2. Dos tigres y un príncipe
🎶Banda sonora: To begin again - Ingrid Michaelson y Zayn🎶
—¿Estás bien, saekki? —preguntó Jisung en voz baja cogiéndole la mano al niño.
Lo miró unos segundos y asintió en silencio, pero no lo soltó. Levantó la vista y se encontró con Lee Minho en el espejo retrovisor.
—Hemos llegado —comentó mientras la puerta metálica frente a ellos se abría y entraban para aparcar frente al garaje.
Los dedos pequeños de Hoshi se cerraron con fuerza en su mano y observó cómo se asomaba por la ventana con curiosidad. Minho salió del coche y lo rodeó hasta abrirle la puerta. Se acuclilló delante de él y le apartó el flequillo de la cara con una sonrisa que era más suave que las que le daba a él.
—¿Te gusta el jardín? —El niño asintió—. Hay una piscina y he plantado un limonero en la parte trasera. Si quieres puedes ayudarme a cuidarlo cuando te aburras de leer. —Hoshi se rió un poco.
—Nunca puedes aburrirte de leer, Minho hyung —contestó condescendiente, como si su novio fuera lento y no entendiese las verdades de la vida. Jisung sintió un poquito de orgullo cuando el adulto subió las cejas sorprendido por la respuesta.
Se bajó del asiento trasero y Hoshi corrió rodeando el vehículo para tomarle la mano otra vez. Llevaba colgada una mochila de Aladdin que le regaló Soobin. No podía tener nada más que algunos cómics y un libro infantil de aventuras que Han le compró, pero todavía la sujetaba con fuerza. Sabía que en la maleta negra que Minho agarraba estaba el peluche con forma de tigre con el que seguía durmiendo, aunque se avergonzaba de ello. Además de su ropa favorita y su uniforme escolar.
Caminaron hasta la puerta y sentía el sudor de la palma del niño y el ligero temblor de sus dedos. Pulsó el código de seguridad y abrió la puerta respirando hondo. Hoshi continuó en silencio mientras entraban al recibidor que daba al gran salón principal de la casa.
Se quitó los zapatos sin soltarle y Hoshi lo imitó. Minho recogió ambos pares y los colocó en el mueble junto a sus zapatillas deportivas. Se adentraron en la estancia y miró cómo los pequeños pies dentro de unos calcetines con dibujos de plátanos contrastaban con el suelo pulido de mármol italiano.
—¿Tienes hambre, Hoshi? —preguntó Minho y el niño se encogió de hombros—. ¿Qué tal si preparo algo para que piquemos antes de la cena? Llamaré al restaurante de Drake para que mande algo rico para cenar, ¿qué te parece?
—Me parece bien, hyung —respondió en voz baja, todavía mirando a todas partes.
Minho se marchó y los dejó solos. Sabía por qué lo había hecho. El niño tenía que estar abrumado y Jisung estaba tan nervioso por saber si le gustaba la casa que le temblaban las piernas. Se quedó callado por unos segundos, pensando en qué decir, qué hacer, además de estar quietos en medio de aquella enorme estancia.
—Oye —le llamó y el niño levantó su cara hacia él —, ¿quieres... quieres ver tu habitación? —tartamudeó. Él solo asintió.
Subieron las escaleras en silencio hasta el distribuidor de la planta superior. Todavía no se soltaron, el niño agarraba con recelo el asa de la mochila. Respiró hondo y se paró frente a la puerta de la habitación del chico. Le dio una mirada de reojo y abrió.
Notó el apretón en los dedos. Habían cambiado la decoración del cuarto la semana anterior. La cama grande y cómoda estaba en el centro, bajo el gran ventanal que daba al jardín. El sol iluminaba los muebles blancos, las colchas amarillas y la decoración que habían escogido específicamente para un niño de 7 años (según la señora de la tienda en la que había gastado unos cuantos millones de wones).
