7. Renunciar a la intimidad
Le temblaban las manos. Intentaba relajarse colocando las palmas sobre la superficie plana del escritorio, pero era imposible. Sintió un apretón en la tripa y creyó que vomitaría sobre el ordenador portátil.
Quería llamar a Minho y decirle que necesitaba que estuviera allí en ese mismísimo instante. Pero no podía hacerlo porque el chico estaba ocupado fingiendo que trabajaba y que no era un acomodado cabrón que tenía un hermano demasiado inteligente y un montón de gente a sus órdenes que hacía todo por él.
Suspiró y se echó el pelo hacia atrás con las dos manos. Escuchaba la televisión al fondo del pasillo, pero estaba aterrorizado de salir porque el rey de la casa se daría cuenta de que pasaba algo en el mismo instante en el que le mirase.
Así que le mandó un mensaje a Changbin pidiéndole que lo llamase cuando tuviera un segundo.
Volvió a abrir el correo electrónico que había recibido y lo releyó detenidamente, con mucho cuidado, unas cuatro veces más. Sus manos seguían temblando y la sensación de náusea volvió a subir por su garganta.
¿Cómo podría ser real? ¿Cómo era posible que ese correo electrónico, que esos documentos adjuntos, fueran reales? Era una puta locura, sobre todo porque no hacía más que cuatro meses que Hoshi había llegado a casa. Jesucristo.
Llamaron al timbre de la puerta principal y se levantó para salir del despacho. Al fondo del pasillo, Hoshi asomó la cabeza.
—Es Changbin —le dijo. Pero no hacía falta porque Bbama ya ladraba tras la madera.
Abrió la puerta y el perro tiró del amo, mientras Hoshi corría por el pasillo hacia ellos con una preciosa sonrisa de júbilo en la cara. Changbin lo miró un par de segundos y Jisung bajó la cara. El mayor se quitó los zapatos y soltó la correa del perrito al que el niño estaba agasajando.
—Hola, tío Binnie —saludó desde el suelo, con Bbama en su regazo, haciendo una reverencia.
—Hola, pequeño —Changbin le revolvió el pelo al chico.
—Hoshi, voy a hablar con el tío Changbin en el despacho, ¿te importaría cuidar de Bbama un ratito? —preguntó, aclarándose la garganta. El niño miró a los dos adultos y arrugó la frente desconfiado, pero asintió. Se marchó por el pasillo hacia el salón, con la pequeña bola de pelos siguiéndole los talones.
Jisung entró al despacho y escuchó el clic de la cerradura tras él.
—¿Qué pasa? —cuestionó bruscamente Changbin.
—Lee esto —le pidió girando la pantalla del ordenador hacia él.
El gran hombre se sentó en la silla y puso toda su atención en el correo electrónico. Jisung caminó de un lado al otro, nervioso, con el pulso agitado. Agarró un vaso del mueble bar y se sirvió una copa, el cristal llegó tembloroso a sus labios y dio un par de tragos que le quemaron el esófago.
—Joder... —oyó la exclamación y la ristra de sonidos y maldiciones que eran totalmente impropios de Seo.
Jisung terminó la copa y se sirvió otra mirando fijamente a la foto de ellos dos siendo muy pequeños. Sí que habían cambiado, ya no quedaba casi nada de los bebés de la imagen. Se dio cuenta de que, en el retrato, Jisung tenía la edad de Hoshi. Pero Hoshi era más guapo, más inteligente, más divertido y mucho menos mimado de lo que había sido él.
Hoshi era todas las cosas que podría haber deseado jamás. Una vez, estando a solas en la habitación, Jisung le había confesado a Minho que volvería a pasar un millón de veces por todas las cosas malas, absolutamente todas y cada una de ellas, si significaba volver a tener al niño a su lado. Entonces, el felino al que amaba le abrazó con fuerza, arropándolos, antes de confesar que volvería a hacer todas las cosas que hizo un millón de veces si eso le permitía tenerlos a Jisung y Hoshi.
Todo había sido tan fácil con el niño, todo había sido tan jodidamente sencillo, que Jisung todavía no creía que fuera real. Incluso aunque había cosas negativas.
Como por ejemplo, las consultas médicas quincenales y el miedo que le atenazaba el pecho a que la condición del chiquillo empeorase; o los controles de los asistentes sociales, los cuestionarios, los psicólogos y esos peritos que revisaban su casa. También habían tenido que ajustar sus horarios y su ocio, incluso los programas de televisión que veían.
