7. Información
🎶Banda sonora: The Pretender - Foo Fighters🎶
Estaba siendo uno de los atípicos lunes en los que Chan quería estar en casa solo en lugar de en esa oficina. No era algo que sucediese a menudo, en general, Bang prefería estar en el bufete.
Le daba un poco de pena Soonie, el gato se portaba bien y era tranquilo, pero estaba siempre solo.
La verdad era que, aunque amaba lo amaba, estar en casa multiplicaba las compulsiones que Namjoon había detectado. Así que optaba por pasar la mayor parte del tiempo en el trabajo, con su mente ocupada.
Sin embargo, ese lunes era diferente. Prácticamente no había podido dormir. Cuando cogió el teléfono el domingo por la tarde y le buscó —otra vez—, en Instagram, no quería encontrar lo que encontró.
Definitivamente, Chan no se esperaba ver esa maldita story que en la que Seungmin apoyaba la cabeza en el hombro de un chico guapo. Como el gilipollas obsesivo que era, había capturado la foto.
¿Cómo se atrevía a hacer algo así? ¿No era consciente de que su cara estaba por todas partes ahora? ¿No tenía una perspectiva real de lo que significaba que la prensa te persiguiera? La foto que Chan guardaba en el teléfono no había trascendido, probablemente porque habría cualquier otro tema más interesante que una de las tantas salidas de Seungmin con sus amigos.
Respiró hondo y desbloqueó su smartphone. Echó un último vistazo a la imagen del chico que miraba a su cachorrito con esa expresión de lobo hambriento. El teléfono sobre el escritorio sonó y su recepcionista le avisó de que su cita de las 11 había llegado.
Le apetecía una mierda tener esa reunión, igual que le apetecía una mierda estar ahí.
Dos golpes seguros se escucharon y dio paso. El picaporte bajó y la persona a la que menos quería ver del universo entró en su despacho con los hombros alzados y una sonrisa amable en sus labios.
Chan estuvo a punto de reventar sus nudillos contra esa cara. En cambio, se levantó y arregló su corbata antes de señalar la silla frente a él. El chico hizo una reverencia y escuchó un acento que no logró reconocer. Se sentaron, uno delante del otro.
—Mi nombre es Kang Taehyun, agradezco que haya sacado tiempo para verme, Bang Chan-ssi—se presentó.
—¿A qué debo su visita, Kang Taehyun-ssi?
—Soy periodista. Estoy aquí para hacerle algunas preguntas. Estaría muy contento si tuviera la amabilidad de responderlas. —El chico sonrió de nuevo, pero sus ojos estaban clavados en los de Chan.
Se veía joven, quizá de la edad de Seungmin y era más guapo en persona de lo que había parecido en las fotos suyas que había visto. Tenía unos ojos grandes y redondos que parecían no parpadear y sus labios perfectamente perfilados.
—Dependerá de las razones por las que esté aquí y las preguntas que haga —contestó reclinándose en la espalda de su silla de cuero y uniendo las manos ante su abdomen.
El periodista sacó del pequeño bolso que llevaba colgado una libreta, un bolígrafo y colocó su teléfono móvil sobre el escritorio. Chan miró la pantalla negra y se preguntó en qué momento le había dado permiso para poner sus cosas sobre el cristal opaco de su mesa.
—Estoy escribiendo un monográfico sobre Kim Seungmin —La mirada de Chan subió automáticamente a la cara del chico—. Trabajo en Escocia, escribo en inglés. La historia de Kim Seungmin ha llamado la atención internacionalmente. No es un chico que pase desapercibido —añadió. La sombra de una sonrisa le contrajo la comisura del labio y Bang pensó que quería borrarla de un golpe.
—Discúlpeme, pero no le sigo. ¿Qué tiene que ver Kim Seungmin conmigo? —preguntó enderezándose en la silla. Estiró la corbata azul con las dos manos hasta que estaba perfectamente colocada en el centro de su camisa blanca.
—Tengo entendido que es accionista de este bufete —comentó el chico, mirándolo sin pestañear—. Mi trabajo consiste en conocer a fondo todos aspectos de su vida. —La sonrisa se mostró esta vez y sus cejas parecieron destensarse un poco. A Chan le incomodó la tranquilidad con la que afirmaba que debía conocer a fondo todos los aspectos de la vida de Seungmin.
—Bueno, su papel es más económico que profesional aquí —contestó sinceramente—. Participa en las Juntas y las decisiones que afectan al capital. Yo soy el accionista mayoritario del bufete, él es el socio capitalista.
