6. Bunny🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

🎶Banda sonora: Lights down low - Max🎶

Minho se desperezó en la cama. Miró a la ventana con las cortinas cerradas, la oscuridad de la habitación le daba un ambiente velado. Se giró para buscarlo al no sentirle cerca de su piel.

Jisung dormía al otro lado, de espaldas a él con una almohada de apoyo entre las piernas y un trozo de sábana enredada en su pie derecho. Sonrió y se arrastró hasta que su pecho estaba en contacto con él. Su mano recorrió la cintura estrecha y escuchó el ronroneo bajo del hombre dormido. Su corazón se hinchó en su pecho y pensó, durante un segundo, que no merecía el regalo de despertar en la cama de sábanas de seda en la que estaba.

Besó el hombro, saboreando la piel ligeramente salada. El aire acondicionado seguía encendido, pero aún hacía calor. Quería abrir las cortinas pesadas para admirar los rayos de sol golpeando la forma de su amante.

Restregó su nariz en el hueco del cuello respirando su aroma que hacía vibrar todas sus terminaciones nerviosas. Jisung se quejó, pero le dejó hacer. Ese momento, en el que estaba entre el sueño y la vigilia, Han siempre era dócil y le consentía; y Minho se aprovechaba sin piedad para embeberse de su cercanía, para dejar en cada pedazo de piel expuesta la impronta de sus huellas dactilares.

Dejó un beso húmedo debajo de la oreja y Jisung, aún con los ojos cerrados, abrió la boca para jadear. La sangre de Minho ardía por todo su cuerpo. El culo travieso y descarado de Han se echó hacia atrás, dando de lleno con el bulto que guardaba en su ropa interior.

Mordió el lóbulo del chico y el jadeo se convirtió en un gemido de placer. Las manos de Minho acariciaron su pecho y se entretuvo en los pezones sensibles mientras veía como el hombre entre sus brazos se estremecía.

La piel melosa de Jisung estaba erizada. Posó sus labios en la nuca y el pelo del chico le hizo cosquillas en la nariz. El trasero de su novio se meneó contra su entrepierna y fue su turno de jadear. Escuchó la risita del otro antes de hablar en un susurro.

—¿Te levantaste animado, príncipe?

—Hmpf...—refunfuñó—. Déjame dormir un poco más...

Minho lo apretó contra su pecho y respiró sonoramente en su pelo, inundando sus fosas nasales del olor del champú, el perfume y el del propio Jisung. El intoxicante aroma le hizo volver a gemir.

El príncipe tenía un aroma que a Minho siempre le hacía pensar en el sol. Aprovechaba cualquier segundo para olerlo, pero su momento favorito era cuando se echaba unas gotas de perfume en el cuello y las muñecas.

Cuando lo hacía por las mañanas, antes de irse a trabajar, la fragancia cubría todo el aire del cuarto. Jisung se marchaba primero, dejándolo en la cama y Minho agarraba la almohada que el otro utilizaba y la pegaba a su cara para masturbarse recordándolo.

Los fines de semana, cuando tenía la suerte de despertar antes y admirar su silueta semidesnuda enredada en las sábanas, simplemente pegaba la nariz a la fuente de la esencia y aspiraba. Y después de todos esos años, de todo lo que pasaron, las veces que se separaron, el daño que se hicieron, todavía no entendía cómo había tenido tanta suerte como para compartir el colchón con aquel hombre que era un cálido verano.

Dormía en esa habitación más veces de las que no lo hacía, abría los ojos sintiendo a Jisung a su alrededor, escuchando sus ronquidos suaves. Y eso era suficiente para que Minho se considerase la persona más jodidamente afortunada del universo. Cada vez que tenía a Han entre sus brazos creía que no había nada más que le hiciera falta.

—Voy a darme una ducha y después iremos a desayunar.

—No...—se quejó girándose contra su pecho. Metió la cabeza debajo de su barbilla y dejó un beso en su clavícula—. No quiero levantarme...

—Voy a ducharme y bajaré —Sintió los incisivos de Jisung agarrar un trozo de piel del pecho y chupar—. No me provoques, príncipe —gimió, agarrándolo de la nuca para apartarlo de su pecho.

Jisung le dio una sonrisa perezosa con los ojos pesados, aún sin abrirse del todo. Minho dejó un beso suave sobre sus labios y se apartó antes de que le enredase de nuevo entre sus brazos y acabasen pasando toda la mañana en la cama retozando.

Se levantó y lo vio revolcarse por todas partes del espacio. Se tumbó sobre su estómago y le regaló a Minho la imagen de su culo respingón dentro de unos calzoncillos blancos de Calvin Klein. Se metió al baño huyendo de la pecaminosa visión.

Se duchó rápido, evitando su pelo y también su polla medio llena que reclamaba la atención de Jisung. Se lavó los dientes y salió sin ropa a la habitación. Abrió un poco las cortinas, solo lo suficiente para que un rayo de sol iluminara un trozo de la piel del príncipe que se removía entre las sábanas. Estuvo a punto de saltar sobre él cuando Han se dio la vuelta y se estiró con un gemido grave. El bulto en su ropa interior era visible y la luz exterior parecía querer que Minho solo mirase allí.

—¿No querías desayunar? —preguntó con la voz ronca, mirándolo mientras su mano acariciaba su pecho y se acercaba peligrosamente a la ropa interior.

—No lo hagas —advirtió Minho con su polla levantándose en contra de su voluntad.

—¿Por qué? Ven aquí, podemos pasar todo el día en la cama... —ronroneó, metiendo la mano en sus calzoncillos y acariciándose.

—No, vamos a desayunar. Dijiste que hoy desayunaríamos en el jardín y seguramente ya está todo preparado.

—Pero yo tengo algo aquí para que desayunes. —El tono de voz bajo lo hizo estremecerse. Han se bajó la ropa interior y movió la mano sobre su eje duro. Minho perdió la cabeza.