Había un escritorio con un ordenador que Minho había comprado para él, aunque no sabía si lo usaría aún. También una gran estantería que no estaba del todo llena, pero que tenía un montón de libros y cómics que quería que leyese. También un pequeño sillón con un peluche de un gato gris y un cojín de color mostaza.
—¿Te gusta? —preguntó ante el silencio.
—¿Es para mí? —susurró mirando la estantería.
—Sí, es para ti. No está llena porque pensé que querrías llenarla tú mismo con el tiempo... Pero puedo pedir más libros si quieres, también juguetes... Podríamos ir a comprarlos hoy si quieres...
—¿Es todo para mí? —insistió.
—Sí, es tu habitación, es para ti. —Jisung le soltó la mano y entró sentándose en la cama, para darle un poco de espacio.
Hoshi caminó sin aflojar el agarre que tenía sobre su mochila. Dio unos pasos hasta la alfombra redonda en la que estaba el sofá y acarició el peluche del gato que era solo más grande que el suyo. Después se acercó a la estantería y echó un vistazo a todos los libros que había con una sonrisa inconsciente en sus mejillas redondas.
Jisung apretó los dedos sobre sus rodillas, tenso como el hilo de una cometa. Necesitaba que estuviera feliz en esa casa. Quería que fuera feliz. Y si no le gustaba cambiaría todo. Joder, se mudaría si se lo pedía.
Hoshi se quitó la mochila y la abrió. Sacó de ella cuatro cómics con los bordes desgastados del uso y el libro. Los colocó en el estante al que alcanzaba y sonrió dándose cuenta de que encajaban allí. Casi se desmaya cuando lo miró con esa boca dibujando una mueca feliz.
Dio un paso hacia él y Jisung abrió los brazos. El niño recorrió la distancia que les separaba y lo abrazó con fuerza. Han apretó los ojos mientras se apoyaba en su cabeza para contener las lágrimas.
—Prometo que me voy a portar bien. Te prometo que voy a decirte siempre la verdad. Haré amigos en el nuevo colegio.
—Saekki, quiero que te portes bien, quiero que digas la verdad y que hagas amigos. Pero no pienses que necesitas ser nada más que tú mismo. Eres perfecto, Hoshi, nadie va a echarte de aquí jamás. Esto es tuyo. Es tu habitación, son tus libros, tus juguetes, ¿de acuerdo? —El niño asintió contra su pecho y se restregó como un gatito antes de suspirar—. ¿Quieres que te enseñe el resto de la casa? ¿Sí? Venga, vamos.
Le dio la mano y fueron a la habitación que estaba al otro lado del largo distribuidor. Se la mostró con una sonrisa.
—¿Este es el dormitorio de Jisung hyung y Minho hyung? —preguntó y Jisung movió la cabeza afirmando con un ligero sonrojo—. Es grande... Es enorme... —Caminó con algo más de confianza dentro de la habitación y sonrió señalando una fotografía de Minho y Jisung en la que ponían caras estúpidas. Se acercó al vestidor y se asomó con una cara asombrada—. Definitivamente Minho hyung tiene muchos trajes de pingüino...
Jisung se echó a reír con fuerza y escuchó en la puerta la risita de Minho. Se giró y estiró la mano para llamarlo. Sus dedos se enlazaron y le dio un beso en la mejilla.
—¿Por qué no hay libros aquí? Jisung hyung dijo que le gustaba leer...
—Están abajo, en el despacho. Vamos, te lo enseñaré. Es la batcueva de Jisung, normalmente se encierra allí a trabajar horas y horas —dijo Minho mientras el niño lo seguía escaleras abajo.
Le mostró el estudio y el chiquillo observó hipnotizado la enorme librería hasta el techo en la que había tomos en varios idiomas. Toqueteó los lomos de los libros.
—¿Te parecen suficientes libros?
—Hay muchísimos... ¿Cómo puede decir Minho hyung que se aburre si aquí hay un montón de libros distintos? —exclamó.
