38. Boram

🎶Banda sonora: To build a home - The Cinematic Orchesta 🎶

Boram Neri había estado toda su vida en la sombra. Primero, bajo la de su familia y su ancestral cultura, relegada a ser un adorno bonito, una sonrisa amable, una anfitriona silenciosa. Después, bajo la persecución de los secretos, los kilómetros de distancia y el abandono.

Rammie había tenido el tiempo suficiente para llorar, arrepentirse, gritar, enfadarse. Tuvo tiempo para sanar, casarse, vivir una vida injustamente feliz; también trabajó, creció, se convirtió en una implacable agente de la Interpol, ascendió.

En ese momento, eones después de haber sido todas esas cosas, se acercaba a la garita donde el guardia de seguridad controlaba pobremente las entradas a la urbanización. La miró durante unos segundos y ella estuvo a punto de sacar la placa para recordarle quién era. No lo necesitó. La valla se levantó con un asentimiento del señor.

Se encaminó al escondite del que su hijo no quería salir, al agujero donde ella lo había empujado a ocultarse.

Changbin no quería hablar con ella y no lo podía culpar. Joder, ni siquiera ella misma quería estar en su piel. Su pecho lloraba la memoria del hijo perdido al que no había podido amar mientras lidiaba con la culpa de haber engañado a su gordito.

La casa de su hijo estaba vacía, ni siquiera se molestó en parar. Las cintas amarillas de la policía enturbiaban el espacio hermoso. 

Aparcó frente a la que ahora era la verdadera mansión Han. No aquel lugar donde Kibum mantuvo retenidos a los dos niños, no el sitio que Eunji utilizó para aterrorizarla tantas veces. La que tenía ante ella era la casa de Jisung, el asesino de su hijo, el salvador de sus hijos.

Llamó al timbre con la mano temblorosa y se echó el pelo hacia atrás deseando haber llevado una cola de caballo como solía hacer. Alguien abrió sin preguntar y ella simplemente atravesó el jardín hasta la puerta de madera grande al final de aquel camino empedrado.

Gio, te necesito, rogó al viento.

Felix abrió la puerta y la miró con el ceño fruncido cargado de reproches. Se lo tenía merecido, se merecía que el chico salvaje la odiara. Su yerno apretó los labios y Rammie pensó que si ella fuera un hombre, la hubiera golpeado.

—Espere aquí, iré a preguntarle si quiere hablar con usted. —Se dio la vuelta y se marchó, escaleras arriba.

Boram miró a su alrededor, al enorme salón recibidor decorado al detalle y al pasillo que dirigía al resto de dependencias de la casa. No se parecía a la mansión de Eunji ni a la de su hermano o sus padres, pero se sintió un poco igual: diminuta y ensombrecida.

Escuchó puertas abriéndose y cerrándose. Miró un segundo a la cristalera que daba al jardín y vio, al otro lado, a Minho observándola como un fantasma. Llevaba un pantalón vaquero y una camiseta blanca de tirantes y en sus manos cargaba una caja con herramientas de jardín. Se percató de que tenía la ropa sucia y las manos también. Ninguno se movió aunque sí lo hizo el perro alrededor de los pies del hombre.

Oyó el clic de una cerradura cerca y desvió sus pupilas a la primera puerta de aquel pasillo, dos gatos salieron corriendo de la habitación sin prestarle atención. Un segundo después se encontró con los ojos redondos de Han. Su pecho se apretó y ambos retrocedieron un poco, impactados por el encuentro.

Vio los dedos de su mano rodeando el picaporte y su vista frenética buscando algo por todas partes. Mejor dicho, a alguien. Boram sabía que estaba buscando a Minho y que, desde su ángulo, no podía verlo. Estuvo a punto de decirle que estaba en el jardín, que no se preocupara, que estaba vigilando, como había hecho durante mucho tiempo.

—¿Qué hace usted aquí? —En las escaleras estaba Bang y por un segundo se preguntó cómo demonios estaban haciendo para convivir todos juntos.

