¿En qué cosas? ¿En vivir tu propia vida? ¿En dejar de estar atado a la mía? —preguntó suavemente poniendo la mano en el brazo del chico y dando ligeras caricias—. Sé que no es de mi incumbencia, pero necesitas soltar ese lastre. Todavía no entiendo por qué piensas que tienes una deuda con los Han, pero te aseguro que tu felicidad es muchísimo más importante para mí que el reporte que tengas que hacerle a mi padre.

Vio a Changbin bajar la mirada y contraer la boca en una mueca extraña, como si no supiera cómo responder a su afecto. Se dio cuenta de que, en realidad, a pesar de estar tan cerca durante tantos años, ellos no habían sido cariñosos nunca. Toda su relación se basaba en él haciendo mierda y Changbin tratando de evitar que hiciera mierda, o limpiándola. «Eres todo un amigo, Jisung», se dijo a sí mismo.

—Pue-... Po-... Podría... —Changbin tartamudeó bajito sin mirarlo aún—... Podría utilizarlo... Pero solo hoy, ¿de acuerdo?

Jisung jaló del chico ligeramente más bajo para llevarlo entre sus brazos y apretarlo. Ah, definitivamente Changbin era como un oso de peluche, tierno y complaciente. Lo sintió rígido en sus brazos y otra revelación llegó: no recordaba la última vez que le había dado un abrazo.

Para ser honestos, Changbin no era alguien que diese pie a las muestras de afecto, siempre mantenía la distancia. Sin embargo, después de la gayntervention, Jisung había ganado la valentía para compartir con él más momentos como los que tenía con Felix. Ese secreto revelado había abierto puertas entre Changbin y Han que ninguno de los dos sabía que estaban cerradas, y quería cruzarlas.

Después de unos segundos, su carcelero respondió al abrazo torpemente, con las manos como el roce de una pluma sobre su camisa de seda blanca. El suspiro del chico y cómo cerró los ojos levemente le dijeron que él necesitaba esto y se hizo una nota mental para abrazar a Changbin más a menudo. Ahora que lo pensaba, probablemente el hombre llevaba sin recibir un abrazo sincero desde que murió su padre y hacía mucho tiempo de eso.

—Bueno, basta con el drama —dijo apartándose antes de echarse a llorar al pensar en cómo había descuidado a la única persona que de verdad estaba a su lado en las malas y las buenas—, vístete y vámonos.

Diez minutos después, Jisung bebía su tercera copa de vino de la noche y su amigo apareció en la cocina con la espalda ligeramente encorvada y las mejillas del color de las granadas maduras. Contuvo la respiración un momento porque el hijo de puta se veía caliente con esa ropa. Llenaba los pantalones de cuero como si fueran una segunda piel.

—Joder, ¿quién eres y qué has hecho con el aburrido Seo Changbin?

—Ya basta, vámonos —contestó mortificado, poniéndose una chaqueta negra sobre la ropa y abrochándola.

Salieron de la casa, subieron al coche y pusieron rumbo a la fiesta recorriendo las calles atestadas de Seúl, iluminadas de miles de colores.

—Quokka... —empezó a hablar con un tono suave—. ¿Puedo preguntarte algo? No quiero que te molestes y entenderé si no quieres contestar...

—Suéltalo de una vez.

—¿Te gusta?

—¿Tu ropa? —Lo miró confundido.

—No, el chico... Minho hyung... ¿Él te gusta?

—Oh, sí, claro que me gusta, si no me gustase no me habría acostado con él —bromeó volviendo la vista a la carretera.

—No me refiero a eso, me refiero a gustar de verdad. Me refiero a si haces planes con él en tu cabeza.

— Ah, eso... —Guardó silencio durante un momento, intentando ordenar sus propios pensamientos, tratando de encontrar una respuesta para lo que Changbin preguntaba. ¿Le gustaba Minho? Sí, el hombre era guapo y tenían una química salvaje en la cama, pero no sabía si eso era indicador de que le gustara. No sabía prácticamente nada de él así que no podía tener una visión completa de lo que era de verdad—. Sinceramente, no lo sé; no sé mucho de él —contestó.

—Pero habéis comido juntos varias veces esta semana, ¿no?

Jisung se sorprendió y miró a su amigo: —¿Me has estado siguiendo, Changbin?

—No, joder —Ambos se sorprendieron por la mala palabra—. Vi a Felix en el comedor sin ti y me dijo que lo habías cambiado por, cito textualmente, un rapidito.