Y, por supuesto, estaba la renuncia a la intimidad; porque aquella cama en la que solían despertar desnudos, ya no era el refugio donde Minho y Jisung se escondían hasta medio día. Ahora ese lugar solo les pertenecía como usufructo permitido por el rey Han Hoshi.
Los fines de semana, en lugar de revolcarse perezosos, explorándose el uno al otro, besándose lánguidamente; Jisung despertaba con los tímidos toques en la madera de la puerta. Entonces decía "¿Quién osa perturbar el sueño del príncipe?" y Hoshi soltaba esa risita infantil que hacía que su corazón aleteara.
Unos segundos después, el niño asomaba la cabeza con su pelo hecho un desastre y la cara hinchada y entraba diciendo "Se presenta el pequeño tigre para comprobar cómo está el príncipe Papá". Pero en realidad, lo único que quería era entrar a la cama, tumbarse entre ellos dos y que Minho les gruñese por despertarlo y amenazara con comerles, antes de taparles a los tres con el cobertor por encima de sus cabezas.
"¿El rey Hoshi ha venido para una ración de mimos?", preguntaba cada vez. Y siempre obtenía una risa y las manos del niño en sus mejillas como respuesta. Cada fin de semana, el refugio que los brazos fuertes de Minho habían construido para él, se ampliaba para dar cabida al niño que se quedaba dormido contra el pecho de Tiger hyung, cuando Jisung ya se había desvelado.
Y entonces, terminaba de ceder, porque aquellos dos seres humanos eran la cosa más hermosa que había visto nunca. Y jamás se sentiría lo suficientemente digno como para tenerlos.
En realidad, renunciar a aquel espacio le había dado la posibilidad de tener un millón de preciosas fotos de Minho y Hoshi durmiendo y la posibilidad de tener a esos dos reyes para marcar el ritmo de los latidos de su corazón.
Y, ¿ahora qué?, se preguntó, vaciando el segundo vaso de whisky y dejándolo sobre el mueble bar, ¿qué pasará ahora?
—¡Quokka! —La mano de Changbin estaba sobre su hombro, sobresaltándolo. Un segundo después el cuerpo ancho del chico le rodeaba en un abrazo apretado. Se sintió incómodo por unos momentos, pero le devolvió el gesto y apoyó la cabeza en su hombro, relajándose un poco, por primera vez desde que había leído el correo electrónico.
—Eres idiota, Jisung , me asustaste —reprendió.
—Yo estoy asustado...
—¿Por qué? Dios, pensé que le pasaba algo a Hoshi... Estaba cagado de miedo, deja de hacer esta mierda . Odio cuando te pones todo intenso y misterioso. Voy a morir joven por culpa de estos sustos —se quejó.
—Changbin, es que no sé cómo voy a decírselo a ellos. —Su voz se quebró un poco. Su hermano le apartó para agarrarlo por las mejillas con una sonrisa que mostraba sus discretos hoyuelos.
—Van a estar felices, Minho hyung se volverá loco de felicidad, ya sabes lo pesado que se puso con esto.
—Ya lo sé... pero... ¿qué pasa con Hoshi? ¿Qué pasa si él no está feliz con esto?
Changbin lo miró unos instantes y resoplo, soltándolo. Se dio la vuelta y salió del despacho, dirigiéndose a la sala de estar. Jisung lo siguió, decidido a impedir que dijese nada.
—Oye, Changbin, espera, no, no... —trató de convencerle, pero no le hizo caso.
—Hoshi, me voy a casa —dijo agachándose para darle un beso en la frente al pequeño.
—Pero solo llevas cinco minutos aquí, tío Binnie —expuso el niño, compungido.
—Ya, pequeño, pero tu papá quiere hablar contigo y yo voy a darle un paseo a Bbama —Jisung trago saliva cuando los ojos redondos y brillantes de su hijo se clavaron en él.
Changbin agarró al perro y se marcharon mientras ellos seguían mirándose el uno al otro. Hoshi se levantó de la alfombra y se sentó en el sillón con la espalda muy recta. Jisung volvió a sentir ganas de vomitar cuando trato de hablar.
—Es... ¿He hecho algo malo? —preguntó el niño jugueteando con sus manos en su regazo. Negó con la cabeza vehementemente—. ¿Es algo del doctor?
—No, pequeño, no es nada de eso —dijo por fin. El niño le miró con desconfianza.
—¿Vas a devolverme? —cuestionó en un hilo de voz, con los ojos aguados y su labio inferior temblando.