Eran demasiado intensos, demasiado difíciles. Cinco hombres conflictivos que habían pasado un infierno durmiendo bajo el mismo techo. Por el tamaño de la casa, suponía que Han tendría habitaciones de sobra. Aun así, le pareció demasiado.

Por sus conversaciones con Kim Namjoon, Boram sabía qué Chan había vivido la peor muestra de indecencia de los Park. Fue el único de aquellos niños que pudo alejarse de aquella violencia. Deseó fervientemente que Kibum, I.N y Dongyoon también lo hubieran hecho, que hubieran seguido a Bang a Estados Unidos, que se hubieran alejado del borde sombrío por el que acabaron cayendo.

—He venido a hablar con Changbin —contestó mientras el muchacho bajaba el resto de escalones y la miraba con curiosidad.

Por unos eternos minutos, se quedaron en silencio. Sintió a Jisung destensarse un poco, ahora que estaba el otro chico entre ellos. Y se fijó en que Minho había dejado la caja cerca de la cristalera y se quitaba las zapatillas.

Abrió las puertas francesas y entró hecho un desastre, dejando fuera al pequeño Bbama. A pesar de todo, ese muchacho lleno de tierra quedaba bien en ese salón decorado con mimo. Minho y Jisung estaban, de alguna forma, hechos el uno para el otro.

El dueño de la casa se movió acercándose al abogado y Minho lo percibió; le mantuvo en su campo de visión, pero no se movió. Jisung se colocó cerca de Chan y no entendió muy bien si lo hacía para que él lo protegiera o para proteger a Bang.

—Ya nos habíamos visto antes, ¿verdad? —dijo de repente el abogado. Ella asintió.

—Cuando eras muy pequeño. Solía pasar tiempo contigo y con Dongyoon cuando erais bebés —Los chicos se removieron incómodos y vio cómo Bang acomodaba su camiseta innecesariamente—. Cuando tú naciste yo tenía 12 o 13 años, todavía comía en el turno de los niños —bromeó, pero nadie se rió. En cambio el abogado cepilló una pelusa que no existía de su pantalón azul con una contracción de su boca.

—Entiendo... —contestó en voz baja.

—¿Por qué no vais al estudio? —sugirió Minho, sorprendiéndola.

—No pretendo haceros daño, Minho —se defendió.

—Aparentemente no hace falta que lo pretenda para que ocurra —sentenció antes de mirar de nuevo a Jisung y Chan—. Me gustaría que ambos os fuerais al estudio, ¿me escuchas, Chan hyung?

El chico asintió con sus ojos fijos en ella antes de darse la vuelta y agarrar la muñeca de Han para arrastrarlo a la habitación de la que había salido. El niño se revolvió zafándose de su mano.

—Jisung, por favor —rogó Chan.

—No —interrumpió—. No voy a ir a ninguna parte. Quiero hablar con usted.

Boram lo miró ,tratando de no sentirse mal por su presencia, de no odiarlo por lo que había hecho. Pero era jodidamente doloroso ver la cara de Jisung y no pensar en su voz resonando en la casa de Changbin.

Seguía ingratamente sorprendida por la increíble puntería de Han a la hora de descargar aquellas dos balas sobre el cuerpo de Kibum y también por la valentía de hacerlo aún a riesgo de dañar a Changbin. Tal vez solo fue imprudencia.

—Sabía que la conocía de algo... —empezó, negando con la cabeza—. No de la foto de Changbin, vi sus fotos en casa de mi madre —aseguró. Boram elevó las cejas, desconcertada—. Sé que a veces la gente miente para proteger a los demás... —continuó el jovencito con sus ojos clavados en ella y la mano de Bang sobre su hombro—. Pero una mentira es una mentira, da igual el fin. Una puta mentira siempre será una mentira.

—Lo sé —contestó ella en voz baja.

