9. Versátil🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

🎶Banda sonora: Switch it up JB🎶

Felix sonrió y se acercó al sillón donde Changbin revisaba su correo en el móvil. Le acarició el pelo y apartó la vista del teléfono para mirarlo con esa devoción amorosa.

Se sentó sobre sus rodillas a horcajadas y escuchó el suspiro del hombre cuando se apretó contra él. Changbin soltó el teléfono a su lado y sus manos recorrieron sus muslos hasta agarrarse a sus nalgas.

—¿Me explicas por qué estás desnudo?

—Llevo un bañador —ronroneó con sus manos acariciando la nuca del hombre.

—Apenas es un calzoncillo —contestó con su índice derecho acariciando el borde de la prenda.

—No seas aguafiestas, Changbini — Felix se acercó a su boca y dejó un beso ligero en los labios. Pasó a la mejilla y la mandíbula antes de recorrer el cuello masculino con la punta de su nariz.

Su entrepierna dio un aviso de peligro cuando sintió como le apretaba contra su cuerpo. Tenía que parar ahora mismo o sabía cómo acabarían: desnudos, con la polla de Changbin enterrada dentro de él y un montón de invitados en la puerta. Invitados que sabían su maldito código de acceso.

Jadeó cuando los dedos se clavaron en sus nalgas y el gran oso movió las caderas moliendo contra su cuerpo. El beso en su hombro le puso la carne de gallina y escuchó la respiración de Changbin acelerarse.

El timbre sonó y el gruñido de Seo se acompañó con un mordisco en su hombro. Felix sintió un escalofrío y gimió en voz alta.

—¿Estás contento? Ahora tendré que abrir con una erección —se quejó el hombre dejándole caer en el sofá. Se rió un poco de su reacción, observándolo mientras iba a abrir.

Llevaba puesta una camisa de lino blanca y un bañador negro y, no era porque fuera su prometido, pero era el hombre más jodidamente sexy de Corea. Probablemente estaría entre los 10 más sexys del mundo.

Changbin se cuidaba, tenía el cuerpo lleno de músculos marcados cubiertos por una piel suave y bronceada. Sus brazos fuertes le daban ese aire de poder que a Felix le gustaba tener en la cama. O en el sofá, o en cualquier sitio donde apretasen las ganas. Como en el coche aquel día en que trabajaron hasta tarde.

El hombre abrió la puerta y volvió un segundo después dentro de la casa de ambos. La casa que habían llenado de un montón de nuevos recuerdos para borrar los antiguos.

Bbama apareció correteando y ladrando desesperado cuando escuchó el barullo en la puerta.

—¿Dónde está mi sobrino favorito? —exclamó Jisung mientras dejaba atrás sus sandalias y entraba a saludar al perro. El animal ladró más fuerte y dio saltitos buscando atenciones.

Su hermano entró justo después. Bbama se apartó de Jisung en cuanto lo vió, corrió desesperado a sus pies y ladró con más ímpetu. Felix aguantó la risa cuando Han lo miró con rabia y se levantó con la espalda recta y una pose de dignidad impostada.

—Hola, pequeño —susurró Minho hyung agachándose y cogiéndolo en brazos.

—Te he traído golosinas, pero no te las daré porque quieres más a Minho que a mí —dijo acercándose al sofá. Se dejó caer a su lado y se tumbó con la cabeza sobre el regazo de Felix—. ¿Le hablas mal de mí para que no me quiera?

—No digas tonterías, Quokka —contestó Changbin desde la cocina.

—Bbama te ama, Jisung. Te ama más que a mí. Nunca te amará más que a Changbin, es un niño de papá.

—¡Pero le traje golosinas! —se quejó. Felix acarició el pelo suave de Jisung apartándolo de su frente.

—Bbama no puede tomar golosinas, Jisung, ¿recuerdas? —le dijo, pellizcandole la mejilla.

—Bueno, yo no estoy de acuerdo. Deberías cambiar de veterinario y buscar una segunda opinión. El idiota de Kim no tiene ni puta idea.

—Ni siquiera tienes perro, Han —gritó Seungmin entrando descalzo en el salón.

—¡Buscaré el mejor hospital para animales de Seúl y verás como me dejan darle golosinas al bebé Bbama! —gruñó Jisung enseñándole el dedo del medio al chico.

—Mi hospital es el mejor de Corea, gilipollas —contestó el chico—. Hola, Changbin hyung, Minho hyung, Felix —Hizo una reverencia a todo el mundo con una enorme sonrisa—. Os presento a Seokjin... Ese de ahí es Changbin; el que bebe cerveza es Minho y el chico del sofá es Felix, el imbécil que está tumbado sobre él es Han.

Jisung se levantó abruptamente del regazo de Felix y se puso de pie peinándose con los dedos. Felix miró al chico que había junto a Seungmin. Era alto y delicado y tenía una cara casi inocente. Desprendía un aura tranquila que contrastaba con la energía volátil de Seungmin.

En el recibidor vio a Soobin quitarse los zapatos y dejarlos dentro del mueble con cuidado. Se tensó levemente y sus ojos fueron directos a Jisung y a su hermano. Percibió la ligera presión de los dedos de Minho hyung sobre el botellín de cerveza y el pequeño clic en la mandíbula de Jisung.

—Seokjin, ¿eres mayor que nosotros? —Han saludó con una sonrisa y Felix se levantó del sofá para acercarse a ellos.

—Sí, podéis llamarme hyung, o no, me dan un poco igual los honoríficos —dijo el chico, encogiéndose de hombros.

—Está bien, hyung...

—¿Eres tú el striper? —interrumpió de pronto Jisung. Lo miró confundido.

—¿De qué hablas?

—No sé, no me avisaste de que ibas a bailar tú en tu propia despedida de soltero.

—Te dije que eso que llevas apenas podía ser un calzoncillo —escuchó a Changbin hablar desde su posición, al lado de Minho en la cocina.

—Envidiosas —contestó levantando el dedo de en medio—. Hola, chico desconocido —saludó mirando al muchacho que acababa de entrar por la puerta con unas gafas de sol puestas.

—Hola, chico semidesnudo —contestó con una sonrisa lobuna—. A mí me parece que el bañador te queda muy bien.

—No te pases, Taehyun hyung —Soobin le dio un codazo y el chico rió en voz alta—. Él es mi primo —El hombre se quitó las gafas y Felix pensó que tenía unos ojos un poco agresivos. Particularmente cuando se clavaron en él.

De la nada, la mano de Changbin estaba sobre el hombro que había mordido hacía unos minutos, acarició su espalda desnuda hasta su trasero y dio un tirón hacia él.

—¿Por qué no vas a cambiarte? —dijo de repente con los dientes apretados.

—No voy a hacerlo, así que no vamos a empezar una discusión. Vamos a beber un montón de mojitos y a disfrutar de esta no despedida de soltero. Y esta noche hablaremos de si te gusta o no el bañador, Changbini —susurró, aunque todo el mundo lo escuchó.

—Esos mojitos suenan bien —dijo Seokjin conciliador.

La acción se trasladó, principalmente gracias a Jisung que lideró la marcha, al jardín trasero. Felix los vio salir y acomodarse en las hamacas y el kiosko que habían convertido en una enorme cama balinesa. Escuchaba de fondo a Bbama encantado con las atenciones que le daban las visitas.

Caminó hacia la cocina y sacó de la nevera una de las jarras de mojito que había hecho.