—¿Qué demonios dices, Hoshi? —exclamó y el niño se encogió bajando la cabeza.
—El tío Binnie dijo que querías hablar conmigo... Y tienes la cara que pones cuando algo está mal... Yo no quiero irme —murmuró con un puchero.
—Ya te dije que no vas a irte a ninguna parte, jamás —Se arrodilló en la alfombra ante él y le agarró las manitas—. Ni siquiera cuando seas mayor, nunca vas a irte, ¿entendido?
—¿Se va Tiger hyung? —Jisung sabía que estaba muy cerca de echarse a llorar. Acarició con los pulgares el dorso de las manos pequeñas de Hoshi tratando de enviarle una señal de calma que él mismo no sentía—. Jinsik nos dijo que cuando su papá se marchó de casa, su mamá lo sentó en el sofá y le dijo que ahora vivirían en casas separadas. Y él tiene que ir a casa de su papá desde el viernes hasta el domingo. Él siempre lo va a buscar los viernes al colegio...
—Hoshi, Minho no se va de casa. Nadie se va de casa —le interrumpió acariciándole las mejillas cuando vio la lágrima que se le escapó al niño de su ojo derecho. Su labio inferior tembló pero asintió respirando hondo—. Esto es difícil, ten un poco de paciencia, lo que tengo que decirte es importante...
Ambos escucharon el código de la puerta y la madera abriéndose y cerrándose. Hoshi se levantó y huyó rápidamente de la sala para correr hasta la entrada de la casa. Jisung sentó en la alfombra resoplando y se frotó la cara.
Escuchó los susurros de Minho y Hoshi y se giró para verlos llegar a la sala de estar. El gran felino tenía al niño en brazos, que se escondió en su cuello. Estaba asustado y Jisung podía entenderlo, esa mierda le tenía la garganta cerrada y seguía con el estómago revuelto.
—¿Todo está bien? —preguntó Minho acercándose. Jisung inspiró y expiró un par de veces antes de levantar los ojos hacia él—. ¿Habéis discutido?
—No, yo solo estaba viendo la televisión y vino el tío Binnie con Bbama. Y se encerró con papá en el despacho y no sé qué pasa —lloriqueó el pequeño abrazándose a Minho.
—Príncipe... —llamó el hombre.
—Tengo que hablar con los dos —informó desde el suelo. Apoyó la espalda en el sillón y se armó de valor—. Pequeño, yo sé que tú eres feliz con nosotros... —empezó a hablar, pero su mente daba vueltas a miles de posibilidades y trataba de encontrar las palabras adecuadas para decirle a ambos lo que estaba pasando.
—Jisung, me estás asustando y estás asustando a Hoshi —Minho le interrumpió, sentándose en la alfombra muy cerca de él, con el chiquillo colgando de su cuello como un koala.
—Lo siento... Estoy muy nervioso, no sé cómo deciros esto... Yo... Ha llegado la resolución, Minho.
—¿La resolución de qué? —El hombre puso la mano sobre la espalda de Hoshi, moviéndolo de arriba abajo para relajarle. Y probablemente para relajarse él mismo.
Tenía las cejas fruncidas en una mueca enfadada y Jisung quería que también lo abrazaran a él, que necesitaba que los dos lo abrazaran fuerte en ese momento.
—Hoshi —Cambió de estrategia y decidió que decirlo de sopetón sería más sencillo que seguir buscando la forma de convencer al niño de que esto era bueno para todos—, nadie se va de casa. Alguien vendrá a vivir con nosotros.
Minho se tensó bruscamente y el niño se apartó de él para mirarlo, con los ojos muy abiertos. Los tres se quedaron callados mucho rato, el niño se zafó de los brazos del hombre y dio dos pasos hacia él.
—¿Es Wolfchan hyung? ¿Está enfermo otra vez? No pasa nada, trataré de no ensuciar nada cuando esté aquí. ¿Vendrá Soonie también? ¿Seungmin hyung y él ya no son novios? —El pequeño tigre habló atropelladamente antes de poner una mano en su hombro—. Me asustaste, papá, si solo es Wolfchan hyung está bien, él me gusta, se sabe todas las canciones de "La sirenita".
Jisung se echó a reír ruidosamente mientras Minho se pegaba a ellos un poco más, todavía con el ceño de preocupación en su preciosa cara.
—No es Chan, es... Bueno... es Shinwoo. Shinwoo va a venir a vivir con nosotros —soltó por fin. Minho se enderezo y apretó los puños sobre sus rodillas.