—Probablemente no tenga ni puta idea de lo que ha pasado Changbin antes de que usted llegara. Yo la defendí, yo la respeté. Entendí el abandono, entendí que a veces la vida te obliga a hacer cosas que no quieres. Pero no entiendo la mentira, no entiendo que él abriese las puertas de su casa emocionado y usted le pagara con más falsedades —La voz del chico se entrecortó y sus ojos redondos estaban hiriendo en el pecho de Boram—. Si ya había llegado hasta esa puerta, si fue capaz de contarle que era su madre y que le abandonó, ¿por qué no le dijo todo lo demás? ¿Por qué demonios no nos contó que se llamaba Boram, que su apellido fue una vez Park? ¿Por qué dejó que ese hombre hiciera daño a Soobin y a Seungmin?

El muchacho pareció romperse. El sonido de sus palabras desapareció con un suspiro de dolor. La mano de Bang tiró de él, pero no se movió. 

—Estaba asustada... —confesó—. Pensé que si sabíais que era hermana de Dongson cerraríais la puerta.

—Chan hyung está aquí y él también fue parte de eso —interrumpió el muchacho—. Felix está aquí y fue parte de eso. El hombre que me drogó y me secuestró cuando tenía 21 años se despierta conmigo todas las mañanas. No sea condescendiente conmigo, Boram Neri —escupió con rabia—. Changbin no le cerró la puerta ni a mi madre cuando le trató durante años como basura. Tenía miedo de que pasara lo que pasó, porque aún después de todo, creía que podría salvar a ese hijo de puta que destrozó a tokki.

Minho se movió rápidamente hasta el chico y Chan dio un paso atrás en cuanto apareció. Las piernas delgadas de Jisung parecían incapaces de sostenerle y, sin embargo, había echado raíces en su posición, en medio del salón, defendiendo el honor de todas las otras personas que estaban allí. Incluso a los dos niños que estaban en el hospital.

Boram lo odió más porque había razón en sus palabras; porque tenía veinte años más que él y le estaba dando una lección; porque había matado a su hijo; porque impidió a Gio conocer al niño que concibieron cuando eran adolescentes.

Fue testigo del momento exacto en el que las cejas de Minho bajaron con odio. La mano grande acarició el brazo de Jisung, pero no se movió. Rammie creía que no podía moverse de su sitio tampoco, que aquel pequeño chaebol se había convertido en una fiera capaz de destrozarla.

Gio te necesito tanto. Volvió a sentirse pequeña.

—He venido a pedirle perdón a Changbin. He venido a contarle mi verdad.

—¿Completa o a medias de nuevo? —replicó.

—No tengo que darte explicaciones, Han, hay mucho más detrás de todo esto.

—No se olvide de que es usted quien ha venido a mi casa sin ser invitada, Park Boram —reprendió levantando la barbilla y escupiendo con asco el apellido del que se había alejado hacía tantos años.

Descubrió en ese momento que Jisung se parecía a Eunji. Tanto que la asustó por unos segundos. Tenía esas facciones de la aristocracia y esa soberbia que eran propias de la mujer.

Boram se había criado junto a ella, debajo de su yugo. Ella fue la primera que se enteró de que estaba embarazada. Se lo contó porque tenía miedo de lo que su hermano haría si lo sabía. No esperaba que fuera ella misma quien la llevara ante él.

Dongson casi enloqueció aquella tarde en la que se enteró de que su hermana pequeña, la niña, la figura decorativa, había mantenido relaciones sexuales con un extranjero al que apenas acababa de conocer. No sirvió de nada decirle que Gio era hijo del embajador de Italia en Corea, que estaban enamorados y que se haría responsable.

Esa noche la subieron en un coche y acabó internada en un hospital psiquiátrico en medio de la nada. Esa noche Eunji pavimentó el camino de su futuro con los pedazos de la historia de amor adolescente de Gio y Boram.

—Te pareces a tu madre –dijo con algo de resquemor y la cara del muchacho se contorsionó.

–Haga el favor de no faltarle al respeto en su casa, Boram Neri –contestó la voz de Felix desde la escalera–, no me haga arrepentirme de haber convencido a Changbin de escucharla. —Casi se echó a llorar de gratitud y felicidad.