—Minho hyung no tiene ni idea de lo que es la diversión. El prefiere estar en el jardín cuidando de los árboles —Hoshi miró curioso la ventana que señalaba y sus ojos se abrieron cuando vio la piscina—. Primero vamos a ver el resto de la casa y podemos tomar la merienda en la terraza, ¿vale?
Asintió con una enorme sonrisa y lo llevaron hasta la sala de estar y después a la cocina. Le mostró dónde estaban los vasos que habían puesto a su alcance y todos los enseres. Minho sacó una de las bandejas y colocó encima unos pedazos de fruta que había cortado y algunas galletitas saladas.
—¿Puedes coger los vasos y ponerlos en la bandeja, Hoshi? El príncipe cogerá las servilletas y los cubiertos.
El niño obedeció colocando tres vasos sobre la bandeja y Minho la levantó. Salieron al jardín y Jisung se sentó en el cenador. Hoshi miraba a todas partes, su cabeza iba de un lado al otro histéricamente. Dio dos golpecitos en la silla a su lado y el chiquillo le acompañó.
El gran felino dejó la merienda sobre la mesa y se sentó junto a Jisung acariciándole la cabeza. Han sonrió, con todos los astros alineados de forma perfecta en ese instante. Se miró a sí mismo, a Minho, que servía unas piezas de fruta en un plato y a Hoshi que hacía una reverencia para agradecerle antes de mordisquear un trozo de manzana verde.
—Toma, príncipe —le dijo acercándole su propio plato con unas fresas. Se echó una a la boca y la masticó sonriendo.
Comieron mientras Minho enumeraba las posibilidades de menú para la cena y Hoshi asentía entusiasmado a todas las ideas. Le preguntó por sus gustos, hablaron sobre libros que el gato callejero no había leído y el niño nombró un montón de cosas que quería hacer en el colegio nuevo y una lista interminable de platos que le gustaban.
De pronto, aquel lugar le pareció el más perfecto del mundo.
El tímido chiquillo había desaparecido y había llegado el Hoshi divertido, el que hablaba por los codos. Jisung pensó que era el sitio al que siempre había pertenecido. Como si un extraño embrujo les hubiera envuelto y ya no estuvieran nerviosos, ni asustados, como si nadie se hubiese sentido abandonado antes.
Como si los tres hubiesen nacido para encontrarse en aquel sitio y momento exacto.
Metió en el lavavajillas los platos de la cena mientras Jisung acompañaba a Hoshi para que se lavara los dientes. Terminó y apagó las luces antes de subir las escaleras. Escuchó las voces en el baño de la habitación del niño y se adentró en la estancia cargando la maleta. Deslizó las puertas del armario donde estaba toda esa ropa nueva que habían comprado para él.
Sacó un pijama fresco y lo puso sobre la cama, también la ropa interior y unos calcetines suaves. Cogió las pocas prendas que había traído el chico consigo y las colocó con cuidado junto a las nuevas. Colgó el uniforme en una percha y pensó que habría que plancharlo antes del lunes.
Puso el tigre blanco de peluche que traía Hoshi en la maleta junto a la almohada y escuchó la risa de Jisung retumbando en el aseo. Su corazón aleteó feliz.
Cerró la maleta vacía, y la colocó en el altillo. Se dio la vuelta debatiéndose sobre si debería entrar también al baño o marcharse y dejarlos más tiempo juntos. Hoshi salió y se sobresaltó al verlo allí, pero sonrió automáticamente. Minho le acercó el pijama y él lo tomó antes de hacer una reverencia.
—Dice... dice Jisung hyung que podemos ver una película antes de dormir...
—Me parece bien, pero hay que ducharse primero. —El niño asintió emocionado y corrió de vuelta al baño.
Minho se marchó a su habitación y se dio una ducha rápida, evitando el pelo. Se puso un pijama que era más bien un par de prendas viejas y escuchó a Jisung llamándolo desde el otro dormitorio.
—Hoshi dice que si puedes secarle el pelo mientras yo me doy una ducha, así podremos ir a ver la película más rápido —dijo con una sonrisa.