—Entiendo —asintió el chico apuntando en su libreta. Chan acicaló las mangas de su camisa con cuidado—. Entonces, ¿no tiene relación personal con él?
—¿Relación personal? ¿Qué quiere decir? —Se tensó inevitablemente y cerró la carpeta que había sobre su mesa colocándola en el centro del cristal.
—Me refiero a que si no se toman una copa de vez en cuando. Quiero conocer al Kim humano, no al socio capitalista.
—Ah, no. No somos cercanos.
—Bueno, es posible que eso sea ahora, sin embargo, recuerdo una fotografía en la que salía usted en una piscina con él y algunos de sus amigos. —Chan alzó una ceja. ¿De verdad este niñato está tratando de pillarme desprevenido? No iba a permitirlo.
—Soy cercano con algunos de sus amigos, no con él. Usted ha preguntado por Kim Seungmin, no por ninguna de las personas que salen en esa foto.
—¿Como, por ejemplo, Seo Changbin? —preguntó ladeando la cabeza con un gesto que pretendía ser inocente pero que solo consiguió ponerle más nervioso—. Creo que Seo es cliente del bufete, ¿cierto?
—Discúlpeme, Kang Taehyun-ssi, si necesita información sobre Seo Changbin podría contactar directamente con el departamento de prensa de Han Bank. Dígales que va de parte de Kim Seungmin y seguramente le darán la información que precise.
—Oh, no —dijo con un movimiento suave de mano y una risa baja—. No quiero esa información que dan los departamentos de prensa. Me interesa más saber cómo acaba un hombre como usted en una piscina completamente vestido con su brazo sobre los hombros de Kim Seungmin.
—¿Qué está insinuando? —Chan lo miró con la mandíbula dura y sacó del cajón del escritorio un gel hidroalcohólico. Se echó un chorro en las manos y frotó hasta que el líquido se evaporó, dejándolo de nuevo en su sitio unos segundos después.
—No insinúo nada. No es mi trabajo suponer, mi trabajo es preguntar. Por ejemplo, ¿cómo conoció a Seo?
—Choi Soobin nos presentó —Por primera vez desde que había entrado al despacho, el chico se sorprendió con su respuesta y sus cejas se elevaron en su frente antes de mirar al papel ante él y escribir—. Seo necesitaba asesoramiento legal y Choi Soobin me llamó.
—¿De qué conoce a Choi Soobin?
—Pensaba que este monográfico era sobre Kim Seungmin. —Sonrió abiertamente al chico, que lo miró descolocado.
—Ah, bueno, todo el mundo sabe que ellos son muy cercanos. De hecho, también salía en esa foto. Junto con el prometido de Seo y Han Jisung. Pero tiene razón, el origen de su relación no es relevante para mi artículo. Solo quiero saber qué piensan los amigos de mi protagonista de él. —¿Su protagonista? ¿Cómo que su protagonista? Chan sacó una pequeña pelusa de la corbata antes de continuar.
—¿Quiere saber qué pienso de él?
—Sí, dígame, ¿qué piensa de Seungmin?
—¿Seungmin? —no pudo evitar decirlo en voz alta y tampoco el desagradable tono que utilizó.
—Sí, dígame, ¿qué piensa de Seungmin?
—¿Por qué está utilizando ese nombre?
—Bueno, es su nombre. ¿No va a responder a mis preguntas?
—Kang Taehyun-ssi, creo que no está siendo usted lo suficientemente formal. Si no es molestia, utilice los honoríficos en mi presencia. —Lo dijo con la voz todo lo calmada que pudo. Abrió el cajón para coger de nuevo el gel, pero levantó la vista y vio el brillo en los ojos del periodista, así que sacó una hoja de papel y la puso sobre la carpeta.
—¿Le hace sentir incómodo que le llame por su nombre?
—No me gusta la informalidad, mucho menos viniendo de personas desconocidas.
—Bueno, es una suerte que Seungmin y yo no seamos desconocidos —Le sonrió condescendiente—. Permítame que insista, Bang Chan-ssi, sé que su tiempo es oro y no quiero robarle más del necesario. ¿Qué piensa usted de Kim Seungmin? Y quiero decir como persona, no como socio o como profesional, puedo hacerme cargo yo mismo de esa parte. Quiero saber cómo se porta Seungmin con sus amigos.