—No sé por qué te empeñas en provocar al hombre. Le dará una aneurisma cualquier día, Yongbok —dijo Minho, aprovechando para coger otra cerveza.

—No voy a cambiarme de ropa. Es su maldito problema si no le gusta. El de todos ellos.

—No hables así a tu hermano mayor —La mano libre de Minho tiró de su cabeza y lo apretó con fuerza contra su pecho—. No te cambies de ropa, es divertido ver a Changbin desquiciado.

—Una cosa, Minho hyung —Lo miró con gravedad—. No quiero ni una sola salida de tono con Soobin, ¿de acuerdo?

—No soy un niño, Yongbok, ni un salvaje. Ya hemos tenido esta discusión antes. Aunque sea un matón de barrios bajos he aprendido a comportarme con los niños ricos alrededor.

—No manipules lo que he dicho para hacerte la víctima. Deja al chico en paz, Jisung es tuyo, no hace falta que lo hagas sentir mal.

Minho asintió una vez con las cejas tensas y se marchó llevando dos jarras y un botellín de cerveza al jardín mientras él sacaba las copas para todos. Felix lo siguió y sirvió la bebida. Su hermano se reclinó en el colchón que había en el suelo del gazebo con la botella y Bbama corrió automáticamente para tumbarse a su lado.

El ambiente se relajó rápidamente y consiguió pasar una mañana divertida. El alcohol se le subió a la cabeza cuando llevaban un par de horas haciendo el idiota. Sentado en el sillón de colores hinchable en el centro de la piscina miró a Soobin jugar en el aguacon Seungmin. Changbin estaba sentado en el borde con los pies en el agua al lado de Jisung. Minho hablaba más o menos animado con Seokjin y Taehyun.

Le pareció un buen augurio que hubiese conseguido juntar a toda esa gente sin que se mataran unos a otros. El periodista se levantó y se quitó la camiseta que llevaba. Felix apreció disimuladamente el cuerpo construido y se fijó en que Seungmin lo miraba especialmente concentrado. Se tiró al agua cerca de Jisung y Changbin y consiguió salpicarles.

Su hermano y Seokjin se acercaron también al borde de la piscina cuando Han se quitaba la camisa mojada y la lanzaba sin cuidado. Minho hyung la recogió y la colocó sobre una de las tumbonas con delicadeza. Felix sonrió.

Los hermanos Lee habían nacido con el estómago hambriento y vivieron toda su vida con ropa remendada. Ninguna de las personas que estaba en ese lugar tenía ni la más mínima idea de lo que era no saber cuándo sería la próxima comida. Su hermano y él eran expertos en supervivencia.

Sin embargo, le gustaba este Minho. Le gustaba mucho más que el anterior. Jisung tenía un efecto tan positivo en él que parecía otra persona la mayoría del tiempo. Excepto en momentos como ese, en los que recogía la ropa del suelo y la doblaba porque sabía que podría estropearse si la dejaba en el césped.

Han tenía, probablemente, cincuenta camisas más como aquella. Pero Minho había sido siempre frugal y mantenía su armario bajo mínimos. Normalmente, Jisung o el propio Felix compraban toneladas de prendas para él y para Changbin.

—Ha sonado un teléfono un par de veces —comentó el hombre sentándose junto a Changbin.

—Ah, sí, es el de Soobin —dijo Taehyun sacudiendo su pelo húmedo y acercándose al borde para colocarse junto a los chicos.

—¿Quieres que te lo alcance? —preguntó Minho hyung con una expresión un poco tímida. Todo el mundo se quedó callado esperando la respuesta de Soobin. El chico solo negó con la cabeza y bajó los ojos—. Puedo hacerlo, Soobin... Podría ser algo de trabajo...

—No es trabajo —contestó Taehyun saliendo del agua y sentándose junto a Changbin. Felix observó lo incómodo que parecía su prometido junto a ese hombre, así que se bajó del sillón hinchable y caminó por la piscina con la copa en la mano hasta ellos.

—Ven al agua, Binnie —le dijo acariciando sus rodillas, colocándose entre ellas. Su chico sonrió y asintió suave antes de quitarse la camisa de lino por la cabeza.

A Felix se le trabó la respiración en la garganta cuando el pecho cincelado se mostró ante él. Dio un paso atrás y dejó que entrase a la piscina. Se enganchó a él como un koala un segundo después.

—Soobin, está volviendo a sonar —dijo Seokjin.

—¡Dejalo! —exclamó Choi enfadado y todos le miraron como si le hubiese salido otra cabeza. El chico enrojeció—. Perdón, Jin hyung, siento haberte gritado. Simplemente déjalo que suene.

—¿Va todo bien, Soobin? —preguntó Minho con la voz dura y las cejas frunciéndose. Sabía lo que significaba esa cara, tenía la mirada de alerta que hablaba de muchos años de miserias. La mirada de quién teme la maldad del mundo porque la ha visto con sus propios ojos—. ¿Por qué no vienes conmigo a la casa y hablamos?

—¿Qué? No, no, no es necesario...

—Soobin, puedes hablar con nosotros. Si está pasando algo, sabes que puedes hablar, nos conoces, sabes que podemos ayudarte. —Changbin fue más tranquilizador.

—No le pasa nada, el que le llama es Kumiho —interrumpió Taehyun con una copa de mojito recién servida en la mano.

—¡¿Qué?! —gritó Seungmin con un aspaviento dramático—. ¿Estás ignorándolo? ¿Por qué coño estás ignorándolo?

—Lleva haciéndolo toda la semana —azuzó Taehyun.

—¿Ha pasado algo malo con él? —preguntó Jin.

—No, no ha pasado nada malo... Pero...

—¿Quién es Kumiho? —murmuró Felix.

Kumiho es el chico al que Soobin le hizo una paja en el baño de un bar y aparentemente ahora es accionista de algo o alguna cosa así, no me enteré bien de esa parte de la historia —dijo Taehyun relajado.

—¡¿LE HICISTE UNA PAJA EN EL BAÑO DE UN BAR A CHOI YEONJUN?! —gritó Felix desenredándose de los brazos de Changbin para acercarse al hombre.

—¿Lo ves, Changbin? Te dije que se conocían cuando fuimos a cenar. Ahora ya sabemos de qué —bromeó Jisung.

—No empieces, Quokka... —respondió el otro subiéndose de nuevo al borde de la piscina.

—Joder, ¿por qué estamos hablando de esto? —se quejó Soobin abochornado.

—¿Por qué no le coges el teléfono? ¿Te dijo algo inapropiado? —Seungmin se acercó a su amigo y puso una mano en su hombro—. ¿Es un imbécil o algo? —El chico negó con la cabeza —. Entonces, tesoro, ¿cuál es el problema? —Repentinamente todo el mundo estaba expectante, todo el mundo quería saber—. Oye, ¿hay que ir a partirle las piernas? Sabes que lo haría, iré a su casa y le golpearé si te ha ofendido.

—Yo también iré —se unió Felix—. Si te ha dicho algo fuera de lugar vengaremos tu honor.

—Polluelo, cálmate —murmuró Changbin desde su posición.

—No es nada de eso. No ha sido inapropiado ni idiota. Es encantador y fantástico.

—Entonces, ¿cuál es el maldito problema, tesoro? —Soobin dijo algo entre dientes y su cara adquirió un tono rosa avergonzado que le hizo parecer adorable. Seungmin le apartó el pelo mojado de la cara con insistencia—. Soobin, no sé qué demonios estás diciendo.