El niño estaba en medio de la habitación, restregándose una toalla en la cabeza. Minho fue al baño y se sorprendió de no verlo hecho un desastre. Volvió a salir para enchufar el secador junto al sillón de una plaza. Hoshi se acercó y se sentó entre sus piernas de espaldas a él.
Minho le secó el pelo, con el zumbido llenando el espacio silencioso y las hebras negras brillando entre sus dedos. Quería volver a hacer eso, quería secarle el pelo a Hoshi cada noche. Quería darle un beso en la frente y arroparlo. De repente, quería un montón de cosas con las que solo se había atrevido a soñar.
—Minho hyung... —llamó cuando apagó el secador—, gracias por dejarme vivir aquí. Te prometo que me voy a portar bien.
—Hoshi, no tienes que agradecerme nada —contestó con un nudo extraño en la garganta.
—Me gusta cuando llamas a Jisung hyung príncipe. Siempre sonríe cuando lo llamas así... —murmuró como si estuviera diciéndole un secreto—. Y parece un príncipe de verdad.
—Es que lo es —contestó levantándolo. Apartó un poco el pelo seco de sus ojos—, Jisung es mi príncipe encantador. Él me salvó.
—¿También te llevó al doctor? A mí me lleva a un doctor que me hace un millón de preguntas, pero luego me presta esa cosa para oír el corazón.
—Estetoscopio —corrigió con delicadeza—. Sí, Hoshi. Me llevó al doctor y me salvó y me trajo aquí. Por eso es mi príncipe.
—¿Tú tienes padres, Minho hyung? —Minho negó con la cabeza y el niño se acercó colocándose entre sus rodillas y le acarició la cabeza. Sintió que quería llorar—. No pasa nada por no tener padres, Jisung hyung siempre dice que no pasa nada. ¿Sabes que él tampoco tiene padres? —Asintió mordiéndose el interior de la mejilla—. ¿Ves? ¡Y él es un príncipe! —exclamó como si aquello fuese de verdad un argumento.
—¿Puedo darte un abrazo, Hoshi? —preguntó, con ese nudo en la garganta cortándole la respiración. El niño se acercó más y lo abrazó con un suspiro. Minho sentía su pecho latiendo intensamente.
Pensó muchas veces en tener hijos, había pensado mil millones de veces en ello después de que Jisung lo preguntara aquella vez en la cocina. Pero nunca se había atrevido a sacar del tema de nuevo. Sin embargo, no hizo falta. Porque, como siempre, Han hacía las cosas que quería sin pensar en los demás. Y, aparentemente, decidió que Lee Minho no dejaría de amarle, así que él solo obedeció.
¿Cómo eres tan cruel, príncipe?, se preguntó mientras las pequeñas manos de Hoshi le daban golpecitos calmantes en la espalda.
Minho se sintió culpable por haber dudado de él.
Ese abrazo de los brazos delgados de Hoshi se sentía como una ráfaga de viento que disipaba todas las nubes oscuras. El hombre que era el verano de Minho trajo con él a ese pequeño chiquillo que soplaba el aire más cálido que había sentido alguna vez, con esas pequeñas palmas haciendo círculos sobre sus hombros.
—Minho hyung...—susurró apartándose—, Jisung hyung es un príncipe, y tú eres su tigre, como en "Aladdín" —Minho se rió porque parecía muy serio—. Eres el tigre del príncipe Jisung . ¡Tiger hyung! ¡Grrr! —gruñó poniendo las manos como garras. Se echó a reír con fuerza y el niño insistió gruñendo y rugiendo. Minho puso las manos como garras y gruñó también.
—Si soy un tigre me comeré al príncipe cuando se porte mal.
—No, no, no, Tiger hyung. Tú eres un tigre bueno. Como en Aladdin. Solo te comes a los malos.
—Aaah... ¡Entendido! —respondió Minho haciendo un saludo militar. Hoshi asintió contento.
—Entonces si tú eres el tigre que protege al príncipe Jisung hyung. ¿También me protegerás a mí?