Chan se quedó en silencio por un largo minuto en el que sus dedos picaron por limpiar la pantalla llena de huellas dactilares del teléfono móvil del chico. Abrió por tercera vez el cajón y esquivó el bote de gel hidroalcohólico que quería volver a utilizar. Sacó un pequeño sobre individual con una toallita húmeda para limpiar el cristal.
—Primero, tome esto —Estiró la mano por encima del escritorio y el chico agarró el paquete con una mueca extraña—, es para limpiar la pantalla de su teléfono. Está lleno de huellas dactilares. Hágalo, por favor.
El periodista asintió confuso y obedeció su petición. Chan estiró la mano para que le devolviese la toallita usada y el sobre. Los tiró en la papelera detrás de su silla y esta vez sí se llenó la mano con un buen chorro de gel de manos y frotó.
—¿Entonces? —interrumpió el chico.
—Ah, sí... Bueno, Kim Seungmin es... como usted mismo dijo, alguien que no pasa desapercibido. No somos particularmente cercanos. Esa foto fue en una fiesta en la que, lamentablemente, todos bebimos demasiado. Las veces que he compartido tiempo con él han sido... hm... satisfactorias —Y, mierda, Chan no mentía—. No tenemos demasiadas cosas en común, pero compartimos algunos pasatiempos —sonrió.
—¿Cómo qué?
—Los animales. A ambos nos gustan los gatos.
—Ah... entiendo. Entonces a ambos les gustan los animales —repitió Kang y él asintió con una sonrisa.
El teléfono fijo de su despacho sonó y Chan casi rompe a llorar cuando escuchó la voz de su recepcionista diciendo que su siguiente cita había llegado. Le daría a la mujer un bono extra solo por salvarle de aquel estúpido niñato que le miraba como si supiera hasta sus secretos más oscuros.
—Vaya, va a tener que disculparme. El trabajo me reclama.
—Por supuesto, Bang Chan-ssi. Muchas gracias por su tiempo. ¿Cree que podría volver a recibirme si tengo alguna otra pregunta?
—Sí, claro —mintió —, solo llame y le concertarán una cita un poco más larga.
El chico se levantó y guardó el teléfono móvil y la libreta en su bolso. Hizo una reverencia y se marchó de la habitación. Chan se levantó y sacó del mueble de la pared un desinfectante en spray y un trapo que pulverizó sobre el cristal donde el hombre había dejado las huellas dactilares marcadas. Lo limpió antes de guardarlo todo y volver a sentarse. Dio paso a su cliente y respiró con calma, contento por no tener que pensar en la relación de ese invasivo hombre y el cachorro al que quería amarrar a su cama.
Taehyun no pudo contener su sonrisa desde que salió de aquel despacho. Sabía a ciencia cierta que aquel grupo ocultaba tantos secretos que acabarían saltando por los aires. Y Taehyun quería tener la maldita exclusiva.
No había querido mostrarse deliberadamente agresivo con Bang, por lo que no había preguntado las verdaderas cuestiones que tenía para hacerle. Como, por ejemplo, de dónde coño había salido el dinero con el que Seungmin se había convertido en socio capitalista de su bufete. También quería saber qué cuestión legal había necesitado de la asistencia de Bang en Han Bank. Por supuesto, quería entender cómo Seungmin, Seo y todos esos niños ricos se relacionaban con la organización de los Park.
Y ahora, también quería saber la verdadera naturaleza de lo que sea que pasase entre Bang y Seungmin. Porque, joder, apostaría un brazo a que entre ellos había pasado algo tan gordo como para que el hombre entrara en pánico.
Al principio, Taehyun había observado lo extremadamente ordenado y limpio que estaba todo a su alrededor. Podría pensar que era normal, pero no lo era. Nadie era capaz de hacerse cargo de ese tipo de higiene a no ser que tuviera un trastorno obsesivo compulsivo o un servicio de limpieza varias veces al día.
Bang tenía lo primero. Y las compulsiones tenían nombre y apellidos: Kim Seungmin.
En el momento en el que Taehyun —de forma completamente planeada— dijo "Seungmin" como si se le hubiese escapado, Bang entró en un bucle. Y, que le jodieran si esa mierda no era jugosa. El hombre se había lavado las manos con gel hidroalcohólico dos veces y estuvo a punto de hacerlo una tercera.
Y cuando dejó entrever que su relación era más cercana de lo que parecía, el picapleitos sacó una maldita toallita y le ordenó limpiar el teléfono móvil. Esa había sido la explosión de carácter más extraña que había visto en su vida. Repentinamente deseó ver cómo interactuaban el abogado y Seungmin.