—¿Es de verdad? ¿No es broma? —preguntó Hoshi dando pequeños saltitos.
—No, no es broma. Shinwoo vendrá a casa... Yo creo que... Pienso que vas a ser un buen hermano mayor, como Minho con el tío Felix. ¿Te parece bien?
El niño gritó muy agudo de pronto, moviendo las manos con ansiedad. Dio saltos y se subió al sofá emocionado, riendo en voz alta. Jisung lo miró atónito, nunca había visto una explosión de energía así en Hoshi y le pareció que estaba siendo testigo de algo inédito. El niño silencioso e intenso estaba saltando sobre el sillón mientras gritaba y movía un cojín de un lado al otro.
—¡ES LA MEJOR COSA QUE ME HA PASADO EN LA VIDA! —chilló saltando al suelo.
—¿Seguro que...? —No pudo decir nada más, Minho lo agarró de las mejillas y lo besó, interrumpiéndolo.
Su lengua entró en su boca y sus labios se movieron sobre los de Jisung sin tregua ni cuartel. Le tomó de las muñecas mientras su respiración se aceleraba y sintió como enredaba sus dedos en la parte trasera de su cabeza antes de separarse.
Lo miró agitado, antes de darse cuenta de que Hoshi estaba junto a ellos de pie, como una estatua, con una enorme sonrisa que se le contagió. El niño se echó a reír en voz alta y saltó de nuevo, justo entre Minho y Jisung . El pequeño lo abrazó por el cuello y presionó ansioso sus manos en las mejillas, pellizcándole con más fuerza de la que acostumbraba a usar. Se quejó un poco y dejó de apretar para abrazarlo de nuevo y apoyar su cabecita en su cuello.
—Te prometo que voy a ser el mejor hermano mayor del universo; Shinwoo no habla mucho, pero puede leer con nosotros.
—Shinwoo tiene dos años, no sabe leer.
—Puedes leerle en voz alta, Hoshi. Y el príncipe también. Yo puedo cuidar de él mientras estás en el trabajo —Minho habló por fin y esa sonrisa en su rostro valía millones de bahts.
—¿Estás buscando una excusa para no trabajar, Minho?
—¿Funciona? —cuestionó con una risita. Le besó en la coronilla y enredó los dedos en el pelo de Han cuando el niño se sentó en su regazo—. ¿Cuándo vamos a buscarlo?
—A... a partir de la próxima semana —contestó, todavía atolondrado por la respuesta loca que habían tenido los chicos.
—Hoshi, vamos a vestirte. Vamos a comprar todo lo que pueda necesitar Shinwoo.
—Pero, Minho, podemos ir mañana...
—No, no, no, príncipe papá. Tenemos que ir hoy. Vamos, vamos, también tienes que vestirte, no puedes ir en pijama —exigió tirando de su mano. Minho lo agarró por la otra levantándole del suelo.
Subieron juntos las escaleras y los dos gatitos corrieron al dormitorio del menor.
Jisung entró a su habitación dando un suspiro aliviado. Esperaba cualquier cosa menos esa reacción enajenada. Hoshi era un niño tranquilo y no levantaba la voz a menudo. Su profesora había llamado a Minho para decirle que estaba sorprendida de su madurez, pero, en realidad, no dejaba de ser un niño de siete años.
Hacía trastadas a veces, y había tenido un berrinche una vez que no lo dejaron dormir entre semana en la cama con ellos. No era egoísta, a Hoshi no le importaba prestar sus cosas a los sobrinos de Soobin y Han sabía que tenía mucho que ver con haberse criado en el orfanato. El niño solo era salvajemente celoso con los dos peluches que había sobre la cama y, por supuesto, con Minho y Jisung .
Y eso era lo que temía, que no aceptase una nueva presencia, alguien con quien tuviera que competir por el amor de los mayores. Y sin embargo, ahí estaba demostrandole de nuevo que sus prejuicios habían sido erróneos.
—¿Lo sabe Felix? ¿Lo saben Yeonjun y Soobin? —preguntó el tigre con el pequeño cachorro a la zaga, mientras Jisung se ponía un pantalón vaquero. Negó con la cabeza antes de que Hoshi se tirara en la cama con los brazos abiertos.
—Sólo Chan hyung y Changbin. Tal vez se lo haya contado a Seungmin...
—Ahora seremos cuatro para ver películas—comentó de pronto el chiquillo—. Y para desayunar, y para ir al parque. ¿Shinwoo vendrá a la escuela conmigo?