—A ti también te voy a proteger, me comeré a cualquiera que te haga daño. —Aunque fuese un juego de niños, Minho dijo esa verdad como si fuera la única que conocía.
Hoshi sonrió y volvió a abrazarlo con fuerza colgándose de su cuello. Minho se levantó con él en brazos y el niño se aferró, sorprendido. Caminó fuera de la habitación y se acercaron al dormitorio principal para comprobar si Han había terminado.
—Príncipe Jisung, le traigo al príncipe Hoshi completamente limpio y seco —anunció con ceremonia.
Jisung se echó a reír y salió del vestidor con una camiseta de Minho y un pantalón corto. Estuvo a punto de besarlo hasta dejarlo sin respiración. Pero se contuvo cuando escuchó la risa de la pequeña carga que se agarraba a su cuerpo como un koala.
—¡Yo no soy un príncipe, Tiger hyung! ¡Él es el príncipe Jisung hyung!
—Pero si tengo que protegerte es porque también eres un príncipe, ¿no? —preguntó dejándole de pie sobre la cama. El niño hizo una mueca con la boca y volvió a tocarse la barbilla.
—No, porque el príncipe Jisung hyung también me trajo aquí, y yo también voy a protegerlo.
—¿Entonces también eres un tigre, Hoshi? —Jisung se acercó y se sentó en la cama.
—Uno pequeño, un saekki, por eso tienes que protegerme —respondió como si aquello fuese una ley universal tan obvia como que el cielo era azul—, pero cuando sea mayor seré un tigre grande y fiero como Minho hyung. ¡Grrr! Y me comeré a los malos.
Minho se tiró en la cama riéndose mientras el niño se sentaba a su lado. Jisung se acercó al buró y cogió el mando de la televisión que prácticamente nunca usaban, encendiendo la pantalla en la pared de enfrente.
—¿Qué les parece a Tiger hyung y saekki si vemos la película aquí?
—Lo que el príncipe ordene, ¿a qué sí, Hoshi? —El niño asintió y Minho lo llamó para que se tumbara a su lado. El chiquillo gateó y se acostó junto a él.
Jisung entró a la cama por el otro lado y se acercó a Hoshi. El niño se arrastró más cerca automáticamente y se apoyó en el bíceps de Han Jisung mientras discutían sobre qué película ver. Cuando empezó la reproducción de Aladdin, el niño cantó emocionado las canciones y Jisung lo siguió.
Minho se echó a reír cuando el tigre apareció y Hoshi insistió en el parecido. Se acercó más a ellos y se tumbó de lado mirándolos. ¿Hay alguna posibilidad de que alguien pueda ser más feliz que esto? Se aventuró a acariciar el hombro del niño y él le miró con una sonrisa tierna que le derritió aún más el corazón.
Le agarró la mano a Minho y se mantuvo con ella contra su pecho hasta que se quedó dormido, con la cabeza apoyada en el brazo de Jisung . El príncipe apagó la televisión en silencio y observó hipnotizado el paquete que dormía entre ellos.
—¿No te importa que se quede aquí esta noche? —preguntó en voz baja y Minho negó—. Todavía no creo que sea real...
—Príncipe... —susurró encontrándose con sus pupilas—, te amo. —Besó su muñeca y se volvió a tumbar, pegándose más al calor de aquellos dos cuerpos que había sobre las sábanas.
—Yo también te amo —respondió acariciándole la mano que Hoshi mantenía entre las suyas celosamente.
Sintió al príncipe levantarse y poner sobre los tres un edredón. Minho palpó el calor del niño delante de él con los ojos cerrados y notó el peso de Jisung caer sobre la cama de nuevo. Se quedó dormido pensando que había valido la pena absolutamente todo lo que había pasado antes, porque había nacido para estar en ese instante exacto y en ese lugar.
***
Ya les dije que estos capítulos van a ser pura diabetes, navegantes.
¡Nos vemos en el infierno!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top