Se subió en la cama y gateó hasta él. Agarró la polla dura que se meneaba en la mano del príncipe y lamió desde la base hasta la punta. El jadeo de Jisung lo hizo temblar. Su lengua rodeó despacio el glande antes de succionar ruidosamente entre los labios.

Las caderas de Han corcovearon y sus dedos se enredaron en el pelo de Minho con un tirón ligero que le picó en el cuero cabelludo y envió una corriente eléctrica directa a su propia erección.

Tragó aquel eje que lo hacía enloquecer y disfrutó de los sonidos que la garganta de Jisung no podía contener. Llevó la polla profundamente en su boca, con el sabor almizclado en su paladar. Se movió chupándosela con gusto, acelerando el ritmo para llevarlo al límite justo antes de relajarlo.

El príncipe apretó sus dedos en los mechones de Minho, frustrado, y él sonrió rozando con sus dientes el glande rojizo y dolorido. Estuvo a punto de metérsela en la boca de nuevo, pero el móvil de Jisung sonó, interrumpiendo. Fue a apartarse, pero Han le agarró la cabeza.

—Ni hablar, voy a contestar la llamada y vas a seguir con lo que estabas haciendo justo después —dijo con fiereza y Lee se rió un poco por su entusiasmo.

En realidad no lo hizo. Cuando Jisung contestó a la llamada de Felix, Minho se levantó y se vistió apresurado con un pantalón vaquero y una camiseta negra. Escuchó al príncipe hablar sobre los planes que tenía su hermano para el día por el manos libres y se echó a reír cuando Jisung señaló su erección mientras él salía de la habitación. Le lanzó un beso y el más joven contestó levantándole el dedo de en medio.

Minho bajó las escaleras y entró a la cocina. El olor de los bollos recién hechos le golpeó en la nariz. Tal vez el olor de Jisung era el mejor que había sentido nunca, pero el aroma de esa cocina era el segundo en su lista.

—Lee Minho-ssi, buenos días —saludó el chef con una sonrisa.

—Buenos días, Q. ¿Podrías dejar de llamarme Lee Minho-ssi? Gracias —contestó sarcástico.

— Ah... Minho... Me cuesta muchísimo, es súper incómodo.

—Esta no es mi casa, Q. No soy el señor, ni tu jefe, ni nada. ¿Qué estás haciendo hoy? —preguntó acercándose a la enorme isla en la que había varias bandejas.

—Acabo de sacar el pan de centeno del horno y ahora pondré la segunda de croissants. Hay fruta picada aquí y la sopa debe estar a punto también. ¿Quieres un poco de café?

—Puedo ponerme el café yo mismo, sigue con esas cosas tan fantásticas, huele como el cielo. —Q rió suavemente mientras colocaba una bandeja de croissants en el horno y se acercaba a la cafetera a pesar de que Minho le había dicho que él podría ponerse su propio café.

El chico siempre era así. Q (que se llamaba Ji Changmin pero insistía en ser llamado Q) había llegado hacía poco más de dos meses a casa de Jisung y había sido un éxito rotundo. Al principio se inclinaba cada vez que Minho aparecía en la habitación y lo dejaba descolocado. Él no estaba acostumbrado a tener servicio, no estaba familiarizado con el trato de respeto y ese lenguaje tan cuidado.

A lo que sí se acostumbró rápidamente fue a sus dulces. El hombre había entrado en calidad de chef y cocinaba para Jisung de lunes a miércoles, los sábados y domingos llegaba por la mañana para hacer el desayuno y dejar la casa surtida de todo tipo de postres y comidas caseras que ellos solo tenían que calentar. No lo necesitaba, Minho sabía cocinar, pero Han Jisung siempre hacía todo a lo grande.

Q asistía a un curso de repostería francesa que el príncipe le había regalado en un ataque extraño de simpatía. Porque Q era tan divertido y fácil que era imposible no apreciarlo. Y, por supuesto, los tres kilos que Minho había ganado en esos dos meses eran culpa de esas manos mágicas.

—¿Cómo está Sunwoo? —preguntó Minho cuando le dio el café caliente en las manos antes de seguir cortando verduras.

—Muy bien, pero bastante atareado, al parecer tienen mucho trabajo últimamente.

—Sí, eso parece. No he visto apenas a Jisung esta semana.

—Te has quedado aquí todas las noches de esta semana, Minho. ¿Cómo te atreves a decir que no nos hemos visto apenas? —preguntó, entrando por la puerta con su sonrisa en forma de corazón y el pelo húmedo alborotado.

Llevaba puesto un pantalón ancho de color gris y una camisa azul arremetida dentro. A Minho le gustaba cuando Jisung se vestía de azul porque le parecía más tierno y adorable. Y también le encantaban esos pantalones que ceñían su cintura estrecha y le hacían querer posar sus manos en su cuerpo.

Q se rió ante el comentario del dueño de la casa y Minho resopló. Han puso una mano en su hombro y le acarició suavemente el cuello enviando una corriente eléctrica por todo su cuerpo. Dejó un beso en su mejilla y aprovechó la distracción para agarrar la taza de café y darle un sorbo.

—Oye, eso es mío —reprendió Minho tratando de alcanzarle.

—Ya, pero compartir es vivir—respondió Jisung caminando hacia la bandeja que estaba preparando Q sobre la encimera. Cogió un trozo de manzana y se lo metió en la boca masticando. A Minho se le antojó como un hámster mientras llenaba sus mejillas de fruta.

—Han Jisung-ssi, ¿por qué no esperan en la terraza? Iré ahora mismo con el desayuno.

—Podemos llevarlo nosotros, Q. Y no uses honoríficos.

—Por favor, insisto.

Era una batalla perdida. Esa cara simpática era imbatible, igual que sus órdenes cuando se trataba de la cocina o el servicio. Se encogió de hombros y salió de la cocina de camino al jardín.