Se quitó los zapatos que aún llevaba puestos y dio un paso dentro del gran salón. Miró una vez más a Jisung y percibió el aura violenta alrededor. Estuvo a punto de decirle que, en realidad, estaba agradecida porque él hubiese hecho lo que ella no se atrevió a hacer. Estuvo a punto de confesarle que le odiaría por el resto de su vida por hacer lo que ella nunca se hubiese atrevido a hacer.

—Háganos un favor a todos y dígale toda la verdad. Libérelo de una vez —concluyó antes de darse la vuelta esquivando a sus dos centinelas y meterse en el despacho con un portazo.

Changbin se levantó de la cama pesadamente cuando escuchó los pasos cerca de la puerta de la habitación. Se quedó sentado en el borde de frente a la entrada, con sus manos a los lados agarrando las sábanas.

Tenía ganas de decirle a Felix que se llevara a la mujer, que no quería volver a verla. No quería tener que enfrentarla una vez más, no quería volver a salir de esa habitación nunca más. Y también necesitaba saber por qué había pasado todo aquello.

Sonaron dos golpes en la madera antes de que Felix apareciese ante él con la cara seria y esa mujer justo detrás.

—¿Quieres que me quede? —preguntó como si ella no estuviera. Changbin casi dice que sí, pero negó con la cabeza y su marido salió de la habitación dejando la puerta entreabierta.

La miró por unos segundos, estudiando su cara suave y redondeada, tan distinta de la propia. La recordaba del pasado, Changbin se acordaba un poco de su madre aunque nunca pensaba en ella. Recordaba que su padre había borrado su recuerdo de sus vidas en el momento en el que desapareció y también que nunca escuchó su nombre en voz alta.

Aunque la conocía, esa mujer se fue de su casa llamándose eomma y había vuelto a su vida de la misma manera. Nunca se hubiera imaginado que, en realidad, su nombre era Park Boram, que había nacido bajo el ala de los buitres que habían tratado de destrozar su vida tantas veces.

—Conocí a Giovanni cuando tenía 14 años en una fiesta de la embajada italiana. Nos enamoramos muy fuerte, de la forma en la que se enamoran los adolescentes, ¿sabes? —murmuró la mujer de pie ante él.

—No lo sé, nunca tuve oportunidad de enamorarme cuando era adolescente —confesó con sinceridad sin levantar sus ojos del suelo de mármol brillante.

—Siento eso... siento que no hayas tenido una vida normal —Un poco tarde, ¿no crees?—. Me quedé embarazada y cuando mi hermano se enteró me internó en una institución mental. Me sacó de allí cuando tenía 18 años y me obligó a casarme con Seo Haeshin. Lo único que sabía de él era que trabajaba para Han Jihyeon, que era como su sombra. Y que daba miedo.

—Padre solía dar esa primera impresión. Es la misma que doy yo la mayoría del tiempo.

—Tú no eres como él, Changbin.

—Sé que no soy como él y estoy orgulloso de eso. Si pudiera escoger, tampoco querría parecerme físicamente a él. —No podía evitar el tono que estaba utilizando.

Se sentía cansado, harto; llevaba tanto tiempo peleando que se había olvidado de sus modales, de que aquella mujer era su madre, de que, en realidad, no estaba tratando de insultar. No quería pensar en Seo Haeshin, no quería pensar en Han Eunji, en Han Jihyeon, en Park Dongyoon, en I.N o en cualquier otro ser humano. Quería tumbarse en la cama y sentirse arropado por los brazos de Felix.

—Me casé con Seo Haeshin porque no podía hacer otra cosa. No tenía dinero, no había terminado la secundaria, no había nada que supiera hacer. Así que simplemente me casé con él y obedecí. Volví a encontrarme con Gio cuando tenías tres años. Fuimos prudentes, muy despacio.

—Él... ¿Tu marido sabía sobre ese hombre? —preguntó, levantando la cabeza de sus pies para mirarla. Ella negó suavemente con la cabeza y apretó la boca, con uno de sus hoyuelos asomándose.