—Todavía es pequeño, el próximo año. Pero estará aquí cuando llegues —explicó. El niño asintió. Minho se tumbó al lado y el pequeño se acurrucó con la cabeza en su hombro. Jisung cogió el teléfono y les sacó una foto antes de guardarlo en su bolsillo.
—Tiger hyung, ¿me prestas tu móvil? Es muy importante que me prestes tu móvil. —Sacó el aparato y se lo dio, desbloqueado. Lo vio toquetear y la mirada confundida de Minho. Un segundo después, sonó un tono de llamada.
—¿Hoshi, que haces? —preguntó.
—¿Minho hyung? —la voz de Soobin salió del altavoz y el niño sonrió—. Oh, hola, Hoshi, ¿sabe Minho hyung qué le has cogido el móvil?
—Sí, sí, mira está aquí —Giró la pantalla para mostrar al gato que apoyaba la cabeza en su mano—, papá también está aquí —añadió, enfocándolo a él mientras empezaba a abrochar los botones de la camisa azul celeste. La cara de Soobin lucía igual de confundida que la de Minho y probablemente la suya. Hoshi se puso de pie en el suelo y paseo por la habitación dando saltos—. Soobin ihyung, ¿están contigo...?
—¿Qué mosca te picó ahora, Minho hyung? —¿Ese era Seungmin? Sonaba a Seungmin—... Hola, Hoshi, ¿Soobin?
—¿Alguien me explica que pasa? —preguntó Seokjin.
—Pequeño, ¿has hecho una llamada grupal? —exclamó Jisung .
—Hola, bebé precioso, ¿qué haces con el móvil de Minho hyung? —intervino Felix. De pronto un montón de "holas" sonaron, le pareció que Namjoon hyung y Yeonjun también saludaban. Jisung miró a Minho, tumbado indolente, mirando a Hoshi con una sonrisa estúpida y orgullosa, como si estuviera haciendo un concierto de piano en un auditorio y no una videollamada con un montón de tarados.
—Por favor, pido un poco de silencio —dijo el niño dos veces antes de que el coro caótico se callara—. Primero debo preguntar si Soobin hyung está con Dara nuna y Byul.
—Espera un segundo, saldré al jardín. Están con Pa y Ma.
—Ay, sí, sí, sí —gritó dando saltos. Jisung le dio un golpe a Minho en la rodilla y le señaló para que le quitara el teléfono. El solo se encogió de hombros y tiró de él para que cayera sobre la cama a su lado.
—Minho, quítale el móvil —ordenó.
—No —contestó besándole en los labios para después dejar pequeños besos en su nariz, sus mejillas su frente y por todas partes con una bonita sonrisa y sus ojos de gato brillantes.
—Bueno, bebé, ¿qué pasa? —preguntó Felix.
—Espera un momento, tío Felix...
—¡Niño bonito! —escuchó la voz de Choi Taeyang-ssi y después un montón de gritos incomprensibles de los pequeños Choi. Soobin los mandó a callar a todos y Hoshi volvió a subirse a la cama para ponerse a su lado.
—¿Qué haces en la cama a esta hora, Han? ¿Cuántos años tienes? ¿Ochenta?
—Olvídame, Seungmin ...—gruñó.
—Por favor, quiero hablar —rogó Hoshi poniéndole la mano en la boca a Jisung . Escuchó las risas en el altavoz del teléfono antes de que todo se quedara más o menos tranquilo—. ¡VOY A TENER UN HERMANO PEQUEÑO! —gritó de pronto.
Jisung abrió los ojos entrando en pánico y miró a Minho esperando su ayuda. El cabrón se echó a reír y sustituyó la mano de Hoshi con la suya. El niño se revolcó por la cama regocijándose contento mientras los integrantes de la llamada hablaban atropelladamente entre gritos y risas.
Quería decirle a Minho que le quitara el teléfono de las manos al niño y terminase con esa llamada que había hecho al manicomio que era ese grupo de chat. Pero se reía tan alto y miraba con tantísimo amor a Hoshi que su pecho se sintió cálido y estuvo a punto de echarse a llorar. Las carcajadas y el escándalo del teléfono lo abrumaron y se dio cuenta de que esa sensación se parecía al día en que Hoshi le llamó por primera vez papá.
Dio un beso en la palma que estaba tapandole la boca y el felino la quitó, observándolo intensamente. Con sus dedos, apartó el flequillo de su cara y volvió a darle una docena de besos en cada rincón de su cara.