Abrió la cristalera y un recuerdo extraño lo golpeó. Jisung apareció dos segundos después masticando otro trozo de fruta y con la taza que había sido suya en la mano.

Se sentaron uno junto al otro, mirando el jardín trasero que Han ignoraba más por desconocimiento que por no querer cuidarlo. Por suerte para todas esas plantas, Minho disfrutaba de ese tipo de trabajos, así que, cuando Jisung se encerraba en su despacho, él cuidaba de las flores.

—Felix me ha contado que Seungmin dice que Bbama está gordo. Mi sobrino no está gordo. ¿Qué demonios sabrá ese idiota?

—Algo sabrá, es veterinario —contestó Minho conteniendo una sonrisa cuando Jisung le miró indignado.

—Es un superficial. Ese bebé es perfecto tal y como está, tan esponjoso y suave.

—Creía que no te gustaban los animales...

—Mi sobrino es especial —dijo orgulloso, dando un sorbo al café que le había robado—. ¿Quieres que vayamos a verles después?

—Sí, estaría bien... —Minho sintió mariposas en su estómago cuando vio la sonrisa de Jisung. Todavía se sorprendía con ese tipo de idioteces.

Su pecho cantaba feliz cuando Jisung le incluía en sus planes. Y lo hacía continuamente. En los meses siguientes a la muerte de I.N, Jisung se había transformado por completo. Todavía había límites que no cruzaban, como las muestras de afecto en público o el hecho de que Minho tenía su propio apartamento a 20 minutos de la urbanización donde vivían los chicos.

Había sido una decisión lógica, Jisung necesitaba su espacio a menudo y Minho no quería ser una molestia. En cuanto a sus apariciones en público, Minho seguía siendo el hermano de Felix para la prensa, el cuñado de Changbin por ese lado. Él respetaba eso, quería llevar las cosas con calma y lo entendía. Mucho más teniendo en cuenta la última noticia que había sacudido al apellido Han.

Q salió con una gran bandeja llena de todo tipo de manjares que sabía que no serían capaz de acabar. Sirvió un tazón de sopa para Jisung y otro para él. Dejó sobre la mesa el resto de platos colocados perfectamente y les dedicó una sonrisa antes de darse la vuelta y marcharse, cerrando la puerta tras de sí.

Han gimió dando un mordisco a un croissant y Minho agarró la taza de café nueva. Dio un sorbo y vio como las mejillas de su novio se hinchaban mientras masticaba un poco de cada cosa que alcanzaba.

—Príncipe... —susurró dejando la taza sobre la mesa—, ¿cómo estás?

La mandíbula de Jisung dejó de triturar la comida ocho segundos y reanudó su marcha justo en el noveno. Lo miró de reojo y tragó.

—Estoy bien, ¿por qué?

—Ya sabes por qué. Estoy preocupado, quiero saber cómo te encuentras —Minho no pretendía incomodarlo pero sabía que lo hizo cuando escuchó la cucharilla golpear contra la porcelana de la taza de café que no necesitaba ser revuelta—. Jisung, solo quiero saber si estás bien, si necesitas hablar.

—No lo necesito. Si eso es todo, cambiemos de tema.

—¿No quieres hablar de esto o no quieres hablar conmigo de esto? —Alcanzó un trozo de manzana para masticarlo mientras esperaba a que Jisung decidiese contestar con alguna salida de tono desagradable.

—No me siento cómodo hablando contigo de esto —confesó el chico—. Te prometo que estoy bien, pero todavía me incomoda un poco hablar de Eunji contigo.

—Jisung, no importa lo que haya hecho o tratado de hacer, era tu madre y nadie va a culparte por estar triste por su muerte.

—No estoy triste por su muerte. Al menos, no mucho. Estoy triste porque no se hizo justicia. Y ahora, por favor, cambiemos de tema. Te lo ruego —murmuró mientras metía en su boca una cucharada de sopa.

—De acuerdo. Solo quiero que sepas que puedes hablar conmigo. Incluso si no estoy aquí, llámame y vendré. —Acarició el pelo suave del chico y él asintió. Minho sintió un peso menos sobre su espalda, aunque no había desaparecido del todo.

Jisung cambió de tema automáticamente, retomando de nuevo la posibilidad de que Seungmin quisiera hacer sufrir a Bbama porque era demasiado precioso y competía con su gata en Instagram. Minho se echó a reír con las ocurrencias estúpidas que tenía y desayunó a su lado sintiéndose, otra vez, el hombre más afortunado del mundo.

A pesar de esa barrera que todavía estaba levantada entre ellos, Minho sabía que Jisung acudiría a él si lo necesitaba de verdad. Y, si no lo hacía, iría a Changbin. Eso era suficiente para tranquilizar un poco el desagradable runrún que vivía en su cabeza desde que se había enterado de la muerte de Eunji.

Porque en el fondo, Minho tenía la certeza de que esa mujer no se había suicidado. Igual que no lo había hecho I.N. Y la posibilidad de que alguien estuviera cazando a las personas que formaron parte de la organización era tan aterradora que le impedía disfrutar del todo del verano que mordía un trozo de pan de centeno a su lado.

Soobin se levantó de un salto cuando Seokjin apareció frente a la mesa con los brazos en jarra. Lo abrazó con fuerza, apretando contra él el cuerpo del hombre. Jin gimió y lo apartó de un empujón.

—¿Ya estás borracho? —preguntó con una sonrisa. Soobin se encogió de hombros y dejó que el chico saludara a Seungmin con un abrazo igual de cercano.

—Él es Kang Taehyun, mi primo el periodista, ya sabes.

—Ah, sí, es cierto. Es un placer verte —dijo el chico sentándose junto a Soobin con esa cara tierna de mejillas redondas.

—Un placer también, Seokjin hyung, los tenías desesperados porque llegabas tarde.

—Bueno, no es como si me hubiesen esperado para empezar a beber, cabrones.