—Es activo... —murmuró. Hubo una expresión de sorpresa colectiva y Felix se llevó la mano a la boca.

—Dios... lo siento... —consoló Seungmin dramáticamente—. D.E.P. la posibilidad de Kumiho siendo la nueva adquisición de la familia Choi. ¡Hasta tenían el mismo apellido! ¡Era tan prometedor!

—No estoy entendiendo... —dijo Taehyun con el labio inferior levantado—. ¿Cuál es el problema? ¿Vas a dejar de hablar con él porque es activo?

—¿Tienes alguna idea de como va el sexo entre hombres, Taehyun hyung? —preguntó Felix.

—Entiendo la mecánica y la biología —contestó el chico encogiéndose de hombros.

—Entenderás entonces que uno suele ser activo y otro pasivo en las relaciones, ¿no?—intervino Jin. Taehyun asintió aunque todavía parecía desinteresado.

—Soobin es activo también. Ese es el problema, Taehyun —comentó Jisung.

—¿Eres exclusivamente activo? —insistió Taehyun. Todas las miradas cayeron sobre Soobin y el chico de la sonrisa radiante se encogió de hombros. Oyó una tos en algún lugar.

—¿Eres versátil, Soobin? —preguntó agarrándole la mano al chico y volvió a encogerse de hombros.

—¿Eres versátil? Primera noticia —comentó Jisung con la voz extrañamente afectada—. No es como que hubieses dicho algo antes.

—¿Por qué coño tendría que decírtelo? —afrentó Seungmin mirando a Han.

—Solo estoy haciendo un comentario, Kim.

—Un comentario de mierda.

—Se me permite sorprenderme, ¿no? Igual podríamos haber probado si hubiese dicho algo.

—Ya basta, príncipe. Cállate ahora —La voz mortal de Minho hyung resonó en el jardín. Felix le miró y estaba atravesando a Jisung con los ojos—. No es tu turno para hablar.

—¡Minho! —gritó Jisung indignado por sus palabras.

—¡Es suficiente, a callar los dos! U os vais de mi casa —reprendió Felix nervioso. Ambos chicos se quedaron en silencio, con las mandíbulas apretadas. Volvió a mirar a Soobin y su cara estaba ahora del color de los tomates maduros—. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué no quieres hablar con Choi Yeonjun-ssi?

—¿No quieres hacerlo con Kumiho? —Seungmin le acarició la mejilla al chico.

—Nunca lo he hecho... Quiero hacerlo, pero nunca he sido pasivo y estoy asustado —confesó el hombre en voz baja. Hubo unos segundos tensos en los que todo el mundo se quedó callado, hasta que Seungmin estalló en risas escandalosas y Soobin casi se hunde bajo el agua de la piscina para escapar.

—No me estoy riendo de ti, tesoro, pero eres idiota. Si necesitabas consejos, tienes un puto aquelarre aquí —Seungmin señaló alrededor y Felix y Jin se echaron a reír—. Te contaremos todo lo que hay que saber para disfrutar del buen sexo homosexual.

—Seungmin, no sé...

—Cállate, vamos a aconsejarte. Vas a quedar con ese chico esta noche y vas a follar con él hasta el lunes, ¿entendido? No quiero ni una excusa más. Taehyun se viene a dormir a mi casa hoy.

—¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? —preguntó el aludido.

—Porque tu primo merece un poco de intimidad y que Kumiho no se encuentre con un hetero aleatorio andando por la casa —contestó Felix.

—No es hetero, dice que le gusta todo, pero por sus palabras este tipo no ha visto una polla que no sea la suya en su vida —añadió Seungmin—. Te vienes a mi casa. Y tú —señaló a Soobin—, lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte. No es como si te fueran a extirpar el apéndice sin anestesia.

—Joder, Seungmin, entiéndeme. Esto es... raro...

—¿Has buscado en internet? Hay un montón de información allí. Y un montón de videos —dijo Felix, Soobin enrojeció otra vez y salió de la piscina—. ¿Dónde vas?

—Voy a ponerme una copa, tengo la impresión de que esto va a ponerse cada vez más vergonzoso y explícito.

—No tienes que avergonzarte, tesoro, has metido la polla en un montón de culos que han tenido que pasar por esto. No seas hipócrita.

—¡Me voy a pasear a Bbama! —exclamó Changbin levantándose de un salto. Felix se rió y le lanzó un beso. El chico le dio una sonrisa pequeña y se secó rápidamente con una toalla mientras entraba a la casa.

—Te acompaño —Minho le siguió rápidamente. Y Taehyun se levantó mirándoles—. Puedes venir si quieres, pero no vuelvas a pasarte ni un milímetro de la línea con mi hermano o te partiré la cara. ¿Te queda claro? — Mierda. Felix resopló frustrado.

—Joder, llegas un poco tarde con esa bronca, ¿no?

—Entonces, ¿te queda claro o quieres que te parta la cara?

—Minho...

—No, Jisung, ahora no. Ya hablaremos tú y yo.

—Vaya, ¿problemas en el paraíso? —murmuró Seungmin y Felix fue consciente del tirón que Soobin le dio en el brazo al chico. Negó con la cabeza con vehemencia y Jisung miró al veterinario entrecerrando los ojos.

—No seas mezquino, Seungmin. Yo no lo he sido nunca contigo —sentenció Minho con gravedad. La cara de Seungmin cambió repentinamente y se dio cuenta de que había cruzado un límite que no sabía que estaba establecido.

—Perdona por todo esto, Minho hyung —susurró Soobin tratando de interceder—. No es mi intención causar problemas...

—No has causado problemas, Soobin, tranquilo —contestó su hermano y, cuando Choi Soobin sonrió, la mirada asesina de Minho, sorprendentemente, se aflojó—. Bueno, ¿vienes o qué? —Taehyun asintió un poco desconcertado y siguió al chico a dentro de la casa.

—Lo siento, Jisung...

—No me pidas disculpas, Soobin, no has hecho nada. Es un idiota y está de mal humor. Se le pasará en un rato —expuso Han sirviéndose otra copa—. ¡Minho! ¡Antes de irte trae otra jarra de mojito! —gritó.

—¡No soy tu puto mayordomo, chaebol Han Jisung, que te den!

—¡Ojalá!

—Joder, ¿le gusta jugar con la muerte? —preguntó Seokjin incómodo.

—Traerá la jarra —informó Felix con una sonrisa.

Unos segundos después Minho salía de la casa con dos jarras en las manos y las dejaba en la mesita junto a Jisung. Tenía las cejas fruncidas y miraba a Han como si fuera a darle una zurra. Probablemente lo haga esta noche y le guste, bromeó en su cabeza.

—Gracias —le dijo Han con una enorme sonrisa antes de acariciar su mejilla. Vio la mano de Minho hyung recorrer por un segundo la zona lumbar de Jisung antes de susurrarle algo al oído. Su cara se pegó en el cuello y después desapareció por donde había venido.

—Tienes que enseñarme esa mierda, sea lo que sea, quiero usarlo con Namjoon —bromeó Seokjin.

—Bueno, ahora que se fueron los imbéciles, podemos empezar con esta masterclass de "cómo ser pasivo y no morir en el intento".

No estaba preparado. Por todos los diablos del infierno, por supuesto que no estaba preparado. Había hecho absolutamente todo lo que le dijeron y, cuando llegó a casa, buscó más información e hizo algunas cosas más. Soobin no era consciente de que tener sexo requería de toda esa planificación previa, pero ahora, por supuesto, miraba con más respeto aún a sus amigos.