En cualquier caso, sabía que tenía que contactar con el departamento de prensa de Seo. Bang iba a llamar a Changbin y le diría que preguntó por él, así que, para ahorrarse la sospecha, le pidió al asistente de voz de su teléfono que llamase a Soobin a través de los altavoces del coche.
—Primo querido —le dijo con voz cantarina mientras el otro chico resoplaba.
—¿Qué pasa?
—¿Podrías llamar de mi parte al departamento de prensa de Changbin y pedirles que me concierten una entrevista?
—¿Para qué? Puedes hablar con él en cualquier momento, le diré que venga a casa.
—Eso estaría genial, pero quiero hacerlo por el cauce legal y no abusar tanto del nepotismo, primo precioso.
—Bueno, vale. Te dejo, tengo trabajo.
—Espera, ¿te ha escrito Kumiho-ssi?
—¡ADIÓS! —exclamó antes de colgar. Taehyun volvió a reír mientras se encaminaba a la mansión.
A veces, cuando estaba con Seungmin a solas, le daba la impresión de que Seungmin tenía dudas sobre la veracidad de la historia que le había contado. No lo culpaba, pero le venía fatal que su protagonista no confiase en él lo suficiente.
Taehyun sabía que un encargo que parecía que duraría un mes, se iba a alargar mucho más. A no ser que encontrase un hilo del que tirar. Y para encontrar un hilo, debía tener una visión general del tapiz.
Taehyun no era gilipollas. Prefería bailar al son de aquella gente y fingir que le interesaban en algún punto, que ser echado fuera con las manos vacías. Kang no pensaba irse de Corea hasta que sus manos estuviesen completamente llenas.
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Abrió y cerró la mano un par de veces antes de sentarse con las piernas cruzadas. Solo había una bombilla en aquel pequeño sótano, lo suficiente para iluminar a la amalgama de carne amoratada y sangrante atada a la silla en el centro de la habitación.
—Vamos a recapitular, ¿de acuerdo? —comentó con la voz suave—. ¿Qué es lo que hacías para I.N exactamente?
—Te lo he dicho veinticinco millones de veces —gruñó el chico escupiendo un coágulo de sangre marrón sobre su regazo—. Fui allí a buscar a Minho y después volví a Corea.
Lo miró fijamente durante unos minutos. El chico levantó la cabeza a duras penas y su único ojo funcional buscó en la semioscuridad de la habitación.
—Oye, querido —susurró para tranquilizarlo volviendo a levantarse. Dio unos pasos alrededor. Sus botas de agua negras resonaron en el suelo de azulejos húmedo—, ¿no vas a ser de ayuda? Estoy tratando de hacer justicia aquí y lo único que haces es ocultarme información.
—Joder, no sé nada más. I.N me pagó para que siguiera a Minho y lo hice. Después les perdí la pista. Volví a Corea con los bolsillos llenos de dinero y me olvidé de esa mierda.
—¿Sabes algo de los documentos? —Negativo—. ¿Alguna taquilla o almacén a su propiedad? —Negativo otra vez—. ¿Dónde se quedó I.N cuando volvió a Corea? —Se acercó a él y acarició con las manos enguantadas la mejilla menos golpeada.
—No lo sé —gimió el chico, cerrando los ojos a la espera del golpe. Prefirió coger un bisturí y colocarlo en el interior de la comisura del chico.
—Deberías sonreír más, querido —Apretó la hoja contra la carne tierna que se abrió inmediatamente con un corte preciso hacia su mejilla.
El gemido de dolor resonó en las paredes sin ventanas y la sangre cubrió el escalpelo. Sacó de un tirón el instrumento y se acercó a la bandeja para dejarlo encima. El llanto ahogado del chico se prolongó por un rato.
El muchacho tuvo la inteligencia suficiente para no gritar. Si lo hubiese hecho, si hubiese abierto la boca, la herida que ampliaba ahora su boca se hubiera abierto de par en par. Hubiera sido bonito de ver, pero también un desastre. Y seguramente se desmayaría unos segundos después.
—Así es como lo veo yo. Ahora mismo no te recomiendo hablar, ese corte de ahí tiene una pinta fea pero se pondrá peor si abres la boca —Volvió a sentarse en la silla al frente y cruzó las piernas—. No sabes dónde se quedó I.N, no sabes dónde está el dinero, no sabes qué pasó con todas las cuentas en el extranjero, ni con los malditos documentos. ¡No sabes nada! ¿De qué me sirve tenerte aquí si no puedes ayudarme a hacer justicia?