Jisung se echó a reír y negó con la cabeza: —Eso suena muy "Felix" ... Bien, sí, he salido a comer con él un par de veces esta semana, pero no es que puedas saber mucho de alguien cuando tienes una hora. En la situación actual es complicado tener una cita o algo así, mi padre perdería la cabeza y mi carcelero también...

—No voy a interponerme entre tú y ese chico, si es lo que te preocupa...

—No puedo salir de casa sin tu vigilancia, aunque no fuera tu intención, te estarías interponiendo.

—Tu padre no tiene por qué enterarse si sales —comentó casualmente Changbin, encogiendo los hombros.

—¿Me estás diciendo que me darás permiso para salir con Minho hyung?

— Bueno, hasta los presos tienen permisos los fines de semana.

Jisung lo golpeó suavemente el hombro mientras ambos reían. De verdad que ese Changbin era la mejor versión de sí mismo que había visto. Quería que siguiera siendo así.

— Creo que hemos llegado.

El hormigueo de anticipación se instauró en el estómago de Jisung y olvidó todo lo que estaba pensando. Ahora mismo solo quería ver a Minho. Desesperadamente. Se bajó del coche y respiró hondo tratando de calmarse.

Changbin volvía a abrocharse la chaqueta a su lado y tiraba de las solapas hacia abajo.

—Deja de querer ser invisible, es imposible que pases desapercibido.

—Sabía que era una mala idea venir así vestido —gimió exasperado y se pasó la mano por la cara.

Jisung lideró la marcha hasta la verja. La casa era grande y bonita. Llamó al intercomunicador y unos segundos después la puerta chirrió abriéndose. Caminaron hasta la puerta principal, que estaba abierta.

En cuanto dieron un paso dentro de la casa, Jisung se dio cuenta de que había más gente de la que esperaba. Las luces led de colores iluminaban pobremente la estancia principal, que era un gran salón con muchos sillones, la música sonaba de fondo y algunos bailaban en medio de la sala; había una mesa con cubiteras llenas de champán y otras botellas de alcohol y, lo más impresionante, una gran cristalera que daba a una piscina en la parte trasera.

No terminaba de localizar a Minho por ninguna parte. A quién sí vio acercándose directamente a ellos, con dos copas de champán, fue a I.N.

—¡Han llegado mis dongsaeng! —exclamó con una sonrisa enorme en la cara y ofreció la bebida a Jisung.

—Es un placer volver a verte, I.N hyung —hizo una reverencia y aceptó la copa dándole un trago.

—I.N hyung-nim —Changbin imitó el saludo—, ¿debemos quitarnos los zapatos?

—No te preocupes, esta no es mi casa, así que puedes dejarte los zapatos —contestó el mayor levantando la ceja ligeramente.

Jisung no entendió el intercambio, pero se sintió tenso. La mirada de I.N era aguda sobre su amigo, mientras el hombre moreno solo bajaba los ojos de la forma en la que lo hacía cuando su padre les daba un sermón.

—Venid a sentaros con nosotros —continuó I.N, echando a andar hacia uno de los sofás donde estaba Mark.

Jisung lo miró, pensando que se veía endiabladamente bien con su chaqueta de traje negra y un jersey blanco de cuello tortuga. Su postura despreocupada, con el brazo sobre el respaldo del sillón y una pierna cruzada sobre la rodilla de la otra le daban un aspecto lejano e inalcanzable. Tenía puesta una banda sobre la nariz y una pequeña herida cicatrizando sobre el labio, pero no estropeaba ni un ápice su perfecta cara. «Tiene que ser modelo, no hay otra opción».

El de los hoyuelos se sentó lejos de él y dio unos golpecitos a Jisung para invitarle a colocarse entre ellos. La mirada complicada de Mark al lugar que I.N indicó fue una especie de señal de alarma. No sabía si I.N era consciente, pero entre ellos parecía haber demasiados asuntos pendientes.

—Ven aquí, Jisung —le instó y él obedeció.

Ese hombre, al fin y al cabo, tenía ese tipo de poder. Cuando se sentó vio que Changbin estaba aún de pie, con la chaqueta abrochada y viéndose algo incómodo.

— Seo Changbin. —Señaló el lugar a su otro lado sin decir nada más y Jisung vio la gota de sudor que resbaló por la frente de su amigo.

Era consciente de que I.N lo asustaba, mierda, él mismo estaba asustado del tipo. Además, tuvieron algún tipo de encuentro en el ático, aunque no le había contado más. Se miraron por unos segundos y el de hoyuelos hizo el más pequeño de los gestos apretando los labios. Changbin pareció reaccionar y se sentó rápidamente a su lado.