—Te quiero, príncipe —susurró. Jisung estaba flotando, más enamorado que nunca de la imagen de ese hombre que se cernía sobre él con una radiante sonrisa en sus labios en forma de corazón.
—¿Por qué no me lo dijiste, Jisun ? Eres el peor amigo del mundo. Y tú, Minho hyung, soy tu hermano, debería ser el primero en enterarme.
—Tu marido lo sabía antes que yo —contestó tajante. La cara de Changbin se asomó por la pantalla.
—¿Cómo has podido, Binnie?
—Me enteré media hora antes que tú, cálmate.
—Bueno, que alguien silencie a los Pimpinela —pidió Seungmin.
—Habrá consecuencias, bitch —prometió Felix antes de colgar. Jisung rodó los ojos.
—¿Es un dongsaeng o es un hyung? —preguntó de pronto Byul.
—Es un dongsaeng, es tu dongsaeng también, solo tiene dos años, como Yuri. Y se llama Shinwoo, no habla mucho y no sabe leer y tampoco irá a la escuela pero el príncipe Papá dice que estará en casa cuando yo venga.
—¿Él puede jugar al fútbol? —cuestionó Dara. Hoshi los miró a ambos, sin saber qué decir. A Jisung le dolió un poco el corazón cuando vio esa mueca triste y desconcertada y le arrastró para tumbarlo a su lado.
—Sí, Dara, Shinwoo puede jugar al fútbol —aclaró Jisung .
—Ah, bueno, pues que se ponga en el equipo de Byul, Hoshi tiene que estar siempre en mi equipo —concluyó rotundamente. Hoshi asintió un poco tímido, porque sabía que él no podía seguirle el ritmo a los sobrinos de Soobin cuando jugaban al fútbol. Sin embargo, Dara siempre se encargaba de hacerlo partícipe de sus victorias.
—¿Cuándo llega el nuevo nieto para malcriarlo, Hoshi? — Choi Taeyang-ssi cambió de tema y Jisung y Minho se sonrojaron.
—La próxima semana, abuelo, vamos a ir a comprar ahora todas las cosas que necesite.
—Ay, qué alegría, espero que podáis venir pronto a casa para conocerlo. Ves, hijo, tú también deberías traerme más nietos.
—Me voy adentro, Pa —gimió Soobin mortificado mientras huía de su padre y los niños que le perseguían —. Me alegro mucho por vosotros chicos, ahora colgaré antes de que mi padre empiece a hacer llamadas para llenar mi casa de niños.
—Adiós, Soobin hyung — se despidió contento Hoshi—. Seungmin hyung, ¿esta Wolfchan hyung contigo?
—Ehm... Bueno...
—Sí, estoy aquí.
—Uuuuuyyyy... Esto se lo tengo que contar a Soobin —exclamó Seokjin. Seungmin se quejó de fondo.
—Hyung, vas a tener otro dongsaeng. Shinwoo es un poco sucio, pero yo le diré que no toque tu ropa, ¿de acuerdo?
—Muchas gracias, confío en ti para esta misión.
El timbre sonó de pronto y los tres se sobresaltaron.
—Bueno, adiós, tenemos que irnos a comprar —Un coro de voces le despidió entre risas y enhorabuenas para ellos.
Jisung se sentía abrumado y muy emocionado. El niño le devolvió el teléfono a Minho y los tres bajaron las escaleras. El cierre de seguridad sonó y el polluelo entró como un huracán.
—Debiste llamarme a mí primero, Jisung .
—Voy a cambiar el maldito código de entrada —gruño pasándose las manos por la cara mientras Hoshi iba a los brazos de Felix contento.
—¿Para qué? Sabes que podría colarme igualmente.
—Estás viejo para ir de espía, Yongbok.
—Callate, Minho hyung, no me hables. Hiciste una llamada grupal en lugar de comunicarte con tu hermano.
—Acabo de enterarme hace cinco minutos, Felix, fue Hoshi el que hizo esa llamada.
—Definitivamente, odio que os hayáis mudado a la casa de enfrente —se quejó Jisung—. Ahora, llama a Changbin y vámonos de compras.
***
Insisto, navegantes, nunca renunciaré a Jisung dramático.
Como sorpresa extra, aquí les traigo una de las razones por las que llevo SEMANAS desaparecida: ESCRIBÍ UNA HISTORIA NAVIDEÑA!!!!!!
Vayan a darle amor y a disfrutar, es soft, omegaverse y tiene final feliz.
¡Nos vemos en el infierno!
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