—Ni siquiera yo sabía donde estaba. Di a luz en la institución y lo apartaron de mí. Nunca le había visto en persona hasta que lo encontré en...

—En mi casa, con un cuchillo en mi cuello —interrumpió apretando las sábanas en sus manos. Ella tragó saliva y bajó la cabeza—. Entiendo que no es culpa tuya, puedo entender que no fuiste tú quien hizo la herida, pero no puedo evitar sentirme engañado.

—Cuando me avisaron de que tenía que venir a Corea pensé que podría hacerlo. Cuando descubrí quién era me obsesioné con él, tanto que me asignaron su seguimiento. Llevamos algunos años tras Kibum, todavía no habíamos logrado encontrar las pruebas suficientes para encerrarlo.

—Perdóname por lo que voy a decir, pero me alegro de que Jisung le haya disparado. —En realidad, no quería pedirle perdón, quería hacerle un poco del daño que ella le había hecho con su mentira, con el abandono, con toda su vida.

—Te entiendo. Una parte de mí también lo hace, la otra odia a Han tan fervientemente que querría verlo muerto también.

—Si a Jisung le pasa algo, tampoco me importará apretar el gatillo contra ti —Su ceño se frunció y ella se echó el pelo hacia atrás—. No te estoy amenazando, solo estoy exponiéndote los hechos. Si se te ocurre hacerle algo te mataré.

—No tengo intención de hacerle nada al niño que os salvó, Changbin. Tú también eres mi hijo y alguien tenía que salvar a Kibum de sí mismo. Yo no iba a ser capaz de pararlo —confesó con un puchero. Estuvo a punto de levantarse y abrazarla, pero se contuvo—. Cuando Eunji me encontró con Gio y me amenazó con hacerte lo mismo que a Chan, a Dongyoon y a I.N, fui egoísta y me largué de aquí.

»Cuando descubrí quién era Kibum, llevaba un tiempo trabajando para la Interpol, Giovanni me ayudó a entrar. Me encargaba sobre todo de traducciones e interpretaciones de textos y conversaciones en coreano. Él apareció en uno de esos documentos y allí empezó mi obsesión.

»Estaban interceptando comunicaciones de todo el grupo de mercenarios. Son criminales, todos lo eran... Luego llegó la conexión con el caso de los Park. Mis superiores confiaron en mi palabra cuando les dije que ayudaría a meterlos en la cárcel...

»Sabía de lo que era capaz, conocía su forma de actuar. Mató a Lim Namsik, mató a Eunji, mató a I.N... Ha matado a muchísima gente de formas terribles, Changbin. Y, sin embargo, seguía siendo mi hijo al final del día. Igual que lo eres tú —susurró.

Changbin la miró, con los ojos llenos de lágrimas que eran como las propias. Porque lloraba, tenía el corazón tan brutalmente aprisionado en la prensa de sus palabras que se preguntaba cómo todavía seguía latiendo.

Había tenido el sueño de una familia; había querido ser feliz y tener una familia. Quería a Jisung y le costó quince años demostrárselo. Amaba a Felix por encima de todas las cosas y ahora no quería perderlo. Minho era un hermano que no buscó y, sin embargo, había llegado para quedarse a su lado.

A Changbin nunca se le ocurrió fantasear con la posibilidad de que su madre volviera a casa. Casi la olvidó antes de que se presentara en su puerta con dos pistolas atadas al pecho, una cola de caballo y un par de hoyuelos en sus mejillas.

—¿Significa esto que Jisung y yo somos familia de verdad? —preguntó estúpidamente. La mujer lo miró unos segundos antes de responder con un asentimiento—. También Park Dongyoon y I.N...

—Sí, también ellos. Eran hijos de mi hermano. Park Eunji era mi prima —Sintió un escalofrío recorrerle al recordar las manos de I.N sobre su cuerpo y no pudo evitar la cara de asco—. ¿Qué pasa?

—Nada —mintió ligeramente descompuesto—. ¿Ellos lo sabían?