Un gorgoteo trató de salir de la boca del prisionero. Se fijó en que su ojo sano estaba lleno de lágrimas. Respiraba rápidamente por la nariz y su boca seguía sangrando profusamente sobre los muslos desnudos.
—Asiente o niega con la cabeza, ¿de acuerdo? —El chico hizo un ligero movimiento afirmativo—. ¿Sabes si I.N dejó algo a Lee Minho? —Negación—. ¿Tal vez a otro amigo? —Sacudió la cabeza y se encogió de hombros—. Querido, no recuerdo que eso que acabas de hacer fuera una opción... ¿Dejó I.N el dinero a otro amigo? —Negativa de nuevo—. ¿Sabes algo? —Una vez más, movió su cabeza de un lado al otro. Resopló y se levantó de nuevo—. Bueno, definitivamente, no me sirves de nada.
Sus dedos agarraron el pelo largo de Bass echando su cabeza hacia atrás con fuerza. Su boca se abrió por la inercia y disfrutó del momento en el que el cerebro del hombre registró que el corte en su comisura se había convertido en un desgarro. El grito posterior casi le heló la sangre. Casi.
—Querido, no puedo darte las gracias porque no has sido de ayuda en absoluto. Sin embargo, he disfrutado de nuestro tiempo juntos. —Sonrió, aunque sabía que no vería la mueca gracias al pasamontañas y soltó la cabeza del chico.
Los llantos, gritos y sonidos desagradables se sucedieron durante algunos minutos mientras agarraba de nuevo el bisturí usado de la mesa. El prisionero tenía la cabeza colgando hacia delante, así que enredó sus dedos en la melena sucia y dio otro tirón brutal hacia atrás.
Con cuidado, se colocó detrás del chico y colocó la punta del escalpelo en la piel del cuello.
—¿Últimas palabras?
—Púdrete en el infierno —gruñó a duras penas.
Hizo un corte lento de derecha a izquierda, agarrando el instrumento con la zurda. Le gustaba ver como la sangre brotaba de ese tipo de heridas, era artístico. Según avanzaba el acero, la cascada de líquido rojo bajaba en gotas irregulares que cubrieron el pecho y el vientre plano del chico.
Para cuando hubo terminado, Hajun convulsionaba inútilmente con la cabeza contra su abdomen, mirándole fijamente con su único ojo sano.
Se había encargado de quitar una uña de su mano y dos de sus pies. No había continuado con las demás porque era una estupidez. Si alguien iba a hablar, hablaría con la primera que se le arrancase. No hacía falta quitar veinte para darse cuenta de que la persona que tenías en frente no sabía nada o no hablaría con esa tortura.
Por eso había dado rienda suelta a su creatividad. Primero fueron las uñas, después el ojo, pero no habló. Luego vino el martillo en la rodilla, todo un clásico en su sala de torturas, pero el chico tampoco soltó prenda más allá de lo que había repetido hacía unos segundos.
Ni siguiera cuando desolló la piel de la planta de su pie derecho, ni cuando cortó con una sierra sus meñiques y luego cauterizó las heridas con un hierro candente. Nada.
El hombre dejó de convulsionar cuando la sangre ya cubría todo su torso. Soltó la cabeza inerte y colgó hacia delante de nuevo. Abrió la manguera al costado de la habitación. Apuntó el agua directamente al cadáver sangrante que seguía atado y vio cómo el líquido rojo desaparecía por el sumidero en espirales. Sí que era artístico.
Era una maldita molestia que el chico no hubiese hablado. Pero mentiría si dijera que no había disfrutado de aquella performance que estaba presenciando ahora mismo.
Cerró la manguera después de un rato y descolgó la bolsa impermeable para cadáveres de la pared. Resopló de nuevo. La peor parte era esa: cargar el cuerpo inerte hasta el coche, llevarlo al crematorio y meterlo en el horno.
Se encogió de hombros y se puso manos a la obra.
***
3/4
He decidido que en este libro, como hay más escenas violentas, avisaré siempre que salga alguna por si no quieren leerla y pondré un resumen del segmento:
Resumen de la violencia: Torturador busca información sobre I.N, sobre su dinero, sus pertenencias y sus documentos. Hajun no sabe nada. Muerte.
¡Nos vemos en el infierno, navegantes!
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