Kumiho llegó a su casa a la hora exacta a la que habían quedado y entró con la sonrisa tímida enmarcada en sus mejillas. Soobin sentía que le temblaban las piernas y no sabía si era por encontrarse con ese chico en el recibidor de su casa o por la cantidad de videos que había podido ver en velocidad rápida desde que llegó de casa de Changbin.

—Me sorprendió un poco que me invitaras... —confesó el chico quitándose las zapatillas deportivas en la puerta.

—Llevas llamándome toda la semana, ¿por qué te sorprendió que te invitara?

—Porque no me has cogido el teléfono en toda la semana, Soobin.

—¿Soobin? —la pregunta se escapó de sus labios y quiso sonar un poco menos decepcionado.

—No sé en qué punto estamos, no sé qué está pasando, así que no sé si sigues queriendo que te llame Sunny Bunny o si debería empezar a usar tu nombre.

Soobin se dio la vuelta y caminó hacia el salón tratando de pensar una excusa lógica para darle al hombre sobre su silencio durante los últimos días y su repentina invitación. No era como si pudiera soltar lo que había pasado.

No era como si pudiera decir: "Oh, sí, sobre eso, resulta que me dijiste que eres activo y como yo nunca he hecho de pasivo pues me asusté como un adolescente virgen. Y, bueno, hoy un aquelarre de maricas me dio una clase avanzada de como limpiarme y prepararme para que me folles". Definitivamente, no era algo que fuese a decir en voz alta.

Una mano se agarró a su muñeca y le instó a girar cuando entró a la sala de estar. Su corazón golpeó en su pecho cuando se encontró con los ojos grandes del chico mirándole fijamente. Soobin quería meterse debajo de algún mueble para huir.

—¿Me puedes decir que está pasando? ¿Por qué me has invitado hoy?

—Que... Quería verte. Me apetecía mucho verte.

—¿Por qué llevas todos estos días sin contestar a mis mensajes?

—He estado muy ocupado.

—Vamos, Soobin, no somos niños. Por favor, no me mientas.

—No me gusta. No me gusta que me llames Soobin, no lo hagas —confesó sintiéndose estúpidamente frágil.

Él no era un chico frágil. Soobin era lo suficientemente grande para considerarse un hombre con el tipo de masculinidad tradicional. Era cierto que tampoco tenía ese aura que desprendían Minho, Changbin, Bang o Kim Namjoon. Él estaba más en el medio, en el límite de lo masculino, igual que Jisung estaba en el límite de lo adorable y suave. Sin embargo, la mano que subió a su cuello y el pulgar que le acarició la mejilla hablaban de otras cosas.

—No te volveré a llamar así, bunny —dijo el hombre en voz baja—, pero tienes que decirme qué pasa. Si no hablas conmigo no sabré qué hice para molestarte.

—No hiciste nada para molestarme, fue algo... algo mío.

—¿Estás seguro? —Soobin asintió suavemente —. Entonces, ¿debo suponer que en el futuro volverás a desaparecer sin dar explicaciones?

—Espero no hacerlo —le dijo sonriendo, poniendo su mano sobre la del chico mientras acariciaba su hoyuelo.

—Mierda, qué guapo eres —susurró acercándose peligrosamente—. ¿Está bien si te beso ahora mismo?

Soobin sintió la electricidad crepitando entre ellos, con sus labios a escasos centímetros, pensó que tal vez esta sería su última oportunidad de besar a ese hombre; quizá cuando se enterase de que nunca lo había hecho de esa manera se marcharía.

¿Y si se iba? Entonces Soobin habría malgastado tiempo, agua y lubricante para acabar masturbándose a solas. Porque, a pesar de los nervios y de que sus piernas parecían gelatina, su entrepierna había despertado desde el instante en que el chico cruzó la puerta.

Eliminó la distancia que les separaba sin esperar ni un segundo más. Sus labios se encontraron, con la mano de Kumiho recorriendo el camino hasta su nuca. Enredó los dedos en los mechones de Soobin y acomodó sus cabezas para mejorar la posición del contacto.

La lengua traviesa rozó sus labios y Soobin respondió abriéndolos, Kumiho aceptó su invitación saqueándole la boca. Su beso se mantuvo estable, tranquilo, con la pasión de quien saborea un postre, pero quiere hacerlo durar.

—No tengo hambre —dijo de pronto separándose—. No de comida al menos. ¿Podemos dejar la cena para un poco más tarde? —Soobin se lamió los labios y tragó saliva. No sabía de dónde coño había salido esa valentía, pero probablemente los mojitos de Felix tuvieran algo que ver.

Los ojos de Yeonjun brillaron y hubo un reconocimiento que se tradujo en un beso más fogoso. Los dientes del chico engancharon su labio inferior antes de succionarlo dentro de su boca mientras sus manos le pegaban al cuerpo.

Soobin le tocó, no pudo evitar que sus dedos corriesen debajo de la chaqueta azul que llevaba. Quería arrancar de su cuerpo la camiseta de algodón y recorrer su espalda con las yemas. Quería sentir el calor de esa piel en sus manos.

La lengua del hombre competía directamente con la suya en una batalla descarnada que dejaba en el aire el sonido de los chasqueos y los jadeos ahogados. Soobin sentía su cabeza dando vueltas y su centro de gravedad se fue a la mierda cuando cayó sobre el sofá con el chico sobre él.

Se separaron unos segundos, los suficientes para que Kumiho se quitara la chaqueta y la dejase caer en algún sitio que él no registró. Acunado entre sus piernas, sintió el peso del hombre y su calor vibrante apretándole contra los cojines del sofá.

Los dedos entraron bajo la camiseta de Soobin y el fuego que había despertado en el momento que abrió la puerta de la calle se transformó en un incendio. Y él quería, por encima de todas las cosas, arder en él.

Una uña rozó el pezón izquierdo y su espalda se dobló para encontrarle. Se separó de la boca de la que bebía para jadear en voz alta y Yeonjun aprovechó el momento para enterrar la cara en el hueco de su cuello. El cálido aliento golpeó su oreja mientras el chico se movía contra su entrepierna. Soobin gruñó tratando de encontrar la voz para decirle que fuese un poco más despacio.

Los dedos en su pecho apretaron su pezón y el rayo de electricidad recorrió su cuerpo de los pies a la cabeza. Su bulto dolorido presionaba contra el pantalón vaquero que llevaba puesto y el olor del perfume masculino del hombre se le metió en la nariz.

Kumiho mordió la columna de su cuello poniéndole la carne de gallina. Volvió a cerrar los ojos cuando soltó la piel de su cuello con el eco vulgar de la saliva. Sintió la lengua pasear hasta su lóbulo y los dientes clavándose allí. Gimió en voz alta, incapaz de hacer nada más que agarrar la camisa del contrario.

El chico se incorporó, arrodillado entre sus piernas, y a Choi Soobin le pareció enorme, como un gigante sobrenatural. Sus ojos le recorrieron y no pudo ni imaginar lo que estaba viendo porque solo podía pensar en lo mucho que se arrepentía de haberse puesto ese pantalón tan apretado y de cómo la cremallera se clavaba en su verga sensible.

—¿Dónde está tu habitación?

—¿Qué? —preguntó aturdido.