—No lo sé, no lo creo. Oppa me obligó a cambiar mi nombre y mis apellidos. Dejé de existir cuando me llevaron al centro psiquiátrico. Cuando me casé con Haeshin no volví a verle. Tampoco volví a ver a Eunji ni a Han Jihyeon a pesar de que tu padre trabajaba para ellos. Hasta que me hizo llamar a la mansión. Ese día vi a un pequeñísimo Jisung corretear escapando de una de sus niñeras y salir al jardín. Eunji montó en cólera y golpeó a la mujer porque el niño se raspó las rodillas. Unos minutos después me dio unos billetes de avión, un pasaporte y me dijo que me fuera o serías el siguiente en ir a casa de Bang Sooman. Ni siquiera tuve tiempo para decirte adiós.

—Lo sé. Llegué de la escuela y no estabas. Padre había tirado todas tus cosas. Incluso las fotos. Encontré debajo de mi cama la que está en el salón de la casa. Fue la única cosa tuya que quedó atrás. A parte de mí —murmuró con sus ojos picando por las lágrimas.

La había echado tanto de menos cuando era pequeño... Lloraba en su habitación, a solas, porque Padre no le permitía ser débil delante de él. No se atrevió a exteriorizar esos sentimientos porque la flaqueza se castigaba.

—Siento haberte dejado atrás... Si hubiera sido un poco más valiente te hubiese llevado conmigo.

—Te hubieran denunciado por secuestro —la interrumpió, consciente de que no mentía—, hubiese acabado igual de todas formas. Entiendo lo que hiciste, entiendo el porqué. Pero no puedo evitar sentirme así. No me hablaste de Kibum, ni de los Park y debiste hacerlo... Debiste decirme tu nombre en primer lugar, Park Boram.

—Pero es que no soy Park Boram, no quiero que me llames así. —La mujer que lloraba ante él dio un paso más cerca. Se planteó la posibilidad de impedírselo, algo le decía que si la paraba, ella lo respetaría.

Él tampoco quería llamarla Boram, quería llamarla por el nombre con el que la había conocido toda su vida, incluso cuando tenía que odiarla. Quería decirle eomma, quería que conociera a Felix, quería que viniese a una fiesta en la piscina, quería verla escandalizarse con las irreverencias del Aquelarre.

La quiero en mi vida, pero todavía duele tanto.

Changbin siempre perdonaba. El rencor era cosa de otras personas. No iba con su personalidad ni con la forma en la que había decidido vivir su vida. Perdonó al polluelo y a aquel gato callejero; perdonó a I.N e incluso empezaba a tolerar a Bang. 

¿Era justo que perdonase a esa mujer que le abandonó tantos años atrás? ¿Era justo que olvidase las mentiras? ¿Era justo que traicionase la tortura de Seungmin y el Soobin?

—Me gustaría poder llamarte de otra manera, pero no estoy preparado para hacerlo —contestó abriéndose por completo—. Me gustaría decirte que no pasa nada, que te comprendo, que lo acepto. Pero Soobin no se ha despertado, Seungmin tendrá secuelas para siempre... Incluso a Yeonjun hyung le costará levantar la cabeza después de esto.

—Soy consciente de que no lo merezco. Pero necesito tu perdón, gordito, te mentiría si te dijera que puedo marcharme de esta casa sabiendo que me odias. Eres la maldita mejor cosa que me ha pasado en la vida y te dejé. Te abandoné.

—No te odio, Boram, pero necesito tiempo. —Changbin se sintió orgulloso de sí mismo y sabía que Felix, que se había quedado escuchando cerca de la puerta, también lo estaría.

Levantó la vista una vez más hacia ella y descubrió la mueca de disgusto y las lágrimas que corrían libres por sus mejillas. De repente, esos hoyuelos le recordaron a los propios, a los que solo se veían a veces.

—Está bien —suspiró con cansancio—. Me marcho. —Se dio la vuelta para salir y se encontró a sí mismo recorriendo el pequeño espacio que les separaba y agarrando ese antebrazo delgado entre sus dedos.