No dio tiempo a decir una sola palabra antes de que Minho apareciese delante de ellos y a Jisung se le atragantó el champán. La camisa negra brillaba bajo las luces, igual que los dos collares que pendían de su cuello descubierto. Quería cerrar esa camisa y que nadie viese el pecho del hombre. Y también quería quitársela ahora mismo de encima y recorrer con sus labios la piel que se asomaba entre la tela abierta.

Se sonrieron mutuamente hasta que la mano helada de I.N se posó sobre su muñeca. Jisung se sobresaltó. Los ojos rasgados y elevados parecían atravesar su cráneo. Sintió como si demandase su atención, como si no pudiese mirar a nadie más que a él o lo lamentaría.

—¿Cómo fue tu semana? —preguntó, acercándose demasiado a su cara.

—Bi...Bien, ha ido bien —contestó Jisung, sintiendo los dedos del hombre sobre su piel.

El perfume de I.N inundaba sus fosas nasales. Se parecía demasiado al propio y decidió que prefería el olor a jabón de avena y after shave antes que las caras fragancias que llevaban puestas los jóvenes maestros.

La presencia abrumadora del chico a su derecha lo hacía sentir incómodo. Bebió con avidez la copa de champán y quiso levantarse para rellenarla, como si necesitara una excusa para apartarse de la atmósfera absorbente. Pero no tuvo tiempo.

—Mark, trae una botella de champán —ordenó el tipo bruscamente.

Jisung giró la cabeza para mirar al idol que se sentaba al otro lado y vio la línea de tensión en su mandíbula. Definitivamente, Jisung quería estar ahora mismo en cualquier otro lugar que no fuera sentado entre esos dos hombres. Sentía que en cualquier momento estallaría una guerra entre ellos y él caería por fuego cruzado.

—No es necesario, I.N hyung, yo mismo cogeré la botella.

—No —contestó, con su mano cerrándose alrededor de la muñeca derecha de Jisung como un grillete —. Mark, trae la botella para mi invitado. Ahora.

El corazón de Jisung martilleó en su pecho. Una parte de él le decía que esos golpes que Mark tenía en la cara no habían sido un accidente. Miró a la mano que lo aprisionaba y descubrió que los nudillos de I.N estaban en proceso de cicatrización.

Mark lo miraba como si Jisung fuese el culpable de algo que aún no entendía. Como si él hubiera instado a I.N a tratarlo como un sirviente. Un movimiento en su visión periférica lo hizo desviar sus pupilas: Seo Changbin caminaba a pasos apresurados a la mesa de bebidas y volvía con una cubitera con una botella de champán, quedándose de pie junto a Minho.

Los dedos en su muñeca apretaron fuerte un segundo mientras la cara de I.N se contraía en una mueca de disgusto que dirigió a Changbin y después a Mark. Cuando lo soltó, Jisung se asustó y temió por su amigo.

—I.N hyung-nim, espero no haberle importunado con mi atrevimiento —dijo Changbin colocando la cubitera sobre la mesa baja junto a ellos—. Como sabe, mi trabajo es asegurar el bienestar de Jisung.

—Por supuesto —escupió I.N—, perro fiel.

—¿Qué...? —Jisung trató de salir en defensa su amigo, pero Minho tiró de su brazo izquierdo, levantándolo del sofá y colocándolo de pie, entre él y Changbin. Su amigo le dio un ligero asentimiento, como asegurándole que todo estaba bien.

—¿Quiere que le rellene la copa, I.N hyung-nim? —preguntó Seo.

Jisung no quería que su amigo sirviese a ese joven maestro que lo trataba mal.

Se soltó del brazo de Minho y agarró la botella de la mano de Changbin. La abrió en silencio, apretando los dientes mientras miraba fijamente a un I.N que levantaba la ceja con ironía. No iba a ocurrir, no mientras él estuviese ahí. Nadie tenía derecho a tratar a su familia así.

Deja que te ayude... —susurró Changbin acercándose.

—No. Y no le sirves, no eres camarero. ¿Me entiendes? —Lo miró directamente y Changbin palideció un poco. Dejó la botella abierta en la cubitera y dirigió sus ojos a la cara divertida de I.N que lo observaba, aún sentado—. I.N hyung, le ruego respete a mi amigo igual que nosotros lo hemos hecho con usted.

—O si no... ¿qué? ¿Qué vas a hacer? —La sonrisa de I.N se ensanchó, sus ojos desaparecieron en dos rendijas y se mostraron los hoyuelos mientras él se inclinaba hacia delante, con sus codos apoyados en sus propias rodillas.