—No me juzgues, hyung, he tenido una semana de mierda y necesito un poco de diversión. Y alguien a quien llevarme a la cama —contestó Seungmin, guiñandole un ojo a Taehyun.

Soobin vio la sonrisa ladeada de su primo y arrugó la nariz con disgusto. Su amigo no le había contado nada, así que suponía que no se habían acostado aún. O por lo menos eso esperaba.

—Bueno, Jin hyung, ¿cuál es tu historia?

—¿Una entrevista antes de tener mi primera copa? Eso fue rápido, Taehyun —rió el chico mientras Seungmin hacía una seña al camarero para que sirviese lo mismo—. Bueno, me llamo Kim Seokjin, soy, sorprendentemente, bastante mayor que estos imbéciles y soy ingeniero medioambiental.

—Oh, suena interesante. ¿Cómo acaba un sunbae con estos niños?

—Estaba en la universidad con su hermana Sooyeon. Y, claro, me había hablado de Soobin. Un día me lo encontré en un bar de ambiente y el resto es historia.

—Oh, qué interesante. ¿Sigues siendo amigo de Sooyeon nuna?

—Sí, claro, pero curiosamente los veo más a ellos... —El periodista asintió.

—¿Pareja? ¿Estás casado?

—¿Piensas coquetear con todos mis amigos, Taehyun hyung? —exclamó Soobin y todos se echaron a reír. Pero, en el fondo, no hablaba en broma.

A Soobin le preocupaba esa actitud que tenía Taehyun con todo el mundo. Le molestaba que cayese tan bien y se acercara tanto a sus amigos porque sabía que su lealtad no estaba con ellos y que, si se diera el caso, publicaría hasta sus miserias más bajas.

—Perdón, deformación profesional —se excusó como hacía siempre cuando lo pillaba indagando demasiado.

—No pasa nada. No es como un secreto ni nada así. Estoy felizmente emparejado desde hace muuuchos años —contestó Seokjin cuando el camarero dejó sobre la mesa sus bebidas—. Y ahora hemos adoptado a un perrito precioso que se llama Monie.

—Oh, ¿cuántos años llevas con tu pareja?

—Ocho años. Namjoon y yo nos conocimos en el trabajo cuando yo hacía una pasantía en mi actual puesto y el resto es historia.

—Ah... ¿Era tu jefe? —insistió apoyando los codos sobre la mesa interesado.

—Deja de ser impertinente, hyung —le reprendió Soobin.

—No fue así, Taehyun hyung —contestó Seungmin rápidamente—. Namjoon trabaja en la Fiscalía y Seokjin está en el área de medioambiente del Ayuntamiento. Se conocieron por casualidad en los pasillos cuando Namjoon llevaba nosequé cosas a la oficina del alcalde, no hubo nada extraño de jefes y becarios.

—Joder, esperaba algo jugoso para publicar y hacer enfadar a mi primo —bromeó.

—Ese es un poco el resumen de mi vida. Lo más turbio que me pasó fue dejar la carrera de Medicina en segundo año. Y fue más por vago que por cualquier otra cosa. Ahora solo tengo una vida de hombre casado que no ve casi a su marido —Soobin se giró hacia él extrañado.

—¿Ha pasado algo con Namjoon hyung? —le preguntó preocupado.

—No, pero con el trabajo nos vemos muy poco. Por eso tampoco puedo veros todo lo que me gustaría los fines de semana.

—La próxima vez dile que venga, así Taehyun hyung podrá conocerlo —sugirió Seungmin con una sonrisa.

Soobin conocía a Seokjin desde hacía muchos años. Él y Seungmin vivieron el inicio de la relación de su amigo con una emoción extraña. Al principio, su papel había sido el de la cautela mientras el de Seungmin era el de empujar a su amigo a los brazos del hombre.

Y aunque no se veían tan a menudo como cualquiera de los tres quería, trataban de no perderse nada en las vidas de los demás.

—Tengo curiosidad... Espero no ofenderos...

—Es difícil ofender a un grupo como este, Taehyun —bromeó Seokjin.

—Bueno... Siento que... Dios, no sé cómo decirlo... ¿Todos vuestros amigos son gays?

—La mayoría —contestó Jin.

—No sé, supongo que a riesgo de encontrarnos con algún tipo de rechazo, hemos acabado juntándonos a gente igual a nosotros —reflexionó Soobin, dándose cuenta, por primera vez, que probablemente ese miedo al rechazo social había condicionado su vida desde la adolescencia temprana, cuando descubrió que le gustaban los chicos—. No se trata de que huyamos de los hetero o algo así. Tenemos amigos heterosexuales...

—Yo incluso me he acostado con alguno —añadió Seungmin chocando la palma de la mano con la de Seokjin con una risa escandalosa. El resto también rió.

—Vale, vale, lo entiendo. Era solo curiosidad, me parecía llamativo que todos estuvierais en ese lado de la acera.

—¿Y tú, Taehyun hyung? ¿En qué lado estás? —Seungmin apoyó los codos en la mesa y su barbilla en los puños con una sonrisa traviesa.

—Hmm... Supongo que en ninguno de los dos de forma exclusiva.

Seungmin dio unas cuantas palmadas emocionado. Soobin se terminó la copa que tenía delante en un par de tragos rápidos. Se sentía ligeramente incómodo por la presencia de Taehyun, pero le daba una vergüenza terrible echarle de allí.

Tal vez debería escuchar a Seungmin y tratar de ser un poco más asertivo. Si le hubiese dicho que no cuando lo miró con esos enormes ojos mientras él se vestía en su habitación, ahora no tendría que estar gestionando a su amigo a punto de arrodillarse ante él para arrastrarlo al lado de la acera al que ellos pertenecían.

El camarero se acercó y dejó un copa en su mesa

—¿Qué es esto? —le preguntó al muchacho.