Se miraron unos segundos y no sabía cómo decirle que necesitaba desesperadamente un abrazo, por si esa despedida fuera la definitiva, por si el tiempo se convirtiera en años, por si Changbin nunca pudiera llamarla Ma de nuevo.

—¿Te vas de Corea?

—Me quedaré un tiempo, te avisaré cuando vuelva a Roma... Si quieres.

—Sí... —murmuró sin soltarla—, estaría bien que me avisaras esta vez...

Gordito... ¿Me concederías un abrazo, aunque no lo merezca? —preguntó en voz baja y él se sintió liberado del peso de la culpa de querer tener a esa mujer pequeña entre sus brazos.

Boram apartó el extraño bloque de cemento que estaba asentado en sus costillas desde hacía años con sus manos pequeñas apretándole. Olió el pelo, que llevaba suelto y se aventuró a tocarlo entre sus manos.

No tenía ninguno de esos recuerdos de cuando era pequeño. No tenía una imagen de Gio en su cabeza, a pesar de que ella afirmaba que se conocían. Con ese cuerpo a su alrededor, se dio cuenta de que Boram era tan huérfana como lo era él. Que la vida de Kibum había sido un reflejo de la propia.

La soltó, sintiendo inmediatamente la pérdida de aquella sensación agradable que calentaba su corazón cuando la tenía cerca. Se miraron por unos segundos mientras las manos pequeñas le agarraban de las mejillas y acariciaban sus orejas.

—Cuando eras pequeño tenías las orejas grandes y unas mejillas redondas. Eras adorable —susurró—. La cosa más bonita del mundo... Y siempre silencioso, apenas llorabas, nunca gritabas... Pero tenías una risa preciosa y se te veían los hoyuelos. Ahora eres un hombre guapo, Changbin, eres tan guapo que me explota el corazón de orgullo cuando te veo. Y tan íntegro... —Los pulgares de su madre le secaron las lágrimas que cayeron en sus pómulos—. Estaré esperándote, esperaré cada día, hasta que sientas que puedes volver, hasta que dejes que entre a esa casa que has construido para cuidar de todos esos niños.

Se apartó y se secó la cara con las manos, saliendo sin decir ni una palabra más. Felix apareció dos segundos después en la puerta y él miró de sus palmas al polluelo que le pareció repentinamente enorme.

Cerró la puerta con una patada ligera y se estrelló contra su cuerpo. Observó el pelo decolorado con las raíces oscuras mostrándose. Le acarició la cabeza pensando que querría ir a la peluquería pronto y él le diría que le acompañaría. Lloró sobre la coronilla de su marido con el calor de su piel rodeándole.

—¿Podemos tener una vida normal, Felix? ¿Puedes abrazarme hasta que todo esto pase? —susurró con los ojos cerrados. Sintió el roce de los labios sobre los suyos.

—Siempre voy a estar para ti, Changbinnie, siempre que lo necesites, incluso cuando no lo necesites. No vas a librarte de mí —contestó suavemente.

El chico le arrastró a la cama y se tumbó a su lado. Apoyó la cabeza en el brazo delgado y la frente contra el pecho de Felix. Aspiró el olor del suavizante y notó los dedos en su espalda, con caricias calmantes.

Changbin pensó que ese lugar era el más seguro de la tierra, que esos muros de hormigón que construía Yongbok a su alrededor eran más fuertes que cualquier viento, cualquier tormenta, cualquier marea. Que daba igual lo mucho o poco que tardase en perdonar a su madre, su marido lo aceptaría. Daba igual lo mucho o poco que llorase, Felix lo consolaría. Daba exactamente igual las veces que se rompiera, ese pequeño polluelo siempre recogería todas las piezas.

—Gracias por recomponer mis pedazos cada vez, Felix, gracias —susurró y los labios de su hombre dejaron un beso en su cabeza.

***

4/5

Como dije, ahora solo quedan conversaciones, charlas, redenciones y finales, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!


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