—Vamos a tu habitación, bunny, ¿o prefieres que nos quedemos aquí? —Su sonrisa se volvió repentinamente pícara y pensó que esa cara también le quedaba bien.

—Habitación —balbuceó a duras penas.

El chico se levantó y le tendió una mano que agarró con fuerza: —Guíanos, bunny.

Le llevó por la casa, subiendo las escaleras con el ardor de sus palmas juntas. Soobin apretó los dedos inconscientemente cuando se acercaban a la habitación, que tenía la puerta abierta. De pronto ya no era tan valiente. De repente, toda la intrepidez con la que había aceptado sus caricias había desaparecido.

Sus extremidades temblaban cuando estaba bajo el marco de madera oscura. Estuvo a punto de darse la vuelta y correr, encerrarse en cualquier otro lugar de la casa y hacerse un ovillo en el suelo. La mano libre del chico le tocó el antebrazo sin soltar sus dedos con la otra.

—¿Estás bien con esto, bunny? ¿He sido demasiado atrevido? —preguntó en voz baja, con los ojos buscando algo en la cara de Soobin.

Su labio inferior tembló por los nervios y sus dedos entrelazados apretaron los contrarios. Su corazón corría como una manada de búfalos y su piel se sentía fría ahora que no tenía los dedos de ese hombre sobre ella.

Yeonjun le soltó la mano y Soobin estuvo a punto de quejarse porque esa mano era lo único que le mantenía de pie y consciente en ese momento. Le agarró ambos lados de la cara con suavidad y sus pulgares se movieron sobre la comisura de su boca entreabierta.

—No tienes que hacer nada que no quieras. Estoy bien con pasar un rato contigo, podemos volver abajo —murmuró. Sus enormes ojos se vieron reconfortantes y perfectos, Soobin quería que le mirase así siempre.

—No es eso —contestó sin apartar la vista—. Quiero esto, de verdad.

—¿Entonces qué pasa, bunny? —preguntó y su dedo acarició el labio inferior de Soobin.

Se acordó de que seguían en el pasillo antes de hablar. Aunque el servicio ya se había retirado, una parte extrañamente pudorosa de él le impidió decir nada en aquel lugar tan vulnerable. Le cogió de las muñecas y dio dos pasos hacia atrás, con él siguiéndole desconcertado. Cerró la puerta con el pie.

—Me estás poniendo un poco nervioso, bunny—confesó con una risa incómoda.

—No puedes ni imaginar lo nervioso que estoy yo.

—Puedo percibirlo y eso está agobiándome. No sé si estoy haciendo algo mal o si siempre eres así...

—No siempre soy así. Yo soy más...

—¿Como en el baño? ¿Como en el parking?

—Sí —contestó riéndose.

—Ahhh —suspiró—. Aquí está la sonrisa más bonita de Corea.

—Es mi primera vez —soltó sin pensar y los ojos de Yeonjun se abrieron de par en par. Los enormes orbes le miraban con la confusión enturbiándolos—. No quiero decir que sea mi primera vez en general —se apresuró a aclarar—. Es mi primera vez... abajo.

—¿Abajo?

—Joder, Kumiho, no me hagas decirlo en voz alta.

—Es que no entiendo de qué estás hablando...

—Yo... Es la primera vez que soy pasivo... —masculló entre dientes apartando la mirada.

El otro se quedó en silencio y Soobin pensó que estaba buscando las palabras para despedirse y marcharse. ¿Cómo le decía al hombre que quería hacerlo? ¿Cómo demonios se suponía que le iba a convencer para desnudarlo, tirarlo en la cama y follarle hasta el amanecer?

—¿Por eso has estado ignorándome? —Soobin asintió avergonzado—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—No sé, no es una conversación que haya tenido con nadie nunca.

—¿Nunca has hablado con nadie sobre tu rol?

—Sí, joder, eso sí —Soobin se apartó del chico y se pasó las manos por el pelo con frustración—. Normalmente no hago lo que hicimos en el baño, yo no soy así. Conozco a las personas primero y luego viene lo del baño. Nosotros no hablamos, nos saltamos toda la fase inicial.

Bunny, estuvimos hablando casi una semana a diario antes de que me aplicaras la ley del silencio. Podrías habérmelo dicho. He releído nuestra conversación unas veinticinco veces para entender en qué me había equivocado. Y todo ha sido por esto.

—¿Te parece poco?

—No, no me parece poco. Pero si me hubieras dicho lo que pasaba te hubiese dicho que podríamos probar —Soobin le miró levantando una ceja—. Mierda, no voy a cerrarme a nada contigo, bunny, me gustas mucho.

—¿Quieres decir que si te hubiese dicho que yo también suelo ser el activo hubieras cambiado de lugar?

—Claro que sí. Tampoco es como si fuera mi primera vez... "abajo" —Soobin se golpeó a sí mismo internamente por ser un gilipollas cobarde. Estuvo a punto de echarse a llorar pero las manos de Kumiho volvieron a rodear su cara y le acarició suavemente—. No pasa nada porque hoy no lleguemos hasta el final, tenemos más días, bunny, tenemos todos los días del mundo si no vuelves a ignorarme otra vez.

—Quiero hacerlo —aseguró cuando el dedo pulgar llegó a su arco de cupido.

La misma resolución atrevida encendió su cuerpo en el momento en el que escuchó que decía que él lo haría también. Y no se trataba que quisiera follarle, sino que quería que le follara. Quería sentir todas esas locuras de las que hablaba el aquelarre. Quería que ese hombre le hiciese arder como lo hacía con sus manos.

—¿Estás segu...?

—Sí —contestó antes de que terminase de hablar. Le agarró de la nuca y volvió a besarle ávido, hambriento de esa boca que le obsesionaba más a cada segundo que pasaba.

Las manos del chico eran más suaves ahora, pasando por su cuello y sus hombros. Le abrazó recorriendo su espalda y pegándole a su cuerpo. Los contornos duros de su pecho estaban contra el suyo y Soobin volvió a desear que esa ropa no estuviera entre ellos.

Con la prisa de la anticipación que nublaba el miedo se separó de él. Se quitó la camiseta sin esperar un segundo y gateó por la cama king size hasta que estuvo en la parte superior. Se tumbó, reclinado sobre los cojines y desabrochó su pantalón vaquero.

—Para —ordenó el chico—. Más despacio, bunny. Te dije que quiero tomarme mi tiempo contigo y voy a hacerlo.

Soobin apartó la mano de su ropa y lo vio subirse a la cama aún completamente vestido. Se cernió sobre él como un depredador y Soobin, por primera vez en su vida, se sintió como una presa.

Él estaba acostumbrado a perseguir, a trabajar para conquistar. El chico colocó sus manos a sus costados, apoyado sobre sus manos y rodillas, y lo estudió con detenimiento. Los orbes marrones estaban enmarcados por unas pestañas espesas con los párpados pesados por la excitación.

Movió las piernas buscando una fricción que no llegaba. El índice de Kumiho delineó su boca y Soobin abrió los labios y le lamió. Succionó la falange dentro de su cavidad húmeda y escuchó el ronroneo bajo del chico mientras lo miraba fijamente.

Yeonjun sacó el dedo de su boca y mojó con su propia saliva sus labios. El dedo empapado bajó por su barbilla dejando un rastro fresco a su paso. Como una pluma, recorrió su cuello, rozando la nuez de Adán, después su esternón y su pecho.