—Sunny bunny*, una variedad del Fuzzy Bunny que preparamos aquí. Es de la mesa de allí —El chico señaló con la mano abierta a una mesa donde se sentaba un grupo de gente. Uno de ellos miró y le lanzó una media sonrisa. Soobin se sorprendió a sí mismo sonrojándose y haciendo una reverencia en la distancia.

*N/A: El Fuzzy Bunny es un cóctel parecido al Bloody Mary pero con jugo de naranja y zanahoria. El Sunny Bunny me lo invento yo porque puedo.

El camarero desapareció y giró la cabeza para beber de su copa. Tres pares de ojos se clavaron en él.

—¿Qué coño acaba de pasar? —preguntó Seungmin.

—No lo sé, alguien me ha enviado un Sunny Bunny —contestó encogiéndose de hombros y dando un sorbo al líquido fuerte y picante.

—¿Alguien le ha mandado un conejito soleado a mi tesoro soleado? ¿Quién ha sido? ¿Un chico o una chica? —preguntó Kim poniéndose de pie para mirar a la sala repleta de gente.

Soobin se enrojeció. Notó sus mejillas calentarse rápidamente y escondió su cara entre las manos antes de que Seokjin le pasara una mano por los hombros.

—Creo que ha sido un chico, no se pondría así con una chica —dijo con una sonrisa conocedora que vio por el hueco entre sus dedos.

Seungmin volvió a sentarse y cotorreó durante un rato sobre la necesidad de que Soobin "liberase tensiones" de una vez por todas y que se olvidase del "pasado". Pero no era tan jodidamente fácil como él lo hacía parecer. No cuando el pasado era, en realidad, su presente. No cuando tenía que ver a Han en cuatro días en una Junta de Accionistas de Han Corp. a la que seguramente iría malditamente guapo.

Se frotó la cara con fuerza. Dio un par de tragos rápidos a la bebida que le habían traído y volvió a buscar al chico de la sonrisa.

Estaba hablando con el grupo con el que se sentaba. Parecía guapo, aunque a esa distancia y con las luces bajas del club, podría ser solo un espejismo. Tenía el pelo oscuro, con la raya al medio y la espalda recta. Vestía una camisa gris de manga larga y le pareció que su espalda era ancha, aunque igual podría echarle un mejor vistazo de cerca.

¿Qué estás pensando? ¡Cálmate!

—¡Soobin! —Seokjin le sacudió y se giró sorprendido—. Seungmin dice que tiene algo que decirte.

—¿Qué? —preguntó desinteresado y un poco decepcionado por no poder mirar al chico guapo de la boca bonita.

—Tengo que pedirte un favor, tesoro.

—¿Qué pasa ahora, Seungmin? —preguntó con un resoplido cansado mientras bebía el cóctel.

—Tienes que llamar a Jisung —Soobin estuvo a punto de escupir el trago en la cara de su amigo. Dejó el vaso sobre la mesa y lo miró poniendo la mano tras su oreja. Tenía que haber escuchado mal, la música estaba muy alta, probablemente su amigo no estaba diciéndole que llamase a ese hombre—. Tienes que llamar a Han. Y probablemente deberías ir a verle en algún momento.

—¿Qué diablos estás diciendo, Seungmin? ¿Estás drogado o qué te pasa? —gruñó Seokjin.

—Tienes que llamarlo.

—¿A qué demonios viene todo esto? —insistió Seokjin mientras él se quedaba paralizado mirando a Seungmin.

—La madre de Jisung ha muerto y Changbin hyung dice que no ha dicho nada, que no se ha acercado a nadie. Ni siquiera a él o... bueno, ya sabes, a Minho... —murmuró su nombre como si fuera un secreto y Soobin levantó la ceja—. Hyung cree que tal vez sea un poco más sincero contigo...

—Joder, Seungmin, de verdad —resopló Seokjin.

—Changbin se veía realmente afectado. Parecía preocupado por Han —intervino Taehyun. Soobin trató de procesar por qué estaba participando de esta conversación—. Seo le dijo que si iba a afectarte, que no te lo dijera, Soobin. Pero el chico debe estar en la mierda para que esté pidiéndote ayuda. Y bueno, no tengo ni puta idea de quién es el tal Minho, todo el mundo parece hablar de él como si fuera Voldemort. —Seungmin y Seokjin se removieron incómodos.

—Minho hyung es el chico por el que Jisung me dejó.

—Ah, mierda... Pensé que lo habías dejado tú, perdóname.

—Lo dejé yo. Porque Jisung está enamorado de él. Y lo estaba entonces también —Soobin dio un sorbo largo a la bebida y sintió el ardor quemándole la garganta—. Lo llamaré mañana.

—¿Qué? —exclamó Seokjin.

—Gracias —dijo Seungmin al mismo tiempo bajando los ojos.

Todos se quedaron en silencio por un rato largo. Soobin terminó lo que quedaba de su copa lentamente, con el pecho dolorido y la cabeza empezando a dar vueltas. Iba a llamar a Jisung. Si no fuera porque había bebido, hubiese salido del bar y cogido el coche para ir hasta su casa.

De hecho, todavía se debatía entre la posibilidad de llamarle al día siguiente o coger un taxi y plantarse en su puerta. Quería volver a abrazar al chico y, de repente, se sintió más útil que nunca. Negó con la cabeza. No podía, no debía y no quería volver a caer en ese juego consigo mismo. No quería volver a necesitar a su yeobo como lo había hecho.

Se levantó de su asiento. Se excusó y se dirigió al baño, porque, demonios, estaba a punto de orinarse encima. Entró al cubículo del fondo y se alivió. Salió y se lavó las manos antes de humedecerse un poco la nuca. Se secó con un poco de papel y suspiró.

—Hola —escuchó la voz a su lado y giró la cabeza enderezandose automáticamente—. Soy Choi Yeonjun. —El chico de la boca bonita estaba ahí ante él.

Era casi tan alto como él, con el pelo más largo de lo que parecía, los labios llenos sin arco de cupido, pecaminosamente besables. Sus ojos rasgados se curvaban hacia arriba, tenía una sonrisa tierna, como un zorrito travieso.