Jisung tragó duro y sintió cómo Seo se movía un milímetro, sólo lo suficiente para que su cuerpo fuese capaz de interceptar la trayectoria de I.N si este atacaba desde el sofá. También sintió la mano de Minho cerrándose sobre la espalda de su camisa en un puño, preparado para tirar de él violentamente hacia atrás si las cosas se complicaban. Que era lo que parecía que iba a ocurrir.

—Estoy haciéndole una petición legítima, I.N hyung —Jisung era de mecha corta, tenía un temperamento salvaje cuando se enfadaba—. No vuelva a faltarle al respeto a mi amigo.

—¿Encontraste tus garras, ardillita?

El agarre en su camisa fue más fuerte y Minho tiró de él hacia atrás para alejarlp unos centímetros del centro de la acción, pero solo consiguió enfadar más a Jisung.

—¿Ahora me falta al respeto a mí? —preguntó apretando los dientes.

—¿Vas a hacer algo o solo seguirás hablando, ardillita?

De pronto, el cuerpo de Mark se movió de su asiento más rápido de lo que cualquiera hubiese esperado. Jisung vio cómo se levantó y pasó ante ellos tres, colocándose delante de I.N inclinado, con sus dos manos en los hombros del de hoyuelos, dándoles la espalda. Los dedos se apretaron sobre la chaqueta de I.N y lo empujó un poco hacia atrás, como queriendo reclinarlo en el sofá. En ese momento, Mark se convirtió en la única barrera que separaba a I.N de ellos y en el fondo de su corazón, Jisung lo agradeció.

El tirón en su camisa de seda blanca fue ineludible y acabó con su espalda chocando con el pecho de Minho, que pasó una mano por su cintura y la apretó en su vientre.

No supo que estaba pasando entre Mark y I.N, no supo siquiera si hablaron, porque no los escuchó. Unos segundos después, en medio de los cinco cuerpos tensos y silenciosos, I.N se echó a reír con fuerza. Tan fuerte que se escuchó perfectamente por encima de la música. Mark se enderezó y caminó saliendo de la sala.

La mano de Minho en su vientre y el calor de su cuerpo en la espalda desaparecieron mientras el jefe de esa pandilla se ponía de pie. Sin embargo, la palma cálida estaba en su zona lumbar justo después. Jisung entendió el subterfugio: Minho había tratado de protegerlo, pero no podía dejar que I.N lo viese.

—Disculpa mi salida de tono, Jisung.

—No se preocupe, I.N hyung-nim —respondió Changbin antes de que Jisung pudiese decir nada— ¿Por qué no vas a dar una vuelta con Minho hyung, Jisung?

«¿Qué mierda?», se preguntó Jisung mirando a su amigo con confusión en la cara. Sabía que estaba tratando de alejarlo de aquel lugar, pero no pensaba dejarlo solo por nada del mundo. I.N era inestable y no sabía cómo acabarían si no estaba allí.

En ese momento, Mark volvió y se sentó junto a I.N, en el lugar que había ocupado Jisung segundos atrás. Dio una calada al cigarro que llevaba en la mano y se puso un pequeño cenicero sobre la rodilla.

—Por favor, Jisung, ve a pasar tiempo con Minho hyung —rogó de nuevo su amigo.

—No voy a dejarte aquí... —masculló con los dientes apretados.

—Ya te he pedido disculpas, Jisung, te prometo que seré bueno con Seo Changbin. —El desquiciado que estaba sentado en el sofá sonrió tan tiernamente que un escalofrío le recorrió.

Había algo sobre él que le ponía los pelos de punta. No sabía si era el aura agresiva, los ojos que desaparecían cuando reía, la mandíbula marcada, o todo en conjunto. Daba demasiado miedo. Mucho más cuando sonreía y esos puntitos de sus mejillas le hacían parecer un niño pequeño a punto de hacer una travesura.

—No le va a pasar nada al grandullón —aseguró de pronto una voz que Jisung no conocía.

Miró a Mark fijamente, seguía fumando lentamente, con la espalda reclinada en el respaldo del sofá y su mano demasiado cerca de I.N. El otro lo miró levantando una ceja, como pidiéndole una explicación de por qué se atrevía a hablar sin su permiso.

—Seo Changbin, discúlpame por haber sido tan grosero hace un rato. Te compensaré, ¿puedo servirte una copa?

—Changbin no bebe —respondió Jisung secamente y sintió otra vez el puño apretando su camisa.

—Oh, entonces, déjame conseguirte una botella de agua.

—No se preocupe, I.N hyung-nim, estoy bien.