Se arrodilló entre las piernas de Soobin y tiró de él con fuerza. Su trasero dio contra él y sus piernas, enfundadas en los vaqueros, se abrieron más. La yema siguió haciendo su camino lentamente sobre su vientre ligeramente marcado.

Dibujó la silueta de sus abdominales uno por uno mientras Soobin sentía que su cuerpo era un bosque arrasado por el fuego. Los lugares que el chico acariciaba hormigueaban enviando señales de placer a su cerebro y a la polla dura que clamaba por ser liberada del tejido vaquero.

El dedo rodeó el ombligo y su tripa ondeó cuando se acercó al borde de sus pantalones. La palma de la mano se apoyó en su piel y el pequeño punto de contacto se amplió, formando un río de lava en su sangre. Soobin gimió cuando sus dedos fueron a sus costillas y raspó con las uñas placenteramente la piel.

Kumiho se sentó sobre sus propias piernas y le tocó con ambas manos. El cuerpo de Soobin tembló cuando los pulgares rozaron sus pezones. Jugueteó con ambos entre sus dedos y no pudo contener el gemido necesitado que se escapó de sus labios.

—Eres tan sensible... —susurró el chico sin mirarle a la cara. Sus ojos estaban clavados en su torso y se sintió ligeramente transgredido por la intensidad—. Mira... Cuando te toco aquí —ilustró la acción golpeando suavemente uno de sus pezones con el dedo índice—, tiemblas... Sin embargo, si hago esto —arañó con sus uñas cortas sus costado y él jadeó—, tu espalda se arquea. —Su voz era como un susurro oscuro y pecaminoso que le nublaba los sentidos.

Si alguien le hubiese pedido a Soobin que dijese algo coherente, no hubiese podido. Lo único que podía pensar era que quería que le siguiera tocando. De verdad necesitaba sentir esas manos sobre cada maldito rincón de su piel.

No fue consciente de cómo pasó, pero el tirón de la boca sobre su pezón le envió directo al cielo y de vuelta. Cerró los ojos con un gemido gutural y echó la cabeza hacia atrás mientras la otra mano pellizcaba el otro guijarro de su pecho. Sintió los dientes tirando de la carne trémula y sus dedos se enredaron en el pelo oscuro del chico.

Succionó su pezón dentro de la boca hasta que el dolor y el placer se confundieron en su cabeza. Sus caderas se movieron contra las rodillas del hombre hasta que dio con algo contra lo que frotarse. Los labios cambiaron hacia el lado contrario y la saliva se enfrió al contacto con el aire en el pezón descartado.

Soobin se empujó a sí mismo contra el cuerpo entre sus piernas, con sus caderas serpenteando, buscando una liberación. Se apartó de su pecho con un chasquido sonoro y sopló sobre el nudo de nervios, poniéndole la carne de gallina.

La boca bajó besando sus abdominales, dejando un desastre de babas por todas partes. Mordió suave debajo del ombligo y sus caderas se levantaron automáticamente. Yeonjun complació sus deseos agarrando los bordes de su ropa y bajándola de un tirón brusco.

Su polla saltó libre mientras el chico subía sus piernas ante él y le quitaba del todo sus pantalones y calzoncillos. Las manos estaban ahora sobre sus pantorrillas y tocaban hacia los muslos. Los nervios hicieron acto de presencia en la parte de atrás de su cerebro, pero el fuego también los quemó cuando los dedos llegaron a sus caderas.

—Quiero saber donde está el lubricante y los preservativos —Soobin se tensó violentamente y el chico sonrió—. Todavía no vamos a pasar a ese lugar, pero quiero que tengamos todo a mano, ¿de acuerdo, bunny? —Asintió, todavía un poco nervioso y estiró la mano hacia la mesilla de noche, contorsionándose un poco.

Se estiró boca abajo, dándose la vuelta, y abrió el cajón para sacar un bote grande de lubricante y un par de condones. La mano de Kumiho le sobresaltó cuando se colocó en el centro de su espalda. Giró la cabeza para mirarle y le encontró con los ojos fijos en la curva de sus lumbares.

La mano recorrió el espacio hasta sus nalgas y dio un apretón. La respiración de Soobin se trabó en su garganta. No podía apartar la vista de él. Estaba tan malditamente concentrado que se sintió como un trozo de barro que un escultor moldeaba.

—Mierda, ¿tienes alguna idea de cómo me pones? —susurró mientras bajaba para besar su espalda baja—. No tienes ni puta idea de lo sexy que eres, bunny. —El aliento hizo cosquillas en su columna mientras subía lentamente sobre él.

Dejó un beso sobre su hombro y Soobin agarró las sábanas debajo de él. Su boca llegó a su nuca y él dejó caer la cabeza hacia delante. Sintió el peso del chico sobre él y, en lugar de asustarle, le pareció brutalmente sexual.

La ropa que aún llevaba puesta se frotó ásperamente contra sus nalgas y se apretó contra él, como un preludio de lo que Soobin esperaba que pasara en pocos minutos. En ese instante, con la boca succionando su cuello y el calor de su cuerpo sobre su espalda, tuvo claro que había vivido toda su maldita vida para sentir a ese hombre entre sus piernas.

Sus caderas se movieron solas, adquiriendo una especie de ritmo lento propiciado por el propio Yeonjun, que se meneaba suavemente. Soobin sentía su polla a punto de explotar y quiso bajar la mano para tocarse, pero el chico le paró.

—Espera un poco, por favor —susurró en su oreja—. Deja que sea yo quien te toque.

—Sííí... —gimió en voz baja. Joder, por supuesto que sí, tócame, tócame, tócame, repetía en su mente.

El hombre se apartó con un gruñido y le dio la vuelta con un movimiento de sus manos. ¿Por qué demonios es tan fuerte?, se preguntó. Soobin estaba acostumbrado a ser el "fuerte" cuando se acostaba con alguien. Estaba acostumbrado a mover a los chicos pequeños con los que lo hacía, a agarrar, voltear y tomar.

Yeonjun volvió a su posición anterior, arrodillado entre sus piernas y le hizo sentir algo tímido que estuviese completamente vestido. Quería verlo, quería ver su piel desnuda y sentirla contra la propia.

—¿No vas a quitarte la ropa? —preguntó apoyándose de nuevo en las almohadas para poder verle. Él sonrió tímido y lo vio ruborizarse—. ¿Te da vergüenza? Kumiho, mírame, estoy desnudo.

—Oho, por supuesto que sé que estás desnudo. Y creo que no quiero verte vestido nunca más... ¿Puedo poner esa condición? Cada vez que estemos juntos quiero que estés completamente desnudo. —Su mano acarició su cadera y subió por su costado estremeciéndole.

—Va a ser un poco incómodo en las Juntas —bromeó.

—Todo el mundo disfrutaría de esta vista, bunny —dijo con la voz bajando una octava—. Te aseguro que sí.

La boca del chico volvió a su vientre y bajó suavemente hasta que su barbilla dio con el glande de Soobin. Se mordió el labio inferior cuando la mano ardiente se envolvió en su polla y la lengua rozó la punta. Lo miró con los ojos muy abiertos, no quería perderse ni un segundo de cómo su mástil entró en aquella boca que amaba besar.

Vio cada pulgada de carne desaparecer entre los labios carnosos y sintió la garganta apretarle. Gimió en voz alta cuando lo sacó de la cavidad y rodeó el glande con la lengua. Su cuerpo tembló cuando Yeonjun empezó un movimiento combinado entre su boca y su mano sobre su eje.