—¿Eres un kumiho*? —preguntó, mirando sus ojos grandes. El chico le miró confuso pero volvió a sonreír.

—¿Cómo?

—¿Estás aquí para seducirme y comerte mi corazón?

*N/A: Los kumihos son seres de la mitología coreana que tienen forma de zorro pero se pueden convertir en personas hermosas para seducir y comerse el corazón de otros. Como hombres lobo pero en versión zorro.

El hombre se rio en voz alta, escandaloso y vivo, Soobin sintió el calor en su vientre. Si no estuviera cansado de andar llorando en secreto por un tipo que se había follado a su ex de todas las maneras en las que no le dejaba follarle a él, probablemente no se atrevería a hablar con él

—Puedo ser un kumiho si quieres, aunque no tengo antojo de corazón ahora mismo —contestó el muchacho con una sonrisa.

Dio un paso más cerca de Soobin y se dio cuenta de que era ligeramente más ancho que él. A Soobin no le gustaban los chicos más grandes que él. Al menos no desde que había cumplido los 20. A Soobin le gustaban los chicos más adorables que guapos, más tiernos que musculosos.

Kumiho era todo lo que no solía buscar en un chico, pero tenía esas pestañas largas y esa boca lujosa que le enviaba mensajes directos a su entrepierna. Y, qué carajos importaba ahora, Soobin estaba triste y se sentía solo. No necesitaba una excusa para justificar las atracción que sentía por ese chico.

—Entonces, un placer conocerlo, Kumiho-ssi. —Soobin sonrió ampliamente y vio como los ojos del chico iban directos a su boca para subir de nuevo a sus ojos un segundo después.

—¿Puedo ponerte yo un nombre?

—Depende.

—¿De qué?

—Si me gusta el nombre, te dejaré usarlo. —Soobin apoyó el trasero en la encimera del lavabo y sus manos a ambos lados. Se encogió de hombros y bajó los ojos sin dejar de sonreír.

No era idiota. Era consciente de que lo primero que llamaba la atención de su cara eran sus hoyuelos. Su boca era su mejor activo cuando se trataba de una conquista y, joder, quería conquistar a aquel chico aunque solo fuera para curar un poco su autoestima herida.

—Sunny Bunny-ssi, es un placer conocerte. —El chico hizo una reverencia completamente fuera de tiempo y dio un paso más cerca de su cuerpo.

El corazón de Soobin se aceleró ante la cercanía inminente. Se preguntó si iba a acabar follando en los baños de ese bar. Se preguntó también si el chico llevaría condones porque él los había olvidado. Se preguntó de qué color sería su piel bajo la camisa, de dónde vendría y si iba a besarle.

—No te he dicho que me guste.

—Pero te gusta, bunny.

—Oh, ¿ahora usas un diminutivo?

—Solo para cuando estemos en la intimidad —susurró. Su bulto despertó a la vida definitivamente cuando la mano atrevida del chico le acarició la mejilla—. Tienes unos hoyuelos preciosos.

Soobin bajó los ojos sonrojado y apretó las manos en el borde de la encimera para evitar lanzarse sobre el chico. El pulgar de Kumiho rozó su arco de cupido como una pluma y sintió su pecho retumbar como si una manada de búfalos estuviese corriendo dentro.

—Acompáñame al cubículo del fondo antes de que entre alguien, Sunny Bunny-ssi.

—¿Para qué? —preguntó levantando los ojos. Le dio una sonrisa taimada y levantó la ceja.

—Si lo prefieres, puedo besarte aquí mismo. —Soobin casi se cae de culo al suelo. Pero la mano grande se cerró sobre su muñeca y lo arrastró hasta empujarlo dentro del cubículo que había usado momentos antes.

Kumiho-ssi cerró la puerta y le agarró de ambos lados de la cabeza antes de estrellar sus labios contra los suyos. Su boca cálida cubrió la de Soobin y su sabor estalló en su paladar haciéndolo gemir. No hubo un segundo de tregua, no hubo un reconocimiento suave ni la timidez de un primer beso en ninguna parte.

El hombre enredó sus dedos en la parte posterior de su cabeza, con un ligero tirón de su pelo y su otra mano la bajó directa a su cintura. Su boca ávida lo saqueó y él solo pudo agarrarse a sus hombros anchos antes de caer hecho un despojo al suelo.

La mano entró debajo de su camisa de vestir y buscó su piel con la prisa de un reo en el corredor de la muerte. Soobin ardió bajo su tacto cuando los dedos en su espalda le empujaron contra el cuerpo duro del hombre. Sus hombros chocaron contra la pared lateral del cubículo un segundo después y el chico de los ojos bonitos se coló entre sus piernas para presionarse contra el centro de su cuerpo.

Separó la boca de él y jadeó por aire con los ojos cerrados. Los labios húmedos estaban ahora en su barbilla, dejando un beso anacrónicamente suave. La mano que tenía en su cabeza le dirigió con decisión para que su cuello quedara expuesto, un segundo después sentía la lengua recorrer sus tendones tensos desde la clavícula hasta su oreja.

Soobin creyó, por un segundo, que eso en realidad no estaba pasando, que el alcohol se le había subido a la cabeza y que estaba inconsciente y soñando con el hombre-zorro. Los dientes que se clavaron en su lóbulo le sacaron de ese pensamiento.

Le agarró del pelo mientras él soltaba su cabeza. Presionó al chico contra el hueco de su cuello y sintió como ahora las dos manos vagaban libremente por debajo de su camisa. Gimió cuando los dedos engancharon su pezón izquierdo con fuerza. El muchacho golpeó contra él con las caderas, apretando sus entrepiernas juntas, con la fricción del vaquero que llevaba puesto torturándolo.