—Entonces, ¿aceptas mis disculpas?

—Por supuesto que sí.

—Muchas gracias, Seo Changbin —respondió.

Changbin se sentó a su lado ante la atónita mirada de Jisung, que no terminaba de entender cómo esta situación de mierda podría aplacarse con unas disculpas. El brazo de Minho pasó por su hombro y le susurró en la oreja: —Vámonos ahora, Mark hyung cuidará de él, te doy mi palabra.

Asintió y salieron hacia la parte trasera de la casa antes de dar una última mirada a su amigo, que se sentaba con la espalda recta junto al jefe de Minho.

Su ¿amante? lo llevó fuera, al jardín trasero que era más grande de lo que parecía y lo condujo hasta un gazebo apartado de la fiesta, rodeado de vegetación exuberante. Minho lo atrajo a sus brazos en cuanto estuvieron solos y se estrelló contra sus labios desesperadamente, agarrándolo de la nuca y la cintura.

Sus lenguas se entrelazaron familiarmente, Jisung de verdad había extrañado los besos del chico. Minho besaba como si quisiese tatuarse sobre los labios de Jisung. Era demandante pero tierno, como si no tuviese suficiente de él.

—Dios, no vuelvas a hacer algo así, Jisung —gimió con los ojos cerrados, pegando sus frentes y respirando de forma agitada—. No vuelvas a desafiar a I.N en público... O en privado... Mejor aún, nunca estés en privado con I.N, por favor.

—No trataba de desafiarlo, él solo... —Los labios de Minho cayeron de nuevo sobre los suyos tragándose sus palabras.

La mano derecha, que estaba en la cintura de Jisung, se metió bajo su camisa buscando la piel de su espalda baja. Siempre hacía eso, en cada beso por largo o corto que fuese, la mano derecha de Minho hurgaba bajo su ropa para encontrar la piel de su espalda y acariciarla.

Se separó para dejar un beso húmedo sobre su mejilla, bajando suavemente por su cuello. Lo escuchó inhalar allí y sintió las suaves cosquillas de su aliento bajo la oreja.

—No lo estaba desafiando, solo quise defender a Changbin —jadeó Jisung cerrando los ojos, tratando de centrarse mientras los dientes del hombre agarraban su piel y mordían con fuerza.

—No vuelvas a hacerlo, no importa qué. No vuelvas a desafiar a I.N por nada del mundo. —El agarre en su nuca se endureció.

—No me des órdenes, Minho hyung. Soy leal a mis amigos y no voy a dejar que ese joven maestro trate mal a alguien que considero de mi familia.

Los ojos de Minho se encontraron con los suyos en silencio, como buscando algo. La boca entreabierta, el aliento errático de ambos ante la excitación y el enfado, la saliva compartida aún paladeándose. Minho era una obra de arte y la oscuridad de esa noche le daba un aire tan peligrosamente atractivo que Jisung estuvo a punto de ceder a todo lo que ese hombre le pidiera.

—Deja que sea yo quién lo maneje... —susurró él—. Déjame luchar esas batallas por ti. Déjame protegerte.

—No puedo dejar que nadie lastime a Changbin —contestó también en un murmullo.

—Y yo no puedo dejar que nadie te lastime a ti...

El corazón de Jisung se saltó un latido. Abrió los ojos agarrando la muñeca izquierda de Minho. La mano derecha del hombre lo apretó más cerca, uniendo sus cuerpos cálidos de la forma en la que encajaban. Porque sí que encajaban, como piezas de un puzle.

—Minho hyung... — se aferró a sus hombros murmurando su nombre, porque la sangre estaba pulsando tan fuerte en sus venas que la sentía en su cabeza retumbando.

Los labios volvieron a entrar en acción, con un beso hambriento que hablaba más de miedo y tensión que de deseo. Jisung sentía que Minho lo besaba porque estaba asustado, pero no sabía si de I.N o de la extraña confesión implícita que quedó suspendida entre ellos.

—Por favor, Jisung, dame la oportunidad de protegerte al menos de esto. —El susurro sobre sus belfos sonó tan afligido que solo pudo asentir.

El hombre suspiró como si le hubiesen quitado un peso de los hombros y le dio un pequeño pico en los labios antes de abrazarlo con fuerza y dejar su cabeza descansando en el cuello de Jisung.

—Vamos a quedarnos un rato así... ¿Vale? Solo un ratito... —rogó en voz tan baja que Jisung casi se lo pierde. 

***

1/3

La relación Jisung-Changbin me da la vida.

¡Nos vemos en el infierno!

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