El chico estaba chupándolo como si fuera una maldita golosina y Soobin sentía que iba a estallar en cualquier momento si seguía haciéndolo. A pesar de que se había masturbado en el baño unas horas antes de que ese hombre entrase a su casa, el orgasmo se precipitó por su cuerpo rápidamente.

—Voy a correrme —logró pronunciar las palabras y escuchó el ruido de la saliva cuando le sacó de la boca.

—Calma —susurró lamiéndose los labios mientras su mano apretaba el tronco de su miembro lentamente—. Voy a coger el lubricante ahora, ¿de acuerdo? Iremos despacio y puedes pararme tan pronto como sientas que no estás cómodo —Escuchó la tapa del lubricante mientras su corazón se aceleraba. Su pecho se comprimió con miedo cuando las manos subieron sus piernas hacia arriba—. Háblame, bunny, dime si estás de acuerdo con esto.

—Sí, sí —contestó con la voz temblorosa.

—Aunque no lo hayas hecho nunca, has estado con chicos antes. Sabes cómo funciona. Iré suave y lento y tú decidirás cuando paramos y cuando seguimos. Pero tienes que hablar, tengo que saber cómo te estás sintiendo —Asintió mientras veía como echaba un chorro de lubricante sobre su mano.

Se tensó cuando la bajó, pero la colocó sobre su eje duro, moviéndola con suavidad. Acarició el glande y Soobin gimió abandonado cuando aumentó el ritmo solo el tiempo suficiente como para llevarlo al borde.

Cerró los ojos mientras la mano volvía a masturbarle despacio. Sintió el frío del lubricante sobre sus pelotas y como sus dedos libres acariciaban su perineo y rozaban ligeramente sobre su trasero. Pensó que saltaría del susto, pero las caricias le resultaron placenteras.

Bunny, ¿alguna vez te has tocado? —preguntó mientras movía los dedos en círculo sobre su agujero—. Contéstame —exigió con un movimiento particularmente fuerte en su polla que le hizo gemir.

—Sí, sí lo he hecho.

—Me refiero a si has metido tus dedos.

—Lo sé, sé a lo que te refieres. Joder, me toqué antes de que vinieras —confesó con un suspiro de placer cuando reanudó las caricias.

—Estoy a punto de correrme con solo imaginarlo... Quiero verte hacerlo, quiero que te toques delante de mí. ¿Lo harás?

—Sí, haré lo que quieras, todo lo que quieras —jadeó desesperado—. Por favor, sigue adelante.

—Voy a meter mis dedos dentro de ti —susurró.

—Por Dios, Yeonjun, hazlo de una vez y deja de torturarme —gruñó enfadado y escuchó la risita del hombre.

La presión de los dedos se apretó contra su entrada. Soobin sabía lo que tenía que hacer, sabía que tenía que relajarse y permitir la intromisión. La teoría era fantástica. Pero la práctica era mierda bien distinta.

Su cuerpo se tensó sin quererlo cuando el primer dedo consiguió romper la barrera y la sensación incómoda de la intrusión se extendió por su cuerpo. Respiró hondo dos o tres veces mientras la mano sobre su polla seguía moviéndose con la misma cadencia lenta.

Abrió los ojos y vio a Kumiho observándolo con las cejas fruncidas. Le dio una media sonrisa atropellada y el chico sonrió también. El dedo empezó a moverse al mismo ritmo que lo hacía la mano sobre su erección.

No tardó mucho tiempo en sentir el segundo dedo y en esa ocasión no hubo dolor. La incomodidad inicial parecía haber desaparecido y su pene volvía a llenarse de nuevo. Se movió dentro y fuera de él y Soobin fue consciente del momento en el que sus dedos se curvaron ligeramente y tocaron su punto P.

Su cuerpo entero se tensó y un temblor recorrió desde sus piernas hasta los dedos de sus manos. Apretó los puños sobre su propio vientre con sus caderas moviéndose contra los dedos. Jadeó cerrando los ojos mientras estimulaba su próstata.

—Hazlo de nuevo... —rogó con la voz rota cuando el chico sacó los dedos—. Por favor, haz eso otra vez.

Escuchó la risa baja antes de que las falanges volvieran a entrar dentro de él. El dolor inicial había desaparecido y ahora su cuerpo parecía no pertenecerle. Su polla goteaba líquido preseminal mientras las yemas de Yeonjun tijereaban dentro de él.

Pensó que podría volverse loco, que seguramente no recuperaría la razón después de esto. Tenía la sensación de que algo quería salir de él, que se correría en cualquier momento. También sentía la ansiedad pulsante por que metiese algo más grande dentro de él.

Quería que Kumiho le follase tan desesperadamente que no podía hacer otra cosa que pensar en sentirle cavando dentro de su cuerpo.

—Por favor...

—Dime, bunny, ¿qué necesitas?

—Hazlo ya, fóllame, por favor —Si reflexionase sobre sus palabras después, se avergonzaría, pero en ese momento, con los dedos golpeando su próstata y la mano alrededor de su eje, lo único en lo que podía pensar era en que la polla larga y dura del hombre se sentiría mejor en su culo que los dedos que ahora le estaban volando la cabeza.

Lo sintió levantarse de la cama y apagó la luz en el interruptor de la pared. Esa sería una mierda de la que preocuparse en otro momento, porque en ese instante solo pudo verle quitarse el pantalón en la oscuridad del dormitorio.

Volvió sobre la cama y sobre él mientras su cuerpo vibraba como si llevase un motor interno. Escuchó el envoltorio del preservativo rasgarse y la tapa del lubricante una vez más. No podía seguir lo que estaba pasando porque no veía claramente y porque estaba otra vez tan nervioso que sus latidos retumbaban en sus oídos.

—Vamos a ir despacio, bunny. Puede que duela un poco, necesito que respires hondo, ¿entendido?

—Sí... sí... —susurró mientras el chico se colocaba entre sus piernas.

Extendió un poco más del líquido sobre su agujero y los dedos lo empujaron hacia dentro. Soobin inspiró y expiró lentamente, concentrándose en relajar su cuerpo.

Yeonjun acarició sus piernas con las manos manchadas de lubricante y las llevó hacia arriba, colocándolas en el hueco de sus codos. Estaba como en trance. Probablemente no se acordaría en ese momento ni de su apellido. Mucho menos cuando sintió el empujón duro contra su centro.

El chico entró en su cuerpo despacio, abriendo aquel lugar donde no había estado nadie antes. Se enterró dentro de su cuerpo mientras Soobin trataba de no llorar por lo intenso del momento. La quemadura del dolor le hizo quejarse en voz alta y Yeonjun soltó sus piernas y se tumbó sobre él, con su peso apoyado en los antebrazos a cada lado de la cabeza de Soobin.

Bunny... —dijo en un susurro ahogado—. ¿Estás bien? ¿Quieres que lo saque? —Negó con la cabeza.

No estaba bien, pero tampoco quería que lo sacase. Era consciente de que en algún momento ese ardor incómodo se convertiría en placer, el problema es que no sabía cuánto tardaría. Los labios del chico rozaron su mejilla y su mandíbula.

Volvió a besarle, esta vez despacio, con sus bocas reconociéndose. Soobin aprovechó el momento para contornear la espalda dura y llena de músculos tonificados. Aunque todavía llevara la camisa puesta.