Joder, nadie, en su puta vida, lo había tocado de esa manera. Nunca había sentido esa premura en los dedos de nadie. Soobin sentía que su piel ardía en cada lugar por el que pasaban esas manos expertas. Y, mierda, podría ser ahora mismo la mismísima antorcha humana porque aquel hombre parecía tener más de un par de brazos.

Llegó al botón de su pantalón y fue levemente consciente de que no tenía condones. Tampoco le dio demasiada importancia cuando las manos de fuego entraron en su ropa interior. En el segundo en el que los dedos envolvieron su erección, el resto del mundo desapareció para Soobin.

Le agarró del pelo, apartándolo de su cuello, donde seguramente habría hecho un desastre. El chico se lamió los labios mientras su mano se movía sobre la polla de Soobin y él tembló. Volvió a besarlo, desesperado por recuperar a sus papilas gustativas el sabor del chico.

Bajó su mano por el pecho cubierto con la camisa de seda, consciente de que necesitaba tocarlo tan urgentemente como había necesitado besarlo. Sacó de un tirón la tela de los pantalones en los que la tenía arremetida y acarició el cálido vientre.

Percibió una ligera línea de vello bajo su ombligo mientras el chico seguía meneando su mano sobre la polla de Soobin. Se sintió dividido entre la posibilidad de seguir palpando el pecho en el que adivinaba músculos duros o ir directo al mástil que guardaba en los vaqueros.

El pulgar del chico apretó su glande y se separó para dejar escapar un gemido suave. Si seguía moviendo así la mano se correría en menos de un minuto. Su inminente orgasmo decidió por él. Acarició con una mano el labio inferior rojo del tal Yeonjun mientras su otra mano desabrochó los tres botones del vaquero que llevaba. Sus dedos entraron directamente en la ropa interior.

Sostuvo con su mano la polla y se atrevió a echar un vistazo, curioso por tener una imagen real del tamaño. La de Kumiho era ligeramente más larga que la suya y tenía una curva hacia la derecha.

—¿Te gusta lo que ves, bunny? — murmuró el hombre tan cerca de su cara que su aliento golpeó su mejilla.

Lo miró y sonrió de nuevo. El chico llevó su mano libre hasta el hoyuelo en su mejilla y lo observó embelesado por unos segundos. Soobin giró la cabeza rápidamente y mordió con suavidad el dedo que le tocaba.

Escuchó cómo el chico-zorro inhalaba y la mano que se movió sobre su polla con brío renovado inflamó aún más su cuerpo que estaba en llamas. Chupó el índice dentro de su boca y miró a los ojos grandes en los que no podía distinguir la pupila de los iris oscuros.

Imitó el movimiento de vaivén sobre el largo eje ajeno y el gemido grave que soltó fue directo a sus pelotas. Yeonjun añadió un segundo dedo a su boca, jugueteando con su lengua entre ellos. Succionó las falanges con consciencia plena de que sus mejillas se verían ahuecadas y logró el objetivo que quería cuando la polla en su mano dio un pequeño tirón.

—Joder, en otra ocasión quiero ver esa boca en mi polla, ahora no voy a aguantar más de un minuto si sigues tocándome así, bunny —gimió el hombre sacando los dedos de su boca y volviendo a besarlo.

Sus labios se encontraron en un estropicio de saliva, lengua y dientes. Kumiho mordió su labio inferior tirando y se acercó más a él. Soobin sintió su glande rozar contra el contrario y un segundo después la mano más grande aceleraba el ritmo masturbándoles juntos.

Había hecho un montón de cosas en su vida, había tenido un montón de sexo placentero, sexo sucio, sexo en el que había dado sin pedir nada a cambio y sexo en el que había sido el receptor de las atenciones. Pero nunca se había quemado vivo.

La boca ardiente estaba robándole el alma, enredando sus lenguas en un caos húmedo que sabía a la versión más dulce de Fuzzy Bunny. Mientras tanto, su mano izquierda serpenteaba en el pecho de Soobin hasta llegar a su pezón y volver la rodarlo entre los dedos. Kumiho se tragó su gemido y las caderas de Soobin se movieron inconscientemente bombeando dentro de la presión que hacían la mano y la polla dura contra la que se frotaba.

Se separó de los belfos y jadeó.

—Voy a correrme, Kumiho-ssi —gimió.

—Córrete, bunny —susurró el hombre entrecortado, con la mandíbula apretada.

Los dedos sobre su eje se movieron más rápido mientras la otra mano tiraba de su pezón. Soobin se mordió el labio inferior y cerró los ojos, apoyando la cabeza en la pared del cubículo mientras el orgasmo le tensaba las pelotas con tanto ímpetu que casi dolieron.

Sus manos se asieron a los hombros del hombre y escuchó su gemido gutural mientras el último chorro de su semen cubría la mano derecha del chico que sostenía sus miembros juntos. Le sintió moviéndose contra su polla todavía dura unas cuantas veces antes de que la frente se apoyara en su hombro con un resoplido cansado.

Soobin subió sus dedos desde los hombros hasta la parte trasera de la cabeza y los enredó en el pelo grueso, suave y negro. Yeonjun levantó la cabeza y dejó un beso en su barbilla.

La mano que aún estaba bajo su camisa salió y se estiró para coger una buena cantidad de papel higiénico. Lo vió limpiarse la mano y después los restos que quedaban en ambas pollas. Sorprendió a Soobin cuando le subió la ropa interior y arremetió los faldones de la camisa dentro antes de abrochar el pantalón.

Todavía sentía la vista un poco nublada y no entendía muy bien qué estaba pasando, pero estaba seguro de que no había llevado la camisa por dentro del pantalón y que, si salía así del baño, sus estúpidos amigos preguntarían qué demonios le había llevado tanto tiempo.

Trató de sacarla pero Kumiho le paró y negó con la cabeza: —Tienes una mancha que es bastante probable que no salga hasta que no la lleves al tinte, bunny.