Adivinó en aquella oscuridad, que su cuerpo se parecía más al suyo de lo que se habían parecido sus anteriores amantes. Le gustaron los bíceps abultados que ahora sostenían al hombre en vilo sobre él. Sus piernas se movieron contra las del chico, sintiendo la aspereza de la capa de vello contra su piel.

Le gustó también la sensación de estar envuelto por Kumiho mientras lo besaba y el gemido grave que salió de él cuando movió sus caderas un poco para sentir un centímetro más de ese eje que seguía clavado dentro de él.

—Muévete —le dijo antes de morder su labio inferior.

El hombre obedeció. Salió despacio, muy lentamente y volvió a entrar justo después. Sabía que era grande, ya lo había tenido en sus manos, pero tenerlo en su culo era completamente diferente. La envergadura de aquel eje estaba abriendo su agujero hasta límites que antes no había pensado cruzar.

Y, mierda, se había estado perdiendo un montón de cosas fantásticas.

Como cuando el chico volvió a arrodillarse en la cama y levantó las nalgas de Soobin ligeramente sobre su regazo. Golpeó con fuerza dentro de su culo una vez y se le escapó un gemido agudo mientras sus manos se aferraban a las sábanas.

—Así, hazlo así —pidió cuando se movió un poco más rápido.

—¿Así? —Ralentizó los empujes saliendo de él y entrando de forma torturadora. Se quejó con gemidos incomprensibles y escuchó la risa suave y entrecortada del chico—. ¿Cómo lo quieres? Dime donde está la línea.

—Más, más rápido, más fuerte —gruñó.

El hombre cumplió con sus peticiones agarrándose a sus caderas. Los dedos se clavaron en sus huesos y su carne se sintió presionada por todas partes. El lugar exacto donde sus yemas tocaron fue como un punto de ignición cuando su polla empezó un movimiento salvaje entrando y saliendo de su culo.

—Estás tan apretado, joder, es como una maldita prensa —gimió el chico sobre él, con su eje bombeando—. Dime que pare, por favor, dime que pare o voy a romperte, bunny.

Su voz entró en sus oídos y se convirtió en acelerante para la lumbre que ardía dentro de él. Algo raro y desconocido se apoderó de su cuerpo y se sintió excitado ante la posibilidad de que, de verdad, ese chico pudiese romperlo en mil pedazos y dejarle inconsciente como una muñeca de trapo en la cama.

—No pares, ¡no pares, Kumiho! —exclamó y el bombeo multiplicó su velocidad y su fuerza.

Soobin quería morirse así, con ese placer doloroso recorriéndolo, con la polla de Yeonjun rozando de vez en cuando su punto P, con sus pelotas apretadas contra su cuerpo y su propio eje goteando sobre su ombligo.

El chico salió de él y se quejó al sentir el vacío, pero no tuvo mucho tiempo. Las manos fuertes que agarraban sus caderas le dieron la vuelta y, aunque se mareó un poco con el cambio de posición, le gustó la forma en la que el cuerpo desnudo de Kumiho se sintió sobre el suyo cuando volvió a clavarse en su culo.

El movimiento de sus caderas recuperó el brío rápidamente y Soobin gimió con la cara aplastada contra la almohada mientras la boca del chico se enganchaba a su hombro y succionaba violentamente la piel. Su polla dolorida se frotaba contra las sábanas de su cama, pensó que si fueran más ásperas ya se habría corrido. Decidió que dejaría de comprar sábanas de seda.

Su cuerpo ardía con la rabia de un fuego descontrolado pero aún sentía que su orgasmo se resistía, que estaba a punto, que estaba tan cerca que un roce, por pequeño que fuese, le haría estallar.

—Voy a correrme, bunny, no puedo aguantar... —gimió en su oído.

Un quejido crudo y animal salió de sus labios ante esas palabras. Quería decirle que él también estaba cerca, pero no podía articular nada coherente. Solo podía pensar en ese mástil que le perforaba el culo y en sus pieles sudadas rozándose.

Yeonjun debió adivinar sus deseos porque le giró sobre el costado izquierdo sin salir de su cuerpo y volvió a moverse, esta vez más certeramente, golpeando directamente contra su punto P. Su mano derecha se trabó en su cadera y el choque de la carne resonó en la habitación.

—Tócate ahora, bunny.

—Si me toco me correré en dos segundos.

—Hazlo, quiero sentir como me aprietas aún más, —Su voz grave se intercalaba con las respiraciones agitadas.

Con la diestra Soobin agarró su propia polla y bombeó con fuerza, moviéndose sobre el eje, mientras su mano izquierda apretaba sus pelotas con fuerza. No le hicieron falta más de 7 u 8 movimientos para que el orgasmo que perseguía desde hacía mucho rato arrasara con todo el control de sí mismo.

Supo que gritó, solo esperaba que hubiese sido algo con sentido. Las tiras de semen salieron disparadas de su polla mientras escuchaba los gemidos ahogados a su espalda cuando el chico se movió contra él más rápido y superficialmente.

Atravesó el clímax con la verga del hombre hostigando su próstata sensible, alargando el placer hasta lo inhumano. Sus piernas temblaron y sintió los dientes en su hombro, marcando la piel pálida. En un par de embestidas, le oyó maldecir y los dedos presionaron más fuerte en los huesos de su cadera.

Se quejó un poco cuando salió de él y los labios cálidos dejaron pequeños besos en su cuello y su espalda. La mano le acarició el costado y envió un escalofrío a su cuerpo, que vibraba como un cable de alta tensión.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad. Soobin asintió con la boca seca y los ojos cerrados—. ¿Por qué no vas a darte una ducha?

—No me voy a levantar de aquí hasta pasado mañana —contestó y el chico rió antes de elevarse sobre él y besarle la mejilla.

—Entonces voy a por una toalla húmeda. ¿Dónde está el baño?

—Allí, la puerta —Su respuesta era inconsistente, como sus huesos, sus músculos y sus articulaciones.

Sus pasos sonaron en la habitación y escuchó el picaporte de la puerta del baño y el grifo abrirse y cerrarse. Unos segundos después, una toalla húmeda y fresca alivió un poco el ardor que sentía en su trasero.

Fue cuidadoso con él, limpiando a fondo y tratando de no hacerle daño. Terminó en algún momento y volvió a levantarse. Soobin sintió como tiraba de la sábana sobre la que estaba tumbado y se movió un poco para dejarle hacer. Su cuerpo cálido lo abrazó y la mano se posó encima de su vientre.

—¿Puedo quedarme a dormir? —susurró.

—Por favor y gracias. Es posible que quiera repetirlo en unas horas si no me duele a rabiar.

—Igual te duele —contestó—, pero podemos hacer otras cosas —Dejó un beso debajo de su oreja —. Duerme un poco, bunny.

Soobin pensó que le gustaban las brasas que dejaba en su cuerpo después de follar. Y que, definitivamente, la voz en su cabeza que le había gritado para no equivocarse otra vez no había sobrevivido al incendio que Kumiho provocaba cuando le tocaba.

No podía culparse, aquellos brazos que ahora le rodeaban bien valían el golpe que recibiría cuando volviesen a cambiarle por otra persona de nuevo.    

***

1/3

Llegó MontañaRusa-ssi para partirles el corazón (aunque esta vez no)

Cuando escribí esta parte del fic experimenté muchísimo, por ejemplo, esta fue la primera vez escribiendo la primera vez de una persona pasiva, so... tengan piedad, navegantes.

Viva la versatilidad, por cierto.

¡Nos vemos en el infierno!

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