—Mierda. —Soobin se ruborizó y volvió a meter su camisa por dentro. Se sintió un poco desubicado, sin saber muy bien qué debía hacer ahora. Kumiho decidió por él y volvió a besarlo suavemente. Después dejó un pequeño pico sobre su mejilla.

—Me gustan tus hoyuelos. Tienes una sonrisa preciosa, Sunny Bunny-ssi —Soobin le picoteó los labios porque se moría de vergüenza—. ¿Puedo tener tu número de teléfono?

—¡Soobin! —el grito de Seungmin le heló la sangre y abrió los ojos mirando al chico—. ¡Soobin! ¿¡Dónde mierdas estás!? Cabrón, has desaparecido media hora... ¿Soobin? —Sonaron dos golpes en la puerta del cubículo y dejó caer su cabeza en el hombro de Kumiho, que reía divertido—. ¡Tesoro! ¡Nos iremos sin ti!

—Vete, tus amigos te están buscando —susurró en su oreja.

—¿Cómo sabes que es a mí a quién busca?

—¿No lo eres? —Soobin se apartó de él y le miró con una sonrisa—. Joder, sí que tienes una maldita sonrisa criminal.

—¡SOOOBIIIIIINNNNN!

—¡Ya voy, Seungmin, joder! —exclamó golpeando desde dentro del cubículo.

—Cabrón, ¿por qué no contestas?

—Ya voy, cállate.—Soobin y Yeonjun compartieron una sonrisa secreta y el chico volvió a besarlo antes de apartarse de él. Se colocó detrás de la puerta del cubículo y le guiñó un ojo.

Salió encontrándose con Seungmin sentado en el lavabo: —¿Qué mierda hacías?

—Hacerle una paja a un desconocido —contestó, lavándose las manos al lado de Seungmin. El idiota rió escandaloso.

—Sí, seguramente —ironizó

—Es lo que estaba haciendo, ¿por qué te cuesta tanto creerlo?

—Si estabas haciendo una paja a un desconocido invitaré a una ronda a todo el puto club, Soobin.

—Espero que hayas traído la American Express, amigo. —La voz de Kumiho se escuchó mientras salía del mismo cubículo y con una sonrisa satisfecha. Seungmin palideció.

—¿Qué coño...?

—¿Vas a darme ID de Kakao antes de que te lleves a tu amigo en shock? —preguntó Kumiho poniendo una mano en su cintura.

Soobin asintió y el chico le dio su teléfono, apuntó su ID mientras él se lavaba las manos. Le devolvió el smartphone con una enorme sonrisa. Los dedos todavía húmedos por el agua le acariciaron la mejilla otra vez y le guiñó un ojo.

—Bueno, creo que le debes una copa a todo el bar. Nos vemos pronto, Sunny Bunny-ssi —dijo antes de salir del baño.

Se marchó de allí y los ojos de Kim cayeron sobre él como dos estacas. Soobin huyó del lugar del crimen para evitar darle explicaciones y corrió hasta su mesa. Taehyun y Seokjin charlaban animadamente. Ambos lo miraron cuando llegó resoplando y se dejó caer en la silla. Seungmin apareció diez segundos después y le golpeó el hombro.

—¿Qué pasa? —preguntó Taehyun confuso.

—Se ha follado a un tío en el baño y me lo ha dicho abiertamente mientras el tipo estaba aún en el cubículo. Y ahora tengo que invitar a toda esta gentuza a una ronda por culpa suya.

—Te dije la verdad y no me creíste, te jodes.

—Soobin, ¿te has follado a un tío en el baño? —exclamó Seokjin.

—No, solo ha sido una paja —contestó mirando al amigo sensato de los tres.

—¡Cielo santo! —gritó él.

—¿Qué es lo raro? ¿La paja, el baño o el tío? —preguntó Taehyun.

—Lo raro es que Soobin esté en esa frase. Soobin no se folla a gente en los baños de las discotecas —respondió Seungmin enfadado—. Eso es más propio de mí que de él.

—¡Solo ha sido un puto trabajo manual! ¡Nadie metió nada a nadie!

—¡Soobin! —Seokjin se tapó la boca con las manos con sus ojos desorbitados.

Un camarero interrumpió la discusión dejando sobre la mesa un Sunny bunny: —De parte de hmm... Kumiho-ssi.

—¿De quién? —Taehyun tenía las cejas fruncidas y Soobin era completamente consciente de que no debía entender una mierda de lo que estaba pasando —¿Kumiho es un nombre? Mierda, igual no estoy entendiendo bien, mi coreano está oxidado.

—No es nombre. El chico se llama Choi Yeonjun pero parece un zorro y le puse Kumiho.

—Me cago en la puta. Por eso te llamó Sunny Bunny-ssi cuando salía del baño. Joder, voy a invitar al puto bar a dos rondas.

—¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó Taehyun más confuso a cada segundo que pasaba.

Bebió un largo trago antes de girarse para buscar al chico. Estaba allí, devolviéndole la mirada. El hombre levantó una copa exactamente igual a la suya y le imitó. Su polla dio un tirón de interés de nuevo.

¿Será así cada vez que bebas esto?, se preguntó.

—¿Qué acaba de pasar, Seungmin? —Seokjin miró a su amigo de reojo.

—Creo que el chico-zorro ha cazado al conejito —contestó en voz baja. Soobin, a pesar de todo, lo escuchó. Y no le molestó tanto como debería.     

***

2/4

Navegantes, si se saltaron este capítulo porque no querían leer sabroseo, vuelvan atrás porque es very important. Pueden dejar de leer desde el momento en el que se meten en el cubículo del baño hasta que vuelven a salir :)

¿Ya les había dicho que Soobin es MUY protagonista aquí?

VOLVIÓ EL MINSUNG Y ESTA VEZ SIENDO NOVIOS Y DOMÉSTICOS COMO MANDA LA LEY.

El Jisung de este tercer libro es mi favorito porque ahora va a terapia y lo necesitaba mucho.

¡Nos vemos en el infierno!

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